Lineamientos programáticos
Eduardo Ibarra
EN EL SENO DEL PARTIDO, la crítica es un medio de elevación y cohesión ideológico-teórica y de elevación y cohesión político-orgánica, pero, como es obvio, para ello es necesario que sea consciente (con conocimiento de causa) y racional (no emotiva sino resolutiva). Asimismo, la autocrítica es, también, un medio de elevación y cohesión ideológico-teórica y de elevación y cohesión político-orgánica, pero, como es igualmente obvio, para ello es necesario que sea consciente (no forzada sino voluntaria) y racional (no enervante sino estimulante).
Así, pues, la crítica y la autocrítica son armas marxistas para cohesionar la organización partidaria, fortalecer la unidad de su militancia y potenciar su capacidad de lucha.
Teniendo en
cuenta que el ser humano es falible por principio, pero perfectible, también
por principio, en el Partido todos los militantes, sin excepción, pueden cometer
y, de hecho, cometen errores, pueden corregirse y, de hecho, muchos se
corrigen. Por eso en la vida partidaria, la crítica y la autocrítica sirven
para elevar el grado en que el militante es la encarnación de la doctrina
proletaria. Precisamente por esta razón tales armas marxistas son una expresión
de la solidaridad de clase en el seno del Partido. Si no estamos interesados en
que un militante determinado que haya cometido un error continúe aportando a la
causa partidaria, ¿lo criticaríamos? Si no estamos interesados en continuar
aportando a la cusa partidaria, ¿nos autocriticaríamos? En ambos casos, lo que
está en el fondo de la cuestión es, como se ve, el interés de la causa
partidaria. Entonces, tanto en la crítica como en la autocrítica, el móvil del
militante es la causa partidaria. La causa partidaria es el interés de la lucha
de clase del proletariado, el interés de la revolución, el interés del
socialismo.
Son muchos los ejemplos de crítica en el movimiento
comunista internacional, y también son muchos los ejemplos de autocrítica de
los maestros del proletariado. Entre nosotros, Mariátegui dio ejemplo de
crítica y de autocrítica. De lo primero hay numerosos casos en su producción literaria,
y el lector puede consultar especialmente «Presentación a ‘El
movimiento obrero de 1919’» y «Nota polémica a ‘El
conflicto minero’ por César Falcón» (Ideología y política). A propósito de lo
segundo, el maestro escribió en Defensa
del marxismo: «En su doble
calidad de intelectual y universitario, mi amigo debe haberse escandalizado, en
más de un comicio, del materialismo simplista y elemental de ortodoxos
catequistas. Conozco muchos de estos casos; y
yo mismo he hecho su experiencia en las primeras etapas de mi indagación del fenómeno revolucionario» (cursivas
nuestras). Esta declaración es una autocrítica, y no hay manera de no reconocer
que ella es una expresión de grandeza y un ejemplo a seguir. Pero, además, en su comentario a la obra La casa de cartón, de Martín Adán,
Mariátegui dejó escrito: «De la publicación de este libro soy un poco
responsable; pero como todas mis
responsabilidades acepto y asumo ésta sin reservas.» (Peruanicemos al Perú; cursivas nuestras). Empezando, desde luego,
por la responsabilidad de sus ideas: «Acepto íntegramente la responsabilidad de
mis ideas.» (Ibídem). Estas
afirmaciones son expresiones de la entereza del maestro y constituye una
invalorable enseñanza para el pueblo, la clase, los marxistas, los revolucionarios
en general.
Sin embargo,
puede ocurrir que algunos militantes no se ajusten al interés de la causa
partidaria o confundan este interés general y permanente con algún interés parcial
y temporal, por lo cual caen en un mal empleo de la crítica y la autocrítica.
Esta circunstancia puede darse en grados diferentes, pero en cualquier caso es menester
resolver el problema planteándolo en sus verdaderos términos.
Tanto la
crítica como la autocrítica tienen un móvil: el interés de la causa partidaria.
Y tienen, asimismo, un objetivo: cohesionar la organización partidaria, fortalecer
la unidad de su militancia, potenciar su capacidad de lucha.
Solo cuando
la militancia cumple cabalmente con el móvil y el objetivo señalados, la
crítica y la autocrítica se presentan como armas marxistas.
Por tanto, la
crítica y la autocrítica tienen que cumplir con ciertas condiciones intrínsecas
al método marxista: tener en cuenta las causas sociales (la cuestión de clase),
las causas históricas (la situación específica) y las causas gnoseológicas de los
errores (mayor o menor asimilación del marxismo).
La lucha
entre las dos líneas en el seno del Partido es la lucha de la línea
marxista-leninista contra alguna línea oportunista (todo oportunismo no es
revisionismo, pero todo revisionismo es oportunismo). En esta lucha entre
líneas, la crítica y la autocrítica cumplen un papel especialmente importante:
mientras tiene curso la lucha entre las dos líneas como lucha interna, en el
plano orgánico la contradicción antagónica con la línea oportunista puede y
debe tratarse como contradicción no antagónica. Solo cuando la línea
oportunista ha sido desenmascarada y, por tanto, la lucha entre las dos líneas
alcanza su punto máximo de desarrollo, esta lucha cesa de ser lucha interna
pues se resuelve orgánicamente con la división de uno (el Partido) en dos (una
nueva unidad de la militancia partidaria
sin los partidarios de la línea oportunista).
Es decir que,
si normalmente la crítica tiene que salvar al paciente, en las circunstancias
de la lucha entre las dos líneas esta norma juega también un papel importante.
A esta cuestión puede aplicarse la afirmación mariateguiana según la cual si el
socialismo es algo serio en los compañeros discrepantes, volverán a nuestras
filas.
En el seno
del pueblo, la crítica y la autocrítica son armas que sirven para desarrollar
la conciencia revolucionaria y fortalecer las organizaciones populares. Por eso
hay que diferenciar el empleo de esas armas entre quienes luchan por los
intereses inmediatos y los objetivos de las clases trabajadoras, y entre
quienes, cayendo bajo la influencia ideológica de la burguesía, se han
aderezado una doctrina contraria a esos intereses y objetivos. Acerca de esto
último, la más que centenaria lucha contra los desviacionistas, es cosa que el
lector puede constatar a cada paso en la literatura de Marx, Engels, Lenin,
Stalin, Mao y, entre nosotros, en la de Mariátegui.
(Dicho sea
entre paréntesis: en la lucha contra la burguesía, la crítica cobra un sentido
diferente. Aquí de lo que se trata es de demoler la concepción del mundo de la
burguesía, desenmascarar su línea política y debilitar lo más que se pueda sus
organizaciones. Las dos primeras cuestiones siguen siendo plenamente válidas en
el socialismo, y la tercera puede aparecer como supervivencia de partidos de la
democracia pequeño-burguesa en condiciones de supervisión mutua).
En las
últimas décadas hemos visto que en nuestro medio se ha hecho un empleo grotesco
tanto de la crítica como de la autocrítica, así como se ha hecho usanza en
algunos grupos un desempleo de toda crítica y toda autocrítica marxistas; así, el
principio liberal burgués de dejar hacer y dejar pasar se ha impuesto sobre el
espíritu marxista. Obviamente, esta es una situación que hay que corregir bien
y lo más pronto posible.
No solo el
militante puede cometer errores, sino también la organización como tal organización.
A propósito, Lenin señaló:
… la actitud de un
partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más
seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al
descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir
atentamente los medios de corregirlos; eso es lo que caracteriza a un partido
serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir
a la clase, y después a las masas. (La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el
comunismo).
Esta cita es una valoración
de la autocrítica como medio de educación de la clase, de las masas y del
propio partido y, por tanto, una forma de potenciar la influencia del Partido
entre las masas.
Por su parte, Stalin fulminó
… [la] costumbre de [los
oportunistas de la Segunda Internacional] de ocultar los errores, de velar los
problemas espinosos, de disimular los defectos con una ostentación de falsa
prosperidad que embota el pensamiento vivo y frena la educación revolucionaria
del partido sobre la base de sus propios errores. (Los fundamentos del leninismo).
Obviamente, tal costumbre no fue exclusiva de los especímenes de la Segunda Internacional, sino que es característica de los oportunistas de todos los tiempos y de todos los países.
En conclusión, la crítica y la autocrítica en el seno del
partido proletario es una cuestión de fundamental importancia para su
permanente construcción, y ya solo por esto su exposición debe ocupar un
espacio en su Programa General.
30.06.2019.
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