El Cáncer Imperialista de los Acuerdos Comerciales
César Risso
David Alfaro Siqueiros, La cura del cáncer |
LA NECESIDAD DE REPONER la capacidad física e intelectual de los
trabajadores (además de la reproducción de los trabajadores mismos a través de
su descendencia) para recomenzar la jornada de trabajo día a día es el valor de
la fuerza de trabajo. Así, los alimentos, para reponer la energía y los
medicamentos para reponer la salud, entre otras mercancías, constituyen el
valor de la fuerza de trabajo.
Sin embargo, la burguesía imperialista en su
afán de apropiarse de una mayor proporción de la plusvalía generada por los
trabajadores, promueve acuerdos comerciales como el TPP (acuerdo de asociación transpacífico),
recientemente firmado, en el cual a través de la protección por medio de
patentes, prohíbe la libre fabricación de medicamentos, para que se ejerza el
monopolio de su producción y colocar en el mercado estos medicamentos a precios
sumamente elevados.
Desde el punto de vista de la producción
capitalista, es un problema la baja productividad del trabajo. Pero, a pesar de
esto, le restan importancia a la salud de los trabajadores. Aunque en la medida
en que los trabajadores asalariados no estén en condiciones económicas de
adquirir los medicamentes protegidos por patentes, serán los gobiernos de los
países en desarrollo, es decir, de los países semicoloniales, como el Perú, los
que se vean en la obligación de adquirir estos medicamentos. Esto se debe no a
la actitud filantrópica de los gobernantes, sino a la imperiosa necesidad de
mantener una fuerza de trabajo en condiciones de ser explotada por la burguesía
nativa. De lo contrario, la burguesía no tendrá a quien estrujar hasta la médula
para poder obtener plusvalía.
Las formas en las que la burguesía ha venido
barajando argumentos teóricos han pasado desde la expresión capital natural
hasta la de servicios ambientales. Todo este “esfuerzo” realizado tiene la
finalidad de convencer a los mismos trabajadores de que todo es privatizable:
desde lo material hasta lo espiritual, como en el caso de la propiedad
intelectual. La sed de ganancias no tiene límites. Pero el ser humano, desde el
punto de vista físico sí los tiene. Por ello el capitalista, que en un inicio
de su paraíso terrenal, explotaba a la fuerza de trabajo por largas jornadas, y
tenía en consecuencia el límite en un día de 24 horas, en el cual se
consideraba que el mínimo de descanso era de 6 horas, no podía hacerlo trabajar
más de 18 horas al día (Referencia tomada de El Capital de Carlos Marx).
Luego, el burgués optó por reducir el valor de
la fuerza de trabajo, logrando que el trabajador necesitase menos horas de
trabajo para crear un valor equivalente a su valor, con lo cual consiguió
ampliar el número de horas que creaba el valor que se apropiaba el capitalista bajo
la forma de ganancia.
Ahora, las formas que adquiere la extracción de
plusvalía, por parte de los imperialistas, pasan por aparentar encarecer el
valor de la fuerza de trabajo, a través de los elevados precios de los
medicamentos, efectivizando esta plusvalía a través de la participación de los
Estados, quienes pagarán los elevados precios de los medicamentos; con lo cual
obligarán a que los gobiernos burgueses de las semicolonias aumenten los
impuestos, ya sea directamente, o a través de una mayor explotación de los
trabajadores para así tener una mayor base imponible, y poder pagar los
elevados precios de los medicamentos protegidos por las patentes.
Esta modalidad, que beneficia a la burguesía
imperialista, es la agudización de la explotación imperialista sobre los países
semicoloniales.
La burguesía imperialista explota a las
semicolonias a través de sus elevados precios, apropiándose por este mecanismo
de parte de la plusvalía que por “nuestra soberanía” debería quedar en manos de
nuestros explotadores burgueses (nacionales); y nuestros burgueses tratan de
salvar parte de la plusvalía creada por los trabajadores asalariados peruanos,
reduciendo el valor de la fuerza de trabajo a través de las micro y pequeñas
empresas, que producen bienes salario a precios más bajos; manteniendo a las
comunidades campesinas, que también producen en parte bienes salarios a bajo
precio, y además manteniendo a los campesinos comuneros como reserva de mano de
obra asalariada. Aunque como sabemos, por boca del presidente Ollanta Humala,
estos comuneros de las comunidades campesinas de la sierra y los de las
comunidades nativas de la selva, serán incorporados al mecanismo de mercado
tarde o temprano.
Los medios a través de los cuales la burguesía
imperialista promueve sus intereses se dan por la especulación que los lleva a
sostener una u otra alternativa como argumento, en los cuales esgrimen puntos
de vista absurdos, pero que terminan imponiéndose en los organismos
multilaterales.
“El
surgimiento de la biotecnología le confirmó a la industria química y
farmacéutica lo que las empresas agroindustriales ya veían en la década del 70:
los seres vivos del planeta son fuente interminable de riqueza y bienestar.
Hasta el momento, gran parte de esa riqueza era creada como un don del que
hacían uso los pueblos del mundo, sin que necesariamente intermediaran
mecanismos de mercado. Desde el punto de vista de la industria, era necesario
corregir esta situación, y una de sus primeras herramientas fue la propiedad
intelectual.”
“Cuando en
1986 se inició la ronda de negociaciones en torno al Acuerdo General Sobre
Aranceles y Comercio (GATT) denominada "Ronda de Uruguay" (la que
finalmente llevó a la formación de la OMC), pocos habrían predicho que algunas
de las exigencias más duras hechas por el gobierno de Estados Unidos serían en
torno a la propiedad intelectual. La postura de Estados Unidos causó asombro en
el momento, ya que su consigna era ‘sin excepciones’. Es decir, exigían
propiedad intelectual ya no sólo para las invenciones industriales y las obras
intelectuales, sino que exigían derechos monopólicos de propiedad especialmente
pero no exclusivamente a través de patentes sobre seres vivos y sobre el
conocimiento. En otras palabras, exigían un marco legal que les permitiese
apropiarse de semillas, plantas, animales, microorganismos, genes, y de la
información técnica y científica. En otras palabras, apropiarse del
conocimiento y de la vida en el planeta, a fin de hacernos pagar cada vez que hiciésemos
uso de ellos para vivir o producir.” (http://servindi.org/pdf/Serv_61_AguaII.pdf).
La situación de los
medicamentos es un tema sensible, por lo cual provoca reacciones en los propios
representantes de la burguesía imperialista. A raíz de la firma del Acuerdo de
Promoción Comercial entre Perú y los Estados Unidos, doce representantes de la
Cámara Baja de este último enviaron una carta a la oficina de comercio de los
Estados Unidos. En la misiva señalaban entre otras cosas lo siguiente:
“Las
estipulaciones de los TLC también parecen amenazar el equilibrio importante que
debe existir entre la innovación y el acceso al regular la propiedad
intelectual a costa de la salud pública. Es resultado final es que amenazan con
restringir el acceso a medicinas que pueden salvar vidas y crean condiciones en
las que los países pobres tendrían que esperar aun más que los Estados Unidos
para contar con medicamentos genéricos asequibles.”
“Le escribimos
para instarla a reconsiderar de manera inmediata dichas estipulaciones en los
recientes TLC negociados con Colombia, Perú y Panamá, y en los inminentes acuerdos
con Tailandia, Malasia y otros.” (Propiedad Intelectual y Comercio en el Perú.
Impacto y Agenda Pendiente. Santiago Roca. ESAN).
A la vuelta de casi una década, los Estados
Unidos y los gobiernos genuflexos, han unimismado sus visiones al respecto, facilitando
las negociaciones para beneficio del imperialismo. Por ello, aunque todavía no
se ha publicado oficialmente el acuerdo TPP ya firmado, se sabe de la gravedad
del problema del manejo de los medicamentos. En esta última negociación al
parecer se ha puesto el acento en los medicamentos biológicos (vacunas,
proteínas, etc), aunque son muchos los temas que se han discutido y acordado.
Una de las particularidades de las negociaciones
de estos acuerdos comerciales consiste en que se manejan de forma reservada. El
secreto de las negociaciones se debe, según dicen fuentes oficiales, a la
necesidad de evitar afectar negativamente las negociaciones. Por ello resulta
curioso enterarnos de la formación de una comisión técnica especializada por
parte del ministerio de salud para evaluar el impacto de los acuerdos en el acceso
a los medicamentos biológicos. Es decir, se negoció sin conocer los posibles
impactos en este campo. Lo que quiere decir que la posición peruana se sometió
a los intereses del imperialismo norteamericano.
Así pues, en estas últimas negociaciones,
nuestros representantes han actuado como siempre, es decir, como representantes
de los intereses de la burguesía imperialista.
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