Transformaciones en la Fundamentación Gnoseológica de
la Ciencia Actual*
Jindrich Zelený
EN ESTE ÚLTIMO TRABAJO nos proponemos expresar algunas
ideas a propósito, en primer lugar, de la cuestión de si las transformaciones
en los fundamentos del pensamiento científico muestran las mismas o parecidas
formas de movimiento que las transformaciones en la evolución de las diferentes
disciplinas científicas, y en segundo lugar, de la cuestión de qué
transformaciones importantes en los fundamentos gnoseológicos de la ciencia
actual resultan tipificables como las más importantes desde el punto de vista
marxista-leninista. De cara a tal objetivo acaso no esté de más comenzar
dejando, cuando menos, breve constancia de lo que entendemos como «revolución
en la ciencia» y «fundamentos del pensamiento científico».
1. La
ampliación de la consideración histórica de la ciencia lleva al estudio
detallado de la evolución de cada una de las disciplinas científicas y al
intento, paralelo, de generalizar los rasgos característicos de las formas de
evolución de la ciencia. Se habla, por ejemplo, de revoluciones en la ciencia y
de ciencia «normal» como dos fases en la evolución de toda ciencia «madura».
Como es bien sabido, las concepciones de Kuhn, pongamos por caso, procuraron un
impulso fructífero a las discusiones sobre las formas generales de la evolución
de la ciencia. A diferencia de la concepción sociopsicológicamente relativista
de las revoluciones en la ciencia, nos parece más fundamentado histórica y
teóricamente el concepto de revoluciones científicas que opera, detalladamente
elaborado, en los trabajos de B. M. Kedrow1. De acuerdo con esta
concepción, la revolución en la ciencia es un fenómeno que ofrece muchas caras.
Tiene un aspecto histórico-científico, otro gnoseológico y otro social. El
análisis teórico de la revolución en la ciencia exige la comprensión de todos
estos componentes en su concatenación compleja y en su relación de interacción.
El descubrimiento de fenómenos nuevos, inexplicables desde el punto de vista de
representaciones anteriores, no constituye por sí mismo una revolución en la
ciencia. Esta solo tiene lugar cuando un nuevo sistema conceptual, en cuyo
marco resulta inteligible un nuevo material empírico y sobre cuya base se
formulan nuevas conclusiones teóricas de orden fundamental que contradicen
concepciones anteriormente vigentes.
Entenderemos,
pues, aquí en concepto de «revolución en la ciencia» en el sentido con el que
opera y es formulado en los trabajos de B. M. Kedrow.
2. ¿Con
qué significado usaremos el concepto de «fundamentos del pensamiento
científico»?
Desde el
momento en que el pensamiento científico comenzó a desarrollarse en forma de
disciplinas especiales ramificadas, la cuestión del fundamento filosófico y
gnoseológico unificante del mismo no ha dejado de plantearse con puntual
recurrencia. Originariamente se tuvo como válido en la antigua Grecia, sin
someterlo a discusión y asumiéndolo como evidencia no problematizable, que en
el proceso de génesis y diferenciación de las ciencias especiales a partir de
la ciencia unitaria, la filosofía, el conocimiento y las vías hacia el saber de
los astrónomos, geómetras, médicos, etc., tenían, independientemente de toda
diversidad de objetos y métodos, un fundamento común, unificante, en la precisa
concepción filosófica y gnoseológica de la explicación racional y de los
métodos de su búsqueda. La ciencia natural moderna de la época burguesa buscó
desde el siglo XVII su fundamentación gnoseológica en diferentes líneas de cuño
racionalista o sensualista. Como es bien sabido, el pensamiento científico
vinculado a la revolución socialista y a la construcción de un nuevo orden
social socialista encontró su fundamentación gnoseológica en el materialismo
dialéctico.
Como
«fundamentación de la ciencia» entenderemos, pues, en nuestro trabajo la
problemática de la caracterización gnoseológica y lógico-ontológica del
pensamiento científico.
Esta
concepción se diferencia fundamentalmente, como es obvio, de la neopositivista,
a cuya luz la investigación de los fundamentos de la ciencia se reduce a la
problemática de los fundamentos de la matemática y de la lógica formal y al
problema de la relación entre enunciados observacionales y teoréticos. Esta
reducción neopositivista hunde sus raíces en la tesis de que toda teoría
científica resulta asumible como matemática aplicada, esto es, como un sistema
axiomático lógico-matemático interpretado2. En el marco de la
concepción materialista-dialéctica del conocimiento científico no es asumido
simplemente en sus estructuras formales, expresables por recurso a la lógica
matemática, y en las interpretaciones de éstas, sino también, y sobre todo, en
su función histórico-social, en su carácter refigurador de la realidad objetiva
y en su dialéctica evolutiva de la verdad absoluta y de la relativa.
e.
Si aceptamos los conceptos de «revolución en la ciencia» y de «fundamentos de
la ciencia» en el sentido arriba citado, podemos plantearnos la cuestión de si
las transformaciones en los fundamentos del pensamiento científico muestran
iguales o parecidas formas evolutivas que las transformaciones en la evolución
de las diferentes disciplinas particulares.
Digamos,
de entrada, que parece claro que las transformaciones que se dan en los
fundamentos lógico-ontológicos del pensamiento científico discurren más
lentamente que las ocurrentes en la evolución de las disciplinas particulares.
Y, sin embargo, también a propósito de ellas resultan observables
transformaciones profundas muy diversas, desde las paulatinas y obedientes a un
rodeo evolutivo hasta las radicales y revolucionarias.
De cara a
una caracterización más profunda de las transformaciones en el ámbito de los
cambios lógico-ontológicos del pensamiento científico nos parece apropiado el
concepto de «tipos de racionalidad».
A la vez
que remitimos a una exposición más detallada del problema a que procedimos en
otro lugar3, señalamos aquí brevemente que no limitamos el término
«racionalidad» a una mera caracterización tecnológica del modo de acción
calculable, como ocurre frecuentemente en la bibliografía que parte de Max
Weber. Referiremos el concepto de tipo de racionalidad a la caracterización de
la entera actitud teórico-práctica del hombre respecto del mundo y de sí mismo.
El tipo de racionalidad puede ser caracterizado ante todo por recurso a los
siguientes tres momentos:
a)
por cómo concibe que algo es y cómo y por qué algo es; o
sea, con otras palabras, por el acervo categorial y metodológico básico
dependiente de la solución dada al problema filosófico fundamental de la
relación entre pensamiento y ser;
b)
por cómo concibe y realiza la relación entre teoría y praxis o,
respectivamente, de qué relación real entre teoría y praxis viene a ser
reflejo. Con otras palabras: de qué formas de la praxis individual-social es
momento producido y productor.
c)
por cómo concibe la relación entre juicios descriptivos y de valor.
Si
aplicamos los tres criterios citados, en su unidad, a la evolución del
pensamiento desde el momento en que surgió el conocimiento científico racional
y se separó claramente del pensamiento mítico, nos encontramos con algunos
tipos históricos de racionalidad fundamentales. Las transiciones entre
ellos tienen un carácter específico que ha de ser investigado recurriendo a la
aplicación del principio de la unidad de lo lógico y de lo histórico. Los
diferentes tipos históricos de racionalidad no solo muestran cambios y
desviaciones, sino también elementos variables que se dan junto a otros
comunes, invariables. (A estos invariantes pertenecen muchas relaciones y
formas de pensamiento que han de ser investigadas mediante el actual análisis
lógico-formal de la ciencia).
En el
tipo antiguo, representado ante todo por Aristóteles, tenemos que habérnoslas
con una concepción contemplativa de la teoría como actitud humana superior, que
es a la vez fin y medio para sí misma. Se da paralelamente a una concepción
procesual, dialéctica, de las formas de ser y de pensamiento. En la Edad Media
tiene lugar una rigidificación teológica y lógico-formal de tipo metafísico de
la forma aristotélica de teoría racional.
La
concepción de racionalidad que irrumpe con la corriente fundamental de la ciencia
moderna de la naturaleza y que viene a encontrar un reflejo filosófico en el Discurso
del Método de Descartes, pongamos por caso, resulta caracterizable como técnico-ahistórica
y metafísica fundada. Ya en Descartes lo que está en juego es una
concepción práctica, y, en concreto, técnico-práctica sui generis de la
teoría. En la época burguesa la concepción fundamental de la relación entre
teoría y praxis es, hablando en términos generales, de orden
técnico-utilitario, viniendo acentuada, además, tal situación por las ilusiones
de la primacía de la teoría pura, suprahistórica («razón», incluida la «razón
práctica» de la filosofía clásica alemana). En este tipo de teoría no se
comprende la teoría que es, por definición y en orden a su naturaleza misma, un
momento del reflejo de una praxis que evoluciona históricamente. En la
filosofía esto ha venido a tomar cuerpo de un modo tal, que hasta los
pensadores de la filosofía clásica alemana que formularon directamente la
unificación de la filosofía teórica o práctica allegaron el carácter de
absolutas y eternas a aquellas formas de pensamiento que expresaban el mundo
dado (el mundo burgués) como esencialmente racional.
En el
siglo XIX, y en relación con la entrada de la clase obrera revolucionaria en la
escena histórica, irrumpe un nuevo tipo histórico fundamental de racionalidad.
Se trata de un nuevo empirismo materialista, concebido en el sentido de una
no-identidad de teoría y praxis sobre la base de una unidad nuevamente pensada
(y realmente vivida) de teoría y praxis. El lugar de la contraposición,
tradicionalmente reflejada, de ser y conocimiento (ontología y gnoseología),
viene a ser ocupado por una estructura compleja, ser-praxis-conocimiento, en la
que a la praxis humana, esto es, social y material, le corresponde un papel
central. Marx y Engels irrumpen con una concepción histórico-práctica de
la teoría, que descansa en la negación de la metafísica, en una
concepción materialista-dialéctica, en fin, de la esencia de las categorías
lógicas.
La crítica
de la economía política burguesa y la crítica de la filosofía de Hegel vienen
inextricablemente unidas en la formulación de partida de la concepción
materialista-dialéctica de la racionalidad, cuya evolución ulterior creadora
está contenida en la obra de Lenin.
Podríamos
llamar transformación por evolución de los fundamentos gnoseológicos de la
ciencia al movimiento, a la diferenciación, a las modificaciones (también
polarmente contrapuestas) en el marco de un determinado tipo histórico
de racionalidad, sobre la base, en fin, del mismo; las transiciones de un tipo
histórico fundamental u otro pueden ser asumidas como transformación
revolucionaria.
4. No es
este el lugar, ni hay tiempo para ello, para proceder a una caracterización más
en profundidad de los diferentes tipos históricos básicos de racionalidad y las
transiciones de unos a otros. Nos limitaremos, pues, en lo que queda a glosar
un aspecto del tipo materialista-dialéctico de racionalidad al que las
discusiones sobre la fundamentación del pensamiento científico actual y la
evolución científico-técnica en curso han venido a conferir primordial
imprtancia4.
Como
consecuencia de las transformaciones en el ser práctico global que han ido mano
a mano con el desarrollo de la revolución científico-técnica en condiciones
socialistas, la elaboración de medios para una captación racional de la
transformación del mundo y de la autotransformación del hombre en su
coincidencia ha venido a convertirse en una necesidad vital de la sociedad
entera. Se presenta como urgente la consciencia de la necesidad de una
fundamentación de este tipo del pensamiento científico en su conjunto, de una
fundamentación capaz, en fin, de insertar el pensamiento científico en la
dialéctica sujeto-objeto global, en la coincidencia de la transformación de las
circunstancias y de la autotransformación. Irrumpe la necesidad de reconocer de
modo general y de elaborar con todo detalle el carácter histórico-práctico de
la racionalidad, un carácter cuya concepción básica liminar fue de la mano de
la aparición del marxismo.
El
pensamiento científico comienza a moverse, en muchos de sus sectores, en
ámbitos en los que la dialéctica material sujeto-objeto no resulta excluible ni
esencialmente reducible. En el marco de la actitud científica tradicional,
caracterizable por recurso a nombres como el de Galileo o Locke, no cabe
acceder en estos ámbitos a comprensión racional alguna. Irrumpe así la «crisis
de la ciencia», la crisis del concepto tradicional de racionalidad, de la que
algunos pensadores que no llegaron a cruzar filosóficamente los límites de la
época burguesa, tuvieron, sin embargo, que tomar consciencia, como fue el caso,
por ejemplo, de Husserl. La ciencia moderna fundada por Galileo, Bacon, Newton
y otros pudo alcanzar muchos conocimientos verdaderos sin tener -a consecuencia
del carácter de las materialidades por ella investigadas o de las experiencias
a cuya elaboración procedió- que tomar en consideración, en su fundamentación
teórica consciente, la dialéctica práctica del hombre y de su obra. Pudo
avanzar sin llegar a comprender que la evolución de las formas de pensamiento
es un momento del proceso evolutivo de la praxis social global. Galileo y Descartes,
por una parte, y Bacon y Locke, por otra, entendieron -independientemente de la
diferente valoración del papel de lo empírico y de lo racional, de lo material
y lo subjetivo en el conocimiento, etc.- el mundo como un libro, frente al que
nos encontramos en situación de lectores. Una parte esencial de la aspiración
cognitiva de la ciencia actual tiene que habérselas con un mundo frente al que
no nos encontramos primariamente en el papel de lectores de un libro, sino en
el de productores y productos a un tiempo. De cara a la fundamentación del
saber racional resulta hoy no solo exigible, sino indefectiblemente necesario,
de acuerdo con toda evidencia, insertar el conocimiento científico en la
dialéctica sujeto-objeto, tomando en consideración la praxis social en su
procesualidad misma. De ello se deduce la orientación a la aspiración teórica
nunca cerrada, en profundización, dialécticamente desarrollada, a una
fundamentación filosófica-metodológica multidimensional de la ciencia, que
cuente con un movimiento del lado del sujeto y del objeto. Multidimensionalidad
(o acaso más exactamente: historización, en modo alguno relativista,
sino materialista-dialéctica) quiere decir aquí superación de la simple
contraposición abstracta de «pensamiento» versus «realidad material»
como límite de las consideraciones sobre la fundamentación de la ciencia,
y también atención plena al descubrimiento principal de los fundadores del
marxismo según el cual las formas básicas de pensamiento vienen mediadas, en su
carácter refigurador de la realidad material, por la praxis social que se
desarrolla históricamente.
5.
Preguntémonos ahora: ¿Qué resultados fundamentales nuevos y filosóficamente
importantes muestra la evolución de la ciencia en los últimos decenios? ¿En qué
direcciones habrá de desarrollarse el materialismo dialéctico en su función de
fundamentación gnoseológica de la ciencia en relación con estos nuevos
descubrimientos?
Pueden
consignarse ante todo las siguientes transformaciones:
La
génesis y desarrollo de la cibernética como ciencia nueva y la aplicación de
métodos y técnicas cibernéticos en muchos ámbitos de la investigación
científica. A las ciencia cibernéticas en el más amplio sentido del término
pertenecen la teoría general de sistemas, la teoría de la información, la
teoría de la dirección, la teoría de algoritmos, la teoría de autómatas
abstractos, etc. Algunas de ellas tienen su ámbito general autónomo de
investigación también fuera de la relación con la cibernética.
La evolución
de partes importantes de la física prosigue su curso sobre la base conceptual
no clásica creada por una parte, por la teoría de la relatividad y por otra,
por la mecánica cuántica. Hasta la fecha, estas dos concepciones no clásicas en
relación con la esencia de la realidad física no han podido ser unificadas. El
tiempo y el espacio han venido a ser explicados en función del movimiento
recíproco de los cuerpos. Se han conseguido dominar científica y técnicamente
en medida nada desdeñable los procesos de obtención de energía atómica.
En las
ciencias biológicas se asiste a una serie de descubrimientos que permiten
pensar en la posibilidad de una dirección consciente del código genético de los
organismos en un futuro no muy lejano. Cabe presuponer que en orden a ello la
relación de los componentes social y biológico del ser humano sufrirá
modificaciones de peso.
El
proceso de matematización de la ciencia y el del paso de los conceptos y
teorías intuitivos a los no intuitivos sigue avanzando. Crece la importancia de
la investigación del lenguaje en conexión con su aplicación cada vez más amplia
de los métodos de formalización.
La
contraposición entre lo intuitivo y lo no intuitivo acompaña -como la
contraposición entre lo inmediato y lo mediato, entre lo formal y lo relativo
al orden de los contenidos- la historia entera del pensamiento teórico hasta
nuestros días. En la ciencia actual no se trata de una transición plena de lo
intuitivo a lo no intuitivo. La contraposición plena entre lo intuitivo y lo no
intuitivo no desaparece, sino que permanece y asume formas nuevas. Tampoco
puede hablarse, de manera similar, de un desgajamiento del lenguaje natural
respecto del formalizado: su unidad dialéctica asume formas nuevas.
La
indicada evolución de la ciencia trae consigo numerosos problemas
gnoseológicos. Las líneas principales en las que tiene hoy lugar la
investigación materialista-dialéctica de las transformaciones en los
fundamentos gnoseológicos de la ciencia son los siguientes:
a)
Se trata, ante todo, de la elaboración de tallada y del enriquecimiento de la
concepción materialista-dialéctica del determinismo por la vía de la
generalización filosófica de formas subatómicas de movimiento de la materia y
de nuevas formas de movimiento social. Se acumulan pruebas que confirman que la
concepción laplaciana del determinismo, que excluye la casualidad y reduce el
nexo causal exclusivamente a una cadena unívoca de causas y efectos, no es sino
una de las formas de la determinación objetiva. Cada vez vienen a verse más
confirmadas las representaciones del carácter probabilitario y estadístico de
la realidad física -y no solo física-. En la medida en que expresan estabilidad
relativa y orden de fenómenos de masas, las características probabilitarias son
características estructurales, que posibilitan la explicación de la dialéctica
de la autonomía de los elementos en su dependencia de las características
globales de los sistemas complejos. Estas características vienen vinculadas a
la existencia de ciertas regularidades en la masa de eventos casuales y
posibilitan la obtención de una expresión matemática de estas regularidades.
Las características dinámicas y estáticas no pueden ser investigadas como
guardando entre sí una relación de contraposición rígida. Corresponden a
niveles organizativos diferentes de los objetos y procesos investigados y no a
procesos determinados e indeterminados, como pensaban los autores de
orientación metafísica. En la apropiación intelectual del mundo por mediación
de la reproducción de la realidad (y asimismo en su conformación práctica), a
estas categorías y formas de pensamiento les corresponde un papel cada vez más
importante, en la medida en que expresan una posibilidad, una anticipación, una
alternativa, una modelización, etc.
b)
El principio dialéctico-materialista del monismo es cuidadosamente reelaborado
y enriquecido. Se profundiza en la comprensión de la unidad material del mundo.
Mano a mano con las investigaciones en marcha de las leyes que rigen las
transformaciones materiales y energéticas se hace patente el ámbito de
operatividad de la investigación de las leyes que rigen los procesos de
transformación de la información. El concepto de información posibilita la
concreción de la categoría filosófica de refiguración o reflejo, posibilita el
desvelamiento no solo de sus características cualitativas, sino también de las
cuantitativas. El auge de la cibernética en los últimos años muestra de modo
convincente la insostenibilidad de la tesis según la cual la «materialidad le
resulta irrelevante (a la cibernética); igual en lo que hace a la validez o no
validez de las leyes ordinarias de la física.»5 Hacer abstracción del
lado cualitativo de los fenómenos investigados es una de las características de
la cibernética, desde luego. Pero no es menos cierto que esta abstracción no
puede ser completa, absoluta, aunque solo sea porque la estructura de la
materia como tal impone algunos límites al proceso de elaboración de la
información. Tal cosa viene a manifestarse asimismo en el hecho de que
diferentes métodos lógico-matemáticos usados en la cibernética tienen su
especificidad propia, que en forma generalizada expresa las singularidades de
los ámbitos del mundo exterior convertidos en objeto de la investigación
cibernética6.
c)
Ya desde su génesis el materialismo dialéctico representó la superación del
dilema, tan característico de la época burguesa, entre subjetivismo y
objetivismo. Esta superación fue posible porque a diferencia del materialismo
abstracto científico-natural, el dialéctico no excluye -como subrayaba
Marx en El Capital7- el proceso histórico. En el mismo
espíritu pudo expresar Lenin la profunda idea filosófica de que el materialismo
marxista es más objetivo que cualquier otra actitud teórica precisamente
porque posee una dimensión socio-histórica (y en la sociedad de clases, una
dimensión ideológica, socio-clasista). En la concepción de Lenin, el partidismo
es un problema de lógica dialéctica. De las condiciones históricas se
deduce que el Partido Comunista es el portador fundamental de la concepción
unificadora de la racionalidad y con ello, de un nuevo tipo histórico de
pensamiento crítico, que necesariamente contiene la autorreflexión científica
del crítico. La consciencia de la que es portador y difusor fundamental
descansa sobre un pensamiento científico racional en el que por primera vez en
la historia se llega a una aproximación y enriquecimiento a una equiparación
entre pensamiento científico y cotidiano. La clarificación teórica del papel
creciente del partido marxista-leninista de la clase obrera en las condiciones
actuales no es cosa que se pueda asumir como se asume un problema sociológico
de radio corto: viene esencialmente vinculada a la elaboración de los problemas
fundamentales de la lógica dialéctica, de la gnoseología y de la axiología.
__________
(*) Zelený, Jindrich. Dialéctica y conocimiento. Ediciones Cátedra, Madrid, 1982.
(1) Por ejemplo, en el trabajo «Lenin i revoljucia v
jestestvoznanii XX veka», Moscú, 1969.
(2) Cfr., por ejemplo, John Kemeny, A Philosopher
Looks at Science, Princeton, N. Y., 1959, pág. 31: «I Will argue that al
lof Science is applied Mathematics».
(3) Cfr. mi trabajo «Praxe a rozum. Pojeti racionality
a prekonáni tradicní ontologie v Marxvé kririce Hegela», Praga, NCSAV, 1968.
(4) Cfr. R. Richta-J.Zeleny, «Leniskoje ponimanije
dialektiki i sovremennost», Filosofsklje nauki, núm. 3, año 1970, Moscú.
Intento desarrollar aquí algunas ideas contenidas en germen en el apartado III
de mi libro O logické structure Marxova Kapitáln (Praga, 1962), incitado
por los innovadores análisis marxistas de la revolución científic-técnica que
por entonces desarrollaba R. Richta.
(5) W. R. Ashby, An Introduction to Cybernetics,
Nueva York, 1963, pág. 1.
(6) Cfr. A. Berg, B. Birjukov, I. Novik,
«Metodologiceskije aspekty kibernetiki», Kommunist, núm. 18/1971, Moscú.
(7) Marx-Engels, Werke, vol. 23, pág. 393.
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