Franja de Gaza*
Eduardo Ibarra
Mientras miras las telenovelas que más te gustan, y sonríes,
o se te salen las lágrimas, o simplemente miras y miras,
el ejército del estado terrorista de Israel
bombardea de día y bombardea de noche
al pueblo de Gaza: niños, mujeres, ancianos, hombres,
mueren en las calles, en las escuelas, en los hospitales,
a la orilla del mar, en las viviendas,
en los edificios de refugiados por las Naciones Unidas (¿Unidas?):
mueren destrozados, calcinados, con la boca abierta,
como llamando a los hombres del mundo, a las mujeres del mundo,
a los niños del mundo,
y avanza por tierra el ejército sionista, alienado, frenético,
demoliendo casas, asfixiando el aire,
ahogando el agua, disparando sin tregua contra todo
lo que se mueve y no se mueve.
Mientras lees este poema y descubres que tienes un alma
en tu alma, ojos en tus ojos, una boca que puede gritar,
un brazo presto, y, en algún lugar, un palo, una piedra,
un pedazo de metal para arrojarlos contra los agresores
del pueblo de Gaza,
súbitamente cae en tu habitación una bomba, y, lentamente,
veo entre los escombros tu cuerpo diseminado: tus ojos fuera
de sus cuencas, tus pulmones sin aire, tus piernas
sin andadura, tus brazos rotos, tu voz apagada, apagada,
mas, rápidamente, percibo que estás muerta pero que no estás muerta,
exactamente como los asesinados niños de Gaza,
como las asesinadas mujeres de Gaza,
como los asesinados ancianos de Gaza,
como los asesinados hombres de Gaza,
todos, sin excepción, inmortales, Inmortales, INMORTALES.
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(*) Poema publicado originalmente en Creación Heroica el 1 de septiembre de 2014.
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