Formas Principales de las Relaciones Causales*
S. Meliujin
PARA COMPRENDER el proceso del desarrollo en la
naturaleza tiene gran importancia poner de manifiesto el vínculo que une los
estados anteriores de los sistemas con sus estados posteriores. ¿Cabe decir que
los estados anteriores y las leyes que regulan el desarrollo del sistema
determinan por entero sus estados y leyes del desarrollo en el futuro? ¿Podemos
decir que el estado futuro está implícito en el presente y el presente en el
futuro? Dicho de otro modo, hemos de ver si existe alguna relación causal equivalente
entre cualquier estado dado del sistema y sus estados posteriores y si pueden
determinarse, en principio, a base de todas las relaciones que se conozcan en
el presente los posibles efectos para un futuro todo lo alejado que se quiera.
Todas
estas preguntas y otras análogas han surgido ya en el marco de la filosofía
antigua y se siguen discutiendo constantemente desde entonces. Su comprensión
racional exige, ante todo, que se conozcan las interrelaciones entre la causa y
el efecto, la causalidad y la necesidad, la posibilidad y la realidad en el
desarrollo. Examinemos, primeramente, la correlación entre la causa y el
efecto.
En el
mundo existe una concatenación universal entre los objetos y los fenómenos, su
universal interacción recíproca. Pero para investigar los fenómenos en sus
detalles, los debemos estudiar por separado, en su continuidad espacial y
temporal. En este caso, los fenómenos se manifiestan unos con relación a otros
como causa y efecto. Los conceptos de causa y efecto surgen, de este modo,
sobre la base de la práctica.
La
división de los fenómenos en causas y efectos es relativa y se determina
enteramente por el carácter de las conexiones de los objetos materiales. Esto
significa que un fenómeno determinado se manifiesta, bien sólo como causa, bien
sólo como efecto en las relaciones dadas, pero nunca en general. Si el fenómeno
dado se examina desde el punto de vista de sus vínculos universales, se
manifestará simultáneamente como causa y como efecto, pero en distintas
relaciones. Será efecto con respecto a los fenómenos que lo han antecedido y lo
han producido, y causa con relación a los fenómenos por él suscitados. En el
marco de un mismo sistema de interrelaciones entre la causa y el efecto son
plenamente equivalentes: la causa siempre antecede al efecto.
El
vínculo causal presupone la interdependencia orgánica de los fenómenos.
No basta en este caso la simple sucesión en el tiempo. Eso quiere decir que si
un fenómeno acontece después de otro, no es obligatorio que sea un efecto.
Puede serlo, pero también puede no serlo. El juicio según el cual “después de
eso significa a consecuencia de eso” no constituye una regla ineludible. Puede
ser correcto, y también puede ser erróneo. Si un fenómeno se produce como
efecto de otro, es evidente de todo punto que sucede después de él. Pero la
simple sucesión en el tiempo no presupone de por sí una conexión causal, ya que
ésta constituye una forma de interdependencia de los fenómenos en la cual la
aparición de unos fenómenos depende orgánicamente de la realización de otros y
es imposible por principio sin ellos.
Las
relaciones recíprocas entre causa y efecto se expresan en el principio de
causalidad. Este último afirma que no hay efecto sin causa y que si en diversas
regiones del espacio y en momentos distintos de tiempo se han creado dos
sistemas materiales en iguales condiciones primarias y con las mismas fuerzas
motrices, el curso de esos procesos conducirá a los mismos resultados. El
principio de la causalidad puede expresarse con mayor detalle y exactitud en
las cuatro tesis siguientes:
1. No hay
efecto sin causa ni causa sin efecto.
2. Todo
fenómeno puede ser efecto de toda la cantidad de causas que se quieran y causa
de toda la cantidad de efectos que se quieran, por grandes que sean.
3. Muchas
causas iguales (semejantes), que representan las conexiones internas y externas
de los sistemas, la estructura del espacio y el tiempo, las leyes vigentes,
originan en su desarrollo multitud de efectos iguales (semejantes).
4.
Durante el desarrollo no sólo se realizan o desenvuelven los vínculos causales
implícitos en los estados anteriores del sistema, sino que se crean vínculos
causales nuevos por principio, no implícitos en los remotos estados anteriores,
sino originados como una tendencia de estados nuevos.
La tesis
1 viene a ser una deducción natural del principio de conservación de la
materia y de sus propiedades fundamentales, pues afirma que cualquier
fenómeno, por insignificante que sea, no puede originarse de la nada, sino que
tiene necesariamente su causa. Tampoco puede desaparecer sin dejar huella,
convertirse en nada, sino que provocará el efecto que le corresponde.
La tesis
2 se desprende del principio de inagotabilidad de la materia. Si nos
planteamos como objetivo estudiar todas las causas de algún fenómeno, tendremos
que descomponerlo en sus partes integrantes elementales, es decir, investigar
las causas del movimiento de cada molécula, átomo, partícula elemental que
forma parte del sistema examinado. En este caso, el número de esas causas seré
infinitamente grande, por muy insignificante que sea el propio fenómeno. Del
mismo modo cualquier fenómeno provocará una infinita multitud de efectos que
caracterizan las conexiones internas y externas de los objetos materiales.
Dicha ley puede expresarse gráficamente en forma de una infinita multitud de
líneas, que se cruzan en un punto. El punto en cuestión será el fenómeno; las
líneas que penetran en él, las causas, y las que salen de él, los efectos. La
infinita multitud de líneas está determinada por la inagotabilidad cuantitativa
y cualitativa de la materia.
La tesis
3 viene a ser una conclusión natural del principio de la unidad del mundo,
que afirma que en la naturaleza, pese a la diversidad cualitativa de las leyes
del movimiento de la materia, existen leyes únicas de valor universal. Dicha
tesis constituye la base del método de la analogía y la modelación que se
utiliza ampliamente en diversas esferas de la ciencia y la técnica. Y,
finalmente, la tesis 4 se deduce del principio del desarrollo de la materia.
Caracteriza la reciprocidad de relaciones entre la causa y el efecto y entre la
posibilidad y la realidad en el desarrollo.
Examinemos
ahora las formas más importantes de los nexos causales. Hemos de señalar, ante
todo, que los vínculos causales pueden ser físicos y no físicos.
Incluimos entre los físicos todos los casos de interacciones de los objetos
materiales a través de campos de fuerza o por medio del contacto directo. Los
nexos causales no físicos son las diversas relaciones biológicas y sociales,
por ejemplo, de producción, interestatales, nacionales, etc. El límite entre
esos dos tipos de vinculación es relativo y no puede considerarse como
absoluto. Las acciones no físicas pueden ser la causa de los cambios en el
estado físico del sistema.
Sin
embargo, los estímulos no físicos sólo provocan cambios en el estado físico de
aquellos objetos que son capaces de percibirlos. En cambio, los estímulos
físicos pueden provocar el cambio en el estado de todos los sistemas
materiales.
Los nexos
causales pueden ser internos y externos. Los internos comprenden
todos los tipos de conexiones entre los elementos componentes de un sistema
material concreto, mientras que los exteriores son los nexos que existen entre
el sistema dado y los sistemas circundantes. Esta división de los nexos en
internos y externos es relativa, pues está determinada por el carácter de los
sistemas: los nexos internos para un sistema dado pueden ser externos para los
subsistemas que lo constituyen, y viceversa. No obstante, se trata de una
división objetiva, lo mismo que es objetiva la formación de sistemas de diverso
orden.
Finalmente,
los nexos causales pueden ser esenciales e inesenciales, causales
y necesarios.
Son
esenciales los que determinan de un modo radical las propiedades y leyes
fundamentales de un sistema material, mientras que los inesenciales no poseen
semejante particularidad. Los nexos esenciales son, por regla general,
necesarios, y los inesenciales, casuales, aunque esto no siempre es así. La
división de los vínculos en dos grupos no debe elevarse al plano de lo
absoluto, ya que los nexos que en un sistema son casuales e inesenciales pueden
ser esenciales y necesarios en otro. Esta tesis tiene tanta importancia que
hemos de detenernos en ella con mayor detalle.
Suele
ocurrir que los sucesos necesarios y los casuales se delimitan rigurosamente y
se anteponen unos a otros. Se considera que un hecho puede ser o bien casual o
bien necesario, pero no lo uno y lo otro simultáneamente. Semejante oposición
de la causalidad y la necesidad ha conducido siempre, en la historia, a dos
concepciones fundamentalmente erróneas: bien se consideraba absoluta la
casualidad, bien la necesidad. Los partidarios del primer punto de vista lo
argumentaban con los siguientes razonamientos. Si tomamos algún fenómeno y nos
planteamos como objetivo estudiar todas sus causas, tendremos que descomponerlo
en sus partes elementales componentes, cuyo número puede ser todo lo grande que
se quiera. En los fenómenos de la naturaleza tendremos que analizar la historia
del movimiento de cada molécula del cuerpo, de cada átomo, etc., y en los
fenómenos sociales, la multitud de causas que han impulsado a los hombres a
tomar una u otra decisión.
Pero en
este caso cualquier fenómeno estaría condicionado por una inmensa cantidad de
casualidades y se manifestaría en forma de su resultante. Todos los fenómenos,
grandes o pequeños, estarán basados en la casualidad. Ningún suceso concreto
puede considerarse como totalmente necesario, ya que si consiguiéramos conocer
todas sus causas casuales, tendríamos que reconocer que su realización depende
de un cierto grado de probabilidad, que varía a tenor de las circunstancias. Es
cierto que en el caso de acontecimientos grandes y fidedignos esa probabilidad
puede aproximarse a uno, pero jamás será igual a uno, ya que siempre pueden
surgir factores exteriores imprevistos que impidan la realización de los
sucesos dados. Así, todo depende de la casualidad, y la historia se asemeja a
una gigantesca lotería donde cada acontecimiento es individual y único.
Los
autores que sustentan un punto de vista opuesto consideran que en el mundo todo
es necesario. Sus razonamientos se basan en las siguientes consideraciones. Si
un fenómeno ha tenido lugar y pasó a ser patrimonio de la historia, el propio
hecho de su realización demuestra el condicionamiento causal y con ello su
necesidad, ya que si no fuese necesario no habría sucedido. Lo que llamamos
casualidad es, en realidad, la necesidad no conocida. El conocimiento de las
causas de esa casualidad revela su dependencia de otros fenómenos y con lo
mismo la hace necesaria. Objetivamente ha sido necesidad aun antes de que se
conociesen sus causas. De este modo, la necesidad se identificaba con el
condicionamiento causal.
Las dos
concepciones citadas reflejaban correctamente algunos aspectos de la casualidad
y la necesidad, pero las consideraban absolutas, debido a lo cual llegaban a
consecuencias erróneas. El considerar como absolutas las casualidades conducía
a la negación de las leyes objetivas de la naturaleza. Toda ley expresa el
vínculo estable, necesario y esencial entre los fenómenos, y si
objetivamente no hay necesidad, no puede haber tampoco ninguna ley de la
naturaleza. Pero esta tesis está en contradicción con toda la práctica social e
histórica de la Humanidad y por ello debe ser rechazada.
Por otra
parte, el considerar como absoluta la necesidad conduce al fatalismo, a la idea
de la predeterminación eterna de todo lo existente. Toda clase de sucesos, por
insignificantes que sean, son, según ese punto de vista, totalmente
inevitables, con la particularidad de que la necesidad de su realización estaba
implícita en los remotos estados anteriores, todo lo lejanos que se quieran, y
su realización ha de ser así, precisamente, y no de otro modo. Semejante
concepción se distingue muy poco de la idea de la predeterminación divina,
aunque desde el punto de vista formal puede estar exenta de tesis religiosas.
Además, si consideramos que toda clase de sucesos, incluso los más
insignificantes, son tan necesarios como los de escala grandiosa, no elevamos
la casualidad al nivel de la necesidad, sino, por el contrario, rebajamos la
necesidad al nivel de la escueta casualidad.
El error
fundamental de estos dos puntos de vista radica en la injustificada
anteposición de la casualidad y la necesidad. Ambas categorías están, sin
embargo, indisolublemente ligadas entre sí, ya que un mismo fenómeno puede ser
casual o necesario, pero en diversos vínculos y relaciones.
En
efecto, la casualidad es un suceso que expresa los nexos temporales, inestables
e inesenciales de los cuerpos; un suceso que en las condiciones dadas puede
ocurrir o no, y que depende de las cambiantes condiciones causales del sistema.
La necesidad, por el contrario, es un suceso o varios sucesos que representan
los vínculos constantes, estables y esenciales de los cuerpos y deben
realizarse obligatoriamente en las condiciones dadas. Ahora bien, la división
de los nexos en esenciales e inesenciales es relativa: los nexos que son
inesenciales para un sistema grande, pueden ser esenciales para un sistema de
orden menor que integra el primero en calidad de elemento componente. Por ello
también un acontecimiento casual en el marco de un sistema grande puede ser
necesario en los límites de un sistema menor. Por ejemplo, si poseemos un trozo
de sustancia radiactiva, en el cual se desintegra cada segundo un millón de
átomos, la desintegración de uno u otro átomo será un hecho
casual en el ámbito de ese sistema macroscópico concreto, pues podría haber
sido no ese átomo, sino otro cualquiera. Por dentro de un sistema de orden
menor -un núcleo-, la desintegración no será un suceso casual, sino necesario,
y un suceso así podría predecirse, en principio, si se conociese la estructura
de cada núcleo y se tuviese exactamente en cuenta el carácter de las conexiones
entre los protones y los neutrones.
Por otra
parte, puede ocurrir también que un suceso casual en un sistema menor sea
necesario en un sistema de orden mayor. Por ejemplo, la incidencia del electrón
sobre un determinado sector de la pantalla después de su dispersión a
través de la red de difracción es un suceso casual. Pero una multitud de
electrones, al pasar por la reja de difracción, producen en la pantalla un
cuadro de interferencia sujeto totalmente a leyes; así, pues, el suceso casual
que habíamos señalado antes viene a ser la forma en que se manifiesta y
complementa la necesidad, relacionada con un sistema de orden mayor: la
multitud de electrones.
Podemos
citar, asimismo, ejemplos de la vida social. El nacimiento en el seno de
cualquier familia de un niño, precisamente, y no de una niña representa un
hecho casual. Pero en la escala de un sistema más general, de una gran ciudad o
de un país, viene a ser una manifestación de la necesidad, que consiste en que
el promedio de la natalidad es de 49 por 100 niñas y 51 por 100 niños. Por
ello, la natalidad preeminente de niños de un sexo en una familia se compensa
por la correspondiente natalidad de niños de sexo contrario en otras familias.
Generalizando
los ejemplos dados, cabe deducir que un acontecimiento casual en el sistema M
será necesario bien en un sistema menos general (M –
k), bien en un sistema más general (M + k). De ese modo, la
división de los nexos en casuales y necesarios se determina por el carácter de
los sistemas. Si hacemos abstracción del concepto del sistema y consideramos la
materia como sustancia, veremos que esa división resulta inaplicable. En este
caso sería más correcto hablar de la dependencia causal de los
fenómenos, de su subordinación a las leyes correspondientes de la interacción
de los cuerpos. Por lo que se refiere a los conceptos de casual y necesario, su
empleo resulta adecuado cuando el suceso en cuestión se examina en sus diversos
aspectos con relación a los distintos sistemas. Con la particularidad de que la
división de sucesos en casuales y necesarios será tan objetiva como lo es la
división de la materia en sistemas de diverso orden. En virtud de ello, el
conocimiento de las causas de la casualidad no la convierte, ni mucho menos, en
necesidad, sino que sigue siendo casualidad en el marco del sistema dado.
La
objetividad de la causalidad se debe a que siempre se manifiesta como un punto
de intersección de muchas (por lo menos dos) series de sucesos necesarios. Para
cada una de esas series, la aparición del suceso casual es exterior, es decir,
no se deduce de las leyes internas de su desarrollo. Sin embargo, durante la
intersección de las series el suceso se origina, y como el punto de
intersección constituye una realidad objetiva, es también objetiva la
casualidad. De aquí, sin embargo, no debe sacarse la conclusión inversa de que
todo punto de intersección de series necesarias ha de ser forzosamente una
casualidad. También puede ser un suceso necesario. Por ejemplo, la constante
intersección de las órbitas de los planetas, que se mueven de acuerdo a una ley
estrictamente determinada, no constituye un suceso casual, sino necesario, por
ser reiterado y estable.
Durante
el desarrollo de los fenómenos, la casualidad puede transformarse en necesidad
si resulta íntimamente ligada a las condiciones que se originan en el sistema y
se deduce de las leyes del desarrollo del sistema dado. Por otra parte, la
necesidad puede convertirse en casualidad si desaparecen las causas constantes
y esenciales que la producen.
Todo
proceso de desarrollo en la naturaleza y en la sociedad se determina, ante
todo, por los vínculos causales esenciales y necesarios, que son los que deben
estudiarse en primer lugar. Sin embargo, en circunstancias especiales también
las casualidades pueden desempeñar un gran papel y producir efectos de gran
importancia. Esto se manifiesta con particular frecuencia en la esfera de los
fenómenos sociales, donde el desenlace de muchos acontecimientos depende, en
medida considerable, del factor subjetivo. Una causa pequeña puede provocar
grandes efectos, no por sí misma, sino a través de otras muchas causas
más potentes, a cuya aparición contribuye. Una causa pequeña conduce a grandes
efectos sólo si provoca una peculiar reacción en cadena de vínculos causales,
durante las cuales unas causas originan otras, cada vez más potentes, hasta
que, por fin, no se produce el cambio esencial de todo el sistema. Pero si esa
reacción en cadena no se produce, la causa pequeña culmina con un efecto igual
de pequeño.
Así,
pues, de los múltiples nexos causales que existen en el mundo material los
fundamentales son los físicos y los no físicos, los internos y los externos,
los esenciales y los inesenciales, los casuales y los necesarios. Cada una de
las formas de vínculo dado puede tener el más diverso contenido concreto, en
dependencia de las particularidades internas de los fenómenos y de las
condiciones exteriores de su curso. Pero, de una u otra forma, están presentes
en todos los fenómenos y determinan su desarrollo. Por ello, el conocimiento de
sus interrelaciones tiene primordial importancia.
___________
(*) S. Meliujin, Dialéctica del desarrollo en la naturaleza inorgánica, capítulo V, Relación causal entre los fenómenos en el desarrollo. 1. Formas principales de las relaciones causales. Editorial Grijalbo, Ciencias económicas y sociales, México, 1963.
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