La Ciencia
y las Ideologías "Científicas"
Antonio Gramsci
LA AFIRMACIÓN de Eddington: "Si en el cuerpo de un hombre se eliminase todo el espacio carente de materia y reuniésemos sus protones y electrones en una sola masa, el hombre (el cuerpo del hombre) estaría reducido a un corpúsculo apenas sensible al microscopio",1 ha sacudido y puesto en movimiento la fantasía de G. A. Borgese (cfr. su librito).
Pero ¿qué significa concretamente la afirmación de Eddington? Si se reflexiona un poco, se verá que nada, fuera de su significado literal. Si la reducción descrita más arriba fuese realizada (¿por quién?) y se hiciese extensiva a todo el mundo, las relaciones no cambiarían, las cosas permanecerían como son. Las cosas cambiarían solamente si los hombres o determinados hombres sufriesen esta reducción, de suerte que se produjese, hipotéticamente, la realización de algunos capítulos de los Viajes de Gulliver, con los liliputienses, los gigantes y Borgese-Gulliver entre ellos.
En
realidad, trátase de puros juegos de palabras, de ciencia novelada, y no de un
nuevo pensamiento científico o filosófico; se trata de una manera de plantear
los problemas apta solamente para hacer fantasear las cabezas vacías. ¿Es que,
acaso, la materia vista al microscopio no es ya materia realmente objetiva,
sino una creación del espíritu humano, que carece de toda existencia objetiva
o empírica? Se podría recordar a este propósito el cuento hebreo sobre la
muchacha que ha sufrido un daño pequeño, pequeño ... como un rasguño. En la
física de Eddington y en muchas otras manifestaciones científicas modernas, la
sorpresa del lector ingenuo depende de la circunstancia de que las palabras usadas
para indicar determinados hechos son obligadas a indicar arbitrariamente hechos
completamente distintos. Un cuerpo sigue siendo "macizo" en el
sentido tradicional, aun cuando la nueva física demuestra que el mismo está
constituido por 1/1.000.000 de materia y de 999.999 partes de vacío. Un cuerpo
es "poroso" en el sentido tradicional y no en el sentido de la
"nueva" física, incluso después de la afirmación de Eddington. La
posición del hombre sigue siendo la misma; ninguno de los conceptos fundamentales
de la vida es conmovido en lo más mínimo y, mucho menos aun, liquidado. Las
glosas de los diversos Borgese servirán solamente, en última instancia, para
tornar ridículas las concepciones subjetivistas de la realidad, que permiten
semejantes juegos triviales de palabras. Escribe el profesor Mario Camis:2
"Considerando la insuperada minuciosidad de estos métodos de
investigación, nos venía a la memoria la expresión de un miembro del último
congreso filosófico de Oxford, el cual, según refiere Borgese, hablando de los
fenómenos infinitamente pequeños, a los que tantos prestan hoy atención,
observa que 'éstos no pueden ser considerados independientemente del sujeto que
los observa’. Son palabras que inducen a muchas reflexiones y que replantean,
desde puntos de vista completamente nuevos, los grandes problemas de la
existencia subjetiva del universo y del significado de las informaciones
sensoriales en el pensamiento científico". A lo que parece, éste es uno de
los pocos ejemplos de infiltración, entre los científicos italianos, del modo
de pensar funambulesco de ciertos científicos, especialmente ingleses, acerca
de la "nueva" física. El profesor Camis habría debido reflexionar
sobre el hecho de que si la observación tomada de Borgese hace pensar, la
primera reflexión sería ésta: que la ciencia no puede ya existir como ha sido
concebida hasta ahora; debe ser transformada en una serie de actos de fe en las
afirmaciones de cada experimentador, dado que los hechos observados no existen
independientemente de su espíritu. ¿Es que acaso no se ha manifestado todo el
progreso científico hasta ahora en el hecho de que las nuevas
experiencias y observaciones han corregido y ampliado las experiencias y
observaciones precedentes? ¿Cómo podría ocurrir esto si la experiencia no
pudiese reproducirse, aun si, cambiando el observador, no pudiese ser
controlada y ampliada, dando lugar a nexos nuevos y originales? Pero la superficialidad de la observación de
Camis resulta del contexto mismo del artículo en el cual se hace la cita
referida, puesto que allí Camis explica implícitamente que la expresión de que
se envanece tanto Borgese puede y debe entenderse en un sentido meramente
empírico y no filosófico. El escrito de Camis es una crítica de la obra On
the principles of renal function de Costa Ekehorn (Estocolmo, 1931). Se
habla allí de experiencias sobre elementos tan pequeños que no pueden ser
descritos (se entiende que en sentido relativo) con palabras válidas y
representativas para los demás, y que, por lo tanto, el experimentador no logra
aún separarlos de su propia personalidad subjetiva para objetivarlos: todo
experimentador debe lograr la percepción con medios propios, directamente,
siguiendo minuciosamente todo el proceso. Hagamos la siguiente hipótesis: que
no existan microscopios y que sólo algunos hombres tengan la fuerza visual
natural igual a la del ojo normal armado de microscopio. En esta hipótesis, es
evidente que las experiencias del observador provisto de una vista excepcional
no pueden ser separadas de su personalidad física y psíquica: no pueden ser
"repetidas". Sólo la invención del microscopio hará parejas las
condiciones físicas de observación y permitirá a todos los hombres de ciencia
reproducir la experiencia y desarrollarla colectivamente. Pero esta hipótesis
permite observar e identificar sólo una parte de las
dificultades; en las experiencias científicas no sólo está en juego la fuerza
visual del ojo. Como dice Camis: Ekehorn cortó un glomérulo de riñón de rana
con una cánula "cuya preparación es obra de tanta fineza y tan ligada a
las indefinibles e inimitables intuiciones manuales del experimentador,
que el propio Ekehorn, al describir la operación del corte al sesgo del capilar
de vidrio, dice que no puede enunciar los preceptos con palabras, sino que debe
contentarse con una vaga indicación". El error consiste en creer que semejantes
fenómenos se verifican solamente en el experimento científico. En realidad, en
cada fábrica, para ciertas operaciones industriales de precisión existen
especialistas individuales, cuya capacidad se basa simple y solamente en la
extrema sensibilidad de la vista, del tacto, en la rapidez del gesto. En los
libros de Ford se pueden hallar ejemplos a ese respecto: en la lucha contra la
fricción, para obtener superficies sin la más mínima granulosidad o desigualdad
(lo que permite un ahorro notable de material) se han dado increíbles pasos
adelante, con la ayuda de máquinas eléctricas que comprueban la adherencia
perfecta del material, como el hombre no podría hacerlo. Es de recordar el
hecho, referido por Ford, de un técnico escandinavo que logró dar al acero tal
igualdad de superficie, que para separar dos superficies unidas entre sí es
preciso el peso de varios quintales.
Por
consiguiente, lo que observa Camis no tiene ninguna vinculación con las
fantasmagorías de Borgese y sus inspiradores. Si fuese cierto que los fenómenos
infinitamente pequeños en cuestión no pueden ser considerados como existentes
independientemente del sujeto que los observa, ellos no serían, de ninguna
manera, "observados" sino "creados" y caerían en el dominio
de la pura intuición fantástica del individuo. Habría, entonces, que plantear el
problema de si el mismo individuo puede crear (observar) "dos
veces" el mismo hecho. No se trataría de ningún modo de
"solipsismo", sino de demiurgia y hechicería. Entonces el objeto de la
ciencia no serían los fenómenos (inexistentes), sino estas intuiciones
fantásticas, como ocurre en la obra de arte. El rebaño de los hombres de
ciencia que no goza de facultades demiúrgicas, estudiaría científicamente al
pequeño grupo de grandes científicos taumaturgos. Pero, al contrario, si a
pesar de todas las dificultades, prácticas inherentes a la diversa sensibilidad
individual, el fenómeno se repite y puede ser observado en forma
objetiva por varios científicos, independientes los unos de los otros, ¿qué
significa la afirmación de Borgese, sino que se hace una metáfora para indicar
las dificultades inherentes a la descripción y a la representación objetiva de
los fenómenos observados? Y no parece
difícil explicar esta dificultad: 1) por la incapacidad literaria de los
hombres de ciencia, didácticamente preparados hasta ahora sólo para
descubrir y representar lo fenómenos macroscópicos; 2) por la insuficiencia del
lenguaje común, forjado también para los fenómenos macroscópicos; 3) por el
desarrollo relativamente pequeño de estas ciencias microscópicas, que esperan
una ulterior evolución de sus métodos y criterios para ser comprendidas por muchos por
medio de la comunicación literaria (y no sólo por visión directa
experimental, que es privilegio de poquísimos); 4) es preciso recordar también
que muchas experiencias microscópicas son indirectas, en cadena, y que su
resultado "se ve" en los resultados y no en acto (tal es el caso de
las experiencias de Rutherford).
Se
trata, en todo caso, de una fase transitoria e inicial de una nueva época
científica, que ha producido, combinándose con una gran crisis moral e
intelectual, una nueva forma de "sofística" que retoma los clásicos
sofismas de Aquiles y la tortuga, del montón y del granito, de la flecha lanzada
por el arco y que, no obstante, no se mueve, etc. Sofismas que, a pesar de
todo, han significado una fase en el desarrollo de la filosofía y de la lógica
y que han servido para refinar los instrumentos del pensamiento.
Recoger
las principales definiciones que se han hecho de la ciencia (en el sentido de
ciencia natural). "Estudio de los fenómenos y de sus leyes de semejanza
(regularidad), de coexistencia (coordinación), de sucesión (causalidad)".
Otras tendencias, partiendo de una ordenación más cómoda que la ciencia debe
establecer entre los fenómenos, a fin de poder manejarlos mejor por el
pensamiento y dominarlos para los fines de la acción, definen la ciencia
como “la descripción más económica de la realidad".
El
problema más importante que es menester resolver en torno al concepto de
ciencia es el siguiente: si la ciencia puede dar, y de qué manera, la
"certeza" de la existencia objetiva de la llamada realidad externa.
Para el sentido común el problema ni siquiera existe. Pero ¿de dónde nace la
certeza del sentido común? Esencialmente, de la religión (por lo menos del
cristianismo, en Occidente); pero la religión es una ideología, la más
arraigada y difundida, no una prueba y una demostración. Se puede sostener que
es un error exigir a la ciencia como tal la prueba de la objetividad de la
realidad, puesto que esta objetividad es una concepción del mundo, una
filosofía, y no puede ser un dato científico. ¿Qué puede damos la ciencia en
esta dirección? La ciencia selecciona las sensaciones, los elementos
primordiales del conocimiento; considera ciertas sensaciones como transitorias,
como aparentes, como falaces, porque dependen de especiales condiciones individuales;
y ciertas otras como permanentes, como superiores a las condiciones
especiales individuales. El trabajo científico tiene dos aspectos principales:
uno que incesantemente rectifica la manera de conocer, rectifica y refuerza los
órganos de las sensaciones, elabora principios nuevos y complejos de inducción
y deducción, es decir, afina los instrumentos mismos de la experiencia y su
verificación; el otro, que aplica este conjunto instrumental (los instrumentos
materiales y mentales) para establecer lo que en las sensaciones es necesario,
distinguiéndolo de lo que es arbitrario, individual, transitorio. Se establece
así lo que es común a todos los hombres, lo que todos los hombres pueden
verificar del mismo modo, independientemente los unos de los otros, porque han
observado igualmente las condiciones técnicas de verificación.
"Objetivo" significa simple y solamente esto: llámase objetivo,
realidad objetiva, a aquella realidad que es verificada por todos los hombres,
que es independiente de todo punto de vista, ya sea meramente particular o de
grupo.
Pero
también, en el fondo, ésta es una concepción particular del mundo, una
ideología. Sin embargo, esta concepción, en su conjunto, por la dirección que
señala, puede ser aceptada por la filosofía de la praxis, en tanto que se debe
rechazar la del sentido común que, sin embargo, concluye materialmente del
mismo modo. El sentido común afirma la objetividad de la realidad en cuanto
ésta, el mundo, ha sido creado por Dios, independientemente del hombre, antes
que el hombre; el sentido común es, por tanto, expresión de la concepción
mitológica del mundo. Además, el sentido común, en la descripción de esta
objetividad, cae en los errores más groseros; en gran medida se halla aún en la
fase de la astronomía tolomaica, no sabe establecer los nexos de causa a
efecto, etc., es decir, que afirma como "objetiva" cierta
"subjetividad" anacrónica, porque no sabe siquiera concebir que pueda
existir una concepción subjetiva del mundo y qué puede querer significar.
Pero
todo lo que la ciencia afirma ¿es "objetivamente" verdad y de manera
definitiva? Si las verdades científicas fuesen definitivas, la ciencia habría
dejado de existir como tal, como búsqueda, como nuevos experimentos, y la
actividad científica se reduciría a una divulgación de lo ya descubierto. Esto
no es verdad, para fortuna de la ciencia. Pero si las verdades científicas no
son definitivas y perentorias, la ciencia también es una categoría histórica y
un movimiento en continuo desarrollo. Sólo que la ciencia no plantea ninguna
forma de "incognoscible" metafísico, sino que reduce todo lo que el
hombre no conoce a un empírico "no conocimiento" que no excluye la cognoscibilidad,
sino que la condiciona al desarrollo de los instrumentos físicos y al
desarrollo de la inteligencia histórica de los científicos.
Si
las cosas son así, lo que interesa a la ciencia no es tanto la objetividad de
la realidad, sino el hombre que elabora sus métodos de investigación, que
rectifica continuamente sus instrumentos materiales que refuerzan sus órganos
de los sentidos y los instrumentos lógicos (incluso la matemática) de
discriminación y de verificación, o sea, la cultura y la concepción del mundo,
la relación entre el hombre y la realidad por mediación de la tecnología.
Incluso en la ciencia, buscar la realidad fuera de los hombres, entendido esto
en sentido religioso o metafísico, sólo puede ser considerado como una
paradoja. Sin el hombre, ¿qué significaría la realidad del universo? Toda la
ciencia está ligada a las necesidades de la vida, a la actividad del hombre.
Sin la actividad del hombre, creadora de todos los valores, y también de los
científicos, ¿qué significaría la "objetividad"? No otra cosa que el
caos, el vacío, si así puede decirse. Porque, realmente, si uno imagina que no
existe el hombre, no puede imaginarse la lengua y el pensamiento. Para la
filosofía de la praxis, el ser no puede ser separado del pensar, el hombre de
la naturaleza, la actividad de la materia, el sujeto del objeto; si se hace
esta separación, se cae en una de las tantas formas de religión o de
abstracción sin sentido.
Colocar
la ciencia en la base de la vida, hacer de la ciencia la concepción del mundo
por excelencia, la que limpia los ojos de toda ilusión ideológica y coloca al
hombre frente a la realidad, tal como ésta es, significa volver a caer en el
concepto de que la filosofía de la praxis tiene necesidad de apoyos filosóficos
fuera de sí misma. Pero en realidad la ciencia es también una superestructura,
una ideología. ¿Puede decirse, no obstante, que en el estudio de las
superestructuras, la ciencia ocupa un lugar de privilegio, por el hecho de que su
reacción sobre la estructura tiene un carácter particular, de mayor extensión y
continuidad de desarrollo, especialmente desde el 700, cuando la ciencia
adquirió un puesto especial en la apreciación general? Que la ciencia es
una superestructura, está demostrado también por el hecho de que ésta ha tenido
períodos de eclipse, habiendo sido oscurecida por otra ideología dominante: la
religión, que afirmaba haber absorbido a la ciencia misma. Así, por ejemplo, la
ciencia y la técnica de los árabes aparecían como simple hechicería ante los
cristianos. Además, no obstante todos los esfuerzos de los científicos, la
ciencia no se presenta jamás como desnuda noción objetiva; aparece siempre
revestida de una ideología y, concretamente, la ciencia es la unión del hecho
objetivo con una hipótesis o un sistema e hipótesis que superan el mero hecho
objetivo. Es verdad, sin embargo, que en este campo es relativamente fácil
distinguir la noción científica del sistema de hipótesis, con un sistema de
abstracciones que se halla ínsito en la metodología científica misma, de manera
que pueda apropiarse de una y rechazar la otra. He aquí por qué un grupo social
puede apropiarse de la ciencia de otro grupo social sin aceptar su ideología
(la ideología de la evolución vulgar, por ejemplo), de manera que las observaciones
de Missiroli (y de Sorel) sobre el tema se vienen al suelo.
Vale
la pena señalar que junto a la más superficial infatuación por las ciencias
existe en verdad la más grande ignorancia de los hechos y de los métodos
científicos, cosas muy difíciles y que se hacen siempre más difíciles por la
progresiva especialización de nuevas ramas de la investigación. La superstición
científica lleva en sí ilusiones tan ridículas y concepciones tan infantiles,
que la misma superstición religiosa resulta ennoblecida. El progreso científico
ha hecho nacer la creencia y la expectativa de un nuevo Mesías que realizará en
esta tierra el país de la Felicidad; las fuerzas de la naturaleza, sin ninguna
intervención del esfuerzo humano, sino por obra de mecanismos siempre más
perfectos, darán a la sociedad, en abundancia, todo lo necesario para
satisfacer sus necesidades y vivir holgadamente. Contra esta infatuación, cuyos
peligros son evidentes (la supersticiosa fe abstracta en la fuerza taumatúrgica
del hombre, lleva paradójicamente a esterilizar las bases mismas de esta fuerza
y a destruir todo amor al trabajo necesario y concreto, para fantasear, como si
estuviese fumando una nueva especie de opio), es necesario combatir con varios
medios, de los cuales el más importante debe ser un mejor conocimiento de las nociones
científicas esenciales, divulgando la ciencia por obra de científicos y de
estudiosos serios y no de periodistas omnisapientes y autodidactos
presuntuosos. En realidad, dado que se espera demasiado de la ciencia, se la
concibe como una hechicería superior y por ello no se logra valorar
realísticamente lo que ésta ofrece en concreto.
________
(1)
Cfr. La naturaleza del mundo físico, ed. francesa, p. 20.
(2) Nueva
Antología del 1° de noviembre de 1931, en la sección Ciencias biológicas
y médicas.
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