El “Buen Viaje”
de los Liquidadores
Eduardo Ibarra
DESDE
HACE DÉCADAS Ramón García utiliza el fácil recurso de desearles “buen viaje” a
sus críticos, intentando producirles la impresión de que el que está de “buen
viaje”, desde siempre y para siempre, es él. Esta actitud egocéntrica y pretenciosa
le sirve también para autoengañarse. Esta misma actitud se ha observado en
algunos de sus seguidores, y es hora de hacer un balance, así sea sumario, del “buen
viaje” de los liquidadores. Veamos pues qué dicen los irrefutables hechos
históricos.
Como no puede dejar de saberlo nadie que haya vivido la lucha interna del Partido en la primera mitad de los años setenta o que esté suficiente y objetivamente informado sobre ella, Ramón García se reveló como cabeza del liquidacionismo de “izquierda” al desactivar el Comité Regional de Lima y sumirse en el ocultismo buscando así aislar al Partido de las masas y de la lucha de clases. Esta desactivación, este ocultismo y este aislamiento expresaban, desde luego, una evidente oposición a la Reconstitución del Partido de Mariátegui.
Es indudable, así pues, que García se opuso al liquidacionismo
de derecha de Saturnino Paredes, pero solo para caer en el extremo opuesto: en
el liquidacionismo de “izquierda”.
Este liquidacionismo de “izquierda” es el primer
episodio relevante del “buen viaje” de García.
En el curso de la lucha interna del Partido durante el
período 1970-1975, García se mostró impotente y, luego de la asonada del 5
febrero de 1975, visiblemente aterrado por un supuesto “baño de sangre”, se fue
del país renunciando a su cargo en el CC del Partido y solicitando licencia por
un año. Pero, igual que Luciano Castillo en su momento, con su licencia García
encubrió su renuncia al Partido, pues nunca honró su palabra de reincorporarse
a las filas partidarias, poniendo así en evidencia una actitud engañosa y un
flagrante “anarquismo señorial”.
Esta deserción del Partido es el segundo episodio relevante
del “buen viaje” de García.
Ya en su cómodo autoexilio, García procedió a dirigir a
sus pocos seguidores desde el extranjero (replicando así la actitud de Ravines
de dirigir el Partido desde Chile), planteando, ya en la segunda mitad de los
años de 1970, posiciones revisionistas que hacían el fondo de su
liquidacionismo.
Esta forma de dirigir vía correspondencia y estas
primeras expresiones de su servidumbre con respecto al revisionismo
contemporáneo, es el tercer episodio relevante del “buen viaje” de García(1).
Desde fines de la década de 1970, con sofismas y
falacias García fue ganando a sus posiciones revisionistas a sus desprevenidos seguidores,
por lo que el “buen viaje” de García comenzó a ser, al mismo tiempo, el “buen
viaje” de la totalidad de los liquidadores.
Esta
influencia sobre sus incautos seguidores es el cuarto episodio relevante del
“buen viaje” de García y el primero del grupo liquidacionista como tal grupo.
Para hacerse una idea del revisionismo de García en
los años ochenta del siglo pasado, citemos algunas de sus argumentos. En el
primer número de la revista Punto de
Vista, 1982, García publicó dos artículos en los que hizo públicos sus
planteos sobre la experiencia histórica del socialismo, aunque, como se sabe,
sin asumir con su nombre la responsabilidad de los mismos: El movimiento comunista internacional en la encrucijada y La lección
Polaca (cuya segunda parte apareció en el número 3 de la misma revista, 1983).
En el primero de tales artículos, se lee:
El no
comprender esta necesidad de cambio [de aceptar “temporalmente el desarrollo de
la economía mercantil”] hizo perder la brújula a los bolcheviques de la vieja
guardia. Perdieron credibilidad. Y Jruschov levantó dos argumentos
incontestables: la necesidad de cambios y los errores de Stalin. Así pudo
paralizar toda resistencia. El revisionismo subió al Poder. Pero, ¿significa
esto un cambio de color en el país entero?
Pero la
verdad es que aquello de un temporal “desarrollo
de la economía mercantil”, fue en realidad la aplicación de un programa general
de restauración del capitalismo, cosa que tuvo su inicio en el XX Congreso
(1956) y su desarrollo en el XXI Congreso (1959) y el XXII Congreso (1961) del
PCUS(2). Así, el revisionismo comenzó a restaurar el capitalismo, y no
simplemente a implementar un temporal “desarrollo de la economía mercantil”,
como engañosamente sostuvo García. Por otro lado, la “crítica” de Jruschov de
los errores de Stalin fue desde una posición revisionista, y no desde una
posición marxista. Finalmente, la declaración de García según la cual el
ascenso del revisionismo al Poder no significó el cambio de color de la Unión
Soviética, encierra la sibilina idea de que en el socialismo da lo mismo que el
poder esté en manos de marxistas que en manos de revisionistas, de que en el
socialismo el revisionismo tiene la misma función que el marxismo: edificar el
socialismo. Por eso en su artículo La
lección polaca toda su argumentación parte del prejuicio de que Polonia era
a la sazón un país socialista, ¡después de más de veinte años de gobierno
revisionista!(3) Este punto de vista es teóricamente falso y, por supuesto, revisionista
de cabo a rabo.
En el mismo artículo se puede leer también:
… el
socialismo es un período de transición, y por ende sujeto a cambios; y…, en
segundo lugar, el socialismo es también una sociedad imperfecta, aunque
perfectible”(4).
Por lo
tanto, según García, en la Unión Soviética no hubo restauración del capitalismo
y, en consecuencia, la lucha de clases en el socialismo apenas es una realidad “perfectible”.
Pero además, en el mismo artículo García escribió lo que
sigue:
Una parte del
m.c.i. sostiene que ya no hay países socialistas. Otra parte del m.c.i.
sostiene que no hay países “socialimperialistas”.
Como
vemos, con esta afirmación García puso en juego una doble maniobra: por un
lado, lanzó la mentira de que hay quienes dicen que “ya no hay países socialistas”,
mientras por otro les extendió certificado de comunistas a los revisionistas
con aquello de que “Otra parte del m.c.i.”(5)
Este oportunismo desembozado
–recapitulado aquí apretadamente–, con el que terminó de arrastrar a sus
seguidores al pantano del revisionismo, es el quinto episodio relevante del
“buen viaje” de García y el segundo del grupo liquidacionista como tal grupo.
Luego, entre la segunda mitad de la
década de 1980 y lo que va del siglo XXI, García llevó su revisionismo a su clímax:
negación del marxismo-leninismo y del partido de clase, encubrimiento del
revisionismo y de la restauración capitalista, y, como consecuencia de ello, negación
de la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP, falsificación del
Socialismo Peruano, trabajo municipal como pretendido camino al socialismo,
etcétera.
Este desborde revisionista es el sexto
episodio relevante del “buen viaje” de García y el tercero del grupo
liquidacionista como tal grupo.
Como se sabe en algunos medios, hace un
tiempo García intentó fusionar su grupo con el partido de Jorge del Prado(5),
representante tradicional del revisionismo jruschoviano-brezhneviano en nuestra
escena nacional.
Este intento de fusionar su liquidacionismo de derecha
(forma específica de revisionismo) con el revisionismo del partido de Jorge del
Prado, es el séptimo y último episodio del “buen viaje” de García y el cuarto y
último de su grupo: último en ambos casos, pues semejante intento constituyó la
caída política tanto de García como de su grupo, es decir, el fin del “buen
viaje” de los liquidadores.
Ahora, pues, cualquier persona que mire cara a cara
los hechos, puede percatarse con toda facilidad de lo engañoso y ridículo de la
actitud de los liquidadores de desearles “buen viaje” a los críticos de sus
posiciones revisionistas.
Notas
[1] Desde su
placentero autoexilio, García enviaba cartas y documentos a sus allegados, en
los cuales, entre otras cosas, hacía algunos planteos relativos a ciertas
conclusiones de la lucha contra el revisionismo contemporáneo. Así, inspirados
en sus planteos, Palomino sostenía que “Yugoslavia es un país socialista” y que
“Tito es un gran dirigente marxista-leninista” (a la sazón los liquidadores no
habían renegado todavía formalmente del marxismo-leninismo), y Aragón propagaba
a los cuatro vientos la falsedad de que “los soviéticos están desarrollando el
marxismo”, que “la actual dirección china es marxista-leninista”, que “el XX
Congreso del PCUS fue correcto”, que “la Perestroika es un avance del socialismo”,
y, además, un tiempo después, que con tal “avance” ¡los “países socialistas”
estaban “a punto de pasar al comunismo”!
[2] En
el XX Congreso el revisionismo comenzó a crear opinión pública contra Stalin,
lo que favorecía a su programa restauracionista. En el XXI Congreso Jruschov declaró: “En el momento presente, la tarea
práctica fundamental para nuestro país es crear la base material y técnica de
la sociedad comunista, un nuevo y poderoso auge de las fuerzas productivas”. En
el XXII Congreso, Mikoyán sostuvo: “El nuevo programa del PCUS plantea la
cuestión de un modo justo: lo esencial para la victoria del comunismo es crear
la base técnico material… y asegurar la abundancia… El problema se planteaba,
en cambio, al revés. El problema de la creación de la base técnico-material del
comunismo ni siquiera se esbozaba como cuestión importante y decisiva. En
contraposición a ello se consideraba que la base fundamental para el pasaje al
comunismo era la transformación de la propiedad koljosiana en propiedad de todo
el pueblo… La creación de la base técnico-material del comunismo es el
fundamento de la línea general del Partido”. Como se ve, Mikoyán tergiversaba
sin más a Stalin, pues, como se sabe, este planteó tres condiciones para el
paso al comunismo: 1) aumento de la producción social; 2) paso del sistema de
propiedad colectiva al sistema de propiedad de todo el pueblo; 3) el desarrollo
de la cultura de todo el pueblo. Como se entiende, la primera condición
equivale a lo que Mikoyán denomina “base técnico-material del comunismo”, no
obstante lo cual llega a decir, como hemos visto, que esta cuestión “ni
siquiera se esbozaba como cuestión importante y decisiva”. Esto por una parte.
Por otra, al negar la necesidad de transformar la propiedad colectiva
koljosiana en propiedad de todo el pueblo, Mikoyán, igual que Jruschov, negaba
la segunda condición señalada por Stalin para el paso al comunismo: la
revolucionarización de las relaciones de propiedad (sustitución del sistema de
intercambio de mercancías por un sistema de intercambio de productos, paso de
la etapa del valor de cambio a la etapa del valor de uso). Así, pues, lo que
planteaban los revisionistas era la vieja teoría de las fuerzas productivas,
base del programa de restauración del capitalismo. Y ya la historia ha mostrado
al mundo el resultado de la aplicación de dicha teoría. Así que el primer
“argumento incontestable” de Jruschov no significó la superación del “error” de
los bolcheviques, sino la implementación de todo un programa de restauración
del capitalismo. Esto es ocultado por García. Para los marxistas, el desarrollo
de las fuerzas productivas socialistas es la parte básica de la teoría de la
revolución permanente sustentada por Marx en Las
luchas de clases en Francia de 1848 a 1850: “[el
socialismo] es la declaración de la
revolución permanente, de la dictadura
de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en
general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que
éstas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden
a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que
brotan de estas relaciones sociales”. De manera pues que, el desarrollo de las
fuerzas productivas tiene sentido si se lo lleva adelante como parte de la revolución
permanente del proletariado, como parte de las tres supresiones y una
subversión mencionadas por Marx, cosa que no era el caso del programa general
del PCUS desde su XX Congreso. Por eso la alegre afirmación de García de que
“Jruschov levantó dos argumentos incontestables: la necesidad de cambios y los
errores de Stalin”, no solo es teóricamente errónea, sino
políticamente oportunista, pues, ¿para quiénes resultaron “incontestables” los
dos argumentos de Jruschov? Pues, naturalmente, para los revisionistas y los
elementos burgueses. Tan no fueron incontestables, en un marco mayor, que el
PCCh, el PTA y decenas de partidos proletarios levantaron su voz en defensa de
Stalin y desenmascararon el programa restauracionista de la camarilla
jruschoviana, programa que García presentó, confusionistamente, como “desarrollo
[temporal] de la economía mercantil” y que, como todo el mundo sabe, confirmó con
el tiempo su carácter restauracionista y que, finalmente, condujo a la
implosión de la URSS y al paso de Rusia (y de los países desprendidos de su
seno) del capitalismo de Estado de la burguesía burocrática al capitalismo
basado fundamentalmente en el capitalismo privado. Así cayeron todos los argumentos sofísticos de los revisionistas (entre ellos los de
García).
[3] De este modo García niega la dialéctica estructura-superestructura, es
decir, la tesis marxista según la cual la base económica determina en última
instancia la superestructura ideológica-política-jurídica, pero que la relativa
autonomía de ésta permite que la misma reaccione sobre la base económica,
modificándola en un sentido o en otro. El ascenso del revisionismo al poder fue
pues el primer paso del cambio de color de la Unión Soviética, y la práctica
confirmó esto de una manera incontestable.
[4] El socialismo está sujeto a cambios no porque
es una sociedad de transición, sino porque toda formación social experimenta
cambios, tanto cuantitativos como cualitativos.
[4] García
no fue capaz de plantear sus posiciones revisionistas cuando militaba en el PCP. De hecho las tenía
guardadas bajo siete llaves. Luego de su deserción del Partido, se sintió libre
para negar el marxismo-leninismo, el partido de clase, la existencia del
revisionismo y la restauración capitalista, la filiación marxista-leninista de
Mariátegui, del PSP, del Socialismo Peruano y plantear su reformista “camino
municipal al socialismo”.
[5] Del
mismo modo como el Partido Socialista del Perú es conocido como el partido de
Mariátegui, el PCP-Unidad puede ser denominado, con toda razón, como el partido
de Jorge del Prado, pues la esencia de sus actuales posiciones ideológicas y
políticas centrales es hechura de este personaje.
17.12.2019.
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