Lineamientos programáticos
La Cuestión
del Humanismo Proletario en el Programa del Partido
EN EL CENTRO de la teoría marxista se encuentra el problema del hombre. Tanto la filosofía materialista dialéctica como la economía política marxista y el socialismo científico tratan, en último análisis, del problema del hombre.
Por eso Lenin señaló:
Sólo el
materialismo filosófico de Marx señaló al proletariado la salida de la
esclavitud espiritual en que han vegetado hasta hoy todas las clases oprimidas.
Sólo la teoría económica de Marx explicó la situación real del proletariado en
el régimen general del capitalismo. (Tres fuentes y tres partes integrantes del
marxismo).
A esta cita puede y debe agregarse que el socialismo científico enseñó al proletariado el camino de su emancipación.
Pero, como se sabe bien, el proletariado no puede emanciparse sin emancipar a toda la humanidad: sin emanciparla de toda explotación económica, de toda opresión política y de toda esclavitud espiritual.
Por eso, en sus primeras reflexiones sobre la condición del hombre en la sociedad capitalista, Marx sostuvo:
La clase
poseedora y la clase del proletariado representan la misma enajenación humana.
Pero la primera clase se siente bien y se afirma y confirma en esta
autoenajenación, sabe que la enajenación es su
propio poder y posee en él la apariencia
de una existencia humana; la segunda, en cambio, se siente destruida en la
enajenación, ve en ella su impotencia y la realidad de una existencia inhumana.
(La sagrada familia).
Este
comunismo –al negar por doquier la personalidad
del hombre– no es, en efecto, otra cosa que la expresión consecuente de la
propiedad privada, cuya negación es. La envidia
general, constituida en potencia, es la forma recatada que reviste la avaricia, la cual se satisface así,
simplemente, de otro modo. La idea de
la propiedad privada en cuanto tal se vuelve, por lo menos, como envidia y afán de nivelación en contra de la
propiedad privada más rica, y esta
envidia forma la esencia de la competencia. El comunista tosco y primitivo no
es más que el perfeccionamiento de esta envidia y de esta nivelación a base del
mínimo imaginario. Ese comunismo
tiene una determinada medida limitada. Hasta qué punto esta abolición
de la propiedad privada no es una apropiación real lo demuestra precisamente la
negación abstracta del mundo entero de la cultura y la civilización, el retorno
a la antinatural sencillez del hombre pobre
y carente de necesidades, que, lejos de remontarse sobre la propiedad privada,
ni siquiera ha llegado a ella. (Manuscritos
económico-filosóficos de 1844).
…
superación positiva de la propiedad privada, como autoenajenación humana y, por tanto,
como real apropiación de la esencia humana por y para el hombre; por tanto,
como el retorno total, consciente y logrado dentro de toda la riqueza del
desarrollo anterior, del hombre para sí como un hombre social, es decir, humano. Este comunismo es, como naturalismo
acabado = humanismo y, como humanismo acabado = naturalismo; es la verdadera
solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza y del hombre contra el
hombre, la verdadera solución de la pugna entre la existencia y la esencia,
entre la objetivación y la afirmación de sí mismo, entre la libertad y la
necesidad, entre el individuo y la especie. Es el secreto revelado de la
historia y tiene la conciencia de ser esta solución (ibídem).
Naturalmente, la primera de estas citas hay que entenderla en el marco concreto de la explotación, opresión y dominación que ejerce la burguesía sobre el proletariado y, en general, sobre las clases trabajadoras.
Las otras dos citas expresan la
diferencia entre el comunismo tosco y el comunismo científico y, por tanto,
esclarecen el tipo de comunismo por el que lucha el proletariado
revolucionario.
Por eso el humanismo proletario
coincide absolutamente con la realización del comunismo, o sea, con la
emancipación de toda la humanidad.
Así, la humanidad emancipada revela en su actividad vital, libre y consciente, el carácter de la especie, su carácter genérico, razón por la cual su vida misma aparece como medio de vida, según apuntó Marx en los citados Manuscritos.
Es decir,
en el mundo de la humanidad emancipada del trabajo enajenado, se revela por fin
la esencia genérica del hombre: el trabajo emancipado, el trabajo como creación.
Por
eso Marx escribió:
…
la historia de la industria y la
existencia objetiva de la industria,
ya hecha realidad, es el libro abierto
de las fuerzas esenciales humanas, la
psicología humana colocada ante nuestros sentidos, que hasta ahora no se
concebía como entroncada con la esencia
del hombre, sino siempre en un plano externo de utilidad, porque –al moverse
dentro de la enajenación– sólo se acertaba a enfocar la existencia general del
hombre, la religión o la historia, en su esencia abstracta general como
política, arte, literatura, etc., en cuanto realidad de las fuerzas esenciales
humanas y en cuanto actos humanos genéricos. En la industria usual, material…
tenemos ante nosotros, bajo la forma de objetos útiles sensibles y ajenos, bajo
la forma de la enajenación, las fuerzas esenciales objetivadas del hombre… ¿Qué
puede pensarse, en términos generales, de una ciencia que, altaneramente, hace
caso omiso de esta gran parte del trabajo humano y no se da cuenta en sí misma
de que es incompleta, mientras una riqueza tan desplegada de la acción humana
no le dice más que lo que puede decirse, si acaso, con la palabra: «necesidad»,
«necesidad común y corriente»? (ibídem).
Pues bien,
por cuanto no es un simple ideal ético o un concepto ideológico en el sentido
negativo del término, sino una necesidad que surge de las condiciones de
enajenación universal a que el capitalismo ha conducido a la humanidad, el
humanismo proletario aparece como la esencia misma del «movimiento
real que anula y supera al estado de
cosas actual» (Marx-Engels). Por tanto su estatus científico es precisamente el
estatus científico del comunismo.
Así,
la lucha de clase del proletariado, la dictadura del proletariado, la
revolución permanente, la lucha porque la riqueza corra a chorro y haga posible
el principio “de cada cual, según su capacidad, a cada cual, según sus
necesidades”, etcétera, son medios todos que están al servicio del hombre, al
servicio de su emancipación y del desarrollo de su libertad. Así, en el
comunismo el hombre ejerce dominio sobre las cosas y no las cosas sobre el
hombre, así como los medios están al entero servicio del fin: la realización
cada vez más plena de la personalidad humana.
Esto
significa que, sin la etapa transicional de la dictadura del proletariado, no
hay humanización del hombre realmente posible. ¡Y que chillen todo lo que
quieran los señores burgueses y pequeño burgueses!
La
humanidad humanizada, es decir, el comunismo es pues la sociedad donde la
riqueza corre a chorro, pero donde la verdadera riqueza del hombre es el hombre
mismo, es decir, donde su mayor riqueza es su lograda cualidad de ser un hombre
libre de toda enajenación económica,
política y espiritual, universal en
sus necesidades y relaciones sociales, que no trabaja ya para vivir como sucede
ahora sino que vive para trabajar, o
sea, para realizar su esencia genérica
o, para decirlo de otro modo, para crear.
Marx señaló:
…
la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta ad hominem, y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser
radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el
hombre mismo. (La sagrada Familia).
Precisamente
el marxismo es la teoría radical que ataca el problema del hombre por la raíz
y, por tanto, la realización práctica de esta teoría, la sociedad comunista, es
la verdadera solución del problema del hombre.
Por
eso tempranamente Marx esclareció que el comunismo «es
la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza»
(humanización de la naturaleza); «del hombre
contra el hombre» (comunidad real); «la
verdadera solución de la pugna entre la existencia y la esencia» (coincidencia
entre la esencia del hombre y su existencia social); «entre
la objetivación y la afirmación de sí mismo» (trabajo creador); «entre
la libertad y la necesidad» (dominio práctico de la necesidad); «entre
el individuo y la especie» (el amor místico de Dios al hombre y del hombre a
Dios es sustituido por el amor del ser humano al ser humano).
Por
tanto, el comunismo es la concreción del reino de la libertad, la concreción
del hombre nuevo en un mundo nuevo.
Es
decir, el comunismo es humanismo.
Pero,
naturalmente, para llegar a ello hay que vencer todavía la violenta resistencia
de la burguesía. Por eso la violencia revolucionaria –racional, metódica, de
masas– es una expresión, histórica y políticamente condicionada, del humanismo
proletario. Se trata pues de una
expresión necesaria, inevitable, circunstancial, pues, como subrayó Lenin, «en
nuestro ideal, no [hay] sitio para la violencia entre los hombres.» (Sobre la caricatura del marxismo y el «economismo
imperialista»).
No
obstante lo expuesto, hay quienes, desde la izquierda, niegan que el marxismo
sea humanismo (Althusser y sus discípulos, por ejemplo) y hay quienes, desde la
derecha, le atribuyen a las clases trabajadoras la responsabilidad de la
violencia política.
En
conclusión, cualquier marxista comprenderá que la cuestión del humanismo
proletario debe ser consignada en el Programa del Partido.
14.06.2019.
Nota:
El artículo que sigue son los apuntes que su autor llevó al papel después de haberse frustrado una charla sobre el tema de su título. El hecho de disponer de solamente quince minutos para exponer, explica la brevedad del artículo.
01.12.2020.
Comité de Redacción.
Brevemente
Sobre el Carácter de la Sociedad Peruana
Eduardo Ibarra
EL EXAMEN DE ESTE TEMA exige ante todo exponer el marco teórico en el cual es posible llegar a una conclusión ajustada, y esto, para quienes no somos víctimas de la ilusión de creer que con nosotros comienza la historia del marxismo peruano, significa recapitular los juicios mariateguianos relativos al tema. A esto nos limitaremos en el presente artículo.
En marzo de 1927, Mariátegui señaló:
El
Virreinato no sobrevive en el “perricholismo” de algunos trovadores y algunos
cronistas. Sobrevive en el feudalismo, en el cual se asienta, sin imponerle todavía su ley, un
capitalismo larvado e incipiente. (7
ensayos).
Pero, algún tiempo después, en octubre de 1928, sostuvo:
El
capitalismo se desarrolla en un pueblo semi-feudal como el nuestro… (Ideología y política).
Ocho meses más tarde, escribió:
Un formal
capitalismo está ya establecido. Aunque no se ha logrado aún la liquidación de
la feudalidad y nuestra incipiente y mediocre burguesía se muestra incapaz de
realizarla, el Perú está en un período de crecimiento capitalista (ibídem).
Estas citas dan a entender que en el cuadro del desarrollo de la relación feudalismo-capitalismo en nuestra formación social, se constatan dos momentos que es necesario diferenciar, a saber: 1) el momento en que el capitalismo no le ha impuesto todavía su ley al feudalismo (o a la semifeudalidad); 2) el momento en que el capitalismo le impone su ley a la semifeudalidad.
Pero, obviamente, estas constataciones no dan cuenta todavía del tipo de capitalismo que se desarrolla en nuestra sociedad.
En relación a este punto, Mariátegui escribió en enero de 1926:
La economía
del Perú es una economía colonial. Su movimiento, su desarrollo, están
subordinados a los intereses y a las necesidades de los mercados de Londres y
de Nueva York. Estos mercados miran en el Perú un depósito de materias primas y
una plaza para la sus manufacturas. La agricultura peruana obtiene, por eso,
créditos y transportes sólo para los productos que puede ofrecer con ventaja en
los grandes mercados. La finanza extranjera se interesa un día por el caucho,
otro día por el algodón, otro día por el azúcar. El día en que Londres pueda
recibir un producto, a mejor precio y en cantidad suficiente, de la India o del
Egipto, abandona instantáneamente a su propia suerte a sus proveedores del
Perú. Nuestros latifundistas, nuestros terratenientes, cualesquiera sean las
ilusiones que se hagan de su independencia, no actúan en realidad sino como
intermediarios o agentes del capitalismo extranjero.
Esta
dependencia de la economía peruana se deja sentir en toda la vida de la nación.
(Peruanicemos al Perú).
Así pues, es en este marco general que hay que entender lo que el maestro sostuviera entre 1927 y 1929 sobre la relación capitalismo-feudalidad en nuestra formación social.
En junio de 1929, Mariátegui mantuvo:
… en la medida en que los rezagos de feudalidad
entraban el desenvolvimiento de una economía capitalista, ese movimiento de
liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento
capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del imperialismo; que
desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una
economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la
“democratización” de la propiedad del suelo, que las viejas aristocracias se
vean desplazadas por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e
influyente –y por lo mismo más apta para garantizar la paz social–, nada de esto
contrario a los intereses el imperialismo.
(Ideología y política, p. 93).
Pero, como hemos visto, en la misma fecha el maestro apuntó que “nuestra incipiente y mediocre burguesía” se mostraba incapaz de realizar “la liquidación de la feudalidad”.
Aquel movimiento de liquidación de la feudalidad que coincide con las
exigencias del crecimiento capitalista se presenta, pues, en primer lugar, como
el crecimiento espontáneo del capitalismo a instancias de la
penetración imperialista, y, en segundo lugar, como la congénita incapacidad de
nuestra burguesía para liquidar la semifeudalidad.
Si en los tiempos de un cierto
crecimiento capitalista, Leguía pudo tronar contra la gran propiedad de la
tierra, pero sin tocarle un pelo, después de las luchas campesinas que tuvieron
su inicio en la segunda mitad de la década de 1950 y de las guerrillas de 1965,
no era posible que el régimen capitalista se limitase a tronar sino que, en
opinión de un sector de sus representantes, era necesario realizar una reforma
agraria que liquidara el terreno altamente explosivo –y sumamente peligroso
para el conjunto del poder burgués– que significaba la existencia de la
semifeudalidad de latifundio y gamonal de horca y cuchillo.(1)
Así, la ley de reforma agraria 17716
ejecutada por el gobierno de Velasco terminó liquidando la vieja estructura
semifeudal, pero no la misma semifeudalidad, pues, como lo han probado varias
investigaciones, lo que ocurrió fue que dicha estructura fue sustituida por una
nueva estructura semifeudal basada en las empresas asociativas que
implementaron relaciones señoriales con los campesinos.
Por eso, en otro lugar hemos hablado
de una “primera semifeudalidad” (existente aproximadamente hasta mediados la primera
mitad de la década de 1970) y de una “segunda semifeudalidad” con base en el
latifundio estatal y en la gestión de burócratas de cuello y corbata.
La reforma agraria de Velasco tuvo
pues un carácter preventivo, o, para decirlo más directamente, un carácter
contrarrevolucionario. Si en lo económico la reforma agraria evolucionó las
relaciones serviles hacia formas combinadas con formas capitalistas, en lo
político reveló su carácter de clase: fue ejecutada por el camino terrateniente
(compra-venta de la tierra y, por tanto, endeudamiento del campesinado), y no,
como es obvio, por el camino campesino de confiscación de la tierra
(recuperación de la tierra sin pago alguno). Este es pues un caso en que se
constata la máxima leninista de que la política es la expresión concentrada de
la economía.
Pero además, en el contexto general
del carácter corporativo del régimen de Velasco, la implementación de la
reforma agraria no escapó a dicho carácter. Y el corporativismo, el Estado
corporativo, es la esencia del fascismo.
En la segunda mitad de la década de 1980, esa “segunda semifeudalidad” fue liquidada por la lucha de los propios campesinos, quienes, desarrollando la toma de tierras, terminaron por liquidar las empresas asociativas y por implementar la parcelación de la tierra. Incluso la acción militar del PCP-SL –hay que decirlo– jugó un papel en esa liquidación, así como también –hay que decirlo igualmente– la acción movilizadora de algunas fuerzas de la izquierda reformista. Es decir, la liquidación de la semifeudalidad se operó no desde arriba, como creen algunos, sino desde abajo: no por el camino terrateniente-burocrático del régimen militar, sino por el camino campesino-democrático. De esta forma pues la estructura semifeudal de nuestra economía agraria dejó de existir como tal estructura. Por tanto, no puede decirse que el régimen militar de Velasco llevó a cabo una “revolución desde arriba”.
Todo el programa del régimen militar
y cada una de sus medidas tuvieron por objetivo prevenir la revolución y
aherrojar a las masas trabajadoras en una estructura estatal corporativa, razón
por la cual su nacionalismo se revelaba coincidente y consustanciado con su
reaccionarismo. Por eso dicho régimen no puede ser calificado de
“nacionalista”.(2)
En conclusión: la estructura de nuestra economía agraria no es ya semifeudal y, por tanto, el carácter capitalista de nuestra formación social se ha acentuado. Pero entendámonos: nuestro capitalismo no es independiente, sino semicolonial. Así pues, la sociedad peruana es una sociedad capitalista semicolonial. Esta realidad puede ser comprobada complementando el presente texto con las expresiones cuantitativas tanto de la presencia del capital imperialista en los diversos sectores de nuestra economía como del desarrollo de nuestro capitalismo agrario.
Para el proletariado revolucionario, establecer el carácter de nuestra sociedad es un problema político, de cuya solución teórica se desprenden algunas conclusiones sobre las fuerzas motrices y los blancos de nuestra revolución, la contradicción principal en nuestra sociedad, etc. Este es el sentido práctico que tiene esclarecer el problema en cuestión.
Siendo el tema sugerido el carácter
de la sociedad peruana –y no específicamente de la economía peruana– hubiéramos
podido agregar algunas ideas sobre las expresiones de la semicolonialidad y de
la supervivencia de la ideología feudal en la superestructura, en la conciencia
social de la gente, pero, infortunadamente, aquí no tenemos espacio para ello.
Notas
[1] El ejército es parte fundamental del aparato estatal
de la clase capitalista, pero no es la clase capitalista misma. Por eso, dadas
ciertas circunstancias excepcionales, tanto sociales (incapacidad manifiesta de
la clase capitalista para afrontar sus tareas) como internas a su propio cuerpo
(un mayor grado de conciencia del interés general del régimen burgués), el
ejército puede aparecer con una cierta capacidad de maniobra. Una de esas
circunstancias derivó en el golpe militar de octubre de 1968 que instaló un
régimen corporativo con el plan definido de hacer lo que la clase capitalista
no era capaz de hacer con sus propios cuadros políticos.
[2] En los pueblos coloniales, para utilizar la frase
mariateguiana, existen dos tipos básicos de nacionalismo: el burgués y el
proletario. En el caso que nos ocupa se trata del nacionalismo burgués que se
limita a un discurso demagógico y a provocar una temporal borrachera
nacionalista o, más exactamente, a levantar la pantalla del nacionalismo para
socavar la lucha de clase del proletariado. Sería pertinente escribir un
artículo con este tema.
Vacancia Presidencial, Movimientos de Masas y Caída de
Manuel Merino
César Risso
EL MOVIMIENTO DE MASAS por la renuncia de Manuel Merino protagonizada por los jóvenes permite evaluar el nivel de conciencia que han alcanzado. Los jóvenes están aprendiendo por experiencia propia que no se trata de solicitar permiso a la policía ni a las autoridades. Varios son los hechos que permiten ver directamente que la policía en una sociedad de clases es policía política, puesto que su función principal no es combatir la delincuencia, sino proteger los intereses de la burguesía y el régimen que la sustenta.
Otra lección importante es la de saber cuáles son los objetivos generales, estratégicos, así como los parciales y tácticos. El objetivo específico de llegar al Congreso, implicaba saber para qué. Los jóvenes que lograron llegar se sintieron satisfechos por el “logro”, confraternizaron con la policía, y aceptaron el “consejo” de sentarse pacíficamente. La falta de claridad en el objetivo de llegar al Congreso los expuso al manejo de la policía que ganó tiempo para que llegaran los refuerzos y así reprimir con superioridad de fuerzas a los jóvenes.
La lucha de los jóvenes se redujo a pedir que renuncie Manuel Merino, desarrollando para este objetivo un movimiento de masas a nivel nacional. Esta actitud de pedir, indica justamente la falta de organización de este movimiento, pues se trata de dejar de pedir, para organizar y ejercer el poder. Sin esta perspectiva, los movimientos populares, por masivos y constantes que sean, se llevarán a cabo en el marco del actual sistema de explotación.
Este movimiento, que por su contenido es democrático burgués, tiene implícita una dirección que no reconoce el carácter de clase del sistema actual; que no entiende la división de la sociedad en clases; aunque por el desenvolvimiento de los acontecimientos, es posible que hayan aprendido la lección, dándose cuenta que la actual sociedad está dirigida por la burguesía, cuyos intereses en esta lucha concreta, por sus objetivos, no han estado en peligro. Sin embargo, si hubiese habido una organización partidaria de carácter proletario lo suficientemente fuerte, en el sentido de tener presencia en los gremios obreros y campesinos, así como en las organizaciones de los jóvenes, entre otras, hubiese podido asumir la dirección del movimiento, y en consecuencia hubiera podido orientarlo hacia los objetivos históricos del proletariado. Esto último es lo que ha tratado de evitar la burguesía.
Lo que ha estado en juego para la burguesía es quién o quiénes la representan políticamente. En medio de la confrontación aparecen los intereses personales y de grupo, entremezclándose con los de los grupos económicos de poder. No ha estado en discusión en la propuesta de los jóvenes cambiar el sistema capitalista. En sus objetivos, por falta de conciencia de clase, están las medidas de una gestión honesta de la cosa pública.
La presencia masiva de jóvenes a lo largo del territorio nacional es un hecho notable, aunque lamentablemente, motivado por un suceso que carece de importancia, puesto que no estaba en juego la democracia burguesa, ni alguna forma dictatorial en el gobierno del Estado.
De la defensa de Martín Vizcarra se pasó rápidamente a la lucha contra la vacancia presidencial, y de esta a la renuncia de Manuel Merino. Se le vio a éste como un usurpador, como un oportunista ambicioso, coludido con los partidos en el Congreso, para hacerse de la dirección del Estado.
Este movimiento ha tenido de fondo el hartazgo, no de la cuarentena, aunque algún papel jugó ésta, sino de la permanente y generalizada corrupción. Por doquier aparecen las denuncias. El robo y las coimas dan cuenta de la incapacidad de la burguesía para crear riqueza, exhausta como parece estar de tanta competencia a la que se ve sometida, propia del régimen económico burgués. Se diría que después de tantas crisis, no encuentra la seguridad en una forma de vida económica, en una forma de organización de la producción y de la sociedad, que antaño le aseguró la existencia y el dominio político casi absoluto. La burguesía se ve en la necesidad de actuar por intermedio de oscuros personajes; ya no se siente representada del todo por los mismos políticos burgueses; los arribistas de los que antes se sirvió ya no le dan confianza; los partidos políticos que durante décadas representaron sus intereses parecieran querer alzar tienda propia como empresarios burgueses, y competir así con el sector de la burguesía dominante.
Aunque los jóvenes y la población en general no se movilizan automáticamente cuando un medio de prensa lanza alguna consigna, en este caso hemos visto el esfuerzo de los medios de prensa burgueses para iniciar un movimiento de masas a favor de determinados objetivos visibles y de otros ocultos. Detrás del apoyo de un sector de la burguesía al movimiento por sacar a Manuel Merino, lo cual coincidía con un sector de la burguesía que considera medidas populistas la entrega de los fondos de pensiones, tanto de la ONP como de las AFP, y que era el objetivo visible; otro sector pretendía deshacer todo lo actuado contra los involucrados en el caso Odebrecht. Sin embargo, el impulso y sostenimiento dado por los medios de prensa burgueses, no logró orientar en este último caso el movimiento a su favor. La lucha se extinguió con la renuncia de Merino, y se decantó en el pedido de una nueva Constitución.
Algunos sectores de izquierda así como varios individuos se han entusiasmado por el movimiento de masas. Pero se trata de que el movimiento de masas puede orientarse en uno u otro sentido. En este caso se orientó hacia un objetivo minúsculo dentro del mismo sistema burgués. Los elementos volitivos han demostrado su capacidad para movilizarse más o menos espontáneamente, pero a la vez han demostrado su casi total falta de conciencia. También han puesto en evidencia, los jóvenes que han participado en las movilizaciones, que no hay una adhesión a propuestas avanzadas, que no comprenden el carácter del sistema capitalista que dirige a nuestro país, y que en consecuencia su participación ha apuntado a restaurar el normal mecanismo político de este sistema, sin consolidarse en una organización que por lo menos los mantenga alertas. Son en el sentido organizativo un tanto anárquicos.
Hemos comentado la actitud de los jóvenes, sin expresar que la juventud no es una categoría política. La conciencia de clase se expresa en las personas al margen de su edad. En este sentido, si bien es cierto entre los jóvenes debe haber habido un buen número de elementos conscientes, estos no supieron actuar organizadamente ni propagandizar el carácter de clase del actual régimen que es la causa de todos los males.
Las jornadas de lucha recientes han carecido de dirección consciente. Ha sido sí un movimiento de masas. Pero ha sido un movimiento alimentado por el subjetivismo, dado que redujo toda su fuerza, toda su capacidad de movilización, a exigir la renuncia de una persona. Ha sido un movimiento democrático burgués.
No hemos querido exigir a un movimiento pequeñoburgués actitudes, objetivos y dirección proletaria, sino evaluar rápidamente el sentido de la lucha para evitar confundirlo con un movimiento de masas orientado al socialismo.
Si el carácter de la sociedad es capitalista entonces el carácter de la revolución es socialista pero el.caracter semicolonial de nuestra economia y el desarrollo desigual de nuestro capitalismo implican que todavía tengamos que resolver tareas pendientes de carácter democrático por tanto sigue vigente la tesis de Mariategui en sus principios programáticos del Partido socialista dónde plantea que la revolución tiene dos fases o etapas una etapa democrático burguesa en tránsito ininterrumpido al socialismo lo cual coincide con las tesis de Mao sobre la nueva democracia o democracia nueva
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ResponderEliminarEn principio escriban en lenguaje mas simple,no todos son doctores, y eviten repetir las mismas ideas, mencionan a Velasco como una anécdota,agradecería indiquen algo concreto que planteen,lo que dice Mariategui pudo se valedero para su etapa. Por favor actualicen su mensaje, recuerden que el enemigo, esto es la CAVERNA (USA y sus corporaciones) son gente pensante y saben hacer daño. Eloy Villacrez Soldado del Ejercito Peruano.