martes, 1 de febrero de 2022

Política

Lineamientos programáticos

 

La Planificación Económica, la Industrialización, la Organización del Estado Proletario y la Organización Socialista del Trabajo 

Eduardo Ibarra

LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA es la planificación del desarrollo industrial y de todas las actividades conexas a este desarrollo. Es decir, la planificación económica y la industrialización son dos cuestiones intrínsecamente relacionadas entre sí.

La planificación socialista. La construcción del socialismo implica una determinada planificación en muchos órdenes de cosas, pero básicamente en el terreno económico. Esta planificación es, sin embargo, de principio a fin, un hecho político, cuya ejecución en cada período de la construcción del socialismo está determinada por el desarrollo de la lucha de clases, tanto a nivel nacional como internacional.

        La concepción marxista del desarrollo económico del socialismo parte de la realidad particular de cada país donde triunfó la revolución socialista: desarrollo medio del capitalismo, como en los casos de Rusia, Checoslovaquia y Alemania en el siglo XX; desarrollo incipiente del capitalismo, como en el caso de los países del mundo colonial.

Pero sea cual fuese la situación particular a partir de la cual una revolución socialista tenga que impulsar el desarrollo económico, la experiencia histórica ha demostrado que el socialismo tiene su propio camino para el desarrollo de las fuerzas productivas, distinto por principio del camino capitalista. La planificación socialista es la planificación del desarrollo con participación de las clases trabajadoras, de manera que las mismas alcancen cada vez un mayor dominio de sus condiciones de producción y de sus condiciones de existencia en general.

La burguesía basa el desarrollo económico en la propiedad privada de los medios de producción, en las máximas ganancias y en la reproducción de las relaciones de producción capitalistas, mientras el socialismo toma como base de su planificación económica la propiedad social de los medios de producción, la máxima satisfacción posible de las necesidades del pueblo y la cada vez mayor socialización de las relaciones de producción.

  En resumidas cuentas, la planificación socialista es una planificación descentralizada (combinación adecuada de la gestión central y la gestión local en sus diversos niveles), de masas (intervención de los trabajadores en el diseño del plan, en la gestión de la producción y en la experimentación científica y la aplicación de la ciencia a la producción) y emancipadora (dominio creciente de los trabajadores de sus condiciones de producción y de su existencia en general).

En síntesis, la planificación socialista tiene como órbita la emancipación de la principal fuerza productiva de la historia: las clases trabajadoras. Esta es la esencia de la cuestión.

Por lo tanto, la planificación socialista debe coadyuvar potentemente a la superación progresiva de la contradicción entre el trabajo masculino y el trabajo femenino, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, entre la ciudad y el campo.

En conclusión, el principio rector de la planificación socialista es: hacer la revolución y promover la producción.

Pero lo expuesto es solamente la orientación general de la planificación económica socialista, pues su contenido específico –sus objetivos al corto, mediano y largo plazo, la duración de estos plazos, los procedimientos, los pormenores, etc.– deberán ser acordados por las generaciones que tendrán ante sí la tarea de construir el socialismo.

La industrialización socialista. En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels escribieron:


La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores.

El punto de partida de esta revolucionarización incesante de los instrumentos de producción por la burguesía, derivada del invento de la máquina, marca el principio del proceso histórico que lleva a la sustitución del trabajo manual por el trabajo mecanizado.

Para tener una idea del corte que significó en la historia de la humanidad el invento de la máquina, del maquinismo, pongamos atención en la siguiente afirmación de Marx:


La moderna industria no considera ni trata jamás como definitiva la forma existente de un proceso de producción. Su base técnica es, por tanto, revolucionaria, a diferencia de los sistemas anteriores de producción, cuya base técnica era esencialmente conservadora. (El capital, t. I, «Maquinaria y gran industria»).

Si bien el término revolución industrial había sido utilizado por Arthur Young en 1788 para referirse a la tecnología del hilado del algodón en Inglaterra y, en Francia, llegó a ser de uso común para referirse a la mecanización de la industria textil e incluso en 1837 fue utilizado por Adolphe Blanqui (hermano mayor de Luis Blanqui), fue Engels quien por primera vez lo utilizó no para referirse exclusivamente a la innovación técnica, sino para expresar la relación intrínseca entre dicha innovación y sus consecuencias económicas y sociales. La revolución industrial fue revelada así como un proceso por el cual, por un lado, producía un aumento de la productividad, mientras por otro lado cargaba sobre el trabajador una mayor explotación; de esta forma el cofundador del marxismo reveló el contenido económico-social fundamental de la revolución industrial: la subordinación real del trabajo al capital, del trabajador al capitalista (ver La situación de la clase obrera en Inglaterra).

        Nuestro propósito en esta parte del artículo es establecer el hecho esencial de que: 1) a partir de la revolución industrial, las condiciones generales de la producción se adaptaron a las exigencias de la gran industria; 2) que el desarrollo histórico de las fuerzas productivas ha implicado el progresivo alejamiento del trabajador del proceso productivo directo hasta prácticamente la eliminación del trabajador de dicho proceso; 3) que, por tanto, ya actualmente, la situación de los trabajadores como la principal fuerza productiva de la historia ha sido profundamente modificada.

Marx sostuvo:


Toda máquina un poco desarrollada se compone de tres partes sustancialmente distintas: el mecanismo de movimiento, el mecanismo de transmisión y la máquina-herramienta o máquina de trabajo. La máquina motriz es la fuerza propulsora de todo el mecanismo. Esta máquina puede engendrar su propia fuerza motriz como hace la máquina de vapor… El mecanismo de trasmisión… regula el movimiento, lo hace cambiar de forma cuando es necesario… Estas dos partes del mecanismo… tienen por función comunicar a la máquina-herramienta el movimiento por medio del cual ésta sujeta y modela el objeto trabajado. De esta parte de la maquinaria, de la máquina-herramienta, es de donde arranca la revolución industrial del siglo XVIII. Y es aquí donde tiene todavía su diario punto de partida la transformación constante de la industria manual o manufacturera en industria mecanizada.

La máquina de que arranca la revolución industrial sustituye al obrero que maneja una sola herramienta por un mecanismo que opera con una masa de herramientas iguales o parecidas a la vez y movida por una sola fuerza motriz, cualquiera que sea la forma de ésta. En esto consiste la máquina, con la que nos encontramos aquí como elemento simple de la producción maquinizada.

Cuando el hombre sólo interviene como simple fuerza motriz; es decir, cuando su antigua herramienta ha dejado el puesto a una máquina instrumental, nada se opone a que sea sustituido también como fuerza motriz por las fuerzas naturales.

Fue la segunda máquina de vapor de Watt, la llamada máquina doble, la que introdujo el primer motor cuya fuerza motriz se engendraba en su mismo seno, alimentándola con carbón y agua y cuya potencia era controlable en un todo por el hombre… (El capital, t. I, «Maquinaria y gran industria»).

Estamos aquí en el momento histórico crucial en que el hombre comienza a alejarse del proceso directo de la producción, y, dadas las consecuencias de este proceso (el surgimiento del proletariado industrial y un nuevo tipo de organización del trabajo), estamos asimismo ante el comienzo de la lucha por la emancipación del hombre de toda explotación económica, de toda opresión política y de toda dominación ideológica. El surgimiento del marxismo significó la aparición del arma teórica de esta triple emancipación.

Marx agregó:


… La maquinaria empleada por el capitalismo no persigue ni mucho menos, semejante objetivo [el objetivo de reducir el esfuerzo laboral del trabajador]. Su finalidad, como la de todo otro desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, es simplemente rasar las mercancías y acortar la parte de la jornada en que el obrero necesita trabajar para sí, y, de ese modo, alargar la parte de la jornada que entrega gratis al capitalista. Es, sencillamente, un medio para la producción de plusvalía. En la manufactura, la revolución operada en el régimen de producción tiene como punto de partida la fuerza de trabajo; en la gran industria, el instrumento de trabajo. (Ibídem).

De esta forma desarrolló la tesis que Engels había expuesto en La situación de la clase obrera en Inglaterra: la subordinación del trabajador al capital.

De hecho, las revoluciones industriales han significado un alargamiento de la parte de la jornada que el trabajador entrega gratis al capitalista, o sea, como al principio, por medio de la prolongación de la jornada de trabajo, o como empezó a ocurrir después, mediante el aumento de la productividad por la aplicación de tecnologías de producción cada vez más desarrolladas.

Las primeras revoluciones industriales (producción de fábrica, sistema de máquinas, máquina a vapor, producción en masa, utilización de la electricidad, cadena de montaje, etc.), desarrollaron la base técnica del capitalismo, y la actual revolución industrial –bautizada revolución científicotécnica por el científico inglés Jhon D. Bernal– (ordenador, microelectrónica, internet, biotecnología, informática, tecnologías digitales, automatización, máquinas y sistemas inteligentes conectados, robotización, etc.), lleva la base técnica de la producción capitalista a un nivel superior, y, así, por su lógica interna y sus potencialidades históricas, la base técnica de las revoluciones industriales constituye de hecho la base técnica del socialismo y el comunismo (solo la base técnica), de la misma manera como, según señaló Engels, en el plano de la estructura económica el capitalismo de Estado es la premisa de la revolución socialista (idea desarrollada por Lenin con su afirmación según la cual el capitalismo monopolista de Estado es la más completa preparación de la revolución socialista).

Es decir, sin la base técnica alcanzada por el capitalismo es imposible el desarrollo de la producción socialista. Pero el socialismo adapta dicha técnica a sus necesidades, es decir, la aprovecha a su manera, la lleva adelante con métodos propios, imprimiéndole de este modo su sello de clase al desarrollo industrial.

Así, tanto en los países altamente desarrollados como en los países subdesarrollados, la industrialización socialista debe tener un necesario contenido político de clase.

Pero, sea cual fuese la realidad de un país determinado, el principio rector de la industrialización es: hacer la revolución y promover la producción.

Igual que la planificación económica, la industrialización es también un hecho político y, por tanto, sus avances y recodos, su ritmo y sus métodos generales están determinados por la situación de la lucha de clases, tanto a nivel nacional como internacional.

Lo expuesto es nada más que la orientación general de la industrialización socialista. Las cuestiones operativas de la industrialización deberán ser acordadas por las generaciones que tendrán ante sí la tarea del desarrollo económico del socialismo.

 La organización socialista del trabajo. Después de la toma del poder, el proletariado tiene ante sí la tarea de organizar el ejercicio de la dictadura del proletariado, la gobernanza de la sociedad socialista. Esta cuestión tiene dos aspectos fundamentales: la liquidación más completa de la burguesía como clase y la construcción de un Estado en extinción. La realización de estas dos tareas, está determinada, en cada período de la construcción del socialismo, por al desenvolvimiento de la lucha de clases tanto nacional como internacional.

Como es obvio, en la sociedad capitalista la burguesía organiza el ejercicio de su poder con arreglo a sus intereses de clase; así pues, en el capitalismo la organización del trabajo es una parte de la dictadura burguesa, y tiene como objetivo la reproducción de las relaciones de producción capitalistas.

En cambio –y como es obvio también– en el socialismo el proletariado organiza el ejercicio de su poder conforme a sus intereses de clase, y la organización del trabajo tiene por objetivo el desarrollo de las relaciones de producción socialistas y la emancipación de los trabajadores.

        Lo expuesto en este apartado es únicamente la orientación general de la organización socialista del trabajo que, como es lógico, deberá servir al desarrollo de la propiedad social de los medios de producción, a la socialización de las relaciones de producción, al dominio de los trabajadores de las condiciones de la producción y de su existencia en general.

El contenido específico de la organización socialista del trabajo en cada etapa de la revolución (los métodos, los reglamentos, los pormenores), deberán ser acordados por las generaciones que afrontarán la tarea de construir el socialismo.

Conclusión. En los países de incipiente o mediano desarrollo del capitalismo donde el socialismo haya triunfado, el desarrollo de las fuerzas productivas constituye un problema particularmente complejo. Lenin señaló a propósito de las condiciones económicas de la revolución rusa:


“Rusia no ha alcanzado tal nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que haga posible el socialismo”. Todos los héroes de la II Internacional, y entre ellos, naturalmente, Sujánov, van y vienen con esta tesis como chico con zapatos nuevos. Esta tesis indiscutible la repiten de mil maneras y les parece que es decisiva para valorar nuestra revolución. (Nuestra revolución).

Es decir, para que el socialismo sea efectivamente posible es necesario un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Por eso Mariátegui escribió sobre el caso peruano:


El advenimiento político del socialismo no presupone el cumplimiento perfecto y exacto de la etapa económica liberal, según un itinerario universal. Ya he dicho en otra parte que es muy posible que el destino del socialismo en el Perú sea en parte el de realizar, según el ritmo histórico a que se acompase, ciertas tareas teóricamente capitalistas. (Ideología y política).

Mariátegui se refiere al desarrollo de las fuerzas productivas bajo el socialismo. Pero no dijo que el socialismo tenga que desarrollar el capitalismo.

        Y para discernir si el desarrollo de las fuerzas productivas bajo la dictadura del proletariado implica el desarrollo del socialismo o la restauración del capitalismo, es necesario observar si tal desarrollo de las fuerzas productivas se hace a la manera proletaria (desarrollo del dominio de los trabajadores de las condiciones de su producción y de su existencia en general), y no a la manera burguesa (dominio de las condiciones de producción sobre los trabajadores, del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, del pasado sobre el presente).

        Precisamente esta es la línea de demarcación entre la teoría marxista del desarrollo económico en el socialismo y la teoría revisionista de las fuerzas productivas.

        “Hacer la revolución” significa avanzar cada vez más el dominio de los trabajadores sobre sus condiciones de producción y de su existencia en general. Y “promover la producción” quiere decir desarrollar las fuerzas productivas para que la riqueza social sea cada vez mayor. La relación intrínseca entre ambas tareas es evidente: el cumplimiento de la primera impulsa el cumplimiento de la segunda, y ambas a la vez desarrollan las condiciones del paso al comunismo; en otras palabras, el Estado-Comuna constituye la condición sine qua non para que las clases trabajadoras hagan la revolución y promuevan la producción.

          Así pues, tanto la planificación como la industrialización y la organización del trabajo socialistas, tal como han sido expuestas aquí brevemente, sirven para avanzar el camino socialista de desarrollo de las fuerzas productivas, la emancipación de los trabajadores y preparar la realización del comunismo.

Por cuanto la planificación económica, la industrialización, la organización del Estado proletario y la organización socialista del trabajo tienen un profundo carácter político y guardan entre sí una relación intrínseca, deben tener un lugar en el Programa General del Partido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.