La
Disputa del Gobierno del Poder
César
Risso
LA BURGUESÍA, frente a la posibilidad de ser afectada como clase, traslada su temor, de perder su poder económico, hacia los demás. Equipara así la propiedad de los medios de producción con la propiedad de bienes que sirven para el disfrute personal y familiar; es decir, trata de igualar su condición de clase explotadora a la de cualquier trabajador, haciendo creer que vivir del trabajo de los demás es lo mismo que vivir del trabajo de uno mismo.
Si
no hubiese permanente incertidumbre en el capitalismo, si todas las necesidades
fuesen satisfechas, si no hubiese la posibilidad de caer en la pobreza, de
perder el trabajo, nadie tendría que preocuparse de acumular dinero y bienes,
de asegurarse el futuro “incierto”.
La
anarquía de la producción, que es la máxima expresión del capitalismo, claro
que edulcorada con el concepto económico de “competencia”, y que para tranquilidad
de la burguesía se le añade el adjetivo “libre”, es la condición en la cual se
da el mayor despilfarro de recursos. Los diversos burgueses particulares tratan
por todos los medios de “destruir” a su competidor, buscando tener el poder de
dominar el mercado a título individual.
La
libertad que promueve la burguesía es la de poder explotar la fuerza de trabajo
hasta los límites humanamente posibles, y en algunos casos más allá. En otras
palabras, es su “libertad” como clase social de obtener la máxima cantidad de
trabajo no remunerado.
En
muchas oportunidades la burguesía ha manifestado, a través de intentos legales,
hasta dónde llega su ambición. Amparándose en la ley ha tratado de quitarle
derechos a los trabajadores, derechos a los que llama “sobrecostos” laborales,
e incluso, ensañándose con los jóvenes ha pretendido hacerlos trabajar
“voluntariamente”, es decir, sin remuneración. Así, traduce las fuentes de vida
de los trabajadores y sus familias, a una relación técnica entre los “factores”
de producción (costos) y, para inducir al común de los mortales a unirse a su
causa le llama “sobrecostos”, aduciendo implícitamente que son costos que no
deberían existir. No le basta pues, a la burguesía, con ganar lo que hasta
ahora ha ganado, sino ganar cada vez más, mucho más. El insaciable deseo de
apropiarse de la mayor cantidad de dinero, de tener cada vez mayor “riqueza”,
de acumular más capital, a pesar de ver los resultados de su actuación, como en
la actual pandemia, en la que, por falta de dinero, de camas UCI, de oxígeno,
de hospitales y personal de la salud, se condena a muerte a los pacientes con
COVID-19.
En
esta pandemia podemos apreciar que hay dinero y no hay dinero. Si se sumase
todo el dinero que existe en nuestra sociedad, no importando en manos de quién
esté, nos sorprenderíamos de los resultados. Es una enorme cantidad de dinero
que pasa de mano en mano, pero que se queda en propiedad de la burguesía. Hay
pues dinero más que suficiente para acabar con el hambre, con la pobreza, para
tratar las enfermedades, para enfrentar la actual pandemia, para que todos
tengan vivienda. Pero resulta que toda esta “riqueza” está en su mayor parte en
manos de la burguesía. Por eso, cuando quienes, a través de la explotación de
la fuerza de trabajo, se adjudican la capacidad de enfrentar la actual
pandemia, lo hacen pensando que esta situación es una oportunidad para seguir
acumulando dinero, atribuyéndose además la sabiduría para lograrlo, aunque como
bien sabemos, el desempleo, la pobreza, y otros males sociales, no son sino
obra de este sistema capitalista en el que lidera la burguesía, y que por lo
tanto su “riqueza” no es más que la contrapartida de la pobreza.
En
las actuales elecciones, la crítica a Pedro castillo, a la izquierda, al
socialismo, al comunismo, al marxismo, solo expresan el temor de verse
afectados en el derecho que les otorga el sistema capitalista de seguir
explotando a los trabajadores bajo el sistema del salario.
A
pesar de que la burguesía tiene el poder, dado que el Estado peruano es un
estado burgués, se siente desfallecer ante la posibilidad de perder su libertad
de explotar a sus anchas a los trabajadores.
En
un eventual triunfo electoral de Perú Libre, Pedro Castillo estaría a la cabeza
de un gobierno de izquierda dirigiendo un Estado burgués. La máquina
burocrático-militar construida por la burguesía pone límites a cualquier fuerza
política que pretenda hacer cambios radicales al dominio del capital. En todo
caso puede intentar atenuar los efectos del capitalismo, pero no
desaparecerlos.
El
gobierno de Pedro Castillo reorganizará la lucha de los diversos sectores de la
burguesía, de tal modo que, al menos en parte, algunos sectores, o tal vez
algunos burgueses individuales, pretenderán, como siempre, obtener beneficios
aprovechando la “oportunidad”.
Si
bien la burguesía en estos momentos actúa como clase, es decir, deja
temporalmente de lado las contradicciones que entre diversos sectores y entre
burgueses individuales existen, no dejan de ver individualmente la posibilidad
de ir acomodándose. Un ejemplo claro de esto es la actuación de Hernando de
Soto, quien pretende actuar como intermediario entre la burguesía imperialista,
y la nacional, y un eventual gobierno de Pedro Castillo.
La
burguesía cree que el bienestar y el progreso de la humanidad depende de su
poder económico, de la dirección de la economía por ellos, del sistema de
trabajo asalariado que les permite apropiarse de gran parte de los resultados
del trabajo directo. Por eso cree que el cambio del sistema económico de
capitalista en socialista es el colapso de la humanidad. Sin embargo, la
burguesía está llevando a la humanidad a su destrucción. Pero, obviamente, para
ellos, este mundo repleto de males provocados por ellos mismos, es el mejor de los
mundos.
A
todo esto, qué es lo que propone la burguesía. ¿El bienestar? ¿La eliminación
del desempleo? ¿La eliminación de la pobreza? Imposible que en el capitalismo
se puedan lograr estas cosas. La burguesía actúa en provecho propio. Solo su
interés individual puede hacer que produzca, sea lo que sea, así sea lo que mata.
Pero resulta que es un gran negocio producir, por ejemplo, gaseosas, que rinde
extraordinarias ganancias a las empresas transnacionales, por medio de la
destrucción de la salud de quienes consumen este veneno. No importa matar con
gaseosas, al final es una “muerte” lenta y dulce. Sin embargo, nos dice la
burguesía, el consumir o no gaseosa, es el ejercicio de la libertad de cada
individuo de decidir qué consume y qué no consume. Pero no dice nada de las
multimillonarias campañas publicitarias que realiza para convencer a las
personas de la “necesidad” de consumir gaseosas, aunque debería decir
francamente que más bien la gente debe consumir gaseosas para engordar las
cuentas de la burguesía. No obstante, este no es el único argumento de la
burguesía para defender su modo de vida, que es el modo de aniquilación de los
trabajadores, cuya energía y vida queda transformada, por la alquimia de la
producción capitalista, en el dinero cuyo destino son las cuentas de la
burguesía. Dicen que si el negocio de las gaseosas (para seguir con el ejemplo)
se cierra, se dejaría en la calle a miles de trabajadores y con ello en la
pobreza a miles de familias. Es decir, nos quieren convencer que el único modo
de vida posible es el que nos brinda el capitalismo, o que sin explotación y
riqueza de un lado y sin sumisión y pobreza del otro no habría sociedad.
La
burguesía se llena la boca, y toneladas de papel, con sus disquisiciones acerca
de la democracia. Esta democracia es la democracia burguesa, que permite la
realización de sus negocios y de la consecuente explotación de los
trabajadores. Pero aún hablando de la democracia en general, se traiciona a sí
misma cuando recurriendo a esta, promueve su modo de vida negando el derecho a
las amplias mayorías de decidir libremente escogiendo a sus gobernantes. Entonces busca
por todos los medios de, en la actual campaña electoral de la segunda vuelta,
encontrar algo que le permita “eliminar” al candidato del pueblo. Un solo
delito no le ha podido encontrar a la fecha; ni un solo acto inmoral. Lo poco
que le pueden atribuir es el ingreso que tiene, la licencia sindical, una
empresa que nunca funcionó, etc. En otras palabras, la burguesía no tiene de dónde
cogerse para destruir la imagen de Pedro Castillo.
Ya
que la vida de Pedro Castillo no es objeto de crítica, entonces recurre la
burguesía al expediente de criticar sus intenciones. Pero como esto tiene que
ver, en alguna medida, con la reducción del poder económico y político de la
burguesía, esta se ve obligada a hacer extensivos sus temores al resto de la
población.
El
elemento positivo en esta segunda vuelta electoral, consiste en la
incorporación masiva del pueblo trabajador a la política, de la búsqueda de su
identidad como clases trabajadoras, que se expresa en el apoyo a la candidatura
de Pedro Castillo. Este apoyo es el mayor signo de los primeros brotes de una
democracia popular. La tarea de la izquierda proletaria es apoyar este brote, y
orientarlo hacia el socialismo.
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