Sobre la Muerte de Dos Jóvenes en el Incendio de la
Galería Nicolini
Santiago Ibarra
LA
TRÁGICA MUERTE DE DOS JÓVENES, Jorge Luis Huamán Villalobos y Jovi Herrera
Alania, de 21 y 20 años de edad, respectivamente -en el incendio de la
galería Nicolini, ubicada en la zona comercial de Las Malvinas, el 22 de junio-,
nos muestra dolorosamente la naturaleza y la ética del capital.
Jovi y Jorge trabajaban de siete de la mañana a
siete de la noche, los siete días de la semana, percibiendo un salario de 20
soles diarios, lo que hace un aproximado de 600 soles mensuales, un monto muy por debajo del
ya miserable salario mínimo, establecido en 850 soles.
En el momento en que ocurrió el incendio se
encontraban en la azotea del edificio, dentro de uno de los nueve contenedores que
existían en el último piso, encerrados con llave, candado y gruesas cadenas,
sin ninguna posibilidad de salvarse por esfuerzo propio. El dueño del negocio los
había reducido a condiciones laborales propias de la antigua esclavitud.
El negocio consistía en empaquetar fluorescentes chinos,
los más baratos, lijarlos previamente para borrar la marca de origen y ponerle
la de Philips, y finalmente venderlos estafando al público en la tienda que tienen en el primer piso del edificio.
El taller (que
no era clandestino) era de Jonny Coico Sirlopú, alias “El Gringo”, quien apareció el día del
incendio para decirles a los bomberos cómo llegar hasta el contenedor. Su
empresa tiene el nombre de Ecolux S.A.C., y la gerente es su esposa, Vilma
Zeña.
El taller nunca fue fiscalizado ni por la Municipalidad de Lima ni por el
Ministerio de Trabajo. El alcalde Castañeda declaró a los medios televisivos al
día siguiente de iniciado el incendio que esos contenedores no habían sido instalados
durante su gestión, sino en anteriores. Los periodistas retrucaron
que la gente del lugar les había dicho que habían sido colocados recientemente. Castañeda respondió ambiguamente: “Todos tenemos que hacer un
mea culpa”, como quien sabe que tiene responsabilidad pero busca disiparla. Mediante Google Maps se ha determinado que esos contenedores no estaban antes de 2015. Y el alcalde declaró que los funcionarios de la
municipalidad sí habían fiscalizado el local, pero no el quinto piso, el último, porque los
negociantes les dijeron que era un almacén, y que la alcaldía no estaría facultada
para hacer una inspección en ese lugar. ¿Cómo? ¿La municipalidad no puede inspeccionar almacenes? Al parecer, aquí hay gato encerrado. De cualquier manera, ya la sola existencia de los contenedores,
que son visibles desde la calle, debía haber sido motivo suficiente de
inspección. Por su parte, el Ministro de Trabajo, Alfredo Torres, ha afirmado que no
inspeccionó el lugar.... ¡porque no recibió denuncias del hecho!, eludiendo también
así su responsabilidad.
Una de las cosas que más nos ha provocado
indignación es el hecho de que las autoridades políticas que se acercaron al lugar
del siniestro no hicieron ningún esfuerzo significativo para rescatar a esos
dos jóvenes que desde una de las rendijas del contenedor gritaban pidiendo
auxilio. Como se ha señalado, otra hubiese sido la historia si esos dos jóvenes
hubiesen sido hijos de un empresario, de un ministro o de algún congresista
fujimorista, aprista o de la bancada de PPK. Pero eran dos proletarios, dos
jóvenes pobres, humildes, que para el capital y las autoridades políticas no
tenían gran valor. Esa es la estatura moral de la gente que gobierna este país. De las
carencias que debieron padecer mientras estuvieron vivos, los dos jóvenes
pasaron directamente a una muerte trágica impuesta por el compulsivo afán de
lucro de un capitalista.
En bloque, miembros de los partidos de derecha que
gobiernan el país y los medios de comunicación, nombraron a un culpable: la informalidad, ese sector de la economía
que está fuera de la ley, para, de esta manera, evitar nombrar al verdadero
responsable de las muertes de Jovi y Jorge: el capitalismo. Porque el
capitalismo es un sistema único, y responsabilizar a la “informalidad” de esas
dos muertes equivale en el fondo a sostener que las deplorables condiciones
laborales de millones de trabajadores se acabarían si todas las empresas se
formalizaran. Es decir, se nos dice en el fondo que se podría construir un
capitalismo “ético”, sometido a la ley y en sintonía con el “bienestar general”,
si todas las empresas se formalizaran. Lo saben, pero no lo dicen: el capital
transgrede la ley siempre y contraviene el bienestar general, desde el “sector
informal”, sí, pero también desde las grandes transnacionales y las pequeñas
empresas “formales”, en el Perú y en cualquier otra parte del mundo, en San
Isidro y en San Juan de Lurigancho. Y es que la maximización de la tasa de
ganancia no es una opción para el capital, sea este “informal” o “formal”, sino
un imperativo, y si para conseguir
ese fin debe violar la ley, la viola; si debe esclavizar, esclaviza; si debe
matar, mata.
Además, es precisamente “la empresa formal”, grande
o mediana, la que subcontrata a “empresas informales” para abaratar sus costos
de producción, al eludir de esta forma la cancelación de los costos laborales
que como “empresa formal” debería cumplir. Asimismo, es la “empresa formal” la que
promueve el “empleo informal” en sus mismas entrañas y la que hoy en día busca
abaratar aún más el salario de los “trabajadores formales” mediante nuevos instrumentos
legales. En síntesis, es la empresa formal, dirigidos por el gran capital local
y extranjero y las instituciones financieras internacionales, la que libró la
mayor de las ofensivas contra los trabajadores peruanos.
Quizás no era necesario aclarar esta cuestión,
porque el dueño del negocio, Jonny Coico, ¡tenía una “empresa formal”, Ecolux
S.A.C.! Valga la aclaración que hacemos para mostrar que el capital sigue el
mismo principio de búsqueda de la mayor rentabilidad, sea que esté en el sector
“formal” o en el “informal”, y sea cual sea el precio a hacerle pagar a los
demás. No se puede partir del supuesto de que el “sector formal” es justo y
ético. Por lo demás, la tradicional división de la economía entre un sector formal
y otro informal no tiene rigurosidad científica.
Ahora las autoridades políticas simulan sorpresa
por las condiciones laborales bajo las que se desempeñaron Jovi y Jorge. En
realidad, esas condiciones son muy frecuentes, sobre todo en la micro y en la
pequeña empresa, pero está lejos de ser inusual en la gran empresa. Y las
autoridades lo saben, pero lo que han venido haciendo desde hace mucho tiempo
es anular la capacidad del Ministerio de Trabajo para fiscalizar a las
empresas, y cuando la Municipalidad sale a hacerlo, no lo hace en realidad,
porque algunos de sus funcionarios
prefieren la coima, como lo ha mostrado recientemente un video. Fingen sorpresa
e indignación por el exiguo salario que percibían los dos jóvenes calcinados en
el incendio, cuando en el Perú el 45% de los trabajadores percibe un ingreso
menor a un salario mínimo. Saben muy bien que si los salarios reales de los
trabajadores han disminuido respecto
al que percibían en 1980, las utilidades de las grandes empresas se han
disparado bien arriba, en la banca, la minería, la agroindustria, los centros
comerciales, las universidades privadas, la industria manufacturera, el
comercio, gracias al trabajo de los proletarios. Saben todas estas cosas, pero
no lo dicen.
Tampoco se pueden santificar las leyes que tenemos
en el Perú, nombrarlas como si fueran expresión de la justicia, pedir simple y
llanamente que se cumpla la ley, porque debemos tener en cuenta que las leyes
están hechas a la medida del gran capital extranjero y local y de la empresa
privada en general. ¡La precarización del
trabajo está legalizada, en el Perú y en casi todo el mundo! Que varios de
los hechos ocurridos antes y durante el incendio estén fuera de la ley, como el que los dos jóvenes hayan sido encerrados con candado durante su jornada laboral, que ésta haya
sido de doce horas diarias, el tener a los trabajadores dentro de contenedores
en el último piso del edificio, el cambio de marca de los fluorescentes, no
invalida nuestra aserción anterior. Las autoridades no hacen cumplir esas leyes
porque no hay un interés real por hacerlas cumplir y porque algunos
funcionarios buscan la coima a cambio de encubrir esos hechos.
Decíamos al principio que los dos jóvenes
trabajaban en condiciones laborales de esclavitud. Sin embargo, en rigor
debemos decir que Jovi y Jorge eran dos trabajadores asalariados reducidos a
condiciones laborales de esclavitud. Hay quienes usan el término
“semi-esclavitud” en oposición absoluta al de “trabajo asalariado”, asumiendo
que el primero es peor que el segundo, y que el segundo está libre de
explotación económica y del tratamiento despótico y autoritario del dueño de la
empresa. La esclavitud y el servilismo han estado presentes en la historia del
capitalismo desde los primeros tiempos coloniales, y en la actualidad sobreviven en muchos países y en el nuestro, y se cuentan por millones los trabajadores en esa condición.
Pero el hecho concreto es que la inmensa mayoría de los trabajadores
asalariados en el Perú y el mundo son objeto de la más salvaje explotación
económica, trabajan en las peores condiciones y sufren el autoritarismo y el
despotismo en las más diversas formas por parte de los dueños de esas empresas
y de su personal ejecutivo. El trabajador asalariado es libre en un doble
sentido, decía Marx en El Capital: a) porque está desposeído de los medios de
producción y b) porque elige libremente al capitalista que lo va a explotar.
Jovi y Jorge cumplían con ambas condiciones. Y en Trabajo asalariado y capital, decía Marx: “El esclavo no vendía su
fuerza de trabajo al esclavista, del mismo modo que el buey no vende su trabajo
al labrador. El esclavo es vendido de una vez y para siempre, con su fuerza de
trabajo, a su dueño. Es una mercancía que puede pasar de manos de un dueño a
manos de otro. Él es una mercancía, pero su fuerza de trabajo no es una mercancía
suya”. Jovi y Jorge, a cambio de la venta de su fuerza de trabajo, recibían un
salario, por paupérrimo que haya sido. Ninguno de los dos era mercancía, sino solo su fuerza de trabajo. Únicamente su encerramiento con candado
durante doce horas al día los siete días de la semana le da la particularidad
de haberse desenvuelto en condiciones laborales esclavistas. Ahora bien, Marx
decía del trabajador asalariado, además, que “no pertenece a tal o cual
capitalista, sino a la clase capitalista en su conjunto”. En este sentido
preciso, el trabajador asalariado es un esclavo, pero moderno. No se puede
embellecer el trabajo asalariado bajo ningún punto de vista.
Esta es la realidad. A Jovi y a Jorge los mató el sistema
del capital, que en este caso tiene nombres y apellidos concretos (Jonny Coico Sirlopú es uno de ellos) y
también responsables en el ámbito de la administración pública, en particular,
en el Ministerio de Trabajo y en la Municipalidad de Lima. El día 30 de junio
Jonny Coico Sirlopú se ha entregado a la policía, reconociendo haber encerrado a los dos jóvenes trabajadores, pero la fiscal ha optado por no darle prisión preventiva por el
momento. Esperamos que esta decisión no sea una mala señal y que este sujeto y todos los que tengan responsabilidad
reciban sanción ejemplar.
Capitalismo y “Esclavitud”
Asalariada
César Risso
LA
TRAGEDIA DEL CENTRO COMERCIAL Las Malvinas es una muestra de la situación de la
clase trabajadora en general, al contrario de lo que pretenden hacernos creer
los medios de comunicación de la burguesía, que tratan de presentarnos esta
tragedia como un hecho aislado.
El asombro por las revelaciones de la
situación de “esclavitud” en la que trabajaban los jóvenes, víctimas de una
forma cruel de sometimiento, aprovechándose de su situación de pobreza y de sus
necesidades, es la reacción de quienes pareciera no conocen lo que es el capitalismo,
desde sus formas más grotescas de explotación hasta las formas más encubiertas.
En la mente de la burguesía las formas más crudas de explotación se separan de
las formas más estilizadas, conceptuándolas como sistemas diferentes, como un
sistema atrasado o como un sistema moderno, sin entender la esencia de la
explotación capitalista, que unimisma ambas formas en la extracción de
plusvalía.
La diferencia entre la esclavitud, sistema
con el cual se comparan ciertas formas de desenvolvimiento del capitalismo, y
el capitalismo, consiste en que la fuerza de trabajo principal del sistema
esclavista es el esclavo, quien es propiedad del esclavista, y por lo tanto
este último puede decidir acerca de la vida y de la muerte de su esclavo, pero
tiene el interés de mantenerlo vivo para seguir extrayéndole trabajo excedente,
y en consecuencia tiene que alimentarlo al igual que alimenta a sus caballos.
En cambio, el capitalismo se caracteriza por tener como fuerza de trabajo
principal al obrero asalariado, quien es libre, y recibe un salario por su
fuerza de trabajo, quedándose el capitalista con el excedente o plusvalía bajo
el nombre de ganancia. Al capitalista no le interesa mantener vivo al obrero;
le da su salario, sin importarle si le alcanza o no para vivir.
En la historia no hemos sabido de la
existencia de esclavos sin propietarios, que deambulan solicitando un
propietario esclavista para que los explote, como sí encontramos obreros
desempleados buscando capitalistas para que los exploten.
Desde el punto de vista del derecho, el
obrero es libre y en consecuencia está en una mejor situación que el esclavo,
pero está sometido a condiciones económicas que lo dejan a su suerte, con un
salario miserable y condiciones de explotación como la de los jóvenes que
murieron quemados al trabajar encerrados en un estructura metálica, que no era
otra cosa que una cárcel o un ataúd a punto de cerrarse.
El capitalismo, donde se ha “asentado”,
ha aprovechado las relaciones sociales existentes para generar trabajo
excedente, como el caso del mercantilismo, para luego desarrollar el trabajo
industrial, preparando a los trabajadores para el uso de máquinas, con las
cuales se les podía extraer más excedentes, puesto que el trabajador se veía
obligado a laborar a una mayor velocidad, impuesta por el capitalista a través
del medio material que había logrado obtener, aprovechando el desarrollo
científico y tecnológico. No se concibe a un esclavo ni a un siervo trabajando
con máquinas-herramientas, pues el desarrollo de las fuerzas productivas
implica el desarrollo de la fuerza de trabajo, constituyendo un contrasentido
un esclavo que sabiendo leer y escribir, y habiendo sido capacitado para el
trabajo, a la vez sea un “niño” en materia de la defensa de sus derechos e
intereses.
La necesidad de capacitar a los
trabajadores para extraerles más trabajo excedente, no remunerado, llevó la
situación a un punto en el cual seguir capacitando a los trabajadores era
peligroso para los intereses de la burguesía, así que esta clase social tuvo
que idear una educación que hiciera creer a los trabajadores, y a toda la
sociedad en general, que la mejor forma de organización de la sociedad era el
capitalismo, que es considerado como la democracia por antonomasia. Así se
desarrolló toda la corriente positivista, que es la que predomina en el mundo
actualmente.
Si solo vemos un rasgo de “esclavitud”
en las condiciones de encierro y pago miserable de los trabajadores, sin
percibir que los trabajadores están obligados a someterse a algún capitalista
para ser explotados, ya sea directamente, o por medio de algún mecanismo como
el de la producción de bienes salario, como en el caso de los comuneros, de los
trabajadores informales; de los esclavos temporales en la minería ilegal en
Madre de Dios, de los llamados emprendedores, quienes ponen a merced de los
capitalistas a sus familiares directos bajo la forma de trabajadores familiares
no remunerados, de aquellos que trabajan más de setenta horas a la semana, o de
quienes no reciben ni siquiera el salario mínimo legal, de la trata de
personas, el negocio del narcotráfico, y la corrupción generalizada, como
consecuencia de este mismo sistema, que nos crea la ilusión de que el dinero es
el símbolo máximo de la riqueza, cuando realmente la riqueza está en el
trabajo; estamos frente a un sistema económico que ya ha agotado sus
posibilidades de desarrollo hace buen tiempo, y que no hay otra posibilidad de
progreso humano que superándolo, a través de su superación por el socialismo.
El desarrollo científico y tecnológico,
y la producción capitalista, ya no caben dentro de las relaciones de producción
existentes, no solo por las brutales formas de explotación a que se somete a
los trabajadores, sino por la necesidad de recurrir a la destrucción masiva de
la fuerza de trabajo a través de las guerras, de obtener las ganancias máximas
agudizando la explotación de cada trabajador, y con ello generando más
desempleo.
Aunque hay quienes ven la solución a los
problemas que ha provocado el capitalismo, como la corrupción, la sobre
explotación, el deterioro medioambiental, etc., en la planificación, esta no
puede ser la planificación capitalista, es decir, la planificación de la
explotación del trabajo asalariado. Por ello, no es el Estado capitalista por
medio de la planificación el que resolverá los problemas. La planificación
tiene que ser socialista, puesto que el desarrollo de las fuerzas productivas y
la división social del trabajo ha llevado a un entrelazamiento tal de la
producción, que nadie puede sentirse dueño del resultado de la producción, pues
cada quien solo ha contribuido a la producción de cada bien o servicio en una
pequeña parte de este; además de la necesidad de eliminar la explotación
capitalista, que es la apropiación de trabajo excedente bajo la forma de
ganancia, eliminando con ella toda forma de explotación del hombre por el
hombre.
La propuesta de promoción del empleo
juvenil, que trataba de eliminar los derechos adquiridos de los trabajadores,
legalizando lo que es ilegal para los trabajadores formales, con la
justificación de los sobrecostos laborales, y de ampliar el empleo, es la
desregulación legal del mercado laboral, para lograr con ello aumentar las
ganancias, las mismas que no tienen límite para la lógica y ambición del
burgués, es el derecho de este de “contratar” y despedir sin justificación
alguna, de pagar el salario que el burgués decida, de ampliar la jornada de
trabajo hasta los límites que el burgués desee, de eliminar la CTS, las
gratificaciones y las vacaciones. En una palabra, es la legalización de las
condiciones de trabajo a la que fueron sometidos los jóvenes que murieron
quemados encerrados bajo llave. Es la “esclavitud”, pero sin el interés del
burgués por la vida de los trabajadores. Total, el burgués no se preocupa por
si encontrará o no trabajadores dispuestos a someterse a tales condiciones,
pues de un lado no tienen otra alternativa para poder vivir, y de otro, la
introducción de “mejores” máquinas generan mayor desempleo, poniendo a
disposición de los capitalistas grandes masas de desempleados, con lo cual
pueden conseguir trabajadores a “precios bajísimos”, siendo más rentable
asesinarlos con salarios bajos, pues tienen enormes cantidades de obreros a su
disposición.
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