La Pandemia de la Covid-19 y el Verdadero Rostro del Capitalismo Mundial
César Risso
LA ACTUAL CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL, adelantada y profundizada por la crisis sanitaria consecuencia de la pandemia de la covid-19, está impactando de manera diferenciada a la población mundial. Mientras que un grupo de explotadores se enriquecen apostando a la compra y venta de instrumentos financieros, otro grupo, la gran mayoría de trabajadores, sufren las consecuencias de la explotación burguesa.
Este año se presentaba, según las proyecciones, como de bajo crecimiento de la producción. Sin embargo, los síntomas de la crisis eran más que evidentes. De un lado la sobreproducción como característica del capitalismo en general, y de otro la llamada financiarización, como práctica que en los últimos años ha marcado el desenvolvimiento de la burguesía.
La particularidad de la presente crisis económica radica en que no hay una relación de causa a efecto en el ámbito estrictamente económico, sino que lo que se ha presentado ha sido un desplome en su conjunto de la economía. La cuarentena significó la paralización simultánea de la producción y del consumo. De la mano con esto, se dio el despido masivo de trabajadores. Consecuencia, ahora sí, de la lógica del capital, se han presentado “quiebras masivas”, aunque haya el intento ineficaz de parte de los gobiernos burgueses de sostener los negocios, sobre todo de la gran burguesía.
La profunda crisis económica lo es por lo que el capitalismo ha construido: la acumulación exorbitante de bienes de capital y recursos monetarios, y una desigualdad abrumadora. La polarización, resultado de la acumulación, ha generado los dos polos de cientos de millones de pobres y una minoría de “ricos”. Dicho en estos términos, se deja de lado el origen de la “riqueza” y de la pobreza. Tanto una como otra se deben a procesos continuos que consisten en la propiedad privada de los medios de producción de un lado, y el sometimiento de los trabajadores bajo la forma de trabajo asalariado, de otro lado.
La imposibilidad de afrontar la crisis con los recursos propios por parte de los trabajadores, es consecuencia de la lógica del capital. Tanto la desregulación de la economía, como el retiro del Estado de la actividad económica, y la imposición del “libre” mercado, han acentuado la sobre explotación de los trabajadores. Las graves consecuencias en contagios y muertes se deben al sistema capitalista, por la pobreza y el desempleo que causa, a lo que hay que agregar la rapidez de los contagios que nos muestra el nivel de entrelazamiento de la economía mundial, indicador de la cada vez mayor socialización de la producción.
La crisis económica mundial del año 2008, cuyas consecuencias aún no habían concluido, sentó las bases de la profundidad de la crisis económica actual.
La perspectiva de la crisis para el año 2020 antes de la pandemia, se puede apreciar en lo proyectado por el Banco Mundial en enero de este año:
“Según lo previsto en el informe
semestral Perspectivas económicas mundiales del Banco
Mundial, este año el crecimiento mundial aumentará un 2,5 %, lo que
representa un ligero repunte respecto del 2,4 % registrado en 2019, a medida
que el comercio y la inversión se recuperen gradualmente. Se prevé que el
crecimiento de las economías avanzadas en su conjunto disminuirá del 1,6 % al
1,4 %, debido principalmente a la persistente debilidad en
las manufacturas.”1
Lo propuesto por el Banco Mundial es claro: la lenta recuperación de la producción dependerá del aumento del comercio y de la inversión.
Sin embargo, las amenazas mayores, según el Banco Mundial, son:
“Esta lenta recuperación se ve amenazada
por otras dos tendencias que despiertan interrogantes sobre el curso del
crecimiento económico: el aumento sin precedentes de la deuda a nivel mundial y
la prolongada desaceleración del crecimiento de la
productividad, que debe recuperarse para mejorar los niveles de vida
y contribuir a la erradicación de la pobreza.”2
Nada de lo que se haga en el marco del capitalismo eliminará la pobreza, porque esta es consustancial a este sistema. Esta situación es reconocida, aunque no en los términos en que nosotros lo afirmamos:
“Un aspecto preocupante de la tendencia de crecimiento
lento es que, aun cuando las economías emergentes y en desarrollo se
recuperen tal como está previsto, el crecimiento per cápita se mantendrá muy
por debajo de los promedios a largo plazo y avanzará a un ritmo demasiado
lento para alcanzar los objetivos de erradicación de la pobreza. De hecho, el
crecimiento del ingreso será más lento en África al sur del Sahara, la región
donde vive el 56 % de los pobres del mundo.”3
En cuanto al estancamiento de la productividad laboral, aspecto que tiene en cuenta el Banco Mundial para explicar el “bajo” crecimiento de la economía mundial para el 2020, se nos dice:
“Otro aspecto del ritmo decepcionante al que crece la
economía mundial es la desaceleración generalizada del crecimiento de
la productividad que se viene registrando en los últimos 10 años.
Dicho crecimiento —producción por trabajador— resulta indispensable para
elevar los niveles de vida y alcanzar los objetivos de desarrollo.”
“Un trabajador de una economía emergente o en
desarrollo produce menos del 20 % que un trabajador de una economía avanzada, y
en las economías de ingreso bajo esta cifra disminuye al 2 %.”4
Bien, hasta aquí lo que planteaba el Banco Mundial en relación a lo que sería el crecimiento económico mundial para el año 2020. Ahora, en plena pandemia, está claro que la crisis estaba por desatarse.
La crisis desatada por la pandemia ha evitado que la responsabilidad caiga sobre la organización capitalista de la economía mundial. Sin embargo, las consecuencias de la pandemia se desenvuelven en el interior de la lógica del capital.
Veamos las consecuencias de la pandemia en la producción según los datos del FMI y del Banco Mundial, pero ahora durante la pandemia.
En el mes de junio del 2020 el FMI afirmó que la perspectiva de crecimiento de la producción mundial sería de -4,9%. La variación de la producción en las economías avanzadas sería de -8,0%, mientras que el crecimiento de la producción, al igual que en los casos anteriores, de las economías de mercados emergentes y en desarrollo, sería de -3,0%. En cuanto al Banco Mundial, este pronosticó que la producción a nivel mundial sería de -5,2%. Igualmente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ha afirmado que la variación de la producción mundial el año 2020 sería de -7,8% en un escenario caracterizado por un segundo brote de contagios al final del año, mientras que sería del 6,0% si no se presenta un segundo brote de contagios.
Estas proyecciones van de la mano con el aumento del desempleo. Veamos cuáles son las cifras estimadas por la OIT:
“En el primer trimestre del año se perdió
aproximadamente un 5,4 por ciento de las horas de trabajo en todo el mundo
(equiparable a 155 millones de empleos a tiempo completo), con respecto al
cuarto trimestre de 2019. Se prevé que en el segundo trimestre de 2020 se
pierda en todo el mundo el 14,0 por ciento de las horas de trabajo (equiparable
a 400 millones de empleos a tiempo completo), y que las mayores pérdidas se
registren en las Américas, a razón del 18,3 por ciento.”5
Esto es lo que según los cálculos realizados se estima que ha sucedido en relación al desempleo a nivel mundial. Ahora hay que agregar las proyecciones para lo que falta del año.
“Según se desprende de varias previsiones de la OIT, la
recuperación del mercado laboral que se produzca en la segunda mitad de 2020
será incierta y parcial. Con arreglo al caso hipotético de referencia, cabe
prever que en el cuarto trimestre de este año se siga perdiendo alrededor del
4,9 por ciento de las horas de trabajo (equiparables a 140 millones de puestos
de trabajo a tiempo completo). Con arreglo al caso más desfavorable, en el que
se prevé una segunda ola de la pandemia en el segundo semestre de 2020, podría
perderse hasta el 11,9 por ciento de las horas de trabajo (equiparables a 340
millones de empleos a tiempo completo) en el último trimestre del año. Aun en
el caso hipotético más favorable, que prevé una rápida recuperación, es poco
probable que para finales de 2020 la cantidad de horas de trabajo a escala
mundial vuelva a ser la que existía antes de la crisis.”6
Como dato adicional, la OIT señala que cerca de 1600 millones de personas ubicadas en el sector informal han sido duramente afectadas.
La pregunta que cabe hacer frente a estas estimaciones y proyecciones es la siguiente: ¿la caída de la producción y el empleo a nivel mundial se debe a la pandemia?
Pues bien, la pandemia, como ya hemos señalado, adelantó la crisis económica que dada la situación de sobreproducción, endeudamiento y financiarización, estaba por estallar en cualquier momento. En consecuencia, la disminución de la producción y del empleo, o mejor aún, el desenvolvimiento de la crisis económica capitalista, al no asegurar un nivel de rentabilidad “suficiente” a los intereses de los capitalistas, provoca el abandono de sus negocios, obviamente después de tratar por todos los medios posibles de conseguir mayores ganancias, con lo cual la caída de la producción y el empleo se agudizan.
El aumento de la producción y del empleo pasa necesariamente por el interés de la burguesía planetaria de tener elevadas ganancias. La envoltura de la producción, de la elaboración o creación de bienes y servicios en el sistema capitalista pasa por la conversión del proceso productivo en un proceso de creación de mercancías, las mismas que contienen la ganancia de los capitalistas. Sin ganancias no se producirán mercancías, que es la forma que en este sistema tienen los valores de uso, es decir, los bienes y servicios. Por lo tanto, si aplicamos consecuentemente la lógica diríamos que sin producción de mercancías no hay capitalismo, y sin capitalismo no hay producción, y por lo tanto, agrega la propaganda burguesa, no hay civilización.
Así se nos plantean las cosas en el actual sistema económico capitalista, ligando la existencia de la especie humana y de la civilización a la existencia del sistema capitalista; haciéndonos creer que la existencia del capitalismo es consustancial a la existencia humana, y que por lo tanto es una fatalidad: así ha sido, así es y así será.
Con respecto a la productividad laboral, de cuyo estancamiento se quejan las instituciones financieras internacionales, planteando la necesidad de su aumento para que se pueda salir de la pobreza, hay que evaluar su significado. La productividad es la producción por unidad de tiempo, por ejemplo en horas, y se mide por unidades producidas o por dólares (o por cualquier otra unidad monetaria) generados por hora de trabajo. El aumento de la productividad quiere decir que el trabajador crea más valor en menos tiempo, y en consecuencia requiere solo una pequeña parte de la jornada para reponer su fuerza de trabajo (crear las mercancías que satisfacen sus necesidades en condiciones de trabajador explotado), que es lo que le pagan, y un mayor tiempo para enriquecer al capitalista. Y esto, según nos dicen, va a ayudar a superar la pobreza.
Evidentemente el aumento de la productividad es, en general, una situación que favorece el aumento de la producción y el aumento de riqueza, expresada en valores de uso (bienes y servicios), pero en la sociedad capitalista el aumento de la productividad laboral es el aumento de la explotación de los trabajadores así como el incremento de las ganancias de los capitalistas.
El mayor número de mercancías quiere decir aumento de valores de uso, pero tomado en términos mundiales, no quiere decir que se crea más valor, porque este está determinado por el número de horas de trabajo que en promedio contiene una mercancía, y por consiguiente todo el valor creado está compuesto por el número de horas que cada trabajador en el mundo es capaz de producir. El aumento de la productividad quiere decir que cada mercancía tiene menos valor debido a que contienen menos partículas de trabajo.
La mayor productividad laboral que se da en los países industrializados les otorga una ventaja a la hora de distribuirse la plusvalía, logrando quedarse con una mayor porción.
La diferencia de productividad laboral entre los países es el sustento del trasvase de valor de los países dependientes (semicoloniales) hacia los países avanzados (imperialistas) por medio del comercio internacional (intercambio desigual). Si la productividad laboral de los países emergentes y en desarrollo, según la nomenclatura del Banco Mundial, es el 20% de la de los industrializados, esto quiere decir que por cada mercancía que contiene 1 hora de trabajo en los países avanzados, los países dependientes entregan una mercancía que contiene 5 horas de trabajo. Es decir que con 1 hora de trabajo los países “avanzados” se apropian de 4 horas de trabajo más de la que ellos nos entregan.
Con respecto a la financiarización, es necesario conocer cuánto dinero se mueve en la especulación (compra y venta) con los derivados financieros (papeles):
“Por su propia naturaleza, el volumen del mercado de
derivados es de muy difícil estimación, y mientras algunos lo sitúan en
unos 600 billones de dólares, otros calculan que superaría los 1.000 billones (1.000.000.000.000.000)
de dólares.”7
De lo que se trata es de que los capitalistas compran y venden derivados financieros, que son papeles que indican importes nominales, es decir precios, pero que en el mercado, por la especulación, su precio sube y baja, y en consecuencia posibilita obtener enormes ganancias o enormes pérdidas.
Es una gigantesca cantidad de dinero flotando por encima de las actividades económicas, que para cada inversionista significa la posibilidad de tener sustanciales ganancias. Es decir, se trata de generar la ilusión de más riqueza sin aumentar la producción. El dinero (signo monetario) que representa al oro (que es el resultado del trabajo) aumenta su velocidad de circulación, con los derivados financieros, que tiene dos sentidos: el primero se refiere a que al tratar de obtener ganancias invirtiendo en los derivados, lo que logran es arrebatarse las ganancias que han obtenido ellos mismos u otros en la producción explotando trabajo asalariado; de otro lado, la agudización de la explotación de los trabajadores, de los cuales extraen al menos en parte las ganancias, aumentando así la plusvalía que se les extrae en el proceso productivo.
Sin embargo, no puede haber más riqueza que la que el ser humano puede crear con su esfuerzo.
A nivel técnico-económico el problema de la producción está resuelto. El problema está en el nivel socioeconómico, puesto que en este, los medios de producción están en manos de la burguesía, lo que le da derecho a explotar a los trabajadores, y por lo tanto a apropiarse de los resultados de la producción. En tanto que la producción total en el mundo se multiplicó por 20 en el siglo 20 (la producción industrial se multiplicó por 50), la población solo se multiplicó por tres. Esto quiere decir que técnicamente no debería haber pobreza. Nadie debería quedarse sin satisfacer sus necesidades. Qué lo impide: las ganancias que sobre la producción, y sobre todo tipo de inversión, exige el burgués.
Cada impacto negativo generado por el mismo sistema capitalista, induce a una solución que hace más insostenible la situación de los trabajadores (directamente o mediada por la situación de los países), que los somete a peores condiciones de explotación. La solución a la actual crisis, como todas las anteriores, recae sobre los trabajadores, con la particularidad de que en este caso, el impacto es planetario, en el sentido de que el mundo ha crecido al haberse incorporado al capitalismo mundial países que antes se encontraban excluidos como en el caso de Rusia y China (estos eran antes de dejar de ser socialistas países que se desenvolvían en el sistema capitalista monopolista de Estado), y de población que antes no era explotada directamente por el capitalismo.
La globalización es, pues, la incorporación de toda la población del planeta al proceso de producción de mercancías, sometiendo a los trabajadores de todos los países del mundo a los intereses de la burguesía imperialista a través de los Estados-nación.
En este sentido, a nivel planetario, una mercancía es una fracción de la vida de un ser humano. Por lo tanto, por más dinero que se emita o agregue, no aparecerán más mercancías que las que se puede producir atendiendo al número de personas (trabajadores) y su capacidad física e intelectual para trabajar (suponiendo que esté a tope). En esta situación, más dinero no significará más riqueza o mercancías, sino solo el aumento de los precios. En todo caso la capacidad de crear riqueza está dada por el número de personas en edad de trabajar en todo el planeta, que se expresa en las mercancías que puede producir en un momento dado.
La sobreproducción es una característica del capitalismo, en el sentido de exceso de producción en relación a la demanda solvente. Es decir, que a pesar de la necesidad de muchas personas, si no tienen dinero, simplemente no pueden acceder a las mercancías que necesitan. El aumento del crédito convierte la posibilidad de la crisis económica en una necesidad. La producción se expande con el ánimo de obtener más ganancias, hasta que llega el momento en que se rompe la cadena de pagos. Esto es lo que generalmente sucede, pero que depende de una serie de factores, y que se presenta de diversas formas. La esencia de las crisis está dada por la contradicción entre la producción cada vez más social (ahora es planetaria) y la apropiación privada de los resultados de la producción.
La sobreproducción ha incrementado las deudas de las empresas, que al no encontrar salida a sus mercancías, por la menor demanda solvente, no han podido honrar sus deudas, provocando una mayor reducción de la cuota media de ganancia (rentabilidad), generando el incremento de la llamada financiarización, que ha demostrado una vez más lo irracional de la organización capitalista de la producción y de la sociedad.
El esfuerzo de los organismos internacionales, para sortear la crisis económica, canalizado a través de los Estados-nación es absolutamente insuficiente.
“Las sustanciales medidas de respuesta desplegadas por
varios países en el sector fiscal y financiero desde que arrancó la crisis han
prevenido peores pérdidas a corto plazo. Los programas de horario de trabajo
reducido y la asistencia a los trabajadores que quedaron cesantes provisionalmente
han impedido que muchos cayeran en el desempleo propiamente dicho, en tanto que
el respaldo financiero brindado a las empresas y las medidas regulatorias que
buscaron garantizar un suministro de crédito ininterrumpido han impedido
quiebras más generalizadas (véanse el anexo 1 y la base de datos de medidas
nacionales del Monitor Fiscal de junio de 2020, que analizan las medidas
fiscales equivalentes a alrededor de USD 11 billones anunciadas a nivel
mundial, así como el informe WEO de abril de 2020 y el observatorio de
políticas del FMI tomadas en respuesta a la COVID-19, que contienen una lista
más extensa de medidas específicas tomadas por cada país).”8
La idolatría de la que en el capitalismo se hace objeto al dinero se estrella contra la verdadera fuente de la riqueza. Solo el trabajo crea riqueza. Todo lo demás es la “decoración” que ha servido al capitalismo para afianzar su dominio sobre los demás seres humanos, para aprovecharse de su capacidad de trabajar, y apropiarse de la riqueza.
La burguesía se encuentra en una encrucijada. La política burguesa en el gobierno del Estado transita por un camino difícil para el capitalismo a nivel mundial. La política económica debe disponer de los recursos de forma tal que el capitalismo se sostenga (incentivos a las empresas, evitar que se rompa la cadena de pagos, facilidades para el despido de trabajadores, etc.), pero esta intervención no debe ser tan amplia y profunda para hacer ver a la población que el sector privado en la economía carece de importancia y puede muy bien ser sustituido por el Estado.
En la conciencia de los trabajadores va penetrando la idea que el sector privado no puede seguir dirigiendo la economía del mundo, ya que su ambición nos ha conducido a una crisis planetaria sin precedentes; y del mismo modo, va penetrando la idea de la incapacidad del Estado para afrontar la crisis. Esto, tarde o temprano hará comprender a los trabajadores que de lo que se trata es de la imposibilidad del sector privado y de su representante, el Estado burgués, de seguir dirigiendo el destino de la humanidad; que es la actual forma de organización de la economía y de la sociedad, cualesquiera sean sus matices, los que están provocando crisis cada vez más profundas, con una secuela indescriptible de muerte y destrucción, y que en consecuencia la pandemia que hay que superar y derrotar es el mismo capitalismo.
_________
(2) Ibídem.
(3) Ibídem.
(4) Ibídem.
(5) https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/documents/briefingnote/wcms_749470.pdf
(6) Ibídem.
(8) file:///D:/Documents/CREACION%20HEROICA/SETIEMBRE%202020/WEOSPA202006%20FMI.PDF
La Absurda y Peligrosa Fantasía de que Donald Trump no es Belicista
Raymond Lotta
17 DE AGOSTO DE 2020. Es realmente asombroso cómo algunos progresistas y autodenominados radicales se engañan a sí mismos cuando se trata de la política exterior de Donald Trump. Ellos se creen y difunden el peligroso mito de que, a pesar de todos sus desvaríos e imprevisibilidad, Trump es un aislacionista “antibélico” que quiere reducir la huella militar global de Estados Unidos y no está dispuesto a empantanarse en guerras interminables. Descríbelo como quieras... pero belicista no es, dicen. Mal, mortalmente mal.
De hecho, la retórica
belicosa de Donald Trump ha ido a la par con actos de provocación contra
adversarios específicos que podrían haber conducido, y aún podrían conducir, a
la guerra — Irán es un excelente ejemplo. El ejército estadounidense bajo Trump
se ha guiado y está operando según una nueva Estrategia de Seguridad Nacional
enunciada en 2018 que es nada menos que una visión siniestra para el conflicto
entre Estados Unidos y China1. Desde el primer día de la pandemia mundial de COVID-19, Trump
se fue lanza en ristre a avivar la histeria racista anti-China y a escalar la
guerra económica con China. Y la demencial euforia de Trump por las armas
nucleares tiene una contraparte más calculada en un importante aumento de la
capacidad de Estados Unidos de librar una guerra nuclear.
“Estados Unidos ante todo” no es una agenda de atrincheramiento “antiglobalista”. En el núcleo de su política exterior, “Estados Unidos ante todo” es un proyecto imperial agresivo, unilateralista (“vamos por nuestro propio camino, a la mierda las restricciones de las alianzas y la diplomacia imperialistas tradicionales”). Es un proyecto impregnado de una ideología de superioridad civilizatoria cristiana blanca y fascista.
Hagamos una relación de las prácticas del belicista Trump.
Prueba # 1: Gasto militar, armas
nucleares y drones de Estados Unidos
El dizque “antibélico” Trump ha presidido niveles masivos de gasto militar. Los desembolsos para el año fiscal 2020 estuvieron en niveles casi récord (ajustados por inflación), y el presupuesto militar que presentó Trump a principios de este año fue el más grande desde la Segunda Guerra Mundial (en dólares constantes)2.
El mayor aumento de una
sola categoría solicitado involucra armas nucleares, incluyendo la ampliación
de las instalaciones de producción de armas. Tómese nota: la Revisión
de la Postura Nuclear de 2018 de la administración redujo el umbral para que
Estados Unidos arroje una bomba nuclear sobre un “enemigo” (esto
incluye las respuestas de Estados Unidos a ataques y amenazas no nucleares)3. Y en febrero de 2020, Estados Unidos dotó submarinos con sus
primeras (y recién desarrolladas) armas nucleares de bajo rendimiento.
Aquí hay un examen
sorpresa para los sabiondos de “Trump por la paz”. En cuanto a las guerras de
drones de Barack Obama (uno de los monstruosos crímenes de guerra de esa
administración), Donald Trump: a) las ha terminado; b) las ha continuado; c)
las ha intensificado. La respuesta es c. El régimen de Trump y Pence no
solo superó el volumen de ataques con drones bajo Obama en sus dos primeros
años... hizo que las guerras con drones en países como Somalia, Yemen y
Pakistán fueran más secretas que nunca4.
Prueba # 2: El fin del control de armas como lo han conocido las potencias imperialistas
Donald Trump sacó a Estados Unidos de tres tratados relacionados con armas nucleares. Sacó a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán en 2018; en 2019 se salió del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio; y a fines de mayo de este año se retiró del Tratado de Cielos Abiertos, que permitía vuelos de observación sobre Rusia y Alaska5. Trump no quiere que Estados Unidos esté “maniatado” en la producción, emplazamiento y despliegue de armas nucleares, especialmente en el manejo de su rivalidad con China.
Prueba # 3: Irán en la mira asesina de Trump... un apoyo militar incondicional a Israel y Arabia Saudita
Fue Trump, no Irán, quien rompió el acuerdo que los dos
países y otras potencias mundiales firmaron en 2015 que limitaba el programa
nuclear de Irán. El acuerdo había levantado las sanciones económicas (medidas
que impiden que un país compre y venda bienes en el mercado mundial, obtenga
préstamos, etc.). Desde que rompió el acuerdo, Estados Unidos ha impuesto
sanciones aún más severas que han paralizado la economía de Irán. Cuando la
pandemia golpeó a principios de este año, Trump las redobló, impidiendo que
llegaran suministros médicos a Irán. Esto ha exacerbado una ya devastadora
crisis de salud pública en Irán. Un artículo de revcom.us describió
correctamente esto como “terrorismo médico”6.
Desde la primavera de
2019, el régimen de Trump y Pence ha reforzado la presencia militar
estadounidense en el Golfo Pérsico y ha intensificado las amenazas contra Irán.
Esto dio un salto en enero de 2020 con el asesinato ilegal por parte de Estados
Unidos del general iraní Soleimani en el Aeropuerto Internacional de Bagdad en
Irak, llevando al Medio Oriente al borde del precipicio de un nuevo conflicto
militar importante. Si esto no es belicista, ¿qué es?
Trump ha llevado a nuevas alturas el apoyo de Estados Unidos a Israel y su guerra contra el pueblo palestino. Ha aumentado la ayuda militar estadounidense, ha reconocido a Jerusalén como la capital de Israel y ha trabajado para proteger a las Fuerzas de Defensa de Israel del enjuiciamiento penal internacional por crímenes de guerra. Envió tropas estadounidenses y aumentó la venta de armas a Arabia Saudita como parte del enfrentamiento con Irán. Y no ha habido retroceso del apoyo del imperialismo estadounidense a la salvaje guerra aérea de Arabia Saudita en Yemen que comenzó en 2015. Estados Unidos continúa compartiéndoles inteligencia y armas sofisticadas, mientras los saudíes atacan escuelas y hospitales yemeníes.
Prueba # 4: El acelerado impulso a una guerra contra China.
En 2018, el Pentágono de Trump emitió un
informe de Estrategia de Seguridad Nacional en el que declaraba que “la
rivalidad de las grandes potencias”, no la “guerra contra el terrorismo”, es
ahora la principal prioridad de seguridad de Estados Unidos. Rusia y China,
especialmente China, fueron identificados como los principales rivales de la
posición dominante de Estados Unidos en el mundo.
El informe rompe con el pasado al enfatizar la usabilidad de las armas
nucleares: “El temor a una escalada [nuclear] no disuadirá a Estados Unidos de
defender nuestros intereses vitales”.
El “giro hacia Asia”
comenzó con Obama. Pero ha ido a un nivel completamente nuevo con Trump. La
evaluación ha sido ampliamente difundida: el creciente poderío económico de
China (obtenido de manera ilícita e injusta) no solo está desafiando el dominio
económico global de Estados Unidos, sino que también se traduce en una capacidad
y alcance militares amenazadores. El mensaje final para nada es ambiguo:
Nosotros, Estados Unidos, somos los principales dominadores y explotadores del
mundo, y hay que parar a China*.
El imperialismo
estadounidense enfrenta una nueva necesidad en el mundo. La intensificación de
la rivalidad con China presenta nuevos desafíos para la posición hegemónica de
Estados Unidos en el mundo. Este es el factor
principal detrás de los esfuerzos de Estados Unidos para llegar a un acuerdo
con los talibanes en Afganistán y reducir las fuerzas en otros lugares. Trump
no está en una juerga de paz, ni de “traer las tropas a casa”. Su Pentágono
está “reposicionando” fuerzas en todo el mundo, especialmente para enfrentar a
China. Se está planeando un tipo de guerra diferente al pasado, la llamada
“guerra de alta intensidad” en aire, mar, tierra, el espacio y el ciberespacio7. Y, de manera
inquietante, hay preparativos en marcha, incluso del lado de China.
Trump ha alentado y aplaudido a India en sus enfrentamientos militares con China, y está presionando a países como Australia y Japón para que firmen alianzas con Estados Unidos contra China. Los buques de guerra estadounidenses y chinos se encuentran regularmente en el Mar de la China Oriental y el mar de la China Meridional. Se están multiplicando los focos de tensión para conflictos militares.
Así que, si Donald Trump no es un “belicista”, ¿entonces qué es?
* China no es hoy un país socialista. Ahora es un rival
imperialista de Estados Unidos. Véase Raymond Lotta, “A cuatro meses del inicio de la crisis mundial de
salud y economía por la Covid-19… Apuntes sobre la crueldad absoluta y la irracionalidad
obscena del capitalismo-imperialismo” en revcom.us.
NOTAS
1. Véase el Resumen de la Estrategia de Seguridad
Nacional 2018, en inglés: https://dod.defense.gov/Portals/1/Documents/pubs/2018-National-Defense-Strategy-Summary.pdf
2. Véase Fred Kaplan, “Trump’s Gargantuan Military Is
Full of It” (El gigantesco ejército de Trump está lleno de
barbaridades), Slate, 12 de febrero de 2020, en inglés.
3. Véase https://www.armscontrol.org/issue-briefs/2018-02/new-us-nuclear-strategy-flawed-dangerous-heres-why,
en inglés.
4. S.E. Cupp, “Under Donald Trump, drone
strikes far exceed Obama’s numbers” (Con Donald Trump, los ataques
con drones superan con creces las cifras de Obama), Chicago Sun-Times,
8 de mayo de 2019, en inglés.
5. Julian Borger, “Trump to pull US out of third
arms control deal” (Trump sacará a Estados Unidos del tercer acuerdo
de control de armas), The Guardian, 21 de mayo de 2020, en inglés.
6. “Medical Terrorism—American Style: U.S. Sanctions and
Military Threats Escalate Iran’s COVID-19 Death Toll and Threaten the World”
(“Terrorismo médico al estilo estadounidense: las sanciones y amenazas
militares de Estados Unidos aumentan el número de muertos por COVID-19 en Irán
y amenazan al mundo”), revcom.us, 6 de abril de 2020, en inglés.
7. Michael Klare, “The US Military Is Preparing for
a New War” (El ejército estadounidense se está preparando para una
nueva guerra”), The Nation, 1º de junio de 2019, en inglés.
Fuente:
Revcom.us
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