Explotación
Burguesa y Lucha del Proletariado
César
Risso
LOS MECANISMOS QUE LA BURGUESÍA IMPLEMENTA, ya sea como actividad
privada o como norma jurídica, persiguen siempre el mismo objetivo general:
mantener a los obreros sojuzgados, para remunerarlos lo más bajo posible, y así
reducir los costos de producción y permitir a la burguesía seguir extrayendo
plusvalía.
Claro que la
burguesía se hace propaganda como liberal, y esto se refleja en la letra,
adhiriendo además a convenios internacionales. Pero la realidad se muestra
esquiva a esta letra y auto propaganda. Esto se puede evidenciar en la
remuneración mínima vital real, en la tasa de incumplimiento de la remuneración
mínima vital, y en el exceso de horas trabajadas. Estas son algunas de las
pruebas de los logros de la burguesía en cuanto a la explotación de la fuerza
de trabajo.
Consideremos en
primer lugar la remuneración mínima vital (RMV). Esta ha variado en términos
nominales (soles corrientes) desde S/ 550 en el año 2009 hasta S/ 750 nuevos
soles en el presente. Cuál ha sido la RMV real, es decir, su capacidad de
compra o su capacidad de consumo. Esto permite verificar si mantiene, disminuye
o aumenta su poder de compra. Este ha pasado de S/ 245,20 en el año 2009 hasta
S/ 291,7 en el mes de marzo del presente año[1]. Estos datos muestran que mientras que en términos
nominales la RMV creció en 36,36%, en términos reales el aumento fue de 18,96%.
Esta situación corresponde a las variaciones de la remuneración de la fuerza de
trabajo, que oscila alrededor del valor de la fuerza de trabajo. Pero resulta
que la canasta básica familiar (CBF) es de S/ 1040. Esto nos permite apreciar
como la RMV se mantiene por debajo de la CBF.
Si esta es la
situación respecto al monto de la RMV, veamos ahora la situación con
respecto al cumplimiento de la misma. La tasa de incumplimiento de la RMV va
desde el punto más bajo registrado en Lima con menos de 20% hasta Apurímac, con
un tasa de incumplimiento de cerca de 80%, registrándose en varias regiones una
tasa de incumplimiento de alrededor de 50%[2].
Vemos pues que la
RMV le resulta incómoda en gran parte del país a la burguesía, a tal punto que
se ve obligada a vulnerar su propia legislación. Si la RMV es insuficiente para
reponer la fuerza de trabajo de los obreros, más precaria se torna su situación
con el incumplimiento que ejecuta la burguesía. Esto se debe indudablemente a
la agresión sufrida por la clase obrera en los regímenes que han venido
aplicando la política más cruenta de la burguesía internacional, de
liberalización de la economía, dejando la determinación de los precios al
mercado. Así, entre el Estado burgués y el mercado burgués, se oprime a la
clase obrera bajo estas dos modalidades.
Sabemos que la
burguesía tiene varios mecanismos para aumentar la tasa de explotación
(extracción de plusvalía). Una de estas modalidades se da a través de la
plusvalía absoluta, que consiste en el aumento de la jornada de trabajo, o en
el aumento de la intensidad de trabajo en la misma jornada.
“33.4% de los trabajadores en
Lima Metropolitana (LM) y 31.5% de los trabajadores en el Resto Urbano (RU) se
encontraban trabajando más de 60 horas semanales en el 2002 y sus jornadas
promedio semanales eran de 71.7 y 74.3 horas respectivamente.”[3]
Esta información da cuenta de la
situación del exceso de horas trabajadas en el Perú urbano. De modo que es
fácil deducir cuál es la situación en el Perú rural.
Decimos exceso de
horas trabajadas, tomando como referencia la fuente que considera como exceso
trabajar más de 60 horas a la semana. Pero en realidad el exceso viene por el
lado de la explotación del trabajador cuando en la jornada de trabajo sigue
laborando por encima de las horas en las que crea un valor equivalente al que
le van a remunerar. Por encima de este número de horas, todo lo creado pasa a
manos de la burguesía. De modo que en una jornada legal o en las 48 horas de
trabajo a la semana admitidas por la ley, ya hay exceso; entonces, por encima
de 60 horas la situación es de sobre explotación de la fuerza trabajo.
Encontramos en las
fuentes cotejadas la siguiente afirmación: “Por otro lado, también podría ser
cierto que esta extensión en la jornada se considere un recurso necesario
extremo para mantener la competitividad de empresas que enfrentan una intensa y
creciente competencia local e internacional.”[4]
La conciencia
burguesa se complica cuando registra la información de las condiciones
laborales. En este caso se ha visto obligada a reconocer que la sobre
explotación de la fuerza de trabajo es un recurso necesario, pero añade, para
su tranquilidad, que es un recurso extremo, a pesar que la tercera parte
de los trabajadores del Perú urbano enfrenta la situación de sobre explotación.
El autor trata de
buscar una explicación pero expone una justificación, en el sentido de la
urgencia y la necesidad de sobre explotar a los trabajadores para ser más
competitivos, es decir, tener costos menores y, en consecuencia, seguir en el
negocio para poder obtener más plusvalía.
Si agregamos a lo
dicho, que la burguesía tiene otros mecanismos para extraer trabajo no
remunerado del obrero, como la plusvalía relativa, con la cual al incorporar
nueva maquinaria, el obrero crea el valor que recibe en menos tiempo,
aumentando así el tiempo de la jornada laboral en la cual crea el valor que se
apropia la burguesía, resulta que el movimiento obrero tiene que enfrentar
situaciones cada vez más complicadas. Añádase a esto toda la propaganda
burguesa a nivel mundial y nacional, por convencer a los obreros que están en
el mejor de los mundos; además de la represión velada y abierta al movimiento
obrero.
La alternativa de
lucha del proletariado como clase consiste en enfrentar día a día a la
burguesía, o en su defecto en enfrentar de una vez por todas a la burguesía
como clase y sustituir el sistema económico capitalista, para superar toda
forma de explotación.
Por ello, la clase
obrera debe tomar conciencia de que “En el transcurso de su desarrollo, la
clase obrera sustituirá la antigua sociedad civil por una asociación que excluya
a las clases y su antagonismo, […]
“Mientras tanto,
el antagonismo entre el proletariado y la burguesía es una lucha de clase
contra clase, lucha que, llevada a su más alta expresión implica una revolución
total. Además, ¿puede causar extrañeza que una sociedad basada en la oposición
de las clases llegue, como último desenlace a la contradicción brutal,
a un choque cuerpo a cuerpo?”
“No digáis que el movimiento
social excluye el movimiento político. No hay jamás movimiento político que, al
mismo tiempo, no sea social.” (C. Marx. Miseria de la Filosofía)
Notas
[2] Jaramillo Baanante, Miguel. AJUSTES DEL
MERCADO LABORAL PERUANO ANTE CAMBIOS EN EL SALARIO MÍNIMO: La experiencia de la
década del 2000. GRADE Documento de investigación Nº 63. Octubre 2012.
[3] Yamada, Gustavo. HORAS DE TRABAJO:
determinantes y dinámica en el Perú Urbano. Centro de Investigación de la
Universidad del Pacífico. Febrero 2005.
|
II
Parte:
Resumen
de El Capital de Marx:
Los
Tres Libros
(Quinta
Parte)
Diego
Guerrero
LO QUE HOY EN DÍA SE CONOCE COMO EL CAPITAL se divide en un total de 17
secciones que se distribuyen así entre los tres libros[46] que componen la obra
(el primero, publicado por Marx, en 1867; el II y el III, editados por Engels, tras
la muerte de Marx, en 1885 y 1894, respectivamente):
Libro I: EL PROCESO DE PRODUCCIÓN DEL CAPITAL
Sección Primera: Mercancía y dinero
Sección Segunda: La transformación del dinero en capital
Sección Tercera: La producción del plusvalor absoluto
Sección Cuarta: La producción del plusvalor relativo
Sección Quinta: La producción del plusvalor absoluto y del relativo
Sección Sexta: El salario
Sección Séptima: El proceso de acumulación del capital
Libro II: EL PROCESO DE CIRCULACIÓN DEL CAPITAL
Sección Primera: Las metamorfosis del capital y el ciclo de las mismas
Sección Segunda: La rotación del capital.
Sección Tercera: La reproducción y circulación del capital social global
Libro III: EL PROCESO GLOBAL DE LA PRODUCCIÓN CAPITALISTA
Sección Primera: La transformación del plusvalor en ganancia y de la
tasa de plusvalor en tasa de ganancia
Sección Segunda: La transformación de la ganancia en ganancia media
Sección Tercera: Ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia
Sección Cuarta: Transformación de capital mercantil y de capital
dinerario en capital dedicado al tráfico de mercancías y al tráfico de dinero
(capital comercial).
Sección Quinta: Escisión de la ganancia en interés y ganancia
empresarial. El capital que devenga interés.
Sección Sexta: Transformación de la plusganancia en renta de la tierra.
Sección Séptima: Los réditos y sus fuentes.
En este resumen tomaremos las 17 secciones como la unidad más adecuada
al tamaño del mismo, y encabezaremos cada uno de los epígrafes que componen nuestras
“secciones” con unas pocas palabras en negrilla que indican el número y el
título de los capítulos originales resumidos en ellas.
Digamos, por último, antes de empezar con la lectura propiamente dicha,
que invitamos al lector a seguir la sugerencia que hace Enrique Dussel en su
comentario a los Grundrisse, el manuscrito de Marx que sirvió de larga
preparación para El capital:
“Unas aclaraciones externas con respecto al texto que sigue.
Recomendamos al lector seguir el adecuado orden en la lectura. En primer lugar,
leer un parágrafo de esta obra (por ejemplo, el 1.1). De inmediato, y en
segundo lugar, leer en los Grundrisse [aquí debemos sustituir ese título por El
capital] las páginas correspondientes escritas por Marx mismo. En tercer lugar,
volver nuevamente a nuestro parágrafo para retener el asunto.” (Dussel, 1985,
p. 26).
Libro I: El Proceso de Producción del Capital
Sección Primera: Mercancía y dinero
El libro I de El capital se compone de siete secciones, que tratan,
respectivamente, de la mercancía y el dinero, la transformación del dinero en
capital, el plusvalor absoluto, el relativo, la relación entre ambos, el
salario y la acumulación de capital. La primera sección se compone, a su vez,
de tres capítulos, el primero de los cuales —titulado “La mercancía”— fue
señalado muchas veces por Marx como el más importante y difícil de toda la
obra. Ésta es la razón de que el resumen de este capítulo sea también el más
largo de todo el libro. Los otros dos tratan sobre el proceso del intercambio y
sobre el dinero.
I. La mercancía.
En este primer capítulo, el punto de partida es el siguiente: puesto que
en la sociedad moderna, actual, capitalista, toda la riqueza aparece en forma
de un montón o cúmulo de mercancías, el análisis debe empezar también con “la
mercancía”. Lo más importante de la mercancía es su carácter dual, o doble, su
naturaleza bifacética, que llega a desarrollar una antítesis interna que más
tarde se expresará, en la circulación mercantil, como una antítesis externa. La
mercancía es, por una parte, una simple cosa, y por otra parte una cosa que
tiene precio. Ser cosa —o bien, un objeto exterior— es lo mismo que tener
“valor de uso”, es decir, consiste en su cualidad o conjunto de propiedades
naturales que se manifiestan en su utilidad, aunque dichas propiedades
“naturales” estén al mismo tiempo determinadas históricamente. Por otra parte,
su precio no es sino una forma de tener “valor de cambio”, algo que tiene una
dimensión cuantitativa inmediata, que se puede y debe medir (aunque esas medidas
se desarrollen también de forma históricamente cambiante).
Por tanto, el valor de uso de la mercancía es la “corteza natural” de la
mercancía, su “cuerpo”, y constituye la riqueza material o el “contenido
material de la riqueza”, por lo que debería ser el objeto de una disciplina
especial, la merceología. Por su parte, el valor de cambio de la mercancía
parece una contradicción (contradictio in adiecto, dice Marx) porque en
realidad lo que se ve es que la mercancía no tiene uno sino múltiples valores
de cambio. En efecto, cuando se dice que una unidad de la mercancía X equivale
a una cantidad a de la mercancía Y, o a una cantidad b de la mercancía Z, etc.,
salta a la vista que todos estos valores de cambio no son sino “formas” de un
contenido diferenciable, expresiones de un algo que es común, que es igual,
algo de la misma magnitud presente a la vez en las dos cosas que se comparan en
cada caso. Pero ese algo no puede ser una propiedad corpórea o sensible de la
mercancía en cuanto cosa, porque todas las propiedades de este tipo que
caracterizan a los distintos bienes sólo sirven para distinguirlos entre sí, no
para igualarlos. Por consiguiente, si abstraemos de los diferentes valores de
uso todas esas propiedades, y no dejamos ni un ápice o átomo de valor de uso, a
las mercancías sólo les puede quedar una cosa en común: la propiedad de ser
todas ellas producto del trabajo.
Ahora bien, el trabajo que es común a todas las mercancías es el trabajo
humano indiferenciado, el trabajo abstractamente humano. Por tanto, la
sustancia que se manifiesta en los valores de cambio es algo distinto del valor
de cambio: es “el valor” de la mercancía. Y el valor de cada mercancía, este
valor mercantil que subyace a los valores de cambio, es una sustancia social,
la cristalización de esa sustancia social común. No es por tanto una sustancia
natural sino supranatural, abstracta, suprasensible, y hace de cada mercancía
no la mera cosa que es sino también una gelatina homogénea de trabajo, una
crisálida social general con una objetividad espectral.
Pero en esta sustancia generadora de valor lo esencial es lo
cuantitativo: la “magnitud” de su valor. Y esta magnitud viene determinada por
la “cantidad de trabajo”, que a su vez se mide por la duración o tiempo de
trabajo, expresada en las unidades habituales de tiempo (día, hora, año, etc.).
Sin embargo, no es cualquier trabajo lo que se mide, sino el trabajo “de la
misma fuerza humana de trabajo”, el trabajo requerido por cada mercancía como
parte del realizado por el “conjunto de la fuerza de trabajo de la sociedad”,
de forma que cada fuerza de trabajo individual se toma sólo con el carácter de
una “fuerza de trabajo social media”, que opera exclusivamente con “el tiempo
de trabajo socialmente necesario” en cada caso. Por consiguiente, la creciente
fuerza productiva de cada trabajo concreto tendrá como consecuencia que la
magnitud de valor de la mercancía resultante sea decreciente.
Es muy importante entender que todo lo anterior significa que,
absolutamente siempre, cada mercancía se toma como simple “ejemplar medio de su
clase”, así como el trabajo que se gasta en ella, de forma que si un tejedor
manual de telas continuara trabajando manualmente mientras que el resto de los
productores de tela lo hicieran mecánicamente, por medio de una máquina que
modifica el proceso social de producción, o modo de producción de la mercancía,
ocurriría lo siguiente: este productor continuaría necesitando x horas por
unidad de tela, pero la sociedad, que ahora usa telares de vapor, sólo
requeriría x/2 horas, de forma que también la mercancía de este productor individual
pasará a contener sólo el trabajo gastado en x/2 horas.
Si bien esta dualidad de la mercancía es muy importante para Marx —debe
tenerse en cuenta que, desde Aristóteles a Adam Smith y Ricardo, muchos autores
distinguieron entre valor de uso y valor de cambio, pero ninguno entre valor de
uso y valor, como hizo él—, este señala que era esencialmente conocida por los
economistas que le precedieron. Sin embargo, Marx reivindica enérgicamente
haber sido él el primero, en la historia de la economía política, en aclarar
además la dualidad contenida en el trabajo representado en la mercancía,
aspecto tan importante que para él constituye el eje sobre el que gira toda la
economía.
El trabajo que crea la mercancía es ante todo “trabajo útil”, una
actividad productiva específica condicionada por la división social del trabajo
tal como ha sido desarrollada históricamente. Esta actividad específica nos
muestra el cómo y el qué del trabajo, es lo que los ingleses llaman “work”, y
es lo que, junto a la tierra (es decir, la naturaleza), crea la riqueza que
resulta de todo lo producido. Marx suscribe aquí las famosas palabras de
William Petty: que la riqueza tiene “un padre” y “una madre”: la hand (la mano,
el trabajo) del trabajador y la land (tierra o naturaleza que se trabaja). Pero
el trabajo es a la vez “labour”, es decir trabajo humano del que nos interesa
saber sobre todo su cantidad, el cuánto. En este segundo sentido, el trabajo es
tan sólo gasto de fuerza de trabajo humana, gasto productivo de cerebro, músculo,
mano, órganos sensibles… humanos. No es trabajo específico de sastre o de
tejedor, sino “trabajo humano puro y simple”.
Marx insiste en este trabajo a partir de la siguiente analogía
fundamental. De igual forma que un mismo hombre puede trabajar al mismo tiempo
como sastre y como tejedor, repartiendo su tiempo de trabajo entre los dos
tipos de tareas, otro tanto ocurre con el “hombre social” cuando la sociedad
desarrolla las condiciones para esta transformación. Pero en la sociedad
moderna, capitalista, cuando la evolución de la demanda exige que el organismo
social en su conjunto transfiera trabajo humano desde la labor de tejer a la de
sastrería, o a la inversa, ocurre como en el caso del individuo anteriormente
señalado. Por consiguiente, el trabajo resultante es también trabajo humano en
general, o indiferenciado, cierta cantidad del trabajo medio simple que puede
realizar cualquier hombre común y corriente en cuanto actividad normal de la
vida. Y es precisamente este trabajo simple el único cuya cantidad le va a
interesar a Marx en todo El capital, como él mismo se encarga de advertir aquí
expresamente.
Por supuesto, no todos los trabajos son simples, también hay trabajo
calificado o complejo, pero este queda reducido a trabajo simple cuando lo que
importa es medir la cantidad de trabajo. En esos términos, el trabajo complejo
sólo es trabajo simple “potenciado, o mejor multiplicado”, y esta reducción es
algo que se produce constantemente en la práctica por medio de un proceso
social que no por quedar a espaldas de los productores deja de ser menos real.
Por consiguiente, Marx es muy claro aquí porque quiere evitar cualquier posible
confusión: el trabajo del sastre o el trabajo del tejedor sólo son sustancia
del valor chaqueta o del valor lienzo en tanto que ambos poseen la misma
cualidad: la de ser simple trabajo humano, y consistir en puro gasto
fisiológico del organismo de los hombres sociales.
Este carácter bifacético del trabajo es de fundamental importancia para
entender, además, lo siguiente: es bien posible, y de hecho necesario, que
aumente la riqueza material que se crea con el trabajo y que al mismo tiempo
disminuya la magnitud de valor creado por él. Esto es posible porque dada
cierta cantidad, x, de trabajo, ésta siempre será responsable, como hemos
dicho, de la creación de la misma cantidad de valor; pero la mayor o menor
productividad del trabajo útil y concreto en el que se manifiesta el trabajo
humano puede hacer aumentar o disminuir el volumen de valores de uso por unidad
de tiempo que resultan del proceso de la producción.
Tras el carácter doble de la mercancía y del trabajo mismo, Marx pasa a
una tercera cuestión central de este capítulo I: la “forma de valor”, o el
valor de cambio, a la que dedica la parte más extensa de su exposición (de hecho,
en la edición de siglo XXI se incluye como apéndice al libro I la primera
versión de lo que Marx escribiera sobre la forma de valor, no publicada en su
momento). Aquí también se muestra el autor orgulloso de su aportación personal,
como descubridor de la génesis de la forma dinero gracias a su análisis de la
forma de valor, análisis que consiste precisamente en su desarrollo, que, como
dirá más tarde, coincide con el propio “desarrollo de la forma mercancía”. En
el desarrollo de la forma de valor, Marx escoge cuatro fases, y por esa razón
divide en cuatro apartados el largo epígrafe que le dedica, a saber: las formas
“simple”, “total”, “general “y “de dinero”.
A. La forma simple o singular de valor contiene, en realidad, “todo el
secreto”. Esta forma es simplemente: x A = y B (1)
Las dos mercancías que se igualan así no desempeñan el mismo papel, sino
que A tiene un papel activo, mientras que B interpreta un papel pasivo. Más en
particular, la forma de valor tiene dos ingredientes: la “forma relativa” (A) y
la “forma de equivalente” (B). Pero estos ingredientes son en realidad extremos
excluyentes y contrapuestos, son dos “polos” de la misma expresión de valor.
Por eso, se analizan sucesivamente, por separado, antes de volverlos a reunir
en un análisis de conjunto.
En la forma relativa de valor, hay que distinguir su “contenido” de su
“carácter cuantitativo” determinado, y Marx señala que hay que proceder
empezando por el primero, y no, como sucede habitualmente, a la inversa. El
contenido de esta forma de valor es sencillamente A = B, que es el “fundamento”
de la ecuación (1), o ecuación de valor. Esto quiere decir que la dualidad
intrínseca entre valor de uso y valor se manifiesta ahora como una antítesis
externa: la figura del valor de uso A manifiesta su valor por medio de otra
mercancía, la B, que figura aquí sólo como valor, o “espejo de valor”, de A.
Esto tiene la mayor importancia para Marx. Ya que no se trata sólo de la
creación de valor por medio del trabajo. Es verdad que el trabajo humano crea valor,
pero no es valor, dice Marx. Para expresar el valor como gelatina de trabajo
humano, hay que expresarlo en cuanto objetividad, es decir, en una cosa
distinta. Por tanto, B es, en la relación de valor que representa A = B, un
valor, mientras que fuera de dicha relación, cuando se considera a B por sí
misma, esa cosa es simplemente, como en todas las mercancía, una “portadora de
valor”.
Por eso es tan importante lo siguiente: en la relación de valor, en la
“equiparación” de A con B, en su relación de intercambio, se va más allá de la
pura abstracción de valor. Como hemos dicho, B es valor, y en cuanto valor A es
igual a B, tiene su mismo aspecto, por lo que adopta de esta forma una forma
distinta de su forma natural: su forma de valor. Esta forma relativa o
relacional quiere decir que el cuerpo de B hace de espejo de valor de A, de la
misma forma que Pablo puede ser para Pedro tan sólo la “forma en que se
manifiesta el genus hombre” para él.
Pero, además del contenido, está en segundo lugar el “carácter determinado
cuantitativo” de la ecuación de valor, pues la forma de valor no sólo expresa
“valor en general” sino una determinada magnitud o cuantía del mismo. Esto
quiere decir algo esencial: que se hace posible que el valor relativo varíe
aunque su valor (su contenido en trabajo humano) siga siendo el mismo; o bien
lo contrario: que el valor relativo puede mantenerse igual a pesar de haberse
modificado el valor que subyace al valor relativo.
En cuanto a la forma de equivalente, sucede lo contrario: no contiene
ninguna determinación cuantitativa del valor. Para Marx, su función es triple:
1) El valor de uso se convierte en la forma de manifestación de su
contrario: el valor. Para entenderlo mejor, recurre al ejemplo del trozo de
hierro, que se utiliza como pesa en la “relación ponderal” (de peso). O sea:
aunque su cuerpo férreo tiene, por sí mismo, peso, y además un cierto peso, en
cuanto polo de la relación ponderal esta pesa de hierro sólo es “figura de la
pesantez”, y en toda la relación viene ya presupuesto que las dos cosas que se
comparan tienen peso.
2) El trabajo concreto se convierte en la forma de manifestación de su
contrario: el trabajo abstractamente humano.
3) El trabajo privado se convierte en la forma de manifestación de su
contrario: trabajo bajo forma directamente social.
Y una vez considerados los dos polos de la forma simple o singular de
valor (se entenderá luego mejor por qué liga Marx el adjetivo “simple” a la
forma relativa, mientras que “singular” se vincula a la forma de equivalente),
pasa a considerar la forma en su conjunto. Rinde primero homenaje al genio de
Aristóteles, que supo ver que en esta forma se contiene la igualdad de las
cosas que se comparan; pero señalando al mismo tiempo la raíz de la limitación
de su análisis: no pudo llegar a descubrir el contenido del valor a partir del
análisis de la forma de valor porque su contexto social se lo impedía. Para
hacer posible este descubrimiento habría hecho falta que la Grecia clásica
conociera lo que sólo ocurrió en la sociedad capitalista moderna: la conversión
de todos los hombres en “poseedores de mercancía” y su igualación por medio de
las leyes de la mercancía. Hubiera hecho falta, no la desigualdad humana y de
las fuerzas de trabajo que existía en la sociedad esclavista de su época, sino
la igualdad humana actual (en cuanto trabajadores) que genera el capitalismo,
hasta hacer de ella una verdad aceptada con el carácter de un auténtico
“prejuicio popular”.
B. La forma total o desplegada de valor se expresa en una fórmula mercantil
modificada:
z A = u B = v C = w D = x E = etc. (2)
Marx llama ahora a la forma relativa (z A) “forma relativa desplegada”,
y considera que la forma de equivalente (el resto de la fórmula) se descompone
en tantas “formas particulares de equivalente” como miembros aparecen en la
ecuación, razón por la cual considera que esta forma total es siempre
incompleta y deficiente, y necesita su “inversión” en la forma que estudia a
continuación: la “general”. Una particularidad de esta forma total es que,
según Marx, hace evidente que es la magnitud de valor la que regula las
relaciones de intercambio, y no al revés, puesto que ahora la pluralidad de
valores de cambio de A aparecen todos directamente en la fórmula. Por
consiguiente, basta con invertir la total para obtener la general.
C. La forma general de valor es general sencillamente porque es simple y
común (unitaria):
Cada uno de los miembros de la izquierda son ahora una “forma relativa
social general (o unitaria)”, y todos se expresan en lo que es el “equivalente
general” (la mercancía A, cuya forma relativa propia, en caso de que
necesitáramos expresarla, sería la forma total, a diferencia de lo que ocurre
con las demás mercancías). Marx aprovecha aquí para recordar que el desarrollo
histórico de la forma de equivalente es un resultado del desarrollo histórico
de la forma relativa de valor, y que en la medida en que ambas se desarrollan
se desarrolla asimismo la antítesis que expresan. Por consiguiente, es posible
ahora conectar cada una de esas formas con su momento histórico: la forma
simple se corresponde con el momento en que los intercambios son fortuitos,
ocasionales, excepcionales; la forma total sucede cuando se ha vuelto habitual
el intercambio de algún tipo particular de mercancía, por ejemplo, las reses;
mientras que cuando domina la forma general podríamos decir que “la tarea de
darse una forma de valor” se convierte en una obra común, y no en un asunto
privado, del mundo de las mercancías.
La forma general requiere, por tanto, que la relación social se haga
omnilateral, o multilateral, que se convierta en una “forma socialmente
vigente”. Por tanto, sólo cuando la forma equivalente se circunscribe a una
clase específica de mercancías adquiere esta forma su “consistencia objetiva”,
su “vigencia social general”, y se ponen las condiciones para que esta forma se
desarrolle, a su vez, en dirección a la siguiente (la forma dinero), y para que
la mercancía que hace de equivalente general “devenga mercancía dinero”, es
decir, funcione realmente como dinero.
D. La forma de dinero, cuyo germen existe ya realmente en la forma
simple, no es sino una modificación de la anterior:
Por esta razón, estamos ahora ante una variación que, a diferencia de
las dos anteriores, no es esencial, sino de grado, dada por la práctica social
y consuetudinaria que hace que una mercancía específica —por ejemplo, el oro—
que antes fue, como todas, sólo un equivalente singular y particular, haya
pasado a convertirse en un equivalente realmente general.
En la fórmula anterior, se pueden sustituir los y gramos de oro por
cualquiera de sus denominaciones monetarias nacionales, por ejemplo, la libra
esterlina, de forma que ya no resulta misterio alguno la comprensión de la
“forma de precio”. La forma de precio adoptada por el valor de una mercancía
(por ejemplo, v C = 2 £) será, pues, la forma relativa simple de esa mercancía
(expresada) en la mercancía dineraria.
Una vez acabado el repaso de las diferentes formas de valor, y antes de
pasar a los otros dos capítulos que componen la primera sección de El capital
—que en realidad pueden entenderse como una explicación más detallada de esta
última “forma de dinero”—, Marx hace una interesante digresión por uno de sus
temas favoritos, al que volverá más tarde una y otra vez: “el carácter
fetichista de la mercancía, y su secreto”.
Este carácter fetiche de la mercancía —“fetichista”, “fantasmal”,
“fantasmagórico”, “enigmático”, “misterioso”, “mágico”, “místico”,
“fantástico”, “ilusorio”, “neblinoso”… son algunos de los adjetivos que usa para
designarlo— se reduce esencialmente a algo simple: basándose en la apariencia,
los mercaderes, hombres prácticos, y los economistas, sus teóricos o
sicofantes, conceden carácter social a lo que sólo es lo natural de la
mercancía (por ejemplo, llaman capital a lo que sólo es un medio de
producción); y, a la inversa, toman por natural lo que no es sino su lado
social y nada natural (por ejemplo, que la mercancía tenga precio se considera
una propiedad natural más de la cosa—mercancía). El famoso “fetichismo” se
reduce por tanto a este doble quid pro quo, que surge, no del cuerpo de la
mercancía, que es fácil de comprender, sino de su forma, su propia forma
mercantil, debido a la “peculiar índole social del trabajo que las produce”, es
decir, debido a que los trabajos privados e independientes que las producen
sólo se vuelven sociales, parte del todo al que realmente pertenecen, por medio
del intercambio y el mercado.
Pero la escisión de la mercancía en cosa y valor sólo se produce
realmente cuando, ya desde el momento de su producción, el producto del trabajo
se convierte en mercancía, y el trabajo privado en doblemente social: ha de
cumplir su parte en la división social del trabajo como algo natural, y ha de
materializarse en una mercancía que pueda realizar su valor. Los productores no
saben lo segundo; o más precisamente, “no saben” que al equiparar en el mercado
sus productos heterogéneos están reduciendo a trabajo humano homogéneo sus
trabajos específicos, “pero lo hacen”, y este carácter particular de ser valor
lo conciben como algo universal. Sin embargo, un repaso de las distintas formas
posibles de sociedad nos convencerá de lo específico de la forma mercantil.
También en una sociedad reducida a un solo individuo —la economía “de
Robinsón Crusoe”— existe la necesidad de distribuir el trabajo social entre las
distintas necesidades que deben cubrirse. Pero aquí las relaciones entre
Robinsón y las cosas son “sencillas y transparentes”, por lo que el trabajo
total se distribuirá directamente como algo social. Igualmente, en la sociedad
medieval europea, la particularidad de los diferentes trabajos naturales
individuales es compatible con su distribución social directa, de forma que las
relaciones entre personas como productores se identifican con las relaciones
sociales de tipo personal en qué consiste el feudalismo. Otro tanto sucede con
el trabajo colectivo de la familia en la forma productiva basada en la
producción familiar: el gasto de cada trabajo individual está determinado
socialmente de forma directa como parte del conjunto natural del trabajo social
de la unidad familiar. Y lo mismo sucederá en el cuarto caso alternativo
analizado: en la sociedad colectiva global, o asociación de hombres libres, la
distribución planificada del trabajo social será al mismo tiempo la
distribución de los trabajos cualitativamente determinados de cada uno.
Por el contrario, sólo en la producción mercantil de tipo capitalista
—pues Marx considera que las formas de producción mercantil anteriores al
capitalismo sólo tuvieron un papel subordinado en el marco de modos de
producción distintos que las dominaban (antiguo, asiático, etc.)— aparece el
precio de las mercancías en la conciencia burguesa como una necesidad natural.
Y ello porque “la apariencia objetiva de las determinaciones sociales del
trabajo” se presenta como apariencia de una realidad que sus agentes no
comprenden —quienes, por cierto, tienen la misma actitud hacia las formas
sociales anteriores que cada religión respecto a las demás: sólo la propia se
considera verdadera por ser la natural, mientras que las otras se creen falsas
porque son artificiales—. Por ello es imposible que se planteen correctamente
la pregunta crucial: ¿por qué? Más en concreto: ¿por qué adopta la producción
en el capitalismo la forma mercantil o de valor?
Al no entender eso, los economistas piensan que el valor es un “atributo
de las cosas”, mientras que el valor de uso les parece un “atributo del hombre”
(la utilidad les parece sólo algo subjetivo, que implica al individuo que
consume) que no depende tanto de sus propiedades como cosas; es decir: todo
parece justo al revés.
Notas
[46] Se suele llamar “libro IV de El capital” al editado por Kautsky en
1905-10, con el título de Teorías sobre la plusvalía, a partir de la masa de
manuscritos inacabados que Marx dejó como materia prima de su magnum opus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.