Vallejo para no Iniciados VI
Julio Carmona
SIGUIENDO
CON MIS OBSERVACIONES a ciertos juicios vertidos por algunos autores que
estudian la obra de César Vallejo, en esta oportunidad cito a Jorge Basadre
quien dice que «Vallejo [unió] al horror del lugar común, la búsqueda de la expresión sintetista» (A-2003: 40)1.
Es un juicio que Saúl Yurkievich contradice con otro argumento en el que dice
prevenir al lector «contra uno de los yerros de Vallejo: su caída en el
filosofema», y asegura este autor que esto «Ocurre cuando se inclina hacia una
meditación de corte filosófico, no transformada en imagen, en figura intuible,
es decir en poesía». Y luego de poner algunos indicios que confirmarían su
aseveración, concluye que «el verso se desintegra, se convierte en prosa, baja al lugar común» (C-1958: 20-21)2.
Obviamente, esta opinión de SY es opinable, sobre la base de las citas que
hace, y son las siguientes:
«Amor desviará tal ley de vida,
hacia la voz del Hombre;
y nos dará la libertad suprema
en transubstanciación azul, virtuosa,
contra lo ciego y lo fatal» (Líneas).
En principio,
habría que precisar dos cosas. Primera, recordar la reflexión aristotélica
respecto de que la poesía está más cercana de la filosofía que la historia; o
sea que se puede admitir la incisión de SY, pero no como un «filosofema» (con
sentido peyorativo) que deviene error, sino como un acercarse a la filosofía,
como «el contenido de una proposición filosófica» que no pierde su visión
poética, si se sigue que en ambas (filosofía/poesía) hay un acercamiento a la
abstracción metafísica (en el mejor sentido de este término), pero no al lugar común.
La segunda precisión tiene que ver con
el riesgo de aislar un fragmento del poema: pues se lo hace decir algo que, en
su totalidad, no quiere decir. Porque el fragmento
citado es parte de una estrofa a
la que le falta el primer verso: «¡La hebra del destino!», que, justamente,
enlaza con el título del poema: «Líneas», y que tiene una primera estrofa
previa y dos subsiguientes que lo rescatan de la oscura y muda o pura
abstracción. Nos dice esa estrofa, ligada a la primera, que hay una suerte de
fatalidad en la que el Hombre, como ser mortal, cree que se viene a la vida con
su destino ya escrito, y que es un «predestinado» hacia «lo ciego y lo fatal».
Es, en efecto, esa línea, esa «hebra
del destino» de la que el ‘Hombre se desviará, por el Amor, hacia una libertad
suya azul como el universo’.3 Es una idea poética. Que, como idea,
puede ser discutible, pero que no deja de ser poética. ¡Si el destino era el leitmotiv de la grandiosa poesía
trágica de los griegos! Pero, veamos los otros ejemplos que pone SY, para
sustentar su advertencia de «error poético» de CV:
«Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.» (Los dados
eternos)
Y este otro fragmento tampoco es una proposición filosófica
que este bajando «al lugar común», porque, en principio, se trata de una
exclamación religiosa (y bien se sabe que la religión tiene muy poco que ver
con la filosofía), que coincide con la etapa de creyente místico de CV, y que
no, por ello, deja de ser poesía, porque, en todo caso, se puede explicar como
la figura literaria denominada apóstrofe4,
que, además, tiene la cualidad de ser herética (enfrentarse a dios), lo cual
—por otro lado— restringe la calidad de ortodoxo católico que alguien quisiera
atribuir a CV. Y algo similar se puede decir del tercer y último ejemplo puesto
por SY:
«Porque antes de la oblea que es hostia hecha de Ciencia,
está la hostia, oblea hecha de Providencia.» (Encaje de
fiebre)
Con el que CV reivindica su adhesión de creyente. Y vemos con
él ratificada nuestra apreciación anterior, que dice: bien se sabe que la
religión tiene muy poco que ver con la filosofía. Y, a mi parecer, con la
palabra «Ciencia» CV está aludiendo también a la filosofía, y dice que antes de
esta está la providencia, es decir,
el cuidado del mundo y de los hombres que los creyentes atribuyen a Dios. Con
lo que paga tributo a su calidad de creyente, lo cual puede ser discutible como
tal creencia, mas no como parte integrante del poema ni menos para adoptar la
posición del «dómine Cabra» que pretende ‘prevenir al lector contra uno de los yerros de Vallejo’. Es en ese
sentido que la incisión de Basadre es mucho más coincidente con los verdaderos
criterios manejados por CV en su concepción teórica y práctica en relación con
su arte poética y su arte poético. Pongo un ejemplo sobre esto último. CV
refiere lo siguiente:
«“Basta —me decía Maiakovsky—, que
un artista milite políticamente en favor del Soviet, para que merezca el título
de revolucionario”. Según esto, un artista que pintase —sin darse cuenta de
ello, sin poderlo evitar y hasta contrariando subconscientemente su voluntad
consciente— cuadros de evidente sustancia artística reaccionaría —individualista,
verbigracia— pero que, como miembro del partido bolchevique, se distingue por
su verborrea propagandista, realiza una obra de arte revolucionaria. Estamos
entonces ante el caso híbrido o monstruoso de un artista que es, a la vez,
revolucionario, según Maiakovsky, y reaccionario, según la naturaleza
intrínseca de su obra. ¿Se concibe mayor confusión? Porque el caso del pintor
de nuestro ejemplo es cotidiano y se repite tratándose de músicos, escritores,
cineastas, escultores, ante los cuales algunos críticos marxistas observan un
criterio tan arbitrario, casuístico y anarquizante, como el de cualquier esteta
burgués» (B-1973-2: 34)5.
Acotación al margen: tampoco se debe creer que CV pide actuar
como si la estética burguesa no existiese o de que ella toda estuviese
condenada al sepulcro. En la p. 150 se lee lo siguiente:
«Breton reivindica al Rimbaud
humano tanto como al revolucionario. Breton cree que el adherir a un partido
revolucionario no hace la obra de un artista necesariamente revolucionaria —Al
revés de Maiakovski».
Y alguien puede decir que, al decir esto, CV le está haciendo
concesiones a la estética vanguardista o surrealista de Bretón; como igual
otros podrán decir de esas citas de CV —como en efecto hay quien lo ha hecho—
que esa reflexión vallejiana alcanza al mismo CV, por la oscuridad de muchos de
sus poemas (especialmente aquellos que produjo en paralelo a su conversión
política marxista). Pero tal observación no trasciende lo puramente formal de
dichos poemas, y que (amparándose en una suerte de astenia exegética) no hace
el esfuerzo por descubrir la nuez que esa corteza formal encierra. De hacerlo,
sí se llega a coincidir con la concepción poética de CV que se fundamenta en el
equilibrio entre forma y fondo (entre significante y significado, entre forma
de la expresión y forma del contenido). Y, entonces, se verá que ese fondo, ese
significado, ese contenido no es reaccionario. Y que coincide con su vocación y
práctica poética de no hacer que la poesía descienda al nivel en que se
encuentra el pueblo (con riesgo a que deje de ser poesía) y que, más bien,
busca elevar ese nivel. Y entonces se explica la aparente contradicción del
verso: «para el analfabeto a quien escribo». De ahí que en relación con el
trabajo poético de CV y con su manera de concebir el arte: práctica y teoría
para las que exige plena libertad, hay que mantenerse con cierta expectación y
evitar la tentación de emitir juicios definitivos a partir de proposiciones
aisladas de su reflexión. Por ejemplo, cuando dice:
«Todas las teorías son inútiles
para el artista que debe ser y trabajar libremente. Sin embargo, el artista
debe saber a dónde va y debe saber de qué nacen Chaplin, Einseinstein, etc.» (B-1973-2: 164).
Es
decir: en la primera proposición, CV está haciendo una prevención respecto de todas las teorías que pretenden
arrogarse la propiedad de lo que es arte, con lo cual, pues, están coactando la
libertad de trabajo del artista. Esa opinión primera de CV fuera inaceptable,
si no tuviera su contrapartida inmediata que admite el deber del artista de «saber a dónde va y de saber de qué nacen Chaplin,
Einseinstein, etc.» El mismo CV ha dicho en otro momento que los
absolutos no existen, y decir «todas las teorías» es ya estar planteando un
absoluto. Pero, bien vista su propuesta, se entiende que la sola posibilidad de usar una cierta técnica o de elegir
un tema y no otro o, por último, el solo hecho de ponerse a escribir, es estar
ya adoptando una determinada concepción
del mundo y del arte, lo cual ya es una manera de teorizar. La prevención
que hace CV no es contra el teorizar en sí, sino contra las teorías
fundamentalistas que se erigen como únicas y absolutas. Como dice Bertolt
Brecht: «Nosotros derivamos nuestra estética, como la moral, de
las necesidades de nuestra lucha.», igualmente CV afirma:
«El instinto del trabajo es,
cronológica y jerárquicamente, el primero entre todos, antes que el sexo y que
el de la conservación. Lo primero que hace un niño al nacer es un esfuerzo
(grito, movimiento, gesto) para contrarrestar un dolor, malestar o incomodidad.
Este instinto puede llamarse el de la lucha por la vida6 (instinto
del trabajo), base de una nueva estética: la estética del trabajo» (op. cit., 1973-2: 150. Resaltado
del original).
Vale, pues, entonces, sumar a la poética del equilibrio este otro sustento teórico: «la estética del trabajo».
_____________
(1) Equivocaciones. Ensayos obre literatura penúltima. Lima:
Universidad San Martín de Porres.
(2) Valoración de Vallejo. Buenos Aires: Universidad del Nordeste.
(3) Don Luis Monguió atinó en este
sentido, al analizar el poema en referencia, dice: que ‘es el amor a los
demás’: «la forma de quebrantar la hebra fatídica del destino» (C-1952: 112: César Vallejo. Vida y obra.)
(4) Figura retórica que consiste en
interrumpir el discurso para dirigirse con vehemencia a otra persona o a cosas
personificadas que pueden ser reales o imaginarias, generalmente con un tono
patético o de lamento.
(5) El arte y la revolución. Lima: Mosca Azul, 1973-2.
(6) Una sola atingencia a esta
proposición vallejiana: el ‘instinto de la lucha por la vida’ ¿no es
equivalente al instinto «de la conservación»?
La Neo Parcela Liberal
de Mario Vargas y Octavio Paz
Roque
Ramírez Cueva.
EN 1990 RESIDÍAMOS EN LA CAPITAL, eran tiempos de campañas
electorales, y el escritor Mario Vargas disputaba las encuestas con el
candidato Fujimori, un gris ex rector de
la Universidad Agraria. Atrás quedarían relegados los candidatos del Apra, y
Barrantes Lingan candidato de IU. Luego, sabemos, ganaría el Chino, como
empezaron a llamar al japonés Fujimori. Por esa época, meses después, Vargas
Llosa retomaba sus conferencias en cuanto foro nacional e internacional podía
fustigando los nacionalismos, las “dictaduras”, y reivindicaba los valores y
libertades de la democracia.
Pero no lo hizo
sólo sino acompañado de otro destacado escritor. De esa manera, el peruano
Vargas LLosa y el mexicano Octavio Paz, aparte de conocidos y excelentes
escritores –narrador el primero y poeta el segundo- se estaban manifestando
(Paz vivía en ese entonces), desde una activa militancia política, en defensa
del sistema capitalista y sus tendencias, liberal antes y neoliberal ahora.
Paz y Vargas
proponían la validez de estos proyectos
basándose en que la democracia liberal es la única que permite prácticas
de “libertad absoluta” para la
“realización” del ser humano, acusando de viejo y opresor al proyecto
socialista. Incluso manifestaban que con imperfecciones la democracia es
factible y siempre será una mejor opción porque se le podía corregir.
Sin embargo,
todas las ideas modernizantes o la modernidad de las prácticas que proponían no
fueron tan nuevas como las pintaban
ambos escritores; además, todas esas ideas no eran genuinas, pero las
defendían con pasión cuando ambos hacían dupla polémica en los foros de la
élite política y empresarial que gustosa los acogía y promovía. Nosotros vamos
a hacer algunas observaciones sobre dichas posturas políticas, veamos.
Todo buen
estudiante universitario conoce que el pensamiento liberal surgió de la mano
con el proyecto capitalista allá entre los pasados siglos XVI y XVII en que se empezaba a gestar la llamada
primera revolución industrial. Y como sistema de dominación, gobierno y poder
del estado burgués, el capitalismo se establece
en el siglo XVIII con el triunfo de la Revolución Francesa de 1789, en
que se da certificado de defunción al feudalismo, mucho antes de las guerras de
independencia en el Perú y América indígena y mestiza.
Desde esas
centurias un tanto lejanas el hombre y sus sociedades han evolucionado
vertiginosamente. Se revolucionaron especialmente las ciencias y por ende las
tecnologías, a la par de ellas surgirían los diversos pensamientos, entre
ellos ideas positivistas sustentadoras
del capitalismo y las concepciones y nociones marxistas, fundamento del
socialismo.
Las nociones
empíricas del tomismo (propuestas por Santo Tomás de Aquino) fueron
abandonándose y empezaron a ser trocadas
por un pensamiento escéptico que surgía con el Renacimiento, conocidas por el
común con el rótulo de ideas renacentistas; además de llegar a ser confrontadas
por el escepticismo que llegaría en tiempos posteriores a la Revolución Francesa. Sin embargo, No se debe olvidar que
el escepticismo ya planteaba sus entelequias desde la remota era esclavista.
Discúlpennos el
paréntesis que hacemos para detallar algunas ideas sobre el escepticismo. Este,
en la sociedad capitalista, tuvo y tiene sus matices, entre ellos situamos una
etapa positivista y otra neopositivista que resultan de nuestro interés. ¿Por
qué nos interesa? Porque las nociones del positivismo fueron el surtidor y
nutriente de las tendencias liberales. Por tanto se deduce cuán anticuado es el
modelo liberal que a capa y espada defendieron, ya lo adelantamos, Mario Vargas
y Octavio Paz. Y el neopositivismo es la insignia medular de las corrientes
neoliberales.
Por lo cual
insistimos en que, desde antes de la Revolución Francesa, el sistema
capitalista tiene un blasón muy anticuado el de la “modernidad”. En otras
palabras, la sociedad industrial, aun la de su etapa imperialista, se sustenta
en un envejecimiento de más de dos siglos, sólo que de vez en vez se maquilla o
se lava la curtida cara. A propósito, este
epíteto de “moderna” es achacado por
Mario Vargas, y Octavio Paz lo secundaba.
Ambos, por
supuesto, motejan de viejo u obsoleto al marxismo, pero en realidad se refieren
a las experiencias socialistas desarrolladas en Rusia el año 1917, y en China
1940, en Cuba 1960. El pensamiento marxista, sus nociones elementales, se
originaría por los tiempos de La Comuna de París, 1870, cuando acá faltaban
diez años para el conflicto contra Chile. Entonces, La antigüedad de las
sociedades socialistas y su pensamiento marxista no pasan de 80 años en promedio,
comparadas con los añejos orígenes del sistema capitalista o industrial y sus
ideas liberales.
Además, dicho
no sea de paso sino central, los conceptos de viejo y nuevo no se dan y menos
valoran por una medición cronológica, también es importante su actitud. Se
conoce que hay jóvenes que padecen con vejez prematura por sus ideas
conservadoras; y por otro lado, conocemos de mayores o ancianos mentalmente
jóvenes, es el caso de Marx, Gonzales Prada, Brecht, Mariátegui, entre otros.
Tal como se sugiere, lo fundamental es la vigencia o no de los sistemas, de los
pensamientos.
Paz y Vargas le
otorgan vigencia al neoliberalismo, obviando su herencia liberal, porque, entre
otros asuntos, buscan ajustar las cuentas de su pasión literaria (en que toda
corriente se corresponde con determinado pensamiento filosófico) con el mundo
objetivo, con la realidad circundante. Su propósito es rescatar algunos
momentos lúcidos de la élite latinoamericana, en su versión de escuela
literaria, como lo fue –que duda cabe- el modernismo.
¿Por qué?
Porque el modernismo, que significó algo más de una gran Escuela literaria,
insurge en el ámbito latinoamericano para conducir y dominar el universo de las
letras y, digamos, de alguna manera ser el pensamiento positivista decimonónico
que, en tiempos de las emancipaciones, América al sur de Rio Grande, no tuvo.
Así para sectores de la élite pensante y dominante el modernismo les
simbolizaba su etapa de renacimiento romanticista.
Para hacernos
experimentar –decía el mismo Paz, en Los Hijos del Limo- la corriente
romanticista que no tuvimos. Nosotros decimos, romanticismo que no fue capaz de
desarrollar la intelectualidad pro burguesa, a partir del proceso de las luchas
por la independencia. ¿Qué sucedió? Simplemente tales líderes, en realidad no
pudieron dar la talla como intelectuales cultos y eruditos sino que eran los
más estudiosos de la época, nunca resultaron aptos para convertirse en el
sector social dirigente que las circunstancias requerían. Esto es, erigirse
como burguesía. Dejamos el tema por ser historia aparte. Lo mencionamos con el
propósito de advertir que el pensamiento
liberal asumido por los estudiosos decimonónicos, fue un positivismo
mediatizado que se movía entre la escolástica medieval y parte del postulado liberal.
Mas, si la
teoría liberal se desarrolló con la finalidad de oponerse a tal escolasticismo,
se observa una paradoja, algo irónico, porque la corriente modernista –fundada,
recordemos, por Rubén Darío- salta para poner en tela de juicio a la sociedad
capitalista, en lo que respecta al consumismo que la industria promueve. No
olvidemos que la modernidad concebida por los modernistas, estos la entendían
de dos maneras. Primero, lo banal, superfluo, consumista e individualista en
las actitudes capitalistas; y segundo, la indagación, la reflexión, la querella
satírica a la vida capitalista.
Mario Vargas y
Octavio Paz, se estaban proponiendo restañar esas incomodas grietas que atentan
contra la ¿solidez? ¿lo ideal? de su maquinaria neoliberal. Además de ejercitar toda una experiencia de
postulados y prácticas tecnocráticas, por el lado del escritor peruano,
intentando trasladarlas de los espacios de la literatura al mundo real de la
socio política. Pero ese es otro capítulo que llamaríamos “el boom y el
pragmatismo tecnocrático” de lo que gusta hacer gala, cuando no alarde, el
escribidor Vargas, Mario. Disculpen mis hábitos de maestro de llamar a los
estudiantes en ese orden de apellido y nombre.
Resumiendo,
entonces ¿de qué modernidad del pensamiento liberal nos hablan, el buen
novelista –es válido reconocerlo- peruano y el gran poeta mexicano? Si la modernidad (en versión neoliberal) que
defienden, ha sido ironizada y sancionada por el movimiento literario que Octavio
Paz y Mario Vargas asumían como un simbolo del romanticismo que tardíamente
reivindicaba un ausente pensamiento decimonónico del liberalismo, y una
corriente romanticista que no se desarrollaron con la puntualidad y urgencia en
esas circunstancias fundacionales, y que se frustraron desde el interés y
perspectiva de una clase burguesa que no alumbró.
Aparte que el
neoliberalismo –ya se viene diciendo- nacido de las entrañas del liberalismo es
anticuado y resulta obsoleto, su novedad que no es tal reside en el hecho que
el modelo económico neoliberal ha roto relaciones con el estado, lazos que el
liberalismo si tiene en cuenta para evitar eclosiones sociales. En cambio, el
neoliberalismo no se preocupa de ello, los costos sociales son parte del riesgo
de sus inversiones, y el estado tiene que ser nada más y nada menos que un mero
instrumento administrativo; incluso para algunas prácticas de invasión y
exterminio de masas sociales incómodas, el estado es considerado como un
estorbo para la aplicación de estas políticas neoliberales.
____________
Nota: Este artículo ha sido
ampliado y corregido, antes se publicó en un diario de Lima, llamado El
Nacional, 1989. La fecha de publicación y el título del mismo se han
traspapelado.
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