Economía
EXPLOTACIÓN E INFORMALIDAD
Cesar Risso
La situación de
los trabajadores, y de las condiciones en las que se desenvuelven las empresas
peruanas, están significativamente relacionadas con la informalidad.
A este respecto,
se ha elevado a una categoría económica de primera importancia el ser
emprendedores. Pareciera que esta es una virtud que poseen todos los
empresarios que tienen “éxito”, y que en consecuencia todos los que quieren
serlo tienen que adoptar. Pero lo que en realidad se promueve es la
proletarización familiar colectiva, o más precisamente, la desvinculación legal
del trabajador con la empresa formal, con lo cual esta se ahorra los derechos
laborales, obteniendo bienes y servicios del sector informal, mucho más
baratos, pues estos son elaborados por el trabajador informal quien hace uso de
la fuerza de trabajo familiar sin remunerarla.
Así, el ser
emprendedores (informales), precariza más la situación de los trabajadores y de
sus familias, y aumenta la cuota de plusvalía que se apropia la burguesía.
En los últimos
años, la informalidad, en términos relativos, se ha mantenido estable, lo cual
quiere decir que en términos absolutos ha aumentado. Esta es de entre 71 % y
85%, según la entidad que realiza el cálculo y el criterio que utilice. De modo
que los trabajadores formales son solo entre el 15% y el 29%[1].
El valor agregado
por trabajador del sector formal del año 2008 fue de 23442 Nuevos soles (en términos reales de 1994),
mientras que el valor agregado por trabajador del sector informal fue de 3192
Nuevos soles. Si los trabajadores informales hubieran sido trabajadores
formales, la cuota de plusvalía habría sido menor, debido a que en el sector
formal los trabajadores informales habrían recibido por lo menos el salario
mínimo vital, además de sus derechos laborales.
La diferencia
entre el valor agregado del sector formal y el informal, se debe a que en el
primero los trabajadores tienen una remuneración mayor, así como derechos
laborales no reconocidos en el sector informal. En las empresas formales y
trabajando en las mismas condiciones, los trabajadores formales e informales
deben rendir, o agregar un valor, similar. En este sentido, la informalidad
genera mayor plusvalía a la burguesía.
Esta situación
conduce a que el valor de la fuerza de trabajo sea más bajo, debido a que los
bienes y servicios salario, es decir, los que adquieren los trabajadores para
reponer su fuerza de trabajo, ofrecidos por las empresas informales, al pagar
menos del salario mínimo, y al excluir otros derechos, además de hacer uso de
mano de obra familiar no remunerada, favorecen a las empresas formales,
obteniendo una mayor cuota de plusvalía.
De la PEA ocupada,
que es de cerca de 16 millones de personas, los asalariados representan el 37%,
los auto empleados el 35%, y los trabajadores familiares no remunerados el 19%.
Los asalariados informales son el 63% (la condición de informalidad depende del
criterio que se utilice) del total de asalariados. El 44% de los asalariados
recibe menos del salario mínimo vital.
Parte de los
trabajadores informales está constituida por los llamados conductores, que son aquellos que dirigen una actividad económica,
siendo “empresas” unipersonales, pero que eventualmente contratan uno o dos
trabajadores. Estas personas trabajan con familiares a los que no remuneran. De
tal modo que si quisiéramos conocer los ingresos por trabajador, tendríamos que
dividir la remuneración del conductor que hace uso de mano de obra familiar no
remunerada. Así, el conductor aparece como representante de su hogar,
asalariado familiarmente, sin derechos y sin por lo menos la remuneración
mínima vital. De modo que al adquirir los bienes y servicios producidos por el
sector informal, las empresas formales hacen uso de la fuerza de trabajo del
conductor y su familia, a un salario mucho menor. De esta forma la burguesía
sobre explota legalmente a los trabajadores.
Los trabajadores
independientes, y los informales en general, se consideran empresarios. Esto
es, aspiran a tener las utilidades de las empresas formales, pero reciben
ingresos, que bajo la forma de utilidades, son más bajos que las remuneraciones
que obtendrían como trabajadores formales. En otras palabras, los informales,
piensan como empresarios y viven peor que obreros. Esta convicción es la que la
propaganda burguesa ha instalado en sus conciencias.
“Dada la gran
proporción de microempresarios que son jefes o cónyuges del jefe, lo que se puede
concluir es que las microempresas son unidades
familiares de producción.”[2]
Pero hay que agregar que cada una de estas unidades de producción funciona como
un “obrero familiar”.
[1] Rodríguez,
José e Higa, Minoru. DOCUMENTO DE TRABAJO 282. INFORMALIDAD, EMPLEO Y PRODUCTIVIDAD EN EL PERÚ. http://www.pucp.edu.pe/departamento/economia/images/documentos/DDD282.pdf
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