martes, 1 de febrero de 2022

Economía

Derrame de Petróleo y Teoría Económica

Cesar Risso

LOS ACCIDENTES como el ocurrido en Ventanilla, más allá de las causas, es una constante en el Perú. Sin embargo, pareciera que la respuesta a este problema es multar a las empresas responsables. ¿Puede una multa, esto es, una sanción económica, remediar el daño provocado al medio ambiente? Si la respuesta es sí, entonces estamos afectados por la ideología burguesa; si la respuesta es no, entonces tenemos que analizar cómo ha construido la burguesía todo un andamiaje teórico para encubrir el daño irreparable que causan estos accidentes.

        Aquellas teorías vigentes acerca del impacto ambiental, se basan en el carácter mercadeable o no mercadeable de lo impactado. Así, tratan de referirse al medio ambiente en términos de mercancía y por lo tanto de dinero. En la limitada percepción de la burguesía, los bienes mercadeables son los que se compran en el mercado, entendiendo por mercado no el lugar físico donde se realiza la operación de compra y venta sino la operación misma, es decir, se entiende por mercado al conjunto de transacciones.

        Pues bien, cuando los “bienes” naturales se evalúan en un estudio de impacto ambiental, se ve primero si son mercadeables o no. Si son mercadeables, entonces no hay problema en el valor monetario que corresponde a dicho “bien”, pues tiene precio; si no son mercadeables, entonces se utilizan los métodos de valorización que la burguesía supone corresponden a estos “bienes”. Entre los métodos de valorización que se utilizan para asignarle precio a los bienes no mercadeables se tienen: valoración contingente, costo de viaje, precios hedónicos, etc. Se trata, a través de estos métodos, de asignarle precio a la naturaleza, de darle trato de mercancía; pero, como se sabe, las mercancías son el resultado de la producción, y como toda producción contiene determinada cantidad de trabajo, y que en este caso particular, lo que le da carácter de mercancía a los bienes, es el ser producción privada y por lo tanto tiene que ser adquirida a través de la compra. Habría que preguntarse entonces quién ha producido a la naturaleza o, para ahorrarle a los teóricos burgueses el dolor de cabeza, quién es el propietario. Y he aquí que estos teóricos han elaborado la teoría de los derechos de propiedad. De modo que le asignan un propietario a la naturaleza y por la tanto la exclusividad de su uso.

        Para no dejar dudas acerca del propósito que se persigue con esta teoría de proteger los intereses de la burguesía para que obtenga ingentes ganancias a través de la destrucción del medio ambiente, han desarrollado teorías denostando la acción social y el colectivismo. Un claro ejemplo de esto es la llamada “tragedia de los comunes”. Esta “teoría” consiste en lo siguiente:


“Cada hombre está encerrado en un sistema que le incita a aumentar su rebaño sin límite, en un mundo que es limitado”, escribió el biólogo y ecologista Garrett Hardin en un influyente ensayo publicado hace 50 años en la revista Science.

Y agregó: “La ruina es el destino hacia el cual todos los hombres se apresuran, cada uno persiguiendo su propio interés en una sociedad que cree en la libertad de los bienes comunes. La libertad en un bien de uso común trae ruina a todos”.

Fue a eso a lo que llamó la “tragedia de los comunes”.1


Para que se aprecie con mayor claridad el contenido de esta “teoría”:


“De hecho, durante mucho tiempo existió entre los economistas un consenso de que los recursos naturales de uso colectivo inevitablemente derivan en una sobrexplotación y que, a largo plazo, son destruidos o agotados.”2


La burguesía no puede pensar en otra forma de vida que la suya propia. Como se ve en el texto, se le atribuye a cada individuo lo que es el móvil de la burguesía: buscar individualmente la ganancia. Sin embargo, en el seno de la propia burguesía hay intelectuales más interesados en la verdad, quienes han demostrado lo contrario, habiendo dado ejemplos del éxito en el uso de bienes comunes.

El estudio de impacto ambiental significa que se paga por el derecho de dañar el medio ambiente, con el agravante que se intercambia dinero por medio ambiente, y como se puede apreciar, de ninguna forma el dinero puede convertirse en medio ambiente. Lo que puede ayudar a recuperar en alguna forma el medio ambiente es la voluntad colectiva para no seguir destruyéndolo. Consideremos como parte del medio ambiente a las diferentes especies animales. En un estudio de impacto ambiental se calcula el precio de cada una de estas especies que van a ser afectadas, dado que algunas huyen del lugar, y otras se quedan, y en consecuencia mueren. Cómo se le pone precio al ejemplar de una especie. ¿Y si se pudiese calcular dicho precio, ese valor volvería a la vida al individuo de esa especie?

Sin embargo, es evidente que la enorme variedad de bienes y servicios que se producen afectan en menor o mayor medida al medio ambiente.


“El animal, inserto en un orden establecido al que se somete pasivamente sin poder alterarlo, no conoce la violencia. En cambio, las relaciones entre el hombre y la naturaleza, como violación constante de un orden natural establecido, se rigen siempre por la violencia. ¿No es hacer violencia a la naturaleza transformarla, es decir, imprimirle una forma humana mediante la alteración de su propia legalidad? La humanización de la naturaleza no es sino un proceso por el cual el hombre le impone una ley extraña a ella, una ley humana, forzando o violentando su legalidad natural. La sociedad es violación constante de la naturaleza.”3

Para que no se vea como una posición extrema la contenida en la cita, diremos que las ciudades son consecuencia de violentar la naturaleza. Las ciudades son artificiales. El proceso de urbanización en nuestro país, aparte de ser un negocio, es la destrucción de zonas agrícolas.

        De la misma forma valora la burguesía, con seguridad, sus vínculos afectivos, como el matrimonio, su familia, sus hijos, las relaciones amicales, etc. Es que para la burguesía todo es mercancía, ya que es el vehículo de la ganancia. Veamos un ejemplo para que no se nos acuse de exagerar. Uno de los conceptos desarrollados por los teóricos burgueses es el de costo de oportunidad. Esto significa que cualquier cosa que hagamos implica el dejar de hacer otra cosa. Por ejemplo, si el gobierno con los ingresos que tiene decide construir un museo, eso quiere decir que los recursos utilizados pudieron haberse destinado a la construcción de un hospital; cuando uno duerme está dejando de trabajar y en consecuencia de generar ingresos; cuando vemos una película, estamos dejando de realizar alguna actividad que nos reporte ganancias; cuando compartimos un momento con nuestros seres queridos, estamos abandonando la posibilidad de obtener ganancias, etc. En otras palabras, la teoría económica burguesa pretende convertir a cada individuo en una máquina de conseguir dinero. Por eso es que en todo momento cada quien está viendo la posibilidad de un negocio, que adquiere la expresión más alucinada cuando se busca con desesperación obtener riqueza inmediata a través de la lotería, las criptomonedas, etc.

        En el capitalismo, la voracidad de la burguesía está destruyendo rápidamente el medio ambiente. No solo destruye la vida de los trabajadores, que son los creadores de la riqueza y a los cuales somete, sino que a través de su ambición terminará devorándose ella misma, lo que estaría bien, pero con ella, si no cambiamos este sistema económico y social por uno basado en la propiedad común de los medios de producción y en la solidaridad, terminaremos destruyéndonos todos.

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