(Segunda Parte)
Julio Carmona
1.6.2 La teoría
del Realismo
ASÍ COMO HEMOS VISTO CON LA TENDENCIA teórica del
Formalismo que hereda de los siglos anteriores (y en especial del
inmediatamente anterior) el enfoque discriminante de lo social, haciendo de ese
enfoque una síntesis, asimismo, el enfoque de la tendencia teórica del
Realismo, iniciado en los siglos anteriores (y especialmente en el XIX), en el
s. XX continuará desarrollando sus planteamientos.[2] Y fue así
que la tendencia del Realismo, por su parte, encontró en el marxismo el cuerpo
de principios que le dio sustento científico. Por supuesto que el marxismo no
constituye, en sí mismo, una estética ni una poética (teoría del arte y teoría
de la literatura, respectivamente); porque él es una doctrina[3]
fundamentalmente política, pero entendida la política no sólo en su acepción
más genérica: “arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”,
ni en la comprensión más pedestre que la asume como la práctica oportunista o
demagógica para una contienda electoral; el marxismo es una doctrina política
en la acepción que le asignaba José Carlos Mariátegui (E-1980), cuando dice
que: “dado el descrédito y degeneración de este vocablo en el lenguaje
corriente, debo agregar que la política en mí es filosofía y religión.”
(E-1980: 231).
En ese sentido es que Marx llegó a decir, según Franz Méhring: “No soy
lo suficientemente bestia como para pasar insensible ante el dolor humano.” Por
eso a Marx (y a sus discípulos) calza la famosa frase que dice: Nada de lo
humano me es extraño. Y es en ese sentido que el marxismo tiene una visión de
la vida social en su conjunto, de manera integral, como una “rica totalidad de
múltiples determinaciones” y, por ende, la ve como una estructura en la que
todas las partes son solidarias. Y, en efecto, la visión “estructuralista” del
marxismo coincide con el estructuralismo contemporáneo en tanto ambos
consideran que el objeto de estudio se interpreta como un todo cuyas partes se
interrelacionan entre sí y determinan al conjunto, de tal manera que la
modificación de una de ellas transforma al resto de las partes; pero el
marxismo se diferencia del estructuralismo, en la medida que no aísla un objeto
de estudio parcial del conjunto mayor en que está inserto, como hace el
estructuralismo literario, por ejemplo, cuando separa la obra literaria de toda
relación con la sociedad. Y este no es un criterio exclusivo del marxismo. Por
ejemplo, Carlos Bousoño -que es un estudioso no marxista de la literatura- dice
‘todo lo que se relaciona con la vida tiene un carácter estructural’ y anota:
“Ya que la vida no puede funcionar sino como un todo, esto es, como un
organismo, en que cada elemento ha de estar al servicio del conjunto.” (E-1981:
37.) El marxismo, pues, desde esa perspectiva aporta a la estética y a la
poética una concepción epistemológica que les permite enfocar sus objetos de
estudio como estructuras relativamente autónomas. Y tienen esa ‘autonomía
relativa’ porque a su vez son partes de una estructura mayor que es la
sociedad, y están relacionadas con otras partes que también integran esa
estructura matriz: la economía, la sociología, la filosofía, la historia, etc.
Es en ese sentido que dice J. C. Mariátegui:
Declaro,
sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas
políticas (...). Pero esto no quiere decir que considere el fenómeno literario
o artístico desde puntos de vista extraestéticos, sino que mi concepción
estética se unimisma, en la intimidad de mi conciencia, con mis concepciones
morales, políticas y religiosas, y que, sin dejar de ser concepción
estrictamente estética, no puede operar independiente o diversamente. (E-1980:
231).
Pero si ya hemos
visto que un punto clave, el punto de partida -dijimos- de esa división del
formalismo y el realismo es la división de la sociedad en grupos opuestos y
hasta antagónicos, de ese punto decisivo se desprende otro definitorio (aparte
de los condicionantes sociales, políticos y económicos): el ideológico,
considerándolo como el conjunto de ideas que todo grupo social maneja y que
constituye el arsenal del que se nutren los hombres particulares, porque no olvidemos
que las visiones del mundo no son hechos individuales sino hechos sociales. Es
por eso que destacábamos esas incisiones hechas por Ortega y Gasset, cuando
oponía al arte realista, otro que él denomina “idealista.”[4]
1.6.2.1 Propuesta
realista: la literatura refleja la realidad.- Y ese planteamiento del reflejo de la realidad es lo que vamos a
tratar a continuación. Es un planteamiento que en el plano de la filosofía
marxista (Lenin, E-1974) y en el de los estudios literarios (Helga Gallas,
E-1971) se conoce con el nombre de la teoría del reflejo.[5]Según
esta teoría, la obra literaria es un reflejo de la realidad. Pero no en un
sentido mecánico, como mera repetición, como si se tratase de un espejo que
“copia” las imágenes que se ponen delante de él. La obra en sí no sería el espejo
sino el reflejo; en cuyo caso cabe preguntar, ¿quién, entonces, cumple
el papel de espejo? Y la respuesta sería: la conciencia, la mente, la
imaginación del autor, escritor o poeta. En esa conciencia se han ido -y se
siguen- “almacenando” todos los materiales de la realidad que el escritor
asimila por medio de sus sentidos. Son materiales que luego utilizará,
selectiva y transformadoramente, al momento de ponerse a escribir. Tal vez no
sea ocioso precisar que la realidad no es sólo lo social, también lo es el
mundo natural; siendo ambos, lo social y lo natural, los dos grandes niveles
que engloban toda la existencia del ser humano. La unión de ambos constituye lo
que debemos entender por realidad. Y en ésta tenemos que ubicar incluso aquello
que se considera irreal: los ideales (Dios, Justicia, Libertad, etc.), las
ficciones (los fantasmas, los demonios, los mismos personajes literarios,
etc.), es decir, es “ese vertiginoso infinito que lo comprende todo.”[6]
De tal suerte, pues, que la realidad es el punto de partida (y el punto de
llegada) de la literatura. No hay nada en ésta que no haya sido sacado de la
realidad -siempre transformado- ni nada creado y transformado existe si no ha
sido integrado a la realidad. Por más que alguien se esfuerce por convencer a
la sociedad de que ha escrito el poema más hermoso del mundo, no logrará ser
aceptado ni por el más ingenuo, si no le muestra el poema aludido. Y al hacerlo
-al margen de su bondad artística-, recién dicho poema tendrá su existencia
plena. La imagen del centauro o de la sirena (mitad hombre, mitad caballo, y
mitad mujer, mitad pescado, respectivamente) no podrían habérsele ocurrido a
alguien que no conociera independientemente caballos y pescados, hombres y
mujeres reales. El trabajo ha consistido en combinar sus partes mentalmente, en
fusionarlos en la imaginación. Y el centauro y la sirena “existen” como entes
de ficción o como imágenes artísticas, aunque nunca nadie haya visto centauros
y sirenas reales. Pero esa existencia, como ideas, ficciones o imágenes, no
quiere decir que sean independientes de la realidad -naturaleza, sociedad,
época o ideología- que les dio sustento.
El planteamiento teórico del reflejo sirve para explicar la
literatura, en el sentido de mantener la relación que hay entre el poema y la
realidad; para impedir que el poema sea escamoteado de la realidad, evitar que
se lo convierta en un ente aislado, divinizado y esterilizado. Obsérvese cómo
este peligro de convertir al poema en algo independiente de la realidad se da
incluso en personas que parten del “reflejo” (que es el caso de MV.) Por eso
decíamos que el reflejo es sólo el inicio, y no basta para establecer una
teoría consecuente con la realidad, es decir, realista. Usar el reflejo para
irse después al formalismo, no pasa de ser otra cosa -precisamente- que un
malabarismo formalista: usado también “formalmente”, es decir, por pura
fórmula. El reflejo o, mejor, la teoría del reflejo, debe servir para dar
sustento a una explicación realista de la literatura, para fortalecer la
tendencia del realismo, con todas las aristas teóricas que ella lleva
aparejada: el estudio integral de los diversos niveles que dan forma a la obra,
comenzando por su estructura formal, que tiene una explicación histórica y que
es una manifestación social en tanto las técnicas literarias que permiten la
construcción de esa estructura son herramientas que pertenecen a la sociedad[7],
continuando con los indicios sociales existentes en la obra ya sea para
rechazar o aceptar la sociedad en que se ubica; hasta llegar a otros niveles:
psicológicos, históricos, morales, religiosos, etc., que deben ser tomados en
cuenta si es que están presentes en la obra.
Se trata, pues, de evitar que los poetas, los escritores, caigan en la
soberbia y pretendan “competir con Dios”. Con esa soberbia no se hacen ningún
favor ellos mismos -¡y, por supuesto, tampoco se lo hacen a la poesía!-, de esa
manera -divinizándose- no hacen sino rebajar su poder humano que no es otro que
el de transformar la realidad y enriquecerla con los productos de su trabajo
humano, orgullosamente humano. Para concluir con esta visión del reflejo, vamos
a transcribir una opinión de Roberto Fernández Retamar quien, ciertamente no es
un defensor del formalismo, pero que, como veremos, tampoco tiene una visión
clara sobre el reflejo, y que, sobre el particular, dice:
Expresiones
como ‘reflejo de la realidad’, en relación con el arte, me ponen la carne de
gallina. ¿Qué es ‘reflejo’? ¿Qué es ‘realidad’? Por ahí no vamos a ninguna parte.[8]
Si una manzana se pone frente a un espejo, éste, dócil, refleja la imagen de una manzana. Pero si una manzana se pone
frente a la poesía, ésta, extrañamente, ‘refleja’ ¡un poema! Aceptemos que el
verbo no parece el más apropiado. Que la poesía tiene algo, tiene mucho que ver con la realidad que la
rodea, es evidente. Pero que esa relación pueda reducirse a un ‘reflejo’ me
parece por lo menos no tan evidente.
Como puede verse,
RF no está de acuerdo con la palabra (verbo) ‘reflejar’. Pero sus argumentos no
son acertados. En primer término, porque -como ya dijimos al comienzo- no se
trata de que el poema (o la poesía) esté cumpliendo la función de espejo, no. Y
el mismo RF se contradice pues con su propio ejemplo llega a la conclusión de
que ‘la poesía refleja un poema’. En
efecto. Pero la “poesía”, antes de que se produzca el poema, ¿dónde está? ¡En
la conciencia del poeta!: que es la que sirve de “espejo” para que en él se
refleje ese poema en el que la manzana fue el estímulo.[9]
Es éste el razonamiento que hay que hacer y no el que hace RF. Pero veamos que
su cita continúa todavía de la manera siguiente:
Recordemos
este hecho obvio -dice-: ocurre un acontecimiento que impresiona al poeta; el
poeta se sienta y escribe un poema. Ni el poeta ni nadie tiene interés en negar
la relación entre ambas cosas. Incluso la relación determinante (parcialmente
determinante) de la primera respecto de la segunda. Sucede, sin embargo, que el
poema es, en sí mismo, un objeto, acrecienta la realidad: en lo adelante, para
los demás (y para el propio poeta), la realidad es lo que era antes, más ese poema. ¿Es eso ‘reflejo’?[10]
No es
tan cierto que “ni el poeta ni nadie tiene interés en negar la relación entre
ambas cosas.” Parece que RF se olvida de las teorías formalistas, artepuristas,
idealistas que sí tienen interés en negar esa relación. Y por eso es que la
teoría del reflejo insiste en ella (aunque parezca obvio.) Y, de otro lado, el
hecho de que el poema pase a convertirse en un elemento que hace crecer a la
realidad, eso no le quita su carácter de ser reflejo de ella. Seguramente el
primer hombre que tuvo la idea de construir una silla, lo hizo luego de haberse
sentado -por ejemplo- en una piedra (recordemos el famoso verso vallejiano:
“¿Una piedra en qué sentarme no habrá ahora para mí?”) La idea de la silla es
el reflejo de la piedra en la conciencia de ese hombre, y por el hecho de
existir luego la silla como materialización de la idea, no quiere decir que
deje de ser reflejo si seguimos el proceso de su producción. Lo mismo ocurre
con el poema, cada uno en su nivel, pero sin olvidar que tan importante como el
poema para el ser humano es la invención de la silla. Hay que perder la
costumbre de divinizar a uno (tan propio de la formación ideológica de nuestra
civilización occidental y cristiana) y minimizar a la otra (propio también de
una concepción aristocrática del trabajo humano.)
[1]Parte de un verso de Goethe: “Gris es toda teoría,
pero verde es el árbol dorado de la vida.”
[2]No olvidemos que, como precisa Arnold Hauser
(E-1965, t.1: 17-18), esa bipolaridad de tendencias: la realista y la
formalista tiene su inicio en los tiempos primitivos, es decir, en la
prehistoria, en cuanto se refiere al arte en general, ya que, desde luego, la
literatura aparecerá tardíamente (posterior a la aparición de la escritura) o
sea que es, propiamente, histórica.
[3]Entendemos por doctrina al conjunto de principios de
un movimiento, tendencia o escuela literaria o filosófica (inclusive
religiosa.)
[4] Y ésta sería la denominación más apropiada
contraria al realismo (incluso ya fue planteada por Shelling. Cf. C. G. Jung,
E-1960); pero como se confunde con la corriente filosófica de ese nombre, mejor
se sigue usando el término de formalismo.
[5]Otros autores a los que se puede consultar sobre la
teoría del reflejo son: Luckas (E-1965) y A. M. Korshunov (E-1973.)
[6] Esta es una
definición que hace MV, en: Cano Gaviria (C-1972), nada más que la plantea
después de haber dicho “que el problema radica en la imposible definición de la
realidad”, con lo que estaría desautorizando esa definición que hemos anotado
arriba y que él inserta después de haber determinado que ‘es imposible de
definir’. Y por supuesto esta contradicción sería venial en comparación con la
que se genera al leer la definición de la realidad que hace en Historia de
un deicidio, donde dice que la realidad es la obra de Dios. ¿En qué
quedamos es posible o imposible de definir la realidad? En el siguiente
capítulo tendremos oportunidad de ver cómo los planteamientos teóricos de MV
coinciden plenamente con los de la tendencia formalista.
[7] Aunque hayan sido elaboradas inicialmente por un
individuo: que usó materiales ofrecidos por la sociedad -las palabras, las
ideas, el concepto mismo de literatura, etc.- y aunque después esas técnicas
hayan sido modificadas, renovadas, innovadas por otros individuos: todas esas
variaciones se las puede hacer sólo dentro de la sociedad.
[8]Esta conclusión es muy semejante a la de MV cuando
dice que la realidad es imposible de definir.
[9]Para precisar la diferencia entre “reflejo” y
“espejo” (o, en el mejor de los casos, para atribuir la cualidad del segundo a
la conciencia humana -como hasta aquí lo venimos haciendo de manera figurada),
debemos, más bien, relacionar la palabra “reflejo” con su equivalente
“reflexionar”, como una acción de la conciencia, que equivale a pensar, meditar
o, para decirlo con el diccionario, como “El examen detenido que hace el alma
de una cosa”, para concluir el mismo diccionario que la reflexión sería “el
juicio que resulta de ese examen”. De otro lado, Pierre Furter dice:
“Reflexionar no es alienarme, sino distinguirme para mejor transformarme en
sujeto de lo que hago. Esta doble relación (de la acción que anticipa la
reflexión, de manera de dar a ésta su [9]Esta conclusión es muy semejante a la de MV cuando
dice que la realidad es imposible de definir.
[10]RF, En TRILCE, Revista de poesía, Nº 14,
Chile, diciembre 1968-enero 1969. pp. 40-41.
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