Stalin. Historia y Crítica de Una Leyenda Negra
(4)
Domenico
Losurdo
Una serie de campañas de
desinformación y la operación Barbarroja
Incluso en el estricto
ámbito de la conducta militar, el Informe secreto ha perdido toda credibilidad.
Según Kruschov, obviando las «advertencias» que de todos lados le llegaban
sobre la inminencia de la invasión, Stalin se precipita hacia el desastre. ¿Qué
decir de esta acusación? Mientras tanto, también las informaciones provenientes
de un país amigo pueden resultar erróneas: por ejemplo, el 17 de junio de 1942
Franklin Delano Roosevelt pone sobre aviso a Stalin de un inminente ataque
japonés, que después no se produce46. Y es que en los albores de la
agresión nazi la URSS se ve obligada a orientarse entre gigantescas maniobras
de distracción y desinformación. El Tercer Reich se dedica intensamente a hacer
creer que la acumulación de tropas al este tiene como objetivo solamente el
camuflar el inminente salto más allá del Canal de la Mancha, cosa que parecía
bastante creíble después de la conquista de la isla de Creta. «Todo el aparato
estatal y militar está movilizado», anota complacido Goebbels en su diario 31
de mayo de 1941, para escenificar la «primera gran oleada de mimetización» de
la operación Barbarroja. Así, «14 divisiones son transportadas hacia el oeste»47;
además, todas las tropas desplegadas sobre el frente occidental son puestas en
estado de máxima alerta48. Unas dos semanas después la edición
berlinesa del "Vólkischer Beobachter" publica un artículo que señala
la ocupación de Creta como modelo para el proyectado ajuste de cuentas con
Inglaterra: pocas horas después el original es secuestra do con el fin de dar
la impresión de que haya sido desvelado a traición un secreto de gran
importancia. Tres días después 14 de junio, Goebbels anota en su diario: «Las
radios inglesas declaran ya que nuestro despliegue contra Rusia solamente es un
bluff, detrás del cual buscábamos esconder nuestros preparativos para la
invasión [de Inglaterra]»49. A esta campaña de desinformación
Alemania añadía otra: se hacían circular voces según las cuales el despliegue
militar en el este se proponía presionar a la URSS, llegado el caso recurriendo
a un ultimátum, para que Stalin aceptase redefinir las cláusulas del pacto
germano-soviético y se comprometiese a exportar mayor cantidad de cereales,
petróleo y carbón, necesitados por un Tercer Reich inmerso en una guerra que no
parecía concluir. Se quería por tanto hacer creer que la crisis se podía
resolver con nuevas negociaciones y con alguna concesión suplementaria por
parte de Moscú49. A esta conclusión llegaban en Gran Bretaña los
servicios de información del ejército y los mandos militares, que todavía a
fecha del 22 de mayo advertían a su Gabinete de guerra: «Hitler no ha decidido
todavía si perseguir sus objetivos [la URSS] a través de la persuasión o con la
fuerza de las armas»50. El 14 de junio Goebbels anota satisfecho en
su diario: «En general creen todavía que puede ser un farol, o bien un intento
de chantaje»51.
No se debe subestimar
tampoco la campaña de desinformación escenificada en el lado opuesto y ya
iniciada dos años antes: en noviembre de 1939 la prensa francesa publica un
inexistente discurso pronunciado frente al Politburó el 19 de agosto de ese
mismo año en el que Stalin habría expuesto un plan para debilitar Europa,
promoviendo en su interior una guerra fratricida, para después sovietizarla. No
hay dudas: se trata de un texto falso, que intentaba hacer saltar el pacto de
no agresión germano— soviético y dirigir hacia el este la furia expansionista
del Tercer Reich52. Según una difundida leyenda historiográfica, en
la víspera de la agresión nazi el gobierno de Londres habría puesto en guardia
a Stalin repetidas veces y de manera desinteresada, quien sin embargo, como
buen dictador, se habría fiado solamente de su homólogo berlinés. En realidad,
si por un lado comunica a Moscú las informaciones relativas a la operación
Barbarroja, por el otro lado Gran Bretaña difunde rumores sobre un inminente
ataque de la URSS contra Alemania o los territorios ocupados por ella53.
Es evidente y comprensible el interés por hacer inevitable o acelerar el
conflicto germano-soviético.
Entra en juego después el
misterioso vuelo de Rudolf Hess a Inglaterra, claramente movido por la
esperanza de reconstruir la unidad de Occidente en la lucha contra el
bolchevismo, confiriendo así concreción al programa enunciado en Mein Kampf de
alianza y solidaridad de los pueblos germánicos en su misión civilizadora. Los
agentes soviéticos en el exterior informan al Kremlin de que el número dos del
régimen nazi ha emprendido la iniciativa con la aquiescencia del Führer54.
Por otro lado, personalidades de cierto relieve en el Tercer Reich han
defendido sin fisuras la tesis según la cuál Hess había actuado animado por
Hitler. Este, en todo caso, siente la necesidad de enviar inmediatamente a Roma
al ministro de Asuntos Exteriores Joachim von Ribbentrop con el fin de despejar
en Mussolini cualquier sospecha de que Alemania esté preparando un acuerdo de
paz exclusivo con Gran Bretaña55. Obviamente, toda vía más fuerte es
la preocupación en Moscú por este golpe de efecto, sobre todo en la medida en
que la actitud del gobierno británico no hace sino alimentarlo: éste no
aprovecha la oportunidad de «capturar al lugarteniente del Führer» y conseguir
así «un máximo efecto propagandístico, cosa que tanto Hitler como Goebbels se
temían»; es más, el interrogatorio de Hess —informa a Stalin desde Londres el
embajador Ivan Maysky— es confiado a un promotor de la política de appeasement.
Mientras dejan la puerta abierta a una reaproximación anglosoviética, los
servicios secretos de Su Majestad se dedican a alimentar los rumores ya
existentes de una inminente paz firmada entre Londres y Berlín; todo ello con
el objetivo de incrementar la presión sobre la Unión Soviética que quizás
habría busca do evitar la temida alianza entre Gran Bretaña y el Tercer Reich
con un ataque preventivo del Ejército rojo contra la Wehrmacht, y reforzar en
todo caso la capacidad negociadora de Inglaterra.56
Se comprenden bien la
cautela y desconfianza del Kremlin: el peligro de una reedición de Múnich, a
escala más amplia y trágica, estaba muy presente. Quizás se pueda especular con
que la segunda campaña de desinformación escenificada por el Tercer Reich haya
jugado un papel relevante. Basándonos al menos en la transcripción conservada
en los archivos del partido comunista soviético, pese a dar por descontada a
corto plazo la entrada de la URSS en el conflicto, Stalin subraya en su
discurso del 5 de mayo de 1941, dirigido a los graduados de la Academia
militar, cómo históricamente Alemania había conseguido la victoria cuando se
había concentrado en un solo frente, mientras que había sufrido la derrota
cuando había sido obligada a combatir contemporáneamente a este y oeste57.
Des de luego, Stalin podría haber subestimado la seriedad con la que Hitler
valoraba la posibilidad de agredir a la URSS. Por otro lado, él sabía bien que
una precipitada movilización total habría proporcionado al Tercer Reich en
bandeja de plata el casus belli, tal y como había ocurrido con la Primera
guerra mundial. Hay en todo caso una cuestión indudable: pese a moverse con
circunspección en una situación notablemente complicada, el líder soviético
procede a «acelerar los preparativos de guerra». En efecto, «entre mayo y junio
se llaman a filas a 800.000 reservistas, a mediados de mayo 28 divisiones se
desplazan en los territorios occidentales de la Unión Soviética», mientras se
siguen a un ritmo constante los trabajos de fortificación de fronteras y de
camuflaje de los objetivos militares más sensibles. «En la noche entre el 21 y
22 de junio se les da la alarma a todas estas fuerzas y son llamadas a
prepararse para un ataque por sorpresa por parte alemana»58.
Para desacreditar a Stalin,
Kruschov insiste en las espectaculares victorias iniciales del ejército
invasor, pero obvia las previsiones realizadas en Occidente en su momento.
Después del desmembramiento de Checoslovaquia y la entrada en Praga de la
Wehrmacht, Lord Halifax había continuado rechazando la idea de una
reaproximación de Inglaterra y la URSS recurriendo a este argumento: no tenía sentido
aliarse con un país cuyas fuerzas armadas eran «insignificantes». En la víspera
de la operación Barbarroja o en el momento de su comienzo, los servicios
secretos británicos habían calculado que la Unión Soviética habría sido
«liquidada en 8 o 10 semanas»; a su vez, los consejeros del Secretario de
Estado norteamericano Henry L. Stimson habían previsto el 23 de junio que todo
habría concluido en un período de entre uno y tres meses59. Por otra
parte, la fulminante penetración de la Wehrmacht en el territorio soviético
—observa actualmente un ilustre historiador militar— se explica fácilmente con
un poco de geografía:
La
extensión del frente —1.800 millas— y la escasez de obstáculos naturales
ofrecían al agresor inmensas ventajas a la hora de infiltrarse y maniobrar.
Pese a las colosales dimensiones del Ejército rojo, la relación entre sus
fuerzas y el espacio era tan desfavorable que las unidades mecanizadas alemanas
podían encontrar fácilmente ocasiones para realizar maniobras indirectas a
espaldas de su adversario. Además, las ciudades ampliamente separadas, donde
convergían carreteras y vías de ferrocarril, ofrecían al agresor la posibilidad
de apuntar a objetivos alternativos, poniendo al enemigo en la difícil
situación de adivinar la dirección real de la marcha, y afrontar un dilema
después de otro.60
El rápido desenlace negativo
de la guerra relámpago
No debe uno dejarse cegar
por las apariencias: observado cuidadosamente, el proyecto del Tercer Reich de
reeditar en el este el triunfal Blitzkrieg realizado en el lado occidental
comienza a mostrarse problemático ya en las primeras semanas del gigantesco
choque.61 A tal propósito resultan reveladores los diarios de Joseph
Goebbels. En la víspera de la agresión destaca lo imparable que resultaría a la
postre el ataque alemán, «sin duda el más poderoso que la historia haya jamás
conocido»; nadie podrá discutir el «despliegue más poderoso de la historia
universal».62 Y por tanto: «Tenemos delante una marcha triunfal sin
precedentes [...]. Considero la fuerza militar de los rusos muy baja, todavía
más baja de lo que pueda considerarla el Führer. Si hubo y si hay una acción de
resultado cierto, es ésta».63 En realidad no es inferior la
seguridad de Hitler, que algunos meses antes delante de un diplomático búlgaro
se había referido al ejército soviético de esta manera: es sólo un «chiste».64
Lo cierto es que desde el inicio los invasores se encuentran, pese a todo, con
sorpresas desagradables: «El 25 de junio, en ocasión del primer asalto a Moscú,
la defensa antiaérea demuestra tal eficacia que desde ese momento la Luftwaffe
se ve obligada a limitarse a ataques nocturnos a rangos reducidos».65 Bastan
diez días de guerra para que comiencen a entrar en crisis las certezas
anteriores. El 2 de julio Goebbels anota en su diario: «En conjunto, se combate
muy dura y obstinadamente. De ningún modo puede hablarse de paseo. El régimen
rojo ha movilizado al pueblo»66. Los sucesos se siguen y el humor de los
dirigentes nazis cambia de manera radical, tal y como se comprueba en el diario
de Goebbels.
24
de julio: No podemos conservar duda alguna acerca del hecho de que el régimen
bolchevique, que existe desde hace casi un cuarto de siglo, ha dejado profundas
huellas en los pueblos de la Unión Soviética [...]. Sería por lo tanto justo
subrayar con claridad, frente al pueblo alemán, la dureza del combate que se
libra en el este. Debe decírsele a la nación que esta operación es muy difícil,
pero que podemos superarla y la supera remos67.
1º
de agosto: En el cuartel general del Führer [...] también se admite
abiertamente que se ha errado un poco en la valoración de la fuerza militar
soviética. Los bolcheviques revelan una resistencia mayor de la que habríamos
supuesto; sobre todo los medios materiales a su disposición son mayores de lo
que pensábamos68.
19
de agosto: El Führer está en privado muy irritado consigo mismo por el hecho de
haberse dejado engañar hasta tal punto sobre el potencial de los bolcheviques,
a través de los informes provenientes de [agentes alemanes enviados a] la Unión
Soviética. Sobre todo su subestimación de la infantería acorazada y la aviación
del enemigo nos ha creado muchos problemas. Ha sufrido mucho. Se trata de una
grave crisis [...]. Comparadas, las campañas llevadas a cabo hasta ahora eran
casi paseos [...]. En lo que respecta al oeste el Führer no tiene ningún motivo
de preocupación [...]. Con nuestro rigor y objetividad los alemanes siempre
hemos subestimado al enemigo, con la excepción en este caso de los bolcheviques69.
16
de septiembre: Hemos calculado el potencial de los bolcheviques de modo
completamente erróneo70.
Los investigadores en
materia de estrategia militar subrayan las dificultades imprevistas en las que
al entrar en la Unión Soviética se ve inmersa una maquinaria de guerra poderosa,
experimentada y rodeada por el mito de la imbatibilidad como era la alemana71.
Resulta «especialmente significativa para el éxito de la guerra oriental la
batalla de Smolensk, en la segunda mitad de julio de 1941 hasta ahora oculta en
las investigaciones por la sombra de otros acontecimientos»72. La
observación es de un ilustre historiador alemán, que cita después estas
elocuentes entradas del diario del general Fedor von Bock, del 20 y 26 de julio
respectivamente:
El
enemigo quiere reconquistar Smolensk a cualquier precio y constantemente
moviliza nuevas tropas hacia allí. La hipótesis expresada en alguna parte de
que el enemigo actúe sin una estrategia no se apoya en hecho alguno [...]. Se
constata que los rusos han llevado a cabo alrededor del frente construido por
mí un nuevo y compacto despliegue de fuerzas. En muchos puntos intentan pasar
al ataque. Sorprendente para un adversario que ha sufrido golpes similares;
debe poseer una cantidad increíble de material, de hecho nuestras tropas
lamentan todavía hoy el potente efecto de la artillería enemiga.
Todavía más inquieto y de
hecho decididamente pesimista es el almirante Wilhelm Canaris, dirigente del
contraespionaje, que, ha blando con el general Von Bock el 17 de julio,
comenta:
«Lo veo muy negro»73.
El ejército soviético no sólo no huye en des bandada en los primeros días y
semanas del ataque, oponiendo de hecho una «tenaz resistencia», sino que
demuestra estar bien dirigido, como revela por lo demás la «resolución de
Stalin a la hora de frenar el avance alemán en el punto exacto para él». Los
resultados de este atento liderazgo militar se revelan también en el plano
diplomático: «impresionado por el tenaz combate ofrecido en el área de
Smolensk», Japón, presente allí con observadores, decide recha zar la propuesta
del Tercer Reich de participar en la guerra contra la Unión Soviética74.
El análisis del historiador alemán, ferozmente anticomunista, es confirmado
plenamente por investigadores rusos partidarios del Informe Kruschov y
destacados como campeones de la lucha contra el "estalinismo": «Los
planes del Blitzkrieg [alemán] habían naufragado ya a mediados de julio»75.
En este contexto no parece
puramente formal el homenaje que Churchill y F. D. Roosevelt realizan el 14 de
agosto de 1941 a la «espléndida defensa» del ejército soviético76.
Al margen de los círculos diplomáticos y gubernamentales, en Gran Bretaña
—según nos informa una entrada del diario de Beatrice Webb— ciudadanos normales
e incluso de ideario conservador muestran un «vivo interés por el coraje e
iniciativa sorprendentes y por el magnífico equipa miento de las fuerzas del
Ejército Rojo, el único Estado soberano capaz de enfrentarse a la potencia casi
mítica de la Alemania de Hitler». En la misma Alemania, tres semanas después
del comienzo de la Operación Barbarroja, empiezan a oírse voces que ponen
radicalmente en cuestión la versión triunfalista del régimen. Es lo que aparece
en el diario de un eminente intelectual alemán de origen judío: al parecer, en
el este «sufrimos una inmensa cantidad de bajas, habíamos infravalorado la
capacidad de resistencia de los rusos», a los que «no se les acaban nunca los
hombres y el material bélico».
Durante mucho tiempo leída
como una expresión de ignorancia po lítico-militar o incluso de ciega confianza
respecto al Tercer Reich, la conducta extremadamente cauta de Stalin en las
semanas que preceden al estallido de las hostilidades aparece ahora bajo una
luz completamente diferente:
«La concentración de fuerzas
de la Wehrmacht a lo largo de la frontera con la URSS, la violación del espacio
aéreo soviético y otras numerosas provocaciones tenían una única finalidad:
atraer al grueso del Ejército Rojo lo más cerca posible de la frontera. Hitler
pre tendía ganar la guerra en una única y gigantesca batalla». Incluso
generales de entre los más valiosos se sintieron atraídos por la trampa, y
previendo la irrupción del enemigo, instan a un masivo desplazamiento de tropas
hacia la frontera: «Stalin rechazó categóricamente la petición, insistiendo en
la necesidad de mantener reservas a gran escala a considerable distancia de la
línea del frente». Más tarde, siendo consciente de los planes estratégicos de
los ideadores de la Operación Barbarroja, el mariscal Georgy K. Zhukov
reconocía el acierto de la línea seguida por Stalin: «El mando de Hitler
contaba con un desplazamiento del grueso de nuestras tropas hacia la frontera,
con la intención de rodearlo y destruirlo»77.
De hecho, en los meses que
preceden a la invasión de la URSS el Führer señala, discutiendo con sus
generales: «Problema del espacio ruso. La amplitud infinita del espacio hace
necesaria la concentración en puntos decisivos»78. Más tarde, con la
Operación Barbarroja ya comenzada, en una conversación aclara ulteriormente su
opinión: «En la historia mundial ha habido hasta ahora solamente tres batallas
de aniquilación: Cannes, Sedan y Tannenberg. Podemos estar orgullosos del hecho
de que dos de ellas han sido victoriosamente combatidas por ejércitos
alemanes». Sin embargo, para Alemania la tercera y más grandiosa batalla
decisiva de aniquilación y sometimiento, tan ansiada por Hitler, se le complica
cada vez más, y una semana después se ve obligado a reconocer que la Operación
Barbarroja había infravalorado gravemente al enemigo: «la preparación bélica de
los rusos debe considerarse fantástica»79. Queda clara aquí la
actitud de un jugador de cartas intentando justificar el fracaso de sus
previsiones. Y sin embargo, el experto inglés en estrategia militar antes
citado llega a conclusiones no muy diferentes: el motivo de la derrota de los
franceses residió «no en la cantidad o calidad de su material sino en su
doctrina militar»; es más, un despliegue demasiado avanzado del ejército
influye desastrosamente, ya que «compromete gravemente su ductilidad
estratégica»; un error similar había cometido también Polonia, favorecido por
«la ferocidad nacional y la excesiva confianza de los militares». Nada de todo
esto se da en el caso de la Unión Soviética.80
Más importante que cada una
de las batallas es la imagen de conjunto: «El sistema estaliniano consiguió
movilizar a la gran mayoría de la población y la práctica totalidad de los
recursos»; en particular la «capacidad de los soviéticos» fue «extraordinaria»,
en una situación tan difícil como la creada en los primeros meses de la guerra,
a «la hora de evacuar y de reconvertir después a la producción militar un
número considerable de industrias». Sí, «puesto en pie dos días después de la
invasión alemana, el Comité de evacuación consiguió desplazar al este 1.500
grandes fábricas, tras la realización de operaciones titánicas de una gran
complejidad logística»81. Por otro lado, este proceso de
deslocalización había comenzado ya en las semanas o meses que preceden a la
agresión nazi (infra, p. 319), confirmando ulteriormente el carácter fantástico
de la acusación lanzada por Kruschov.
Hay más. El grupo dirigente
soviético había intuido de algún modo el desarrollo de la guerra que se
perfilaba en el horizonte, ya desde el momento mismo en que impulsó la
industrialización del país: con un giro radical respecto a la situación
precedente, había identificado «un punto central en la Rusia asiática», a
distancia y resguardado de posibles agresores82. En efecto, sobre
ello Stalin había insistido con fuerza, repetidas veces.
31
de enero de 1931:
se
imponía la «creación de un campo industrial nuevo y bien dotado en los Urales,
en Siberia, en Kazajistán». Pocos años después, el Informe presentado el 26 de
enero de 1934 en el XVII Congreso del PCUS había llamado con satisfacción la
atención sobre el poderoso desarrollo industrial que se había producido «en
Asia central, en Kazajistán, en las Repúblicas Buriatas, Tártaras y Baskirias,
en los Urales, en Siberia oriental y occidental, en el extremo oriente, etc.»83.
Las implicaciones de todo ello no se le habían escapado a Trotsky, que pocos
años después, al analizar los peligros de la guerra y el grado de preparación
de la Unión Soviética, y al subrayar los resultados alcanzados por la «economía
planificada» en el ámbito «militar», había observado: «La industrialización de
regiones remotas, principalmente de Siberia, confiere a las regiones de la
estepa y bosque una nueva importancia»84. Solamente ahora los
grandes espacios asumían todo su valor y hacían más complicada que nunca la
guerrahrelámpago utilizada por el estado mayor alemán.
Es precisamente en el ámbito
del aparato industrial edificado en previsión de la guerra donde el Tercer
Reich se ve obligado a afrontar las sorpresas más amargas, como muestran dos
anotaciones de Hitler.
29 de noviembre de 1941:
«¿Cómo es posible que un
pueblo tan primitivo pueda alcanzar tales objetivos técnicos en tan poco
tiempo?»
26
de agosto de 1942: «En lo que respecta a Rusia, es incontestable que Stalin ha
alzado el nivel de vida. El pueblo ruso no sufría el hambre [en el momento del
comienzo de la Operación Barbarroja]. En conjunto es necesario reconocer que:
han sido construidos talleres de la importancia de las Hermann Goering Wer ke
allí donde hasta hace dos años no existían sino aldeas desconocidas. Nos
encontramos líneas de ferrocarril que no están en los mapas»85.
Llegados a este punto es
conveniente dar la palabra a tres expertos, notablemente diferentes entre ellos
uno ruso y los otros dos occidentales. El primero, que en su momento dirigió el
Instituto soviético de historia militar, y que ha compartido el antiestalinismo
militante de los años de Gorbachov, parece movido por la intención de retomar y
radicalizar la requisitoria del Informe Kruschov. Y sin embargo, por los mismos
resultados de su investigación, se ve obligado a formular un juicio bastante
más matizado: sin ser un especialista y mucho menos el genio descrito por la
propaganda oficial, ya en los años que preceden al estallido de la guerra
Stalin se ocupa intensamente de los problemas de la defensa, de la industria de
defensa y de la economía de guerra en su conjunto. Sí, en el plano
estrictamente militar, únicamente a través de pruebas y errores, incluso
graves, y «gracias a la dura praxis de la vida militar cotidiana» él «aprende
gradualmente los principios básicos de estrategia»86. En otros campos,
sin embargo, su pensamiento se muestra «más desarrollado que el de muchos
líderes militares soviéticos». Gracias también a la larga práctica en la
gestión del poder político, Stalin no pierde nunca de vista el rol central de
la economía de guerra, y contribuye a re forzar la resistencia de la
URSS con la transferencia hacia el interior del aparato bélico industrial: «es
casi imposible subestimar la importancia de este empeño»87. El líder
soviético presta finalmente una gran atención a la dimensión político-moral de
la guerra. En este ámbito «tenía ideas totalmente fuera de lo habitual», como
demuestra la decisión «valiente y clarividente», tomada pese al escepticismo de
sus colaboradores, de efectuar el desfile militar conmemorativo del aniversario
de la Revolución de octubre, el 7 de noviembre de 1941, en una Moscú asediada y
acosada por el enemigo nazi. En síntesis, puede decirse que respecto a los
militares de carrera y al círculo de sus colaboradores, «Stalin da prueba de un
pensamiento más universal»91. Y es un pensamiento —puede añadirse— que no pasa
por alto ni siquiera los aspectos más ínfimos de la vida y de la moral de los
soldados: informado del hecho de que se habían que dado sin cigarrillos,
gracias también a su capacidad para despachar «una enorme carga de trabajo»,
«en el momento crucial de la batalla de Stalingrado, él [Stalin] encontró
tiempo para llamar por teléfono a Akaki Mgeladze, jefe del partido en Abjasia,
la principal región productora de tabaco: "¡Nuestros soldados ya no pueden
fumar! ¡Sin cigarrillos el frente no aguanta!"»88
En la apreciación positiva
de Stalin como líder militar los dos autores occidentales van aún más allá. Si
Kruschov insiste en los arrolladores éxitos iniciales de la Wehrmacht, el
primero de los dos expertos mencionados expresa esta misma evidencia con un
lenguaje bastante diferente: no sorprende que «la mayor invasión de la historia
militar» haya conseguido éxitos iniciales: la réplica del Ejército rojo tras
los devastadores golpes de la invasión alemana en junio de 1941 fue «la mayor
producción de armas que el mundo hubiese visto nunca»89. El segundo
investigador, docente de una academia militar estadounidense, a partir de la
comprensión del conflicto en términos de su larga duración, de la atención
reservada tanto a la retaguardia como al frente, de la dimensión económica y
política, así como la propiamente militar de la guerra, habla de Stalin como un
«gran estratega», de hecho como «el primer auténtico estratega del siglo
veinte»90. Es una valoración de conjunto ampliamente coincidente con
la del otro investigador occidental antes citado, cuya tesis de fondo, resumida
en las solapas del libro, ve en Stalin al «mayor líder militar del siglo
veinte». Obviamente se pueden discutir o matizar estas valoraciones tan
lisonjeras; queda sin embargo claro el hecho de que, al menos en lo que
respecta al tema de la guerra, el paisaje trazado por Kruschov ha perdido toda
credibilidad.
Sobre todo por el hecho de
que llegado el momento del examen definitivo, la URSS se muestra bastante
preparada también desde otro punto de vista esencial. Volvamos a dar la palabra
a Goebbels, que, al explicar las inopinadas dificultadas de la operación
Barbarroja, aparte del potencial bélico del enemigo, remite también a otro
factor:
Para
nuestros hombres de confianza y a nuestros espías era casi imposible penetrar
en el interior de la Unión Soviética. No podían adquirir una visión precisa.
Los bolcheviques se han esforzado directamente en engañarnos. De toda una serie
de armas que poseían, sobre todo armas pesadas, no hemos podido sacar nada en
claro. Exactamente lo contrario de lo que se ha producido en Francia, donde lo
sabíamos prácticamente todo y no podríamos haber sido sorprendidos de ningún
modo.91
_________
(46)
En Butler 2005), pp. 71-2.
(47)
Goebbels 1992), p. 1590.
(48)
Wolkow 2003), p. 111.
(49)
Goebbels 1992), pp. 1594-5 y 1597.
(50)
Costello 1991), pp. 438-9.
(51)
Goebbels 1992), p. 1599.
(52)
Roberts 2006), p. 35.
(53)
Wolkow 2003), p. 110.
(54)
Costello 1991), pp. 436-7.
(55)
Kershaw 2001), pp. 581 y 576-7.
(56)
ibid, pp. 585-7; Ferro 2008), p. 115 en lo que respecta a Maysky).
(57)
Besymenski 2003), pp. 380-6 y en especial p. 384).
(58)
Roberts 2006), pp. 66-9.
(59)
Ferro 2008), p. 64; Benes 1954), p. 151; Gardner 1993), pp. 92-3.
(60)
Liddel Hart 2007), pp. 414-5.
(61)
Ibid, pp. 417-8.
(62)
Goebbels 1992), pp. 1601 y 1609.
(63)
Ibid, pp. 1601-2.
(64)
Fest 1973), p. 878.
(65)
Ferro 2008), p. 189.
(66)
Goebbels 1992), p. 1619.
(67)
Ibid, pp. 1639-40.
(68)
Ibid, p. 1645.
(69)
Ibid, pp. 1656-8.
(70)
Ibid, pp. 1665-6.
(71)
Liddel Hart 2007), pp. 417-8.
(72)
Hillgruber 1991), p. 354.
(73)
Citado en Hillgruber 1991), pp. 358-60.
(74)
Ibid, pp. 372 y 369.
(75)
Medvedev, Medvedev 2006), p. 252
(76)
En Butler 2005), p. 41.
(77)
Medvedev, Medvedev 2006), pp. 259-60.
(78)
Hitler 1965), p. 1682 declaraciones del 30 de marzo de 1941).
(79)
Hitler 1989), p. 70 conversación del 10 de septiembre de 1941) y Hitler 1980),
p. 61 conversación del 17-18 de septiembre de 1941).
(80)
Liddel Hart 2007), pp. 404, 400 y 392.
(81)
Werth 2007a), pp. 352 y 359-60.
(82)
Tucker 1990), pp. 97-8.
(83)
Stalin 1971-73), vol. 13, pp. 67 y 274.
(84)
Trotsky 1988), p. 930 = Trotsky, 1968, p. 207).
(85)
Hitler 1980), p. 366 conversación del 26 de agosto de 1942).
(86)
Wolkogonow 1989), pp. 501 y 570.
(87)
Ibid, pp. 501, 641 y 570-2.
(88)
Montefiore 2007), p. 503.
(89)
Roberts 2006), pp. 81 y 4.
(90)
Schneider 1994), pp. 278-9 y 232.
(91) Goebbels 1992), p. 1656 entrada del diario del 19 de agosto de 1941).
Millones de Muertos:
de Hitler y Hearst a Cinquest y Solzjenitsyn
La historia de los supuestos millones de presos y muertos en los campos de trabajo y los muertos por el hambre en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin.
(3)
Mario Sousa
Los campos de trabajo en el sistema correccional.
Comenzamos con la primera pregunta sobre el sistema correccional soviético. Después de 1930, el sistema correccional soviético contaba con prisiones, campos y colonias de trabajo de los Gulag, zonas especiales abiertas y pago de multas. Las personas que eran arrestadas generalmente eran enviadas a las cárceles comunes en tanto se hacían las investigaciones que podían demostrar su inocencia recuperando la libertad, o bien, eran llevadas al tribunal de justicia. En caso de ser pasado al tribunal, el acusado podía ser declarado inocente y quedar en libertad o, en caso de que fuera declarado culpable podía ser condenado a una pena de multa, de prisión o, en casos más excepcionales, a la pena de muerte.
Las multas podían ser un cierto porcentaje del
salario durante un cierto tiempo. Los condenados a prisión podían ser enviados
a diferentes tipos de cárceles dependiendo del tipo de delito cometido.
A los campos de trabajo Gulag iban los criminales por delitos graves (homicidios, robos, violaciones, delitos económicos, etc.) y una gran parte de los condenados por actividades contrarrevolucionarias. Otros delincuentes con penas superiores a 3 años podían ser también recluidos en esos campos.
Después de un tiempo en un campo de trabajo, el preso podía ser trasladado a una colonia de trabajo, o bien, a una zona especial abierta. Los campos de trabajo eran zonas muy extensas donde los condenados vivían y trabajaban bajo gran control. Trabajar y no ser un peso para la sociedad era otra cosa evidente. Ninguna persona se lo pasaba sin trabajar. Puede ser que alguien hoy en día piense que esto es terrible, pero la realidad era así.
Existían 53 campos de trabajo y 425 colonias de
trabajo Gulag en 1940. Estas últimas eran unidades más pequeñas que los campos
de trabajo, con un régimen más liberal y con menos control. Allí iban los
presos con penas de prisión más cortas. Tanto delincuentes comunes como
políticos trabajaban en libertad en las fábricas y en la agricultura que era
una parte de la economía de la sociedad civil.
En la mayoría de los casos el salario de esos trabajos transformaba por entero a los condenados igualándolos a los otros trabajadores.
Las zonas especiales abiertas eran generalmente
zonas agrícolas donde se exiliaba a los Kulakos que habían sido expropiados
durante la colectivización de las tierras. Otros condenados por penas menores o
actividades contrarrevolucionarias podían también cumplir las penas en estas
zonas.
¡450 mil y no 9 millones!
Segunda pregunta. ¿Cuál era el número de presos políticos y por delitos comunes? Esta pregunta incluye a los presos en los campos y colonias de trabajo Gulag y en las cárceles aunque teniendo en cuenta que la privación de libertad en las colonias de trabajo era en la mayoría de los casos de reducida duración.
Veamos las cifras de AHR en el cuadro de abajo
respecto al período de 20 años a partir de 1934 cuando el sistema correccional
fue centralizado en una sola administración y hasta 1953 cuando Stalin
falleció.
Tabla de The American Historical Review
De la tabla de estadísticas se puede sacar una serie de conclusiones. Para comenzar podemos comparar las cifras del gráfico con las cifras de Conquest.
En 1939 -dice Conquest- había 9 millones de presos políticos en los campos de trabajo y otros 3 millones habían muerto durante el período de 1937 al 39. No olvide el lector que estas cifras se refieren solamente a los presos políticos.
Además de esos -nos dice Conquest- los presos por delitos comunes eran mucho mayores que las cifras de presos “políticos”. En el año 1950, decía Conquest, había ¡12 millones de presos políticos!
Con los datos en la mano podemos ver ahora a Conquest como el falsificador que es en la realidad. No hay ninguna cifra que corresponda a la realidad.
En 1939 había en todos los campos, colonias y prisiones cerca de 2 millones de presos. De esos eran 454 mil condenados por delitos políticos y no 9 millones como Conquest afirma. Los muertos en los campos de trabajo desde 1937 a 1939 fueron cerca de 160.000 y no 3 millones como dice Conquest.
En el año 1950 había en los campos de trabajo 578 mil presos por delitos políticos y no 12 millones. El lector no debe olvidar que Robert Conquest es aún una de las fuentes más importantes de la propaganda de derecha en contra del comunismo Para los pseudointelectuales de derecha, Conquest es como un dios. En lo que respecta a las cifras de Alexander Solzhenitsyn (60 millones de muertos en los campos de trabajo), no hay necesidad de comentarios. Lo ridículo de esta afirmación es evidente. Solo una mente enferma puede afirmar tales fantasías.
Dejemos ahora a los falsificadores y hagamos un
análisis concreto de las estadísticas de los Gulag. La primera cuestión que se
puede hacer es pensar en la cantidad de personas en el sistema correccional. ¿Qué
significado tiene una cifra tan elevada de 2,5 millones? Cada persona
encarcelada es testimonio de que la sociedad aún no se ha desarrollado para dar
a cada persona lo necesario para una vida positiva. Viendo las cosas de esta
manera son los 2,5 millones una muestra negativa de la sociedad.
La amenaza interna y externa.
A las cifras de personas recluidas en el sistema correccional hay que darle una explicación más concreta. La Unión Soviética era un país que recientemente había dejado el feudalismo y la herencia social en lo que respecta a los valores humanos eran muchas veces un peso para la sociedad. En el sistema anterior con los Zares, los trabajadores eran obligados a vivir en una profunda miseria y la vida humana no tenía mucho valor. Robos y crímenes violentos eran penados con una violencia sin límites. Las insurrecciones en contra de la monarquía terminaban habitualmente en masacres, con condenados a muerte y penas largas de prisión. Estas relaciones sociales y la manera de pensar relacionadas con ellas, llevan mucho tiempo para combatirlas, lo cual influenció en el desarrollo de la sociedad y también en la criminalidad del país.
Otro factor a tener en cuenta es que la URSS, un país que en los años 30 tenía una población de 160/170 millones de habitantes, estaba fuertemente amenazada por potencias extranjeras. En base a los grandes cambios políticos en Europa en la década de 1930, la principal amenaza de guerra provenía de la Alemania nazi (amenaza contra la sobrevivencia de los pueblos eslavos), constituyendo también las democracias occidentales un bloque con intenciones intervencionistas. Esta situación muy seria fue resumida por Stalin en 1931 con las siguientes palabras: “Estamos atrasados de 50 a 100 años en relación con los países avanzados. Tenemos que recorrer esta distancia en 10 años. O bien lo hacemos o sino seremos arrasados”. Diez años después, el 22 de junio de 1941 la URSS fue invadida por la Alemania nazi y sus aliados. La sociedad soviética fue obligada a grandes esfuerzos durante el decenio de 1930 y 40, siendo la mayor parte de los recursos utilizados en los preparativos de defensa para la guerra contra los nazistas. Esto hace que las personas tuviesen una vida de trabajo sin grandes compensaciones a nivel personal. La reforma de 7 horas de trabajo diario tuvo que ser derogada en 1937 y, en 1939 eran casi todos los domingos día de trabajo.
En un período difícil como este en que una gran guerra determinó el desarrollo social durante 2 decenios (1930 y 40), una guerra que costó a la URSS 25 millones de vidas perdidas y la mitad del país en ruinas, se originó delincuencia cuando las personas se tentaban con aquello que la vida no les podía dar.
Durante este tiempo muy difícil en la URSS,
había como máximo 2,5 millones de personas en el sistema correccional, o sea,
2,4% de la población adulta. ¿Cómo avaluar estas cifras? ¿Son cifras elevadas?
Hagamos una comparación.
Mas presos en los EEUU
Por ejemplo: en los Estados Unidos de Norteamérica -país con 252 millones de habitantes en 1996- el país más rico del planeta y que consume el 60% de los recursos mundiales, ¿cuántas personas hay en el sistema correccional? ¿Cuál es la situación en este país que no está amenazado por ninguna guerra y donde no existen cambios sociales que pudieran amenazar la estabilidad económica?
En una noticia muy pequeña en los periódicos (agosto de 1997), la agencia de noticias FLT-AP decía que en los EEUU “nunca anteriormente había existido tantas personas en el sistema correccional, 5,5 millones en 1996”. Esto representa un aumento de 200.000 personas desde 1995 y hace que el número de delincuentes en los EE UU “sea el 2,8% de la población adulta”. Estos datos vienen del Departamento de Justicia norteamericano. El número de personas condenadas por delinquir en los EEUU es hoy superior a los 3 millones que fue el ¡máximo en la URSS! Ahí hubo un máximo de 2,4% de la población adulta condenada por crímenes. ¡En los EEUU hay 2,8% y esa cantidad continúa creciendo!
Según el comunicado del Departamento de Justicia
de los EEUU aparecido en la prensa del 18 de enero de 1998, aumentó en 96.100
personas el número de presos en 1997. En lo que respecta a los campos de
trabajo soviéticos, es verdad que era un régimen duro y difícil para los presos,
pero debemos ver cómo es hoy la situación en las cárceles de los EEUU donde
existe violencia, drogas, prostitución y esclavitud sexual (290.000 violaciones
al año entre los presos). ¡Nadie se siente seguro en las prisiones de los EEUU!
¡Esto en la actualidad en la sociedad más rica jamás vista!
Un factor importante: la falta de medicinas
Respondamos ahora a la tercera pregunta. ¿Cuántos fueron los muertos en los campos de trabajo?
Los casos de muerte en los campos varían mucho
de año a año, de 5,2% en 1934 a 0,3% en 1953. Estas muertes en los campos eran
causadas por la falta de recursos en la sociedad. En primer lugar, por la falta
de medicinas para combatir las epidemias.
Este problema no era específico de estos campos sino que existía igualmente en la sociedad en general como también en la mayoría de los países del mundo.
Después que los antibióticos fueron descubiertos
y comenzaron a utilizarse después de la Segunda Guerra mundial, la situación se
modificó radicalmente. En realidad, los años más difíciles fueron los años de
guerra cuando la barbarie del nazismo obligó a todos los ciudadanos soviéticos
a vivir una vida muy difícil.
Durante esos 4 años murieron en los campos de
trabajo más de medio millón de presos lo que es más de la mitad de todos los
muertos durante 20 años. No olvidemos que en el mismo período de la guerra
murieron 25 millones de personas en la sociedad libre.
Cuando las condiciones en la URSS mejoraron en el decenio de los años 50 y con el uso de los antibióticos disminuyó el número de muertos a un 0,3% entre los presos.
Veamos ahora la cuarta pregunta. ¿Cuántos fueron los condenados a muerte hasta 1953 y en especial, durante las depuraciones de 1937 y 38? Ya hemos visto las cifras de Robert Conquest de 12 millones de presos políticos que los bolcheviques habrían matado en los campos de trabajo, desde 1930 a 1953, de los cuales un millón entre 1937 y 1938. Las cifras de Solzhenitsyn son de decenas de millones de muertos en estos campos y de los cuales 3 millones fueron muertos en 1937 y 1938. Pero, han habido cifras más elevadas citadas en la propaganda suya en contra de la URSS. La rusa Olga Shatunovskaja por ejemplo, nos da una cifra de ¡7 millones de muertos en las depuraciones de 1937 y 38! Pero los documentos que ahora son publicados sacados de los archivos soviéticos nos dan una información diferente.
En primer lugar, es preciso decir que las cifras de los condenados a muerte se encontraron en varios archivos y los investigadores se vieron obligados a recoger datos con un cierto riesgo de contar doble y darnos una cifra mayor de lo que fue en la realidad.
Según Dimitri Volkogonov, nombrado por Jeltsin como jefe de los antiguos archivos soviéticos, fueron condenados a muerte 30 514 personas por los tribunales militares desde el primero de octubre de 1936 al 30 de septiembre de 1938. Otra información que ahora existe viene de la KGB. Según una información en la prensa (en febrero de 1990), habían sido condenadas a muerte 786.000 personas por delitos contra la revolución durante los 23 años del período que comprende desde 1930 hasta 1953. De esos habían sido condenados 681.692 en 1937 y 38. No hay posibilidades de hacer un control de las informaciones que la KGB nos entrega, pero esta última afirmación es dudosa. Sería muy extraño tantos condenados en 2 años. ¿No será que la actual KGB pro-capitalista nos da una información correcta de la KGB pro-socialista? En todo caso viene a verificar que las estadísticas que son la base de las informaciones de la KGB nos muestran que las cifras mencionadas sobre los condenados a muerte durante esos 23 años se refieren a delincuentes comunes y contrarrevolucionarios y no solamente a contrarrevolucionarios como la KGB pro-capitalista se refirió en la información de febrero de 1990.
De los archivos se saca también la conclusión de que las cifras de delincuentes condenados a muerte era aproximadamente igual al número de delincuentes comunes y contrarrevolucionarios. La conclusión a que podemos llegar es que el número de condenados a muerte entre 1936 y 1938 fue alrededor de 100.000 y no de varios millones como han sido presentados en la propaganda occidental. Es preciso también tener en cuenta que no todos los condenados a muerte en la URSS eran ejecutados. Una gran parte de ellos pasaban a penas de prisión en los campos de trabajo. También es importante hacer una diferencia entre los delincuentes comunes y los contrarrevolucionarios. Muchos de los condenados a muerte eran delincuentes condenados por delitos de violencia como son: asaltos y violaciones. Estos tipos de delitos hace 60 años atrás eran penados con sentencias de muerte en la mayoría de los países del mundo.
La quinta pregunta. ¿Cuál fue en general el tiempo de reclusión? El tiempo de prisión de los condenados es una de las cuestiones en que los rumores de la propaganda occidental han sido peores. La descripción general es que estar preso en la Unión Soviética significaba que el que entraba en prisión ya no salía más. !Esto es completamente falso!
En realidad, la gran mayoría de los presos en el tiempo de Stalin fueron condenados al máximo de ¡5 años de prisión! La estadística de AHR nos entrega datos concretos. Los delincuentes comunes en la Federación Rusa en 1936 recibieron las siguientes penas de prisión:
Hasta 5 años: 82,4 por ciento. De 5 a 10 años: 17,6% (10 años, pena máxima de prisión hasta 1937). Los delincuentes políticos condenados en los tribunales civiles en 1936 recibieron las siguientes penas de prisión:
Hasta 5 años: 44,2 por ciento. De 5 a 10 años:
50,7 por ciento
En lo que respecta a los condenados en los Gulag donde las penas mayores eran cumplidas, la estadística de enero de 1940 era la siguiente:
Hasta 5 años: 56,8 %. De 5 a 10 años: 42, 2 % Más de 10 años: 1,0 %
Para el año 1939 tenemos estadísticas de los tribunales de la Unión Soviética. La distribución de las penas de prisión es la siguiente:
Hasta 5 años: 95,9 %. De 5 a 10 años: 4,0 %. Más de 10 años: 0,1 %
Como vemos, la supuesta perpetuidad del tiempo de prisión en la URSS es un mito respaldado en Occidente para combatir el socialismo.
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