A
Propósito de Algunos Comentarios
Eduardo
Ibarra
I
ES
COSA CONOCIDA QUE Ramón García firma como Ragarro, que hace más de tres años se
ocultó bajo el seudónimo de Eusebio Leyva y que el año pasado se ocultó tras el
membrete de un círculo.
La inclinación de García de ocultarse a
veces para descalificar, calumniar, ningunear, insultar, etcétera, etcétera,
demuestra su falta de valor para ponerle su firma a sus desahogos.
Por otro lado, también es cosa conocida
el servilismo de Manuel Velásquez respecto a García, lo cual ha quedado
confirmado no pocas veces, y que, por lo menos en un caso, ha cobrado una
expresión grotesca (véase la nota 15 de mi artículo Acerca de un altercado, publicado en la revista digital CREACIÓN
HEROICA).
Como debe de haber observado el lector
perspicaz, desde hace un tiempo Velásquez intenta imitar el estilo literario de
García, terminología incluida.
El servilismo en la tendencia
liquidacionista es un hecho tan evidente, que un activista de la misma, Miguel
Aragón, olvidándose de su propio servilismo, ha calificado a sus congéneres de “peones
sumisos”, y, por cierto, no hay manera de no reconocer esta realidad.
Como es dudoso que Velásquez haya
llegado a la perfección en su afán de imitar la forma de escribir de García, en
el artículo Voto en blanco sostuve
que el artículo del 13.04.2016 fue escrito por García y firmado por el
imitador.
No obstante mi duda, no descarto que
Velásquez haya llegado a la perfección imitativa (lo que equivaldría a la
perfección de su servidumbre), y por lo tanto no descarto tampoco que ello haya
podido inducirme a error.
Sin embargo, la frase “Con PPK podemos
conversar, nos podemos entender”, frase excesiva, expresiva, sintomática,
oportunista, puede haber sido la razón por la cual Velásquez se haya limitado a
firmar el aludido artículo.
La propia candidata del Frente Amplio
mostró al menos cierto escrúpulo: no pidió conversar ni entenderse con PPK,
sino que señaló que había que votar por este candidato y que había que estar
vigilante de sus pasos en caso de que ganara la segunda vuelta.
Pero, como se ha visto, los García, los
Velásquez, etcétera, eran partidarios de conversar,
entenderse, acordar, comprometerse con PPK; finalmente, sin embargo, no
pudieron hacer otra cosa que otorgarle diez o quince votos a cambio de nada.
Por supuesto, Velásquez dirá que él
escribió el artículo, así como García negará ser el autor del mismo.
Pero, claro está, nada puede negar la
verdad de que García tiene la costumbre de ocultar su identidad en algunas
ocasiones, así como tampoco la verdad de que Velásquez es un caso clamoroso de
servilismo.
De paso, recordaré que hace algunos
años, García me achacó haber escrito la frase “pensamiento Mariátegui” en un
artículo aparecido en el periódico Avancemos,
órgano de lo que fuera la Organización Comunista 14 de Junio; oportunamente,
sin embargo, esclarecí que la frase no me pertenecía (ni siquiera escribía yo
en dicho periódico), pero, expresivamente, no hubo entonces un solo liquidador
ni un solo conciliador con el liquidacionismo que criticara a García por
haberme imputado semejante barbaridad (para variar, el imputador no reconoció
en absoluto haberse equivocado); ni, por lo tanto, nadie lo acusó de haber
cometido un “error tremendo” ni de haber utilizado un método “derechista”,
etcétera.
Si en Voto en blanco me basé en el estilo literario del artículo del
13.04.2016 para afirmar lo que afirmé del mismo, Luis Anamaría (LA) no puede
apelar a ninguna sinceridad de Velásquez, pues este personaje es tan falaz como
su instructor García.
Ello ha quedado demostrado muchas veces,
y, por esta razón, en las presentes líneas no hace falta sino recordar, entre
las treinta o cuarenta cuestiones en que García y otros liquidadores falsifican
la Creación Heroica de Mariátegui, dos cuestiones fundamentales que, por la
relación intrínseca que guardan entre sí, constituyen de hecho una sola
cuestión.
La investigación marxista ha demostrado
que Mariátegui propuso y acordó el marxismo-leninismo como la base doctrinal
del PSP, razón por la cual cualquier persona con dos adarmes de seso tiene que
entender que de esa forma el maestro definió su personal filiación doctrinal.
¿Es posible, sin embargo, negar esa
verdad histórica absolutamente diáfana y completamente definitoria?
Sí, es posible: con las más groseras
tretas, García ha falsificado la filiación marxista-leninista del maestro y el
PSP.
Ciertamente no puede decirse que García
sea obtuso, pero sí hay que reconocer que es oportunista.
Pues, como es evidente, la falsificación
que comete solo puede haberse derivado de la premeditada intención de utilizar
a Mariátegui y al PSP como coartada a fin de solventar el plan de liquidar el
partido de clase en toda la extensión de la izquierda peruana.
Como es de conocimiento común, García le
achaca a Mariátegui un marxismo a secas y al PSP el variopinto socialismo en
general (véanse, como mínimo, mis artículos ¿Mariátegui
contra Mariátegui?, Un artículo revelador y El desmonte de una conspiración
contra Mariátegui y el PSP, publicados todos en la revista digital CREACIÓN
HEROICA).
Pues bien, para consumar su
falsificación, García ha utilizado, como ahora se sabe, el método estadístico
con el cual el renegado Kautsky pretendió negar la dictadura del proletariado:
esta es una palabreja que se encuentra una sola vez en la literatura de Marx,
decía el renegado; por su parte, García dice que el término marxismo-leninismo “solo
se encuentra dos veces en la obra de JCM”.
Dicho sea de paso: lo señalado permite
constatar la falta de valor de nuestro liquidador para sostener a nombre propio
su abjuración del marxismo-leninismo y del partido de clase, y, además, su
falta de originalidad.
Como es de conocimiento común, García
esgrime la frase mariateguiana “partido de masas y de ideas”, negando
completamente el concepto que encierra en el maestro, y, de esta forma, la utiliza
para solventar su partido-amalgama.
Pero en ese caso García no tiene en
cuenta que la aludida frase se encuentra una sola vez en la literatura de
Mariátegui (en una carta a César Vallejo), y no precisamente en un documento
partidario de la importancia fundamental como es Principios programáticos del Partido Socialista.
Es decir que, para negar el
marxismo-leninismo, García recurre al método estadístico del renegado Kautsky,
pero, para negar el partido de clase, finge olvidarse del mismo.
Esa incoherencia demuestra que para cada
caso García tiene una treta, según convenga a sus intereses liquidacionistas.
El método estadístico de Kautsky es, por
cierto, marcadamente equívoco y profundamente reaccionario; o mejor: es
equívoco por reaccionario.
En el ensayo Mariátegui o la estrategia de masas, César Lévano apuntó, contra la
intención de “sectores reaccionarios” de negar el marxismo (léase el
marxismo-leninismo) del maestro: “En un artículo periodístico nos hemos
referido ya a la forma más ramplona de esa negación: la que aduce que
Mariátegui no es marxista porque en ‘7 Ensayos?’ sólo cita a Marx dos veces y
ninguna a Lenin. De acuerdo a ese método estadístico, bastaría que alguien
citara a Marx 80 veces para que fuera considerado como más marxista que el
propio Lenin. Es risible… El marxismo de Mariátegui está ante todo en la
prioridad que reconoce al factor económico, como factor en última instancia
determinante de los fenómenos sociales” (7
ensayos. 50 años en la historia, autores varios, Empresa Editora Amauta,
Lima, 1979, p.232; elipsis en el original).
En el artículo La creación heroica de Mariátegui y el liquidacionismo de derecha,
recordé que, en los primeros años de los ochenta, algunos teóricos del PUM, a
efecto de negar el marxismo-leninismo, adujeron que Mariátegui había utilizado
muy pocas veces el término leninismo (véase especialmente la nota 28 del
artículo aludido, artículo actualmente publicándose en partes en CREACIÓN
HEROICA).
Es decir, en este caso García no tiene
tampoco el mérito de la originalidad: repitiendo el método kautskiano y
remedando a reaccionarios y oportunistas, se muestra empeñado en liquidar el
partido de clase.
En otros términos, nuestro liquidador se
ha sumado a la grita de la reacción y el oportunismo contra Mariátegui y el
PSP, ¡y con el mismo método espurio!
¿Es posible, sin embargo, que alguien
pueda asumir la monstruosa falsificación de la verdad histórica de Mariátegui y
el PSP que comete García?
Sí, es posible: descerebrados, o, en su
defecto, tan oportunistas como el propio padre de la criatura, sus seguidores asumieron fácilmente la
cínica falsificación.
Puesto que el significado de la
afirmación de Mariátegui es trasparente, axiomático, irrefutable, la repetición
de la falsificación de García no puede ser explicada como el resultado de una
pronunciada incapacidad, sino como una
expresión del más cerril servilismo.
Así, pues, tenemos que los serviles repiten la falsificación de García contra la
verdad de Mariátegui.
Entre ellos está, desde luego,
Velásquez.
Cualquier marxista, incluso si se ha
asimilado al marxismo hace dos días, sabe perfectamente que el carácter de clase del Partido se deriva
de su adhesión al marxismo-leninismo, y no de alguna otra cosa.
Pero, empeñado en su afán
liquidacionsita, repetidas veces Velásquez ha sostenido que el plan de su grupo
es la fundación de un partido de clase.
Por supuesto, eso es una evidente
mentira: abjurar del marxismo-leninismo y proponer un partido con dos niveles
orgánicos doctrinariamente disímiles, no es ni puede significar proponer un
partido de clase sino un partido-amalgama.
Es decir, Velásquez miente con la misma
desfachatez que García.
Pues bien, la tristemente célebre
falsificación que propagandizan García y sus repetidores, constituye, sin que
quepa la menor duda, una falta absoluta
de respeto por Mariátegui y su Creación Heroica.
La actitud de cada quien ante la
afirmación de Mariátegui que da cuenta de la filiación ideológica del PSP y de
la suya propia, no es, por cierto, una cuestión moral, sino precisamente
ideológica y, al mismo tiempo, política.
Sin embargo, no cabe duda de que
encierra una cuestión moral: la aludida afirmación mariateguiana es tan diáfana
y categórica, que negar su significado y su trascendencia, constituye asumir
una actitud absolutamente cínica.
En el capítulo VI del libro Defensa del marxismo, Mariátegui señaló
que “La función ética del socialismo… debe ser buscada… en la creación de una
moral de productores por el propio proceso de la lucha anticapitalista” (p.57;
elipsis mías).
Es decir, la función ética del
proletariado se expresa en la creación de una moral que emana de su lucha de
clase contra el capitalismo.
Por lo tanto, abjurar del
marxismo-leninismo y renegar el partido de clase (para limitarme a estas dos
cuestiones dirimentes), no es
precisamente una moral que se desprenda de los fines de la lucha proletaria,
sino una moral de oportunistas que surge de la intención de desarmar ideológica
y organizativamente al proletariado.
Sin duda, para comprender ciertas
afirmaciones y ciertas acciones, es necesario dar una mirada panorámica a la
situación del Socialismo Peruano.
Hoy –y desde hace tiempo– el debate
ideológico-político gira en torno al antagonismo partido de clase-partido
pluriclasista.
En ese cuadro, es particularmente
necesario respetar y hacer respetar la verdad histórica de Mariátegui y el PSP,
pues ello es el punto de partida de una defensa fructuosa del partido de clase
hoy.
Así, pues, quien no tenga como órbita de
su reflexión y de sus actitudes la necesidad de defender dicha verdad histórica,
puede perder y de hecho pierde irremediablemente la orientación.
Por lo tanto, respeto a Mariátegui y su
obra no puede sostenerse sin desenmascarar a fondo a sus falsificadores.
Pues bien, cuando el deber de todo
marxista es hacer respetar a Mariátegui, LA ha escrito: “Manuel [Velásquez]
merece ser respetado como militante, como persona, más allá del combate de
ideas y posiciones. Si Ragarro y Manuel coinciden es asunto de su toma de
posición”.
Analicemos, suficientemente, la cita.
Cuando LA dice que Velásquez merece ser
respetado “como militante” (el militante es inseparable de la persona), está
diciendo que merece ser respetado como liquidador, como falsificador de
Mariátegui, como alguien que le falta el respeto al maestro.
Y cuando dice que García y Velásquez “coinciden”
y que esta coincidencia “es asunto de una toma de posición”, está encubriendo
el liquidacionismo del primero y el servilismo del segundo.
Es decir, a LA no le interesa en
absoluto el respeto que, por razones más que obvias, merece Mariátegui; hundido
en el amiguismo –que no es lo mismo que amistad–, y, por esto, en un enfoque
notoriamente estrecho, solo atina a pedir respeto por un detractor de
Mariátegui.
Por otro lado, confiesa no compartir las
posiciones de García: “Sin compartir las posiciones de Ragarro doy testimonio
de que no es Dios, uno y trino”.
Obviamente, García “no es Dios”, aunque
hay que recordar que hace algunos años, de manera por demás huachafa, se
autoproclamó “Yo el Supremo”; pero sí es “trino”, por la sencilla razón de que
regularmente firma como Ragarro y por haberse ocultado, en sendas ocasiones,
tras el seudónimo de Eusebio Leyva y el membrete de un círculo.
En suma, LA ha mostrado una actitud
indiferente a la necesidad de hacer respetar a Mariátegui, y se ha volcado a
defender al indefendible Velásquez.
Para decirlo con toda exactitud: defiende a Velásquez contra Mariátegui.
Finalmente: si LA confiesa no compartir
las posiciones de García, lo menos que puede hacer –por un sentido elemental de consecuencia con el proletariado peruano y
aun de consecuencia con su propia persona– es publicar sus discrepancias.
Por eso, si no procede a ello, habría
que entender su aludida afirmación como un simple recurso para solventar su
defensa de los liquidadores.
II
Forzando
las cosas y recurriendo a un ejercicio de retórica impropio de alguien que
quiere ser marxista, Gonzalo Fernández (¿este es su apellido?) ha pretendido en
una nota que mi afirmación sobre el artículo del 13.04.2016, es derechismo.
Ya he expuesto arriba las razones por
las cuales escribí que Velásquez se limitó a firmar el aludido artículo, de
manera que no me extenderé en refutar la gratuita acusación.
Preguntaré, eso sí: ¿dónde estuvo mi
acusador cuando García me calumnió de la forma indicada arriba? ¿dónde está,
ahora mismo, que no se le divisa en la escena del Socialismo Peruano
defendiendo a Mariátegui y su creación Heroica contra las falsificaciones de
los liquidadores?
Dejo, pues, al nuevo defensor de los
liquidadores (¿liquidador él mismo?) desbocado por su falta de órbita.
18.06.2016.
Material Adjunto
Nota:
Publicamos a continuación
dos artículos que dan cuenta de la fisonomía mental del respetable Manuel
Velásquez.
01.07.2016.
COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Acerca de
la Demagogia de una Carta Abierta
E.I.
I
EN UNA CARTA ABIERTA DIRIGIDA a César Risso y al
suscrito, Manuel Velázquez ha afirmado querer “responder, sin tardanza, el
artículo titulado Acerca del cuarto
seminario del revisionismo peruano”. César Risso le contestó
rápidamente, y, luego, como se sabe, suscribí los términos de esta respuesta,
con lo que quedé eximido de contestar personalmente aquella misiva. Pero no del
deber de extenderme sobre
algunos puntos, de manera que los activistas del movimiento puedan ejercer su
derecho a informarse más ampliamente.
Pues bien, es de conocimiento
general que la idea de negar el marxismo-leninismo; la idea de falsificar la
identidad doctrinal de Mariátegui; la idea de negar el carácter marxista-leninista
del PSP; la idea de reestructurar las bases municipales del Estado burgués; el
proyecto de un partido de masas doctrinariamente heterogéneo; son todas
iniciativas de Ramón García, y que lo que hacen sus partidarios es simplemente
seguirlas servilmente.
También es de conocimiento general
que la idea de mixtificar el Socialismo Peruano diluyendo el socialismo
marxista en el variopinto socialismo en general; la idea de mixtificar el
Camino de Mariátegui, infiltrándole ideas oportunistas como las señaladas en el
parágrafo anterior; la idea de celebrar el centenario del socialismo reformista
en 2018, y no el centenario del
socialismo marxista en 2021; la idea de titular socialista a su partido;
la idea de cambiar dicho título por el de minga; la idea de volver al título de
socialista; la idea de asumir el estilo polémico de Haya de Torre; son
iniciativas de García, y que lo que hacen sus partidarios es simplemente
seguirlas servilmente.
Igualmente es de conocimiento
general que hace cinco años García se autoproclamó “Yo el Supremo”, y que lo
que hicieron sus partidarios fue simplemente prosternarse ante semejante
egotismo y así hasta ahora.
Por otro lado, son conocidos los artículos donde García diseña lo que
tienen que hacer sus partidarios para avanzar la fundación del nivel público de
su partido (“plan quinquenal”, “cuatro pasos”, etcétera), y que lo que
hacen los aludidos es simplemente seguir servilmente tal diseño.
Todo eso demuestra: 1) que los
partidarios de García no tienen autonomía intelectual, lo que dibuja una
realidad que Miguel Aragón, activista de
la misma tendencia de Velásquez, con diez por ciento de dicha autonomía,
llama “sumisión-servil”; 2) que el NO OPERANTE desde hace casi cuarenta años,
García, ejerce sobre sus NO PENSANTES partidarios (1) un despotismo ilustrado
que se revela en el hecho de que sus ideas no son debatidas ni acordadas por
ningún pleno, conferencia, congreso o simple reunión siquiera, sino aceptadas sin más tan pronto publica sus
artículos; 3) que, por tanto, la
dirección ideológica, teórica y política del grupo revisionista la ejerce
absolutamente García.
En ese escenario, el lector puede
comprender perfectamente la inutilidad del esfuerzo de Velásquez por aparentar
autonomía respecto a García. Si, no obstante, alguna autonomía tienen Velásquez
y sus congéneres, ¡ella se reduce a las acciones físicas para coordinar,
acordar, organizar el seminario o cualquier otra cosa!
Pero ese esfuerzo, por muy inútil
que haya sido, ha tenido un propósito: silenciar
la realidad de que el seminario revisionista es parte de un plan dirigido por la instancia secreta de su grupo,
instancia en plena actividad.
Hace casi tres años, Aragón reveló, con pelos y señales, la fundación de la
mencionada instancia secreta
(2).
Así que Velásquez puede desgañitarse
escribiendo que rechaza “tajantemente” que la iniciativa del seminario “esté
dirigida o digitada por el compañero Ramón García o por cualquier otro
compañero de su generación”, y puede, al mismo tiempo, decir todas las veces
que quiera que tal iniciativa responde a un “grupo de personas que no militamos
en la misma organización”, pero nada de esto cambia la realidad. La realidad es que el seminario y el objetivo del mismo están inspirados en todo y por todo en
los presupuestos ideológicos, teóricos, políticos y organizativos dados por
García y reseñados arriba.
Del mismo modo como Velásquez y
otros han hecho aparecer a su grupo bajo varios membretes a fin de crear la
falsa ilusión de que los convocantes a su seminario no son pocos (y
eventualmente para hacer mayoría respecto a los otros organismos), pretenden
también crearles a estos organismos la igualmente falsa ilusión de que
comparten la iniciativa del seminario con total independencia de García y de la
mencionada instancia secreta en plena
actividad.
¡Estos son los métodos criollos del
grupo revisionista!
Velásquez dice: “La idea de realizar
un Seminario… es una iniciativa de frente ùnico, y tiene como objetivo final…
la constituciòn [de un] partido de clase” (elipsis nuestras).
Por el momento, hay que subrayar
únicamente que si el aludido frente único tiene como propósito constituir un
partido doctrinariamente heterogéneo, no de clase, como es el proyecto del grupo revisionista
(y no ningún otro tipo de partido),
entonces es claro que hablar de frente único es simplemente un señuelo, pues,
en buen romance, quiere decir hacer confluir en el seminario a un número de
activistas para consumar dicho proyecto
de partido. ¡A esto se reduce el
“frente único” de que habla Velásquez!
Ahora
bien, si en el seminario ocurriese otra cosa, distinta a la señalada, como
sucedió en el tercer seminario, no es porque esté en el propósito del grupo
revisionista, sino que se debería a la digna actitud de los otros organismos.
II
El proyecto de partido de García es de un partido
doctrinariamente heterogéneo, o sea de un partido no de clase, con dos
niveles orgánicos doctrinariamente disímiles entre sí: uno secreto,
restringido, formado por “marxistas” no
leninistas, y otro nivel público, masivo, doctrinariamente heterogéneo, formado
por todos los que, por sí y ante sí, “se reclaman del socialismo”, o, mejor
dicho, “del socialismo peruano” de García, que
no de Mariátegui.
Para probar nuestra aserción, citemos
al propio García: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como
‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los
siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas
de toda nuestra historia republicana’” (Aniversario 80-5).
En esta sibilina falsificación de la
realidad histórica del Partido de Mariátegui basa García su proyecto de
partido. Quienquiera que haya estudiado las pruebas documentales (escritos de
Mariátegui, intervenciones de Portocarrero y Pesce en la Conferencia Comunista
de Buenos Aires de 1929, etcétera) tiene que saber que lo que hace García es
reciclar la concepción que circunstancialmente levantaron los mencionados
personajes en dicha Conferencia, y no
la de Mariátegui de un partido de
clase, es decir,
marxista-leninista, sin dos
compartimientos orgánicos, con una militancia básicamente de obreros y
campesinos y basado en las masas obreras y campesinas organizadas, es decir, la
de un partido de masas doctrinariamente homogéneo, o sea, la de un partido de clase bajo la forma de partido de
masas (“partido de masas y de ideas”).
Por supuesto, esa sibilina
falsificación fue oportunamente criticada por el suscrito en varios artículos.
Luego, dicha falsificación tuvo su
expresión desvergonzada en un artículo de Gustavo Pérez: “Una lectura atenta de
este numeral del Acta [de constitución del PSP], da cuenta de que en el se
reconoce la necesidad de la creación de un Partido ’de clase’, pero que, de
acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, concurrirá a la
constitución de un Partido ‘basado en las masas obreras y campesinas
organizadas. Es decir que las condiciones concretas actuales del Perú requerían
no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas,
lo que acredita que éstas condiciones concretas, a que hace referencia
Mariátegui en este párrafo, no son justificatorias del nombre de Socialista
para el Partido sino simplemente social, lo que no se apreciaba correctamente
por la cita mutilado o fragmentada del texto de Mariátegui” (sic; Lenin,
Mariátegui y el partido de masas).
Por supuesto, esa falsificación
desvergonzada de un acuerdo de la
Reunión de Barranco, reunión fundacional del PSP, ni más ni menos, también
fue oportunamente criticada por el suscrito en Un artículo revelador.
Pero
la tergiversación de la verdad histórica del PSP se deriva de la negación de la
concepción leninista del partido de clase.
Para probar nuestra aserción,
citemos al propio García: “El problema que enfrentó JCM es el mismo que el
proletariado enfrenta desde hace más de un siglo” (Aniversario 80-5).
Este problema es “la relación teoría-práctica” y “la relación
disolución-dilución”.
La frase “desde hace más de un
siglo” fue escrita en 2007, o sea que toca al ¿Qué Hacer? ¿Qué significa
esto? Pues que la solución al doble problema (las dos relaciones
señaladas), es el partido
doctrinariamente heterogéneo, o sea el partido no de clase (que García pretende hacer pasar como de Mariátegui), y
no el partido doctrinariamente homogéneo sustentado magistralmente por Lenin.
Esa negación sibilina del ¿Qué
Hacer?, tuvo después su expresión desvergonzada en esta afirmación de Pérez:
“Forma parte de esta última manifestación [“el abandono paulatino de la copia
mecánica de la experiencia revolucionaria de realidades histórico-concretas
distintas a la nuestra”] la necesaria ‘desacralización’ de la teoría del
Partido de Cuadros, magistralmente resumida por V.I.I Lenin en el ‘¿Qué Hacer’, la misma que desde hace
mucho viene siendo mal interpretada como ‘concepción leninista del partido proletario’ de ‘valor
universal’ que ‘está vigente’,
como teoría del Partido proletario aplicable a toda circunstancia histórica-concreta.
Esta pésima herencia producto de nuestra histórica insuficiente asimilación del
socialismo revolucionario tras la muerte de Mariátegui, nos hizo olvidar que en
dicha obra Lenin no se planteó como tarea un concepto suprahistórico de Partido
o modelo para cualquier país y cualquier momento, que no se trataba de una
forma organizativa general surgida de un manual de sociología con pretensiones
de unilateralidad y eternidad. Que era estrictamente ¿Qué Hacer?... frente a la
autocracia zarista de 1902, la más feroz y atrasada de la Europa de entonces.
¿Cómo adecuar la táctica a las circunstancias imperantes y construir un
instrumento político adecuado para luchar contra dicha autocracia?” (Lenin,
Mariátegui y el partido de masas).
Por supuesto, tanto la negación
sibilina del partido de clase como su negación desvergonzada, pretenciosa
(“desacralización” del ¿Qué hacer?), fueron oportunamente
desenmascarados por Jaime Lastra en el artículo Lenin, el ¿Qué Hacer” y el
partido de clase, y por el suscrito en Un artículo revelador.
Es sabido que García reniega el
marxismo leninismo. Para probar nuestra aserción, citemos a él mismo: “… con la
disolución de la Komintern, Profintern, Kresintern, toda la terminología
subsidiaria también cayó en desuso. Y de las tres consignas básicas,
precisamente las cuestionadas por JCM, sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero
cada vez más limitada a la URSS. Este término sólo se encuentra dos veces en la
obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como
nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y
no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo” (El movimiento comunista).
Esa negación del marxismo-leninismo
(que tiene el agravante de utilizar a
Mariátegui como coartada), fue criticada por el suscrito en varios
artículos, y, en la nota 72 de mi libro El desarrollo de la teoría del
proletariado y el problema de su denominación, puede encontrarse un
desarrollo de dicha crítica.
Pues bien. ¿Qué dijo en su momento Velásquez,
o cualquier otro miembro de su grupo, sobre esas falsificaciones de la verdad
histórica del PSP, sobre la negación de la concepción leninista del partido de
clase, sobre la negación del marxismo-leninismo? Pues nada, nadie dijo nada, y, por el contrario, todos las asumieron y, así, se convirtieron en instrumentos de un proyecto de partido
contrario al modelo de Mariátegui.
Puesto que
el Partido es la materialización de la doctrina, cualquier marxista tiene que
saber que sin marxismo-leninismo no hay ni puede haber partido de clase. Pero
García y sus repetidores han renegado el marxismo-leninismo, y, sin embargo, Velásquez
ha declarado que “el objetivo” del seminario es “la constitución” de “un
partido de clase”.
ENTONCES,
NATURALMENTE, HAY QUE ENTENDER DICHA DECLARACIÓN COMO UNA TRAMPA (3).
Tenemos, pues, que, probadamente,
los liquidadores reniegan el marxismo-leninismo y la concepción leninista del
partido de clase, y, puesto que estas dos cuestiones no son problemas que
atañen al proletariado peruano en particular, sino al proletariado de todos los
países en general, se entiende que tales negaciones configuran una posición
revisionista.
ENTONCES,
NATURALMENTE, NO ES QUE EL SUSCRITO HAYA QUERIDO DESCALIFICAR AL SEMINARIO AL
TITULAR SU ARTÍCULO ACERCA DEL CUARTO SEMINARIO DEL REVISIONISMO PERUANO,
SINO QUE, DEBIDO A SUS CONOCIDAS POSICIONES REVISIONISTAS Y A SUS DESMESURADAS
AMBICIONES DE IMPONER TALES POSICIONES AL RESTO DE ORGANIZACIONES, LOS PROPIOS
LIQUIDADORES HAN DESCALIFICADO SU SEMINARIO COMO TRIBUNA DE UN VERDADERO DEBATE
QUE PUDIERA CONDUCIR A CONCLUSIONES MARXISTA-LENINISTAS.
El Partido de Mariátegui, el Partido
Socialista del Perú, fue un partido marxista-leninista y, por esto, fue un
partido de clase que hubiera tenido que alcanzar la forma de partido de masas. Este concepto es el contenido de la frase
mariateguiana “partido de masas y de ideas”.
Para convencerse de ello, cualquier
activista puede leer o releer los siguientes textos: OC, t.13, p.100 y 160; Martínez, Apuntes para una interpretación
de historia social del Perú, t.II, p.398 y pp.511-512; Correspondencia,
t.II, p.611; OC, t.12, p.69.
Pero García vacía la frase
mariateguiana del concepto que encierra y la usa como si con ella el maestro se
hubiese referido a un partido de masas doctrinariamente heterogéneo, o sea, a
un partido no de clase. Por tanto, es claro que aquí también García utiliza a Mariátegui como coartada; y
sus partidarios hacen servilmente lo mismo.
III
García ha escrito: “La propia experiencia, la propia lucha enseñó a través de la
investigación de continuadores, que la Reconstitución se hundía en un círculo
vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país” (Organización: contenido y forma).
Pero en
la convocatoria al seminario aparece la palabra reconstitución. ¿Cómo entender
esto? Pues como que el grupo revisionista utiliza dicha palabra como señuelo. En
el artículo Organización: nombre posible,
García propone “construir una organización de proyección nacional”, y dice que
esta organización es la “integración en una entidad a la que cada cual aporta
su experiencia, su especialización, su ligazón con determinado sector de
actividad, pero sobre todo su identificación con el eje central y la tarea de
combatir el orden social”.
Si se
tiene en cuenta que el grupo revisionista pretende imponer sus presupuestos
ideológicos, teóricos, políticos y organizativos, reseñados arriba, cualquier
activista puede entender perfectamente que la “organización de proyección
nacional” que pretende, sería una organización revisionista. Por tanto, la
“reconstitución” del grupo de García no tiene nada que ver con la
Reconstitución del Partido de Mariátegui.
ENTONCES,
NATURALMENTE, LA PRESENCIA DEL TÉRMINO RECONSTITUCIÓN EN LA CONVOCATORIA AL SEMINARIO,
HAY QUE ENTENDERLA COMO UNA TRAMPA.
En el editorial Aniversario y balance, Mariátegui dejó sentada la razón por la que
propuso el nombre de Socialista para su partido: “En Europa, la degeneración
parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra,
designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha
producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la
vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la
historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de
demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (t.13,
p.249).
Pero en el artículo El socialismo peruano, García cita la
afirmación mariateguiana, “Capitalismo o Socialismo. Éste es el problema de
nuestra época”, y dice que “Ésta es precisamente la base para sostener el
nombre de Partido Socialista”, agregando que “…si el socialismo es el llamado a
reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido
Socialista”.
Como puede ver cualquier persona que
conozca la literatura mariateguiana, la frase citada por García no está
referida a la cuestión del nombre del partido del maestro, sino a otra cosa muy
distinta, y puede ver también que, mientras el argumento de Mariátegui tiene un
valor particular (“en los pueblos donde este fenómeno no se ha producido…”), el
falaz argumento de García tiene un valor universal (el problema de nuestra
época, etcétera). De esa forma, niega el argumento mariateguiano acerca del
nombre de PSP, y, por tanto, niega también el nombre científicamente exacto del
partido del proletariado, el nombre de Comunista (4). De acuerdo, pues, a tal
tergiversación, el Manifiesto del Partido
Comunista debió llamarse Manifiesto
del Partido Socialista (cosa ulteriormente argumentada por Aragón), y el
“nombre correcto” del partido del proletariado, en todos los países del mundo e
independientemente de toda situación particular concreta, es el de socialista.
Después, sus partidarios, sin excepción, demostrando una completa incapacidad
para el análisis, o, en su defecto, mostrando desvergonzadamente su servilismo,
han repetido hasta el hartazgo la grosera tergiversación.
Pero además, al señalar Mariátegui
que “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha
impuesto, después de la guerra, designaciones específicas”, quiso decir, y
efectivamente dijo, que “En los pueblos donde ese fenómeno no se ha dado,
porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico”, la palabra
socialismo servía para designar lo mismo
que designaba en Europa la palabra comunismo. Por tanto, en los años veinte,
Mariátegui tituló Socialista a su partido porque correctamente consideró que
equivalía a la palabra Comunista.
Sin embargo, en la literatura del
grupo revisionista, puede constatarse que la palabra socialismo no aparece como
equivalente de la palabra comunismo, y, por esto, creen que el Partido
Socialista de Mariátegui no fue un partido comunista, y que el propio
Mariátegui fue socialista pero no comunista. Por eso, en el folleto ¿Adónde va el Perú?, de García, aparece
una mixtificada lista de representantes de “la Primera Generación del Socialismo
Peruano” (preparada por Aragón y asumida, como es obvio, por el autor del
folleto), que es la mayor y más grave
conspiración que jamás se haya tramado contra Mariátegui y el PSP (5).
En la literatura del grupo
revisionista, la palabra socialista encierra el concepto de partido
doctrinariamente heterogéneo, o sea, el concepto de partido no de clase, y, por tanto, dicha palabra
como nombre de su partido nada tiene que ver con el Partido Socialista del
Perú, partido marxista-leninista, partido de clase.
¿Y qué dijo en su momento Velásquez,
o cualquier otro miembro de su grupo, de esa negación de la reconstitución, de
esa negación del argumento de Mariátegui para titular Socialista a su Partido,
de esa tergiversación del significado concreto de la palabra Socialismo en la
determinación de Mariátegui de utilizarla como título de su Partido? Pues nada,
nadie dijo nada, y, así, se convirtieron en simples repetidores de la
patraña.
IV
En ocasión de una polémica que tuvo con el suscrito, García
se autoproclamó “Yo el Supremo” (ver Las
cinco caídas de Yo el Supremo), y, después, en una nota del 05.01.09,
insinuó que él es la autoridad en el Socialismo Peruano; posteriormente, en el
artículo Organización: nombre posible,
sin el menor recato se presentó como el depositario de la Creación Heroica de
Mariátegui. Como se ve, bastante modesto el personaje (6).
¿Y qué
dijo en su momento Velásquez, o cualquier otro miembro de su grupo, de ese
egotismo burgués? Pues nada, nadie dijo nada, y, así, acentuaron su condición
de instrumentos parlantes del egotismo de García.
V
En la aludida polémica, García
respondió dos artículos de mi autoría (El
nombre del partido y ¿Mariátegui contra Mariátegui?), tres
meses después y todavía con el ojo en tinta: “parásito”,
“rémora”, “carroñero” (INSULTOS); “el trasfondo es que su comentario tiene
‘destino manifiesto’. Y habrá que recordarle lo que dijo JCM sobre ‘los dardos
que hoy se me disparan de la trinchera que hasta ayer yo creía con derecho
amiga’; “el Articulista se pavonea”; “¿qué término propone para la denominación
[de la doctrina]? ¡Averígüelo Vargas!”; “dividir es hasta fácil, basta
excomulgar. Lo difícil es unir”; “un globo mal inflado, una piedra que lanza el
Articulista al espacio para caerle a los pies, porque el Supremo no sólo le
resultó oportunista, sino hasta revisionista y escisionista, y sus actos y
escritos no tienen cómo desmentirlo”; “en las cinco páginas no se muestra a JCM
contradiciendo a JCM. Apenas es ¡EL SUPREMO CONTRA MARIÁTEGUI!; pero al Articulista hasta le faltó coraje
para titularlo así”; “todos se equivocan ¡menos yo!”; “el intelectual de turno
que, mirando de arriba abajo actúa como Censor, Fiscal, y Juez de lo que
escriben Fulano, Mengano, Zutano, Perencejo, Perico de los Palotes”; “¿con qué
méritos subió al Pedestal de Cristal ese intelectual cristalino, impoluto,
infalible?”; “parasita de la literatura ajena, frena la labor ajena, vive de
desperdicios ajenos porque, como no tiene literatura propia, labor propia, no
puede vivir de los suyos propios”, “Marx zanjó terminantemente con ese tipo de
intelectual: “Sigue tu camino, y deja que la gente murmure”. Así le puso Punto
Final a ese estorbo”; “el intelectual del Pedestal de Cristal jamás expresa su
propia posición. Y es que su crítica tiene otro propósito”; “es verdad que “Se
puede resistir la invasión de un ejército, pero no la idea cuyo momento ha
llegado”; “¿para qué perder tiempo ante cualquier “crítica” presentada sin
correo propio, indirectamente y no al criticado, a destiempo y demorando ¡25,
20, 15 años!”; “en los años 80 activaban en primer plano tanto el Articulista
como el Supremo, y en las mismas filas”; “ojalá se recuerde siempre el lozano
llamado de JCM a los activistas de ayer y de hoy: “Que no se esterilicen
bizantinamente en exconfesiones y excomuniones recíprocas. Que no alejen a las
masas de la revolución con el espectáculo de las querellas dogmáticas de sus predicadores.
Que no empleen sus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros sino en
combatir el orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes”
(MANIOBRAS); “el Articulista agrega términos de su cosecha, y señala que el
Supremo pretende que Lenin y Stalin solamente
iniciaron la transformación socialista del mundo”, y que “Mao y JCM únicamente universalizaron el marxismo
en tanto doctrina y método”; “el Articulista tardó 25 años en divulgar lo que
guardado con siete sellos tenía”; “el Articulista señala que el Supremo
“extiende certificado de comunistas” a diestra y siniestra”; (CALUMNIAS) (Las cinco caídas de Yo El Supremo y El pedestal de cristal) (7).
Por supuesto, tales métodos criollos
fueron desenmascarados oportunamente por el suscrito en los artículos El desbarre del creídismo y El Juego de manos del creídismo.
Después, en la nota aludida arriba, García
llegó al paroxismo de la infamia, al acusar al suscrito de considerar la
constitución del PSP “como una tragedia”
(énfasis de García).
Esta
canallada también fue desenmascarada oportunamente por el suscrito en el
artículo Ramón García o la manipulación.
¿Y
qué dijo en su momento Velásquez, o cualquier otro miembro de su grupo, del
estilo polémico marcadamente hayista de García, de sus métodos criollos que
“contribuyen a la división y dispersiòn, favoreciendo consciente e
incoscientemente a la burguesìa peruana”? Pues nada, nadie dijo nada, y, además,
se convirtieron en instrumentadores de dichos métodos.
Más tarde, para disimular, García
hizo circular un poco de moralina por la internet, pero otra vez el tiro le
salió por la culata: rápidamente fue desenmascarado en su doble moral.
VI
El modo de Velásquez de ser partidario de García es la
retórica: “quiero responder, sin tardanza, el artìculo
titulado ACERCA DEL CUARTO SEMINARIO DEL REVISIONISMO PERUANO”; “rechazo
tajantemente”; “múltiples acusaciones”; “esfuerzo sincero”, “esclarecimiento de
las principales cuestiones del Socialismo Peruano”; “iniciativa de frente
único”; “un grupo de peruanos que se esfuerzan por ser, efectivamente, una
nueva generación”; “participación sincera”; “nobles intenciones”; “se nota
la desesperaciòn por no perder el "control" de sus correligionarios”;
“la inteligencia que han demostrado”; “Ellos sabràn poner en su lugar a estos
compañeros”; “se han quedado anclados en la dècada del setenta”; “dejar de lado
los intereses personales, mezquinos, de grupo, de capilla”; “poner en
primer lugar los intereses del Socialismo Peruano”; “No nos adelantemos a las
conclusiones, para eso es el debate, la polémica”; “pensamiento sustantivo”;
“dejando de lado los adjetivos peyorativos”.
De
algunas de esas frases nos hemos ocupado arriba. Ahora hace falta analizar
algunas otras, aunque no en el orden en que las hemos reseñado; y digo “algunas
otras”, porque, como es obvio, no es necesario analizarlas todas para revelar
la demagogia de Velásquez.
VII
Velásquez ha escrito: “De lo que se trata, precisamente, es dejar de lado los intereses
personales, mezquinos, de grupo, de capilla, para poner en primer lugar
los intereses del Socialismo Peruano que son -y deben ser siempre- los
mismos intereses del proletariado y pueblo peruanos”.
Pero
ocurre que la experiencia enseña que el grupo revisionista considera que si no
te avienes a su plan partidario, entonces no has dejado “de lado los intereses
personales, mezquinos, de grupo, de capilla”; pero si te avienes, entonces has
dejado tus “intereses personales, etcétera”.
Esa
extraña lógica se vio a lo largo del mal llamado Comité 80 y, no hace mucho,
durante y después del tercer seminario (8). El grupo revisionista ha
demostrado, pues, que lo único que le interesa es servirse de los activistas
más ingenuos de otras tendencias para fundar el nivel público de su partido
socialista. Es decir que, en todo momento, lo único que tiene en cuenta son sus
intereses individuales, “mezquinos, de grupo, de capilla”. Más de un activista
sabe esto perfectamente, por lo que algunos plantearon en su momento serias
críticas, entre las que hay que contar, incluso, unas cuantas de un activista
del propio grupo revisionista.
Velásquez habla de “un esfuerzo
sincero por esclarecer las cuestiones del Socialismo Peruano”. Pero la verdad
es que, igual que el PCP-SL en los años ochenta, su grupo considera que sus
posiciones oportunistas son la última palabra del Socialismo Peruano, y, por
esto, García ha hablado del “pantano del debate”.
Ningún activista puede haber
olvidado declaraciones de ese jaez. Pero Velásquez se llena la boca de estas
palabras: “No nos adelantemos a las conclusiones, para
eso es el debate, la polémica…”.
De
hecho, las únicas “conclusiones” que suscribe y suscribiría el grupo revisionista,
son sus adelantadas posiciones. ¿Acaso está
dispuesto a retomar el marxismo-leninismo, en el que alguna vez sus miembros
creyeron precariamente? ¿Acaso está dispuesto a reconocer la índole
marxista-leninista de Mariátegui y su Partido? ¿Acaso está dispuesto a
reconocer el contenido de clase,
proletario, marxista-leninista, del Socialismo Peruano de que habló Mariátegui?
¿Acaso está dispuesto a dejar de lado sus posiciones con las que quieren
contaminar la Creación Heroica de Mariátegui, el Socialismo Peruano, el Camino
de Mariátegui? ¿Acaso está dispuesto a dejar de lado su reformismo que implica su
táctica de reestructurar las bases municipales del Estado burgués? ¿Acaso está
dispuesto a celebrar el Centenario del Socialismo Marxista, y no el centenario
del socialismo reformista? (9) ¿Acaso está dispuesto a abandonar su proyecto de
un partido-amalgama, con dos niveles orgánicos: uno secreto y otro público?
¿Acaso está dispuesto a disolver su nivel secreto, en plena actividad? ¿Y quién
podría saber si lo ha disuelto, puesto que es secreto?
Esos
interrogantes tienen su asidero en el hecho de que, no obstante haber
demostrado el debate el oportunismo de sus posiciones, los miembros del grupo
revisionista no han dado marcha atrás, sino que, por el contrario, insisten en
sus posiciones, egotistamente García y servilmente el resto.
En
consecuencia ¿por qué tendría nadie que creer en las palabras sobre que no hay
que adelantarse “a las conclusiones”
, pues “para eso está el debate”, o sea, en sus propias palabras, “el pantano
del debate”, cuando, como ya señalé, el grupo revisionista las tiene por
adelantado? Pero además ¿acaso el debate
procesado hasta hoy no ha arrojado ya conclusiones fundamentales? ¿Cómo podría
alguien silenciar esta realidad?
ENTONCES, NATURALMENTE, AQUELLO DE
“PARA ESO ESTÁ EL DEBATE”, NO PUEDE TOMARSE SINO COMO UNA TRAMPA (10).
Pero hay más. ¿Estarán dispuestos
los otros organismos a renunciar al marxismo-leninismo? ¿Estarán dispuestos a
aceptar la mixtificación de la Creación Heroica de Mariátegui, del Socialismo
Peruano, del Camino de Mariátegui? ¿Estarán dispuestos a aceptar la táctica
reformista de reestructurar las bases municipales del Estado burgués? ¿Estarán
dispuestos a celebrar el centenario del socialismo reformista, y no el Centenario del Socialismo Marxista?
¿Estarán dispuestos a someterse al proyecto de un partido-amalgama? ¿Estarán
dispuestos a someterse a la dirección despótica del nivel secreto de ese
partido-amalgama, dirección en plena actividad?
ENTONCES, NATURALMENTE, EN EL
SEMINARIO –Y EVENTUALMENTE EN CUALESQUIERA EVENTOS FUTUROS–, TENDRÁ LUGAR UNA
REPRODUCCIÓN DEL “PANTANO DEL DEBATE”, QUE HA TENIDO CURSO DURANTE LOS ÚLTIMOS
CINCO AÑOS.
La negación del marxismo-leninismo;
la negación de la cualidad marxista-leninista de la Creación Heroica de
Mariátegui; la mixtificación del Socialismo Peruano y del Camino de Mariátegui;
el reformismo de querer reestructurar las bases municipales del Estado burgués;
el proyecto de un partido-amalgama; el egotismo burgués; el fomento del
servilismo; los métodos criollos; y, las ambiciones desmesuradas de imponer
estas y otras posiciones oportunistas, son, sin duda, parte de las “nobles
intenciones” de García (11).
Velásquez ha escrito: “Al leer el artìculo mencionado y la nota de presentaciòn del
compañero Cèsar Risso, màs bien se nota la desesperaciòn por no perder el
"control" de sus correligionarios, llegando incluso a subestimar la
inteligencia que han demostrado en màs de una ocasiòn. Ellos sabràn poner en su
lugar a estos compañeros…” (sic).
Pero
sucede que esa afirmación no se basa absolutamente en ningún hecho, y sólo
revela la actitud embustera (“desesperación por no perder…”), adulante (“la
inteligencia que…”) y matonesca (“ellos sabrán poner en su lugar…”) de Velásquez.
En
efecto, los hechos no dan cuenta de que haya algún “correligionario” nuestro
comprometido con el seminario, y, por tanto, no existe ninguna posibilidad de
que perdamos el concurso de nadie (12). Por otro lado, la inteligencia que han
mostrado los compañeros que han participado en anteriores eventos promovidos
por el grupo revisionista, consiste, justamente, en que, por ejemplo, durante
la experiencia del mal llamado Comité 80, hicieron fracasar el intento del mencionado
grupo de servirse de ellos para fundar el nivel público de su partido
socialista, y en que, durante el tercer seminario, hicieron exactamente lo
mismo. Esto es verdadera inteligencia. Entonces, es evidente que, a ningún correligionario
nuestro podría asumir la cómica intención de ponernos en nuestro sitio, pues andamos con los pies bien asentados
sobre la materia.
Velásquez ha dicho que, “al
parecer”, César Risso y el suscrito nos hemos quedado “anclados en la década
del setenta, o en cualquier otra década entrañable”. La primera parte de esta
declaración (“anclados en la década del sesenta”) ¡se parece como una gota de
agua a otra gota de agua a lo que decía el PCP-SL en los años ochenta ante la
crítica a sus presupuestos teóricos y su extravío práctico!
Ello demuestra que el egotismo
burgués (el del PCP-SL ayer, el del grupo revisionista hoy) cree siempre tener
la última palabra. Así, pues, la afirmación de Velásquez prueba lo que hemos
sostenido en Acerca del cuarto seminario
del revisionismo peruano: “… si, internamente, el
mencionado grupo se caracteriza por el egotismo burgués de García y el
seguidismo y servilismo de sus partidarios, en
sus relaciones externas, su membrecía entera actúa con el más huachafo
egotismo”.
Por eso, en relación al egotismo del PCP-SL, el egotismo del grupo revisionista
apenas constituye un cambio de moco por baba.
VIII
Pero veamos más de cerca esa cuestión. Analizada a la luz
de los hechos, la retórica y egotista acusación de Velásquez quiere decir que
defender el marxismo-leninismo (13), la Creación Heroica de Mariátegui, el
Camino de Mariátegui, la estrategia y la táctica de la revolución, defender el
partido de clase, remarcar el punto de arranque del socialismo
marxista-leninista de Mariátegui, etcétera, etcétera, ¡es haberse quedado
“anclado en la década del setenta”! En cambio, renegar el marxismo-leninismo, renegar
el contenido marxista-leninista de la Creación Heroica de Mariátegui,
mixtificar el Socialismo Peruano y el Camino de Mariátegui, querer reformar el
Estado burgués en sus bases municipales, pretender un partido socialista no marxista-leninista, silenciar el
punto de arranque del marxismo-leninismo de Mariátegui, fomentar el egotismo
burgués y el servilismo, usar los métodos criollos, ¡es “pensamiento
sustantivo”, esfuerzo por ser “una
nueva generación”, ser “absolutamente modernos”!
Esa es la retórica de Velásquez y
demás miembros de su grupo sin excepción; esa es la demagogia con la que
intentan engañar a cuanto ingenuo pueda haber en el movimiento; esa es la
trampa con la que intentan fundar su partido revisionista “en un gran evento
público” (14).
La inconmovible verdad de los hechos
reseñados en el presente artículo ha impedido a Velásquez “responder, sin tardanza, el artìculo titulado ACERCA DEL CUARTO
SEMINARIO DEL REVISIONISMO PERUANO”, como se había propuesto desde el primer
párrafo de su carta.
En efecto, el pretencioso respondedor
ha dejado por fuera cuestiones tan importantes como: 1) la verdad universal del
marxismo-leninismo; 2) la identidad m-l de Mariátegui; 3) el carácter m-l del
Partido Socialista del Perú, de la Creación Heroica de Mariátegui, del
Socialismo Peruano, del Camino de Mariátegui; 4) el centenario del socialismo
marxista; 8) “los gérmenes del socialismo”; 9) el partido de clase; 10) la
reconstitución; 11) el nombre del Partido; 12) “el pantano del debate”; 13) el
“nivel secreto”; 14) el egotismo burgués; 15); el servilismo; 16) los métodos
criollos.
Paralelamente al artículo que Velásquez
ha contestado con exceso de retórica y completa ausencia de conceptos basados
en los hechos, publiqué el artículo Ramón
García o la manipulación iv. Como es visible, Evidente, INCONTESTABLE, Velásquez
ha evitado absolutamente referirse a este artículo, es decir, a la deserción de
García de las filas del Partido, de la lucha contra el régimen fascista y de
toda práctica política ¡hace ya casi cuarenta años!
El silencio de Velásquez revela,
pues, su mala conciencia.
Para decirlo con palabras de
Barbusse, suscritas por Mariátegui, Velásquez admite la solución de continuidad
entre la teoría y la práctica que comete García, y, de esta forma, deserta de
la causa humana; como es notorio, esa deserción es general en el grupo
revisionista.
Ahora bien, la fractura de la unidad
de la teoría y la práctica en la actitud intelectualista de García, así como la
actitud de sus partidarios de admitirla y encubrirla, es revisionismo. Pero si en el primero el revisionismo se expresa,
entre otras cosas, como egotismo burgués, en los segundos se expresa, también
entre otras cosas, como servilismo.
Puesto
que el anunciado “partido socialista” es concebido como producto de una
“dilución-integración” de las diversas organizaciones y tendencias que actúan
en la escena nacional, entonces, en el caso de que, presentado, no comprenda al
PCP-Unidad, PCP-PR, PCP-SL, PSP, PST, etcétera, etcétera, todos diluidos e integrados en una sola organización sin el marxismo-leninismo como
el aspecto general de su base de unidad, con un Mariátegui “marxista” no leninista, con la política reformista
de querer reestructurar las bases municipales del Estado burgués y, por tanto,
con las puertas abiertas a todo elemento que se reclame del “socialismo peruano”
de García –que no de Mariátegui–, dicho partido sería un engaño, un fiasco, un
fracaso en el marco de “un gran evento público”.
La retórica, o, más exactamente, la
demagogia de Velásquez, ha tenido como destino manifiesto silenciar los hechos,
pero, como se ve, tan pronto han sido revelados los que hacen la controversia,
dicha demagogia ha caído sobre los pies de su propio autor.
Ciertamente la verdad se busca en
los hechos, y no en la retórica de nadie. ESTA ES LA LECCIÓN.
Notas
[1] En el sentido, obviamente, de que no son capaces de pensar teóricamente,
y cuando parece lo contrario, es porque repiten lo que les dice García. Entre
numerosos escritos, la carta abierta que comento es un ejemplo más de ello.
[2] Efectivamente,
en una carta a Luis Miguel del 28.10.09, puso en conocimiento de la opinión
pública lo que sigue: “ (…) En toda esta confusión, que ellos han armado y en
la cual se debaten, están
entremezclando su intrascendente “Conferencia Consultiva Política”, con su
llamamiento a crear un nuevo partido, o mejor dicho, a formalizar abiertamente,
la constitución del partido que ellos ya formaron el 6 de febrero, en aplicación de la propuesta de Ramón del
partido de dos niveles: uno “secreto”, y otro “de masas y de ideas”.
(Revisar folleto del 7 de octubre de 2008)” “En la red hay abundante material
que confirma esta hipótesis, y es fácilmente demostrable, incluso identificando a quienes han incluido
en el primer nivel y en el segundo nivel. Basta con… Los que estamos en
esa relación (preparada expresamente
por Ramón) de más de 20 nombres, según ellos, conformamos “el partido de
masas y de ideas”… ¿Y quiénes conforman el partido secreto constituido el 6
de febrero? La respuesta es muy fácil deducirla, son precisamente…,
seguidos de los sumisos peones ya conocidos. A… le han asignado la tarea de
divulgar los documentos de Ramón entre lo que ellos consideran “el partido de
masas y de ideas”, y a otra persona, le han encargado divulgar los mismos
documentos, entre los miembros del “partido secreto”. En computación eso se llama
“comandos por defecto” (negritas y elipsis nuestras). Entonces, tenemos que el nivel secreto del partido
socialista de García está formado hace ya tres años y medio. ¿Y cuál es la
función de este nivel secreto, VERDADERA DIRECCIÓN DEL PROYECTADO PARTIDO
SOCIALISTA? Pues fundar el nivel público del mismo, utilizando los seminarios.
Habría que ser muy poco perspicaz para no darse cuenta de esto. Entonces,
es imposible creer que García no tenga
nada que ver con la dirección orgánica del grupo revisionista; o sea que para
decir lo que ha dicho Velásquez sobre este punto, es necesario ser un verdadero
falaz, un auténtico demagogo. Por razones obvias, hemos eliminado en la
cita los nombres de los que conforman la instancia secreta.
[3] Pero no tenemos por qué dudar de la sinceridad de
los otros organismos convocantes, que seguramente han tomado el término en su
verdadero significado, lo que determina, desde el principio, una contradicción fundamental al interior
del seminario y de cualquier otro evento que pudiera darse.
[4] Tempranamente, en el
artículo ¿Mariátegui contra Mariátegui?,
revelamos el truco de García de tergiversar una afirmación de Mariátegui para
negar otra. De ahí el título del mencionado artículo.
[5] En el trabajo El desmonte de una conspiración contra
Mariátegui y el PSP, presentamos los detalles de dicha conspiración.
[6] Ahí escribió:
“La Gran Conmemoración del 7 de Octubre 2008 puso, ¡por fin!, como centro de la
actividad militante la Creación Heroica de JCM, el Socialismo Peruano”. (…)
“Sólo ahora es posible debatir acerca de cómo entender el “partido de masas y
de ideas”… Sólo ahora es posible debatir acerca de la relación
disolución-dilución. Sólo ahora es posible acordar acerca del nombre de la
organización del proletariado peruano” (elipsis y negritas nuestras).
[7] Como se ha visto, después de recurrir a los más
extremos insultos, a las más criollas maniobras, a las más burdas calumnias,
PRECISAMENTE DESPUÉS DE TODO ESTO, García manipula una cita de Mariátegui para
aparentar ser lo que no es. ¿Qué es, pues, la persona que procede de esta
manera? Pues un manipulador, UN CÍNICO MANIPULADOR. Por lo demás, según
confesión de Aragón, activista de su tendencia, no es muy distinto el trato que
da a correligionarios suyos que se atreven a discrepar con sus posiciones y
actitudes, llegando incluso a amedrentarlos.
[8] En el artículo Algo
más que una crítica a Miguel Aragón, dejamos puntualizado: “Iniciado el seminario, sin embargo, la inmensa mayoría de tendencias
asistentes se pronunció no por el plan partidista del grupo revisionista, sino
por una labor frenteunionista. Por eso el promotor visible del evento (su promotor invisible
ha sido el nivel secreto del
partido-amalgama, nivel existente desde hace un tiempo) se apresuró a amenazar
con dar “un paso al costado” y García a publicar un artículo donde argumentó la
importancia del partido, pero, como es su costumbre, silenciando los hechos
visibles y no visibles que configuran la controversia. No obstante esta
arremetida, los grupos y tendencias no retrocedieron en su determinación, y,
así, mal de su agrado, el grupo revisionista tuvo que sobrellevar la situación
creada”. “Por otro lado, Suárez, por cuya boca habla dicho grupo (que como tal
esperaba otra cosa del reciente seminario), dice que las diversas tendencias
asistentes “se han olvidado de sus propuestas de unidad” y que “Pareciera que no
tienen ningún interés de aunar esfuerzos en la lucha contra el enemigo”
(palabras citadas por Aragón en la carta que en parte comento). Puesto que el
seminario no tuvo ningún objetivo frenteunionista, la afirmación de Suárez es
engañosa; pero, a contrapelo de su torcida intención, tal afirmación prueba, de
un modo irrefutable, que el discurso acerca de la “unidad” y “la lucha contra
el enemigo común”, le sirve a su grupo como señuelo para atraer a las diversas
tendencias a una “colaboración” que tiene como fin exclusivo y excluyente la
“preparación” de su organización partidaria, la fundación de su partido no de clase, de su partido-amalgama”. Estas
constataciones fueron, sin duda, una crítica muy justa y muy oportuna al espíritu
“mezquino, de grupo, de capilla”, del grupo revisionista.
[9] Por supuesto, no
está vedado celebrar el centenario de la revista Nuestra Época, como punto de partida de la orientación socialista de
Mariátegui (en el sentido general de este término), pues no son pocas las
enseñanzas que pueden asimilarse de dicha revista, y, en general, de la etapa
de socialismo a lo Araquistain del maestro, cosa que hemos examinado en sus
líneas fundamentales en el artículo Notas
sobre la creación heroica de Mariátegui II. Pero una cosa es esto, y otra
muy distinta es tomar el aniversario de la revista Nuestra Época como punto de partida del Socialismo Peruano,
silenciando la ruptura de Mariátegui con su inicial socialismo a lo
Araquistain, es decir, su asimilación al
marxismo, o sea, el punto de partida del Socialismo Peruano en el sentido
marxista del término. Este silenciamiento se observa, por ejemplo, en el
esquema Por qué creación heroica,
preparado por García, en el que no
aparece indicado en ninguna parte lo que el propio Mariátegui subrayó, de
manera especial, en la nota autobiográfica Del
Autor: su asimilación al marxismo, o sea, su ruptura con su inicial
socialismo a lo Araquistain. Este hecho fundamental en la vida de Mariátegui (y,
por sus resultados, en el proceso ideológico y político del proletariado
peruano), es obviado, silenciado, olvidado
por García, sencillamente porque su destino manifiesto es diluir el socialismo
marxista en el socialismo en general, y, de esta forma, sentar una base para la
integración en un mismo partido de todo elemento “que se reclame”, por sí y
ante sí, del “socialismo peruano” de García. Dicha dilución apunta, pues, a diluir la independencia ideológica,
política y orgánica del proletariado en un partido en un partido
doctrinariamente heterogéneo, o sea, en un partido pluriclasista. Este
objetivo revisionista, aparece, pues, bajo la forma de LIQUIDACIONISMO. Así,
pues, de su liquidacionismo de izquierda de la primera mitad de los años
setenta, García ha pasado a su actual liquidacionismo de derecha. Ninguna
retórica alcanza para encubrir esta realidad.
[10] Los materiales del debate, que tiene lugar desde
hace cinco años, han circulado ampliamente por la internet, y, por esto,
difícilmente algún activista puede decir que no está informado. Ahora mismo
están circulando casi dos docenas de artículos que dan cuenta de los términos
de dicho debate, que, como lo puede comprobar quienquiera, ha tenido un lado
positivo y otro negativo. El lado positivo ha sido la crítica argumentada,
fundada, basada en los hechos, y el lado negativo ha sido la respuesta
retórica, demagógica, sin asidero en los hechos y con mucho método criollo,
respuesta impotente y evasiva que terminó calificando de “pantano” el debate en
curso. Entonces, mal que le pese al grupo revisionista, ha habido un debate,
que, precisamente, ha arrojado algunas conclusiones fundamentales: mientras García
y sus repetidores niegan el marxismo-leninismo, nosotros lo defendemos;
mientras García y sus repetidores mixtifican la Creación Heroica de Mariátegui
y el Socialismo Peruano, nosotros los defendemos de toda mixtificación;
mientras García y sus repetidores pretenden reestructurar las bases municipales
del Estado burgués, nosotros defendemos una estrategia y una táctica
revolucionarias; mientras García y sus repetidores pretenden un
partido-amalgama, nosotros luchamos por un partido de clase bajo la forma de
partido de masas; mientras García y sus repetidores promueven el egotismo
burgués y el servilismo, nosotros los combatimos; mientras García y sus
repetidores utilizan profusamente los métodos criollos, nosotros luchamos
contra ellos. Entre paréntesis, pongo en conocimiento de los activistas que, en
el primer quinquenio del presente siglo, en correspondencia personal le planteé
a García la necesidad de promover un gran debate en la izquierda peruana sobre
todas las cuestiones fundamentales, pero la respuesta fue el más profundo
silencio. Esto prueba que no es cierto que el grupo revisionista se muestre
esquivo frente al debate de ideas porque está abocado a la “preparación” de su
organización, sino que desde siempre se muestra renuente a un debate abierto
por temor al desenmascaramiento de su revisionismo liquidacionista; no
obstante, este desenmascaramiento se ha dado, y por lo tanto el grupo
revisionista está sin ropas ante la izquierda peruana.
[11] Mariátegui escribió: “No es posible entregarse a
medias a la revolución. La revolución es una obra política. Es una realización
concreta. Lejos de las muchedumbres que la hacen, nadie puede servirla eficaz y
válidamente. La labor revolucionaria no puede ser aislada, individual,
dispersa. Los intelectuales de verdadera filiación revolucionaria no tienen más
remedio que aceptar un puesto en una acción colectiva” (La escena contemporánea; negritas nuestras). Pero García vive
leyendo y escribiendo en el extranjero desde hace casi cuarenta años, es decir,
“lejos de las muchedumbres” que hacen la revolución y, por tanto, sin “un
puesto en la acción colectiva” (subrayo: “en la acción”), y, así, no obstante
vivir sentado en su pedestal de cristal, tiene la desmesurada ambición de
imponer sus posiciones revisionistas al resto de organizaciones. Esto, sin
duda, es su más “noble intención”.
[12] Supongamos, sin embargo, por un instante, que,
ulteriormente, algún activista de nuestra tendencia se comprometa con el seminario, es decir, con su “objetivo central”
(el único en realidad), o con algún otro evento con vistas al mismo objetivo.
¿No sería eso una absoluta incoherencia? ¿No sería eso una absoluta
inconsecuencia con su propio proyecto de un partido de clase? En este caso
supuesto, se trataría, entonces, de un vergonzoso transfugio, y, por esto, no
sería ninguna pérdida para nuestra tendencia, sino más bien una ganancia. En cuanto
a los activistas del PCP, Colectivo Amauta, Coordinadora Alfa y Omega y otros,
tenemos asumida la actitud de reconocer que cada quien tiene derecho a actuar
de acuerdo a su ingenuidad o a su perspicacia política.
[13] En el Perú, defender el marxismo-leninismo no es
defenderlo únicamente como verdad universal, sino también, al mismo tiempo, como verdad particular, es decir, como la
base ideológica de la Creación Heroica de Mariátegui, del Socialismo Peruano, del
Camino de Mariátegui. Mixtificar estas
formas en las que ha fructificado en nuestra realidad el marxismo-leninismo, es
oportunismo. Precisamente una tal mixtificación caracteriza el “socialismo
peruano” de García. Por cuanto el marxismo-leninismo es el contenido de la
Creación Heroica de Mariátegui y del Socialismo Peruano y el centro del Camino
de Mariátegui, tiene perfecto sentido hablar de marxismo-leninismo peruano.
Pero García y sus repetidores niegan la verdad universal del
marxismo-leninismo, y, por esta vía, la verdad particular del
marxismo-leninismo de Mariátegui y del PSP, de la Creación Heroica de Mariátegui,
del Socialismo Peruano, del Camino de Mariátegui. El resumen de todas estas
negaciones, su expresión organizacional, es el proyecto de un partido
“marxista” no leninista, un partido
doctrinariamente heterogéneo, un partido-amalgama, un partido pluriclasista, completamente
distinto y distante del partido genialmente sustentado por Lenin en el ¿Qué hacer? y genialmente concebido y
avanzado en su construcción por Mariátegui en nuestro medio. Para decirlo
brevemente, el conjunto de las posiciones revisionistas de García y su grupo se
compendian en la abjuración del partido de clase.
[14] No está descartado que una tendencia oportunista
pueda convertirse en un partido de masas. La experiencia histórica demuestra
que esto es perfectamente posible. Después de la polémica con Mariátegui, los
activistas del “oportunismo pequeño-burgués”, según confesión del mismo Haya,
cabían “en un sofá”. Pero, después del regreso al país de los desterrados
apristas (Haya entre ellos), medrando de la inmadurez política de sectores de
las “masas de arriba” y de las “masas de abajo”, su partido se convirtió en el
primer partido de masas de nuestra historia republicana, mientras el
oportunismo de izquierda frustraba el proyecto de partido de Mariátegui. Sin
embargo, esto no cambió en absoluto el carácter oportunista del Apra de los
años treinta. Pues bien, lo mismo puede ocurrir ahora: si el grupo
revisionista, que hoy cabe en un sofá, llegara a convertirse en un partido de
masas (de verdad, y no en el papel, es decir, no como pura autocalificación, no
como puro autoengaño), esto tampoco cambiaría en absoluto su carácter
revisionista. Pero, en honor a la verdad, la posibilidad de que esto ocurra es
extraordinariamente pequeña, pues dicho grupo no tiene un solo activista con la
capacidad de acción que tenía Haya (García permanece desde hace casi cuarenta
años en su exótico pedestal de cristal, y sus seguidores han demostrado durante
el mismo tiempo, durante treinta años, durante veinte, diez, cinco, dos, uno,
que no tienen tampoco verdadera capacidad organizativa). Pues bien, ahora la
tendencia revisionista está completamente desenmascarada en sus presupuestos
ideológicos, teóricos, políticos y organizativos, y, al mismo tiempo, en su
egotismo, su servilismo, sus métodos criollos. Para cualquier marxista, esto es
lo que cuenta.
22.08.2012.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
El Aniversario
del PSP y el Liquidacionismo de Derecha
E.I.
EN EL PROGRAMA DEL PARTIDO, José Carlos Mariátegui dejó sentado: “El
marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y
de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de
lucha”.
Así,
pues, a más de reconocer la verdad
universal del proletariado (“El marxismo-leninismo es el método…”) y establecer
la obligatoriedad de este
reconocimiento (“El Partido Socialista del Perú, lo adopta…”), el maestro definió su personal filiación doctrinal.
Sin
embargo, en el artículo El movimiento
comunista, Ramón García escribió: “… de las tres consignas básicas [de la
Revolución de Octubre], sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero cada vez más
limitada geográficamente a la URSS (1). Este término se encuentra dos veces en
la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos
como nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a
secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo” (2).
Con
esas falacias niega el marxismo-leninismo: 1) como la verdad universal del
proletariado; 2) como la base de unidad del PSP; 3) como la filiación doctrinal
de Mariátegui.
Es decir, García falsifica la verdad
doctrinal del PSP y de su fundador.
En la Moción aprobada por la Reunión del C.C. del 4 de marzo de 1930, se señala: “El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento debe mantenerse íntegramente” (Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.487).
Es
decir, el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo en toda su composición.
Por eso: 1) rechazaba toda fusión con fuerzas políticas diversas; 2) defendía
así su independencia ideológica, política y orgánica.
No obstante, en el artículo 80 aniversario (5), García escribió: “El
PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y
doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente aspiraba
a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra historia
republicana’”.
Con esa falacia, nuestro personaje
niega el carácter orgánicamente homogéneo del PSP.
De
esa forma, falsifica la verdad ideológica y orgánica del Partido de Mariátegui.
Para decirlo de otro modo, García se ha aderezado su propia idea del PSP
conforme a su designio liquidacionista.
Así, pues, la imagen del PSP que
intenta vender solo existe en su cabeza y en la cabeza de quienes, mostrando su
incapacidad de discernir teóricamente la cuestión o, en su defecto, revelando
desvergonzadamente su espíritu servil, simplemente repiten la falsificación.
¿Por qué García falsifica de la
manera más grosera la filiación doctrinal de Mariátegui y la verdad histórica
del PSP? Porque, para acreditar su proyecto de un partido doctrinariamente
variopinto, necesita utilizar a ambos como coartada.
Como se ha visto, el proyecto de un
partido-amalgama no tiene ningún punto de contacto doctrinal y orgánico con el
Partido de Mariátegui.
Por eso García terminó renunciando
fácilmente a la Reconstitución (3).
En efecto, en el artículo Organización: contenido y forma, escribió: “La propia experiencia, la propia
lucha enseñó a través de la investigación de continuadores, que la
Reconstitución se hundía en un círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha
devenido fiasco en el país”.
Pero la realidad es que lo que devino fiasco fue su reconstitución, entre otras cosas porque desertó de la obligación que tenía de
mantenerse a la cabeza de su grupo,
como la tiene cualquier político del mundo ante sus seguidores.
Como es de conocimiento general, en el último
verano García ha cumplido ¡cuarenta años
sentado en su foráneo pedestal de cristal!
Habiendo, pues, renegado la Reconstitución,
promueve desde hace algunos años una “organización de proyección nacional” con
el concurso de toda clase de oportunistas y revisionistas (4).
El Mariátegui del que habla (marxista a secas,
socialista no comunista, etcétera) no
es el Mariátegui histórico que los marxistas conocen y reconocen.
Tampoco el PSP del que haba García (“marxista” no leninista; dos niveles orgánicos
doctrinariamente disímiles; dirección secreta), es el PSP que los marxistas
conocen y reconocen.
Por eso, la publicación, el 7 de octubre pasado, de
un artículo de Manuel Velásquez conmemorando el 86 aniversario del PSP, no es
más que una expresión más de la tramposa actitud del grupo liquidacionista de
utilizar al PSP y a Mariátegui como coartada a efecto de acreditar su proyecto
de un partido pluriclasista (5), contrario por principio al partido fundado en
octubre de 1928.
Es una tremenda hipocresía y una profunda cobardía
que, conmemorando el aniversario del PSP, el grupo liquidacionista no plantee
su oportunista concepción de este partido como “marxista” no leninista, con una
estructura de dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles y con una dirección
secreta.
José Carlos Mariátegui señaló: “tenemos la
obligación de reivindicar el derecho de la clase obrera a organizarse en un
partido autónomo” (Correspondencia,
t.II, p.490).
En cambio Haya de la Torre dijo: “El
Apra es partido, alianza y frente. ¿Imposible? Ya verá Ud. que sí. No porque en
Europa no haya nada parecido no podrá dejar de haberlo en América” (ibídem, p.378).
Hoy como
ayer, la esencia del debate es: partido de clase o partido pluriclasista.
Por eso, afirmamos: “tenemos la
obligación de reivindicar el derecho del proletariado a organizarse en un
partido de clase, y, por esto, nuestra tarea es Reconstituir el Partido de
Mariátegui”.
En cambio el grupo liquidacionista
dice: “fundemos un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente
disímiles, es decir, un partido pluriclasista, un partido-frente, y con este
fin utilicemos al PSP y a Mariátegui como señuelo”.
De esa forma pretende hacer pasar
como de Mariátegui el proyecto de partido de Haya de la Torre.
Ello revela la descomposición
ideológica, política y moral de los liquidadores.
Así, pues, el artículo de Velásquez
y cien artículos más que puedan escribir él mismo o algún otro liquidador sobre
el PSP y su fundador, siempre serán inútiles, pues siempre se sabrá que detrás de su letra se
encontrará la falsificación de la verdad histórica de José Carlos Mariátegui y
el PSP, o, para decirlo con otras palabras, la negación del partido de clase.
Eso es una verdad que ninguna
falacia puede negar sin revelar una torcida fisonomía mental.
Notas
[1] Observe el lector que García reduce el
marxismo-leninismo a la condición de una simple “consigna”, siendo que es un
concepto que expresa el desarrollo de la teoría del proletariado.
[2] Ese barato argumento estadístico y, en general, las
falacias citadas fueron objeto de una puntual crítica, ante la cual lo mismo
García que sus repetidores no pudieron presentar ni un solo argumento que al
menos pueda llamarse serio.
[3] En realidad, García renegó la Reconstitución desde
mucho antes: desde que, hace más o menos quince años, comenzó a falsificar
sistemáticamente la verdad doctrinal y orgánica del PSP. De modo que cuando
finalmente llegó a lo que tenía que llegar: al abandono de la palabra
Reconstitución, fue porque hacía mucho la había renegado como concepto: la Reconstitución es la Reconstitución del
Partido de Mariátegui o no es nada.
[4] Expresión de ello fue que, en 2012, el grupo
liquidacionista hizo todo lo posible por fusionarse con el PCP-Unidad,
representante tradicional del revisionismo en nuestro país, fracasando, sin
embargo, en el intento.
[5] El partido de masas que propone
García, es un partido pluriclasista no por
el diverso origen de clase de sus militantes, sino por su diversa posición ideológica, es decir, es un
partido pluriclasista en el sentido socialdemócrata del término. En esta misma
línea, el grupo liquidacionista pretende hacer pasar el Centenario de la
revista Nuestra Epoca como el
Centenario del Socialismo Peruano. Oportunamente hemos demostrado que ambas
cosas no son lo mismo. Pero a fin de que el lector se percate con toda
precisión de qué hay detrás de aquella pretensión, citaré una afirmación de
Velásquez que expresa el hecho de que los liquidadores no distinguen –por
incapacidad u oportunismo– entre socialismo reformista y socialismo marxista.
He aquí la aludida afirmación: “el año 1918 [se refiere a la aparición de Nuestra Epoca]… es un año clave para el
Socialismo Peruano, porque marca la
orientación definitiva de Mariátegui”
(carta a Miguel Aragón del 29.01.2011; cursivas y elipsis mías). Pero cualquier
marxista con dos dedos de frente sabe que lo que marcó “la orientación
definitiva de Mariátegui” fue su asimilación al marxismo en la segunda mitad de
1920. La afirmación de Velásquez demuestra, pues, algo que desde hace mucho
hemos sostenido: pasar el Centenario de
Nuestra Epoca por el Centenario del Socialismo Peruano, es diluir el socialismo
marxista en el variopinto mapa del socialismo en general.
02.04.2015.
La Legitimación
y Deslegitimación de la Violencia
Revolucionaria en el Perú: Una
Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la Izquierda
Revolucionaria Armada de las Décadas de
1960 y 1980
(Primera Parte)
Jan Lust
LA IZQUIERDA PERUANA TIENE una historia marcada por el uso de violencia
política. Seis años después de la Revolución Cubana, guerrilleros peruanos
trataron de “copiar” la experiencia cubana pero fallaron dramáticamente. Los
guerrilleros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Ejército de
Liberación Nacional (ELN) fueron vencidos en enero de 1966 después de siete
meses de batalla.
En 1980, con el retorno de la democracia tras 12 años de la dictadura
militar, el Partido Comunista del Perú – Por el luminoso sendero de José Carlos
Mariátegui (PCP-SL) inició su lucha guerrillera que duró, según la
organización, hasta 1993 (un año después de la captura de sus líderes). En
1982, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) empezó sus acciones
armadas. Aunque en 1996 el MRTA obtuvo fama mundial cuando tomó la residencia
del embajador japonés en la capital de Perú Lima, sin embargo, en 1992, la
organización ya había entrado en un proceso de descomposición cuando fue
capturado su líder principal Víctor Polay.
Los guerrilleros de las décadas de sesenta y ochenta se basaron
principalmente en los pensamientos de Lenin, Castro, Guevara y Mao para
justificar el uso de la violencia revolucionaria. Aunque no se puede comparar
la situación política y económica del Perú en la década de sesenta con la
situación al final de la década de setenta y a principios de la década de
ochenta, es interesante observar que la izquierda revolucionaria armada en el
Perú utilizó, en términos generales, las mismas razones y las mismas categorías
políticas y económicas para justificar el uso de la violencia revolucionaria.
El propósito de este artículo es analizar la legitimación del uso de la
violencia revolucionaria por el MIR, el ELN, el PCP-SL y el MRTA. Con el fin de
elaborar una evaluación completa de la justificación del uso de la violencia
revolucionaria por estas organizaciones, consideramos necesario (i) indagar en
los principales puntos de vista de Lenin, Castro, Guevara y Mao, y otros, que
formaron la “base teórico” para la justificación de la violencia revolucionaria
por parte de las organizaciones guerrilleras peruanas; (ii) comparar estos
puntos de visto con los documentos de “nuestras” organizaciones
políticas-militares; y, (iii) elaborar un análisis político, económico y social
de los años anteriores a los brotes guerrilleros con el fin de determinar si
existía una situación revolucionaria en el país, como argumentaron estas
organizaciones para justificar el uso de la violencia revolucionaria.
Este análisis contribuye a la historiografía de las organizaciones
guerrilleras en general y a las organizaciones armadas peruanas en particular,
ya que ayudará a entender la derrota de estas organizaciones sobre la base de
sus propias perspectivas teóricas. Contribuye a la comprensión de los debates sobre
la legitimación y deslegitimación de la violencia revolucionaria puesto que
examina, en el caso del Perú, la situación política, económica y social
concreta y se relaciona esta situación con los conceptos marxistas y/o
leninistas que fundamentaron el inicio de las acciones armadas.
Este documento está estructurado en 8 secciones. En la sección 1
presentamos los principales puntos de vista teóricos marxistas que formaron la
base para la justificación del uso de la violencia revolucionaria por parte de las
organizaciones guerrilleras peruanas. Sección 2 analiza el contexto político y
económico de la década de sesenta y en sección 3 presentamos los puntos de
visto del MIR y del ELN sobre el uso de la violencia revolucionaria. Sección 4
analiza el contexto político y económico de las décadas de setenta y ochenta y
en sección 5 presentamos la legitimación del uso de la violencia revolucionaria
por parte del PCP-SL y del MRTA. Sección 6 determina si existía una situación
revolucionaria en el Perú al comienzo de la década de sesenta y al final de la
década de setenta y al comienzo de la década de ochenta. En sección 7 hacemos
una comparación entre las cuatro organizaciones guerrilleras en relación a las
razones “adicionales” que justificaron la violencia revolucionaria. En la
sección 8 presentamos nuestras conclusiones.
1. La legitimización de la violencia revolucionaria: la
“teoría”
Las discusiones sobre el uso de la violencia revolucionaria para avanzar en
un proceso hacia la destrucción del sistema capitalista y para instalar el
socialismo nunca han sido debates teóricos abstractos. Las organizaciones
políticas revolucionarias que utilizaron la violencia revolucionaria se basaron
en el desarrollo político, económico y social de sus respectivas sociedades. Los
objetivos de las organizaciones políticas revolucionarias y el desarrollo de la
sociedad no pueden ser separadas para analizar la legitimación y
deslegitimación de la violencia revolucionaria.
No obstante la relación estrecha entre sus objetivos y el desarrollo de sus
sociedades, las organizaciones políticas revolucionarias se han basado en
diferentes autores marxistas para legitimar el uso de la violencia
revolucionaria. En el caso de la guerrilla peruana, Lenin, Mao, Guevara y
Castro destacan.
Esta sección tiene como objetivo revisar los puntos de vista de estos
marxistas sobre la legitimación del uso de la violencia revolucionaria. Esta
revisión nos ayudará a enmarcar teóricamente nuestro análisis sobre la
justificación del uso de la violencia por las organizaciones revolucionarias
peruanas.
Como argumentemos arriba, la legitimación del uso de la violencia por las
organizaciones políticas revolucionarias no puede ser desconectada de su
análisis de la sociedad. En caso que existía una situación revolucionaria, la
violencia revolucionaria fue legitimada. En su trabajo “La bancarrota de la II
Internacional”, Lenin (1970a: 310) describe una situación revolucionaria de la
siguiente manera: “Para un marxista es indiscutible que una revolución es
imposible sin una situación revolucionaria, aunque no toda situación
revolucionaria conduce a la revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los
síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Estamos seguros de no
equivocarnos cuando señalamos los siguientes tres síntomas principales: 1)
cuando es imposible para las clases gobernantes mantener su dominación sin
ningún cambio; cuando hay una crisis, en una u otra forma, entre las “clases
altas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una hendidura
por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas.
Para que estalle la revolución no basta, por lo general, que “los de abajo no
quieran” vivir como antes, sino que también es necesario que “los de arriba no
puedan vivir” como hasta entonces; 2) cuando los sufrimientos y las necesidades
de las clases oprimidas se han hecho más agudos que habitualmente; 3) cuando,
como consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable
intensificación de la actividad de las masas, las cuales en tiempos “pacíficos”
se dejan expoliar sin quejas, pero que en tiempos agitadas son compelidas,
tanto por todas las circunstancias de la crisis como por las mismas “clases
altas”, a la acción histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, que
son independientes de la voluntad, no solo de determinados grupos y partidos
sino también de la voluntad de determinadas clases, una revolución es, por
regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es
precisamente lo que se llama situación revolucionaria.”
Para que una situación revolucionaria pueda llevarse a una revolución, a
las condiciones objetivas tienen que juntarse las condiciones subjetivas; es
decir, “la habilidad de la clase revolucionaria para realizar acciones revolucionarias
de masas suficientemente fuertes como para destruir (o dislocar) el viejo
gobierno, que jamás, ni siquiera en las épocas de crisis “caerá” si no se lo
“hace caer”” (Lenin, 1970a: 310).1 En “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”, Lenin (S/F:
405-406) formula las condiciones para la revolución de la siguiente forma:
“La ley fundamental de la revolución, confirmada por todas ellas, y en
particular por las tres revoluciones rusas del siglo XX, consiste en lo
siguiente: para la revolución no
basta con que las masas explotadas y oprimidas tengan conciencia de la
imposibilidad de seguir viviendo como viven y exigen cambios; para la
revolución es necesario que los explotadores no puedan seguir viviendo y
gobernando como viven y gobiernan. Solo cuando las “de abajo” no quieren y los “de arriba” no pueden seguir viviendo a la antigua,
solo entonces puede triunfar la revolución. En otras palabras, esta verdad se
expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional
general (que afecte a explotados y explotadores). Por consiguiente, para la
revolución hay que conseguir, en primer lugar, que la mayoría de los obreros
(o, en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos,
políticamente activos) comprenda a fondo la necesidad de la revolución y esté
dispuesta a sacrificar la vida por ella; en segundo lugar, es preciso que las
clases dirigentes atraviesen una crisis gubernamental que arrastre a la
política hasta a las masas más atrasadas (el síntoma de toda revolución
verdadera es la decuplicación o centuplicación del número de hombres aptos para
la lucha política pertenecientes a la masa trabajadora y oprimida, antes
apática), que reduzca a la impotencia al gobierno y haga posible su rápido
derrocamiento por los revolucionarios.”
Es importante mencionar que Castro también ha referido a condiciones objetivas
y subjetivas. Sin embargo, estas condiciones tenían que ver con el proceso
revolucionario. Como decía Hart Dávalos (1967: 10), uno de los líderes del
Movimiento de 26 de Julio, “en algunas oportunidades se ha confundido nuestra
afirmación de que hay condiciones con la concepción leninista de situación
revolucionaria. Cuando hablamos de condiciones no nos estamos refiriendo a lo
que en el criterio estricto de Lenin se señalaba como situación revolucionaria.
Si nos atenemos a lo que Lenin llamó situación revolucionaria, podríamos
concluir que no existe tal situación en el continente. Ahora bien, en América
Latina hay condiciones económicas, sociales y políticas para crear, con el
desarrollo de la guerra popular, situaciones revolucionaria”. Según Castro (1966a)
“de lo objetivo y lo subjetivo se refiere, lo primero, a las condiciones
sociales y materiales de las masas, es decir, sistema de explotación feudal de
la tierra, de explotación inhumana de los trabajadores, miseria, hambre,
subdesarrollo económico, en fin, todos esos factores que producen
desesperación, que producen por sí mismos un estado de miseria y de descontento
en las masas. Esos son los llamados factores objetivos: masas explotadas de
campesinos, de obreros, intelectuales descontentos, estudiantes, en fin... Yo
no diría intelectuales descontentos, pero sí intelectuales oprimidos. Y los
factores subjetivos son los que se refieren al grado de conciencia que el
pueblo tenga.”2
Lenin (1961: 801) consideraba que el camino hacia el socialismo era violento.
En su “Programa de la revolución proletaria” argumentaba que las “guerras de
clases” eran necesarias “para alcanzar ese bello porvenir”. Según el líder de
la Revolución Rusa, “una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de
las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara
como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas
burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de
clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En
toda sociedad de clases ─ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el
trabajo asalariado─, la clase opresora, está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino
también la milicia actual ─incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo en
Suiza─ representan el armamento de la
burguesía contra el proletariado.
Esta es una verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad de detenerse
especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército contra los
huelguistas en todos los países capitalistas. El armamento de la burguesía
contra el proletariado es uno de los hechos más considerables, fundamentales e
importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho se
propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la “reivindicación
del desarme”! Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista de la
lucha de clases, a renegar de toda idea de revolución. Nuestra consigna debe
ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la burguesía.
Esta es la única táctica posible para la clase revolucionaria, táctica que se
desprende de todo el desarrollo objetivo
del militarismo capitalista y que es prescrita por este desarrollo” (Lenin,
1961: 802).
En su trabajo “La guerra de guerrillas”, Lenin (1906) consideraba que “la lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momento en
que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y en que
se producen intervalos más o menos considerables entre “grandes batallas” de la
guerra civil”. En ciertos tiempos de crisis política y económica, “la lucha de
clases, al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es decir, en
lucha armada entre dos partes del pueblo. En tales períodos, el marxista está
obligado a tomar posición por la guerra civil. Toda condenación moral de ésta
es completamente inadmisible desde el punto de vista del marxismo. En una época
de guerra civil, el ideal del Partido del proletariado es un partido de
combate”.
Mao ha escrito mucho sobre
cómo llevar a cabo la lucha guerrillera, sin embargo, no tanto sobre las
razones por las cuales se debe usar la violencia revolucionaria para instalar
el socialismo. Es importante señalar eso porque sobre todo la guerrilla del
PCP-SL se ha basado en los escritos de Mao.
Mao hace una diferencia entre
una guerra justa y una guerra injusta. Es decir, se debe “oponer la guerra
revolucionaria a la guerra contrarrevolucionaria”. Las guerras contrarrevolucionarias
son guerras injustas. Con la guerra revolucionaria se pondrá “fin a la época de
guerra en la historia de la humanidad”. Esta guerra “es la bandera de la
salvación de la humanidad” (Mao Tse Tung, 1967: 87).
La guerra justa no se puede
librar sin el pueblo. En su “Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria
en China” dice que “una guerra librada por la gran mayoría de la humanidad y
del pueblo Chino es incontestablemente una guerra justa” (Mao Tse Tung, 1967:
87). De eso desprende el consejo de Mao que si los objetivos políticos de la guerrilla “no coinciden con las aspiraciones de la gente”,
no se pueda ganar su simpatía, su
cooperación y su apoyo. La guerra de guerrillas “se deriva de las masas y se apoya en ellos”. Además, la guerrilla no “puede
existir ni prosperar si se separa” de las “simpatías
y cooperación” del pueblo (Mao Tse Tung, 2007: 43-44).
Bayo (2005: 19), el entrenador
militar español de la guerrilla de Castro, consideraba que la guerrilla siempre
será derrotada cuando se levanta contra un gobierno que no es enemigo del
pueblo o cuando no es una dictadura. También Castro pensaba que en democracia
no se debe usar la violencia revolucionaria. En su discurso en la conmemoración
del noveno aniversario del asalto al palacio presidencial el 13 de marzo de
1966 decía “que cuando en un país todas las
vías no están cerradas ─como ocurre en la inmensa mayoría de los pueblos de América Latina─ la lucha armada revolucionaria no
se pone a la orden del día” (Castro, 1966b).
Guevara no descartaba que también en democracia se pueda usar la violencia
revolucionaria. Decía que el combate podría empezar cuando se ha agotado “los
medios pacíficos” de lograr la liberación del pueblo (Guevara, 1977a: 71;
1977b: 229). En su trabajo “Guerra de guerrillas: un método”, Guevara (1977c:
209) dice que “no debemos admitir que la
palabra democracia, utilizada en forma apologética para representar la
dictadura de las clases explotadoras, pierda su profundidad de concepto y
adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano.
Luchar solamente por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin
plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por
retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales
dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes
que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario. En estas
condiciones de conflicto, la oligarquía rompe sus propios contratos, su propia
apariencia de «democracia» y ataca al pueblo, aunque siempre trate de utilizar
los métodos de la superestructura que ha formado para la opresión. Se vuelve a
plantear en ese momento el dilema: ¿Qué hacer? Nosotros contestamos: La
violencia no es patrimonio de los explotadores, la pueden usar los explotados
y, más aún, la deben usar en su momento.”
La discusión en círculos marxistas sobre el momento del inicio de la guerra
de guerrillas o del uso de la violencia revolucionaria para instalar el
socialismo fue enriquecida por el debate sobre las calidades de la guerrilla.
Según Guevara (1962), la lucha armada funcionaría como un catalizador que
podría “haciendo nacer una conciencia” […] de la necesidad de un cambio en una
situación social dada y a la certeza de la posibilidad de ese cambio”, es
decir, la conciencia necesaria para desarrollar la revolución. En 1966, Castro
(1966c) decía que “no hay mejor maestro de las masas que la misma
revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la
lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el
propio proceso revolucionario quien fue creando la conciencia revolucionaria.
[…] No hay mejor maestro de las masas que la misma revolución, no hay mejor
motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las masas contra
sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso revolucionario
quien fue creando la conciencia revolucionaria. […] Y el verdadero
revolucionario no espera que esos llamados factores subjetivos se den de una
manera cabal.”3
_____________
Notas:
(1) Según
Abraham Guillén, un teórico anarquista español, “una
revolución en un país o región determinada sólo puede hacerse bajo determinadas
condiciones históricas y políticas en las que la clase dominante ha perdido
prestigio: cuando es responsable de las guerras, de las crisis sociales y
económicas, de la especulación financiera y la inmoralidad, encarnando toda las
crímenes, desgracias, miserias y la frustración sufrida por las clases
populares. Además, sólo puede ser realizada por una clase mayoría que represente,
al mismo tiempo, el interés general de la sociedad y las otras clases oprimidas.
Sólo entonces, y siempre que esta clase es consciente de su misión histórica de
la liberación, puede liderar una revolución a la victoria y a las últimas consecuencias
políticas, económicas y sociales de una transformación total de la sociedad, es
decir, la superación de las relaciones sociales anacrónicas e instituciones”
(Guillén, 1973: 254).
(2) Ver
también, Castro (1966c).
(3) “Quienquiera
que se detenga a esperar que las ideas triunfan primero en las masas, de manera
mayoritaria, para iniciar la acción revolucionaria, no será jamás
revolucionario” (Castro, 1967: 162).
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
La Creación
Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha
(Octava
Parte)
Eduardo
Ibarra
Los métodos criollos de García
EN LA
POLÉMICA ENTRE MARIÁTEGUI y Haya se pusieron en juego el estilo de debate
proletario (representado por el primero) y el estilo de debate de la pequeña
burguesía oportunista (representado por el segundo).
Mariátegui señaló en plena polémica: “Creo que nuestro movimiento no
debe cifrar su éxito en engaños y señuelos. La verdad es su fuerza, su única
fuerza, su mejor fuerza. No creo con Uds. que para triunfar haya que valerse de
‘todos los métodos criollos’. La táctica, la praxis, en sí mismas son algo más
que forma y sistema. Los medios, aun cuando se trata de movimientos bien
adoctrinados, acaban por substituir a sus fines.” (carta del 16
de abril de 1928 a la célula aprista de México, en Apuntes para una interpretación marxista
de historia social del Perú, t.II, p.297).
También señaló que el segundo manifiesto del pretendido partido
nacionalista peruano “acusa la tendencia a cimentar un movimiento –cuya mayor
fuerza era hasta ahora su verdad– en el bluff y la mentira… al pie de ese
documento está la firma de un comité central que no existe, pero que el pueblo
ingenuo creerá existente y verdadero. ¿Y es en esos términos de grosera y
ramplona demagogia criolla, como debemos dirigirnos al país” (ibídem).
Y agregó: “Me opongo a todo equívoco. Me opongo a que un movimiento
ideológico, que, por su justificación histórica, por la inteligencia y
abnegación de sus militantes, por la altura y nobleza de su doctrina ganará, si
nosotros mismos no lo malogramos, la conciencia de la mejor parte del país,
aborte miserablemente en una vulgarísima agitación electoral. En estos años de
enfermedad, de sufrimiento, de lucha, he sacado
fuerzas invariablemente de mi esperanza optimista en esa juventud que
repudiaba la vieja política, entre otras cosas porque repudiaba los ‘métodos
criollos’, la declamación caudillesca, la retórica hueca y fanfarrona” (ibídem, pp.297-298) “Desaprobamos toda
campaña que no descanse en la verdad. El procedimiento del bluff sistemático
llevará al descrédito a nuestra causa. Rehusamos, por esto, emplearlo. Las
noticias propaladas sobre la candidatura de Haya no producen el efecto, que
Uds. suponen, en la opinión. La gente –distante de toda preocupación electoral–
las recibe perpleja e irónica” (carta colectiva fechada el 10 de junio de 1928,
ibídem, p.302).
Por su parte, Haya recurrió en la polémica a los métodos criollos, y, entre
ellos, a los más extremos agravios contra Mariátegui.
Por ejemplo, en la carta del 20 de mayo de 1928, dirigida a Mariátegui,
escribió: “Recibí su carta. No la contesté porque la noté ya infectada de
demagogia tropical, de absurdo sentimentalismo lamentable. Dejé que se enfriara
Ud. Preferí hacerla pedazos y echarla al canasto. Ud. está lleno de
europeísmo”. “Nos dice Ud. que escribió
la carta afiebrado. No sabe cuánto lo siento pero desde las primeras líneas lo
supuse así” (ibídem, p. 298 y p.
299).
Quienquiera que conozca la aludida polémica, tiene que reconocer que,
mientras Mariátegui puso argumentos, pensamiento, teoría, Haya puso bravata,
maniobras, declamación; mientras Mariátegui esclareció, entre tras cosas, lo
que es el frente unido y lo que es un partido (“Un programa de acción común e
inmediato no suprime las diferencias ni los matices de clase y de doctrina”;
“no podemos entender… el Apra como partido, esto es, como una facción orgánica
y doctrinariamente homogénea”; Haya demostró su insolvencia ideológica haciendo
un revoltijo de los conceptos de partido y frente (“El Apra es partido, alianza
y frente”) y levantando una demagógica aplicación de la doctrina socialista a
la realidad americana (“Póngase en la realidad y trate de disciplinarse no con
Europa revolucionaria sino con América revolucionaria”).
De hecho, el debate sobre el partido (así como sobre otras cuestiones)
se repite en el Perú de hoy.
El punto de partida de la polémica con García y, en general, con los liquidadores, son nuestros artículos El nombre del partido y ¿Mariátegui contra Mariátegui?; luego vinieron los artículos Las cinco caídas de Yo El Supremo y El pedestal de cristal, de García, y El desbarre del creídismo y El Juego de manos del creídismo, de nuestra autoría, y, claro está, no pocos artículos más por parte y parte.
En
nuestros primeros artículos, quedaron esclarecidas, entre otras cuestiones, las
siguientes: 1) el
término marxismo-leninismo es legítimo como denominación de la verdad universal
del proletariado; 2) al acordar el marxismo-leninismo como la base de unidad del
PSP, Mariátegui dio cuenta, al mismo tiempo, de su propia filiación; 3) Marx y Engels titularon Manifiesto
del Partido Comunista el manifiesto encargado por la Liga de los Comunistas,
porque entonces el socialismo representaba un movimiento burgués y el comunismo
un movimiento proletario, y, por esto, no vacilaron sobre cuál de las dos
denominaciones procedía elegir y, por esto, posteriormente no se les ocurrió
jamás renunciar
a la denominación de comunista; 4) siguiendo la
línea de los fundadores, Lenin señaló que “la segunda parte
de la denominación de nuestro Partido (socialdemócrata) tampoco
(cursivas mías) es exacta desde el punto de vista científico”, porque la
primera parte, la palabra social, apócope de la palabra socialismo, no es
exacta; 5) Mariátegui sostuvo que, de acuerdo con las condiciones nacionales
concretas de su tiempo, el partido podía llevar el título de Socialista.
Sin embargo, García aduce que “los
ismos están de más en el marxismo” y que “Basta uno solo para abarcar a todos
los maestros universales habidos y por haber” (El partido de Mariátegui); y que el término marxismo-leninismo “sólo
se encuentra dos veces en la obra de JCM” (El
movimiento comunista).
Con esas tretas intenta justificar
su abjuración del marxismo-leninismo y negar la filiación marxista-leninista de
Mariátegui y el PSP.
Endilgándole, pues, a Mariátegui su
“marxismo” a secas, todo lo que hace nuestro liquidador es poner en evidencia su falta de valor para sostener a nombre propio su abjuración del
marxismo-leninismo y del partido de clase.
Por otro lado, García pretende
ignorar las esclarecedoras afirmaciones de los maestros sobre el nombre del
Partido, y, en particular –y tal como se ha visto–, intenta negar la razón de
valor particular que Mariátegui presentó para solventar el nombre de Partido
Socialista.
Desenmascaradas sus falacias sobre
el punto, un tiempo después abandonó su propuesta de un partido socialista a
cambio de un partido minga.
Así, pues, cambiando de parecer de
la noche a la mañana, ahora decía que “Se
requiere de un nombre propio, siguiendo la pauta de Amauta” (negritas en el
original).
Como era lógico, la folclórica
propuesta también fue desenmascarada, particularmente en lo que significaba una
nueva falsificación de la Creación Heroica de Mariátegui.
Así, pues, lo mismo para sustentar
el nombre de socialista como para sustentar el de minga, García encuentra en la
tergiversación de afirmaciones mariateguianas los “argumentos” necesarios para
justificar sus falacias.
Y, como es evidente, de esa forma se
exhibe, sin ruborizarse, como un empedernido manipulador de la literatura
mariateguiana.
Pero además, la propuesta de un
partido minga con el pretexto de que se necesita “un nombre propio”, constituye
un golpe bajo contra el maestro: ¡el nombre de Partido Socialista propuesto por
Mariátegui no fue un nombre propio!; ¡Mariátegui fue un plagiario!
Es de conocimiento común que, en
carta del 14.10.1929 a César Vallejo, Mariátegui señaló que no cejaría “en el
empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas”.
Quienquiera que conozca la
literatura mariateguiana sobre el PSP, comprenderá que ese proyecto de un
partido de masas y de ideas no era otro que el de un partido de clase bajo la forma de partido de masas.
Sin embargo, García pretende que el
proyecto mariateguiano era de un partido con dos niveles orgánicos
doctrinariamente disímiles entre sí, es decir, de un partido pluriclasista.
Esa es otra falsificación de la
Creación Heroica de Mariátegui, y, al mismo tiempo, otro golpe bajo contra el
maestro: ¡Mariátegui no constituyó un partido de clase, sino un
partido-amalgama!
La verdad es la fuerza del
Socialismo Peruano, su única fuerza, su mejor fuerza.
Pero, como se ha visto, García
falsifica a Mariátegui, es decir, funda sus posiciones en el engaño y el
señuelo.
En 2012, si no recuerdo mal, el
grupo liquidacionista, con García a la cabeza, organizó un evento con el
pomposo nombre de “Congreso Político Consultivo del Pueblo Peruano”, al cual,
de los casi treinta millones de peruanos, asistieron escasos veinte miembros
del mencionado grupo.
El Socialismo Peruano se cimenta en
la verdad, pero, como se ve, García y sus repetidores asientan su actividad en
el bluf y la mentira.
Con
honradez que es motivo de orgullo para los marxistas peruanos, Mariátegui señaló
que su “orientación socialista… tiene su punto de arranque en la publicación a
mediados de 1918 de la revista ‘Nuestra Epoca’, influida por la ‘España’ de
Araquistain” (Ideología y política,
p.17; elipsis nuestra); y que “De su viaje [por Europa] data su asimilación al
marxismo” (ibídem, p.16).
Si con la frase “orientación socialista”
Mariátegui hubiese creído haber definido su filiación ideológica, no hubiera
dejado constancia de la circunstancia de su asimilación al marxismo.
Pero lo hizo, y, de este modo, por un
lado dio cuenta del punto de arranque de su orientación socialista, en el sentido general del término, y,
por otro, del punto de arranque de su
socialismo marxista (46).
El socialismo marxista de Mariátegui
tiene su primera expresión literaria en el artículo El cisma del socialismo,
escrito en marzo de 1921, y, por lo tanto, el Centenario de nuestro Socialismo
Marxista, es decir, del Socialismo Peruano, se cumple en ese mismo mes de 1921.
Pero,
con sesgo que es una verdadera deshonra para todos los liquidadores sin
excepción, en la nota titulada Por qué
creación heroica, 12.08.2010, García escamotea absolutamente la estancia de
Mariátegui en Europa, y de este modo oculta la asimilación del maestro al
marxismo, su ruptura con su inicial socialismo a los Araquistain.
Utilizando, pues, a
Mariátegui y a la mencionada revista como coartada, García pretende diluir el
socialismo marxista en el nebuloso mapa del socialismo en general.
La trastienda de esa maniobra es sentar
una base ideológica para su proyecto de un partido-amalgama.
Mariátegui señaló que su prosa no
sería contumelia.
Pero, desenmascarado, herido en su
ego, víctima de la desorbitación, desde el principio de la polémica García se desbordó
en agravios, maniobras, calumnias y otros métodos criollos (48).
En el artículo Primera Vez tragedia, segunda vez farsa, escribimos: “Parafraseando
a Marx, puede decirse, pues, que, si la experiencia de Mariátegui aparece como
tragedia, su formal repetición aparece como farsa”.
Pero, fingiendo no entender nuestra
paráfrasis, García nos acusó de considerar la constitución del PSP “como una tragedia” (énfasis de García).
Pero en el artículo Ramón García o la manipulación desenmascaramos la infamia, de forma
tal que nuestro liquidador no tuvo más remedio que esconder la cabeza bajo el
ala.
En el artículo Acerca de la propuesta de un partido minga, escribimos: “Es una
verdad indesmentible que, ya en la segunda mitad de los años 70, Ramón García
empezó a negar aspectos fundamentales de la lucha contra el revisionismo
contemporáneo y, con aparente inocencia, empezó también a tergiversar a
Mariátegui”.
Y, experto
en desenfocar las cuestiones en debate, García pretendió que era una tontería
hablar de una verdad indesmentible, pues, dijo, toda verdad es indesmentible.
La palabra indesmentible aparece en
la frase citada cumpliendo el papel de epíteto que enfatiza, precisamente, la
condición indesmentible de la verdad señalada en la cita.
Esa forma de enfatizar un concepto
es un recurso legítimo que se encuentra varias veces en la literatura
mariateguiana.
Por ejemplo, en los Acuerdos de La Reunión de Barranco, el
maestro escribió: “La organización de los obreros y campesinos con carácter
netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra
propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la
burguesía nacional” (Martínez, Apuntes,
t.II, p.397).
Imperialismo extranjero ¿pero, acaso, en
el Perú, todo imperialismo no es extranjero? Es obvio que en esa frase la
palabra extranjero aparece como epíteto que enfatiza la opresión extranjera que
significa la presencia del imperialismo en nuestro país.
Así, pues,
apuntando contra nosotros, García disparó contra Mariátegui: ¡Mariátegui
escribía tonterías!
Manipulando versos y letrillas,
García ha pretendido atribuir a odio nuestra crítica a sus posiciones
liquidacionistas.
Como se sabe, el odio es un
sentimiento obnubilador, de tal forma que de la persona que odia no puede
esperarse ninguna actitud positiva respecto de la persona odiada.
Pues bien, en los dos números de la
revista Crítica publicamos algunos
artículos de García; en nuestro libro El
pez fuera del agua, lo citamos, si no recordamos mal, un par de veces; en
el artículo El nombre del partido,
expresamos nuestra coincidencia con una afirmación suya.
Cualquier persona puede darse
cuenta, pues, que los hechos mencionados desmienten categóricamente el infundio
de García.
Pero precisemos: la razón de nuestra
actitud crítica frente a las posiciones de nuestro liquidador, es el deber de
defender la verdad del marxismo-leninismo, la verdad histórica de Mariátegui y
el PSP, la verdad del partido de clase, así como el deber de desenmascarar los
métodos criollos, el egotismo burgués, el servilismo feudal, etcétera.
Es un hecho que, cuando alguien
atribuye a odio una crítica que tiene, como en nuestro caso, una justificada
motivación, es porque esa persona es víctima de una absoluta falta de
argumentos, de una completa impotencia teórica, de un deplorable temperamento
criollo.
Ese es el caso de García,
precisamente.
En la investigación, en el debate de
ideas, nuestra divisa es reconocer la verdad venga de donde venga, pero, al
mismo tiempo, desenmascarar la falsedad, también venga donde venga.
García, experto manipulador de citas,
proverbios, versos y demás, regularmente manipula este verso de César Vallejo:
“Hay, hermanos, muchísimo que hacer”.
Conociendo sus posiciones, dicha manipulación
quiere decir en buen romance: hay,
hermanos, que abjurar del marxismo-leninismo; hay que falsificar la verdad histórica de Mariátegui y el PSP; hay que negar el partido de clase; hay que utilizar los métodos criollos; hay que prosternarse ante mi condición
de “Yo el Supremo”.
Desenmascarado desde el principio de
la polémica, García manipuló una cita de Marx, y, así, calificó de “murmullos”
las justas y oportunas críticas a sus posiciones, al mismo tiempo que seguía su
camino revisionista, pero, el análisis detallado de este hecho lo haremos más
adelante.
La falsificación, el engaño, el
señuelo, el bluf, la mentira, el insulto, la calumnia, son los términos de grosera y
ramplona demagogia criolla como García y demás liquidadores se han dirigido y continúan
dirigiéndose al movimiento.
Como es obvio, aquí podríamos
analizar muchos métodos antimarxistas más utilizados frecuentemente por los
miembros del grupo liquidacionista, pero los analizados bastan para que los
activistas capaces y honrados de la izquierda peruana estén precavidos contra
las trampas que aquellos suelen sembrar en sus artículos.
En conclusión: García sigue el
estilo polémico de Haya y se opone al estilo polémico de Mariátegui; tiende emboscadas a organizaciones y activistas del
movimiento con el propósito de sumarlos a su proyecto de un partido-amalgama;
mantiene una actitud equívoca –que no es lo mismo que equivocación- ante el
marxismo-leninismo, la filiación ideológica de Mariátegui, la verdad histórica
del PSP, etcétera.
Notas
[46] Para abundar sobre el tema: en 7 Ensayos, Mariátegui señaló que “En
ambos números [de Nuestra Epoca], se esboza una tendencia fuertemente
influenciada por España, la revista
de Araquistain” (p. 254, nota al pie; negritas en el original), escritor ligado
al Partido Socialista Español, partido miembro de la Segunda Internacional.
[47] Para mayor detalle sobre el tema, véanse nuestros
artículos Notas sobre la creación heroica
de Mariátegui; Notas sobe la creación
heroica de Mariátegui II; y, El
desmonte de una conspiración contra Mariátegui y el PSP.
[48] Véase los artículos Las cinco caídas de Yo el Supremo
y El pedestal de cristal, pero
también la montaña de insultos, tretas, falacias, calumnias, en fin, de métodos
criollos que se gastó nuestro liquidador travestido de Eusebio Leyva.
Material
Adjunto
Nota:
Publicamos dos artículos que demuestran que, mientras
nuestro compañero Eduardo Ibarra puso argumentos desde el principio de la
polémica (ver sus artículos El nombre del
partido y ¿Mariátegui contra
Mariátegui?), García se desbordó en insultos, maniobras, calumnias y
egotismo burgués (véanse sus artículos Las
cinco caídas de yo el supremo y
El pedestal de cristal). No respondió García los distintos aspectos de la
crítica de nuestro compañero, sino que argumentó ad hominen, y de esta forma intentó desenfocar los problemas en
debate, treta ésta a la que recurre usualmente cuando ve que no tiene forma de
defender sus posiciones oportunistas. Prueba ello el hecho de que al cambiar la
propuesta de un partido socialista por un partido minga, no fue capaz de
reconocer su error, error que, sin embargo, estaba en el fondo del cambio de
propuesta; y lo prueba también que, desenmascarada su propuesta de un partido
minga, no tuvo tampoco la honradez de reconocer su nuevo error, el cual, no
obstante, estaba igualmente en el fondo de su vuelta a la propuesta de un
partido socialista, es decir, en la vuelta a su primer error, que, en realidad,
es una negación de las tesis de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre del
Partido, y, en particular, una negación de las razones dadas por Mariátegui
para fundar el partido del proletariado peruano con el nombre de Partido
Socialista. Pero en el grupo liquidacionista se dan la mano egotismo burgués y
servilismo feudal, y, de esta forma, dicho grupo sigue su camino revisionista
(el liquidacionismo es una forma específica de revisionismo).
01.07.2016
COMITÉ DE
RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
El Nombre
del Partido
E. I.
I
EN SU FAMOSO EDITORIAL Aniversario y balance, José Carlos Mariátegui afirmó con toda
claridad: “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo
ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos
donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en
su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza.
La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes
y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan
desaparecido” (1). Esto fue escrito en setiembre de 1928. El 7 de octubre del
mismo año, el maestro fundaba el Partido Socialista del Perú y, en
consecuencia, es claro que este nombre tiene su explicación en la citada
afirmación.
II
En su tiempo, Marx y Engels evitaron el término
socialista para denominar al Partido, pues este término era utilizado por
algunas tendencias burguesas, pequeño burguesas y hasta feudales que, por este
solo hecho, lo habían desacreditado. Por eso optaron por el término comunismo,
y, así, titularon Manifiesto del Partido
Comunista al programa doctrinario que la Liga de los Comunistas les había
encomendado, y en el cual, como se sabe, criticaron el socialismo feudal, el
socialismo pequeño burgués, el socialismo alemán o socialismo “verdadero”, el
socialismo burgués y el comunismo crítico-utópico.
Aparentemente, razones de
demarcación política obligaron a los fundadores a renunciar a la utilización
del término socialista como nombre del Partido.
Federico Engels escribió: “en 1887,
el socialismo continental era casi exclusivamente la teoría formulada en el
Manifiesto. Y así, la historia del Manifiesto refleja hasta cierto punto la
historia del movimiento obrero moderno desde 1848. Actualmente es, sin duda, la
obra más difundida, la más internacional de toda la literatura socialista, el
programa común de muchos millones de obreros de todos los países, desde Siberia
hasta California”. “Y, sin embargo, cuando apareció no pudimos titularle
Manifiesto Socialista. En 1847, se
comprendía con el nombre de socialista a dos categorías de personas. De un
lado, los partidarios de diferentes sistemas utópicos, particularmente los
owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, que no eran ya sino
simples sectas en proceso de extinción paulatina. De otra parte, toda suerte de
curanderos sociales que aspiraban a suprimir, con sus variadas panaceas y
emplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar en lo más mínimo al
capital ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se hallaban fuera del
movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien en las clases ‘instruidas’. En
cambio, la parte de los obreros que, convencida de la insuficiencia de las
revoluciones meramente políticas, exigía una transformación radical de la
sociedad, se llamaba entonces comunista.
Era un comunismo apenas elaborado, sólo instintivo, a veces un poco tosco; pero
fue asaz pujante para crear dos sistemas de comunismo utópico: en Francia, el
‘icario’, de Cabet, y en Alemania, el de Weitling. El socialismo representaba
en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un movimiento obrero. El
socialismo era, al menos en el continente, muy respetable; el comunismo era
precisamente lo contrario. Y como nosotros ya en aquel tiempo sosteníamos muy
decididamente el criterio de que la ‘emancipación de la clase obrera debe ser
obra de la clase obrera misma’, no pudimos vacilar un instante sobre cuál de
las dos denominaciones procedía elegir. Y
posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella” (2).
El hecho, pues, de que, por una
parte, el socialismo fuera “un movimiento burgués” y el comunismo “un
movimiento obrero” y, por otra, de que Marx y Engels sostuvieran “el criterio
de que ‘la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera
misma’”, determinó que el Manifiesto apareciese con el título de Manifiesto del Partido Comunista.
Pero, entonces, quiere decir que las razones que llevaron a los fundadores a
elegir la denominación de Partido Comunista no fueron político contingentes
sino de principio. Por eso, se comprende que Engels señalara: “posteriormente
no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella”.
Marx habló de “la primera fase de la
sociedad comunista” y de “la fase superior de la sociedad comunista” (3). Pero
después el término socialismo se consagró como denominación de la primera fase
de la sociedad futura y, así, el término comunismo vio reducido su referente a
la segunda fase.
A propósito de ello, Lenin hizo el
siguiente comentario: “… la diferencia científica entre el socialismo y el
comunismo es clara. A lo que se acostumbra a denominar socialismo, Marx lo
llama la ‘primera’ fase o la fase inferior de la sociedad comunista. En tanto
los medios de producción se convierten en propiedad común, puede emplearse la palabra ‘comunismo’, siempre y cuando que
no se pierda de vista que éste no es
el comunismo completo” (4).
La transformación de los medios de
producción en propiedad común,
justifica, pues, la terminología de Marx, quien, precisamente, fundamentó
científicamente la diferencia entre la primera y la segunda fase de la sociedad
comunista. Esta diferencia científica
determina la diferencia científica
entre los términos comunista y socialista como nombres del partido y, en
general, la diferencia entre el primero de estos términos y todos los otros que
han servido o pueden servir circunstancialmente como nombres del partido
proletario.
Lenin planteó: “La humanidad sólo
puede pasar del capitalismo directamente al socialismo, es decir a la propiedad
común de los medios de producción y a la distribución de los productos según el
trabajo de cada cual. Nuestro Partido va más allá: afirma que el socialismo
deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo, en cuya
bandera campea este lema: ‘De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según
sus necesidades’” (5). Por eso afirmó: “Debemos llamarnos Partido Comunista,
como se llamaban Marx y Engels” (6).
Como se ve, entre las aserciones de
Engels y de Lenin sobre el nombre del partido proletario, existe una evidente
comunidad de ideas y un indiscutible hilo conductor: el nombre científicamente
exacto del partido se deriva del contenido fundamental del marxismo: la misión
histórica del proletariado, y no de
ninguna otra cosa. Es decir el nombre de Partido Comunista es el nombre
científicamente exacto, porque expresa nuestra adhesión al Programa Máximo del
proletariado revolucionario: la realización del comunismo.
Puede decirse, entonces, que el
concepto de comunismo supone, antecede, abarca el concepto de socialismo. Por tanto, somos socialistas
porque somos comunistas, porque vamos más allá de la distribución de los
productos según el trabajo de cada cual, porque luchamos por realizar el gran
lema “de cada cual, según su capacidad; a cada cual según su necesidad”.
Lenin recordó: “En el prólogo a la
edición de sus artículos de la década de 1870 sobre diversos temas,
predominantemente de carácter ‘internacional’ (Internationales aus dem
Volksstaat), prólogo fechado el 3 de enero de 1894, es decir, escrito año y
medio antes de morir Engels, éste escribía que en todos los artículos se emplea
la palabra ‘comunista’ y no la de
‘socialdemócrata’, pues por aquél entonces socialdemócratas se llamaban los
proudhonistas en Francia y los lassalleanos en Alemania” (7).
Y citó este aserto del cofundador
del marxismo: “Para Marx y para mí era, por tanto, sencillamente imposible
emplear, para denominar nuestro punto de vista especial, una expresión tan
elástica. En la actualidad, la cosa se presenta de otro modo, y esta palabra
(‘socialdemócrata’) puede, tal vez, pasar (mag
pacieren), aunque sigue siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa económico no es un simple
programa socialista en general, sino un programa directamente comunista, y cuya
meta política final es la superación total del Estado y, por consiguiente,
también de la democracia. Pero los nombres de los verdaderos partidos políticos
nunca son absolutamente adecuados; el partido se desarrolla y el nombre queda”
(8).
En la última década del siglo XIX,
el término socialdemócrata, inadecuado como nombre del Partido, podía, en
efecto, “tal vez, pasar”. Por eso, como señaló Lenin, “… Marx y Engels se
resignaron a admitir conscientemente el término inexacto y oportunista de
‘socialdemocracia’. Porque entonces,
después de derrotada la Comuna de París, la historia había puesto al orden del
día una labor lenta de organización y educación. No cabía otra. Los anarquistas
no sólo no tenían ninguna razón teóricamente (y siguen sin tenerla), sino
tampoco desde el punto de vista económico y político. Apreciaban erróneamente
el momento, sin comprender la situación internacional: el obrero inglés
corrompido por las ganancias imperialistas, la Comuna de París aplastada, el
movimiento nacional-burgués que acababa de triunfar (1871) en Alemania, la
Rusia semifeudal sumida en un letargo secular…”. “Marx y Engels tuvieron en
cuenta certeramente el momento, comprendieron la situación internacional y las
tareas de la aproximación lenta hacia
el comienzo de la revolución social” (9).
Lenin señaló que “El nombre de
‘socialdemocracia’ es científicamente inexacto, como demostró Marx
reiteradas veces, en Crítica del programa
de Gotha en 1875, y como repitió Engels, en un lenguaje más popular, en 1894” , y señaló, además, que
“la segunda parte de la denominación de nuestro Partido (socialdemócrata) tampoco es exacta desde el punto
de vista científico. La democracia es una de las formas del Estado, y nosotros,
los marxistas, somos enemigos de todo
Estado” (10).
Pues bien, ¿por qué Lenin subrayó
que la segunda parte de la denominación, la palabra demócrata, tampoco es exacta? Evidentemente, porque
la primera parte, la palabra social (apócope de la palabra socialismo) no es exacta. El nombre científicamente
exacto del partido proletario es el de Comunista. Pero si la palabra socialista
no es científicamente exacta como nombre del Partido, la palabra democracia, a
más de inexacta, después de la revolución burguesa de febrero de 1917 se
convirtió en una anteojera para el pueblo revolucionario. Esta era y sigue
siendo la diferencia entre las dos palabras que componían entonces el nombre
del partido de Lenin.
Como se ve, Marx y Engels, primero,
y Lenin después, hubieron de admitir temporalmente otros nombres que impusieron
determinadas condiciones concretas. Esto significa que, dadas ciertas
circunstancias, lo político contingente se impone sobre lo principista, y, como
es lógico, de esta manera se abre una contradicción entre el contenido del
partido y su nombre, contradicción más o menos flagrante según sea el caso.
Sin embargo, como señaló Lenin, “…
la cuestión del nombre del Partido es incomparablemente menos importante que la
cuestión de la posición del proletariado con respecto al Estado…” (11), y, en
consecuencia, en determinadas circunstancias pueden admitirse nombres
científicamente inexactos, a condición
de que “… el Partido no desconozca la inexactitud científica de su nombre y que
éste no le impida desarrollarse en la dirección certera” (12). Pero esto no
quiere decir que el nombre del partido no tenga ninguna importancia. En
realidad, tiene una gran importancia.
Lenin escribió: “No hay más salida que la revolución del
proletariado”. “Y en un momento así, en que esta revolución comienza, en que da
sus primeros pasos… la mayoría… de los líderes ‘socialdemócratas’, de los
parlamentarios ‘socialdemócratas’, de los periódicos ‘socialdemócratas’ –y son
precisamente estos los órganos
creados para influir sobre las masas–, traiciona al socialismo, vende al socialismo y deserta al campo de ‘su’ burguesía nacional”.
“Esos líderes han confundido a las masas, las han desorientado y engañado”. “¡Y
se pretende que nosotros fomentemos ahora ese engaño, que lo facilitemos,
aferrándonos a esa vieja y caduca denominación, tan podrida ya como la II
Internacional!”. Y finalizó: “Pero nosotros queremos transformar el mundo”. “Y
tenemos miedo de nosotros mismos. No nos decidimos a quitarnos la camisa sucia
a que estamos ‘habituados’ y a la que hemos tomado ‘apego’”. “Mas ha llegado la
hora de quitarse la camisa sucia, ha llegado la hora de ponerse ropa limpia”
(13).
Es decir Lenin desahució el término
compuesto socialdemócrata (las palabras socialismo y democracia) y propuso el
nombre de Partido Comunista, pero, no obstante esto, siguió utilizando el
término socialismo, aunque únicamente para
designar la teoría marxista, el movimiento marxista, la revolución del proletariado y la primera fase de la sociedad comunista.
Parece, pues, un contrasentido que
al comunismo científico se le conozca también con el nombre de socialismo
científico, y al término socialismo no se le reconozca como nombre
científicamente exacto del partido proletario. Pero la cuestión se plantea en
realidad de otro modo: por expresar la meta del proletariado revolucionario, el
término comunismo es el nombre científicamente exacto de la teoría
marxista.
Después de la primera guerra mundial
la degeneración de los partidos de la Segunda Internacional determinó que los
partidos revolucionarios del proletariado adoptaran por lo general el nombre de
Comunista. Inclusive el punto 18 de las Condiciones
de ingreso en la Internacional Comunista, estableció que “… todos
los partidos que deseen ingresar en la Internacional Comunista deben cambiar su
título. Cada uno de los partidos que desee entrar en la Internacional Comunista
debe llevar este título: Partido Comunista de tal país (Sección de la III
Internacional Comunista). La cuestión del título no es sólo formal, sino una
cuestión de gran importancia política. La Internacional Comunista ha declarado
una lucha decidida a todo el mundo burgués y a todos los partidos
socialdemócratas amarillos. Es necesario que para cada trabajador de filas sea
totalmente clara la diferencia entre los partidos comunistas y los viejos
partidos oficiales ‘socialdemócratas’ o ‘socialistas’, que han traicionado la
bandera de la clase obrera” (14).
Desechado definitivamente el nombre
de socialdemócrata, a partir de la Tercera Internacional los partidos
proletarios utilizaron, pues, el nombre de Partido Comunista, pero en algunos
casos también los de Partido Socialista, Partido del Trabajo y Partido de los
Trabajadores.
Circunstancias muy concretas
determinaron que algunos partidos adoptaran otros nombres distintos al de
Comunista. El partido del proletariado albanés, por ejemplo, originalmente
llamado Partido Comunista de Albania, cambió este nombre por el de Partido del
Trabajo de Albania en noviembre de 1948 en oportunidad de su I Congreso. “Esta
modificación estaba relacionada con el contenido social de la población del
país y del Partido y no alteraba en nada el carácter ni los objetivos de éste.
Los campesinos constituían en Albania la mayoría, un 80 por ciento de la
población. Esto se reflejaba igualmente en el Partido, cuya inmensa mayoría de
militantes eran trabajadores del campo” (15).
Por su parte, el Partido Comunista
de Viet Nam adoptó el nombre de Partido Comunista de Indochina en octubre de
1930 y, en oportunidad de su II Congreso en febrero de 1951, volvió a cambiar
su nombre por el de Partido de los Trabajadores de Viet Nam: “Se decidió dejar
actuar públicamente al partido con el nombre de Partido de los Trabajadores de
Viet Nam” (16).
Como se ve, en el primer caso la
razón fue la composición social de la población y del propio partido, y en el
segundo la necesidad de actuar públicamente. Pero ocurre que, el Partido
Comunista de China, por ejemplo, no cambió de nombre, no obstante actuar en un
país donde el ochenta por ciento de la población era campesina y, como
resultado de esto, un porcentaje más o menos igual de su militancia tenía el
mismo origen social.
Estos hechos merecen, pues, un
cuidadoso análisis.
III
En el Perú de las primeras décadas del siglo pasado, el
término socialista aparecía apropiado para darle nombre al Partido, no por razones de principio sino por razones político contingentes.
¿Cuáles fueron estas razones? Tres
muy concretas:
1) la incipiente conciencia política
de la clase obrera. Con esto tiene que ver esta declaración de Mariátegui de
1927: “Extraviarse en estériles debates principistas, en un proletariado donde
tan débil arraigo tienen todavía los principios, no serviría sino para desorganizar
a los obreros cuando de lo que se trata es, justamente, de organizarlos” (17);
2) Mariátegui pensaba en un partido con
estatus legal. En octubre de 1928 escribió: “La libertad del Partido para
actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías
que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su
prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por
el acto mismo de fundación pública de esta agrupación”. (18); y,
3) el socialismo apenas comenzaba
aquí su proceso histórico y, por tanto, conservaba su antigua grandeza.
El planteamiento mariateguiano era,
pues, correcto. Pero Mariátegui murió en abril de 1930, la reunión del Comité
Central del 20 de mayo del mismo año cambió el nombre del partido y hasta su
rumbo político y, poco después, la facción reformista de Castillo usufructuó el
nombre de Partido Socialista.
En un comentario sobre cierta
opinión vertida por el médico español Gregorio Marañón, José Carlos Mariátegui sostuvo: “En el hombre
de ciencia y de cátedra, de espíritu liberal y humanista, que concede sin
reservas al partido socialista de su patria, con un certificado de salud, un
testimonio de simpatía y confianza, y que predica como un ideal de su tiempo la
eugenesia, la palabra comunismo puede suscitar supersticiosas aprensiones,
aunque la práctica del único Estado comunista del mundo -la URSS- le enseñe que
no existe entre los dos términos más conflicto que el originado por el cisma
entre reformistas y revolucionarios, y por la necesidad práctica eventual de
distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos” (19).
Esto escribió Mariátegui un año y
tres meses después de haber fundado el Partido Socialista y, como se ve, sigue
la lógica de aquella otra afirmación suya en Aniversario y balance, transcrita en el primer párrafo del presente
escrito. Por lo tanto, si, según señaló, entre los términos socialismo y
comunismo no existe más conflicto que el
originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios, entonces se
entiende que, al titular Socialista a su partido, estaba expresando su
condición de Comunista.
La necesidad, pues, de distinguir
entre reformistas y revolucionarios, determinó que el rótulo de socialismo
terminara designando a los primeros y el rótulo de comunismo a los segundos.
Pero ¿por qué fue así precisamente, y no al revés? Porque el término comunismo
designa el Programa Máximo del proletariado revolucionario y, en consecuencia,
es algo más que un rótulo: es el nombre
científicamente exacto del Partido, o sea, el nombre que
designa con toda exactitud la meta de realizar el gran lema “de cada cual,
según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades”.
La burguesía -pequeña, mediana o
grande- puede aceptar y acepta de hecho, en las condiciones del régimen
capitalista, la propiedad social bajo
la forma de comunidad campesina, cooperativa y empresa estatal, pero de ninguna
manera la propiedad común de los
medios de producción y, por esto, algunas tendencias del reformismo se bautizan
socialistas, pero no comunistas. Y por eso, hoy por hoy, hay socialismo
burgués, pero no comunismo burgués.
De hecho (y a pesar de lo afirmado
arriba sobre el nombre científicamente exacto de la teoría marxista), en el
habla cotidiana lo mismo da decir, por ejemplo, socialismo científico que
comunismo científico, pero, en cambio, no da lo mismo decir movimiento
socialista que movimiento comunista, pues en el mundo actual, donde hasta
Internacional Socialista tenemos, el primer término sirve para designar el
movimiento reformista y el segundo para designar el movimiento revolucionario.
Por eso decimos movimiento comunista (internacional o nacional) y no movimiento
socialista (internacional o nacional).
En el marco del actual conflicto
entre reformistas y revolucionarios, los términos socialismo y comunismo no son
intercambiables, pero en las circunstancias históricas particulares como las
del Perú de las primeras décadas del siglo pasado, el primero de dichos
términos se presentaba adecuado como nombre del Partido, pues el proceso
histórico del socialismo apenas comenzaba. En cambio, con respecto a la teoría
marxista y a la revolución proletaria, los mencionados términos son
intercambiables.
Desde luego, el término socialismo
podrá recuperar su vieja grandeza, mañana,
cuando las necesidades de demarcación política hayan desaparecido. Pero la
desaparición de estas necesidades sólo será posible en el comunismo, es decir,
cuando la lucha contra el oportunismo haya concluido. El mañana al que se
refirió Mariátegui es, pues, el mañana comunista, y en modo alguno el presente.
En su primera conferencia en la
UPGP, junio 1923, Mariátegui afirmó: “Una parte del socialismo se ha afirmado
en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido
una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del
socialismo es la que, para diferenciarse
netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo”. “Aquí, como en Europa, los proletarios
tienen, pues, que dividirse… en
colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”.
“Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período
revolucionario. Y estoy convencido del
próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de todas las tesis reformistas, de todas las
tesis evolucionistas” (20).
Con estas tajantes afirmaciones,
Mariátegui tomó posición con respecto al nombre del Partido y al Estado. Pero
tomar posición sobre estas cuestiones en el plano general, no es todavía tomar
posición sobre las mismas en el plano nacional. Por eso puede decirse que la
posición de Mariátegui sobre el nombre del Partido se tradujo –esta es la
palabra precisa– en la siguiente afirmación que aparece nada menos que en el Acta de Constitución del Partido: “De
acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a
la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y
campesinas organizadas” (21).
Condiciones concretas, pues, y, además, actuales,
lo que significa que fueron las condiciones peruanas de los años veinte del
siglo pasado las que llevaron a Mariátegui a la convicción de la pertinencia
del nombre de Partido Socialista; y su posición respecto al Estado peruano se
expresó en todas las líneas y entrelíneas de sus escritos sobre la realidad
peruana.
Por lo tanto, Mariátegui no negó el
nombre científicamente exacto del partido proletario ni su pertinencia en otros
países, e, incluso, no negó tampoco que, un cambio en la situación nacional,
podía, tal vez, favorecer otro nombre del Partido. Así, pues, concretamente, la posición del partido
de Mariátegui con respecto al Estado no estaba en serio conflicto con su
nombre, pues entonces el socialismo recién comenzaba aquí su proceso histórico
y, en consecuencia, conservaba su antiguo prestigio. Este es un caso ejemplar
en que Mariátegui mostró su dominio de la dialéctica.
IV
En un conjunto de cuatro artículos publicados bajo el
título común de Por qué socialista,
Ramón García presenta algunos argumentos para solventar su propuesta de
“reivindicar el Partido Socialista”. Examinemos, pues, estos argumentos.
Pero antes una cuestión
especialmente importante. En el artículo El
movimiento comunista, García escribe que “Fallecido JCM, el nuevo S.G.
Eudocio Ravines envió el 09.05.30 una carta a Luciano Castillo y otros
disidentes, firmada a nombre del Partido Socialista. Sólo el 20.05.30 se
adoptaría el nombre de Partido Comunista. Es decir, JCM nada tuvo que ver con
el cambio de nombre del Partido Socialista”.
Compartimos esta apreciación, cuya
verdad histórica se sostiene en toda la lucha interna desde octubre de 1928
hasta mayo de 1930.
Pues bien, Mariátegui escribió: “El
capitalismo ha dejado de coincidir con el progreso” (22). Y en otra parte sostuvo: “Capitalismo o Socialismo.
Este es el problema de nuestra época” (23).
Y García cita estas afirmaciones, y
comenta: “Ésta es precisamente la base para
sostener el nombre de Partido Socialista” (24). Incluso insiste: “si el
socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista”
(25).
Pero ocurre que, como hemos visto,
el argumento de Mariátegui para sostener el nombre de Partido Socialista es uno
y único (y suficiente): “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista
del socialismo ha impuesto, después de la guerra designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha
producido, porque el socialismo
aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva
intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las
necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen
prácticas y métodos, hayan desaparecido” (26).
El porqué de Mariátegui es, pues,
distinto al porqué de García.
Mariátegui tuvo la prudencia de
sostener el nombre de Partido Socialista en un justo argumento político
contingente, que precisó con estas palabras que repetimos: “De acuerdo con las
condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución
de un partido socialista…”.
En cambio García, en su afán de
parecer sólido, comete la imprudencia de “interpretar” ciertas afirmaciones de
Mariátegui en un sentido que no tienen en realidad y, por este camino, llega a
una conclusión general, válida para todos los países, independiente de toda
situación particular: “[el problema de nuestra época es] la base para sostener
el nombre de Partido Socialista”; “si el socialismo es el llamado a reemplazar
el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido
Socialista”.
De ese modo García tergiversa el
pensamiento de Mariátegui en punto a las
razones del nombre fundacional del PSP y, por esta vía, niega la tesis de Marx,
Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del Partido. Se entiende,
pues, por qué en sus cuatro artículos y en la introducción a los mismos elude
tomar posición explícita sobre esta cuestión (27).
En consecuencia, no sorprende que,
tratando de sustentar su interpretación de ciertas afirmaciones de Mariátegui,
llegue a decir que “Sólo cinco de los catorce partidos en el Poder llevan el
nombre de Partido Comunista”, y que esta “realidad internacional le da la razón
a Mariátegui” (28). Esto fue escrito en 1988.
¿Es cierto eso? No, no es cierto,
pues, como ha quedado claro, Mariátegui no propuso el nombre de Partido
Socialista sino para el Perú de su tiempo y, a lo sumo, para aquellos otros
países donde el proceso histórico del socialismo igualmente comenzaba, lo que,
sin duda, no era el caso de los países europeos precisamente.
Por lo demás, hay un otro aspecto
del problema en el cual García no ha reparado. La afirmación mariateguiana de
que el problema de nuestra época es capitalismo o socialismo es completamente correcta.
Pero también sería correcto afirmar que este problema es capitalismo o
comunismo, pues el socialismo no es sino la primera fase de la sociedad
comunista. Por tanto, esta formulación del mencionado problema es tan legítima
como la de Mariátegui y, por vía de consecuencia, también el nombre de Partido
Comunista sería tan legítimo como el de Partido Socialista. Sin embargo,
hablando exactamente, la cosa no va por ahí: como ha quedado sentado, el nombre
científicamente exacto del Partido se deriva del contenido fundamental del
marxismo, de la misión histórica del proletariado, de la meta de realizar el
comunismo, y los otros nombres científicamente no exactos se derivan de circunstancias particulares que no
aconsejan el nombre de Partido Comunista.
En la Presentación de “Amauta”,
Mariátegui escribió: “No se mire en este caso a la acepción estricta de la
palabra. El título no traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja sino
nuestro homenaje al Incaismo. Pero específicamente la palabra ‘Amauta’ adquiere
con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez” (29).
Y García comenta: “Igual hizo con la
palabra socialista. La creó otra vez” (30).
Pero ocurre que Mariátegui planteó
claramente que a la palabra amauta la iban a crear otra vez, porque con la revista a la que daba
nombre adquiría “una nueva acepción”. Y agregó el maestro: “El objeto de esta
revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde
puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos siempre al Perú
dentro del panorama del mundo. Estudiaremos todos los grandes movimientos de
renovación políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos. Todo lo
humano es nuestro. Esta revista vinculará a los hombres nuevos del Perú, primero
con los de otros pueblos de América, enseguida con los de los otros pueblos del
mundo” (31).
Esta es la nueva acepción que
adquirió la palabra amauta al ser incorporada a un proyecto socialista.
En consecuencia, la afirmación de
Mariátegui de que “la palabra ‘Amauta’ adquiere con esta revista una nueva
acepción. La vamos a crear otra vez”, tuvo verdadero sentido y se justificó
plenamente.
Pero, con la palabra socialismo, no
ocurrió lo mismo. Esta palabra fue utilizada por primera vez en un libro del
socialista utópico francés Pedro Leroux, publicado en el año 1833, o sea en el
marco de la tradición del socialismo utópico, es decir, del socialismo no proletario y, al ser transformado
este socialismo en socialismo científico, cobró, como es lógico, una nueva
acepción y, de este modo, para decirlo con Mariátegui, fue creada otra vez.
Desde entonces la palabra socialismo pertenece al lexicón marxista con un
determinado significado, y esto quiere decir que, al dar nombre al partido del
proletariado peruano, dicha palabra no adquirió ninguna nueva acepción y, por
consiguiente, no fue creada otra vez. Lo que ocurrió entonces fue algo mucho
más simple: desacreditada en Europa por designar la degeneración reformista, en
el Perú de Mariátegui aparecía todavía como adecuada para denominar al Partido,
pues el socialismo apenas comenzaba aquí su proceso histórico y, por lo tanto,
su grandeza (es decir su vieja acepción adquirida al ser incorporada al lexicón
marxista) se conservaba intacta. El propio Mariátegui sostuvo esto
expresamente. Por eso la frase de García, “Lo mismo hizo con la palabra
socialista. La creó otra vez”, no tiene ningún asidero.
Después de escribir que el nombre de
Partido Socialista obedeció a una cuestión de táctica (32), García muestra
ahora una evidente aprensión con respecto a esta palabra. En la introducción a
sus cuatro artículos, pregunta: ‘¿Es cierto que fue por táctica?’. Y hace esta
pregunta porque, como se ha visto, él cree que el nombre de Partido Socialista
no obedeció a una situación concreta particular. Pero, como se ha visto
también, el argumento uno y único de Mariátegui (“En los pueblos donde ese
fenómeno no se ha producido…”) y su incontrovertible precisión (‘De acuerdo con
las condiciones concretas actuales del Perú…’), demuestran que su decisión de
denominar Socialista al Partido obedeció a una situación concreta particular,
es decir, que fue una decisión táctica. Y, naturalmente, no hay por qué temerle
a la palabra por el solo hecho de que conocidos oportunistas la hayan utilizado
en medio de argumentos que pretenden que el nombre fundacional del Partido fue
un error. Por supuesto, no fue un error, tal como lo hemos sostenido arriba, es
decir, la decisión de Mariátegui no fue una táctica errónea sino una táctica
correcta. Pero considerar que el nombre de Partido Socialista, acordado en
setiembre de 1928, se desprende del problema de nuestra época y, por lo tanto,
del hecho de que el socialismo sucede al capitalismo, son lucubraciones de
García, y con ellas nada tiene que ver Mariátegui.
Mariátegui escribió: “El Perú es un
país de rótulos y de etiquetas. Hagamos al fin alguna cosa con contenido”. “El
título preocupará posiblemente a algunos. Esto se deberá a la importancia
excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo” (33).
Precisamente con su idea de
“reivindicar el Partido Socialista” en unas circunstancias históricas
marcadamente distintas a las que justificaron este nombre en los años veinte
del siglo pasado, García se ha revelado prisionero de la importancia excesiva,
fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo. De este modo ha seguido lo que
fue contingente y no lo que es
sustancial en Mariátegui: su método
Los hechos anotados hasta aquí son
la base para impugnar los argumentos presentados por García en su propósito de
justificar en el Perú actual el nombre de partido socialista.
Después de citar de Aniversario y Balance que la palabra
socialismo guardará su grandeza “mañana, cuando las necesidades contingentes y
convencionales de demarcación, que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan
desaparecido”, García exclama: “¡Palabras proféticas!” (34).
¿Proféticas? ¿Por qué proféticas?
¿Qué hechos actuales son la realización de las palabras de Mariátegui para que
García hable de “palabras proféticas”? Ciertamente, aquellas palabras
mariateguianas, escritas en setiembre de 1928, fueron el anuncio público,
alusivo, del nombre que ese mismo mes la Reunión de La Herradura le daba al
Partido, y, por lo tanto, en modo alguno pueden ser tomadas como proféticas.
En consecuencia, la exclamación de
García tiene un otro sentido. De hecho, revela su creencia de que el mañana del
que habló Mariátegui es el Perú actual (y hasta el mundo actual), es decir que,
para él, han desaparecido las necesidades de demarcación entre reformistas y
revolucionarios, y, por consiguiente, no es necesario distinguir concepciones y
métodos con dos títulos distintos. Pero esto es falso de toda falsedad, como lo
sabe todo marxista. Tanto como ayer, las necesidades de demarcación con
respecto al oportunismo están vigentes en el mundo entero, y lo estarán
mientras haya lucha de clases, y habrá lucha de clases durante toda la época
del imperialismo y de la revolución proletaria.
Por otro lado, García afirma que,
“Respecto al Partido, ahora se acepta diversidad de nombres”. Pero ¿de qué
partido habla? Preguntamos, porque, cuando Lenin se planteó el problema de
“cómo debe denominarse nuestro Partido”, se refirió a un partido marxista y no a un partido oportunista cualquiera.
Y cuando Mariátegui afrontó el mismo problema, se refirió también a un partido
marxista y no a un partido
oportunista cualquiera.
Pero, en su afán de encontrar
pruebas de su aserción, García intenta pasar como marxistas a partidos
ideológica y políticamente descompuestos hasta la médula, como el Partido
Socialista Unificado de Alemania, el Partido Comunista de Checoslovaquia, el
Partido Comunista de la Unión Soviética, la Liga de los Comunistas de
Yugoslavia, etcétera.
Más todavía, en el colmo del
menosprecio por el factor ideológico como el determinante del carácter de clase
de un partido, llega a decir que “El Partido de Marx, el Partido de Alemania,
se llama precisamente Partido Socialista” (35).
Sin embargo, contra esa arbitraria
afirmación, se alza el hecho histórico de que el partido de Marx fue el Partido
Socialdemócrata Alemán, que, después de fallecidos los fundadores del comunismo
científico, se transformó en un partido completamente revisionista y, por esto,
dejó de ser el partido de Marx y Engels.
Como se ha visto arriba, el
cofundador del marxismo sostuvo que “los partidos se desarrollan y el nombre
queda”. Pero también los partidos pueden no
desarrollarse sino degenerar. Precisamente la inmensa mayoría de los partidos
que García menciona el su artículo El
movimiento comunista, cayeron al pantano del revisionismo y sus nombres
quedaron. En consecuencia, mal puede hablarse de ellos como ejemplos de que “ahora se acepta diversidad de nombres”
(36). Por el contrario, el hecho de que, de esos partidos, quedaran los nombres
de Socialista y de Comunista, fue un factor que contribuyó a confundir a las
masas. Y, por lo que se puede ver, no sólo a las masas.
La degeneración reformista de los
partidos de la Segunda Internacional que impuso después de la primera guerra
mundial designaciones específicas en Europa, impuso también con el tiempo
iguales designaciones en América Latina. Partidos socialistas ligados a la
Segunda Internacional se fundaron entre fines del siglo XIX y comienzos del XX:
en 1896 en Brasil y Argentina; en 1904 en Cuba; en 1910 en Uruguay; en 1912 en
Chile, por ejemplo. Pero estos partidos resultaron tan oportunistas como la
Segunda Internacional y, por esto, de sus filas se apartaron los elementos que
fundaron partidos comunistas ligados a la Tercera Internacional. De entonces a
esta parte, partidos socialistas han ejercido y ejercen el gobierno no sólo en
Europa (demostrando su condición de partidos al servicio de la burguesía
imperialista), sino también en nuestro continente (demostrando su reformismo en
unos casos y su pro-imperialismo en otros).
Por lo demás, desde 1951 la
Internacional Socialista agrupa a partidos que, en sus respectivos países,
compiten con otros partidos conservadores en la defensa del sistema capitalista
y que, como es notorio, forman un movimiento bien financiado, bien organizado,
bien publicitado y bien extendido.
En un mundo donde la información
está globalizada más que ayer y más todavía que anteayer, la domesticada
actuación del oportunismo socialista está en la conciencia de las clases
trabajadoras de todos los países del mundo. En el nuestro, el reformismo del
Partido Socialista de Castillo, primero, y, ahora, el reformismo del Partido
Socialista Peruano, por ejemplo, evidencian igualmente que bajo el nombre de
socialismo se esconde nada menos que la negación del revolucionarismo
proletario.
Desde hace décadas, pues, tanto en
Europa como en América, el nombre de socialista sirve para embotar la
conciencia política del proletariado y llevar a las masas por el camino del más
mediocre reformismo. Ciertamente la camisa del socialismo está sucia.
Los excesos de la represión en los
tiempos de Stalin, la intervención soviética en Hungría y Polonia, el muro de
Berlín, la escisión en el movimiento comunista internacional, la guerra
chino-vietnamita, la controversia albano-china, la barbarie camboyana, la
guerra chino-vietnamita, la caída del revisionismo (que en la conciencia
ordinaria de las masas pasó como caída del comunismo), la derrota de varias
luchas armadas en Asia y América Latina y, en el plano nacional, la oportunista
actuación de varios partidos comunistas y la barbarie senderista, han creado
una situación general adversa al comunismo. Ciertamente la camisa del comunismo
está sucia.
Estos hechos determinan que
actualmente en la escena mundial y, en particular en la peruana, no se
justifiquen las denominaciones de Socialista y de Comunista para el partido del
proletariado, salvo consideración subjetiva. Y, como es obvio, una
consideración de tal naturaleza se distingue por hacer caso omiso de los
hechos. En el caso que nos ocupa, no es difícil identificar los hechos que, de
todos aquellos mencionados arriba, ha omitido García. Pero subrayemos solamente
dos, suficientemente expresivos.
García sostiene: “… en la reunión
del C.C. del 07.09.29, JCM reafirmó la denominación de Partido Socialista. Sólo
se opusieron Jacinto Paiva y Luciano Castillo” (37).
Pero esto es referir la historia de
un modo incompleto. Después del fallecimiento de Mariátegui, la facción
reformista de Castillo usufructuó el nombre de Partido Socialista. García
silencia este hecho.
El Partido Socialista Revolucionario
(es expresivo que este partido, además de Socialista, se llamara
Revolucionario) estuvo comprometido, no obstante su apellido, en el apoyo al
gobierno corporativo de Velasco y, como es de conocimiento común, representaba
una posición oportunista en el movimiento popular. García silencia este hecho.
Con las disculpas del caso,
recordaremos una vez más que Mariátegui señaló claramente que entre los
términos socialista y comunista “…no existe…” “…más conflicto que el originado
por el cisma entre reformistas y revolucionarios…”.
Entonces, actualmente ¿existe o no un conflicto originado por el cisma entre
reformistas y revolucionarios y, por tanto, existe o no la necesidad práctica eventual de distinguir
los dos campos con dos rótulos diversos? Como es evidente, ese cisma y esa
necesidad existen en Europa desde, digamos, la primera guerra mundial, en
algunos países de América Latina desde la década de 1920, y, concretamente en
el Perú, desde que la facción reformista de Castillo usufructuó el nombre de
Partido Socialista. Y es un hecho que, ese cisma y esa necesidad, no han
desaparecido sino que siguen existiendo en todo el mundo y, en no pocos casos,
de un modo aun más marcado.
Pero ocurre que, en el marco de la
necesidad de distinguir a reformistas y revolucionarios con los términos
socialistas y comunistas, respectivamente, García promueve precisamente el
rótulo que designa a los reformistas. Pero se entiende que así haya procedido,
pues, contrariando a Mariátegui, considera que el nombre de Partido Socialista
no se derivó de una situación concreta particular, sino del problema de nuestra época, consideración con la que,
además, contraría también, al mismo tiempo, a Marx, Engels y Lenin.
Desde luego, no está vedado
manifestarse contra ciertas concepciones de los maestros del proletariado,
siempre y cuando que estas concepciones sean erróneas o, en su defecto, que su
verdad haya caducado históricamente. Pero cualquier marxista sabe que las
concepciones de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del
partido proletario no son erróneas ni están anticuadas, así como también que la
concepción de Mariátegui sobre el nombre fundacional del partido no fue errónea
sino correcta, aunque, por razones explicadas arriba con toda exactitud, su
aplicación no sea ahora pertinente.
Mariátegui no negó el nombre
científicamente exacto del partido proletario y acordó el nombre de Partido
Socialista porque era concretamente apropiado en las condiciones nacionales de
su tiempo.
Sin embargo, teniendo en cuenta lo
esclarecido hasta aquí, es un hecho que los socialistas de ahora no saben que
el nombre que pretenden para su partido es científicamente
inexacto y políticamente inadecuado.
Y es científicamente inexacto por razones que sería ocioso repetir, y es
políticamente inadecuado porque, después de casi ochenta años de proceso
histórico del socialismo entre nosotros, con Partido Socialista de Castillo,
Partido Socialista Revolucionario, Partido Socialista Peruano y Partido Socialista
de los Trabajadores de por medio (para no referirnos sino al plano nacional),
no tiene ningún fundamento válido pretender que el nombre de Partido Socialista
es pertinente en el Perú de hoy.
García declara: “Para el m.c.n.
también ha llegado la hora de quitarse la camisa sucia. Ha llegado la hora de
ponerse ropa limpia. Ha llegado la hora de fijar la posición del proletariado
respecto al Estado. Debemos ponernos ropa limpia” (38).
¿Y qué ropa propone? Pues la ropa
del socialismo, lo cual, por cierto, equivale a proponer sacarnos la ropa sucia
del comunismo para ponernos la ropa más sucia todavía del socialismo. Y, sin
embargo, su grupo se ha puesto esta camisa bastante sucia.
Pues bien, cualquier marxista que
haya asimilado el marxismo “en su esencia misma como teoría del desarrollo de
la humanidad”, tiene que saber:
1) que la
necesidad de demarcación política respecto al oportunismo socialista que pulula
en el mundo globalizado de hoy, es una necesidad completamente vigente;
2) que la
camisa del socialismo está sucia y que, por tanto, ponérsela hoy día como
distintivo de la identidad ideológica del proletariado revolucionario es
facilitar el engaño de las masas;
3) que no tener en cuenta estas dos cuestiones
equivale a no tener en cuenta la realidad
objetiva, y no tener en cuenta la realidad objetiva es caer en subjetivismo.
Desde luego, todo colectivo tiene el derecho de
llamarse como quiere. Pero es evidente que, al no tener ninguna base que lo
justifique realmente, el nombre de partido socialista aparece hoy en día como
un intento de utilizar al Partido de Mariátegui como coartada. Empero, como en
este mundo hay quienes pretenden tener la razón hasta cuando
no la tienen, los socialistas pueden seguir con la camisa sucia que visten.
Por otro lado, ¿cómo se entiende
aquello de que “ha llegado la hora de fijar la posición del proletariado
respecto al Estado”? Con el término proletariado García no se refiere a la
clase obrera sino al movimiento comunista nacional. En consecuencia, lo que sugiere
con su afirmación, es que en el Perú se da el curioso caso de un movimiento
comunista que no tiene una posición revolucionaria con respecto al Estado,
cuando, como lo sabe todo marxista que haya asimilado el marxismo “en su
esencia misma como teoría del desarrollo de la humanidad”, el movimiento
comunista es movimiento comunista justamente porque tiene una posición
revolucionaria con respecto al Estado.
Por lo tanto, la frase de García
resulta siendo un contrasentido y, de hecho, no tiene ningún contenido que no
sea su creencia de que, con excepción suya, todos los demás -individuos, grupos
y organizaciones- estamos requeteperdidos en la estratósfera, esperando, para
volver a pisar tierra, “la hora” de una especie de revelación comunista,
perdón, socialista, que nos ilumine para comenzar, por fin, a ser
revolucionarios.
Ciertamente García se ha equivocado,
y se ha equivocado porque ha hecho caso omiso de los hechos y utilizado
abusivamente ciertas afirmaciones de Mariátegui. Por eso puede decirse que no
ha sabido distinguir lo subjetivo de lo objetivo. Por eso, hay que decir que,
sobre el punto, en sus cuatro artículos NO HA DICHO LA VERDAD, TODA LA VERDAD,
NADA MÁS QUE LA VERDAD.
El
nombre del Partido es incomparablemente menos importante que la cuestión de la
posición del proletariado con respecto al Estado, pero, de todos
modos, la cuestión del título del
Partido no es sólo formal, sino una cuestión de gran
importancia política. Por eso hay que agregar que el nombre de partido socialista,
promovido por García, está en abierto conflicto con la posición que sostiene en
el papel con respecto al Estado.
Escamotear la tesis de Marx, Engels
y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del partido proletario y,
encima, tergiversar a Mariátegui en punto a las razones que justificaron el
nombre fundacional del Partido, no es poco. Por eso era necesario decir las
cosas como son, y no silenciarlas.
V
Los términos socialista y comunista están profundamente
desacreditados ante las masas. Esto es un hecho. Por otro lado, los nombres de
Partido del Trabajo y Partido de los Trabajadores, no se conservan tampoco muy
limpios que digamos. ¡Nos hemos quedado sin ropa limpia!
Pero, en una circunstancia así, hay
que tener presente que, en su importante libro Un paso adelante, dos pasos atrás, Lenin señaló con toda razón que
hay que saber elevarse “al punto de
vista de que, en la lucha política, hay que elegir a veces el mal menor”.
En la actualidad, el mal mayor tiene
dos nombres: “socialismo” y “comunismo”. Y el mal menor también tiene dos
nombres: “Partido del Trabajo” y “Partido de los trabajadores”.
No podemos, pues, hoy por hoy,
llamar a nuestro Partido ni Comunista ni Socialista. Comunistas y socialistas
se han llamado durante décadas enteras la mayoría de partidos que estuvieron en
el poder y terminaron restaurando el capitalismo. También se llaman,
actualmente, comunistas y socialistas, partidos que han echado raíces en el
sistema capitalista. Y, en un mundo informativamente globalizado como el
actual, todo ello existe como si estuviera en las puertas de nuestras casas.
Pero tampoco podemos llamarnos
Partido de los Trabajadores, pues este nombre tiene el inconveniente de ser el
nombre del partido en el gobierno en el vecino Brasil, que, como es de conocimiento
general, aplica una mal disimulada política pro-imperialista. Queda, pues, en
principio, el nombre de Partido del Trabajo.
Este nombre, obviamente, no dice
mucho, pero puede permitir no cargar con el pasivo de los partidos socialistas
y comunistas y, al mismo tiempo, marcar diferencia con respecto al mencionado
partido brasilero. La situación mundial y nacional nos permite sugerir este
nombre, pues, de todos modos, representa la actividad permanente de las clases
explotadas, que son, justamente, las clases por cuyos intereses inmediatos e
históricos luchamos. Puede pasar,
pues, como nombre provisorio de un colectivo marxista, que, en cuanto tal,
tiene, como no puede ser de otro modo, una posición revolucionaria con respecto
al Estado. No obstante, no queremos dogmatizar nuestra propuesta, y estamos
abiertos a aceptar una mejor, si la hubiera.
VII
Actualmente la palabra comunismo está desacreditada
ante las amplias masas populares. La desacreditaron el oportunismo en general y
el revisionismo en particular. Pero, incluso así, sigue siendo legítimamente
usada para designar la teoría marxista, el movimiento marxista, la revolución
proletaria y la sociedad futura. En consecuencia, así como la palabra
socialismo en el Perú de Mariátegui, la
vieja y grande palabra comunismo conserva, a pesar de todo, su grandeza, y la
guardará intacta en la historia, mañana, cuando la lucha revolucionaria de los
comunistas termine por convencer a las masas de la justeza de su lucha y de su
meta.
Notas
[1] OC, t.13, Empresa Editora Amauta, Lima,
1975, p.249.
[2] Prefacio a
la edición inglesa de 1888 del Manifiesto Comunista. Cursivas en el
original. Las negritas son nuestras.
[3] Crítica del programa de Gotha, en OE en
tres tomos t.III, Editorial Progreso, Moscú, 1980, p.15.
[4] El estado y la revolución, ELE, Pekín, 1975, pp.120-121. Cursivas en el original.
[5] Las tesis de abril, Editorial Progreso,
Moscú, 1966, p.51.
[6] Ibídem.
[7] El estado y la revolución, p.99.
Cursivas en el original.
[8] Ibídem. Cursivas en el original.
[9] Las tesis de abril, p.53. Cursivas en el original.
[10] Ibídem,
pp.51-52. Cursivas en el original.
[11] El Estado y
la revolución, p.100.
[12] Ibídem,
pp.99-100.
[13] Las tesis de
abril, pp.53-54 y 55. Cursivas en el original. Elipsis nuestras.
[14] La
organización del proletariado, Ediciones Bandera Roja, Lima, 1967, p.260.
[15] Historia del
Partido de Albania, Casa Editora Naim Frashëri, Tirana, 1971, pp.346-347.
[16] Historia del
Partido de los Trabajadores de Viet Nam, Ediciones Movimiento, Medellín,
1973, p.57.
[17] OC,
t.13, p.113.
[18] Ibídem,
p.164.
[19] OC,
t.18, EEA, Lima, 1970, pp.165-166.
[20] OC, t.8,
pp.21-22. Elipsis y cursivas nuestras.
[21] Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, Lima, 1974, p.398. En adelante Apuntes.
[22] Defensa del
marxismo, EEA, Lima, 1987, p.37
[23] OC,
t.13, p.249.
[24] El
socialismo peruano.
[25] El lexicón
octubrino.
[26] OC,
t.13, p.249. Cursivas nuestras.
[27] Decimos “explícita”, porque es un hecho que,
implícitamente, reniega el nombre científicamente exacto del Partido.
[28] El lexicón
octubrino.
[29] OC, t.13, p.238.
[30] El
movimiento comunista.
[31] OC,
t.13, p.239.
[32] La
organización del proletariado, p.198.
[33] OC,
t.13, p.238.
[34] El partido
de Mariátegui.
[35] El
movimiento comunista.
[36] Ibídem.
[37] Ibídem.
[38] El partido
de Mariátegui.
06.04.2007.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
¿Mariátegui
contra Mariátegui?
E.I.
EN EL ARTÍCULO El
movimiento comunista, Ramón García afirma que el término
“marxismo-leninismo” “sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas
indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es
casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo,
Defensa del Marxismo-Leninismo”. Y en el artículo El partido de Mariátegui, agrega que “todo el m.c.n. reconoce a
Marx como el punto de partida del socialismo científico”, pero que “hay
evidentes divergencias. Por ejemplo, la discusión hasta bizantina acerca de si
la doctrina se denomina Marxismo-leninismo o Marxismo-leninismo-maoísmo. Así,
la posición respecto al marxismo se entiende como lucha por un guión más o un
ismo menos. Y más marxista se considera quien se considere más marxista-leninista
o más marxista-leninista-maoísta”. “Esta discusión podría obviarse si se
considera que Marx y Engels fundaron la concepción materialista de la historia,
Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del mundo, y Mao y JCM
universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método. Así, los ismos están
demás para el marxismo o cosmovisión marxista. Basta uno solo para abarcar con
él a todos los maestros universales habidos y por haber”. “Por ello, respecto
al Marxismo, es mejor señalar la necesidad de asimilarlo como lo asimiló JCM,
en su esencia misma como teoría del desarrollo social de la humanidad”.
Examinemos esa posición, que, dicho
sea de paso, no es nueva en lo que concierne a la denominación de la teoría del
proletariado y a la manera de concebir el movimiento comunista.
No dos, sino tres veces aparece el
término marxismo-leninismo en la literatura mariateguiana (dos en los Principios programáticos del Partido
Socialista y una en El proceso de la
literatura francesa contemporánea, capítulo XV de Defensa del marxismo). Señalamos esto únicamente por razones de
precisión, pues, como es lógico, consideramos que no es un argumento válido
decir que Mariátegui utilizó el mencionado término solamente “dos veces”, así
como tampoco sería válido señalar que lo utilizó diez veces, si este fuese el
caso. Como se sabe, de aquellas tres veces dos el marxismo-leninismo fue
definido como método, que no es lo mismo que decir que ambas veces aparece
“indicando el método marxista, no la doctrina”.
Mariátegui definió el
marxismo-leninismo como un método, sencillamente porque consideraba que el
marxismo es un método. Prueba de esto es su afirmación de que “El marxismo, del
cual todos hablan pero que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, es un
método fundamentalmente dialéctico” (t.13, pp.11-112). Por eso en ninguna parte
Mariátegui definió el marxismo como doctrina, aunque, en su polémica con
Sánchez, escribiera que “El socialismo es un método y una doctrina, un ideario
y una praxis” (ibidem, p.222).
Es obvio, entonces, que el maestro
del proletariado peruano coincidía con Engels, quien en carta a Sombart del 11
de marzo de 1895, aclaró: “Pero toda la concepción de Marx no es una doctrina,
sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación” (cursivas en
el original). Es decir Mariátegui comprendió muy bien que la doctrina marxista
tiene valor metodológico, lo que puso en evidencia cuando afirmó que “el principio dialéctico en que se basa toda la concepción marxista excluía la
reducción del proceso histórico a una pura mecánica económica” (Defensa del marxismo, p.81; cursivas
nuestras). Y también cuando, refiriéndose al método dialéctico, habló del
“sistema de una concepción unitaria y
dialéctica” (ibidem, p.128; cursivas nuestras). Por eso, con pleno conocimiento
de causa, conceptuó siempre el marxismo como un método.
Así, pues, cae por tierra la
afirmación de que el término marxismo-leninismo “sólo se encuentra dos veces en
la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina”.
En su fundamental Defensa del marxismo, Mariátegui hizo
esta significativa afirmación: “El materialismo histórico reconoce en su origen
tres fuentes: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el
socialismo francés. Este es, precisamente, el concepto de Lenin. Conforme a él,
Kant y Hegel anteceden y originan a Marx primero y a Lenin después -añadimos
nosotros- de la misma manera que el capitalismo antecede y origina al socialismo”
(p.39). El “nosotros” de modestia es, obviamente, Mariátegui. Mariátegui, pues,
agregó al nombre de Marx el nombre de Lenin, porque “Lenin aparece,
incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo
del pensamiento marxista… La revolución rusa constituye, acéptenlo o no los
reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en
ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que
ir a buscar la nueva etapa marxista” (pp.21-22; elipsis nuestra).
Más adelante insistió: “Lenin nos
prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de una
revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx”
(p.126). Por eso, nada menos que en los Principios
programáticos del Partido Socialista, definió la cuestión: “El capitalismo
se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios,
del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de
los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo
marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es
el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El
Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (t.13, p.160).
Por lo demás, el libro Defensa del marxismo tiene este título
porque en él su autor se limita a confutar los reparos de críticos de Marx, y
no de Lenin, del marxismo y no del leninismo. Este hecho basta para explicar
por qué el libro se titula como se titula.
Pero García considera que una prueba
adicional de su aserción es el hecho de que el mencionado libro de Mariátegui
no se titula, “por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo”. Pero ¿por qué “por
ejemplo”? ¿Acaso Mariátegui podía haberlo titulado “Defensa del
marxismo-engelsismo”, o, en su defecto, “Defensa del marxismo-stalinismo”?
Así, pues, cae por tierra la
afirmación de que Mariátegui no utilizó el término “marxismo-leninismo” “como
nueva época” de la teoría del proletariado.
García dice que “todo el m.c.n.
reconoce a Marx como el punto de partida del desarrollo del socialismo
científico”. Pero ¿cuál es “todo el m.c.n”.? Al añadir García que, no obstante
el común punto de partida, “hay divergencias” en torno a la denominación de la
doctrina, es decir, en el fondo -aclaramos nosotros- en torno al desarrollo del
marxismo, entonces es evidente que para él “todo el m.c.n.” constituye un
conglomerado de partidos, organizaciones y grupos que reconocen a Marx pero
niegan a uno u otro de sus continuadores (García mismo menciona a partidos como
el PCP-Unidad, el PCP-Bandera Roja, el PCR, el PSR y el PUM, por ejemplo). Y
esta manera de concebir el movimiento comunista es indudablemente polémica,
verdaderamente problemática y completamente cuestionable, pues semejante
concepción del comunismo como movimiento encierra una determinada concepción
del comunismo como doctrina. Mariátegui señaló con razón que el socialismo
marxista “es una doctrina y un movimiento” (Defensa
del marxismo, p.72). Y si, como doctrina, es el “moderno, científico y
dialéctico comunismo de Marx y de Lenin” (La
escena contemporánea, p.22), y
de Stalin y de Mao -agregamos nosotros- como movimiento está conformado y no
puede estar conformado sino por las fuerzas que reconocen todo el desarrollo
alcanzado hasta hoy por la teoría marxista. De pasada, aunque no tan de pasada,
es pertinente señalar que el trotskismo “reconoce a Marx como el punto de
partida del socialismo científico”, pero no reconoce a Lenin, execra a Stalin y
rechaza a Mao, y este caso extremo ilustra otros menos extremos pero igualmente
representativos del oportunismo. Además, es indispensable distinguir entre
reconocimiento real y reconocimiento formal, pues, como es de conocimiento
común, hay quienes reconocen “a Marx como el punto de partida del
socialismo científico”, pero niegan que la teoría de la dictadura del
proletariado (cuestión dirimente entre el marxismo y el oportunismo) tenga en
Marx precisamente a su fundador. Para decirlo de otra manera, el movimiento
comunista es el movimiento comunista y nada más que el movimiento comunista.
Cosa distinta -muy distinta por cierto- es que, dadas las circunstancias, hoy
por hoy se impone, tanto a escala nacional como internacional, la necesidad de
unir en torno a un programa concreto a todas las fuerzas que reconocen a Marx
aunque no a todos sus continuadores (con excepción, por razones obvias, de
aquella que representa el caso extremo de que hemos hablado más arriba), pues
la sola unidad de los que reconocen todo el desarrollo alcanzado hasta hoy por
la teoría marxista no sería políticamente fecunda. De hecho la situación actual
del movimiento se parece un poco a aquella otra que representó la Asociación
Internacional de Trabajadores, y en la cual, como se sabe, Marx supo actuar con
verdadera maestría política.
Así, pues, cae por tierra la
afirmación de que “todo el m.c.n.” está conformado por quienes reconocen “a
Marx como punto de partida del desarrollo del socialismo científico”.
García cree que una de las
discrepancias existentes en el movimiento comunista nacional es “la discusión
hasta bizantina acerca de si la doctrina se denomina Marxismo-leninismo o
Marxismo-leninismo-maoísmo. Así, la posición respecto al marxismo se entiende
como lucha por un guión más o un ismo menos”. Pero sucede que, conforme hemos
señalado arriba, el problema de la denominación de la teoría del proletariado
es, en el fondo, el problema de su desarrollo. Y si bien estos dos problemas no
son una y la misma cosa, no es menos cierto que la comprensión del segundo es
la base de la comprensión del primero. ¿Lenin y Stalin desarrollaron el
marxismo? ¿Mao desarrolló el marxismo? Si lo desarrollaron, y es un hecho que
lo desarrollaron, no hay, entonces, ninguna razón para pretender obviar sus
nombres en la denominación de la teoría comunista. Pero en lugar de derivar la
denominación de esta teoría del análisis de su desarrollo, García separa, en un
momento dado de su análisis, ambas cuestiones -inseparables en todo momento sin
embargo- y termina creyendo que el debate sobre la denominación de la teoría
proletaria es un mero problema de lenguaje.
Así, pues, cae por tierra la
afirmación de que “la posición respecto al marxismo se entiende como lucha por
un guión más o un ismo menos”.
Finalmente, teniendo en cuenta sus
premisas, no extraña la conclusión a la que arriba García al proponer que “esta
discusión podría obviarse si se considera que Marx y Engels fundaron la
concepción materialista de la historia, Lenin y Stalin iniciaron la transformación
socialista del mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina
y método. Así, los ismos están demás para el marxismo o cosmovisión marxista.
Basta uno solo para abarcar con él a todos los maestros universales habidos y
por haber”.
Pero ¿por qué obviar la discusión
sobre la denominación de la teoría del proletariado, que, como se ha podido
ver, es, en el fondo, el problema de su desarrollo? Además ¿cómo se entiende
aquello de que “Lenin y Stalin iniciaron la transformación socialista del
mundo, y Mao y JCM universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método”?
Ciertamente Lenin y Stalin “iniciaron la transformación socialista del mundo”,
pero darle centralidad a este hecho en el marco de la discusión sobre el
desarrollo de la teoría del proletariado y su denominación, es obviar el hecho,
decisivo en este marco, de que ambos líderes de la revolución rusa
desarrollaron la teoría marxista. ¿Acaso Lenin y Stalin no universalizaron el
marxismo y, todavía más, no lo desarrollaron hasta consagrarlo como
marxismo-leninismo? ¿Acaso Mao no desarrolló el marxismo-leninismo? ¿Acaso
Mariátegui no contribuyó con nuevos elementos al tesoro general de la teoría
comunista? Pero García pretende que Lenin y Stalin solamente “iniciaron la transformación socialista del mundo”, y que
Mao y Mariátegui únicamente
“universalizaron el marxismo en tanto doctrina y método”.
Por otro lado ¿por qué cree García
que basta con el término marxismo para abarcar todo el desarrollo de la teoría
proletaria? Históricamente, el término marxismo ha sido siempre utilizado en
tres sentidos distintos: 1) como equivalente de “pensamiento de Marx”; 2) para
designar la doctrina de Marx y Engels; 3) como denominación del desarrollo
general de la teoría proletaria (abarcando, por tanto, “a todos los maestros
universales habidos y por haber”). En consecuencia, no es nada nuevo la
utilización del mencionado término en este último sentido. Pero entre su
consagrada utilización en este sentido y la pretensión de García, hay una diferencia
sustancial: en el primer caso el término marxismo ha sido utilizado y es
utilizado sin deslegitimar otras denominaciones de la teoría del proletariado,
mientras en el segundo es propuesto con el claro propósito de desahuciar todas
las otras denominaciones. ¿A qué obedece este propósito? ¿A la intención de
oscurecer las diferencias con quienes reconocen “a Marx como el punto de
partida del socialismo científico”, pero no a todos sus continuadores? Es
evidente, pues, que la propuesta de García pasa por alto la necesidad
-históricamente determinada y, por tanto, políticamente legítima- de marcar
nítidamente la radical diferencia entre el marxismo y el oportunismo.
Así, pues, cae por tierra la
afirmación de que la discusión sobre la denominación de la teoría del
proletariado “podría obviarse” y, al mismo tiempo, la afirmación de que “los
ismos están de más para el marxismo”, y que, por tanto, “basta con uno solo”.
Originalmente García trató el
problema de la denominación de la teoría proletaria en el artículo La doctrina del proletariado y su
denominación, publicado en Punto de
Vista, Nº2, setiembre-octubre 1982, pp.29-31, pero escrito en enero y
publicado primeramente en una revista homónima de menor circulación en mayo del
mismo año. En ese artículo García se mostró “bizantino” hasta no más poder: “Si
se tiene en cuenta la época de desarrollo, la denominación marxismo-leninismo
es correcta y está vigente, pues expresa las épocas por las que hasta ahora ha
pasado la doctrina. Sin embargo, la denominación según la época tiene su
limitación: no reconoce explícitamente el aporte de los otros maestros del
proletariado internacional: Engels, Stalin, Mao Zedong, lo que podría
significar un menosprecio, un desprecio o un abierto rechazo al aporte de
ellos. Y, de hecho, hay quienes menosprecian a Engels, desprecian a Stalin y
rechazan a Mao”. “Marx y Engels recogieron y fundamentaron científicamente la
denominación comunismo (o comunismo científico). El programa doctrinario
recibió el nombre de Manifiesto Comunista. Y las primeras organizaciones
revolucionarias se conocieron como Liga de los Comunistas y Partido Comunista
(término que reivindicó Lenin en su oportunidad)”. “Por otra parte, ya en vida
de Marx, el m.c.i. llamaba marxismo a la doctrina del proletariado, honrando de
esta manera la memoria de su más alto exponente”. “Pero la doctrina del
proletariado, el comunismo científico, el marxismo, como ciencia, como teoría,
es ‘la experiencia del movimiento obrero de todos los países, tomada en su
aspecto general’, como señala Stalin en los Fundamentos del Leninismo. Y como
esta experiencia general se particulariza en los aportes de los maestros del
proletariado internacional, una denominación que expresa reconocimiento y
gratitud hacia ellos debe ser la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao”.
“En conclusión, la doctrina del proletariado se puede denominar de manera
restringida, según las épocas de su desarrollo, como marxismo-leninismo.” “Y de
manera amplia y genérica, según su esencia, se puede denominar como comunismo
científico, marxismo, o teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao Zedong”. “No
está demás agregar que estas denominaciones no son definitivas. Tanto
marxismo-leninismo, como teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao, recibirán
agregados conforme cambie la época y reciban el aporte de nuevos continuadores.
Porque el marxismo no es un dogma, sino una guía para acción. En otras
palabras, porque es una ciencia en desarrollo”.
Ciertamente las afirmaciones citadas
están más cerca de la verdad que aquellas otras comentadas en el presente
artículo.
30.03.2007.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Acerca de
la Propuesta de un Partido Minga
(Extracto)
E. I.
Entre esas otras posiciones desenmascaradas, está la
propuesta de un “partido socialista”, que data de mayo de 1988, y que,
abandonada ahora por su promotor, ha circulado entre sus partidarios como buena
moneda ¡durante veintiún años!
Como no podía ser de otro modo,
dicha propuesta fue oportunamente sometida a una crítica fundada (4), y tan
evidentes se hicieron los sofismas de García que, en tres artículos escritos
entre el 21.09.09 y el 07.10.09, ha intentado salir de su incómoda situación
diciendo que su propuesta de un partido socialista sólo había tenido intención
de desagravio y, así, ha propuesto ahora “un nombre propio” para su
organización. Este nombre es el de minga. Analicemos, pues, esta nueva
propuesta.
Pero antes es menester copiar esta
afirmación de García: “El artículo Por
qué socialista señala las razones que tuvo JCM para proponer el nombre de Partido Socialista del Perú para la
organización del proletariado peruano” (5).
¿Es cierto eso? ¿Es cierto que dicho
artículo “señala las razones que tuvo JCM para proponer el nombre de Partido Socialista del Perú”? En nuestro
artículo El nombre del partido esa
pretensión fue completamente desenmascarada (6).
Precisamente ese desenmascaramiento
es lo que García intenta ocultar con su cínica afirmación de que “El artículo Por dónde empezar señala las razones,
etcétera”. Pero este cinismo sólo demuestra:
1) su
orgánica incapacidad para la autocrítica, típica de cualquier egotista;
2) su
menosprecio por los lectores al suponerlos incapaces de darse cuenta de su
tergiversación y de su cinismo.
Por lo demás, sus
propias palabras lo desmienten completamente: “Para el m.c.n. también ha
llegado la hora de quitarse la camisa sucia. Ha llegado la hora de ponerse ropa
limpia…. HA LLEGADO LA HORA DE REIVINDICAR EL PARTIDO SOCIALISTA”.
Es decir,
García proponía reivindicar el nombre de socialista no en el sentido de simple desagravio, sino en el sentido de utilizarlo como título de su partido. Por eso
decía que había “llegado la hora de ponerse
ropa limpia” (cursiva nuestra), es decir, la ropa de partido socialista, que
él, contra toda evidencia, no reconocía ni reconoce que está sumamente sucia.
Y, así,
después de promover durante veintiún años el nombre de partido socialista, ha
terminado diciendo que este nombre está, “ahora”, “comprometido” (7).
Ahora, dice,
pues, en otra maniobra para evitar reconocer que se equivocó completamente con
su propuesta, pues ocurre que no es desde ahora,
sino desde los años 30 del siglo pasado que el nombre de socialista está
“comprometido” como título de partidos oportunistas: Partido Socialista de
Castillo, Partido Socialista Revolucionario, Partido Socialista Peruano,
Partido Socialista de los Trabajadores. Pero su deshonestidad lo lleva a
falsificar los hechos históricos para acomodarlos a sus designios personales.
Esta cuestión del nombre de
socialista tiene, sin embargo, un fondo que es necesario analizar.
En el artículo Apuntes sobre el Socialismo
Peruano, demostramos que, en su literatura sobre el Partido, Mariátegui
utilizó el término Socialismo como sinónimo del término Comunismo, así como el
término Socialismo Peruano como intercambiable con el término Comunismo
Peruano, mientras García utiliza ambos términos en su significado más dilatado,
tergiversando así a Mariátegui y, por tanto, no desagraviaba el nombre de
Partido Socialista ni mucho menos, sino que reivindicaba
la palabra socialista solo para designar la amalgama de revolucionarios y
reformistas, de marxistas y revisionistas en una sola organización partidaria
(8). De manera que, al proponer un partido socialista, García no cometía un
simple error, sino una verdadera desviación de la Creación Heroica de
Mariátegui.
Ahora, pues, cambiando de opinión,
el nombre de socialista ya no le parece adecuado para el Partido (para su partido, en realidad). Por eso se
imponen estos interrogantes: ¿no era que el problema de nuestra época era “la
base para sostener el nombre de Partido Socialista”? ¿No era que “si el
socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el
porqué del nombre de Partido Socialista”?
¿Por qué, pues, cree García que, ahora, el nombre de minga es el correcto, si el
problema de nuestra época está vigente y, por lo tanto, el socialismo es el
llamado a reemplazar el capitalismo?
Estos solos interrogantes bastan
para percatarse de que lo que esconde la nueva propuesta de García es la idea
de que Mariátegui se equivocó al proponer en los años 1920 el nombre de Partido
Socialista. De nada le sirve afirmar que “el nombre [del Partido] cae por su
peso en nuestra realidad actual” (9),
pues desde el Manifiesto Comunista, y no apenas “en nuestra
realidad actual”, “cae de su peso” que el proletariado de cada país tiene la
necesidad de construir una forma propia del contenido universal del marxismo,
idea ésta con la que, sin ninguna duda, pretende sostener el nombre de minga.
Pero ocurre que la forma del Partido
no es su nombre, como insinúa García, sino únicamente el término que sirve para
designarlo. El contenido del Partido
es su ideología, su teoría, su política, sus militantes, y su forma es el modo como están estructurados
estos elementos.
Un ejemplo puede proporcionar una
mayor claridad sobre el punto. El contenido de una novela es la realidad
objetiva reflejada en ella de manera explícita o implícita, y su forma,
expresión de su contenido, es el lenguaje, el asunto, la composición, etcétera.
El título de la novela es nada más que el término que sirve para designarla con
mayor o menor explicitud. En el caso del partido proletario, su título es el
término que designa su contenido, también con mayor o menor explicitud.
Pues bien, para sostener su nueva
propuesta, García recurre a un método que no es propio del marxismo:
descontextualiza aquella afirmación mariateguiana sobre la recreación de la
palabra amauta, y declara que así sigue al maestro, cuando, en realidad, seguirlo
en punto a la cuestión del nombre del Partido, es asumir su pensamiento
orgánico sobre los nombres de los instrumentos materiales e intelectuales de la
revolución, y no manipular una afirmación sustraída del contexto que la
explica.
¿Por qué Mariátegui, que tituló Amauta a su célebre revista, en cambio
tituló Socialista a su partido y Labor a su periódico político de masas?
La correcta comprensión de este hecho histórico permite echar luces sobre la
propuesta de un partido minga.
En la Presentación de ‘Amauta’, Mariátegui señaló que “El título no
traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja sino nuestro homenaje al
Incaismo. Pero específicamente la palabra ‘Amauta adquiere con esta revista una
nueva acepción. La vamos a crear otra vez” (10).
En Aniversario y balance, sostuvo: “Hemos querido que ‘Amauta’ tuviese
un desarrollo orgánico, autónomo, individual, nacional. Por esto, empezamos por
buscar su título en la tradición peruana. ‘Amauta’ no debía ser un plagio, ni
una traducción. Tomábamos una palabra incaica, para crearla de nuevo. Para que
el Perú indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya”. “El
socialismo no es, ciertamente, una doctrina indo-americana. Pero ninguna
doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo,
aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específica ni
particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no se sustrae
ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental.
Esta civilización conduce, con una fuerza y unos medios de que ninguna
civilización dispuso, a la universalidad. Indo América, en este orden mundial,
puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino
particulares. (…) El socialismo, en fin,
está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista,
primitiva, que registra la historia, es la inkaica”. “En Europa, la
degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de
la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se
ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la
vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza”. “La originalidad a
ultranza es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera,
inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. Con este lema,
afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido
Nacionalista, pequeño burgués y demagógico)” (11).
Por otro lado, en su polémica con
Sánchez, el maestro llamó la atención sobre el hecho de “que de la confluencia
o aleación de ‘indigenismo’ y socialismo, nadie que mire al contenido y a la
esencia de las cosas puede sorprenderse. El socialismo ordena y define las
reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y en el Perú las masas,
-la clase trabajadora- son en sus cuatro quintas partes indígenas. Nuestro
socialismo no sería, pues, peruano, -ni sería siquiera socialismo– si no se
solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas”. “Pero, para
ahorrase todo equívoco… en lo que me concierne, no me llame Luis Alberto
Sánchez ‘nacionalista’, ni ‘indigenista’, ni ‘pseudo-indigenista’, pues para
clasificarme no hacen falta estos términos. Llámeme, simplemente, socialista.
Toda la clave de mis actitudes -y, por ende, toda su coherencia, esa coherencia
que lo preocupa a usted tanto, querido Alberto Sánchez- está en esta sencilla y
explícita palabra” (12).
Y, en el artículo Lo nacional y lo exótico, había
esclarecido: “Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una
idea exótica” (13).
Este es el pensamiento orgánico de
Mariátegui sobre los nombres de los instrumentos de la revolución. Como es de
conocimiento común, en el Perú concurren cuatro tradiciones en el proceso de
formación de la nación peruana y, por esto, cuando Mariátegui habla de
“tradición peruana”, está hablando no de una tradición de una sola pieza, sino
de una tradición que implica cuatro tradiciones. Por eso, tan peruano es el
castellano como el quechua, tan peruanas son las palabras socialista y labor
como la palabra amauta (14).
De manera que, cuando el maestro
señaló que el nombre de su revista no
debía ser un plagio ni una traducción, lo que específicamente dijo fue que
no debía ser lo uno ni lo otro en relación al castellano, elemento aportado por
la tradición hispánica. Es así como Mariátegui expresó su adhesión “a la Raza”,
su homenaje “al Incaísmo”, y, por tanto, al campesinado indígena, aliado
natural del proletariado.
Pretender otra interpretación de la
examinada afirmación mariateguiana, equivaldría a sostener que el nombre de
Partido Socialista del Perú fue un plagio, es decir, que Mariátegui cometió un
plagio.
Por otro lado, el verdadero sentido
de la confluencia o aleación de indigenismo y socialismo reside en el hecho de
que éste último asume las reivindicaciones indígenas, y no en el uso de alguna
palabra quechua como nombre de tal o cual instrumento. Los hechos demuestran
que, como adhesión y homenaje a la tradición indígena, para Mariátegui fue
suficiente titular Amauta a su
revista, pues su posición ideológica y política, representativa del
proletariado revolucionario, no tenía por qué ser denominada “nacionalista” o
“indigenista”, por ejemplo (tal como el propio maestro le hizo ver a Sánchez),
ni, en consecuencia, su partido tenía por qué llevar un nombre quechua, sino que debía ser coherentemente denominado
con la explícita palabra socialismo (como también le hizo ver a Sánchez)
(15).
Ciertamente, la palabra amauta
adquirió con la revista de Mariátegui una nueva acepción: en un proceso natural, adquirió el nuevo contenido
específico de ser el maestro colectivo
que fusionó el socialismo científico con la clase y el pueblo.
En conclusión:
1) aunque
haya nacido en Europa, el socialismo es una doctrina y un movimiento mundiales;
2) el
socialismo, es decir el comunismo, está en la tradición peruana;
3) en el
Perú de Mariátegui la palabra socialismo conservaba intacta su grandeza;
4) esta
palabra era una planta aclimatada al Perú y, por tanto, no podía ser calificada
de exótica;
5) toda la
clave y toda la coherencia de la posición de Mariátegui (léase del proletariado
revolucionario) estaba en la explícita palabra socialismo;
6) así
reivindicó Mariátegui, en su tiempo, la palabra socialismo que, en Europa,
servía ya para designar a la tendencia reformista del proletariado;
7) el
nombre de Partido Socialista del Perú significó un nombre propio en relación a la propuesta de la Tercera
Internacional (16).
Este es el pensamiento orgánico de Mariátegui que
explica por qué tituló Socialista a
su Partido, Amauta a su revista y Labor a su periódico. Este pensamiento
es, sin duda, ejemplo de su magistral comprensión de la relación entre
socialismo y nación en la realidad concreta del Perú en punto a la cuestión del
nombre de los instrumentos de la revolución.
Pero García plantea ahora que “Se requiere de un nombre propio,
siguiendo la pauta de Amauta” (17), y es claro que plantea esto, en primer
lugar, en relación al nombre de socialista, que ha dejado atrás, y en
consecuencia su homenaje a la tradición indígena aparece contraria a la
tradición hispánica, en la medida en que contiene la idea de que cualquier
nombre castellano para el Partido no es
propio, y, en segundo lugar, en relación a lo extranjero y, por
consiguiente, es igualmente claro que cae en la originalidad a ultranza.
En conclusión, la propuesta de un
partido minga encierra la sibilina insinuación de que Mariátegui cometió un
plagio al denominar Socialista a su partido.
Ya hemos señalado que el título del
Partido no es su forma y, por esto, plantear un nombre propio con el argumento
con el que lo hace García, no pasa de ser una preocupación literaria y
anárquica. Pero, tan propia es la palabra amauta como propio sería, por
ejemplo, el nombre de Partido del Trabajo (18).
Estas aclaraciones nuestras son,
pues, pruebas irrefutables de que García no ha comprendido el pensamiento
orgánico de Mariátegui sobre los nombres de los instrumentos de la revolución,
es decir, que no ha entendido que, en las condiciones de nuestra dualidad
histórica, lo que es necesario seguir no es el caso aislado, singular,
sustraído de su contexto, de la revista Amauta, sino el pensamiento orgánico de
Mariátegui sobre la nomenclatura de los instrumentos. Sólo siguiendo la pauta
de este pensamiento orgánico puede resolverse el problema de darle al partido
un nombre suficientemente explícito y
suficientemente demarcador (19).
La propuesta de un partido minga
tiene su antecedente en el llamado Movimiento Político Inkarri. La palabra
inkarri como nombre de un movimiento que se considera revolucionario, es un
completo despropósito. El marxismo tiene una concepción lineal del desarrollo
histórico, mientras el mito Inkarri expresa la concepción circular del tiempo
que caracterizó al pensamiento indígena prehispánico. Esta concepción del
tiempo es una concepción cíclica de la historia, semejante a la teoría
reaccionaria del eterno retorno. Por cuanto resulta evidente que de lo que se
trata no es de volver la rueda de la historia reconstruyendo el Tawantinsuyu,
sino de llevar a la victoria la revolución socialista, base del Perú Integral,
puede entenderse que este objetivo no es reflejado por la palabra inkarri, que,
como nombre de un movimiento político que pretende ser marxista, expresa una
completa inconsecuencia con la concepción materialista de la historia, y, por tanto,
un demagógico homenaje a la tradición indígena.
En la misma línea demagógica aparece
la propuesta de un partido minga. Por cuanto ha quedado demostrado que el
título sirve para designar, con mayor o menor explicitud, el contenido del
Partido, quienquiera puede percatarse de que el término minga es externo a este
contenido en un doble sentido: 1) su significado (trabajo colectivo) expresa
nada más que la forma del partido (20); y, 2) a diferencia de lo que ocurrió
con la palabra amauta, con ella, es decir con la palabra minga, se intenta una
recreación artificial, habiéndose
recurrido para este efecto a inventar un acrónimo:
Manifiesto Integrador Nacional Gran Acuerdo.
Así, pues, el método de manipular
una afirmación de Mariátegui (“específicamente la palabra ‘Amauta’ adquiere con
esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez”) fuera del contexto
donde se explica su significado, conduce directamente al artificio de poder
“recrear” cualquier palabra de cualquier idioma aborigen. Para esto bastaría
inventar un acrónimo.
(…)
Desde luego, García y sus
repetidores pueden ponerle el nombre que quieran a su organización, pues ésta
no representa al proletariado peruano. Pero en la medida en que la propuesta
del nombre minga pretende ser válida para el Partido, entonces era
completamente necesario demostrar que, con respecto al tema, García sigue tan
extraviado como en relación a otras cuestiones.
Y bien, ahora que han quedado
esclarecidas las teorías y establecidos los hechos, “el que tenga ojos que vea
y el que tenga oídos que oiga” (39).
Notas
[4] Esta crítica se encuentra en los libros El Partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui y La creación heroica de Mariátegui y el
socialismo peruano. Planteamiento de
la cuestión, y, como se ha podido ver, en los dos primeros capítulos del
presente libro.
[5] ¿Reconstitución,
reivindicación, refundación? Es evidente que, después de haber sido
revelado su fondo, la propuesta de un partido socialista resultaba
insostenible. Pero García dice que “Partido Socialista… otros, son ahora
nombres comprometidos” (ibídem;
elipsis nuestra), en un esfuerzo por ocultar los motivos últimos por las cuales
ha abandonado su propuesta inicial, y muy especialmente por ocultar lo
inocultable: que ese abandono prueba la validez de nuestra crítica. Pero el cambio
es moco por baba y, por tanto, en todo lo tocante al fondo de la cuestión,
nuestra crítica a su proyecto de partido continúa vigente. Es menester agregar
que, después de un tiempo de publicada nuestra crítica en su forma original de
artículo, García abandonó su propuesta de un partido minga y, en otro bandazo,
volvió a proponer el nombre de partido socialista. Estos cambios demuestran la
manera despótica con que García dirige a sus partidarios, pero también el
servilismo de éstos, pues con la misma facilidad con que abandonaron este
nombre por el de minga (uno de ellos hasta saltó de alegría contando que su
mamá hablaba de minga cuando había que realizar las labores agrícolas),
abandonaron también este nombre para tomar nuevamente el de socialista. Por eso
se han ganado el calificativo de repetidores.
[6] Ver cap.1. En su forma original de artículo, este
capítulo circuló repetidas veces desde 2007.
[7] El Partido de Mariátegui; mayúsculas en
el original.
[8] ¿Reconstitución, reivindicación,
refundación?
[9] Organización: contenido y forma; cursiva
nuestra.
[10] OC,
t.13, p.238.
[11] Ibídem,
pp.246, 248, 249; elipsis nuestra.
[12] Ibídem,
p.217; elipsis nuestra.
[13] T.11, p. 28.
[14] Por eso, hay que recordar una vez más que,
refiriéndose a Amauta, Mariátegui señala que eligió este nombre “Para que el
Perú indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya”. Pero nadie que mire al contenido y a la esencia
de las cosas puede sorprenderse de
que el partido del proletariado peruano (y de cualquier otro país), requiere de
un nombre que explicite exacta o
aproximadamente su contenido de clase. El proletariado es
una clase internacional, el comunismo es un movimiento mundial, la meta
proletaria es universal. Esto no quiere decir que se uniforme el nombre de los
partidos proletarios, sino más bien que, expresando, en alguna medida, su
contenido de clase, permita que el proletariado sienta que el partido tal es
suyo. Por otra parte, hay que reconocer que, en el contexto general en que se
encuentra la expresión “Hemos querido que ‘Amauta’ tuviese un desarrollo
orgánico, autónomo, individual, nacional”, los términos autónomo y nacional son
excesivos. En realidad, lo que tuvo un desarrollo autónomo, nacional, fue el
conjunto del proceso del Socialismo Peruano, hasta la prematura muerte de
Mariátegui. Este desarrollo se observó tanto en el contenido como en la forma,
y hasta en los nombres de los instrumentos de la revolución.
[15] Puede decirse, por eso, que en el marco de los
nombres de los instrumentos de la revolución, en cuanto al nombre del Partido
Mariátegui puso la cuestión de clase sobre la cuestión nacional. El lector
perspicaz comprenderá fácilmente por qué el maestro procedió así precisamente,
y no al revés.
[16] Esto significa que el internacionalismo no está en
conflicto con un nombre propio para el Partido, a condición, claro está, de que
no se caiga en originalidad a ultranza, es decir, a condición de que se sepa
realmente elegir un nombre que explicite
suficientemente el contenido del
Partido.
[17] ¿Reconstitución,
reivindicación, refundación?; negritas en el original.
[18] A propósito, hay que recordar que también Haya
vivía hundido en la preocupación literaria y anárquica de los nombres propios, y que, precisamente,
Alianza Popular Revolucionaria Americana, era un “nombre propio”. Y como lo
sabe todo el mundo, el Apra utilizó y utiliza palabras quechuas y símbolos
tawantinsuyanos, en un demagógico homenaje a la tradición indígena.
[19] En el tiempo de Mariátegui, el término Socialista
como nombre del Partido era, justamente, una palabra suficientemente explícita
de su contenido.
[20] La palabra minga expresa el modo en que están
estructurados los elementos que constituyen el contenido del partido (trabajo
colectivo en oposición a trabajo individual), pero no su contenido mismo. Trabajo colectivo también es, por
ejemplo, el trabajo en una cooperativa de producción que, en las condiciones
del capitalismo, es funcional al Estado. Es decir, la palabra minga no explicita en modo alguno el contenido del Partido. Por eso su
proponente se ha visto obligado a inventar un acrónimo, pero esto es ya un
ejercicio gratuito.
[39] San Marcos.
¡Defender
el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función
de la realidad actual!
Ramón
García o la Manipulación
(Extracto)
E.I.
La acusación de negar el Socialismo Peruano y la acusación de ser
espectador no están dirigidas a mi persona, pero sí aquella otra según la
actual considero la constitución del PSP “como una tragedia” (énfasis de García), razón por la cual paso a demostrar
su falsedad.
En el primer párrafo de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx señaló: “Hegel dice
en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia
universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar:
una vez como tragedia y la otra como farsa. Caussidière por Dantón, Luis Blanc por
Robespierre, la Montaña de 1848
a 1851 por la Montaña de 1793 a 1795, el sobrino por
el tío. ¡Y la misma caricatura en las circunstancias que acompañan a la segunda
edición del 18 Brumario!”.
Cualquier lector inteligente (y sin la perversa
intención de tergiversar el sentido de las palabras de Marx), en modo alguno
podría considerar que el fundador del comunismo científico concebía la historia
como una tragedia, nada más porque esta palabra aparece en el párrafo citado.
Como es notorio, la mencionada palabra aparece ahí no en su sentido habitual, sino
significando el carácter original,
auténtico, genuino de un hecho o personaje históricos, en contraposición a su
repetición que aparece como imitación,
como caricatura, como farsa.
Y ocurre que mi afirmación, “Parafraseando a Marx,
puede decirse, pues, que, si la experiencia de Mariátegui aparece como
tragedia, su formal repetición aparece como farsa”, es, explícitamente, una
paráfrasis de la de Marx. Esto significa que, con ella, me he referido a la
fundación del PSP como un hecho que tiene la virtud de lo original, de lo auténtico,
de lo genuino, en contraposición al
intento de fundar un otro partido socialista en el Perú de hoy, que aparece con
el demérito de ser una imitación,
una caricatura, una farsa. El significado de mi afirmación
tiene, pues, que aparecer evidente para cualquier persona intelectualmente
honesta.
Pero la mala fe es tal, que García me acusa de
considerar la fundación del PSP “como una tragedia”.
Por cuanto es imposible que una persona normalmente inteligente no comprenda el
verdadero sentido del párrafo de Marx y, por tanto, de mi afirmación, la falaz
acusación revela: 1) que su autor ha torcido el significado de mi aserto; 2)
que, de ese modo, intenta crucificarme; 3) que así pretende desviar la atención
de la farsa que significa repetir lo formal (nombre del partido), y, al mismo
tiempo, negar lo esencial de la experiencia mariateguiana (marxismo-leninismo).
En su artículo Elogio
de “El Cemento” y del realismo proletario, Mariátegui escribió: “Ninguna
revolución, ni la del cristianismo, ni la de la Reforma, ni la de la burguesía,
se ha cumplido sin tragedia. La revolución socialista, que mueve a los hombres
al combate sin promesas ultraterrenas, que solicita de ellos una extrema e incondicional
entrega, no puede ser una excepción en esta inexorable ley de la historia”.
Puesto que, como se ve, el maestro utiliza la palabra
tragedia en su significado habitual, García, si fuese consecuente con su mala
fe, inescapablemente tendría que acusar a Mariátegui ¡de considerar la
revolución socialista como una tragedia!
El proyecto de un partido socialista de ahora por el
proyecto de un partido socialista de 1928, el Comité de Propaganda y
Organización Socialistas de ahora por el Comité de Propaganda y Organización
Socialistas de 1918, García por Mariátegui. No cabe duda: Marx tenía razón:
todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos
veces: “una vez como tragedia y la otra como farsa”.
Sin ningún equilibrio mental, sin ninguna objetividad,
completamente obnubilado por el odio, García ha retorcido el significado de mis
palabras y malignamente me ha acusado de concebir la fundación del PSP como una
tragedia, nada más porque en mi afirmación, igual que en la de Marx, aparece
dicha palabra.
No obstante, contrariamente a su intención, está
completamente claro que no ha
revelado ni podía revelar ninguna actitud
negativa mía respecto a la experiencia mariateguiana (acerca de la cual, por lo
demás, he publicado algunos artículos que desmienten categóricamente su
infundio), sino por el contrario su método criollo, su condición de falsario,
su intención liquidadora.
Como es de conocimiento común, desde hace tiempo
García ha eludido todo debate de ideas con el suscrito y, evidenciando su
impotencia, cada vez ha recurrido a la acusación gratuita, a la adjetivación
obscena, al ataque personal. Esto lo pinta de cuerpo entero.
Ciertamente lo esclarecido es suficiente para que el
lector atento, inteligente, no bloqueado por el seguidismo, pueda percibir toda
la perversidad de García.
Después de provocar algunas muecas de alegría maligna
en algunos de sus partidarios, las infames palabras de García se las ha llevado
el viento.
Por el contrario, mis palabras, paráfrasis de las de
Marx, marcan una verdad sencilla y evidente: la caricatura que significa
repetir lo formal (el nombre), y, al mismo tiempo, negar lo esencial (el
marxismo-leninismo) del proyecto de partido de Mariátegui. POR ESO NO SE LAS
LLEVA EL VIENTO.
En conclusión, es evidente que, una vez más, a García
el tiro le ha salido por la culata.
21.01.2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.