sábado, 2 de julio de 2022

Política

El “Buen Viaje” de los Liquidadores

Eduardo Ibarra

DESDE HACE DÉCADAS Ramón García utiliza el fácil recurso de desearles “buen viaje” a sus críticos, intentando producirles la impresión de que el que está de “buen viaje”, desde siempre y para siempre, es él. Esta actitud egocéntrica y pretenciosa le sirve también para autoengañarse. Esta misma actitud se ha observado en algunos de sus seguidores, y es hora de hacer un balance, así sea sumario, del “buen viaje” de los liquidadores. Veamos pues qué dicen los irrefutables hechos históricos.

          Como no puede dejar de saberlo nadie que haya vivido la lucha interna del Partido en la primera mitad de los años setenta o que esté suficiente y objetivamente informado sobre ella, Ramón García se reveló como cabeza del liquidacionismo de “izquierda” al desactivar el Comité Regional de Lima y sumirse en el ocultismo buscando así aislar al Partido de las masas y de la lucha de clases. Esta desactivación, este ocultismo y este aislamiento expresaban, desde luego, una evidente oposición a la Reconstitución del Partido de Mariátegui.

Es indudable, así pues, que García se opuso al liquidacionismo de derecha de Saturnino Paredes, pero solo para caer en el extremo opuesto: en el liquidacionismo de “izquierda”.

Este liquidacionismo de “izquierda” es el primer episodio relevante del “buen viaje” de García.

En el curso de la lucha interna del Partido durante el período 1970-1975, García se mostró impotente y, luego de la asonada del 5 febrero de 1975, visiblemente aterrado por un supuesto “baño de sangre”, se fue del país renunciando a su cargo en el CC del Partido y solicitando licencia por un año. Pero, igual que Luciano Castillo en su momento, con su licencia García encubrió su renuncia al Partido, pues nunca honró su palabra de reincorporarse a las filas partidarias, poniendo así en evidencia una actitud engañosa y un flagrante “anarquismo señorial”.

Esta deserción del Partido es el segundo episodio relevante del “buen viaje” de García.

Ya en su cómodo autoexilio, García procedió a dirigir a sus pocos seguidores desde el extranjero (replicando así la actitud de Ravines de dirigir el Partido desde Chile), planteando, ya en la segunda mitad de los años de 1970, posiciones revisionistas que hacían el fondo de su liquidacionismo.

Esta forma de dirigir vía correspondencia y estas primeras expresiones de su servidumbre con respecto al revisionismo contemporáneo, es el tercer episodio relevante del “buen viaje” de García(1).

Desde fines de la década de 1970, con sofismas y falacias García fue ganando a sus posiciones revisionistas a sus desprevenidos seguidores, por lo que el “buen viaje” de García comenzó a ser, al mismo tiempo, el “buen viaje” de la totalidad de los liquidadores.

        Esta influencia sobre sus incautos seguidores es el cuarto episodio relevante del “buen viaje” de García y el primero del grupo liquidacionista como tal grupo.

Para hacerse una idea del revisionismo de García en los años ochenta del siglo pasado, citemos algunas de sus argumentos. En el primer número de la revista Punto de Vista, 1982, García publicó dos artículos en los que hizo públicos sus planteos sobre la experiencia histórica del socialismo, aunque, como se sabe, sin asumir con su nombre la responsabilidad de los mismos: El movimiento comunista internacional en la encrucijada y La lección Polaca (cuya segunda parte apareció en el número 3 de la misma revista, 1983). En el primero de tales artículos, se lee:


El no comprender esta necesidad de cambio [de aceptar “temporalmente el desarrollo de la economía mercantil”] hizo perder la brújula a los bolcheviques de la vieja guardia. Perdieron credibilidad. Y Jruschov levantó dos argumentos incontestables: la necesidad de cambios y los errores de Stalin. Así pudo paralizar toda resistencia. El revisionismo subió al Poder. Pero, ¿significa esto un cambio de color en el país entero?

Pero la verdad es que aquello de un temporal “desarrollo de la economía mercantil”, fue en realidad la aplicación de un programa general de restauración del capitalismo, cosa que tuvo su inicio en el XX Congreso (1956) y su desarrollo en el XXI Congreso (1959) y el XXII Congreso (1961) del PCUS(2). Así, el revisionismo comenzó a restaurar el capitalismo, y no simplemente a implementar un temporal “desarrollo de la economía mercantil”, como engañosamente sostuvo García. Por otro lado, la “crítica” de Jruschov de los errores de Stalin fue desde una posición revisionista, y no desde una posición marxista. Finalmente, la declaración de García según la cual el ascenso del revisionismo al Poder no significó el cambio de color de la Unión Soviética, encierra la sibilina idea de que en el socialismo da lo mismo que el poder esté en manos de marxistas que en manos de revisionistas, de que en el socialismo el revisionismo tiene la misma función que el marxismo: edificar el socialismo. Por eso en su artículo La lección polaca toda su argumentación parte del prejuicio de que Polonia era a la sazón un país socialista, ¡después de más de veinte años de gobierno revisionista!(3) Este punto de vista es teóricamente falso y, por supuesto, revisionista de cabo a rabo.

En el mismo artículo se puede leer también:

… el socialismo es un período de transición, y por ende sujeto a cambios; y…, en segundo lugar, el socialismo es también una sociedad imperfecta, aunque perfectible”(4).

Por lo tanto, según García, en la Unión Soviética no hubo restauración del capitalismo y, en consecuencia, la lucha de clases en el socialismo apenas es una realidad “perfectible”.

Pero además, en el mismo artículo García escribió lo que sigue:

Una parte del m.c.i. sostiene que ya no hay países socialistas. Otra parte del m.c.i. sostiene que no hay países “socialimperialistas”.

Como vemos, con esta afirmación García puso en juego una doble maniobra: por un lado, lanzó la mentira de que hay quienes dicen que “ya no hay países socialistas”, mientras por otro les extendió certificado de comunistas a los revisionistas con aquello de que “Otra parte del m.c.i.”(5)

        Este oportunismo desembozado –recapitulado aquí apretadamente–, con el que terminó de arrastrar a sus seguidores al pantano del revisionismo, es el quinto episodio relevante del “buen viaje” de García y el segundo del grupo liquidacionista como tal grupo.

        Luego, entre la segunda mitad de la década de 1980 y lo que va del siglo XXI, García llevó su revisionismo a su clímax: negación del marxismo-leninismo y del partido de clase, encubrimiento del revisionismo y de la restauración capitalista, y, como consecuencia de ello, negación de la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP, falsificación del Socialismo Peruano, trabajo municipal como pretendido camino al socialismo, etcétera.

        Este desborde revisionista es el sexto episodio relevante del “buen viaje” de García y el tercero del grupo liquidacionista como tal grupo.

        Como se sabe en algunos medios, hace un tiempo García intentó fusionar su grupo con el partido de Jorge del Prado(5), representante tradicional del revisionismo jruschoviano-brezhneviano en nuestra escena nacional.

Este intento de fusionar su liquidacionismo de derecha (forma específica de revisionismo) con el revisionismo del partido de Jorge del Prado, es el séptimo y último episodio del “buen viaje” de García y el cuarto y último de su grupo: último en ambos casos, pues semejante intento constituyó la caída política tanto de García como de su grupo, es decir, el fin del “buen viaje” de los liquidadores.

Ahora, pues, cualquier persona que mire cara a cara los hechos, puede percatarse con toda facilidad de lo engañoso y ridículo de la actitud de los liquidadores de desearles “buen viaje” a los críticos de sus posiciones revisionistas.

 

Notas

[1] Desde su placentero autoexilio, García enviaba cartas y documentos a sus allegados, en los cuales, entre otras cosas, hacía algunos planteos relativos a ciertas conclusiones de la lucha contra el revisionismo contemporáneo. Así, inspirados en sus planteos, Palomino sostenía que “Yugoslavia es un país socialista” y que “Tito es un gran dirigente marxista-leninista” (a la sazón los liquidadores no habían renegado todavía formalmente del marxismo-leninismo), y Aragón propagaba a los cuatro vientos la falsedad de que “los soviéticos están desarrollando el marxismo”, que “la actual dirección china es marxista-leninista”, que “el XX Congreso del PCUS fue correcto”, que “la Perestroika es un avance del socialismo”, y, además, un tiempo después, que con tal “avance” ¡los “países socialistas” estaban “a punto de pasar al comunismo”!

[2] En el XX Congreso el revisionismo comenzó a crear opinión pública contra Stalin, lo que favorecía a su programa restauracionista. En el XXI Congreso Jruschov declaró: “En el momento presente, la tarea práctica fundamental para nuestro país es crear la base material y técnica de la sociedad comunista, un nuevo y poderoso auge de las fuerzas productivas”. En el XXII Congreso, Mikoyán sostuvo: “El nuevo programa del PCUS plantea la cuestión de un modo justo: lo esencial para la victoria del comunismo es crear la base técnico material… y asegurar la abundancia… El problema se planteaba, en cambio, al revés. El problema de la creación de la base técnico-material del comunismo ni siquiera se esbozaba como cuestión importante y decisiva. En contraposición a ello se consideraba que la base fundamental para el pasaje al comunismo era la transformación de la propiedad koljosiana en propiedad de todo el pueblo… La creación de la base técnico-material del comunismo es el fundamento de la línea general del Partido”. Como se ve, Mikoyán tergiversaba sin más a Stalin, pues, como se sabe, este planteó tres condiciones para el paso al comunismo: 1) aumento de la producción social; 2) paso del sistema de propiedad colectiva al sistema de propiedad de todo el pueblo; 3) el desarrollo de la cultura de todo el pueblo. Como se entiende, la primera condición equivale a lo que Mikoyán denomina “base técnico-material del comunismo”, no obstante lo cual llega a decir, como hemos visto, que esta cuestión “ni siquiera se esbozaba como cuestión importante y decisiva”. Esto por una parte. Por otra, al negar la necesidad de transformar la propiedad colectiva koljosiana en propiedad de todo el pueblo, Mikoyán, igual que Jruschov, negaba la segunda condición señalada por Stalin para el paso al comunismo: la revolucionarización de las relaciones de propiedad (sustitución del sistema de intercambio de mercancías por un sistema de intercambio de productos, paso de la etapa del valor de cambio a la etapa del valor de uso). Así, pues, lo que planteaban los revisionistas era la vieja teoría de las fuerzas productivas, base del programa de restauración del capitalismo. Y ya la historia ha mostrado al mundo el resultado de la aplicación de dicha teoría. Así que el primer “argumento incontestable” de Jruschov no significó la superación del “error” de los bolcheviques, sino la implementación de todo un programa de restauración del capitalismo. Esto es ocultado por García. Para los marxistas, el desarrollo de las fuerzas productivas socialistas es la parte básica de la teoría de la revolución permanente sustentada por Marx en Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850: “[el socialismo] es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales”. De manera pues que, el desarrollo de las fuerzas productivas tiene sentido si se lo lleva adelante como parte de la revolución permanente del proletariado, como parte de las tres supresiones y una subversión mencionadas por Marx, cosa que no era el caso del programa general del PCUS desde su XX Congreso. Por eso la alegre afirmación de García de que “Jruschov levantó dos argumentos incontestables: la necesidad de cambios y los errores de Stalin”, no solo es teóricamente errónea, sino políticamente oportunista, pues, ¿para quiénes resultaron “incontestables” los dos argumentos de Jruschov? Pues, naturalmente, para los revisionistas y los elementos burgueses. Tan no fueron incontestables, en un marco mayor, que el PCCh, el PTA y decenas de partidos proletarios levantaron su voz en defensa de Stalin y desenmascararon el programa restauracionista de la camarilla jruschoviana, programa que García presentó, confusionistamente, como “desarrollo [temporal] de la economía mercantil” y que, como todo el mundo sabe, confirmó con el tiempo su carácter restauracionista y que, finalmente, condujo a la implosión de la URSS y al paso de Rusia (y de los países desprendidos de su seno) del capitalismo de Estado de la burguesía burocrática al capitalismo basado fundamentalmente en el capitalismo privado. Así cayeron todos los argumentos sofísticos de los revisionistas (entre ellos los de García)    

[3] De este modo García niega la dialéctica estructura-superestructura, es decir, la tesis marxista según la cual la base económica determina en última instancia la superestructura ideológica-política-jurídica, pero que la relativa autonomía de ésta permite que la misma reaccione sobre la base económica, modificándola en un sentido o en otro. El ascenso del revisionismo al poder fue pues el primer paso del cambio de color de la Unión Soviética, y la práctica confirmó esto de una manera incontestable.

[4] El socialismo está sujeto a cambios no porque es una sociedad de transición, sino porque toda formación social experimenta cambios, tanto cuantitativos como cualitativos.

[4] García no fue capaz de plantear sus posiciones revisionistas  cuando militaba en el PCP. De hecho las tenía guardadas bajo siete llaves. Luego de su deserción del Partido, se sintió libre para negar el marxismo-leninismo, el partido de clase, la existencia del revisionismo y la restauración capitalista, la filiación marxista-leninista de Mariátegui, del PSP, del Socialismo Peruano y plantear su reformista “camino municipal al socialismo”.

[5] Del mismo modo como el Partido Socialista del Perú es conocido como el partido de Mariátegui, el PCP-Unidad puede ser denominado, con toda razón, como el partido de Jorge del Prado, pues la esencia de sus actuales posiciones ideológicas y políticas centrales es hechura de este personaje.

 

17.12.2019.

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