Nota:
Publicamos a continuación un capítulo del ensayo La Gran Revolución Socialista de Octubre:
Conquistas, Distorsiones, Enseñanzas, pues, contra ciertas
“interpretaciones” de la experiencia histórica de la primera revolución
socialista triunfante, el autor precisa las principales lecciones que arroja
esta experiencia para el proletariado revolucionario de todos los países.
He ahí una cuestión de actualidad.
01.12.2018.
Comité de
Redacción.
Las
Enseñanzas de la Revolución Rusa
Eduardo
Ibarra
LA RESTAURACIÓN DEL CAPITALISMO en Rusia (así como en
otros países), fue una grave derrota del proletariado, de la cual, sin embargo,
es posible sacar algunas valiosas enseñanzas. Mencionemos las principales.
Primera
enseñanza.
La premisa estructural de la restauración
del capitalismo es el Estado burocrático-militar, asentado en la condición
inacabada de las relaciones de producción socialistas y en la parálisis de la
democracia directa de las clases trabajadoras.
Segunda
enseñanza.
La premisa ideológico-política de la
restauración del capitalismo es el ascenso del revisionismo al poder. El
ascenso del revisionismo al poder es el ascenso de la burguesía al poder, y el
ascenso de la burguesía al poder lleva a la restauración del capitalismo. Negar
esta realidad es pretender borrar toda oposición entre el proletariado y la
burguesía, entre el capitalismo y el socialismo, entre el marxismo-leninismo y
el revisionismo. Brevemente, es pretender encubrir la dictadura de la burguesía
burocrática y la restauración del capitalismo.
Tercera
enseñanza.
Mientras existan las clases (así no sean antagónicas), la dictadura del
proletariado es necesaria. Incluso en las condiciones del socialismo avanzado
no puede desaparecer la dictadura del proletariado y, por tanto, el Estado no
puede extinguirse sino hasta que la desaparición de las clases y la situación
internacional permitan el paso al comunismo.
Por eso Lenin señaló que «Para
suprimir las clases, es preciso, primero, derribar a los terratenientes y a los
capitalistas… Para abolir las clases, es preciso, en segundo lugar, suprimir la
diferencia entre los obreros y los campesinos, convertir a todos en
trabajadores.»
Cuarta
enseñanza.
La lucha de Lenin contra la burocracia en el Estado y en el propio Partido, no
fue suficiente. Esto se comprende por el hecho de que la dictadura del
proletariado era entonces una experiencia embrionaria, una experiencia
prácticamente nueva. Pero en los años de 1950, no obstante la experiencia
acumulada, tampoco fue suficiente la
lucha de la dirección del PCUS. Esto se explica porque esta dirección ignoró la
existencia de las clases y la lucha de clases en la sociedad soviética.
Ya en 1966, los comunistas chinos
señalaron:
En la Unión
Soviética, después del establecimiento de las relaciones socialistas de
producción, no se emprendió seriamente la revolución cultural proletaria. (Véase
Kostas Mavraquis, Sobre el trotskismo,
Ediciones Calarcá, Colombia, 1976, p. 132).
Y, quince años después, Bob Avakian anotó:
… al
terminarse la II guerra mundial, se planteó de manera descollante cuál sería el
futuro camino de la Unión Soviética, es decir la cuestión del camino
capitalista vs. el camino socialista. En cierto sentido, se podría decir que se
trataba de retomar el camino socialista y que lograrlo hubiera requerido algo
de la magnitud o parecido a la Revolución Cultural en China, pero eso no se
dio, como todos sabemos. (¿Conquistar el
mundo? Deber y destino del proletariado internacional, charla ofrecida en
1981 y publicada en 1982 en Revolución,
edición especial, Nº 50, p. 25).
Es decir, con la tesis según la cual las clases
antagónicas no existían ya en la URSS, la dirección del PCUS se mostró de
espaldas a la salida correcta al dilema: ¿camino socialista o camino
capitalista?
Pero lo negativo arrojó finalmente
algo positivo: analizando la tragedia de la URSS y afrontando el mismo problema
de quién vencerá a quién en la sociedad china, Mao llegó a la teoría de la
revolución cultural proletaria como el método adecuado para avanzar la solución
de las contradicciones de la dictadura del proletariado, o, para decirlo de
otro modo, para impulsar la triple tarea de construir el socialismo, conjurar
la restauración del capitalismo y desbrozar el camino al comunismo.
La revolución cultural es la
movilización política de las amplias masas populares contra la burocracia
estatal y partidaria y por la trasformación de la concepción del mundo de la
gente; es la lucha por la democracia directa, es decir, por la absorción
progresiva por las clases trabajadoras de las funciones del Estado; es el
desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción
socialistas, de la ciencia y la tecnología, del arte y el deporte, en una
palabra, es el desarrollo de la civilización socialista y, por tanto, de la lucha
por la realización del comunismo.
Es, brevemente, la expresión más
concentrada de la revolución permanente del proletariado.
Así pues, la transformación de la
concepción del mundo de la gente es la condición
ideológica del cumplimiento de la mencionada triple tarea.
Ahora bien, es claro que la
transformación de la concepción del mundo significa precisamente que la gente
asimile la concepción comunista del mundo; y, por supuesto, que la asimile no
de forma estereotipada, sino de forma razonada y vívida.
Dicha transformación es necesaria
porque, según señaló Lenin, en el socialismo el proletariado está hundido
todavía en «la sicología tradicional de la sociedad capitalista», es decir, en
el fondo, en la ideología burguesa.
Ello quiere decir que el proletariado
trae consigo los hábitos y las viejas ideas de la sociedad capitalista.
Pero no solo el proletariado, sino
en mayor grado todavía las demás clases trabajadoras, cargan con el fardo de la
cultura burguesa; y qué decir tiene de los elementos burgueses que, en
conjunto, constituyen una de las herencias más pesadas de la vieja sociedad.
Por tanto, la dictadura del
proletariado tiene la tarea de transformar la concepción del mundo de los
proletarios y demás clases trabajadoras y aun de los elementos burgueses
mediante periódicas revoluciones culturales.
Así pues, sin la transformación de
la concepción del mundo de la gente, no hay ni puede haber avance en la lucha
por la supresión de todas las diferencias de clase en general, de todas las
relaciones de producción en que éstas descansan, de todas las relaciones
sociales que corresponden a estas relaciones de producción, de todas las ideas
que brotan de estas relaciones sociales.
Por tanto, sin la más completa
masificación de la concepción comunista del mundo, no puede haber absorción
progresiva de las funciones de los aparatos del Estado por las clases
trabajadoras, o sea, no puede avanzarse el proceso de extinción del Estado y,
por esto, no podría darse el paso al comunismo.
La comunización de la concepción del
mundo de la gente es inversamente proporcional al proceso de extinción del
partido.
El ritmo, las fases, las vueltas y
revueltas del proceso de extinción del Estado dependen no solo de la acción
consciente de los dirigentes de la dictadura del proletariado, sino también de
las condiciones subjetivas de las masas trabajadoras, así como de las
condiciones objetivas tanto nacionales como internacionales.
Pero
fuese como fuese, incluso teniendo que volver
a empezar cien veces, el camino inaugurado por la Revolución de Octubre
terminará en la extinción del Estado, en la realización del comunismo, en la
concreción del humanismo proletario en toda la faz de la tierra.
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