jueves, 1 de agosto de 2019

Sobre Marx


Karl Marx: Temas Pendientes(*)
Aportes de Marx a la insurgencia global del siglo XXI
(Segunda Parte)

Jorge Beinstein



Decadencias civilizacionales.

Marx desde el siglo XIX se introduce en el siglo XXI aunque también es posible ir hacia atrás, hacia los milenios anteriores y de ese modo intentar la construcción de una visión histórica abarcando las trayectorias del conjunto de civilizaciones.

       Arnold Toynbee propuso la contemporaneidad de todas las civilizaciones si lo medimos dentro de la trayectoria total del ser humano sobre el planeta. Toynbee nos informaba que las primeras sociedades primitivas aparecieron hace unos 300 mil años mientras que las civilizaciones hace solo unos 6 mil años, es decir apenas el 2 % del total, incluso si nos extendemos a formas anunciadoras de la nueva etapa, a protocivilizaciones en ciertos casos muy elementales llegaríamos tal vez al 3 %, no mucho más, es decir a un recorrido temporal relativamente muy corto cuando lo comparamos de esa manera.(13)

       En cuanto a la civilización burguesa podemos rastrear sus orígenes muy modestos en Europa occidental en la Baja Edad Media o en su primera expansión exitosa desde finales del siglo XV estableciendo así un período de unos 500 años: el 0,16 % del tiempo desde la aparición de las sociedades primitivas o el 8,3 % de los 6 mil años de civilizaciones conocidas... aunque si agregamos a las protocivilizaciones estaríamos en el 5 %. Y muchísimo menos aún si pensamos en su implantación realmente mundial-hegemónica limitándonos a los últimos 200 o un poco más.

       Precisamente este carácter planetario, su gigantismo demográfico y productivo (pero también destructivo) señalan diferencias decisivas respecto de toda la historia anterior. Las viejas civilizaciones abarcaban en regiones limitadas a unos pocos millones o decenas de millones de habitantes, gigantescas cuando las comparamos con las pequeñas sociedades primitivas pero muy pequeñas si las contraponemos a los 7700 millones de habitantes del planeta burgués actual o incluso a los 1650 millones del año 1900 o a los 1800 millones del año 1800.

       Salvo impactos exógenos destructivos (como ocurrió con nuestra civilización andina) nos encontramos con que la excesiva dimensión relativa del parasitismo y sobre todo el desastre ecológico marcan a una buena parte de las decadencias.

       Como lo explica Donald Hughes respecto de la antigua Grecia sus habitantes alteraron severamente el ecosistema en el cual vivieron, agotando importantes recursos naturales y contribuyendo en alguna forma a su propia decadencia(14), talas y quemas de bosques, sobrepesca y sobrepastoreo y explotación minera devastadora, resultado del empleo intensivo de las técnicas disponibles, contribuyeron en un primer período a la expansión vigorosa de esa civilización para luego empujarla hacia su declive.

       El imperio romano terminó quedando prisionero de su centro parasitario cuya dinámica de crecimiento lo condujo hasta el límite de su expansión territorial y entonces a la superexplotación de los recursos naturales a su alcance y de los pueblos sometidos. El estancamiento y luego la decadencia productiva empujaba a las poblaciones rurales hacia las urbes parasitarias, sobre todo Roma, y obligaba al polo imperial a expandir su aparato administrativo-militar haciendo cada vez más pesado y complejo su sistema de control y ecológicamente más devastador su modelo civilizacional (el caso de la decadencia romana constituye una buena contribución a la teoría del colapso de las sociedades complejas desarrollada por Tainter(15)). Numerosos estudios asocian la decadencia romana, por ejemplo, a la declinación de la agricultura sobre explotada de Italia y también la ruina de lo que quedaba de la civilización egipcia colonizada por Roma debido al ascendente saqueo imperial.

       Respecto de la decadencia de la civilización maya numerosos autores demuestran que su éxito inicial, gracias al empleo de un abanico de innovaciones técnicas productivas y organizacionales en general sumado a la cohesión social (encuadramiento ideológico- religioso mediante), logro un crecimiento exponencial de la población desde el siglo III hasta alcanzar su máximo nivel hacia el siglo VIII. Evaluaciones puntuales fácilmente extrapolables como la mostrada por Jared Diamond sobre la zona de Copán (en la actual Honduras) demuestran que ese auge poblacional sumado a las exigencias parasitarias de la élite dominante llevaron a la sobreexplotación de las tierras agrícolas, a la deforestación y a otras depredaciones, y de allí al declive poblacional y civilizacional en general(16).

       Podemos cerrar estas referencias con el caso de Babilonia haciendo una larga cita de la obra de Ritchie Calder sobre la historia de las técnicas:

“El Eufrates a fuerza de ser manipulado terminó por vengarse. Un buen día convirtió los alrededores de Babilonia en un pantano donde proliferaron los mosquitos de la malaria, propagando la enfermedad y la muerte y debilitando a la población a tal punto que esta no fue capaz de mantener en buen estado los canales o de cultivar los campos con lo que se aceleró la debacle. Es posible afirmar con razón que fue el mosquito y no los mongoles los que produjeron la ruina de Babilonia. Mucho antes de que las hordas asiáticas aparezcan como la marea de destrucción pagana que destruyó a Babilonia siguiendo lo anunciado por la profecía de Isaias, los mosquitos habían desempeñado el rol de Comandos del Señor de los Ejércitos. El invencible Alejandro Magno conquistó Babilonia, invadió Persia e India para convertirse en amo de civilizaciones más antiguas que la suya. Luego a la cabeza de sus ejércitos regresó a las tierras de Babilonia y ya una vez allí se enfermó y murió. “Aquí ha muerto Alejandro Magno” - me decía un técnico iraquí que me acompañaba en medio de los pantanos de Babilonia - “murió de malaria, el mosquito era el verdadero rey de Babilonia. Recuerde usted que el poderoso dios de Babilonia: Nergal, era representado bajo el aspecto de un insecto”(17).

La reflexión de Marx acerca de los supuestos progresos derivados de la agricultura capitalista parece apuntar no solo hacia lo que él constataba en el siglo XIX y lo que comprobamos nosotros ahora en el siglo XXI, sino también hacia el pasado precapitalista cuyas “proezas” suelen ser ensalzadas por los manuales de historia.

Todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo; todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de éste durante un lapso dado, es un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad... La producción capitalista, por consiguiente desarrolla la técnica... socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador”.(18)

En cada caso de decadencia precapitalista aparece el interrogante acerca de la rigidez técnica no superada que llevó a la catástrofe, ¿porque no fueron practicadas innovaciones capaces de superar la trampa aumentando la productividad, incorporando nuevas materias primas y/o mejorando productivamente el empleo de las ya utilizadas y así dañar menos al contexto ecológico? La realidad demuestra que por lo menos en algunos casos descubiertos por los historiadores aparecieron esas mejoras incluso cambios de orientación en el desarrollo social, logrando atajos comerciales como en el caso ateniense o incrementando al máximo las técnicas de la comunicación y el transporte como en el del imperio romano. Pero siempre finalmente aparecía un techo técnico generado por el tipo específico de reproducción civilizacional determinado por intereses dominantes, limitaciones geográficas y tramas culturales que incluían barreras, sendas, patrimonios de conocimientos cuyo (teóricamente) posible ritmo de superación de acuerdo a las condiciones históricas concretas era en el mejor de los casos siempre menor que el de la marcha depredadora del sistema. Aunque en determinadas situaciones es realmente absurdo plantear vías superadoras.

       Las civilizaciones regionales se agotaban pero en otros espacios y tiempos del planeta emergían y decaían otras civilizaciones, la limitación geográfica dejaba oportunidades para que otros pueblos avanzaran generando un proceso complejo, zigzagueante que luego la filosofía de la historia moderna denominó marcha ascendente, multiforme de la Civilización cuya C mayúscula convertía a todas ellas en etapas preparatorias de la civilización universal presente (la mundialización burguesa).

       Lo que ahora constatamos es que por fin todo el planeta ha sido ocupado por una única civilización que va tocando su techo tecnológico y que en consecuencia para reproducirse exacerba su agresividad sobre su espacio humano (empezando por los más débiles) y sobre su contexto ambiental. Dejemos la hipótesis de la posible alternativa de expansión hacia otros planetas o de la aparición de tecnologías milagrosas para algún historiador imaginativo de los próximos milenios elucubrando acerca de como habría podido prolongar su existencia la civilización burguesa. Y por ahora quedémonos con Marx y su constatación de que las innovaciones tecnológicas forman parte del proceso histórico de reproducción social.

       La figura 2 muestra el espacio de expansión ecológica temporal posible de una civilización determinada representada por los círculos blancos cuyo rimo de ampliación resulta inferior al ritmo de expansión civilizacional. Los círculos grises muestran donde primero de manera parcial y más adelante en forma generalizada se produce el choque catastrófico entre civilización y entorno ecológico marcando el tiempo de la decadencia.



       La Figura 3 esquematiza como desde diferentes tiempos históricos las civilizaciones precapitalistas (no destruidas por factores externos como invasiones o desastres naturales) al ingresar en la etapa de ingresos tributarios relativamente decrecientes, con relación a las exigencias de la élite dominante, produce la fractura del metabolismo sociedad-naturaleza e inicia su decadencia. Y como la civilización burguesa también entra en decadencia produciendo la fractura metabólica pero esta vez a escala planetaria. En ambos casos el aparato de dominación se hace cada vez más pesado y complejo acelerando la declinación del sistema.


El sujeto de la emancipación universal. Marx y el concepto de proletariado

Frente a la decadencia del capitalismo y sus posibles derivaciones catastróficas aparece el tema de la identificación de su posible superador, del sujeto del proceso de abolición del sistema.

       Podría servir como disparador el descubrimiento que el joven filósofo Marx le transmite a su amigo Arnold Ruge en una carta de Mayo de 1843. Dicho descubrimiento parece resolver el problema del sujeto superador revolucionario del sistema aunque no se refiere a un sujeto sino a dos cuya presencia simultánea le abre la puerta al mundo nuevo: la existencia de “la humanidad sufriente que piensa” y de “la humanidad pensante oprimida” se convertirá, según Marx, en un hecho necesariamente inasimilable para el mundo embrutecido de los opresores, que aparecían en Alemania como una combinación de burgueses y aristócratas(19).

       La “humanidad pensante oprimida” se refiere a los intelectuales críticos potencialmente revolucionarios y la “humanidad sufriente que piensa” alude a la plebe que bien podría incluir a las clases bajas urbanas y rurales, universo sufriente desde donde comenzaban a destacarse las luchas del naciente proletariado industrial. La delimitación sociológica del sujeto plebeyo no es precisa sino tan amplia como la miseria popular de la época.

       Pero poco tiempo después Marx se traslada a Francia y  como bien lo señala Rubel  es allí “donde descubre a la clase obrera y su movimiento de autoemancipación. El contacto con la realidad obrera francesa se lleva a cabo no solo a nivel del conocimiento teórico, sino también y sobre todo en el plano de la experiencia vivida. Fue en el París de las tradiciones revolucionarias que la idea de proletariado se le hizo presente al exilado alemán… y es en París donde escribe para los “Anales franco-alemanes”, un primer manifiesto del que se ha dicho que es el germen del Manifiesto Comunista: “Introducción de la crítica de la filosofía del derecho de Hegel” (1844) donde habla por primera vez del proletariado como “clase” y de su “formación” histórica concreta, conceptos que ya habían sido asociados en un documento publicado en París cuatro meses antes en La Unión Ouvrière de Flora Tristán”(20)

       En “La Sagrada Familia”, publicada en 1845 Marx y Engels señalan que: “en las condiciones de vida del proletariado se encuentran condensadas todas las condiciones de vida de la sociedad actual en lo que estas tienen de inhumano. En el proletariado el hombre se pierde a si mismo aunque adquiere al mismo tiempo la conciencia de dicha pérdida, además la miseria que no puede evitar ni demorar, la miseria que le es impuesta de manera inevitable, lo empuja directamente a rebelarse contra semejante inhumanidad, por consiguiente el proletariado puede y debe necesariamente liberarse a si mismo. Pero no puede autoemanciparse sin abolir sus propias condiciones de vida y no puede abolir dichas condiciones de vida sin abolir todas las condiciones de vida inhumanas de la sociedad actual(21).

       Eran los tiempos del primer y prolongado crecimiento urbano industrial europeo del que Inglaterra era el puesto más avanzado, caracterizado por la creciente y explosiva proletarización y pauperización de grandes masas sociales. Los pobres de esa modernidad inhumana iban dejando atrás su perfil plebeyo precapitalista o semicapitalista de la época de los sans-coulottes que a fines del siglo XVIII habían puesto el cuerpo en la Revolución Francesa y comenzaban a emerger como asalariados, sobre todo industriales, que se expandían al ritmo de la reproducción ampliada del capitalismo y en consecuencia de la miseria obrera, en 1845 Engels publicaba La situación de la clase obrera en Inglaterra” donde describía la tragedia(22).

       Auguste Blanqui, el líder revolucionario francés, expresaba en esa época cabalmente esa transición hacia la conformación del proletariado pauperizado y rebelde visible a mediados del siglo XIX. Heredaba las tradiciones más radicalizadas de la Revolución Francesa, de la “conspiración de los iguales” de Gracus Babeuf y la insertaba en el nuevo universo de los proletarios modernos. Marx, admirador de Blanqui transitó rápidamente de la democracia revolucionaria al comunismo proletario.

       Lo que Marx y Engels describían en La Sagrada Familia” era una dialéctica de la miseria ascendente, resultado del ascenso del capitalismo, que lógicamente debía llevar a la rebelión de los explotados que según ellos “pueden y deben necesariamente” autoemanciparse. Seguían así la ruta trazada por los textos de Marx de 1843-44 La cuestión judía y Crítica a la filosofía del derecho de Hegel”(23) donde aparece la rebelión de los oprimidos como una exigencia ética, imperativo categórico kantiano, más que como un fenómeno inexorable dictado por una supuesta irresistible marcha objetiva de la historia. El traslado de la razón al plano social y su transformación en un imperativo ético empuja a Marx a abrazar la causa del proletariado, de la humanidad sufriente engendrada por el capitalismo, apartándose así de un cierto “historicismo” que en el siglo XX, y en nombre del “marxismo”, reinará en los manuales soviéticos para condenar a la rebelión ética como “moralismo liberal burgués” y que reivindicando las “leyes objetivas de la historia” legitimará los caprichos de la “razón de estado” y del aparatismo en general. Por ejemplo el Diccionario (soviético) de “filosofía marxista” de tiempos de Stalin alertaba que “el imperativo categórico fue la base para muchas teorías liberal-burguesas sobre moral… que se infiltró a fines del siglo XIX en los círculos de la socialdemocracia” (24) … con lo que la desviación moralista neokantiana pasaba formar parte del paquete de ideologías enemigas del marxismo-leninismo. Los autores del Manual no advertían que tal vez ese veneno liberal-burgués se había infiltrado mucho antes gracias a un agente inesperado llamado Carlos Marx.

       Franz Jakubowski señaló acertadamente que el concepto de proletariado en Marx más allá de su delimitación sociológica irrumpe (es identificable) en tanto potencial negador absoluto del universo burgués, como “totalidad negativa” en expansión gracias a la propia dinámica del capitalismo y que en última instancia, en algún momento puede y debe pasar a la ofensiva como una suerte de sociedad exterior a la sociedad burguesa” (aunque físicamente desde el interior de la misma)… cuya emancipación solo es posible aboliendo al sistema que lo oprime(25).

       Tres conceptos asociados: el de totalidad negativa (visualizada como masa social en expansión), el de negación absoluta del sistema (que afirma lo anterior de manera intransigente, rechazando toda forma de negociación, de reformismo conciliador) y finalmente el de la misión histórica irrenunciable del proletariado presentada como abolición de la civilización burguesa, conforman el núcleo duro del punto de vista de Marx. Es necesario aclarar que la idea de abolición, heredada de la conceptualización hegeliana fue asumida por Marx de manera radical, revolucionaria, no como aniquilación total sino como operativo de destrucción que rescata del pasado todas aquellas componentes útiles para la nueva etapa dotándolas de nueva vida.

Imperialismo, proletariado y periferia

Pero la dialéctica de miseria proletaria y acumulación de riquezas por parte de la élite burguesa en Europa formaba parte de una dinámica superior, imperialista, global que explica su recorrido irregular. El primer saqueo exitoso de la periferia realizado desde fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI(26) permitió a Occidente una descomunal acumulación de riquezas que desordenó sus estructuras tradicionales y posibilitó, atravesando la que ha sido denominada larga crisis del siglo XVII, la emergencia de la sociedad burguesa europea.

       El siglo XIX fue escenario de una segunda oleada imperialista que no solo sometió casi completamente al planeta sino que permitió a las clases capitalistas occidentales ampliar sus mercados internos integrando gradualmente a las clases bajas, en consecuencia el proletariado rebelde europeo se fue aburguesando poco a poco, primero generando una incipiente aristocracia obrera y después de la Segunda Guerra Mundial incluyendo al grueso de las clases trabajadoras, un fenómeno similar ocurrió en los Estados Unidos desde los años 1940. Como señala Fieldhouse refiriéndose al período 1800-1914: “la proporción de la superficie terrestre ocupada de hecho por europeos o bajo control europeo o como antiguas colonias de Europa era del 35 % en 1800, del 67 % en en 1878 y del 84,4 % en 1914. Entre 1800 y 1878 la media de la expansión imperialista fue de 560 mil km² al año(27).

       No se trató de una expansión imperialista continua a través de los siglos sino de oleadas que combinaron procesos políticos-militares y económicos seguidas por períodos intermedios de retrocesos, estancamientos o crecimientos lentos. Visto desde el largo plazo histórico, como lo señala Wallerstein, se destaca una tendencia general sobredeterminante de concentración de riquezas en el centro occidental atravesando todas las etapas(28).

       El siglo XIX se caracterizó por la presencia simultánea de dos tendencias: una hacia la expansión en Europa de la masa proletaria moderna producto del desarrollo capitalista, cada vez más numerosa, miserable y rebelde, y otra global, resultado de la expansión imperialista de Occidente que acumuló suficientes riquezas en su territorio como para finalmente domesticar rebeldías, integrar a los pobres a su cultura moderna convirtiéndolos en consumidores conformistas. Al mismo tiempo empobrecía a sus periferias, destruía sus culturas, las subdesarrollaba configurando así un universo crecientemente “proletarizado”, si lo conceptualizamos de manera amplia dejando de lado reduccionismos eurocéntricos. De eso modo es posible constatar que desde el subsuelo sometido del mundo empezaba a emerger una totalidad negativa, potencial negadora absoluta de la civilización burguesa. Se trataba de una masa heterogénea culturalmente compleja calificada de “atrasada” por el progresismo occidental pero que guardaba en su seno componentes culturales cuyo posible desarrollo podía llegar a producir experiencias sociales superadoras del capitalism(29).

       En los últimos años de su vida Marx prestó especial atención a dicho fenómeno focalizando su estudio en la periferia rusa, próxima a Occidente. Hacia 1870, el año anterior al fracaso de la Comuna de París, última rebelión anticapitalista en Europa occidental, se dedicaba con especial ahínco al estudio de la lengua rusa, su esposa escribía preocupada a Engels contándole que Marx ha empezado a estudiar ruso como si fuera un asunto de vida o muerte pidiéndole que intervenga para que su marido modere su obsesión. Engels accedió al pedido y le escribió a su amigo de manera diplomática solicitándole moderar su comportamiento “con el solo interés (de que siga trabajando) en el segundo volumen (de El Capital) necesita cambiar su modo de vida”(30). La gestión no tuvo resultado positivo.

       Marx con similar entusiasmo al que había demostrado en su carta a Ruge en 1843 cuando explicaba el descubrimiento del superador del capitalismo (convergencia de proletarios conscientes e intelectuales radicalizados) probablemente algo más de un cuarto de siglo después empezaba a descubrir a un extraño y prometedor sujeto potencialmente revolucionario no-occidental. Algunos autores señalan a los años 1870- 1871 como los del inicio de la etapa del Marx periférico(31).

       En su intercambio epistolar de 1881 con la marxista rusa Vera Zasulich en torno del futuro de la comuna rural en Rusia, Marx defiende no solo la viabilidad histórica de esa tipo de organización colectiva sino que la presenta como un pilar esencial en la construcción del comunismo. De ese modo se opone a la opinión de buena parte de los marxistas rusos entre los que se encontraba Zasulich junto a sus compañeros de exilio Axelrod y Plejanov quienes consideraban a la comuna campesina como un resto del pasado precapitalista condenado a desparecer(32).

       En el primer borrador de su carta afirma de manera contundente que la comuna (campesina rusa) es un elemento de regeneración de la sociedad rusa y de superioridad sobre los países esclavizados por el régimen capitalista”, cita luego al historiador estadounidense Lewis Morgan quien señala que la victoria de ese modelo comunitario considerado atrasado será el renacimiento en una forma superior, de un tipo social arcaico agregando Marx: no deberíamos pues asustarnos demasiado ante la palabra arcaico”(33). Y en la respuesta definitiva a Zasulich es aún mas contundente cuando se expresa sobre la comuna campesina rusa: el estudio especial que he hecho sobre ella… me ha convencido de que la comuna es el punto de apoyo para la regeneración social de Rusia(34). No se refería a pequeñas experiencias o restos precapitalistas marginales sino a la forma de producción de casi tres quintos de la tierras cultivables de la Rusia europea, comuna expoliada según Marx por el Estado zarista y los “intrusos capitalistas”(35). Como es sabido esa carta de Marx “desapareció” durante treinta años y cuando David Ryazanov su descubridor en 1911 toma contacto con los receptores de la carta (Zasulich, Axelrod y Plejanov) estos niegan o no recuerdan su existencia. La carta y los borradores de la misma recién fueron publicados en 1924(36).

      En 1882 Marx y Engels reiteraban ese punto de vista en la introducción a la edición rusa del Manifiesto Comunista señalando a la comuna rural rusa como “punto de partida a una evolución comunista(37).

       Nos encontramos entonces ante un sujeto campesino, con sólidas raíces precapitalistas apareciendo, en la visión de Marx, no como un resto del pasado destinado a ser barrido por la modernidad burguesa sino como portador de futuro postcapitalista dando lecciones de comunismo a Occidente. Reaparece de ese modo el sujeto emancipador, superador del capitalismo no desde las entrañas de la modernidad, en el centro del mundo, no como masa de asalariados, principalmente industriales, sino desde la periferia, como masa proletaria. De ese modo Marx ampliaba, redescubría el concepto de proletariado universal negador-superador del sistema, no porque el pasado precapitalista “puede y debe” imponerse al presente capitalista sino porque ese presente se expresa como desarrollo (imperialista) y subdesarrollo (periférico) ambos productos  simultáneos, interdependientes, de la reproducción global de la civilización burguesa.

       La esperanza de Marx en la potencialidad revolucionaria de los campesinos de la periferia rusa se confirmó y extendió en el siglo XX alentada por las revoluciones rusa, china, vietnamita, cubana, etc. La idea de la emancipación socialista propagándose desde el centro hacia la periferia fue gradualmente reemplazada por una visión opuesta donde el postcapitalismo avanzaba desde la periferia, desde las sociedades campesinas o semiindustriales hacia los países ricos, industrializados.

       A partir de 1917 durante los primeros años de la Rusia soviética aparecieron tendencias como la animada por Sultan Galiev, dirigente bolchevique de alto rango que oponía a la expectativa de la revolución en Europa como tabla de salvación de la revolución rusa la de la revolución en Oriente, donde los pueblos oprimidos, calificados como naciones proletarias” eran presentados como la verdadera vanguardia de la emancipación universal(38).

       Galiev propugnaba el desarrollo de un “comunismo musulmán” como componente significativa de un proceso liberador planetario abarcando a otras culturas periféricas. El galievismo, proscripto en la URSS (Galiev fue fusilado en Moscú en 1940) tuvo una influencia a veces clandestina o discreta como en el caso del PC chino y en otros de manera explícita como en la revolución argelina(39). Todavía en 1978 el marxista egipcio Anuar Abdel Malek dedicaba a Sultan Galiev su paper  sobre “El islam político”(40).

       Y en los años 1960 en plena euforia maoista militantes e intelectuales de América Latina, Asia y Africa consideraban que la revolución avanzaba desde el centro hacia la periferia y desde el campo hacia las ciudades.

       Pero esas ilusiones del siglo XX se esfumaron, sobre todo desde los años 1990. Mientras tanto dos pronósticos de Marx acerca de la dinámica del capitalismo, entendido como fenómeno universal se fueron confirmando. La tasa de ganancia siguió declinando, como lo señalé en el tema anterior de este texto, y la población global se siguió polarizando entre una masa creciente de miles de millones de pobres cada vez más miserables y una élite cada vez más reducida de privilegiados, ricos y súper ricos.

       La pauperización ya no es solo un fenómeno periférico, también en las economías centrales avanza la miseria, la concentración de ingresos se incrementa, abundan las estadísticas que prueban esa afirmación(41). En América Latina, por ejemplo, la aplicación de políticas neoliberales dictadas por el proceso global de financierización, ha producido en los últimos años fuertes concentraciones de ingresos y crecimientos de la masa de pobres e indigentes. Procesos parecidos ocurren Estados Unidos, allí según estimaciones del Banco Mundial el coeficiente Gini pasó de 34,6 en 1979 a 41,5 en 2016(42), por otra parte el número de personas que recibían bonos alimentarios pasó de un promedio de anual de aproximadamente 2,8 millones en 1969, a 20 millones en 1990 a 33 millones en 2010 llegando a 42 millones en 2017(43). Frente a estas degradaciones aparece el argumento del éxito chino con sus fabulosas tasas de crecimiento económico, actualmente desacelerándose, y sus 250 millones de obreros industriales, sin embargo cuando observamos el proceso de concentración de ingresos constatamos el enorme salto producido a partir de los años 1980 solo muy suavemente revertido (según las cifras oficiales) en la década actual y sobre el cual apunta la espada de Damocles de la crisis global para una economía altamente dependiente de sus exportaciones baratas.

       Nos encontramos ahora ante una masa proletaria global heterogénea mayoritariamente extendida en la periferia, compuesta por una amplia diversidad de categorías sociales cada día más sumergidas en la pobreza y la indigencia. Esa mancha de miseria se va expandiendo al ritmo de la reproducción global (financierizada) del sistema y va penetrando en el centro imperialista del mundo.

       El Marx ruso, apuntando su esperanza hacia Eurasia, rompiendo con el reduccionismo libresco de muchos de sus propios seguidores, reaparece en el siglo XXI como un Marx global señalando a un inmenso proletariado de configuración sociológica variable al que la dinámica del sistema decadente le plantea la necesidad de su insurgencia.

Notas:
(13) Arnold Toynbee, “Estudio de la Historia”, tomo I, páginas 45-46. Editorial Planeta-De Agostini, Barcelona, 1985.
(14) J. Donald Hughes, “La ecología de las civilizaciones antiguas”, página 109, Fondo de Cultura Económica, México 1981.
(15) Joseph A. Tainter, “The Collapse of Comples Societies”, Páginas 11 y 49, Cambridge University Press, 1988.
(16) Jared Diamond, “Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen", páginas 132-145, Random House Mondadon, Barcelona 2006
(17) Ritchie Calder, “L’Homme et ses Téchniques”, página 17, Payot, París1963
(18) Carlos Marx, “El Capital, Crítica de la Economía Política”, Tomo I, Volumen II, Siglo XXI Editores, México, 1982, pág. 613.
(19) Marx à Ruge, Colonia Mayo de 1843 en Karl Marx, “Textes (1842-1847) Letres à Ruge”, página 42, Les Cahiers Spartacus, París Avril-Mai 1970.
(20) Maximilien Rubel, Karl Marx, ensayo de biografía intelectual”, página 77, Paidos, Buenos Aires 1970.
(21) K. Marx F. Engels : “La Sainte Famille ou Critique de la critique critique contre Bruno Bauer et consorts”, página 24, Éditions Sociales, París 1969.
(22) F. Engels, “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/engelsf/engelsde00008.pdf
(23) Carlos Marx -Federico Engels, “La Sagrada Familia y otros escritos”, Marx: “En torno de la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, páginas 1- 15 y Carlos Marx “La cuestión judía”, páginas 16-44. Editorial Grijalbo, México D.F. 1960.
(24) M. Rosental y P. Iudin, “Diccionario filosófico marxista”, páginas 154-155, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1946.
(25) Franz Jakubowski, “Les superestructures ideologiques dans la conception materialiste de l’histoire”, páginas 168 y 183, EDI - Etudes et Documentation Internationales, Paris 1976.
(26) Aunque debemos tomar en consideración la primera expansión imperialista de Occidente (las Cruzadas) hacia el Medio Oriente contra los pueblos islámicos y hacia el Este contra los pueblos eslavos, desde finales del siglo XI y hasta finales del siglo XIII, que marcan los primeros pasos, embrionarios del poder occidental y de los incipientes balbuceos de la civilización burguesa. Esa ofensiva finalmente fracasó en su proyecto colonizador aunque trazó la ruta futura del monstruo y terminó engendrando una profunda crisis al interior de Occidente que le dejo la vía libre a la modernidad desde el siglo XV.
(27) David K. Fieldhouse, “Economía e imperio. La expansión de Europa 1830-1914”, página 7, Siglo XXI editores 1990.
(28) Immanuel Wallerstein, “Marx et l’histoire: la polarisation” en Étienne Balibar & Immanuel Wallerstein, op. cit., páginas 169-181.
(29) La experiencia del siglo XX mostró que esa rebeldía periférica generó gigantescas tentativas anticapitalistas insuficientemente negativas respecto de la hegemonía civilizacional de Occidente que no pudieron superar. Así fue como la Unión Soviética se derrumbó y fue instaurado una suerte de capitalismo de estado eurasianista, las repúblicas socialistas de Europa del este se reconvirtieron al capitalismo y en algunos casos adoptaron regímenes neofascistas como Polonia, Ucrania o Letonia y China preservó su fachada socialista girando hacia un neocapitalismo estatista autocalificado “socialismo de mercado”.
(30) Maximilien Rubel and Margaret Manale, “Marx Without Myth. A chronological study of his life and work”, página 275, Basil Blackwell Oxford 1975, https://libcom.org/files/marx-without-myth-1975-rubel.pdf
(31) Teodor Shanin, “El Marx tardío y la vía rusa. Marx y la periferia del capitalismo”, Editorial Revolución, Madrid 1990.
(32) T. Shanin, op. cit. “David Ryazanov: el descubrimiento de los borradores”, páginas 163-173.
(33) T. Shanin, op.cit., página 140.
(34) T. Shanin, op.cit., página162.
(35) T. Shanin, op.cit., página 138.
(36) T. Shanin, op.cit, página 164.
(37) Prefacio a la edición rusa del Manifiesto Comunista (1882), http://archivo.juventudes.org/prefacios-de- marx-y-engels-distintas-ediciones#PREFACIO_A_LA_EDICION_RUSA_DE_18826
(38) Alexandre Bennigsen et Chantal Lemercier-Quelquejay, "Sultan Galiev, le père de la révolution tiers- mondiste", Fayard, Paris 1986. Bennigsen, Alexandre A. & Wimbush, S. Enders, "Muslim National Communism in the Soviet Union: A Revolutionary Strategy for the Colonial World". The University of Chicago Press 1979.
(39) Testimonio de Ahmed Ben Bella recogido por el autor durante el Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre, Brasil, en Enero de 2001. Ben Bella relató en esa ocasión que en una conversación con Chou Enlai este le señaló que su generación (incluyendo a Mao entre otros) fue muy influida por las teorías de Sultan Galiev que les sirvieron para superar la polémica entre trotskistas y stalinistas a propósito de la revolución en China durante los años 1920.
(40) Anouar Abdel Malek, “Political Islam”, Round Table ‘78-”Socialism and the Developing Countries”, International Conference “Socialism in the World”, 25-29 1978, Cavtat, Yugoslavia.
(41) Informe OXFAM 2018, https://oxfamintermon.s3.amazonaws.com/sites/default/files/documentos/files/ premiar-trabajo-no-riqueza.pdf
(42) GINI index (World Bank estimate), https://data.worldbank.org/indicator/SI.POV.GINI? end=2016&locations=US-FR&start=1979&view=chart
(43) SNAP, Supplemental Nutrition Assistance Program, Participation and Cost, November 9, 2018, https://www.fns.usda.gov/pd/supplemental-nutrition-assistance-program-snap

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CREACIÓN HEROICA