domingo, 2 de junio de 2024

Stalin

Stalin. Historia y Crítica de Una Leyenda Negra

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Domenico Losurdo

Una serie de campañas de desinformación y la operación Barbarroja

Incluso en el estricto ámbito de la conducta militar, el Informe secreto ha perdido toda credibilidad. Según Kruschov, obviando las «advertencias» que de todos lados le llegaban sobre la inminencia de la invasión, Stalin se precipita hacia el desastre. ¿Qué decir de esta acusación? Mientras tanto, también las informaciones provenientes de un país amigo pueden resultar erróneas: por ejemplo, el 17 de junio de 1942 Franklin Delano Roosevelt pone sobre aviso a Stalin de un inminente ataque japonés, que después no se produce46. Y es que en los albores de la agresión nazi la URSS se ve obligada a orientarse entre gigantescas maniobras de distracción y desinformación. El Tercer Reich se dedica intensamente a hacer creer que la acumulación de tropas al este tiene como objetivo solamente el camuflar el inminente salto más allá del Canal de la Mancha, cosa que parecía bastante creíble después de la conquista de la isla de Creta. «Todo el aparato estatal y militar está movilizado», anota complacido Goebbels en su diario 31 de mayo de 1941, para escenificar la «primera gran oleada de mimetización» de la operación Barbarroja. Así, «14 divisiones son transportadas hacia el oeste»47; además, todas las tropas desplegadas sobre el frente occidental son puestas en estado de máxima alerta48. Unas dos semanas después la edición berlinesa del "Vólkischer Beobachter" publica un artículo que señala la ocupación de Creta como modelo para el proyectado ajuste de cuentas con Inglaterra: pocas horas después el original es secuestra do con el fin de dar la impresión de que haya sido desvelado a traición un secreto de gran importancia. Tres días después 14 de junio, Goebbels anota en su diario: «Las radios inglesas declaran ya que nuestro despliegue contra Rusia solamente es un bluff, detrás del cual buscábamos esconder nuestros preparativos para la invasión [de Inglaterra]»49. A esta campaña de desinformación Alemania añadía otra: se hacían circular voces según las cuales el despliegue militar en el este se proponía presionar a la URSS, llegado el caso recurriendo a un ultimátum, para que Stalin aceptase redefinir las cláusulas del pacto germano-soviético y se comprometiese a exportar mayor cantidad de cereales, petróleo y carbón, necesitados por un Tercer Reich inmerso en una guerra que no parecía concluir. Se quería por tanto hacer creer que la crisis se podía resolver con nuevas negociaciones y con alguna concesión suplementaria por parte de Moscú49. A esta conclusión llegaban en Gran Bretaña los servicios de información del ejército y los mandos militares, que todavía a fecha del 22 de mayo advertían a su Gabinete de guerra: «Hitler no ha decidido todavía si perseguir sus objetivos [la URSS] a través de la persuasión o con la fuerza de las armas»50. El 14 de junio Goebbels anota satisfecho en su diario: «En general creen todavía que puede ser un farol, o bien un intento de chantaje»51.

No se debe subestimar tampoco la campaña de desinformación escenificada en el lado opuesto y ya iniciada dos años antes: en noviembre de 1939 la prensa francesa publica un inexistente discurso pronunciado frente al Politburó el 19 de agosto de ese mismo año en el que Stalin habría expuesto un plan para debilitar Europa, promoviendo en su interior una guerra fratricida, para después sovietizarla. No hay dudas: se trata de un texto falso, que intentaba hacer saltar el pacto de no agresión germano— soviético y dirigir hacia el este la furia expansionista del Tercer Reich52. Según una difundida leyenda historiográfica, en la víspera de la agresión nazi el gobierno de Londres habría puesto en guardia a Stalin repetidas veces y de manera desinteresada, quien sin embargo, como buen dictador, se habría fiado solamente de su homólogo berlinés. En realidad, si por un lado comunica a Moscú las informaciones relativas a la operación Barbarroja, por el otro lado Gran Bretaña difunde rumores sobre un inminente ataque de la URSS contra Alemania o los territorios ocupados por ella53. Es evidente y comprensible el interés por hacer inevitable o acelerar el conflicto germano-soviético.

Entra en juego después el misterioso vuelo de Rudolf Hess a Inglaterra, claramente movido por la esperanza de reconstruir la unidad de Occidente en la lucha contra el bolchevismo, confiriendo así concreción al programa enunciado en Mein Kampf de alianza y solidaridad de los pueblos germánicos en su misión civilizadora. Los agentes soviéticos en el exterior informan al Kremlin de que el número dos del régimen nazi ha emprendido la iniciativa con la aquiescencia del Führer54. Por otro lado, personalidades de cierto relieve en el Tercer Reich han defendido sin fisuras la tesis según la cuál Hess había actuado animado por Hitler. Este, en todo caso, siente la necesidad de enviar inmediatamente a Roma al ministro de Asuntos Exteriores Joachim von Ribbentrop con el fin de despejar en Mussolini cualquier sospecha de que Alemania esté preparando un acuerdo de paz exclusivo con Gran Bretaña55. Obviamente, toda vía más fuerte es la preocupación en Moscú por este golpe de efecto, sobre todo en la medida en que la actitud del gobierno británico no hace sino alimentarlo: éste no aprovecha la oportunidad de «capturar al lugarteniente del Führer» y conseguir así «un máximo efecto propagandístico, cosa que tanto Hitler como Goebbels se temían»; es más, el interrogatorio de Hess —informa a Stalin desde Londres el embajador Ivan Maysky— es confiado a un promotor de la política de appeasement. Mientras dejan la puerta abierta a una reaproximación anglosoviética, los servicios secretos de Su Majestad se dedican a alimentar los rumores ya existentes de una inminente paz firmada entre Londres y Berlín; todo ello con el objetivo de incrementar la presión sobre la Unión Soviética que quizás habría busca do evitar la temida alianza entre Gran Bretaña y el Tercer Reich con un ataque preventivo del Ejército rojo contra la Wehrmacht, y reforzar en todo caso la capacidad negociadora de Inglaterra.56

Se comprenden bien la cautela y desconfianza del Kremlin: el peligro de una reedición de Múnich, a escala más amplia y trágica, estaba muy presente. Quizás se pueda especular con que la segunda campaña de desinformación escenificada por el Tercer Reich haya jugado un papel relevante. Basándonos al menos en la transcripción conservada en los archivos del partido comunista soviético, pese a dar por descontada a corto plazo la entrada de la URSS en el conflicto, Stalin subraya en su discurso del 5 de mayo de 1941, dirigido a los graduados de la Academia militar, cómo históricamente Alemania había conseguido la victoria cuando se había concentrado en un solo frente, mientras que había sufrido la derrota cuando había sido obligada a combatir contemporáneamente a este y oeste57. Des de luego, Stalin podría haber subestimado la seriedad con la que Hitler valoraba la posibilidad de agredir a la URSS. Por otro lado, él sabía bien que una precipitada movilización total habría proporcionado al Tercer Reich en bandeja de plata el casus belli, tal y como había ocurrido con la Primera guerra mundial. Hay en todo caso una cuestión indudable: pese a moverse con circunspección en una situación notablemente complicada, el líder soviético procede a «acelerar los preparativos de guerra». En efecto, «entre mayo y junio se llaman a filas a 800.000 reservistas, a mediados de mayo 28 divisiones se desplazan en los territorios occidentales de la Unión Soviética», mientras se siguen a un ritmo constante los trabajos de fortificación de fronteras y de camuflaje de los objetivos militares más sensibles. «En la noche entre el 21 y 22 de junio se les da la alarma a todas estas fuerzas y son llamadas a prepararse para un ataque por sorpresa por parte alemana»58.

Para desacreditar a Stalin, Kruschov insiste en las espectaculares victorias iniciales del ejército invasor, pero obvia las previsiones realizadas en Occidente en su momento. Después del desmembramiento de Checoslovaquia y la entrada en Praga de la Wehrmacht, Lord Halifax había continuado rechazando la idea de una reaproximación de Inglaterra y la URSS recurriendo a este argumento: no tenía sentido aliarse con un país cuyas fuerzas armadas eran «insignificantes». En la víspera de la operación Barbarroja o en el momento de su comienzo, los servicios secretos británicos habían calculado que la Unión Soviética habría sido «liquidada en 8 o 10 semanas»; a su vez, los consejeros del Secretario de Estado norteamericano Henry L. Stimson habían previsto el 23 de junio que todo habría concluido en un período de entre uno y tres meses59. Por otra parte, la fulminante penetración de la Wehrmacht en el territorio soviético —observa actualmente un ilustre historiador militar— se explica fácilmente con un poco de geografía:

La extensión del frente —1.800 millas— y la escasez de obstáculos naturales ofrecían al agresor inmensas ventajas a la hora de infiltrarse y maniobrar. Pese a las colosales dimensiones del Ejército rojo, la relación entre sus fuerzas y el espacio era tan desfavorable que las unidades mecanizadas alemanas podían encontrar fácilmente ocasiones para realizar maniobras indirectas a espaldas de su adversario. Además, las ciudades ampliamente separadas, donde convergían carreteras y vías de ferrocarril, ofrecían al agresor la posibilidad de apuntar a objetivos alternativos, poniendo al enemigo en la difícil situación de adivinar la dirección real de la marcha, y afrontar un dilema después de otro.60

 

El rápido desenlace negativo de la guerra relámpago

No debe uno dejarse cegar por las apariencias: observado cuidadosamente, el proyecto del Tercer Reich de reeditar en el este el triunfal Blitzkrieg realizado en el lado occidental comienza a mostrarse problemático ya en las primeras semanas del gigantesco choque.61 A tal propósito resultan reveladores los diarios de Joseph Goebbels. En la víspera de la agresión destaca lo imparable que resultaría a la postre el ataque alemán, «sin duda el más poderoso que la historia haya jamás conocido»; nadie podrá discutir el «despliegue más poderoso de la historia universal».62 Y por tanto: «Tenemos delante una marcha triunfal sin precedentes [...]. Considero la fuerza militar de los rusos muy baja, todavía más baja de lo que pueda considerarla el Führer. Si hubo y si hay una acción de resultado cierto, es ésta».63 En realidad no es inferior la seguridad de Hitler, que algunos meses antes delante de un diplomático búlgaro se había referido al ejército soviético de esta manera: es sólo un «chiste».64 Lo cierto es que desde el inicio los invasores se encuentran, pese a todo, con sorpresas desagradables: «El 25 de junio, en ocasión del primer asalto a Moscú, la defensa antiaérea demuestra tal eficacia que desde ese momento la Luftwaffe se ve obligada a limitarse a ataques nocturnos a rangos reducidos».65 Bastan diez días de guerra para que comiencen a entrar en crisis las certezas anteriores. El 2 de julio Goebbels anota en su diario: «En conjunto, se combate muy dura y obstinadamente. De ningún modo puede hablarse de paseo. El régimen rojo ha movilizado al pueblo»66. Los sucesos se siguen y el humor de los dirigentes nazis cambia de manera radical, tal y como se comprueba en el diario de Goebbels.

24 de julio: No podemos conservar duda alguna acerca del hecho de que el régimen bolchevique, que existe desde hace casi un cuarto de siglo, ha dejado profundas huellas en los pueblos de la Unión Soviética [...]. Sería por lo tanto justo subrayar con claridad, frente al pueblo alemán, la dureza del combate que se libra en el este. Debe decírsele a la nación que esta operación es muy difícil, pero que podemos superarla y la supera remos67.

1º de agosto: En el cuartel general del Führer [...] también se admite abiertamente que se ha errado un poco en la valoración de la fuerza militar soviética. Los bolcheviques revelan una resistencia mayor de la que habríamos supuesto; sobre todo los medios materiales a su disposición son mayores de lo que pensábamos68.

19 de agosto: El Führer está en privado muy irritado consigo mismo por el hecho de haberse dejado engañar hasta tal punto sobre el potencial de los bolcheviques, a través de los informes provenientes de [agentes alemanes enviados a] la Unión Soviética. Sobre todo su subestimación de la infantería acorazada y la aviación del enemigo nos ha creado muchos problemas. Ha sufrido mucho. Se trata de una grave crisis [...]. Comparadas, las campañas llevadas a cabo hasta ahora eran casi paseos [...]. En lo que respecta al oeste el Führer no tiene ningún motivo de preocupación [...]. Con nuestro rigor y objetividad los alemanes siempre hemos subestimado al enemigo, con la excepción en este caso de los bolcheviques69.

16 de septiembre: Hemos calculado el potencial de los bolcheviques de modo completamente erróneo70.

Los investigadores en materia de estrategia militar subrayan las dificultades imprevistas en las que al entrar en la Unión Soviética se ve inmersa una maquinaria de guerra poderosa, experimentada y rodeada por el mito de la imbatibilidad como era la alemana71. Resulta «especialmente significativa para el éxito de la guerra oriental la batalla de Smolensk, en la segunda mitad de julio de 1941 hasta ahora oculta en las investigaciones por la sombra de otros acontecimientos»72. La observación es de un ilustre historiador alemán, que cita después estas elocuentes entradas del diario del general Fedor von Bock, del 20 y 26 de julio respectivamente:

El enemigo quiere reconquistar Smolensk a cualquier precio y constantemente moviliza nuevas tropas hacia allí. La hipótesis expresada en alguna parte de que el enemigo actúe sin una estrategia no se apoya en hecho alguno [...]. Se constata que los rusos han llevado a cabo alrededor del frente construido por mí un nuevo y compacto despliegue de fuerzas. En muchos puntos intentan pasar al ataque. Sorprendente para un adversario que ha sufrido golpes similares; debe poseer una cantidad increíble de material, de hecho nuestras tropas lamentan todavía hoy el potente efecto de la artillería enemiga.

Todavía más inquieto y de hecho decididamente pesimista es el almirante Wilhelm Canaris, dirigente del contraespionaje, que, ha blando con el general Von Bock el 17 de julio, comenta:

«Lo veo muy negro»73. El ejército soviético no sólo no huye en des bandada en los primeros días y semanas del ataque, oponiendo de hecho una «tenaz resistencia», sino que demuestra estar bien dirigido, como revela por lo demás la «resolución de Stalin a la hora de frenar el avance alemán en el punto exacto para él». Los resultados de este atento liderazgo militar se revelan también en el plano diplomático: «impresionado por el tenaz combate ofrecido en el área de Smolensk», Japón, presente allí con observadores, decide recha zar la propuesta del Tercer Reich de participar en la guerra contra la Unión Soviética74. El análisis del historiador alemán, ferozmente anticomunista, es confirmado plenamente por investigadores rusos partidarios del Informe Kruschov y destacados como campeones de la lucha contra el "estalinismo": «Los planes del Blitzkrieg [alemán] habían naufragado ya a mediados de julio»75.

En este contexto no parece puramente formal el homenaje que Churchill y F. D. Roosevelt realizan el 14 de agosto de 1941 a la «espléndida defensa» del ejército soviético76. Al margen de los círculos diplomáticos y gubernamentales, en Gran Bretaña —según nos informa una entrada del diario de Beatrice Webb— ciudadanos normales e incluso de ideario conservador muestran un «vivo interés por el coraje e iniciativa sorprendentes y por el magnífico equipa miento de las fuerzas del Ejército Rojo, el único Estado soberano capaz de enfrentarse a la potencia casi mítica de la Alemania de Hitler». En la misma Alemania, tres semanas después del comienzo de la Operación Barbarroja, empiezan a oírse voces que ponen radicalmente en cuestión la versión triunfalista del régimen. Es lo que aparece en el diario de un eminente intelectual alemán de origen judío: al parecer, en el este «sufrimos una inmensa cantidad de bajas, habíamos infravalorado la capacidad de resistencia de los rusos», a los que «no se les acaban nunca los hombres y el material bélico».

Durante mucho tiempo leída como una expresión de ignorancia po lítico-militar o incluso de ciega confianza respecto al Tercer Reich, la conducta extremadamente cauta de Stalin en las semanas que preceden al estallido de las hostilidades aparece ahora bajo una luz completamente diferente:

«La concentración de fuerzas de la Wehrmacht a lo largo de la frontera con la URSS, la violación del espacio aéreo soviético y otras numerosas provocaciones tenían una única finalidad: atraer al grueso del Ejército Rojo lo más cerca posible de la frontera. Hitler pre tendía ganar la guerra en una única y gigantesca batalla». Incluso generales de entre los más valiosos se sintieron atraídos por la trampa, y previendo la irrupción del enemigo, instan a un masivo desplazamiento de tropas hacia la frontera: «Stalin rechazó categóricamente la petición, insistiendo en la necesidad de mantener reservas a gran escala a considerable distancia de la línea del frente». Más tarde, siendo consciente de los planes estratégicos de los ideadores de la Operación Barbarroja, el mariscal Georgy K. Zhukov reconocía el acierto de la línea seguida por Stalin: «El mando de Hitler contaba con un desplazamiento del grueso de nuestras tropas hacia la frontera, con la intención de rodearlo y destruirlo»77.

De hecho, en los meses que preceden a la invasión de la URSS el Führer señala, discutiendo con sus generales: «Problema del espacio ruso. La amplitud infinita del espacio hace necesaria la concentración en puntos decisivos»78. Más tarde, con la Operación Barbarroja ya comenzada, en una conversación aclara ulteriormente su opinión: «En la historia mundial ha habido hasta ahora solamente tres batallas de aniquilación: Cannes, Sedan y Tannenberg. Podemos estar orgullosos del hecho de que dos de ellas han sido victoriosamente combatidas por ejércitos alemanes». Sin embargo, para Alemania la tercera y más grandiosa batalla decisiva de aniquilación y sometimiento, tan ansiada por Hitler, se le complica cada vez más, y una semana después se ve obligado a reconocer que la Operación Barbarroja había infravalorado gravemente al enemigo: «la preparación bélica de los rusos debe considerarse fantástica»79. Queda clara aquí la actitud de un jugador de cartas intentando justificar el fracaso de sus previsiones. Y sin embargo, el experto inglés en estrategia militar antes citado llega a conclusiones no muy diferentes: el motivo de la derrota de los franceses residió «no en la cantidad o calidad de su material sino en su doctrina militar»; es más, un despliegue demasiado avanzado del ejército influye desastrosamente, ya que «compromete gravemente su ductilidad estratégica»; un error similar había cometido también Polonia, favorecido por «la ferocidad nacional y la excesiva confianza de los militares». Nada de todo esto se da en el caso de la Unión Soviética.80

Más importante que cada una de las batallas es la imagen de conjunto: «El sistema estaliniano consiguió movilizar a la gran mayoría de la población y la práctica totalidad de los recursos»; en particular la «capacidad de los soviéticos» fue «extraordinaria», en una situación tan difícil como la creada en los primeros meses de la guerra, a «la hora de evacuar y de reconvertir después a la producción militar un número considerable de industrias». Sí, «puesto en pie dos días después de la invasión alemana, el Comité de evacuación consiguió desplazar al este 1.500 grandes fábricas, tras la realización de operaciones titánicas de una gran complejidad logística»81. Por otro lado, este proceso de deslocalización había comenzado ya en las semanas o meses que preceden a la agresión nazi (infra, p. 319), confirmando ulteriormente el carácter fantástico de la acusación lanzada por Kruschov.

Hay más. El grupo dirigente soviético había intuido de algún modo el desarrollo de la guerra que se perfilaba en el horizonte, ya desde el momento mismo en que impulsó la industrialización del país: con un giro radical respecto a la situación precedente, había identificado «un punto central en la Rusia asiática», a distancia y resguardado de posibles agresores82. En efecto, sobre ello Stalin había insistido con fuerza, repetidas veces.

31 de enero de 1931:

se imponía la «creación de un campo industrial nuevo y bien dotado en los Urales, en Siberia, en Kazajistán». Pocos años después, el Informe presentado el 26 de enero de 1934 en el XVII Congreso del PCUS había llamado con satisfacción la atención sobre el poderoso desarrollo industrial que se había producido «en Asia central, en Kazajistán, en las Repúblicas Buriatas, Tártaras y Baskirias, en los Urales, en Siberia oriental y occidental, en el extremo oriente, etc.»83. Las implicaciones de todo ello no se le habían escapado a Trotsky, que pocos años después, al analizar los peligros de la guerra y el grado de preparación de la Unión Soviética, y al subrayar los resultados alcanzados por la «economía planificada» en el ámbito «militar», había observado: «La industrialización de regiones remotas, principalmente de Siberia, confiere a las regiones de la estepa y bosque una nueva importancia»84. Solamente ahora los grandes espacios asumían todo su valor y hacían más complicada que nunca la guerrahrelámpago utilizada por el estado mayor alemán.

Es precisamente en el ámbito del aparato industrial edificado en previsión de la guerra donde el Tercer Reich se ve obligado a afrontar las sorpresas más amargas, como muestran dos anotaciones de Hitler.

29 de noviembre de 1941:

«¿Cómo es posible que un pueblo tan primitivo pueda alcanzar tales objetivos técnicos en tan poco tiempo?»

26 de agosto de 1942: «En lo que respecta a Rusia, es incontestable que Stalin ha alzado el nivel de vida. El pueblo ruso no sufría el hambre [en el momento del comienzo de la Operación Barbarroja]. En conjunto es necesario reconocer que: han sido construidos talleres de la importancia de las Hermann Goering Wer ke allí donde hasta hace dos años no existían sino aldeas desconocidas. Nos encontramos líneas de ferrocarril que no están en los mapas»85.

Llegados a este punto es conveniente dar la palabra a tres expertos, notablemente diferentes entre ellos uno ruso y los otros dos occidentales. El primero, que en su momento dirigió el Instituto soviético de historia militar, y que ha compartido el antiestalinismo militante de los años de Gorbachov, parece movido por la intención de retomar y radicalizar la requisitoria del Informe Kruschov. Y sin embargo, por los mismos resultados de su investigación, se ve obligado a formular un juicio bastante más matizado: sin ser un especialista y mucho menos el genio descrito por la propaganda oficial, ya en los años que preceden al estallido de la guerra Stalin se ocupa intensamente de los problemas de la defensa, de la industria de defensa y de la economía de guerra en su conjunto. Sí, en el plano estrictamente militar, únicamente a través de pruebas y errores, incluso graves, y «gracias a la dura praxis de la vida militar cotidiana» él «aprende gradualmente los principios básicos de estrategia»86. En otros campos, sin embargo, su pensamiento se muestra «más desarrollado que el de muchos líderes militares soviéticos». Gracias también a la larga práctica en la gestión del poder político, Stalin no pierde nunca de vista el rol central de la economía de guerra, y contribuye a re forzar la resistencia de la URSS con la transferencia hacia el interior del aparato bélico industrial: «es casi imposible subestimar la importancia de este empeño»87. El líder soviético presta finalmente una gran atención a la dimensión político-moral de la guerra. En este ámbito «tenía ideas totalmente fuera de lo habitual», como demuestra la decisión «valiente y clarividente», tomada pese al escepticismo de sus colaboradores, de efectuar el desfile militar conmemorativo del aniversario de la Revolución de octubre, el 7 de noviembre de 1941, en una Moscú asediada y acosada por el enemigo nazi. En síntesis, puede decirse que respecto a los militares de carrera y al círculo de sus colaboradores, «Stalin da prueba de un pensamiento más universal»91. Y es un pensamiento —puede añadirse— que no pasa por alto ni siquiera los aspectos más ínfimos de la vida y de la moral de los soldados: informado del hecho de que se habían que dado sin cigarrillos, gracias también a su capacidad para despachar «una enorme carga de trabajo», «en el momento crucial de la batalla de Stalingrado, él [Stalin] encontró tiempo para llamar por teléfono a Akaki Mgeladze, jefe del partido en Abjasia, la principal región productora de tabaco: "¡Nuestros soldados ya no pueden fumar! ¡Sin cigarrillos el frente no aguanta!"»88

En la apreciación positiva de Stalin como líder militar los dos autores occidentales van aún más allá. Si Kruschov insiste en los arrolladores éxitos iniciales de la Wehrmacht, el primero de los dos expertos mencionados expresa esta misma evidencia con un lenguaje bastante diferente: no sorprende que «la mayor invasión de la historia militar» haya conseguido éxitos iniciales: la réplica del Ejército rojo tras los devastadores golpes de la invasión alemana en junio de 1941 fue «la mayor producción de armas que el mundo hubiese visto nunca»89. El segundo investigador, docente de una academia militar estadounidense, a partir de la comprensión del conflicto en términos de su larga duración, de la atención reservada tanto a la retaguardia como al frente, de la dimensión económica y política, así como la propiamente militar de la guerra, habla de Stalin como un «gran estratega», de hecho como «el primer auténtico estratega del siglo veinte»90. Es una valoración de conjunto ampliamente coincidente con la del otro investigador occidental antes citado, cuya tesis de fondo, resumida en las solapas del libro, ve en Stalin al «mayor líder militar del siglo veinte». Obviamente se pueden discutir o matizar estas valoraciones tan lisonjeras; queda sin embargo claro el hecho de que, al menos en lo que respecta al tema de la guerra, el paisaje trazado por Kruschov ha perdido toda credibilidad.

Sobre todo por el hecho de que llegado el momento del examen definitivo, la URSS se muestra bastante preparada también desde otro punto de vista esencial. Volvamos a dar la palabra a Goebbels, que, al explicar las inopinadas dificultadas de la operación Barbarroja, aparte del potencial bélico del enemigo, remite también a otro factor:

Para nuestros hombres de confianza y a nuestros espías era casi imposible penetrar en el interior de la Unión Soviética. No podían adquirir una visión precisa. Los bolcheviques se han esforzado directamente en engañarnos. De toda una serie de armas que poseían, sobre todo armas pesadas, no hemos podido sacar nada en claro. Exactamente lo contrario de lo que se ha producido en Francia, donde lo sabíamos prácticamente todo y no podríamos haber sido sorprendidos de ningún modo.91

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(46) En Butler 2005), pp. 71-2.

(47) Goebbels 1992), p. 1590.

(48) Wolkow 2003), p. 111.

(49) Goebbels 1992), pp. 1594-5 y 1597.

(50) Costello 1991), pp. 438-9.

(51) Goebbels 1992), p. 1599.

(52) Roberts 2006), p. 35.

(53) Wolkow 2003), p. 110.

(54) Costello 1991), pp. 436-7.

(55) Kershaw 2001), pp. 581 y 576-7.

(56) ibid, pp. 585-7; Ferro 2008), p. 115 en lo que respecta a Maysky).

(57) Besymenski 2003), pp. 380-6 y en especial p. 384).

(58) Roberts 2006), pp. 66-9.

(59) Ferro 2008), p. 64; Benes 1954), p. 151; Gardner 1993), pp. 92-3.

(60) Liddel Hart 2007), pp. 414-5.

(61) Ibid, pp. 417-8.

(62) Goebbels 1992), pp. 1601 y 1609.

(63) Ibid, pp. 1601-2.

(64) Fest 1973), p. 878.

(65) Ferro 2008), p. 189.

(66) Goebbels 1992), p. 1619.

(67) Ibid, pp. 1639-40.

(68) Ibid, p. 1645.

(69) Ibid, pp. 1656-8.

(70) Ibid, pp. 1665-6.

(71) Liddel Hart 2007), pp. 417-8.

(72) Hillgruber 1991), p. 354.

(73) Citado en Hillgruber 1991), pp. 358-60.

(74) Ibid, pp. 372 y 369.

(75) Medvedev, Medvedev 2006), p. 252

(76) En Butler 2005), p. 41.

(77) Medvedev, Medvedev 2006), pp. 259-60.

(78) Hitler 1965), p. 1682 declaraciones del 30 de marzo de 1941).

(79) Hitler 1989), p. 70 conversación del 10 de septiembre de 1941) y Hitler 1980), p. 61 conversación del 17-18 de septiembre de 1941).

(80) Liddel Hart 2007), pp. 404, 400 y 392.

(81) Werth 2007a), pp. 352 y 359-60.

(82) Tucker 1990), pp. 97-8.

(83) Stalin 1971-73), vol. 13, pp. 67 y 274.

(84) Trotsky 1988), p. 930 = Trotsky, 1968, p. 207).

(85) Hitler 1980), p. 366 conversación del 26 de agosto de 1942).

(86) Wolkogonow 1989), pp. 501 y 570.

(87) Ibid, pp. 501, 641 y 570-2.

(88) Montefiore 2007), p. 503.

(89) Roberts 2006), pp. 81 y 4.

(90) Schneider 1994), pp. 278-9 y 232.

(91) Goebbels 1992), p. 1656 entrada del diario del 19 de agosto de 1941).


Millones de Muertos:

de Hitler y Hearst a Cinquest y Solzjenitsyn 

La historia de los supuestos millones de presos y muertos en los campos de trabajo y los muertos por el hambre en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin. 

(3)

Mario Sousa 

Los campos de trabajo en el sistema correccional. 

Comenzamos con la primera pregunta sobre el sistema correccional soviético. Después de 1930, el sistema correccional soviético contaba con prisiones, campos y colonias de trabajo de los Gulag, zonas especiales abiertas y pago de multas. Las personas que eran arrestadas generalmente eran enviadas a las cárceles comunes en tanto se hacían las investigaciones que podían demostrar su inocencia recuperando la libertad, o bien, eran llevadas al tribunal de justicia. En caso de ser pasado al tribunal, el acusado podía ser declarado inocente y quedar en libertad o, en caso de que fuera declarado culpable podía ser condenado a una pena de multa, de prisión o, en casos más excepcionales, a la pena de muerte. 

Las multas podían ser un cierto porcentaje del salario durante un cierto tiempo. Los condenados a prisión podían ser enviados a diferentes tipos de cárceles dependiendo del tipo de delito cometido.

      A los campos de trabajo Gulag iban los criminales por delitos graves (homicidios, robos, violaciones, delitos económicos, etc.) y una gran parte de los condenados por actividades contrarrevolucionarias. Otros delincuentes con penas superiores a 3 años podían ser también recluidos en esos campos. 

Después de un tiempo en un campo de trabajo, el preso podía ser trasladado a una colonia de trabajo, o bien, a una zona especial abierta. Los campos de trabajo eran zonas muy extensas donde los condenados vivían y trabajaban bajo gran control. Trabajar y no ser un peso para la sociedad era otra cosa evidente. Ninguna persona se lo pasaba sin trabajar. Puede ser que alguien hoy en día piense que esto es terrible, pero la realidad era así. 

Existían 53 campos de trabajo y 425 colonias de trabajo Gulag en 1940. Estas últimas eran unidades más pequeñas que los campos de trabajo, con un régimen más liberal y con menos control. Allí iban los presos con penas de prisión más cortas. Tanto delincuentes comunes como políticos trabajaban en libertad en las fábricas y en la agricultura que era una parte de la economía de la sociedad civil.

       En la mayoría de los casos el salario de esos trabajos transformaba por entero a los condenados igualándolos a los otros trabajadores. 

Las zonas especiales abiertas eran generalmente zonas agrícolas donde se exiliaba a los Kulakos que habían sido expropiados durante la colectivización de las tierras. Otros condenados por penas menores o actividades contrarrevolucionarias podían también cumplir las penas en estas zonas. 

¡450 mil y no 9 millones! 

Segunda pregunta. ¿Cuál era el número de presos políticos y por delitos comunes? Esta pregunta incluye a los presos en los campos y colonias de trabajo Gulag y en las cárceles aunque teniendo en cuenta que la privación de libertad en las colonias de trabajo era en la mayoría de los casos de reducida duración. 

Veamos las cifras de AHR en el cuadro de abajo respecto al período de 20 años a partir de 1934 cuando el sistema correccional fue centralizado en una sola administración y hasta 1953 cuando Stalin falleció. 

Tabla de The American Historical Review 

De la tabla de estadísticas se puede sacar una serie de conclusiones. Para comenzar podemos comparar las cifras del gráfico con las cifras de Conquest. 

En 1939 -dice Conquest- había 9 millones de presos políticos en los campos de trabajo y otros 3 millones habían muerto durante el período de 1937 al 39. No olvide el lector que estas cifras se refieren solamente a los presos políticos. 

Además de esos -nos dice Conquest- los presos por delitos comunes eran mucho mayores que las cifras de presos “políticos”. En el año 1950, decía Conquest, había ¡12 millones de presos políticos! 

Con los datos en la mano podemos ver ahora a Conquest como el falsificador que es en la realidad. No hay ninguna cifra que corresponda a la realidad. 

En 1939 había en todos los campos, colonias y prisiones cerca de 2 millones de presos. De esos eran 454 mil condenados por delitos políticos y no 9 millones como Conquest afirma. Los muertos en los campos de trabajo desde 1937 a 1939 fueron cerca de 160.000 y no 3 millones como dice Conquest. 

En el año 1950 había en los campos de trabajo 578 mil presos por delitos políticos y no 12 millones. El lector no debe olvidar que Robert Conquest es aún una de las fuentes más importantes de la propaganda de derecha en contra del comunismo Para los pseudointelectuales de derecha, Conquest es como un dios. En lo que respecta a las cifras de Alexander Solzhenitsyn (60 millones de muertos en los campos de trabajo), no hay necesidad de comentarios. Lo ridículo de esta afirmación es evidente. Solo una mente enferma puede afirmar tales fantasías. 

Dejemos ahora a los falsificadores y hagamos un análisis concreto de las estadísticas de los Gulag. La primera cuestión que se puede hacer es pensar en la cantidad de personas en el sistema correccional. ¿Qué significado tiene una cifra tan elevada de 2,5 millones? Cada persona encarcelada es testimonio de que la sociedad aún no se ha desarrollado para dar a cada persona lo necesario para una vida positiva. Viendo las cosas de esta manera son los 2,5 millones una muestra negativa de la sociedad. 

La amenaza interna y externa. 

A las cifras de personas recluidas en el sistema correccional hay que darle una explicación más concreta. La Unión Soviética era un país que recientemente había dejado el feudalismo y la herencia social en lo que respecta a los valores humanos eran muchas veces un peso para la sociedad. En el sistema anterior con los Zares, los trabajadores eran obligados a vivir en una profunda miseria y la vida humana no tenía mucho valor. Robos y crímenes violentos eran penados con una violencia sin límites. Las insurrecciones en contra de la monarquía terminaban habitualmente en masacres, con condenados a muerte y penas largas de prisión. Estas relaciones sociales y la manera de pensar relacionadas con ellas, llevan mucho tiempo para combatirlas, lo cual influenció en el desarrollo de la sociedad y también en la criminalidad del país. 

Otro factor a tener en cuenta es que la URSS, un país que en los años 30 tenía una población de 160/170 millones de habitantes, estaba fuertemente amenazada por potencias extranjeras. En base a los grandes cambios políticos en Europa en la década de 1930, la principal amenaza de guerra provenía de la Alemania nazi (amenaza contra la sobrevivencia de los pueblos eslavos), constituyendo también las democracias occidentales un bloque con intenciones intervencionistas. Esta situación muy seria fue resumida por Stalin en 1931 con las siguientes palabras: “Estamos atrasados de 50 a 100 años en relación con los países avanzados. Tenemos que recorrer esta distancia en 10 años. O bien lo hacemos o sino seremos arrasados”. Diez años después, el 22 de junio de 1941 la URSS fue invadida por la Alemania nazi y sus aliados. La sociedad soviética fue obligada a grandes esfuerzos durante el decenio de 1930 y 40, siendo la mayor parte de los recursos utilizados en los preparativos de defensa para la guerra contra los nazistas. Esto hace que las personas tuviesen una vida de trabajo sin grandes compensaciones a nivel personal. La reforma de 7 horas de trabajo diario tuvo que ser derogada en 1937 y, en 1939 eran casi todos los domingos día de trabajo. 

En un período difícil como este en que una gran guerra determinó el desarrollo social durante 2 decenios (1930 y 40), una guerra que costó a la URSS 25 millones de vidas perdidas y la mitad del país en ruinas, se originó delincuencia cuando las personas se tentaban con aquello que la vida no les podía dar. 

Durante este tiempo muy difícil en la URSS, había como máximo 2,5 millones de personas en el sistema correccional, o sea, 2,4% de la población adulta. ¿Cómo avaluar estas cifras? ¿Son cifras elevadas? Hagamos una comparación. 

Mas presos en los EEUU 

Por ejemplo: en los Estados Unidos de Norteamérica -país con 252 millones de habitantes en 1996- el país más rico del planeta y que consume el 60% de los recursos mundiales, ¿cuántas personas hay en el sistema correccional? ¿Cuál es la situación en este país que no está amenazado por ninguna guerra y donde no existen cambios sociales que pudieran amenazar la estabilidad económica? 

En una noticia muy pequeña en los periódicos (agosto de 1997), la agencia de noticias FLT-AP decía que en los EEUU “nunca anteriormente había existido tantas personas en el sistema correccional, 5,5 millones en 1996”. Esto representa un aumento de 200.000 personas desde 1995 y hace que el número de delincuentes en los EE UU “sea el 2,8% de la población adulta”. Estos datos vienen del Departamento de Justicia norteamericano. El número de personas condenadas por delinquir en los EEUU es hoy superior a los 3 millones que fue el ¡máximo en la URSS! Ahí hubo un máximo de 2,4% de la población adulta condenada por crímenes. ¡En los EEUU hay 2,8% y esa cantidad continúa creciendo! 

Según el comunicado del Departamento de Justicia de los EEUU aparecido en la prensa del 18 de enero de 1998, aumentó en 96.100 personas el número de presos en 1997. En lo que respecta a los campos de trabajo soviéticos, es verdad que era un régimen duro y difícil para los presos, pero debemos ver cómo es hoy la situación en las cárceles de los EEUU donde existe violencia, drogas, prostitución y esclavitud sexual (290.000 violaciones al año entre los presos). ¡Nadie se siente seguro en las prisiones de los EEUU! ¡Esto en la actualidad en la sociedad más rica jamás vista! 

Un factor importante: la falta de medicinas 

Respondamos ahora a la tercera pregunta. ¿Cuántos fueron los muertos en los campos de trabajo? 

Los casos de muerte en los campos varían mucho de año a año, de 5,2% en 1934 a 0,3% en 1953. Estas muertes en los campos eran causadas por la falta de recursos en la sociedad. En primer lugar, por la falta de medicinas para combatir las epidemias.

    Este problema no era específico de estos campos sino que existía igualmente en la sociedad en general como también en la mayoría de los países del mundo. 

Después que los antibióticos fueron descubiertos y comenzaron a utilizarse después de la Segunda Guerra mundial, la situación se modificó radicalmente. En realidad, los años más difíciles fueron los años de guerra cuando la barbarie del nazismo obligó a todos los ciudadanos soviéticos a vivir una vida muy difícil.

       Durante esos 4 años murieron en los campos de trabajo más de medio millón de presos lo que es más de la mitad de todos los muertos durante 20 años. No olvidemos que en el mismo período de la guerra murieron 25 millones de personas en la sociedad libre.

      Cuando las condiciones en la URSS mejoraron en el decenio de los años 50 y con el uso de los antibióticos disminuyó el número de muertos a un 0,3% entre los presos. 

Veamos ahora la cuarta pregunta. ¿Cuántos fueron los condenados a muerte hasta 1953 y en especial, durante las depuraciones de 1937 y 38? Ya hemos visto las cifras de Robert Conquest de 12 millones de presos políticos que los bolcheviques habrían matado en los campos de trabajo, desde 1930 a 1953, de los cuales un millón entre 1937 y 1938. Las cifras de Solzhenitsyn son de decenas de millones de muertos en estos campos y de los cuales 3 millones fueron muertos en 1937 y 1938. Pero, han habido cifras más elevadas citadas en la propaganda suya en contra de la URSS. La rusa Olga Shatunovskaja por ejemplo, nos da una cifra de ¡7 millones de muertos en las depuraciones de 1937 y 38! Pero los documentos que ahora son publicados sacados de los archivos soviéticos nos dan una información diferente. 

En primer lugar, es preciso decir que las cifras de los condenados a muerte se encontraron en varios archivos y los investigadores se vieron obligados a recoger datos con un cierto riesgo de contar doble y darnos una cifra mayor de lo que fue en la realidad. 

Según Dimitri Volkogonov, nombrado por Jeltsin como jefe de los antiguos archivos soviéticos, fueron condenados a muerte 30 514 personas por los tribunales militares desde el primero de octubre de 1936 al 30 de septiembre de 1938. Otra información que ahora existe viene de la KGB. Según una información en la prensa (en febrero de 1990), habían sido condenadas a muerte 786.000 personas por delitos contra la revolución durante los 23 años del período que comprende desde 1930 hasta 1953. De esos habían sido condenados 681.692 en 1937 y 38. No hay posibilidades de hacer un control de las informaciones que la KGB nos entrega, pero esta última afirmación es dudosa. Sería muy extraño tantos condenados en 2 años. ¿No será que la actual KGB pro-capitalista nos da una información correcta de la KGB pro-socialista? En todo caso viene a verificar que las estadísticas que son la base de las informaciones de la KGB nos muestran que las cifras mencionadas sobre los condenados a muerte durante esos 23 años se refieren a delincuentes comunes y contrarrevolucionarios y no solamente a contrarrevolucionarios como la KGB pro-capitalista se refirió en la información de febrero de 1990. 

De los archivos se saca también la conclusión de que las cifras de delincuentes condenados a muerte era aproximadamente igual al número de delincuentes comunes y contrarrevolucionarios. La conclusión a que podemos llegar es que el número de condenados a muerte entre 1936 y 1938 fue alrededor de 100.000 y no de varios millones como han sido presentados en la propaganda occidental. Es preciso también tener en cuenta que no todos los condenados a muerte en la URSS eran ejecutados. Una gran parte de ellos pasaban a penas de prisión en los campos de trabajo. También es importante hacer una diferencia entre los delincuentes comunes y los contrarrevolucionarios. Muchos de los condenados a muerte eran delincuentes condenados por delitos de violencia como son: asaltos y violaciones. Estos tipos de delitos hace 60 años atrás eran penados con sentencias de muerte en la mayoría de los países del mundo. 

La quinta pregunta. ¿Cuál fue en general el tiempo de reclusión? El tiempo de prisión de los condenados es una de las cuestiones en que los rumores de la propaganda occidental han sido peores. La descripción general es que estar preso en la Unión Soviética significaba que el que entraba en prisión ya no salía más. !Esto es completamente falso! 

En realidad, la gran mayoría de los presos en el tiempo de Stalin fueron condenados al máximo de ¡5 años de prisión! La estadística de AHR nos entrega datos concretos. Los delincuentes comunes en la Federación Rusa en 1936 recibieron las siguientes penas de prisión: 

Hasta 5 años: 82,4 por ciento. De 5 a 10 años: 17,6% (10 años, pena máxima de prisión hasta 1937). Los delincuentes políticos condenados en los tribunales civiles en 1936 recibieron las siguientes penas de prisión: 

Hasta 5 años: 44,2 por ciento. De 5 a 10 años: 50,7 por ciento

En lo que respecta a los condenados en los Gulag donde las penas mayores eran cumplidas, la estadística de enero de 1940 era la siguiente: 

Hasta 5 años: 56,8 %. De 5 a 10 años: 42, 2 % Más de 10 años: 1,0 % 

Para el año 1939 tenemos estadísticas de los tribunales de la Unión Soviética. La distribución de las penas de prisión es la siguiente: 

Hasta 5 años: 95,9 %. De 5 a 10 años: 4,0 %. Más de 10 años: 0,1 % 

Como vemos, la supuesta perpetuidad del tiempo de prisión en la URSS es un mito respaldado en Occidente para combatir el socialismo.

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