12 países reciben ayuda de médicos
cubanos para superar el covid-19
LA HABANA SIGUE APOYANDO a los países que han
solicitado la colaboración de médicos cubanos. La mañana de este sábado, una
brigada compuesta por decenas de médicos y personal de salud ha partido a las
islas de San Cristóbal y Nieves.
Con esta brigada conforman
12 países los que han recibido la ayuda médica cubana para combatir el
coronavirus, entre ellos Venezuela, Nicaragua, Surinam y Haití. Según
informaciones oficiales, más de 800 trabajadores del sistema de salud pública
de Cuba están cumpliendo ahora la misión internacionalista ayudando a combatir
esta pandemia.
Al mismo tiempo, las
autoridades estadounidenses han implementado una campaña de difamación contra
estas brigadas médicas. Cuba expresó su protesta debido a declaraciones de
la Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado
de EE.UU. en las que se exhortaba a los países que solicitaron la ayuda de Cuba
a romper esta colaboración y no fomentar así lo que ellos
llaman "abusos laborales" de los médicos cubanos.
Desde la Cancillería
cubana afirmaron que estas declaraciones son
"particularmente ofensivas" y son parte de una "campaña
inmoral" en medio de la pandemia mundial.
Los médicos cubanos
también brindan asistencia al país europeo más afectado por el brote de
covid-19, Italia. Jorge Delgado Bustillo, director de la Unidad Central de
Cooperación Médica del Ministerio de Salud de Cuba, dijo que los especialistas
enviados a Italia "están en perfecto estado de salud, cumpliendo todas las
indicaciones bioseguridad, y están atendiendo a pacientes directamente en el
hospital de la localidad de Crema, con muy buen espíritu y muy buenas
condiciones de trabajo y de vida".
Fuente:
RT
Apoteosis
de la Maldad
Atilio
A. Boron
LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD está signada por infinidad
de episodios que desnudan la omnipresencia del mal. Caín ultimando a su hermano
Abel da comienzo a esta historia desde los albores míticos de la especie humana.
A lo largo de siglos y milenios los ejemplos abundan, en todas las latitudes.
Ninguna sociedad se libró del mal y los sufrimientos que ocasiona. Pero la
situación de los últimos días nos ofrece un ejemplo de una perversidad pocas
veces vista: en medio de una pandemia global la mayor superpotencia del planeta
persiste en la aplicación de una política de bloqueo y sanciones económicas
contra terceros países que impiden, o dificultan enormemente, acceder a los
medicamentos necesarios para defenderse de la mortal amenaza del coronavirus.
Entre nosotros, Cuba y
Venezuela han sido víctimas principales de esa política criminal. Cuba viene
soportando con dignidad y estoicismo ejemplares el bloqueo integral más largo
de la historia: ningún imperio, ningún déspota, ningún tirano por cruel o
bárbaro que haya sido hizo lo que sucesivos gobiernos de Estados Unidos
hicieron en contra de la isla rebelde. A lo largo de seis décadas perpetraron
en su contra, sin pausa alguna, crímenes de lesa humanidad. Bajo Donald Trump éstos
se agravaron hasta llegar a extremos desconocidos por la amplitud y variedad de
sus intervenciones y su sistemática vocación de hacer el mal al pueblo cubano.
Políticas genocidas encaminadas a exterminar o infligir graves daños a un
colectivo, en este caso la nación cubana, que los autoproclamados líderes del
mundo pretenden justificar aduciendo que con ellas la democracia, los derechos
humanos y la justicia florecerán en Cuba. Detrás de tan altisonantes
declaraciones se oculta un propósito inconfesable, perseguido por Estados
Unidos desde 1783 según lo dejara sentado por escrito John Adams desde Londres.
En efecto, en una célebre carta dijo que la isla era una “extensión natural”
del territorio continental de Estados Unidos y que su anexión era necesaria
para su seguridad nacional que podía ser nuevamente amenazada por el Reino
Unido y que, por lo tanto, su independencia jamás debería ser tolerada. O sea,
hay una obsesión de casi dos siglos y medio para apoderarse de la isla, misma
que se exacerbó de modo extraordinario en fechas recientes.
Venezuela ha sufrido
también la brutal agresión del imperio. Las “sanciones” económicas aplicadas el
estado bolivariano y a sus principales dirigentes no tuvieron otro efecto que
provocar crueles sufrimientos a la población y causar muertes por la
imposibilidad de importar medicamentos y alimentos que o bien ya habían sido
pagados o estaba el dinero depositado en bancos europeos para financiar su
compra pero que la Casa Blanca ordenó inmovilizar. Otro genocidio de manual,
unido al robo descarado de los patrimonios de la República Bolivariana de
Venezuela en el exterior –caso CITGO, por ejemplo- y los continuos sabotajes y
hostilidades vehiculizados a través de algunos asesinos seriales como Iván
Duque y de bufones corruptos como el
“autoproclamado” Juan Guaidó, estúpido de marca mayor que cree que los drones y
los misiles de una invasión estadounidense, en caso de producirse, afectarían
tan sólo a los chavistas dejando indemnes a sus escasos y cada vez más
desmoralizados partidarios.
Washington, que ya inició
ya su inexorable declinación como centro imperial, actúa como un hampón desenfrenado que impone su ley
gracias a la mortífera eficacia de sus armas y, también, a la cobardía de
gobiernos como los de Europa y Japón que consienten sus tropelías y admiten
ovejunamente la “extraterritorialidad” de las leyes de Estados Unidos. Creen
que el Calígula neoyorquino en ningún momento se volverá también contra ellos.
La pandemia está demostrando lo contrario y también ratifica que la maldad que
encarna Donald Trump y la dirigencia política y corporativa de Estados Unidos
es incomparable. Nadie, absolutamente nadie, arrojó bombas atómicas sobre dos
ciudades indefensas en Japón. Nadie sometió a otro pueblo a un bloqueo de sesenta
años o a sanciones económicas destinadas a infligir el mal a una comunidad. En
el marco de una pandemia como la actual un mínimo resto de sentimientos
humanitarios debería haber impulsado a la dirigencia de Estados Unidos –y no
sólo a Trump- a declarar la temporaria suspensión del bloqueo y las sanciones
en contra de Cuba y Venezuela. No lo han hecho, ni lo harán. Tenía razón Oscar
Wilde cuando, hace poco más de un siglo, dijera que “Estados Unidos es el único
país que pasó de la barbarie a la decadencia sin pasar por la civilización”.
Coronavirus: El Perfecto Desastre Para
el Capitalismo del Desastre
Leonardo Boff
LA PANDEMIA ACTUAL DEL CORONAVIRUS representa una
oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la
forma cómo producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza.
Ha llegado la hora de
cuestionar las virtudes del orden capitalista: la acumulación ilimitada, la
competición, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia
frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la
exaltación del lema de Wall Street: “greed is good” (la avaricia es buena).
Todo esto se ha puesto en jaque ahora. Aquel ya no puede continuar.
Lo que nos podrá salvar
ahora no son las empresas privadas sino el Estado con sus políticas sanitarias
generales, atacado siempre por el sistema del mercado “libre”, y serán las
virtudes del nuevo paradigma, defendidas por muchos y por mí, el cuidado, la
solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.
El primero en ver la
urgencia de este cambio ha sido el presidente francés, neoliberal y proveniente
del mundo de las finanzas, E. Macron. Lo dijo bien claro: “Queridos
compatriotas, “Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones del momento que
atravesamos, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace
décadas y que muestra sus fallos a la luz del día, cuestionar las debilidades
de nuestras democracias. Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita,
sin condiciones de ingresos, de historia personal o de profesión, y nuestro
Estado de Bienestar Social no son costes o cargas sino bienes preciosos, unos
beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta
pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las
leyes del mercado”.
Aquí se muestra la plena
conciencia de que una economía sólo de mercado, que mercantiliza todo, y su
expresión política, el neoliberalismo, son maléficas para la sociedad y para el
futuro de la vida.
Todavía más contundente
fue la periodista Naomi Klein, una de las más perspicaces críticas del
sistema-mundo, que sirve de título a este artículo: “El coronavirus es el
perfecto desastre para el capitalismo del desastre”.
Esta pandemia ha producido
el colapso del mercado de valores (bolsas), el corazón de este sistema
especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este
sistema viola la ley más universal del cosmos, de la naturaleza y del ser
humano: la interdependencia de todos con todos; que no existe ningún ser, mucho
menos nosotros los humanos, como una isla desconectada de todo lo demás. Más
aún: no reconoce que somos parte de la naturaleza y que la Tierra no nos
pertenece para explotarla a nuestro antojo; nosotros pertenecemos a la Tierra.
En la visión de los mejores
cosmólogos y astronautas que ven la unidad de la Tierra y la humanidad, somos
esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Sobreexplotando
la naturaleza y la Tierra como se está haciendo en todo el mundo, nos
perjudicamos a nosotros mismos y nos exponemos a las reacciones e incluso a los
castigos que ella nos imponga. Es madre generosa, pero puede rebelarse y
enviarnos un virus devastador.
Sostengo la tesis de que
esta pandemia no puede combatirse solo con medios económicos y sanitarios,
siempre indispensables. Exige otra relación con la naturaleza y la Tierra. Si
después que la crisis haya pasado no hacemos los cambios necesarios, la próxima
vez podrá ser la última, ya que nos convertiremos en enemigos acérrimos de la
Tierra. Y puede que ella ya no nos quiera aquí.
El informe del profesor
Neil Ferguson del Imperial College de Londres declaró: “este es el virus más
peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay respuesta, podría haber 3.2
millones de muertes en los Estados Unidos y 510,000 en el Reino Unido”. Bastó
esta declaración para que Trump y Johnson cambiasen inmediatamente sus
posiciones. Mientras, en Brasil al Presidente no le importa, lo trata como
“histeria” y en las palabras de un periodista alemán de Deutsche Welle: “Actúa
criminalmente. Brasil está dirigido por un psicópata y el país haría bien en
eliminarlo tan pronto como sea posible. Habría muchas razones para ello”. Es lo
que el Parlamento y la Suprema Corte por amor al pueblo, deberían hacer sin
demora.
No basta la hiperinformación
ni los llamamientos por todos los medios de comunicación. No nos mueven al
cambio de comportamiento exigido. Tenemos que despertar la razón sensible y
cordial. Superar la indiferencia y sentir con el corazón el dolor de los otros.
Nadie está inmune al virus. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con
otros, cuidarnos personalmente y cuidar de los otros y asumir una
responsabilidad colectiva. No hay un puerto de salvación. O nos sentimos
humanos, co-iguales en la misma Casa Común o nos hundiremos todos.
Las mujeres, como nunca
antes en la historia, tienen una misión especial: ellas saben de la vida y del
cuidado necesario. Ellas pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad
hacia los otros y hacia nosotros mismos. Ellas junto con los trabajadores de la
salud (cuerpo médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin límites. Cuidar
a quien nos cuida para minimizar los males de este terrible asalto a la vida
humana.
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