lunes, 1 de agosto de 2022

Política

Mariátegui, el ¿Qué Hacer? y el Partido Socialista del Perú 

Eduardo Ibarra 

Punto polémico en nuestro medio es la relación de Mariátegui con el ¿Qué hacer?, el famoso libro de Lenin. Precisamente el presente artículo tiene por finalidad contribuir al esclarecimiento de este problema. 

I 

El ¿Qué hacer? fue escrito entre fines de 1901 y comienzos de 1902, tiempo comprendido, como es obvio, en el período 1900-1903, en cuyo curso, según señaló Lenin, «se sentaron las bases del partido de masas del proletariado revolucionario de Rusia». Y ocurre que, precisamente en el mencionado libro, el jefe de la revolución rusa sustentó cinco caracteres fundamentales del partido proletario, sea que este exista en forma de partido de revolucionarios profesionales o en forma de partido de masas, a saber: su carácter de clase, su ligazón con la clase y las masas, su cualidad de vanguardia del proletariado, el centralismo democrático como principio de su estructura orgánica, su carácter clandestino. 

En cuanto al carácter de clase del partido, en el primer capítulo del ¿Qué hacer?  Lenin se extendió en deslindar resueltamente con el revisionismo, que a la sazón se presentaba ya como un fenómeno internacional, así como en una ardiente defensa del marxismo y, además, siguiendo a Engels, reivindicó la lucha teórica como una de las formas de la lucha de clase del proletariado revolucionario para, finalmente, afirmar enfáticamente: 


… sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia. 

¿Alguien puede dudar de que, con la expresión «teoría de vanguardia», Lenin postuló el marxismo como la base de unidad del partido, es decir, como el factor decisivo de su carácter de clase? 

En cuanto a la ligazón del partido con la clase y las masas, el jefe de la revolución rusa señaló: 


… yo afirmo: 1) que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estable y que asegure la continuidad; 2) que cuanto más extendida sea la masa espontáneamente incorporada a la lucha, masa que constituye la base del movimiento y que participa en él, más apremiante será la necesidad de semejante organización y más sólida deberá ser ésta  (ya que tanto más fácilmente podrá toda clase de demagogos arrastrar a las capas atrasadas de la masa); 3) que dicha organización debe estar formada, en lo fundamental, por hombres entregados profesionalmente a las actividades revolucionarias; 4) que en el país de la autocracia, cuanto más restrinjamos el contingente de los miembros de una organización de este tipo, hasta no incluir en ella más que aquellos afiliados que se ocupen profesionalmente de actividades revolucionarias y que tengan ya una preparación profesional en el arte de luchar contra la policía, más difícil será “cazar” a esta organización, y 5) mayor será el número de personas tanto de la clase obrera como de las demás clases de la sociedad que podrán participar en el movimiento y colaborar activamente en él. 

Es decir, Lenin sostuvo que, en las condiciones de la autocracia zarista, el partido de revolucionarios profesionales debía mantener la más estrecha ligazón con la clase y las masas, como que así fue. De esta realidad se desprende la conclusión teórica de que, por su estrecha ligazón con las masas, es decir, por su carácter, el partido de revolucionarios profesionales creado por Lenin, ¡fue un partido de masas! 

En el «Discurso en defensa de la táctica de la Internacional Comunista», el jefe bolchevique sostuvo: 


Yo no excluyo en absoluto que la revolución pueda ser iniciada también por un partido muy pequeño y llevada hasta la victoria. Pero es necesario conocer los métodos para ganarse a las masas. Para ello es necesario preparar a fondo la revolución. Pero vemos que hay camaradas que afirman: Hace falta renunciar inmediatamente a la exigencia de conquistar “grandes” masas. Es necesario luchar contra estos camaradas. En ningún país lograréis la victoria sin una preparación a fondo. Es suficiente un partido muy pequeño para conducir a las masas. En determinados momentos no hay necesidad de grandes organizaciones.

Mas para la victoria es preciso contar con las simpatías de las masas. No siempre es necesaria la mayoría absoluta; mas para la victoria, para mantener el poder, es necesaria no sólo la mayoría de la clase obrera –empleo aquí el término “clase obrera” en el sentido europeo occidental, es decir, en el sentido de proletariado industrial–, sino también la mayoría de la población rural explotada y trabajadora1. 

Al escribir lo citado, es seguro que Lenin estaba pensando en un partido de revolucionaros profesionales. La cuestión es, entonces, la siguiente: por regla, para la victoria de la revolución y el mantenimiento del poder conquistado, hace falta un partido de masas por la gran cantidad de sus militantes, pero, como excepción, tal victoria y tal mantenimiento pueden ser logrados también por «un partido muy pequeño», siempre, claro está, que sepa ganarse a la mayoría de la clase obrera y del campesinado, es decir, siempre que, por su carácter, sea un partido de masas2. 

En cuanto a la cualidad de vanguardia del partido proletario, Lenin fundamentó la premisa teórica general de esta cualidad, así como su definición política: 


… esas huelgas eran lucha tradeunionista, no eran aún lucha socialdemócrata; señalaban el despertar del antagonismo entre los obreros y los patronos, pero los obreros no tenían, ni podían tener, la conciencia de la oposición inconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir, no tenían conciencia socialdemócrata.

Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales y o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas, elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales. Los propios fundadores del socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecían por su posición social a los intelectuales burgueses. De igual modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independientemente en absoluto del ascenso espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado natural e inevitable del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas. Hacia la época de que tratamos, es decir, a mediados de la última década del siglo pasado, esa doctrina no sólo constituía ya un programa completamente formado del grupo “Emancipación del Trabajo”, sino que incluso había llegado a conquistar a la mayoría de la juventud revolucionaria de Rusia.

De modo que existían tanto el despertar espontáneo de las masas obreras, el despertar a la vida consciente y a la lucha consciente, como una juventud revolucionaria que, armada de la teoría socialdemócrata, tendía con todas sus fuerzas hacia los obreros. Además, importa sobre todo dejar sentado el hecho, olvidado a menudo (y relativamente poco conocido), de que los primeros socialdemócratas de ese período, al ocuparse con ardor de la agitación económica (y teniendo bien presentes en este sentido las indicaciones realmente útiles del folleto, entonces manuscrito aún, Sobre la agitación), lejos de estimarla como su única tarea, por el contrario, ya desde el comienzo se asignaban las más amplias tareas históricas de la socialdemocracia rusa, en general, y la de derrocar a la autocracia, en particular.

todo lo que sea inclinarse ante la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea rebajar el papel del “elemento consciente”, el papel de la socialdemocracia, equivaleen absoluto independientemente de la voluntad de quien lo hacea fortalecer la influencia de la ideología burguesa sobre los obreros. Todo el que hable de “sobreestimación de la ideología”, de exageración del papel del elemento consciente, etc., se imagina que el movimiento puramente obrero puede de por sí elaborar y elaborará una ideología independiente, tan pronto como los obreros “arranquen su destino de mano de los dirigentes”. Pero esto es un caso error.

Por eso, nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia, consiste en combatir la espontaneidad, hacer que el movimiento obrero abandone esta tendencia espontánea del tradeunionismo a cobijarse bajo el ala de la burguesía y atraerlo hacia el ala de la socialdemocracia revolucionaria. 

Para terminar con el punto, repetimos esta afirmación del creador del partido bolchevique, que de hecho define la cualidad de vanguardia del partido proletario: 


… sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia. 

Ciertamente en el ¿Qué hacer? Lenin no utilizó el término centralismo democrático, pero quien quiera puede percatarse de que allí habla del centralismo y, en el capítulo IV, acápite d, «La organización “de conjuradores” y la “democracia”», argumentando contra la democracia primitiva y relevando la legitimidad de «la plena y fraternal confianza mutua entre los revolucionarios» en una organización centralizada, subraya que, siendo esta condición una característica del partido de revolucionarios profesionales, «El único principio de organización serio a que deben atenerse los dirigentes de nuestro movimiento tiene que ser el siguiente: la más severa discreción conspirativa, la más rigurosa selección de afiliados y la preparación de revolucionarios profesionales», por cuanto de hecho la «condición fundamental» de «un amplio principio democrático» es prácticamente «irrealizable» en «una organización secreta» (Lenin). 

Y puntualizó el jefe de la revolución rusa: 


… cometeríamos un gran error si creyéramos que, por ser imposible un control verdaderamente “democrático”, los afiliados a una organización revolucionaria se convierten en incontrolables: no tienen tiempo de pensar en las formas pueriles de democracia (democracia en el seno de un apretado grupo de camaradas entre los que reina plena confianza mutua), pero sienten muy vivamente su responsabilidad, sabiendo además, por experiencia, que una organización de verdaderos revolucionarios no se parará en nada para librarse de un miembro indigno. Además, está bastante extendida entre nosotros una opinión pública de los medios revolucionarios rusos (e internacionales), que tiene tras sí toda una historia y que castiga con implacable severidad toda falta a las obligaciones de camaradería (¡y la “democracia”, la verdadera, no la democracia pueril, queda comprendida, como la parte en el todo, en este concepto de camaradería!). ¡Tened todo esto en cuenta y comprenderéis qué repugnante tufillo a juego a los  generales en el extranjero despiden todas esas habladurías y resoluciones sobre “tendencias antidemocráticas”! 

Es decir, Lenin da una idea exacta de la forma específica en que se presenta el centralismo democrático en un partido que opera en condiciones extremas como aquellas de la autocracia zarista: por un lado, en semejante partido el centralismo cobra un peso particularmente importante, y por otro, la democracia, la verdadera, aparece comprendida en la confianza mutua entre los revolucionarios (que sienten muy vivamente su responsabilidad), es decir, la democracia se presenta como la parte en el todo organizacional del partido. 

En cuanto al carácter clandestino del partido, no es necesario ningún comentario especial, pues, como el lector sabe, de principio a fin el ¿Qué hacer? es una demostración de dicho carácter, que, en el caso de una organización de revolucionarios profesionales, cubre todo o casi todo el trabajo partidario. 

De los cinco caracteres del partido proletario, expuestos aquí brevemente, el carácter de clase del partido y su cualidad de vanguardia del proletariado, en ningún caso presentan alguna forma específica: el partido es de clase o no es de clase y es vanguardia o no es vanguardia3. Puesto que la forma del partido está determinada por las condiciones particulares concretas en las que opera, se entenderá que los restantes caracteres presenten algunas formas específicas si el partido existe como partido de revolucionarios profesionales o como partido de masas4. 

II 

Pues bien, el Partido Socialista del Perú, fundado el 7 de octubre de 1928, fue un partido marxista-leninista: 


El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha5. 

Y, qué duda cabe, estuvo fuertemente ligado a las masas de arriba y de abajo (Amauta, CGTP, Federación de Yanaconas). Por eso Mariátegui acordó en la Reunión de Barranco: 


La organización de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda, y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional.

De acuerdo a las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas6. 

Y por eso, en octubre de 1928, expresó así la cualidad de vanguardia del PSP: 


El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase7. 

Es claro pues que, en relación a estas cuestiones, Mariátegui siguió la teoría leninista del partido de clase expuesta en ¿Qué hacer? 

Como puede verificarse, Mariátegui no teorizó sobre el centralismo democrático ni sobre el carácter clandestino del partido. Sin embargo, en la medida en que su pensamiento no solo se encuentra en su obra escrita, sino también, en forma cifrada, en su acción práctica, puede inferirse de la misma si adhirió o no al centralismo democrático y al carácter clandestino del partido. 

Veamos lo primero. ¿Cómo fueron tomados los acuerdos de las Reuniones de La Herradura y de Barranco? ¿Cómo fueron acordados los «Principios programáticos del Partido Socialista»?8 Sin la menor duda, en dichas reuniones hubo el debate necesario (democracia) que concluyó con la toma de los acuerdos de cada una de las aludidas reuniones (centralismo). Específicamente, los «Principios programáticos» fueron debatidos (democracia) y, sobre esta base, fueron aprobados, en principio, por los fundadores (centralismo); pero además, en la segunda mitad de 1929, el PSP, luego del debido debate (democracia) aprobó finalmente su Programa (centralismo)9. 

Veamos lo segundo. Varios hechos prueban que Mariátegui sostenía el carácter clandestino de su partido. Así por ejemplo las Reuniones de La Herradura y de Barranco, las de la segunda mitad de 1929 (donde fueron aprobados los puntos del programa del Partido)10 y las reuniones del CC del 1 y del 4 de marzo de 1930, fueron todas reuniones clandestinas. Es decir, de setiembre de 1928 hasta poco antes de la muerte de Mariátegui, el Partido desarrolló un trabajo que prueba su carácter clandestino. No obstante, Mariátegui era consciente de que, a diferencia de la Rusia zarista, donde no existía libertad política, en el Perú de su tiempo era necesario utilizar el margen de legalidad existente. Por eso escribió en los «Principios programáticos del Partido Socialista»: 


La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y distribuir su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación11. 

Se sobreentiende que en los citados «Principios programáticos», destinados al público en general, era innecesario y aun imprudente indicar el carácter clandestino del partido. Pero entendida la cita como hay que entenderla, es decir, como expresión del trabajo partidario, se hace claro que Mariátegui no renunció ni conculcó el carácter clandestino del Partido. Prueba de ello es lo que puede leerse en el Acta de la Reunión del 1 marzo de 1930: 


Por unanimidad se aprobó enseguida la segunda parte de la moción de orden del día, conforme a la cual, todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el Manifiesto y documentos, reservándose el C.E. la designación de los que en delegación del P. deben suscribirlo al ser dados a la publicidad, designación para la cual el C.E. tendrá en cuenta el interés del P. y las razones de oportunidad y eficacia de tal elección12. 

Esta cita demuestra que el «surgimiento público» del Partido no negaba su carácter clandestino. Si bien el Acta de la Reunión dice que «todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el Manifiesto y documentos», dice también que el Comité Ejecutivo se reserva «la designación de los que en delegación del P.» debían suscribir tales materiales, designación que debía cautelar «el interés del P. y las razones de oportunidad y eficacia de tal designación». Es decir, la firma de todos los miembros del CC y de los grupos de provincias, era exclusivamente para fines internos, mientras que para fines externos solo algunos militantes debían suscribir el «Manifiesto» y demás documentos. Este hecho demuestra que el «surgimiento público» del PSP no hubiera significado su legalización, sino el surgimiento de la red legal del partido; no la negación de su carácter clandestino, sino el posicionamiento de dicha red en la vida política del país. 

En conclusión, la adhesión de Mariátegui tanto al centralismo democrático como al carácter clandestino del partido, se encuentra cifrada en su práctica de construcción del PSP. De esta forma puede decirse, con razón, que el maestro siguió la teoría leninista en punto a estas dos cuestiones, pero teniendo en cuenta en todo momento las condiciones particulares del Perú de la década de 1920. 

De hecho, una cosa es el carácter clandestino del partido, y otra su estatus legal. Este estatus no niega ni tiene por qué negar aquel carácter, siempre, desde luego, que se sepa combinar el trabajo abierto y el trabajo clandestino, es decir, siempre que el primer tipo de trabajo esté correctamente dirigido por el segundo. De hecho, en el capitalismo el partido proletario no puede dejar de ser, como regla, un partido clandestino, incluso si las condiciones de libertad política le permiten un estatus legal13. El partido puede y debe utilizar la legalidad burguesa para sus propios fines, pero en modo alguno puede confiar en esta legalidad hasta el punto de abolir su carácter clandestino y creer que la burguesía no es capaz de caer sobre el partido con toda la fuerza de su aparato represivo. Confiar en la legalidad burguesa es legalismo, y cancelar el carácter clandestino del partido es liquidacionismo. Téngase en cuenta, por ejemplo, lo que le ocurrió al Partido Comunista de Indonesia en 196514. 

¿Qué es lo que Mariátegui no tomó del ¿Qué hacer? Pues la exposición del partido como organización de revolucionarios profesionales, forma organizativa que respondía a las condiciones particulares concretas en las que los comunistas rusos desarrollaron su actividad hasta los primeros quinquenios del siglo XX. 

       En La enfermedad infantil del “«izquierdismo” en el comunismo, Lenin señaló: 


La historia… ha confirmado hoy a gran escala, a escala histórica universal, la opinión que hemos defendido siempre, a saber: que la socialdemocracia revolucionaria alemana… estaba más cerca que nadie de ser el partido que necesitaba el proletariado revolucionario para triunfar. 

La opinión que hemos defendido siempre, afirmó Lenin; por lo tanto, cae de su peso que el jefe de la revolución rusa era perfectamente consciente de que la organización de revolucionarios profesionales que sustentó en el ¿Qué hacer? tenía un valor particular, en primer lugar, y, en segundo, un valor interino. 

       En cuanto a lo primero, en el informe pronunciado ante el IV Congreso de la Tercera Internacional (13 de noviembre de 1922), publicada bajo el título de «Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial», Lenin señaló: 


En 1921, en el III Congreso, aprobamos una resolución sobre la estructura orgánica de los partidos comunistas y los métodos y el contenido de su labor. La resolución es magnífica, pero es rusa casi hasta la médula, es decir, se basa en las condiciones rusas. Este es su lado bueno, pero también su lado malo. Malo, porque estoy convencido de que casi ningún extranjero podrá leerla; yo la he releído antes de decir esto. En primer lugar, es demasiado larga, consta de 50 párrafos o más. Como regla general, los extranjeros no pueden leer cosas así. Segundo, porque incluso si la leen, no la comprenderán, precisamente porque es demasiado rusa. No porque esté escrita en rusa (ha sido magníficamente traducida a todos los idiomas), sino porque está supersaturada de espíritu ruso. Y, tercero, si, en caso excepcional, algún extranjero no la podrá cumplir. Este es su tercer defecto. (…). Como ya he dicho, la resolución está excelentemente redactada y yo suscribo todos sus 50 o más párrafos. Pero no hemos comprendido cómo se debe llevar nuestra experiencia rusa a los extranjeros. Cuanto expone la resolución ha quedado en letra muerta. Y si no comprendemos esto no podremos seguir nuestro avance. Considero que lo más importante para todos nosotros, tanto para los rusos como para los camaradas extranjeros, consiste en que, después de cinco años de revolución rusa, debemos estudiar.

(…) Pero también los camaradas extranjeros deben estudiar. (…) que comprendan también lo que hemos escrito acerca de la estructura orgánica de los partidos comunistas (…) Esta debe ser su primera tarea. Es preciso llevar a la práctica esta resolución. Pero no puede hacerse de la noche a la mañana, eso sería completamente imposible. La resolución es demasiado rusa: refleja la experiencia rusa, por eso, los extranjeros no la comprenden en absoluto y no pueden conformarse con colocarla en un rincón como un icono y rezar ante ella. Así no se conseguirá nada. Lo que necesitan es asimilar parte de la experiencia rusa. (…) Nosotros, los rusos, debemos buscar también la forma de explicar a los extranjeros los fundamentos de esta resolución, pues, de otro modo, estarán imposibilitados en absoluto de cumplirla. Estoy convencido de que, en este sentido, debemos decir no sólo a los camaradas rusos, sino también a los extranjeros, que lo más importante del período en que estamos entrando es estudiar. Nosotros estudiamos en sentido general. En cambio, los estudios de ellos deben tener un carácter especial para que lleguen a comprender realmente la organización, la estructura, el método y el contenido de la labor revolucionaria. Si se logra esto, entonces, estoy convencido de ello, las perspectivas de la revolución mundial serán no sólo buenas, sino incluso magníficas15. 

En cuanto a lo segundo, no hace falta recordar los llamados de Lenin a transformar el partido bolchevique de revolucionarios profesionales en un partido de masas. Pero aquí es menester subrayar por lo menos dos cosas. Primero, que la aludida transformación del partido no implicaba en modo alguno la anulación de su carácter clandestino; segundo, que dicha transformación hizo posible una aplicación más equilibrada del centralismo democrático, el aumento del volumen de las masas incorporadas a la organización partidaria y un nuevo tipo de ligazón del partido con la clase y las masas. 

Por eso, en el prólogo a la recopilación 12 años, Lenin escribió: 


El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, de 1903 a 1907… fue el que más informó a la opinión pública acerca de su situación interna… El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, utilizó antes que todos los demás partidos el destello temporal de libertad para hacer efectivo el régimen democrático ideal de organización abierta, con elección de cargos y con representación en los congresos según el número de miembros organizados del Partido16. 

Información a la opinión pública sobre la situación interna del partido, democratización de la vida partidaria (elección de cargos, representación de la militancia en los congresos), organización abierta del partido. Con estas precisiones recapitulaba Lenin, en 1907, la experiencia de lucha de los comunistas rusos. 

Así, en las condiciones de libertad política, el carácter clandestino del partido no impide sino que, por el contrario, exige la utilización de la legalidad. En las condiciones del Perú de la década de 1920, el PSP utilizó los márgenes de legalidad existentes, pero no cayó en legalismo ni suprimió su carácter clandestino. Esta realidad puede ser captada en la forma en que los fundadores asumieron el trabajo organizativo partidario en las condiciones dadas: 


… para comprender los motivos que dieron lugar a la constitución de una «célula secreta», es necesario analizar las condiciones objetivas en las que el grupo de Mariátegui desarrollaba su actividad organizadora de lo que debió ser el primer partido de masas y de ideas de nuestra historia republicana. Ciertamente tales condiciones no facilitaban el trabajo legal con vistas a un tal objetivo. Como es de conocimiento común, el gobierno de Leguía sometió a Mariátegui a una permanente vigilancia y a una sañuda represión: asalto a su casa, apresamiento, clausura de su revista Amauta y de su periódico Labor. Esta acción represiva afectó asimismo al movimiento popular: «complot comunista», confinamiento y deportación de activistas.

… no solo las condiciones objetivas de operatividad eran sumamente difíciles, sino también las condiciones subjetivas. El hecho de que la fundación del Partido hubo de adelantarse en una situación de precariedad ideológica de muchos activistas, la selección de aquellos que finalmente participaron en las Reuniones de La Herradura y de Barranco, fue, sin duda, una tarea riesgosa17. 

Todo esto quedó demostrado en hechos como los siguientes: 


en un marco general, el documento evacuado por la célula aprista de Buenos Aires da cuenta de tal grado de confusión que, poco más tarde, dio lugar a la afiliación al Apra de algunos de sus miembros18, y, en un marco particular, la incorporación de Luciano Castillo y Chávez León al «grupo organizador del partido» se reveló a poco como un error de apreciación determinado por la simulación de los nombrados; pero además, la aludida precariedad ideológica se hizo patente asimismo en los casos de Fernando Borjas (quien progresivamente fue alejándose del PSP hasta desaparecer por completo), y de César Hinojosa (quien tempranamente se pasó al Apra)19. 

Por otro lado –y para recalcar– a efecto de reconocer que Mariátegui asumió el centralismo democrático, basta constatar que en el marco de las Reuniones de La Herradura y de Barranco el debate condujo a la centralización de las ideas correctas relativas a las cuestiones que estuvieron en el orden del día de cada una de las aludidas reuniones. 

III 

Entonces, no es que Mariátegui desechara el ¿Qué hacer?, sino que lo asumió teniendo en cuenta la realidad particular del Perú de su tiempo. Y, así como el ¿Qué hacer? contiene un valor particular y aun temporal para lo que fue la Rusia zarista y, a la par, un valor universal, el pensamiento de Mariátegui sobre el Partido Socialista del Perú contiene, asimismo, un valor particular (no en todos los países del mundo colonial existían los márgenes de legalidad que existían en el Perú de los años de 1920), y, a un tiempo mismo, un valor universal. Por eso el PSP fue un partido marxista-leninista. 

No es, tampoco, que el ¿Qué hacer? sostuviera el marxismo como la base de unidad del partido, y que por eso Mariátegui sostuviera lo mismo para el Partido Socialista del Perú, pues, dado el desarrollo del marxismo en nuestra época, Mariátegui acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad de su partido. 

No es, finalmente, que en el ¿Qué hacer? Lenin sustentara el carácter clandestino del partido proletario, mientras en «Principios programáticos» Mariátegui planteara el carácter legal del PSP. Como ya quedó demostrado, el PSP fue un partido clandestino como el partido del que habló Lenin en su mencionado libro, aunque, dadas las condiciones peruanas de la época, con una actividad legal mucho más amplia que la que tuvo, intermitentemente, el partido bolchevique. 

15.07.2022.

__________

(1) Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista, recopilación, editorial Progreso, Moscú, s.f., p. 105 (en adelante, Discursos)

(2) Por razones obvias, esta problemática y todas las consecuencias teóricas que derivan de ella, exige un artículo aparte.

(3) Aunque esta doble condición del partido proletario recorre, normalmente, un proceso en cuyas sucesivas etapas el concepto partido de clase y el de vanguardia cobran un significado específico distinto.

(4) Aquí no es posible extendernos sobre las formas específicas que presentan en cada situación la ligazón del partido con la clase y las masas, el centralismo democrático como el principio fundamental de su estructura orgánica y su carácter clandestino.

(5) Ideología y política, 1986, p. 160.

(6) Martínez, Ricardo, Apuntes para una interpretación marxistas de historia social del Perú, t. I, pp. 397 y 398 (en adelante, Apuntes).

(7) Ideología y política, p. 162.

(8) Para facilitarle las cosas al lector (los Apuntes de Martínez no son de fácil acceso), en el presente artículo utilizamos el título del programa que aparece en Ideología y política.

(9) Ver nuestro artículo «La reunión de Barranco y el liquidacionismo histórico».

(10) En los Apuntes de Martínez no aparece este importante documento, no obstante existir en sus páginas, así como en las de la Correspondencia de Mariátegui, pruebas irrefutables de su aprobación. Ver nuestro artículo mencionado en la nota anterior.

(11) Ideología y política, p. 164.

(12) Martínez, Ricardo, Apuntes, t. II, p. 486.

(13) Solo en las condiciones del socialismo el partido proletario puede dejar de ser un partido clandestino, pero, como señaló Lenin en una oportunidad, incluso en tales condiciones no todo el trabajo partidario puede hacerse a la luz del día.

(14) Decenas de miles de sus militantes fueron asesinados por la camarilla militar de Suharto-Nasution.

(15) Lenin, Discursos, pp. 147-149.

(16) Contra el revisionismo, recopilación, Editorial Progreso, Moscú, s.f., p. 100.

(17) Ibarra, Eduardo, «Apuntes sobre la “célula secreta de los siete” del Partido Socialista del Perú», pp. 5-6.

(18) Ver Martínez, Ricardo, Apuntes, t. II, pp. 307-315.

(19) Ob. cit., p. 6, nota.


Economía

La Subconsciente Autocrítica Burguesa y su Ignorancia Económica

Cesar Risso

EL DISCURSO DE PEDRO CASTILLO, el pasado 28 de julio, ha suscitado una reacción acalorada de parte de sus detractores. Las motivaciones de seguro son diversas, pero todas las expresiones se unimisman en considerarlo un personaje mediocre, o un corrupto. Es la perdida de la objetividad, enceguecidos como están por vacarlo. En todo caso, ni siquiera recurren a la objetividad burguesa, es decir, al reconocimiento de lo que en la superficie se da a su favor. Se trata básicamente de destruirlo, pintándolo carente de cualquier rasgo o característica de inteligencia.

Sin embargo, este intento de despojarlo de racionalidad, con la finalidad de vacarlo, le ha caído a todos estos sectores en pleno rostro.

Pedro Castillo, representa a la pequeña burguesía. Esto quiere decir que pretende elevar a este sector de la burguesía a la altura de la burguesía media, o simplemente favorecerla. En consecuencia, las medidas que ha adoptado el ejecutivo son enteramente burguesas, o pequeño burguesas, si prefieren, pues se basan en el dominio del capitalismo de nuestra economía y sociedad. Por lo tanto, la falta de racionalidad e inteligencia para dirigir el Estado burgués, serían, si seguimos la lógica y los argumentos de los intelectuales burgueses, la crítica a la política burguesa; en otras palabras, es una crítica de la misma burguesía: una autocrítica, en fin de cuentas. Esta autocrítica a la que se está sometiendo la política económica burguesa en la persona de Pedro Castillo, tiene el sentido de delatar que cualquier argumento es válido con tal de conseguir lo que se proponen; o mas bien, indicar que no importa las medidas que se adopten siempre y cuando sea el resultado de sostener las reglas de juego de los intereses de la burguesía, pero lo que les parece de suma importancia es que quien dirija los negocios de la burguesía desde el gobierno, no solo promueva sus intereses, sino que además piense, sienta y se parezca a ellos.

La burguesía requiere que quien asuma la dirección de sus negocios desde el gobierno, cuente con su consentimiento.

Se le ha dicho a Pedro Castillo que los resultados favorables son obra de las gestiones anteriores; que es consecuencia del rebote dado el bajo nivel que alcanzó nuestra economía el año 2020; que si hubiera aplicado medidas correctas, los resultados serían menos dramáticos, etc. En otras palabras, soterradamente reconocen que la economía ha mejorado, que la inversión privada ha aumentado considerablemente, que el nivel de empleo también ha aumentado, y que la pobreza ha disminuido, que se van a destrabar los proyectos mineros, etc. Todo esto es evidentemente lo que a la burguesía le conviene, pues es el signo de las grandes ganancias que están obteniendo, en el marco de lo que el ejecutivo les permite obtener con las medidas implementadas.

Salvo algunas medidas, como el aumento de la remuneración mínima legal, o el tratamiento a la tercerización (intermediación) laboral, o el Decreto Supremo que modifica la negociación colectiva, ampliando los derechos de los trabajadores independientes entre otros, en casi todo lo demás los empresarios se han sentido cómodos con las medidas implementadas por este gobierno.

La visión subjetivista de Pedro Castillo, propia de la pequeña burguesía, consiste en creer que es la ética personal la que resolverá los problemas que enfrenta nuestra sociedad; es un problema de voluntad individual. La avaricia y la falta de ética son entonces las que han conducido a la actual situación. Probablemente esta forma de ver la solución de los problemas que enfrentamos sea lo que disgusta a la burguesía; pues, seguramente preferiría que se considere que los problemas que tenemos no se deben a la buena o mala voluntad de los presidentes que nos han gobernado (que han dirigido los negocios de la burguesía), sino a los mecanismos, a la lógica, a la racionalidad de funcionamiento de la economía y sociedades modernas. Planteado el asunto en estos términos, la burguesía estaría a buen recaudo de cualquier aventurero, como seguramente considera a Pedro Castillo.

El subjetivismo burgués se caldea entre las actitudes individuales y la racionalidad de la economía moderna. Si las cosas son como son, porque no pueden ser de otro modo, entonces las consecuencias negativas no son su responsabilidad, ni como individuos ni como clase social. Así, el capitalismo resulta siendo una fatalidad, acerca de lo cual nada se puede hacer, salvo seguir viviendo en el capitalismo, es decir, aceptar la fatalidad.

Para la burguesía, y las diversas corrientes en su interior, las cosas se interpretan y funcionan así.

Cuando reconocemos que existen leyes económicas, que son objetivas, es decir, que existen independientemente de nuestra voluntad; o cuando señalamos que la ley de la tendencia decreciente de la cuota media de ganancia es real; o cuando planteamos que la acumulación de capital conduce a la concentración y a la centralización de capital; que la acumulación de capital conduce, además, a la desigualdad social; o cuando decimos que la plusvalía, que es la expresión científica que designa la forma en la que, en el capitalismo, la burguesía se apropia (expropia) de una parte del valor creado por la fuerza de trabajo asalariada; que el ejército industrial de reserva (desempleo, subempleo, y otras formas específicas) es uno de los resultados propios del capitalismo, y que a pesar de que las cifras puedan variar, existirá mientras este sistema siga vigente; que la crisis económica es una ley objetiva, etc., la burguesía nos espeta que esto es ideología.

Frente a esto solo podemos decirle a la burguesía como clase y a sus intelectuales, que su mediocridad e incapacidad para descubrir estas leyes, o para reconocerlas, se debe sobre todo al límite que su propia condición de clase les impone. He aquí una mediocridad real, histórica, que no puede ser superada sino por la liberación de la humanidad de toda forma de explotación.

Sin embargo, la burguesía se regodea en su ignorancia, y se auto adula con los conocimientos superficiales que tiene del sistema capitalista. Esto da cuenta de que la burguesía no solo no puede, sino que además, no tiene interés de conocer la verdad; que no quiere conocer las leyes del desenvolvimiento del capitalismo del cual viven. Solo le importa mantener la posición de dominio en la que se encuentra, para seguir obteniendo ganancias.

La negación de sus propias políticas, como autocrítica velada, se da porque su objetivo es vacar a Pedro Castillo. Si las mismas políticas se hubieran dado con algún representante de la ultraderecha, probablemente reconocería el éxito, o la sensible mejora económica, de la gestión.

Así, entre la verdad científica y su interés, la burguesía opta por lo segundo.

No nos sorprende la actitud de la burguesía y sus representantes frente a la realidad. Muchos crímenes se han cometido, y seguro se seguirán cometiendo, para mantener y ampliar su poder. La pobreza no le interesa sino como negocio, realizando los proyectos que le reporta ingentes ganancias.

En el caso del presidente Pedro Castillo, el convencimiento de que su voluntad garantiza la mejoría de los sectores “vulnerables” de nuestra población, o que la buena voluntad de quien lo suceda en el cargo resolverá nuestros problemas, lo enceguece y no le permite reconocer las leyes objetivas de desenvolvimiento del capitalismo en el Perú. Tarde o temprano caerá en la cuenta de que las cosas no funcionan por la buena voluntad de algún individuo, aunque probablemente piense que de no lograr sus buenos deseos sea por sus propios errores, o por las trabas impuestas por los diversos representantes de la burguesía en el Congreso. La voluntad de Pedro Castillo y sus seguidores, actúa dentro de las leyes del capitalismo sin cambiarlas, únicamente retrasando o adelantando sus consecuencias, o intensificándolas o atenuándolas, pero de ninguna manera evitándolas.

Y a todo esto, el desarrollo del movimiento obrero y popular, y del movimiento campesino, no alcanza la unidad que permita salir de la encrucijada de la confrontación de un gobierno pequeño burgués socialdemócrata y de la gran burguesía y sus intelectuales.

Internacionales

Que no Gane el Silencio*

Por Ignacio Ramonet, Hernando Calvo Ospina, Atilio A. BoronFernando Buen Abad Domínguez.

RATIFICAMOS NUESTRA SOLIDARIDAD

Ignacio Ramonet, periodista, España; Hernando Calvo Ospina, escritor, Francia; Atilio Borón, sociólogo, Argentina y Fernando Buen Abad, filósofo, México:

HACE ALGUNOS MESES, por iniciativa nuestra, recolectamos firmas de personalidades científicas, políticas, artísticas e intelectuales, con liderazgos sociales y compromisos humanistas profundos, para difundir mundialmente una protesta enfática contra el bloqueo que Estados Unidos mantiene contra Cuba durante más de sesenta años.

Por estos días algunos medios están nuevamente señalándonos, a nosotros cuatro y con nombre propio, por esa misiva de protesta asegurando, además, que somos parte del aparato de propaganda cubana. Pues que se sepa que hoy ratificamos nuestra protesta y la ampliamos con mayor convicción y énfasis. Y estamos seguros que todas aquellas personalidades que nos acompañaron con su firma, lo harían ahora con el mismo convencimiento.

Al bloqueo criminal contra Cuba, expresado en cientos de canalladas imperiales que se despliegan en amenazas, sanciones, calumnias y acoso económico-político; se suman las aventuras desestabilizadoras recientes que se financian desde la Casa Blanca y el sur de la Florida poniendo foco especial contra la juventud cubana. La bajeza y la estulticia no tienen límite. No es justo que el pueblo cubano padezca la irracionalidad criminal del imperio norteamericano ni es admisible mantener silencio ante situación desesperante a que es sometida Cuba que transita problemas inducidos por el bloqueo y problemas derivados multiplicándose sin fin.

El plan del imperio es doblegar a Cuba por hambre, insalubridad, desabastecimiento energético, carencia de tecnología básica, suministros y refacciones. El plan de imperio es borrar, a toda costa, el ejemplo cubano de humanismo y rebeldía revolucionaria. El plan del imperio es que triunfe el odio de los verdugos contra la dignidad de los rebeldes, asfixiar a la economía cubana y provocar sufrimientos a su población para que se revuelva en contra del gobierno revolucionario.

Sólo el gobierno de Donald Trump emitió 243 medidas de sanción y Joe Biden ha sido incapaz de modificar el carácter inhumano de tales sanciones llegando al extremo de la insensibilidad mas arrogante en los momentos peores de la pandemia del Covid-19. Washington ha desoído con arrogancia, la condena anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que exige poner fin a este inhumano procedimiento.

Desde las entrañas del imperio se han prohijado, con millones de dólares, hordas de “disidentes”, de “opositores”, de “críticos” camuflados con de todo tipo de palabrerío por los “derechos humanos”, la “libertad de expresión” y el espíritu “democrático” … operan en las mesas de redacción de “diarios”, “noticieros”, “redes sociales” para vender su mercancía informativa asalariada por voluntades criminales. Anhelan operar al interior de Cuba publicitados con el acompañamiento de la “prensa internacional” para de dañar la imagen de la revolución, fundamentar la aplicación del criminal bloqueo y justificar todo género de intervenciones. Aislar a Cuba, para convertirla en el escenario del crimen perfecto del que nadie se enteró.

Sin rubor, despilfarran millones de dólares para promocionar la subversión interna, llamando a la desobediencia civil, la anarquía y el caos, con el único fin de acabar con el actual sistema político e instaurar uno que responda a sus únicos intereses. Nada le importan a Washington los inmensos logros de la revolución en materia científica que, entre otros, logrará que dentro de pocas semanas Cuba sea el primer país del mundo con toda su población vacunada contra el Covid-19, y con vacunas propias. Aunque Washington hizo hasta lo imposible para que Cuba no pudiera adquirir ni jeringuillas con las cuales aplicarlas. Nosotros no podemos permanecer callados ante este infierno que sufre Cuba.

Al interior del país, sujetos que se sienten respaldados y protegidos por Washington, usando como bandera la difícil situación económica debido al bloqueo (situación aumentada por el Covid, como en todas las otras naciones), llaman a manifestaciones subversivas. Lo hacen sin importarles las leyes vigentes que prohíben todo atentado al sistema político vigente, como es lógico en todos los estados del mundo. Y mucho más cuando es incitado por una potencia extranjera.

Nosotros, que ratificamos lo dicho y volvemos a elevar nuestra voz, llamamos una vez más al gobierno de Estados Unidos a que cese el inhumano bloqueo contra Cuba, y a que detenga sus tentativas de desestabilizar a una nación que en ningún momento ha realizado acciones contra su seguridad; que mucho menos se ha inmiscuido en sus asuntos internos, ni llamando a la ciudadanía estadounidense a que subvierta el orden establecido, a pesar de los múltiples y graves problemas sociales internos que tiene esta potencia mundial.

Ratificamos nuestro amor por Cuba para que lo sepa su pueblo hermano, que nos ha educado con su ejemplo titánico de resistencia, entereza y grandeza. Que lo sepa el pueblo revolucionario de Cuba porque en estas cuantas líneas se expresa el clamor de millones de hermanos solidarios y cúmulo de emociones fraternas agradecidas por el ejemplo solidario de Cuba con todos los pueblos hermanos, en Angola tanto como en Venezuela o México por solo mencionar un eje geopolítico e histórico de nuevo género en el tiempo y en el espacio.

Enfatizando nuestro amor por la Revolución Cubana ratificamos lo dicho, que es inquebrantable y progresivo.

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(*) Fuente: Rebelión. https://rebelion.org/que-no-gane-el-silencio/. 30/07/2022.


CREACIÓN HEROICA