Entrevista a Julio Carmona en
Torno a la Fecha del Fallecimiento de César Vallejo
CH. ¿Qué reflexión le suscita esta fecha 15 de abril, en relación con
César Vallejo?
JC. A pesar de que sobre esta y otras fechas relacionadas con César
Vallejo se ha escrito mucho, pienso que nunca será suficiente para tener una
idea total de su vida y su personalidad. Hay tantas encrucijadas y vacíos en su
biografía. Lo importante de esta fecha es que nos permite no dejar de
recordarlo. Y asentar mejor en la realidad las incisiones que sobre su vida y
su obra se hagan. Y no se trata de discriminar a nadie en ese sentido. Todas
las observaciones sean bienvenidas, incluso las adversas, para tener
oportunidad también de refutarlas. Pongo por caso. Alguien —de cuyo nombre no
quiero acordarme— escribió que Vallejo era un «canalla» por lo que escribió en
carta a su amigo Pablo Abril, acerca de las mujeres (a propósito de una
enfermedad adquirida a través de una de ellas), y dijo:«Qué le parece, Pablo. Me tiene usted anulado, para toda actividad. Ni al
bureau puedo ir. Entre tanto, el médico dice que debo seguir en reposo
absoluto, pues de lo contrario la enfermedad puede agravarse aún más. Con qué
facilidad se coge una infección de esta clase y con qué trabajo se la hace
salir. Créame que a veces tengo una rabia contra las mujeres… y, sobre todo,
contra los médicos, que son unos estúpidos» (Carta a Pablo Abril, p. 46). Sin
embargo, eso que se presta a censura se morigera si se lleva al plano social,
real y humano. Y entonces nos felicitamos que César Vallejo hayasido así,
abiertamente humano, insertado en una sociedad y que haya sido totalmente real.
Para no verlo como un puritano o un ser casi divino (como tal vez se sientan
sus censores).
CH. ¿Pero no cree
usted que, realmente, ahí CV exageró?
JC. Sí, pienso que sí, es una exclamación hiperbólica. Y hasta si se
quiere un exabrupto. Pero hay que ponerse en su lugar. Le pongo otro ejemplo,
similar (solo similar). La siguientees una frase de Georgette, la viuda del
poeta. Dice ella: «Hasta nuestra edición había de ser una nueva tortura. Toda
América Latina no es más que una red de argollas y sabemos lo que son las
argollas. Han logrado hacerme odiar, execrar a Vallejo y a su obra». Este es un
texto tomado de una carta dirigida a Ángel Rama a propósito de una edición de
la poesía completa de CV (y que se fue empantanando de manera exasperante para
Georgette), pero que, para quien la cita, es considerada de forma literal, y
dice: «La única hipótesis que he podido construir que cuadre con estas
desconcertantes actitudes de Georgette es la que en Georgette existió siempre
un doble conflicto, nunca resuelto. Un conflicto entre su admiración por
Vallejo, y, por otra parte, una suerte de odio o resentimiento por él» (Juan
Fló, «Prefacio» en: César Vallejo, 2003. Autógrafos
olvidados. Lima: PUCP: xvii-xviii).Pero, en realidad, la de Georgette
es una expresión que no ha de tomarse en sentido literal. Es, en todo caso, un
exabrupto hiperbólico, similar al que CV utiliza en la carta a Pablo Abril de
Vivero,es decir, un lenguaje hiperbólico que busca dar medida de una situación
límite. Inclusive cuando CV recurre a testigos que refrenden algo que no se
puede constatar de forma inmediata, no lo hace recurriendo a proposiciones extrañas
o metafísicas, sino totalmente realistas: «son testigos/ la soledad, la lluvia,
los caminos» (Poema«Piedra negra sobre una piedra blanca»);hasta cuando el
testigo es “dios” no lo presentaen su acepción extraterrenal, sino que da de él
una imagen real («Yo nací un día que Dios estuvo enfermo»),porque élasumía la
existencia de Dios como idea en el imaginario de millones de seres humanos
(potenciales lectores, a quienes se dirige el poeta, pues este no escribe para
el vacío).Y, por eso, a Georgette le dictó —a pocos días antes de morir— su
famosa frase: «Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante dios,
más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios.»Esta frase no es —a todas
luces— la que formula un creyente religioso cualquiera. Está expresada, en principio,
por un poeta y, por lo tanto, se hace susceptible de interpretación. Empezando
por su construcción técnica, de carácter hiperbólico. Dice: ‘Si mi defensor es
un ser que es considerado lo máximo en bondad, credibilidad y justicia,
entonces, estoy avisando que no seré sentenciado por nada, porque desde ya
estoy siendo considerado inocente si quien me va a juzgar y a defender es Dios,
que todo lo sabe: y Él sabe que soy inocente de cualquier acusación que se me
haga en mi paso por la vida’. Es una forma categórica y apodíctica de
manifestar su honestidad a toda prueba. Y es lo que yo sugiero que se da con el
uso que de la religión hace CV: que es un recurso poético, no testimonio de fe.
JC. Empecemos por
recordar los dos primeros versos del poema en el que trata el tema: «Me moriré
en París con aguacero/un día del cual tengo ya el
recuerdo.»No es «ilógico», poéticamente (aunque para el sentido
común sí lo sea), que el locutor poético estando en vida hable de su muerte
como de algo que ya conoce. Lo que no viene a ser otra cosa que el «juego»
dialéctico de la contradicción. Por eso, una lectura comprehensiva de la
expresión ‘un día’, del verso 2, debe percibir que la indeterminación del
artículo ‘un’ —que modifica la tajante afirmación del hecho futuro: «me
moriré»— corrobora la idea de que el locutor poético está «jugando» con esa
lógica, presentándola como ilógica: sabe que ocurrirá su muerte futura, como lo
sabe todo el mundo; pero no sabe cuándo.
Para, finalmente, en el mismo verso (2), volver a «jugar» con la
paradoja de ‘conocer ya —o tener el recuerdo de— algo que se dará en el
futuro’. Y es pertinente traer aquí a colación los dos últimos versos de un
soneto de Francisco de Quevedo: «Y no hallé cosa en qué poner los ojos/ que no
fuese recuerdo de la muerte.» Es la muerte cotidiana (visión cara a Quevedo)
que permite conocer el futuro en tanto no será distinto al pasado ni al
presente que son ‘recuerdos de la muerte’. Y, por otro lado, si no se pasa por
alto la acepción que el diccionario le asigna a ‘aguacero’, no sólo con el
significado denotativo de «agua de lluvia», sino como una imagen de «sucesos y
cosas molestas, como golpes, improperios, etc., que en gran cantidad caen en
una persona» (acepción esta que se hará
explícita en los versos del 9 al 12 del poema), se verá que tanto en el
presente, en que es enunciado el poema, como en el pasado —e igual será en el
futuro— el hombre (individual o universal) padece ‘golpes e improperios’, es
decir que son mayores las agresiones que las gratificaciones en la pasión
humana, por la misma imperfección de la vida, que no es precisamente vida
paradisíaca. Y, por eso, el locutor
poético conoce —como todos los hombres— que ‘morirá con aguacero’ en el mundo o
en el lugar que represente a ese mundo, en este caso el lugar representativo
del mundo cultural: París. Y obsérvese que coincide con el lugar de residencia
del autor; mas no poresto no hay que apresurarseen confundir al ‘locutor poético’
con el autor, aunque el enunciado en primera persona así lo sugiera. El ‘yo’
«es más profundo y poético», dirá Vallejo, y agregará: «tomado naturalmente
como símbolo de ‘todos’.» (Contra el secreto profesional: p. 100). Por eso, en
el caso aquí tratado, no se debe suponer que sea el autor quien se esté
proponiendo hablar de su muerte (aunque posteriormente la coincidencia llegara
a sugerirlo así) puesto que siendo un «absurdo» poético y como tal aceptable,
como razonamiento ideológico no lo es. Máxime si el mismo Vallejo se encargó de
refutar esa interpretación, en tanto él expresamente, en su libro El arte y la revolución
dijo que: «la anticipación expresa y rotunda de hechos concretos, no pasa de un
candoroso expediente de brujería barata y es cosa muy fácil. Basta ser un
inconsciente con manía de alucinado. Así hacen las sibilas vulgares. No importa
que se realice o no lo que anuncian. (p. 46).Y esta misma aserción la plasma en
uno de sus artículos periodísticos, escrito unos tres años antes: «Todos los
hombres empezamos a morir en tal o cual momento de la vida. Unos empiezan a
morir pronto y otros más tarde. Pero de todas maneras existe un instante en que
la vida alcanza su máxima plenitud y es allí cuando se empieza ya a morir. Ese
momento lo llama la mayoría de las gentes, el momento de “doblar la esquina”.
Nadie sabe cuándo ha doblado la “esquina” o cuando va a doblarla puesto que a
nadie le está dado saber cuándo morirá ni cuando ha muerto» (Desde Europa, p.
143; 18 de setiembre de 1926).
Lo importante a destacar en esos dos primeros versos
es la ‘idea clave’ que sugiere la intención temática a desarrollarse en el
poema: la integración —por oposición dialéctica— de lo particular dentro de lo
general, de lo individual dentro de lo universal, y que está sugerida en el
título mismo: el elemento particular ‘lo negro’ cobra relieve sobre el elemento
general ‘lo blanco’, es decir, «piedra negra» (el hombre particular) «sobre
una» (artículo indefinido, genérico) «piedra blanca» (el mundo, lo general).
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