Vallejo para no iniciados. XIX Contra la idea de un Vallejo «marxista heterodoxo»
Julio Carmona
EN LA NOTA INTRODUCTORIA al libro, Contra el secreto profesional (CSP)1, Georgette Phillipart,
la esposa, precisa que César Vallejo (CV) lo comenzó a escribir desde su
llegada a París (1923), junto a otros dos trabajos: Poemas en prosa y Hacia el
reino de los Sciris. Y agrega que el título, CSP, se lo puso en el año 1928, al regresar de su primer viaje a la
Unión Soviética. Enseguida, Georgette indica que su desarrollo se extiende
hasta los años 1928/29. Y concluye señalando que «Aunque no se puede establecer
fechas exactas, es posible señalar que Poemas
en prosa y Contra el secreto
profesional (son) obras iniciadas más o menos al mismo tiempo», y
continuadas igual entre los años aludidos: 1923 y 1929. Esta precisión de
fechas explica las contradicciones o desencuentros que se pueden detectar en
dichos trabajos —de lo que dejaré constancia—, y que algunos estudiosos de CV
han manejado al desgaire.
Pese
a esas precisiones cronológicas de la viuda, hay autores que contradicen estas
fechas, tal vez por no haber leído bien el dato proporcionado por Georgette2.
Uno de esos casos es el de Miguel Gutiérrez quien ubica la fecha de CSP entre los años 1928 y 1929 (Vallejo narrador, p. 42). Y la precisión
de la fecha que hace Georgette permite establecer que, en CSP, CV todavía no ha asumido el marxismo como su forma ideológica
o su concepción del mundo. Y no como dice Miguel Gutiérrez que «CSP es un libro
de afirmaciones y en cierta forma es una
celebración del encuentro con el marxismo», y que aun afirme, a punto
seguido, que en él se destaca «sobre todo la asunción del método dialéctico»,
obviando precisar que ese método corresponde a una dialéctica general, y no
como él dice que la asume «para comprender y transformar el mundo, según la
conocida tesis de Marx» (op. cit., 43). Esa tesis de Marx recién CV la
utilizará en El arte y la revolución.
En CSP no aparece para nada. En este
primer libro, inclusive, el nombre de Marx solo aparece en dos oportunidades, y
el de Lenin una sola vez (y en un texto de ficción, «Vocación de la muerte»). Y
de esos textos se desprende con toda claridad la incertidumbre o vacilación que
tiene CV de cambiar su concepción ideológica idealista (que lleva desde Perú)
hacia una concepción materialista. Y, en efecto, se nota que ha hecho un
acercamiento a las ideas marxistas (mas no con profundidad, como lo hará a partir
de 1929), transitando también por las de Hegel y de Feuerbach. Esto se
corrobora viendo los dos únicos textos aludidos en que menciona a Marx.
Primero, el titulado «De Feuerbach a Marx»:
«Cuando
un órgano ejerce su función con plenitud, no hay malicia posible en el cuerpo.
En el momento en que el tennista (sic) lanza magistralmente su bola, le posee
una inocencia totalmente animal. Lo mismo ocurre con el cerebro. En el momento
en que el filósofo sorprende una nueva verdad, es una bestia completa. Anatole
France decía que el sentimiento religioso es la función de un órgano especial
del cuerpo humano, hasta ahora desconocido. Podría también afirmarse que, en el
momento preciso en que este órgano de la fe funciona con plenitud, el creyente
es también un ser desprovisto a tal punto de malicia que se diría un perfecto
animal» (p. 13).
Vale decir que la malicia es un
resultado de la sociedad. Que el hombre se volvió malicioso cuando se humanizó,
cuando se volvió un ser social. Lo que antes era instintivo (como lo sigue
siendo en los demás animales) se desarrollaba de una manera plena, sin
restricciones, sin interdicciones, sin prohibiciones. Y esa inocencia se vuelve
a experimentar en ciertas actividades extremas, en las que el mismo hombre que
las realiza se sorprende de su propia habilidad. Es el caso del tenista al
hacer un lance magistral o del filósofo al descubrir una nueva verdad o del
creyente religioso que ‘siente a dios tan en sí’3, se podría decir
que, en esos momentos supremos, son ‘unos perfectos animales’, es decir, que se
encuentran en la misma situación del primer hombre (en estado animal) que
descubrió el fuego o la agricultura o la palabra o la idea de dios. Y se puede
decir que algo similar está ocurriendo en CV al leer a estos autores (Feuerbach
y Marx), es decir, una especie de iluminación, como debió ocurrirle al primer
hombre que se descubrió como tal, un ser pensante, que asume su materialidad al
verse reflejado en la realidad material, que está descubriendo en los textos de
esos pensadores. Sin embargo, no puede dejar de verse que todavía se apoya en
el pensamiento idealista de Anatole France, rescatando esa cualidad mística de
la que todavía no se quiere desprender.4 Y su pesquisa conduce al
retorno del poeta a la plenitud de su función, como si al escribir su poema
fuera el primero que lo hace, sintiendo el mismo pasmo que aquel pariente
lejanísimo que dijo el primer verso. Y es algo que CV, al parecer, sentía al
concluir cada uno de sus trabajos escritos: «Fui a Rusia antes que nadie»
(epígrafe de El arte y la revolución).
No creo que esta expresión tenga que ver con una actitud de competencia (que es
rechazada por CV en otros textos de CSP),
sino más bien ese sentido explicado antes: de sentirse como el primer hombre
que se maravilla frente al descubrimiento del mundo. Y es lo que también dice
sentir en el texto titulado «La cabeza y los pies de la dialéctica»5.
El texto es el siguiente:
«Ante las
piedras de riesgo darwineano (sic)6, de que están construidos los
palacios de las Tullerías, de Potsdam, de Peterhof, el Quirinal, la Casa Blanca
y el Buckingham, sufro la pena de un megaterio, que meditase parado, las patas
traseras sobre la cabeza de Hegel y las delanteras sobre la cabeza de Marx» (p.
19).7
Se sabe que el principal planteamiento
de la teoría evolucionista de Darwin es que el hombre ha evolucionado a partir
de una especie del género primates, y —dice CV— que esos monumentos palaciegos,
prodigios de la arquitectura, que están tan alejados del hombre común, producen
el riesgo de dudar que hayan sido
hechos por los descendientes de aquellos lejanos parientes que Darwin propuso.
El mismo CV —igual— ‘ante esas piedras magníficas’ se siente como un animal
prehistórico, meditando, indeciso, entre el idealismo de Hegel [sobre cuya
cabeza están los pies traseros del megaterio, es decir: que Hegel tenía a la
dialéctica con la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba] y el materialismo
de Marx [que ya está con la cabeza en su lugar: arriba]. Y ese es el signo
característico de CSP, de ser el
tránsito ideológico del idealismo al materialismo, su indecisión de abandonar a
Hegel para pasar a Marx.
Es
obvio que en este libro su pensamiento todavía está impregnado de una
concepción ideológica idealista. Y esta situación se hace evidente en el último
texto de CSP. Si bien en él se nota
que ya ha tomado conocimiento de algunas ideas de Hegel y de Marx, también se
aprecia que adopta la licencia de mantener «unidos» a esos dos grandes
pensadores en torno a la dialéctica; la que CV dice haber asumido, y hasta
considera que ya la había utilizado en Trilce,
es decir, desde que estaba en Perú. Pero, obviamente, está hablando de una dialéctica general, indiferenciada.
Obviar esto, lleva, precisamente, a tergiversar el pensamiento de CV, afirmando
que ya en este libro era marxista, pero heterodoxo. Y, así —en el artículo
mencionado—, dice que en un diálogo con Georgette:
«Pasamos
a la dialéctica en general. Aludo a Trilce y a su eje dialéctico de
orden matemático —1 - 2 - 0— “Escalas”: o instrumento y conocimiento: el rigor
dialéctico del mundo objetivo y subjetivo. Su grandeza y su miseria o
impotencia» [cursiva mía. Y de inmediato dice que —en el diálogo—] «Me refiero
a Hegel y Marx, que no hicieron sino descubrir la ley dialéctica. Paso a mí
mismo cuya posición rebasa la simple observancia de esta ley y llega a
cabrearse contra ella y llega a tomar una actitud crítica y revolucionaria
delante de este determinismo dialéctico» (p. 99).
Es obvio que hay traspiés en las ideas
que se expresan en la cita. En principio, porque no fueron Hegel y Marx quienes
«descubrieron» la dialéctica. Es mejor decir que fue Hegel quien la retomó de la filosofía griega. Pero lo
hizo sin cambiarle su esencia idealista. Y en el caso de Marx, lo que hizo fue
enderezar esa dialéctica hegeliana que estaba boca abajo, poniéndola con los
pies en la tierra. O sea que tampoco Marx «descubrió» la dialéctica. Y, en ese
sentido, se tendría que decir que si se habla de un determinismo dialéctico (que es a su vez un contrasentido8),
esto tal vez pueda hacerse en relación con la dialéctica hegeliana —incluso en
ella, no en su totalidad—. Pero no con la dialéctica marxista, pues esta
realizó una revolución dentro de esa «dialéctica general», sin que se pasase
del materialismo al idealismo, como escribió CV, sino a la inversa.
Y lo interesante de confrontar estas
ideas primigenias del CV pre-marxista (conservadas en CSP), con las del ya marxista convicto
y confeso —para usar la frase emblemática de J.C. Mariátegui— de El arte y la revolución, lo interesante
de esto es —decía— que se recusa con las mismas palabras de CV las
especulaciones que tratan de anular a las ideas del segundo, por dar
permanencia absoluta a las ideas del primero. Hago una comparación de ambas
posiciones para detectar —por un lado— el cambio que se dio en su manera de ver
la relación Hegel/Marx. En EAR dice:
«El punto
de partida de esta doctrina transformadora o revolucionaria del pensamiento,
arranca de la diferencia fundamental entre la dialéctica idealista de Hegel y
la dialéctica materialista de Marx».
[obsérvese arriba la cita sobre el
mismo tema, en que unifica la dialéctica de ambos. Y a continuación CV cita a
Marx]:
“Bajo su
forma mística —dice Marx— la dialéctica se hizo una moda alemana, porque ella
parecía aureolar el estado de cosas existente”. Y, en seguida, CV acota: «Bajo
su forma racional, la dialéctica, a los ojos de la burguesía y de sus
profesores, no es más que escándalo y horror, porque, al lado de la comprensión
positiva de lo que existe, ella engloba, a la vez, la comprensión de la
negación y de la ruina necesaria del estado de cosas existente. La
dialéctica concibe cada forma en el flujo del movimiento, es decir, en su
aspecto transitorio. Ella no se inclina ante nada y es, por esencia, crítica y
revolucionaria» (p. 13. Cursiva de CV).
Téngase en cuenta la última frase que
dice de la dialéctica materialista: que es «crítica y revolucionaria», para
recordar que en CSP se la atribuía a
él mismo, cuando señala que, frente a la dialéctica de Hegel y Marx, su
«posición rebasa la simple observancia de esta ley [se refiere a la ley de la
dialéctica descubierta, según él, por Hegel y Marx] y llega a cabrearse contra
ella y llega a tomar una actitud crítica
y revolucionaria delante de este determinismo dialéctico» (p. 99). Es decir
que, en CSP, lo crítico y
revolucionario estaba en él, y no en la ley de la dialéctica; mientras que en EAR los dos calificativos ya no se los
atribuye ni a él ni a una dialéctica general, sino a la dialéctica
materialista. Porque, como afirma Karl Korsch, refiriéndose al método
dialéctico de Marx (y es algo que percibió CV) dice: «se revela como superior a
todos los demás métodos de la investigación histórica y social en sumo grado,
porque “en la comprensión positiva de lo existente comprende también, al mismo
tiempo, la comprensión de su negación, de su necesaria desaparición, porque
concibe a toda forma que es en el fluir de su movimiento, es decir, según su
aspecto transitorio, porque no deja que nada lo impresione, y porque por
esencia es crítico y revolucionario”.»9
A
continuación, precisaré cómo esa desubicación
del «primer CV» lo lleva a poner a Pascal como máximo exponente de la
dialéctica. Después de la cita precedente de CSP, dice:
«Luego
pienso en Pascal, cuyo pensamiento figura, sin duda, entre los que animó una
velocidad dialéctica más grande [¿más grande que la de Hegel y Marx?], pasando
del materialismo o cientificismo (su física), a la filosofía, luego a la
metafísica, luego a la religión, luego al cristianismo y, por último, al
catolicismo» (Ibíd.)
Lo hecho por Pascal y por cualquiera
que lo siguiera (en este caso el mismo «primer CV») no equivale a ‘rebasar,
cabrearse o revolucionar’ a la dialéctica, sino más bien a involucionar
respecto de ella.10 Y, por último, al final del mismo artículo con
que termina CSP, el pensamiento de CV
todavía está —para usar una frase de J.C. Mariátegui— «inficionado de
decadentismo finisecular» y sujeción teísta. Ahí escribe: «Al salir del
cementerio, vemos un crucifijo sobre una tumba y hablamos de la “esperanza”
cristiana, en el más allá: creación formidable de Jesús, que nace de lo más
hondo del dolor humano —Después de la guerra, debería haberse producido un
renacimiento enorme de la concepción cristiana del destino del hombre. Etc.»
(pp. 100-101). No se olvide que este es un libro escrito entre 1924 (cuando
recién ha llegado a París) y 1928 (mes de octubre, es decir, hasta antes de su
viaje a la Unión Soviética y de su adopción definitiva de la concepción
marxista del mundo).
Otro
investigador que contradice los datos proporcionados por Georgette, es Ricardo
González Vigil, quien escribe lo siguiente:
«Si bien
parece verosímil la información de Georgette de Vallejo, según la cual Contra
el secreto profesional reúne textos compuestos entre 1923-1924 (inicio de
la vida de Vallejo en París) y 1928-1929 (etapa de su conversión al marxismo);
cabe sostener que lo más probable es que el lapso principal de elaboración
(trazando los hilos conductores del conjunto, la secuencia de los textos)
acaeciera en 1927-1929. Por las siguientes razones: 1) El 7 de mayo de 1927
Vallejo publicó en la revista limeña Variedades un artículo que
ostentaba el título “Contra el secreto profesional”, en donde arremetía contra
el libro El secreto profesional (Le secret professionnel) del
vanguardista francés Jean Cocteau…»
En realidad, es una razón —como diría
don Miguel de Cervantes— de la sinrazón, el libro de Cocteau no es mencionado
en ningún momento en el libro de CV ni siquiera el nombre de su autor. Y lo que
se sabe es que el libro de Cocteau fue publicado en el año 1922, y hasta 1927,
en que CV escribe el artículo en contra de «ese secreto» ha habido suficiente
tiempo para que él conociera de su existencia. Y el artículo de 1927 obedece a
otros móviles, que el mismo RGV sugiere: «oponerse a la óptica “purista”, “esteticista”,
“des-humanizada”, dirigida sólo a los que son “entendidos”, fieles al secreto
de la profesión, esa versión mundana de los especialistas que realizan una
especie de sacralización de su oficio, sin importarles su apartamiento del
resto de hechos sociales y del dinamismo total de la historia».
Pero
contra esos móviles CV pudo escribir con absoluta independencia de la
existencia o no del libro de Cocteau. La segunda razón (y no hay más) que
esgrime RGV es la siguiente: «2) En una página fechada el 20 de setiembre de
1929, Vallejo enumera obras que tiene en elaboración o en proyecto, incluyendo
entre las primeras a Contra el secreto
profesional, con la reveladora denominación de “libro de pensamientos”
(expresión que, también, usará después para El
arte y la revolución)».11 Pero esta es otra razón sin razón, que
no clausura la validez del dato de Georgette, pues ella dice, en su nota
introductoria citada arriba, que CV «titula así [a su libro Contra el secreto profesional] luego de
su primer viaje a la Unión Soviética (Oct. 1928)». Según este dato de Georgette
queda descartada la especulación de RGV, pues el título no lo puso CV en 1927
(año que escribió el artículo sobre Cocteau) sino en 1928, o sea
independientemente del libro de Cocteau, y del artículo sobre él. Lo ha
titulado así cuando ya ha visto —en acto— que la construcción de la sociedad
nueva, socialista, ideada por Marx, es posible, y, por tanto, adquiere el
compromiso consigo mismo de adherir al marxismo.
Entonces,
la precisión de la fecha no es gratuita.12 Ella hace ver la
evolución del pensamiento de CV, de una concepción de la dialéctica general o
idealista, hacia la dialéctica materialista, marxista, y este es un hecho que
cristalizará en su otro «libro de pensamientos» El arte y la revolución. El no hacer esta distinción ha llevado
tanto a Miguel Gutiérrez como a Ricardo González Vigil (entre otros
investigadores de la obra y el pensamiento de CV) a considerar el supuesto
marxismo de CSP, óptica desde la cual
no hay sino un paso para decir —como ya adelantáramos— que CV era un marxista
heterodoxo. Y, al parecer, ese es el propósito de Manuel Miguel de Priego,
porque escribe lo siguiente:
«En punto
a reflexiones contenidas en Contra el secreto profesional (…) ellas
pueden abarcar y, de hecho abarcan, (sic13) los temas filosóficos,
estéticos, artístico-literarios, sociales, políticos, económicos, científicos,
y, a pesar de su variedad, no podríamos imputarles carácter miscelánico (sic14),
porque se percibe en ellos cierta unidad de fondo, sin duda, determinada, en lo
fundamental, por la coherente concepción doctrinaria del autor: el marxismo;
además, un marxismo abierto, no invadido aún por la
normatividad y el verticalismo del Estado único, la ideología única y el
partido único, por lo menos no aún mediante su irrupción hipnótica sobre la
conciencia de escritores y artistas» (CV, B-2002-a: XCII-XCIII).
En principio, como queda demostrado:
si se respeta el orden cronológico, que se corresponde con el ideológico, en CSP, CV todavía no ha asumido el
marxismo como concepción ideológica doctrinaria. Por tanto, no se puede decir
que hay una unidad de fondo en esos escritos determinada por esa supuesta
‘concepción doctrinaria del autor’. Y lo más preocupante es que esta especulación
conduce al comentarista a incurrir en una contradicción, pues al decir que en
‘el autor hay una coherente concepción doctrinaria’ eso colisiona con decir que
se trata de «un marxismo abierto» que no ha sido «invadido aún [todavía] por la normatividad y el verticalismo del Estado
único…»; es decir, se entiende, que ese «coherente marxismo» de CV después
sería invadido por el otro: marxismo
vertical. Y de todo esto resulta que hay más de un marxismo, y, más aun,
que el coherente y correcto es el «abierto». Y no es así: hay un solo marxismo,
el que no ‘chalanea con los principios’ de Marx, Engels, Lenin. Y este es el
único marxismo al que postuló CV. El «marxismo abierto» al que alude MMdeP es
el heterodoxo: el que chalanea con los principios.
______________
(1) César Vallejo (1973). Contra el secreto profesional. Lima:
Mosca Azul Editores.
(2) Para mí, es la testigo más
confiable, por la demostrada fidelidad a su memoria, a su pensamiento y a su
acción, que explicitó siempre.
(3) «Siento a Dios que camina / tan en
mí» (poema «Dios» de Los heraldos negros).
(4) Asimismo, esa idea de enraizar en
la realidad material puede ser usada para explicar el poema «Intensidad y
altura», en el que CV postula acabar con la controversia de qué es lo primero,
lo más importante o lo fundamental en la poesía: ¿el fondo o la forma?
(5) Tal vez sea sugerente, pero no
suficiente la explicación que de este texto da Miguel Gutiérrez. Dice: «… la
aseveración marxista según la cual Marx puso sobre los pies la dialéctica
hegeliana, acaso sea el origen del sugestivo cuadro siguiente, que Vallejo
tituló: La cabeza y los pies de la
dialéctica» (sic: la cursiva es de MG, op.cit., p. 42).
(6) Este término ha sido admitido en
el DRAE, así: darwiniano.
(7) En el último texto de uno de los
apéndices de CSP («del carnet de
1936/37» que es agregado por Georgette para la primera edición), CV vuelve a
referirse a Hegel y a Marx. Pero lo hace de una manera cuestionable, como
veremos más adelante, para luego plantear una hipótesis sobre ese desajuste,
pues es un texto escrito en 1937, a un año antes de su muerte. Además, es
importante determinar por qué no lo incluyó en El arte y la revolución, que será revisado por última vez en 1934.
(8) Hablar de un «determinismo
dialéctico» es quitarle al segundo término su razón esencial de cambio, en
tanto el primero solo admite las relaciones causales externas, y no las
contradicciones internas.
(9) Marx, Cit. por Karl Korsch, en: El método dialéctico en El Capital, p.
197 (separata en PDF). De esta cita se puede deducir que CV pudo haber leído
ese texto de Marx. (Cursiva mía).
(10) Aunque, como ya he dicho en otra
oportunidad, no hay que tomar muy en serio todo lo que dice CV, pues su fino
humor, como un estilete, puede estar horadando la propia seriedad del lector.
Por ejemplo, en 1925, refiriéndose a los adelantos técnicos de la modernidad
parisina, sobre Pascal escribía lo siguiente: «… a pesar de las protestas, todo
hace creer que el nombre de Citrôen resplandecerá en el asta de la magnífica
torre, para consuelo metafísico de Pascal, pálido aficionado a las alturas, y
para venta de automóviles en serie» (Desde
Europa, p. 47).
(11) Ricardo González Vigil, «Prólogo»
a Contra el secreto profesional,
tomado de: César Vallejo. Obras completas,
Tomo 8, Lima, Editora Perú S.A., julio de 1992. Yo he manejado una versión en
PDF.
(12) Asimismo, llama la atención que
Manuel Miguel de Priego encargado de preparar la edición de los libros de
pensamientos de CV, para la edición que de ellos hace la Universidad Católica
de Lima (Ensayos y reportajes completos,
B-2002-a), invierta el orden de presentación de ambos libros: primero EAR, y después CSP.
(13) La coma debió ir después de la
frase «de hecho», quedando así «… y, de hecho, abarcan los temas…».
(14)
La expresión propia o apropiada es «misceláneo».
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