El Ideal*
Évald Iliénkov
EL IDEAL (del gr. idea, prototipo) es
una imagen que determina el modo de pensamiento y la actividad del hombre o de
una clase social. La formación de los objetos naturales de conformidad con un
ideal constituye la forma humana específica de actividad, pues supone la
creación especial de una imagen del fin de esta actividad antes de su
realización práctica.
El
problema del ideal fue elaborado en la filosofía clásica alemana. Kant lo
planteó, ante todo, en relación con el problema del “fin interior”.
En
opinión de Kant, los fenómenos que carecen de un fin que pueda ser representado
en la forma de una imagen, tampoco pueden tener un ideal. El único ser que
actúa según un “fin interior” es el hombre. En el animal, la finalidad interior
se realiza de un modo inconsciente y, por ello, no adquiere la forma de un
ideal, de una imagen particular del fin.
El
ideal, como la perfección imaginada (alcanzada en la imaginación del género
humano), se caracteriza por la superación total y absoluta de todas las
contradicciones entre el individuo y la sociedad, es decir, entre los
individuos que conforman el “género”. De modo que la realización del ideal
coincidiría con el fin de la historia. A causa de esto, según Kant, el ideal es
inalcanzable en principio y solo constituye una “idea” de orden regulador. Más
que crear la imagen del propio fin, el ideal indica la dirección que conduce a
él, y por ello, más bien guía al hombre como un sentimiento de la dirección
correcta, que como una imagen clara del resultado. El ideal sólo puede y debe
ser representado en el arte, en la forma de lo hermoso. El ideal de la ciencia
(de la “razón pura”) se presenta en la forma del principio de “no
contradicción”, y el ideal moral (el ideal de la “razón práctica”), en la forma
del imperativo categórico. Sin embargo, en ambos casos es imposible
representarse claramente una situación que corresponda al ideal, pues éste es
irrealizable en el transcurso de un tiempo finito, por duradero que sea. Por
eso el ideal y “lo bello” se convierten en sinónimos, y sólo en el arte se le
concede una vida real. Estas ideas de Kant fueron desarrolladas en las obras de
Schiller, Fichte, Schelling y de los románticos alemanes.
Hegel,
quien comprendiera agudamente la debilidad de la concepción kantiana del ideal,
la desacreditó como una abstracción que expresa uno de los momentos de la
realidad en desarrollo del “espíritu” (es decir, de la historia de la cultura
espiritual de la humanidad), contrapuesta a otra abstracción del mismo género:
“la realidad empírica”, que se supone esencialmente hostil al ideal e
incompatible con él. En la obra de Hegel, el ideal se convierte en un momento
de la realidad, en una imagen del espíritu humano en eterno desarrollo a través
de sus contradicciones inmanentes, del espíritu que supera sus propios frutos,
sus estados “enajenados”. Por ello, el ideal de la ciencia (del pensamiento
científico) puede y debe darse en la forma del sistema de la lógica, y el ideal
de la razón práctica, en la forma de exigencias imperativas abstractas
dirigidas al individuo e irrealizables en esencia. Por esta razón, el ideal
como tal es siempre concreto y se realiza paulatinamente en la historia. Cada
nivel de desarrollo alcanzado se presenta, desde este punto de vista, como el
ideal parcialmente realizado, como una fase de la subordinación de lo empírico
al poder del pensamiento, a la fuerza de la idea, a la potencia creadora del
concepto. En la forma del ideal se crea siempre una imagen de un fin concreto
de la actividad del “género”, es decir, de la humanidad en un peldaño dado de
su desarrollo intelectual y moral. En la composición del ideal se presentan
como resueltas efectivamente las principales contradicciones universales, las
más agudas, aquellas que han alcanzado su madurez de manera definitiva. “El
espíritu” siempre se propone resolver problemas efectivos, no alcanzar el fin
formal abstracto de una “perfección absoluta”, entendida como un estado
inmóvil, carente de vida y, por lo tanto, de contradicciones.
Por
cuanto, en el espíritu de las tradiciones de la filosofía clásica alemana,
Hegel define el ideal como una imagen del fin claramente concebida, la
elaboración ulterior del problema en cuestión pasa a la Estética, al sistema de
determinaciones de “lo bello”. Sin embargo, Hegel no vincula la realización del
ideal como belleza con el futuro, sino con el pasado, con la época del antiguo
“reino de la individualidad hermosa”. Ello está relacionado con el hecho de
que, según Hegel, la forma burguesa del desarrollo de la cultura, que él
idealiza, es la culminación de la historia social de los seres humanos. Al
eternizar teóricamente la división capitalista del trabajo, considera un sueño
romántico —es decir, un ideal reaccionario—la idea del desarrollo integral y
multilateral del individuo. Pero sin esto la idea de la “individualidad bella”
resulta impensable incluso desde una perspectiva puramente teórica. Por esta
razón, “lo bello” (y por tanto, el ideal como tal) resulta en la obra de Hegel
más bien una imagen del pasado de la cultura humana que una imagen de su
futuro.
Al
someter a crítica el idealismo de Hegel, los fundadores del marxismo
reelaboraron de un modo materialista sus ideas dialécticas sobre el ideal, su
composición, su papel en la vida de la sociedad y las posibilidades de su
realización concreta. Al entender por ideal la imagen del fin de la actividad
de los hombres unificada en torno a una tarea común, Carlos Marx y Federico
Engels centraron su atención en la investigación de las condiciones reales de vida
de las clases fundamentales de la sociedad en que vivían (la sociedad
burguesa), en el análisis de las necesidades universales reales que inducen a
actuar a estas clases y que se refractan en su conciencia en la forma de un
ideal. Por primera vez, el ideal se concibió desde el punto de vista del
reflejo de las contradicciones de la realidad social en desarrollo en la cabeza
de los hombres oprimidos por estas contradicciones.
En
la forma del ideal, en la conciencia se refleja siempre una situación sociohistórica
contradictoria, preñada de necesidades, maduras pero no satisfechas, de masas
de hombres, clases sociales y grupos más o menos amplios. Precisamente en la
forma de un ideal estos hombres se crean la imagen de una realidad en cuyos
marcos las contradicciones existentes que los oprimen se representan como
superadas, “negadas” y la realidad aparece “depurada” de estas contradicciones,
libre de ellas. El ideal se presenta como una fuerza activa que organiza la
conciencia de los hombres y los unifica alrededor de la solución de tareas
plenamente definidas y concretas que han madurado en el curso del desarrollo
histórico.
Es
característico de las clases dominantes que intentan eternizar un orden social
caduco la idealización del estado social existente. Las clases de cuya
actividad depende el progreso de toda la sociedad se forman, en correspondencia
con ello, ideales progresistas que reúnen bajo sus banderas a todos los hombres
activos que buscan una salida de las situaciones de crisis. Tales fueron, por ejemplo,
las ideas de la Gran Revolución Francesa. Tales son en la época contemporánea
las ideas de la Revolución de Octubre de 1917.
En
nuestros días, el único sistema de ideas que representa un ideal progresista es
la concepción comunista del mundo, precisamente porque indica a los hombres la
única salida posible hacia el futuro a partir del callejón sin salida de las
contradicciones que han madurado en el capitalismo: la construcción del
comunismo, en cuyas condiciones se realiza el desarrollo libre y multilateral
del ser humano.
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(*)Traducción:
Rubén Zadoya Loureda.
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