Lineamientos programáticos
La Planificación Económica, la Industrialización, la Organización del Estado Proletario y la Organización Socialista del Trabajo
Eduardo Ibarra
LA
PLANIFICACIÓN ECONÓMICA es la planificación del desarrollo industrial y de
todas las actividades conexas a este desarrollo. Es decir, la planificación
económica y la industrialización son dos cuestiones intrínsecamente
relacionadas entre sí.
La planificación
socialista.
La construcción del socialismo implica una determinada planificación en muchos
órdenes de cosas, pero básicamente en el terreno económico. Esta planificación es,
sin embargo, de principio a fin, un hecho político, cuya ejecución en cada
período de la construcción del socialismo está determinada por el desarrollo de
la lucha de clases, tanto a nivel nacional como internacional.
La concepción marxista del desarrollo
económico del socialismo parte de la realidad particular de cada país donde triunfó
la revolución socialista: desarrollo medio del capitalismo, como en los casos
de Rusia, Checoslovaquia y Alemania en el siglo XX; desarrollo incipiente del
capitalismo, como en el caso de los países del mundo colonial.
Pero sea cual fuese la situación particular a partir de
la cual una revolución socialista tenga que impulsar el desarrollo económico, la
experiencia histórica ha demostrado que el socialismo tiene su propio camino
para el desarrollo de las fuerzas productivas, distinto por principio del
camino capitalista. La planificación socialista es la planificación del
desarrollo con participación de las clases trabajadoras, de manera que las
mismas alcancen cada vez un mayor dominio de sus condiciones de producción y de
sus condiciones de existencia en general.
La burguesía basa el desarrollo económico en la propiedad
privada de los medios de producción, en las máximas ganancias y en la
reproducción de las relaciones de producción capitalistas, mientras el
socialismo toma como base de su planificación económica la propiedad social de
los medios de producción, la máxima satisfacción posible de las necesidades del
pueblo y la cada vez mayor socialización de las relaciones de producción.
En resumidas cuentas, la planificación
socialista es una planificación descentralizada
(combinación adecuada de la gestión central y la gestión local en sus diversos
niveles), de masas (intervención de
los trabajadores en el diseño del plan, en la gestión de la producción y en la experimentación
científica y la aplicación de la ciencia a la producción) y emancipadora (dominio creciente de los
trabajadores de sus condiciones de producción y de su existencia en general).
En síntesis, la planificación socialista tiene como
órbita la emancipación de la principal fuerza productiva de la historia: las
clases trabajadoras. Esta es la esencia de la cuestión.
Por lo tanto, la planificación socialista debe coadyuvar
potentemente a la superación progresiva de la contradicción entre el trabajo
masculino y el trabajo femenino, entre el trabajo manual y el trabajo
intelectual, entre la ciudad y el campo.
En conclusión, el principio rector de la planificación
socialista es: hacer la revolución y promover la producción.
Pero lo expuesto es solamente la orientación general de
la planificación económica socialista, pues su contenido específico –sus
objetivos al corto, mediano y largo plazo, la duración de estos plazos, los
procedimientos, los pormenores, etc.– deberán ser acordados por las generaciones
que tendrán ante sí la tarea de construir el socialismo.
La industrialización
socialista.
En el Manifiesto del Partido Comunista,
Marx y Engels escribieron:
La burguesía
no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los
instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y
con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de
producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas
las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción,
una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un
movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores.
El
punto de partida de esta revolucionarización incesante de los instrumentos de
producción por la burguesía, derivada del invento de la máquina, marca el
principio del proceso histórico que lleva a la sustitución del trabajo manual
por el trabajo mecanizado.
Para tener una idea del corte que significó en la
historia de la humanidad el invento de la máquina, del maquinismo, pongamos atención
en la siguiente afirmación de Marx:
La moderna industria no
considera ni trata jamás como definitiva la forma existente de un proceso de
producción. Su base técnica es, por tanto, revolucionaria, a diferencia de los
sistemas anteriores de producción, cuya base técnica era esencialmente
conservadora. (El capital, t. I, «Maquinaria
y gran industria»).
Si
bien el término revolución industrial había sido utilizado por Arthur Young en
1788 para referirse a la tecnología del hilado del algodón en Inglaterra y, en
Francia, llegó a ser de uso común para referirse a la mecanización de la
industria textil e incluso en 1837 fue utilizado por Adolphe Blanqui (hermano
mayor de Luis Blanqui), fue Engels quien por primera vez lo utilizó no para
referirse exclusivamente a la innovación técnica, sino para expresar la
relación intrínseca entre dicha innovación y sus consecuencias económicas y
sociales. La revolución industrial fue revelada así como un proceso por el
cual, por un lado, producía un aumento de la productividad, mientras por otro
lado cargaba sobre el trabajador una mayor explotación; de esta forma el
cofundador del marxismo reveló el contenido económico-social fundamental de la
revolución industrial: la subordinación real del trabajo al capital, del
trabajador al capitalista (ver La
situación de la clase obrera en Inglaterra).
Nuestro propósito en esta parte del
artículo es establecer el hecho esencial de que: 1) a partir de la revolución
industrial, las condiciones generales de la producción se adaptaron a las
exigencias de la gran industria; 2) que el desarrollo histórico de las fuerzas
productivas ha implicado el progresivo alejamiento
del trabajador del proceso productivo directo hasta prácticamente la
eliminación del trabajador de dicho proceso; 3) que, por tanto, ya actualmente,
la situación de los trabajadores como la principal fuerza productiva de la
historia ha sido profundamente modificada.
Marx sostuvo:
Toda máquina un poco
desarrollada se compone de tres partes sustancialmente distintas: el mecanismo de movimiento, el mecanismo de transmisión y la máquina-herramienta o máquina de trabajo. La máquina motriz es la fuerza propulsora de todo el
mecanismo. Esta máquina puede engendrar su propia fuerza motriz como hace la
máquina de vapor… El mecanismo de trasmisión… regula el movimiento, lo hace
cambiar de forma cuando es necesario… Estas dos partes del mecanismo… tienen
por función comunicar a la máquina-herramienta el movimiento por medio del cual
ésta sujeta y modela el objeto trabajado. De esta parte de la maquinaria, de la
máquina-herramienta, es de donde arranca la revolución industrial del siglo
XVIII. Y es aquí donde tiene todavía su diario punto de partida la
transformación constante de la industria manual o manufacturera en industria
mecanizada.
La máquina de que
arranca la revolución industrial sustituye al obrero que maneja una sola
herramienta por un mecanismo que opera con una masa de herramientas iguales o parecidas a la vez y movida por una
sola fuerza motriz, cualquiera que sea la forma de ésta. En esto consiste la
máquina, con la que nos encontramos aquí como elemento simple de la producción
maquinizada.
Cuando el hombre sólo
interviene como simple fuerza motriz; es decir, cuando su antigua herramienta
ha dejado el puesto a una máquina instrumental, nada se opone a que sea
sustituido también como fuerza motriz por las fuerzas naturales.
Fue la segunda
máquina de vapor de Watt, la llamada máquina
doble, la que introdujo el primer motor cuya fuerza motriz se engendraba en
su mismo seno, alimentándola con carbón y agua y cuya potencia era controlable
en un todo por el hombre… (El capital,
t. I, «Maquinaria y gran industria»).
Estamos
aquí en el momento histórico crucial en que el hombre comienza a alejarse del
proceso directo de la producción, y, dadas las consecuencias de este proceso (el
surgimiento del proletariado industrial y un nuevo tipo de organización del
trabajo), estamos asimismo ante el comienzo de la lucha por la emancipación del
hombre de toda explotación económica, de toda opresión política y de toda
dominación ideológica. El surgimiento del marxismo significó la aparición del
arma teórica de esta triple emancipación.
Marx agregó:
… La maquinaria
empleada por el capitalismo no persigue ni mucho menos, semejante objetivo [el
objetivo de reducir el esfuerzo laboral del trabajador]. Su finalidad, como la
de todo otro desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, es simplemente
rasar las mercancías y acortar la
parte de la jornada en que el obrero necesita trabajar para sí, y, de ese modo,
alargar la parte de la jornada que entrega gratis al capitalista. Es,
sencillamente, un medio para la producción de plusvalía. En la manufactura, la
revolución operada en el régimen de producción tiene como punto de partida la fuerza de trabajo; en la gran industria,
el instrumento de trabajo. (Ibídem).
De
esta forma desarrolló la tesis que Engels había expuesto en La situación de la clase obrera en
Inglaterra: la subordinación del trabajador al capital.
De hecho, las revoluciones industriales han significado un
alargamiento de la parte de la jornada que el trabajador entrega gratis al
capitalista, o sea, como al principio, por medio de la prolongación de la
jornada de trabajo, o como empezó a ocurrir después, mediante el aumento de la
productividad por la aplicación de tecnologías de producción cada vez más
desarrolladas.
Las primeras revoluciones industriales (producción de
fábrica, sistema de máquinas, máquina a vapor, producción en masa, utilización
de la electricidad, cadena de montaje, etc.), desarrollaron la base técnica del
capitalismo, y la actual revolución industrial –bautizada revolución científicotécnica
por el científico inglés Jhon D. Bernal– (ordenador, microelectrónica,
internet, biotecnología, informática, tecnologías digitales, automatización, máquinas
y sistemas inteligentes conectados, robotización, etc.), lleva la base técnica
de la producción capitalista a un nivel superior, y, así, por su lógica interna
y sus potencialidades históricas, la base técnica de las revoluciones
industriales constituye de hecho la base técnica del socialismo y el comunismo
(solo la base técnica), de la misma manera como, según señaló Engels, en el
plano de la estructura económica el capitalismo de Estado es la premisa de la
revolución socialista (idea desarrollada por Lenin con su afirmación según la
cual el capitalismo monopolista de Estado es la más completa preparación de la
revolución socialista).
Es decir, sin la base técnica alcanzada por el
capitalismo es imposible el desarrollo de la producción socialista. Pero el
socialismo adapta dicha técnica a sus necesidades, es decir, la aprovecha a su
manera, la lleva adelante con métodos propios, imprimiéndole de este modo su
sello de clase al desarrollo industrial.
Así, tanto en los países altamente desarrollados como en
los países subdesarrollados, la industrialización socialista debe tener un
necesario contenido político de clase.
Pero, sea cual fuese la realidad de un país determinado,
el principio rector de la industrialización es: hacer la revolución y promover
la producción.
Igual que la planificación económica, la industrialización
es también un hecho político y, por tanto, sus avances y recodos, su ritmo y
sus métodos generales están determinados por la situación de la lucha de
clases, tanto a nivel nacional como internacional.
Lo expuesto es nada más que la orientación general de la
industrialización socialista. Las cuestiones operativas de la industrialización
deberán ser acordadas por las generaciones que tendrán ante sí la tarea del
desarrollo económico del socialismo.
La organización socialista del trabajo. Después
de la toma del poder, el proletariado tiene ante sí la tarea de organizar el
ejercicio de la dictadura del proletariado, la gobernanza de la sociedad
socialista. Esta cuestión tiene dos aspectos fundamentales: la liquidación más
completa de la burguesía como clase y la construcción de un Estado en
extinción. La realización de estas dos tareas, está determinada, en cada
período de la construcción del socialismo, por al desenvolvimiento de la lucha
de clases tanto nacional como internacional.
Como es obvio, en la sociedad capitalista la burguesía
organiza el ejercicio de su poder con arreglo a sus intereses de clase; así
pues, en el capitalismo la organización del trabajo es una parte de la
dictadura burguesa, y tiene como objetivo la reproducción de las relaciones de
producción capitalistas.
En cambio –y como es obvio también– en el socialismo el
proletariado organiza el ejercicio de su poder conforme a sus intereses de
clase, y la organización del trabajo tiene por objetivo el desarrollo de las
relaciones de producción socialistas y la emancipación de los trabajadores.
Lo expuesto en este apartado es
únicamente la orientación general de la organización socialista del trabajo
que, como es lógico, deberá servir al desarrollo de la propiedad social de los
medios de producción, a la socialización de las relaciones de producción, al
dominio de los trabajadores de las condiciones de la producción y de su
existencia en general.
El contenido específico de la organización socialista del
trabajo en cada etapa de la revolución (los métodos, los reglamentos, los
pormenores), deberán ser acordados por las generaciones que afrontarán la tarea
de construir el socialismo.
Conclusión. En los
países de incipiente o mediano desarrollo del capitalismo donde el socialismo
haya triunfado, el desarrollo de las fuerzas productivas constituye un problema
particularmente complejo. Lenin señaló a propósito de las condiciones
económicas de la revolución rusa:
“Rusia no ha
alcanzado tal nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que haga posible
el socialismo”. Todos los héroes de la II Internacional, y entre ellos,
naturalmente, Sujánov, van y vienen con esta tesis como chico con zapatos
nuevos. Esta tesis indiscutible la repiten de mil maneras y les parece que es
decisiva para valorar nuestra revolución. (Nuestra
revolución).
Es
decir, para que el socialismo sea efectivamente posible es necesario un determinado
nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Por eso Mariátegui escribió
sobre el caso peruano:
El
advenimiento político del socialismo no presupone el cumplimiento perfecto y
exacto de la etapa económica liberal, según un itinerario universal. Ya he
dicho en otra parte que es muy posible que el destino del socialismo en el Perú
sea en parte el de realizar, según el ritmo histórico a que se acompase,
ciertas tareas teóricamente capitalistas. (Ideología
y política).
Mariátegui
se refiere al desarrollo de las fuerzas productivas bajo el socialismo. Pero no
dijo que el socialismo tenga que desarrollar el capitalismo.
Y para discernir si el desarrollo de las
fuerzas productivas bajo la dictadura del proletariado implica el desarrollo
del socialismo o la restauración del capitalismo, es necesario observar si tal
desarrollo de las fuerzas productivas se hace a la manera proletaria
(desarrollo del dominio de los trabajadores de las condiciones de su producción
y de su existencia en general), y no a la manera burguesa (dominio de las condiciones
de producción sobre los trabajadores, del trabajo muerto sobre el trabajo vivo,
del pasado sobre el presente).
Precisamente esta es la línea de demarcación
entre la teoría marxista del desarrollo económico en el socialismo y la teoría
revisionista de las fuerzas productivas.
“Hacer la revolución” significa avanzar cada vez más el dominio de los trabajadores sobre sus condiciones de producción y de su existencia en general. Y “promover la producción” quiere decir desarrollar las fuerzas productivas para que la riqueza social sea cada vez mayor. La relación intrínseca entre ambas tareas es evidente: el cumplimiento de la primera impulsa el cumplimiento de la segunda, y ambas a la vez desarrollan las condiciones del paso al comunismo; en otras palabras, el Estado-Comuna constituye la condición sine qua non para que las clases trabajadoras hagan la revolución y promuevan la producción.
Así pues, tanto la planificación como la industrialización y la organización del trabajo socialistas, tal como han sido expuestas aquí brevemente, sirven para avanzar el camino socialista de desarrollo de las fuerzas productivas, la emancipación de los trabajadores y preparar la realización del comunismo.
Por cuanto la planificación económica, la industrialización, la organización del Estado proletario y la organización socialista del trabajo tienen un profundo carácter político y guardan entre sí una relación intrínseca, deben tener un lugar en el Programa General del Partido.
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