El Racismo: Instrumento de Dominación Social
(Primera
parte)
Santiago
Ibarra
Introducción
¿Es el racismo un lastre del
pasado colonial predestinado irremediablemente a desaparecer bajo las
condiciones del capitalismo? ¿Está la modernidad capitalista en una relación de
oposición con el racismo o, por el contrario, el racismo sirve a esa modernidad y ésta, a su vez, hace uso de aquél para reproducirse? ¿Cómo
debemos comprender el racismo, como un mero prejuicio mental o ante todo como
una ideología que sirve a la dominación social?
En
un artículo anterior, “Sin el indígena no es posible la peruanidad”, constatábamos
la alta correlación existente entre clase, etnia, “raza” y la así llamada pobreza
material. Decíamos, en particular, que la concentración de ésta en la población
indígena, mestiza y negra, y en general, que la correlación entre clase, “raza”
y etnia, es una herencia colonial.
Es
importante ahora aclarar que esa herencia colonial es tal en cuanto es un elemento que arrastramos desde los tiempos
del colonialismo español desde principios del siglo XVI, pero hablar de tal
“herencia” no quiere decir en absoluto que se trate solamente de un elemento
del pasado destinado a desaparecer paulatinamente, en el marco del capitalismo.
Su verdadera solución sólo podrá conseguirse paulatinamente en el marco del socialismo, porque
bajo el capitalismo sirve a la dominación económica y social, a la acumulación de capital, en tanto que el socialismo ofrece las condiciones materiales y espirituales para su superación.
Voy
a remitirme primero a algunos pasajes de un trabajo de José Carlos Mariátegui de
1929, El problema de las razas en América
Latina (1), con la finalidad de mostrar cómo él concibió el problema de la “raza”
en su relación con la economía. Luego intentaré mostrar que hoy en día, con los
cambios económicos y sociales producidos, el problema del racismo se mantiene,
no a pesar, sino sirviendo a la modernización neocolonial que vivimos, sin,
desde luego, pretender ni mucho menos agotar el tema.
En
este sentido, nuestro planteamiento central es que el racismo no puede ser
reducido a un mero prejuicio mental, como es común hacer, sino que es algo
más que eso: una ideología colonial al servicio del poder económico y político;
en el pasado, bajo el feudalismo y la semifeudalidad, en el presente, bajo el
capitalismo mercantilista.
El problema de la raza es de la
liquidación de la feudalidad
En el trabajo mencionado,
José Carlos Mariátegui afirmó: “Económica, social y políticamente, el problema
de las razas, como el de la tierra, es, en su base, el de la liquidación de la
feudalidad.” Así, Mariátegui daba cuenta de que en la base del “problema de la
raza” está la economía. Mariátegui planteó que el problema de la raza es el de
la liquidación de la feudalidad porque en los años 1920 el 90% de la población
indígena era campesina, y su condición laboral, servil. La reivindicación
indígena pasaba necesariamente por la reivindicación de la tierra, por la
reivindicación de la liquidación de la servidumbre y del latifundio.
El
racismo como arma ideológica que legitima la opresión indígena
Mariátegui afirmaba: “El
interés de la clase explotadora, -española primero, criolla después-, ha
tendido invariablemente, bajo diversos disfraces, a explicar la condición de
las razas indígenas con el argumento de su inferioridad o primitivismo. Con
esto, esa clase no ha hecho otra cosa que reproducir, en esta cuestión nacional
interna, las razones de la raza blanca en la cuestión del tratamiento y tutela
de los pueblos coloniales.”
Mariátegui
señalaba en otro lugar que con la conquista española fue destruida una
civilización, muchos de cuyos elementos pudieron sobrevivir a lo largo de los
siglos, entre ellos su alma colectivista. La conquista, el saqueo, el
sometimiento de la población autóctona a los regímenes laborales más crueles,
no pudo efectuarse sin una razón, la razón de la sinrazón: la idea de la
superioridad racial blanca.
Y de
ahí arranca la sobrevaloración de lo “blanco-europeo” y la desvalorización e
inferiorización de lo indígena y negro. El cuadro ideológico construido
proyectaba así una imagen falsa, distorsionada, tanto del blanco europeo, que
no es superior, como del indígena, que no es inferior. Esta proyección
ideológica, sin embargo, iría a justificar antes, y ahora de distintas formas,
el sometimiento de las mayorías indígenas, mestizas y negras al dominio de las
potencias extranjeras y al de la clase dominante local.
Consecuencias de la opresión colonial en
las condiciones materiales de vida del indígena
Acerca de los efectos de la
opresión colonial del indígena en sus condiciones materiales de vida, Mariátegui
afirmó: “La colonización de la América Latina por la raza blanca no ha tenido,
en tanto, como es fácil probarlo, sino efectos retardatarios y deprimentes en
la vida de las razas indígenas. La evolución natural de éstas ha sido interrumpida
por la opresión envilecedora del blanco y del mestizo. Pueblos como el quechua
y el azteca, que habían llegado a un grado avanzado de organización social,
retrogradaron, bajo el régimen colonial, a la condición de dispersas tribus
agrícolas. Lo que en las comunidades indígenas del Perú subsiste de elementos
de civilización es, sobre todo, lo que sobrevive de la antigua organización
autóctona. En el agro feudalizado, la civilización blanca no ha creado focos de
vida urbana, no ha significado siempre siquiera industrialización y maquinismo:
en el latifundio serrano, con excepción de ciertas estancias ganaderas, el
dominio del blanco no representa, ni aun tecnológicamente, ningún progreso respecto
de la cultura aborigen.”
Destacamos
que Mariátegui entiende el concepto de raza de un modo muy restringido, como un
conjunto de rasgos fenotípicos, de ninguna manera como un concepto científico,
capaz de explicar, por ejemplo, el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas ni los modos de organización económica y social de los seres
humanos. El concepto de raza no sirve tampoco para explicar ninguna diferencia en
el comportamiento biológico de las “razas”, simplemente porque tales
diferencias No existen (2). El concepto de raza es una invención ideológica que
sirve al dominio social.
Para
Mariátegui, “En el agro feudalizado (…) el dominio del blanco no representa, ni
aun tecnológicamente, ningún progreso respecto de la cultura aborigen.” No ve
Mariátegui en el dominio blanco europeo o criollo un medio de progreso, sino
que aquél, por el contrario, trajo “efectos retardatarios y deprimentes en la
vida de las razas indígenas (…) que habían llegado a un grado avanzado de
organización social”.
Mariátegui
agregaba que el atraso cultural del indígena impuesto por el colonialismo, es decir,
su alejamiento de la alfabetización y de los conocimientos científicos
alcanzados en occidente, es efecto y a la vez palanca de la más extrema
explotación colonial. Bajo la perspectiva de nuestra definitiva liberación y emancipación no podemos olvidar que España y las otras potencias colonialistas cometieron genocidio en Nuestra América y otros continentes.
Mariátegui comprendía muy bien, pues, la ligazón entre racismo y empobrecimiento, depauperación,
degradación del indígena. Pero a la vez apreciaba su historia de luchas anticoloniales, su riqueza cultural y sus enormes potencialidades de ascenso material y espiritual.
El
racismo de la burguesía peruana
Mariátegui afirmaba que la
burguesía peruana se sentía solidaria con los imperialistas blancos, por
razones de clase y de raza, lo que facilitaba la penetración de éstos en
nuestros países. La burguesía nativa no tiene ningún sentido nacional. Así,
sostenía Mariátegui que entre “el señor o el burgués criollo y sus peones de
color, no hay nada de común. La solidaridad de clase, se suma a la solidaridad
de raza o de prejuicio, para hacer de las burguesías nacionales instrumentos
dóciles del imperialismo yanqui o británico. Y este sentimiento se extiende a
gran parte de las clases medias, que imitan a la aristocracia y a la burguesía
en el desdén por la plebe de color, aunque su propio mestizaje sea demasiado
evidente.”
Mariátegui
afirmaba así que la burguesía peruana ha heredado la ideología racista
colonial. Sumados a sus intereses de clase, la ideología colonial racista
llevaba a la burguesía nativa a crear un abismo entre “el señor o el burgués
criollo y sus peones de color”, de un lado, y a ser “instrumentos dóciles del
imperialismo yanqui o británico”, de otro lado (3).
Podemos
decir entonces que la burguesía peruana -identificada con los intereses del
gran capital monopolista extranjero, que no ha tenido nunca un verdadero
interés en dar solución a la "cuestión indígena" ni al problema de la tierra,
que no ha tenido interés en desarrollar el agro que emplea hoy en día a un tercio
de la población peruana, que no ha tenido nunca un proyecto de
industrialización del país ni mucho menos un proyecto de progreso para las amplias mayorías-,
no representa la peruanidad y, por el contrario, se opone a ésta.
El
Perú entraba a la modernidad capitalista bajo un estatus neocolonial. Económicamente,
de un lado, la burguesía peruana se subordinaba a los intereses del
imperialismo. De otro lado, la modernidad no trajo al Perú la igualdad formal de
sus ciudadanos. A decir verdad, en el centro esa igualdad es también relativa
–sobre todo ahora que ha aumentado la precariedad laboral y, en especial, el
número de inmigrantes provenientes de los países periféricos, de América
Latina, Asia y África-, pero, con todo, gracias a su posición de ventaja económica generada
por el saqueo imperialista de sus colonias, sus estados nacionales son más compactos.
Siempre hay que poner en cuestión la
ideología de la integración. En el Perú las desigualdades sociales vienen mucho
más fuertemente aparejadas a la “raza” y a la “etnia”. La concentración de la "pobreza material" en la sierra y las comunidades indígenas amazónicas prueba nuestra
afirmación.
Notas:
(1) Mariátegui, José Carlos, op. cit. Documento disponible en internet.
(2) Quijano, Aníbal, Qué tal raza. Artículo disponible en internet.
(3) Ibarra, Eduardo, Nuestro mayor problema histórico. Texto disponible en esta misma revista.
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