Lineamientos programáticos
La Unidad del
Pueblo Peruano
en la Lucha Contra
el Enemigo Común
Eduardo Ibarra
I
La unidad a la que nos referimos aquí es la unidad del
pueblo peruano para la lucha por su emancipación de toda opresión política y de
toda explotación económica.
Esta unidad, por tanto, no es para
maquillar el régimen capitalista, sino para liquidarlo. Para que así sea, se
requiere que el frente unido levante un programa revolucionario a partir de
cuya propagandización, debate y asimilación por las clases trabajadoras se
eleve su conciencia política hasta hacer que la agenda del debate nacional no
gire en torno a la contradicción entre reacción y reformismo, como ocurre ahora,
sino la contradicción entre reacción y revolución.
II
De nuestra experiencia histórica con respecto a la
unidad del pueblo contra el enemigo principal pueden señalarse algunos hechos
que bien podemos asumirlos como ejemplos negativos a efecto de no repetirlos.
Los
conquistadores españoles pudieron vencer al Tawansinsuyu por varias causas que
actuaron en conjunto, pero la principal de ellas fue la debilidad del Estado
tawantinsuyano en la medida en que sus casi cien años de existencia no habían
podido consolidar la unidad política del conglomerado indígena.
Así,
cuando el proceso de conquista, los pueblos indígenas no supieron unirse ante
el enemigo común, contra el enemigo principal: hubo etnias que se aliaron a los
invasores y lucharon a su lado contra el poder de la etnia quechua; así procedieron
huancas, cañares, chancas, chachas, caracaras y decenas y decenas de otras
etnias. Incluso los propios quechuas se hallaban divididos por la lucha
dinástica entre Huáscar y Atahualpa, que continuó sin pausa después de la
invasión española.
Luego
de las muertes de Huáscar y Atahualpa, los generales Rumi Ñahui y Chalco Chumi continuaron
la lucha entre sí, y muy tarde se dieron cuenta que hubieran tenido que unirse
contra el enemigo común.
Es
decir, hablando en general, las diversas etnias que formaban la población
tawantinsuyana, no tuvieron noción del enemigo común.
Casi
cuatrocientos años después, durante la guerra con Chile, en varias regiones del
país (y al parecer señaladamente en la sierra central) terratenientes y grandes
comerciantes colaboraron con el invasor, con lo cual demostraron no tener conciencia
nacional.
III
Pues bien, estas experiencias históricas deben servir
ahora para reconocer al enemigo principal del pueblo peruano.
Liquidada la estructura semifeudal
de nuestra economía agraria en la segunda mitad de los años ochenta, el
imperialismo se presenta como el enemigo principal del pueblo peruano. Este enemigo
tiene, como es obvio, un aliado interno: la gran burguesía intermediaria.
Por tanto, contra esta burguesía y
el imperialismo tienen que enfocar su lucha las clases trabajadoras: el
proletariado, el campesinado y la pequeña burguesía urbana.
Pero la lucha común contra el
enemigo común es la lucha por la liberación nacional, y, por tanto, en el marco
del proceso general de nuestra revolución, es el principio táctico del frente
unido.
Por eso, si la lucha común contra el
enemigo común no está orgánicamente relacionada con la revolución socialista,
entonces se quedaría atascada en una revolución democrático-nacional de viejo
cuño.
Por eso, para que la primera etapa
de la revolución sea realmente de nueva democracia, tiene que estar dirigida
por el proletariado que llevará la revolución a su etapa socialista-proletaria.
Por tanto, desde el punto de vista
de su proceso general, es correcto precisar que la revolución peruana es una
revolución socialista con dos etapas.
La dirección del proletariado en
todo el proceso general de la revolución, es el principio estratégico del
frente unido.
IV
Obviamente, el frente unido surge de la lucha de clases
y se desarrolla en medio de la lucha de clases. Y, la lucha de clases tiene
diversas formas (lucha económica, lucha teórica, lucha política), y se
desenvuelve en dos ámbitos interrelacionados: lucha directa de las masas y
lucha electoral (general, municipal, regional).
Por tanto, el frente tiene que actuar
todas esas formas en el ámbito de los dos caminos de la lucha de clases.
En particular, tiene que actuar la
lucha electoral a efecto de acumular fuerzas (la lucha electoral permite
acumular fuerzas como ninguna otra lucha), pero, al mismo tiempo, tiene que
organizar a las masas populares de tal forma que en el momento decisivo sean
capaces de tomar el poder y ejercerlo revolucionariamente.
Por tanto, el frente tiene que
participar en la lucha electoral y en la lucha directa de las masas y saber
combinarlas en cada momento de la confrontación de clases.
Es en el curso de estas interconectadas
luchas que el pueblo peruano tiene que construir su unidad programática, su
unidad revolucionaria.
Escamotear la construcción de esta
unidad es jugar para el enemigo de clase, y, como en el Tawantinsuyu y la
guerra con Chile, significaría no advertir que hay que concentrar todas las
fuerzas sociales y políticas contra el enemigo principal, contra el enemigo
común.
23.07.2019.
El Punto de
Partida de la Revolución Peruana*
(Fragmento)
Eduardo
Ibarra
La dilución del socialismo marxista en el variopinto socialismo
en general tiene consecuencias negativas en la comprensión del proceso
histórico de la revolución peruana, así como en la significación de la fundación
del Partido Socialista del Perú el 7 de octubre de 1928.
En versión de Miguel Aragón, tales
consecuencias se presentan en los términos siguientes:
La Revolución Socialista en el Perú comenzó entre los años 1918 y 1919,
al confluir dos hechos muy importantes y decisivos. Con el golpe de estado
del 04 de julio de 1919 la burguesía peruana llegó al gobierno,
desplazando a la vieja clase terrateniente feudal; y por otro lado, en el
trascurso del año 1918 se constituyó el Comité de Propaganda y
Concentración Socialista, y se publicó Nuestra Época, la primera
revista socialista de nuestra historia, dando así, en la acción y en la
propaganda, nacimiento al movimiento socialista peruano. De manera
concreta, precisa y definida, se inició la Revolución Socialista en el
Perú, poniendo desde un comienzo, frente a frente, al proletariado y a la
burguesía, clases que luchan desde hace 90 años, por la dirección de la
sociedad peruana. (Carta del 10.11.2010 a David Aguinaga, publicada en la red;
negritas en el original).
Como es de
conocimiento común, hasta 1923 las luchas de la clase obrera
y, en general, del movimiento popular (lucha por la tierra, por la organización
sindical, por la jornada por las ocho horas, por el aumento de salarios, por el
abaratamiento de la subsistencias, por la reforma universitaria, etcétera),
fueron todas luchas democráticas dirigidas por diversas tendencias políticas
pre-marxistas y, por esto, fueron parte de la vieja democracia.
En el período 1918-1920, Mariátegui
participó en las luchas populares como socialista a lo Araquistain: entonces,
como es claro, no existía en nuestro medio el socialismo marxista.
Pero, como hemos visto, Aragón
señala dos hechos que, a su parecer, marcan el inicio de la revolución
socialista en el Perú: 1) el ascenso de la burguesía al gobierno en 1919; y, 2)
la fundación del Comité de Propaganda y Organización Socialistas(1) y la publicación de la revista Nuestra Epoca.
En cuanto al primer hecho,
Mariátegui señaló:
… el régimen leguiísta, aunque tímido en la práctica ante los intereses
de los latifundistas y gamonales, que en gran parte le prestan su apoyo, no
tiene ningún inconveniente en recurrir a la demagogia, en reclamar contra la
feudalidad y sus privilegios, en tronar contra las antiguas oligarquías, en
promover una distribución del suelo que hará de cada peón agrícola un pequeño
propietario. De esta demagogia saca el leguiísmo, precisamente, sus mayores
fuerzas. El leguiísmo no se atreve a tocar la gran propiedad. Pero el
movimiento natural del desarrollo capitalista –obras de irrigación, explotación
de nuevas minas, etc.– va contra los intereses y privilegios de la feudalidad.
(Ideología y política, p. 93).
De esta forma el maestro
precisó que la burguesía había asumido el gobierno, pero que de hecho compartía
el poder con la clase terrateniente feudal, y esta situación daba cuenta del
gamonalismo («el factor central» del
gamonalismo, según observó Mariátegui, «es la hegemonía de la gran propiedad semifeudal en la política y el
mecanismo del Estado»), que, como es
de conocimiento general, existió hasta los años ochenta. Por lo tanto, la
burguesía tomó el poder con el segundo gobierno de Leguía, pero lo que hizo fue
impulsar el capitalismo semicolonial sobre una base semifeudal, o, para decirlo
de otro modo, la hegemonía de la gran
propiedad semifeudal en la política y el mecanismo del Estado se daba
precisamente a través de la propia burguesía enlazada a los intereses de la
clase terrateniente feudal.
En cuanto
al segundo hecho, Mariátegui escribió críticamente:
El grupo [el Comité de Propaganda] tiende a asimilarse a todos los
elementos capaces de reclamarse del socialismo, sin exceptuar aquellos que
provienen del radicalismo Gonzáles-pradista y se conservan fuera de los
partidos políticos. (…) El período no es propio para la organización
socialista; algunos elementos del comité redactan un periódico: “Germinal”, que
adhiere al movimiento leguiísta… (ibídem,
p. 99).
… la revista “Nuestra Epoca”, influida por la “España” de Araquistain… (ibídem, p. 17).
El programa
político de NUESTRA EPOCA es bien sencillo. Dos palabras podrían definirlo:
decir la verdad. (Nuestra
Epoca, Nº 1, p. 1).
De esta forma dio cuenta de
que el Comité era una organización-amalgama del socialismo reformista, y, por
lo tanto, nada idónea para llevar adelante la lucha revolucionaria del
proletariado; y, por otro lado, de que el contenido de los dos números de Nuestra Epoca da cuenta de su socialismo
influido por la revista España
dirigida por Araquistain, así como de su programa limitado a decir la verdad.
Así,
pues, en un momento en el que, como hemos dicho, no existía aún el marxismo en
nuestro medio, el socialismo reformista no ponía ni podía poner prácticamente
en cuestión el poder de la burguesía.
En suma, en
el período 1918-1919, que menciona Aragón, la impotencia de tal socialismo ante
el poder de la burguesía era una realidad más que notoria.
Por eso,
esclareciendo el curso de las luchas del pueblo peruano, algunos años después
Mariátegui remarcó el momento de la ruptura con dicho impotente socialismo,
momento histórica y políticamente decisivo, y, como veremos enseguida, lo hizo en
términos que no dejan lugar a dudas:
… en los días en que se cajeaba el Nº 4 de “Claridad”, Mariátegui asume
su dirección. El Nº 5 señala el principio de un franco orientamiento
doctrinario en el que “Claridad” abandona el tono estudiantil.(2)
Sería necesario ser bastante
escaso de entendimiento para no darse cuenta de dos cosas; 1) que con la frase «un franco orientamiento»,
Mariátegui se refirió a su marxismo-leninismo; y, 2) que con el término «el principio», se refirió al
momento en que el movimiento proletario y popular en general comenzaron a
adquirir un carácter diferente al carácter reformista que subsistía en vastos
sectores.
La citada
afirmación mariateguiana sobre la nueva orientación
doctrinaria, fue escrita en 1923, o sea, cuatro años después del ascenso de
la burguesía al poder; por lo tanto, es recién en el indicado año que la burguesía
y el proletariado comenzaron a enfrentarse consistentemente en un nuevo terreno:
en el terreno ideológico-teórico. Pero, si entonces la burguesía tenía el poder,
en cambio el proletariado no contaba todavía con el instrumento orgánico
necesario para llevar adelante su lucha revolucionaria: el partido de clase.
Este
partido, como se sabe, comenzó a existir solo cinco años después.
Precisamente
con esta materialización orgánica del marxismo-leninismo, el proletariado comenzó
a enfrentarse a la burguesía en el terreno de la lucha práctica por el poder.
Por eso, el
maestro sostuvo:
El proceso leguiísta es la expresión política de nuestro proceso de
crecimiento capitalista, y si algo se le opone radicalmente, si algo es su antítesis
y su negación, es justamente nuestro socialismo, nuestro marxismo, que pugnan por afirmar una política basada en los
intereses y en los principios de las masas obreras y campesinas, del
proletariado, no de la inestable pequeña burguesía. (Correspondencia, p. 611; cursivas nuestras).
A buen entendedor, pocas
palabras: el antagonismo político entre la burguesía y el proletariado solo se
expresó, de manera concreta, precisa y
definida, cuando en la escena nacional aparecieron el pensamiento y la
acción marxista-leninistas. El socialismo reformista, precisamente por reformista,
no se oponía radicalmente a la
burguesía, no era su antítesis ni su negación, es decir, su relación política
con la burguesía no expresaba una contradicción antagónica sino una
contradicción no antagónica.(3)
Para
Mariátegui, pues, solo el movimiento del socialismo marxista representa los intereses (los intereses históricos) y
los principios (los principios
marxistas) de las masas obreras y campesinas, pues, así como otras tendencias
políticas de la época, el socialismo reformista representaba a la inestable pequeña burguesía.
Esclarecidas,
pues, las teorías y los hechos, la conclusión es ineludible: EL PUNTO DE
PARTIDA DE NUESTRA REVOLUCION SOCIALISTA ES el 7 de OCTUBRE DE 1928, cuando fue
fundado el Partido Socialista del Perú y aprobado, en primera instancia, su
programa, donde, como se sabe, aparecen estas categóricas afirmaciones:
Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus
objetivos y en su doctrina revolución proletaria. El partido del proletariado,
capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su
propio programa, realiza en esta etapa las tareas de la organización y defensa
del orden socialista.
El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la
fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha
por la realización de sus ideales de clase. (Ideología y política, p. 162).
Sin embargo, con su
afirmación de que «La Revolución
Socialista en el Perú comenzó entre los años 1918 y 1919», Aragón adorna el socialismo reformista del Comité de Propaganda y de
la revista Nuestra Epoca, silencia la
significación de la labor teórica y la actividad organizativa
marxista-leninistas de Mariátegui, y, de esta forma, acaba escamoteando la
significación, histórica y política al mismo tiempo, de la fundación del
Partido Socialista del Perú.(4)
Es decir,
diluye nuestra revolución socialista en el movimiento socialista en general, o
sea, despoja al socialismo marxista del mérito de haber dado inicio a la
revolución socialista, y se lo otorga al socialismo reformista. ¡Ni más ni
menos!
Notas
[1] Repitiendo irreflexivamente una frase de Mariátegui, a dicho
Comité Aragón le llama Comité de
Propaganda y Concentración Socialista, tal como consta en lo que hemos citado
de su pluma.
[2] Ideología y política, p. 101. El marxista que no tenga en cuenta la
citada afirmación mariateguiana en todo su alcance, se cierra a sí mismo la
posibilidad de entender la transformación que significó el orientamiento
marxista-leninista que Mariátegui le imprimió a la lucha de clase del
proletariado, y, por lo tanto, no puede comprender tampoco la significación histórica
y política de la fundación del PSP.
[3] El antagonismo entre la
burguesía y el proletariado existe desde el principio mismo de la aparición de
ambas clases, pero primero se manifiesta económicamente y solo después
políticamente (véase el Manifiesto
Comunista). El desarrollo del antagonismo político entre las dos clases
mencionadas alcanza su mayor grado cuando el proletariado logra constituir su
partido, es decir, cuando alcanza la condición de clase para sí, o sea, cuando
cuenta ya con el instrumento material que le permite desenvolver la lucha por
el poder.
[4] Para Aragón, pues,
contrariamente al juicio de Mariátegui, el socialismo reformista se oponía radicalmente al poder de la burguesía, era
su antítesis y su negación. En otras palabras: para nuestro liquidador el
socialismo marxista-leninista de Mariátegui no fue necesario, fue
intrascendente, estuvo demás, pues ya sin él había empezado nuestra revolución
socialista de manera «concreta,
precisa y definida». A esta enormidad lleva el oportunismo
liquidacionista.
28.06.2011.
*El
presente texto hace parte del
capítulo VII del libro El Socialismo
Peruano y la Creación Heroica de Mariátegui. Planteamiento de la Cuestión,
de próxima aparición. (Comité de Redacción).
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