La Subconsciente
Autocrítica Burguesa y su Ignorancia Económica
Cesar
Risso
EL
DISCURSO DE PEDRO CASTILLO, el pasado 28 de julio, ha suscitado una reacción
acalorada de parte de sus detractores. Las motivaciones de seguro son diversas,
pero todas las expresiones se unimisman en considerarlo un personaje mediocre,
o un corrupto. Es la perdida de la objetividad, enceguecidos como están por
vacarlo. En todo caso, ni siquiera recurren a la objetividad burguesa, es
decir, al reconocimiento de lo que en la superficie se da a su favor. Se trata
básicamente de destruirlo, pintándolo carente de cualquier rasgo o
característica de inteligencia.
Sin
embargo, este intento de despojarlo de racionalidad, con la finalidad de
vacarlo, le ha caído a todos estos sectores en pleno rostro.
Pedro
Castillo, representa a la pequeña burguesía. Esto quiere decir que pretende
elevar a este sector de la burguesía a la altura de la burguesía media, o
simplemente favorecerla. En consecuencia, las medidas que ha adoptado el
ejecutivo son enteramente burguesas, o pequeño burguesas, si prefieren, pues se
basan en el dominio del capitalismo de nuestra economía y sociedad. Por lo
tanto, la falta de racionalidad e inteligencia para dirigir el Estado burgués,
serían, si seguimos la lógica y los argumentos de los intelectuales burgueses, la
crítica a la política burguesa; en otras palabras, es una crítica de la misma
burguesía: una autocrítica, en fin de cuentas. Esta autocrítica a la que se
está sometiendo la política económica burguesa en la persona de Pedro Castillo,
tiene el sentido de delatar que cualquier argumento es válido con tal de
conseguir lo que se proponen; o mas bien, indicar que no importa las medidas
que se adopten siempre y cuando sea el resultado de sostener las reglas de
juego de los intereses de la burguesía, pero lo que les parece de suma importancia
es que quien dirija los negocios de la burguesía desde el gobierno, no solo
promueva sus intereses, sino que además piense, sienta y se parezca a ellos.
La
burguesía requiere que quien asuma la dirección de sus negocios desde el gobierno,
cuente con su consentimiento.
Se
le ha dicho a Pedro Castillo que los resultados favorables son obra de las
gestiones anteriores; que es consecuencia del rebote dado el bajo nivel que
alcanzó nuestra economía el año 2020; que si hubiera aplicado medidas
correctas, los resultados serían menos dramáticos, etc. En otras palabras,
soterradamente reconocen que la economía ha mejorado, que la inversión privada
ha aumentado considerablemente, que el nivel de empleo también ha aumentado, y
que la pobreza ha disminuido, que se van a destrabar los proyectos mineros,
etc. Todo esto es evidentemente lo que a la burguesía le conviene, pues es el
signo de las grandes ganancias que están obteniendo, en el marco de lo que el ejecutivo
les permite obtener con las medidas implementadas.
Salvo
algunas medidas, como el aumento de la remuneración mínima legal, o el
tratamiento a la tercerización (intermediación) laboral, o el Decreto Supremo
que modifica la negociación colectiva, ampliando los derechos de los
trabajadores independientes entre otros, en casi todo lo demás los empresarios
se han sentido cómodos con las medidas implementadas por este gobierno.
La
visión subjetivista de Pedro Castillo, propia de la pequeña burguesía, consiste
en creer que es la ética personal la que resolverá los problemas que enfrenta
nuestra sociedad; es un problema de voluntad individual. La avaricia y la falta
de ética son entonces las que han conducido a la actual situación. Probablemente
esta forma de ver la solución de los problemas que enfrentamos sea lo que
disgusta a la burguesía; pues, seguramente preferiría que se considere que los
problemas que tenemos no se deben a la buena o mala voluntad de los presidentes
que nos han gobernado (que han dirigido los negocios de la burguesía), sino a
los mecanismos, a la lógica, a la racionalidad de funcionamiento de la economía
y sociedades modernas. Planteado el asunto en estos términos, la burguesía
estaría a buen recaudo de cualquier aventurero, como seguramente considera a
Pedro Castillo.
El
subjetivismo burgués se caldea entre las actitudes individuales y la
racionalidad de la economía moderna. Si las cosas son como son, porque no
pueden ser de otro modo, entonces las consecuencias negativas no son su
responsabilidad, ni como individuos ni como clase social. Así, el capitalismo
resulta siendo una fatalidad, acerca de lo cual nada se puede hacer, salvo
seguir viviendo en el capitalismo, es decir, aceptar la fatalidad.
Para
la burguesía, y las diversas corrientes en su interior, las cosas se
interpretan y funcionan así.
Cuando
reconocemos que existen leyes económicas, que son objetivas, es decir, que
existen independientemente de nuestra voluntad; o cuando señalamos que la ley
de la tendencia decreciente de la cuota media de ganancia es real; o cuando
planteamos que la acumulación de capital conduce a la concentración y a la
centralización de capital; que la acumulación de capital conduce, además, a la
desigualdad social; o cuando decimos que la plusvalía, que es la expresión
científica que designa la forma en la que, en el capitalismo, la burguesía se
apropia (expropia) de una parte del valor creado por la fuerza de trabajo
asalariada; que el ejército industrial de reserva (desempleo, subempleo, y
otras formas específicas) es uno de los resultados propios del capitalismo, y
que a pesar de que las cifras puedan variar, existirá mientras este sistema
siga vigente; que la crisis económica es una ley objetiva, etc., la burguesía
nos espeta que esto es ideología.
Frente
a esto solo podemos decirle a la burguesía como clase y a sus intelectuales,
que su mediocridad e incapacidad para descubrir estas leyes, o para
reconocerlas, se debe sobre todo al límite que su propia condición de clase les
impone. He aquí una mediocridad real, histórica, que no puede ser superada sino
por la liberación de la humanidad de toda forma de explotación.
Sin
embargo, la burguesía se regodea en su ignorancia, y se auto adula con los
conocimientos superficiales que tiene del sistema capitalista. Esto da cuenta
de que la burguesía no solo no puede, sino que además, no tiene interés de
conocer la verdad; que no quiere conocer las leyes del desenvolvimiento del
capitalismo del cual viven. Solo le importa mantener la posición de dominio en
la que se encuentra, para seguir obteniendo ganancias.
La
negación de sus propias políticas, como autocrítica velada, se da porque su
objetivo es vacar a Pedro Castillo. Si las mismas políticas se hubieran dado
con algún representante de la ultraderecha, probablemente reconocería el éxito,
o la sensible mejora económica, de la gestión.
Así,
entre la verdad científica y su interés, la burguesía opta por lo segundo.
No
nos sorprende la actitud de la burguesía y sus representantes frente a la
realidad. Muchos crímenes se han cometido, y seguro se seguirán cometiendo,
para mantener y ampliar su poder. La pobreza no le interesa sino como negocio,
realizando los proyectos que le reporta ingentes ganancias.
En
el caso del presidente Pedro Castillo, el convencimiento de que su voluntad
garantiza la mejoría de los sectores “vulnerables” de nuestra población, o que
la buena voluntad de quien lo suceda en el cargo resolverá nuestros problemas,
lo enceguece y no le permite reconocer las leyes objetivas de desenvolvimiento
del capitalismo en el Perú. Tarde o temprano caerá en la cuenta de que las
cosas no funcionan por la buena voluntad de algún individuo, aunque
probablemente piense que de no lograr sus buenos deseos sea por sus propios
errores, o por las trabas impuestas por los diversos representantes de la
burguesía en el Congreso. La voluntad de Pedro Castillo y sus seguidores, actúa
dentro de las leyes del capitalismo sin cambiarlas, únicamente retrasando o
adelantando sus consecuencias, o intensificándolas o atenuándolas, pero de
ninguna manera evitándolas.
Y
a todo esto, el desarrollo del movimiento obrero y popular, y del movimiento
campesino, no alcanza la unidad que permita salir de la encrucijada de la
confrontación de un gobierno pequeño burgués socialdemócrata y de la gran
burguesía y sus intelectuales.
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