sábado, 1 de agosto de 2015

Política

Nota:

El siguiente artículo de nuestro compañero Eduardo Ibarra desenmascara la maniobra de Gustavo Pérez de confrontarse con Aldo Mariátegui a fin de disimular su propia condición de falsificador de la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui.

Tiene razón nuestro compañero: actualmente, el debate sobre la obra de José Carlos Mariátegui tiene como cuestión central el PSP y el tipo de partido que requiere el proletariado peruano.

La lectura de los materiales que adjuntamos al artículo de nuestro compañero demuestra de un modo inapelable la forma grosera en que Pérez reniega el marxismo-leninismo y falsifica la filiación marxista-leninista tanto de Mariátegui como del PSP, y, al mismo tiempo, la forma cínica en que reniega el carácter de clase de este partido. Pero también la desfachatez con que falsifica las tesis de Marx y Engels sobre el nombre científicamente exacto del partido del proletariado.

Puestas las cosas en su sitio, la fiesta se ha terminado para nuestro liquidacionista.

01.08.2015.

Comité de Redacción.



¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

Dos Falsificadores de la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui

Eduardo Ibarra


En ocasión del nacimiento de José Carlos Mariátegui, su nieto Aldo publicó en el diario Perú 21 un artículo en el cual cuestiona las tesis ideológicas y teóricas del fundador del Socialismo Peruano.

En el marco de la más que octogenaria campaña contra el pensamiento de José Carlos Mariátegui, el mencionado artículo reúne falsificaciones y negaciones cien veces rebatidas por marxistas peruanos y extranjeros.

Actualmente, el debate sobre el pensamiento de Mariátegui tiene como contenido central la concepción mariateguiana del PSP, y, al mismo tiempo, el tipo de organización que debe ser el partido del proletariado peruano.

Por eso, el debate es con quienes han llevado la falsificación de la Creación Heroica de Mariátegui al terreno orgánico, negando el carácter de clase del PSP y, por esta vía, negando el partido de clase.

Hoy por hoy, pues, el enemigo principal de la Creación Heroica de Mariátegui es el liquidacionismo de derecha.

Como ha quedado dicho, el artículo de Aldo ha sido refutado con anticipación. Por lo tanto, se comprenderá que no es necesario centrar en rebatir una vez más las viejas impugnaciones.

Pero, aun así, sí es perentorio rebatir algunas de ellas en su conexión con la negación del partido de clase.

El liquidacionismo de derecha que encabeza Ramón García es la culminación de todo el proceso histórico de falsificación de la Creación Heroica de Mariátegui, pues lleva este proceso a la negación del partido de clase, es decir, al intento de desarmar completamente al proletariado peruano.

Por eso es necesario desenmascarar la maniobra de Pérez de aprovechar el artículo de Aldo para lavarse la cara de su liquidacionismo.

II

En su proyecto de programa, Mariátegui planteó: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”.

        Esta base de unidad del PSP, propuesta por Mariátegui y aprobada en primera instancia por la Reunión de Barranco, fue finalmente aprobada por el CEP del PSP en setiembre de 1929.

        No obstante, en el artículo El movimiento comunista, Ramón García falsifica así la verdad doctrinal del partido de Mariátegui: “… de las tres consignas básicas [de la Revolución de Octubre], sólo queda el Marxismo-Leninismo, pero cada vez más limitada geográficamente a la URSS. Este término se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina. Y menos como nueva época. No es casual que su obra se llame Defensa del Marxismo, a secas, y no, por ejemplo, Defensa del Marxismo-Leninismo”.

        De esa forma, pues, niega el marxismo-leninismo como verdad universal y como la identidad doctrinal del PSP y del propio Mariátegui.

        Esa triple negación ha sido servilmente asumida por sus seguidores, entre los cuales se cuenta Gustavo Pérez.

        En la Moción aprobada por la Reunión del C.C. del 4 de marzo de 1930, se señala: “El P.S. es un partido de clase, y por consiguiente, repudia toda tendencia que signifique fusión con las fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condena como oportunista toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su independencia de programa y de acción, que en todo momento debe mantenerse íntegramente” (Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.487).

Sin embargo, en el artículo 80 aniversario (5), Ramón García falsifica así la verdad orgánica del partido de Mariátegui: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra historia republicana’”.

De esa forma, pues, promueve la fusión de diversas tendencias no proletarias y, por esta vía, intenta subastar la independencia ideológica, política y orgánica del proletariado.

Esa liquidación del partido de clase (consumada ya en el grupo de Ramón García), ha sido servilmente actuada por sus seguidores, entre los cuales se cuenta Gustavo Pérez (1).

Por lo tanto, el pretenso defensor de Mariátegui es un operador de la falsificación de su Creación Heroica, aunque, desde luego, en calidad de repetidor del Liquidacionista Mayor.

III

Al final de su artículo, Pérez ha intentado acreditarse mencionando su condición de “miembro de la Cátedra Libre ‘Marx, ese desconocido’”, tribuna que le ha sido facilitada por posiciones conciliadoras con el liquidacionismo de derecha.

Pero aquí también es preciso señalar que Pérez falsifica a Marx y Engels en punto a varios respectos, por ejemplo sobre el nombre del partido del proletariado y, en el artículo que comentamos, levantando una supuesta “vía no occidental del desarrollo socialista para los países capitalistas atrasados, originalmente intuida por Marx”.

La sencilla verdad es que Marx se limitó al caso de la Rusia zarista de los primeros veintiún años de aplicación de la Reforma de 1861 que abolió la servidumbre.

Por extensión, claro está, las tesis de Marx sobre la potencialidad de la obshchina en la Rusia de 1882 (última vez que Marx se refirió a esta cuestión), tienen valor para los países donde en alguna medida se conserva la comunidad campesina.

Pero los países donde sobrevive esta comunidad son muy pocos. En América Latina ello ocurre apenas en Perú,  Bolivia, Ecuador y México.

Por lo tanto, se trata de una realidad limitada que, por esto mismo, no permite hablar de una “vía no occidental del desarrollo socialista para los países capitalistas atrasados”.

Marx se opuse a que su concepción fuese convertida en una teoría histórico-filosófica de la marcha general que el destino le impone a todo pueblo”, del mismo modo como no planteó jamás una “vía no occidental del desarrollo socialista” (determinada por la sobrevivencia de la comunidad campesina) válida para todos los países que no son parte de Europa Occidental.

Así, pues, resulta ostensible la forma en que el vanidoso miembro de la cátedra sobre Marx, tergiversa a Marx.  

Notas
[1] Incluido, desde luego, Aragón, con la nota particular de su oposición a la dirección secreta del grupo liquidacionista con el falso argumento de que “la célula secreta de los siete” fue una realidad ajena a Mariátegui. Contraviniendo el carácter temporal de dicha célula, desde hace más de cinco años el mencionado grupo cuenta con  una instancia orgánica secreta con carácter permanente. Sin embargo de su discrepancia, Aragón comparte la liquidación del partido de clase al suscribir servilmente el partido doctrinariamente variopinto que promueve García.

05.07.2015.


Material Adjunto

El Pez Por La Boca Muere
(Fragmento)
E.I.

Pérez pretende satanizar el término marxismo-leninismo con el pretexto de que el primero en utilizarlo fue Bujarin. Pero esto no es un argumento serio, y sólo sirve para desviar el análisis del verdadero contenido del problema. El verdadero contenido del problema, es si se reconoce o no el desarrollo universal del marxismo, es decir, si se reconoce o no el leninismo como desarrollo del marxismo; si se reconoce o no el pensamiento de Mao como desarrollo del marxismo-leninismo. Esta es la cuestión, y, sin duda, ningún sofístico argumento puede escamotearla.
Si se considera que el leninismo no es un desarrollo de valor universal del marxismo, como encubiertamente plantean García, Aragón y Pérez (y como abiertamente ha señalado un correligionario de ellos al decir que Lenin es para Rusia como Mao es para China), entonces resulta natural que tales personas hayan renegado del término marxismo-leninismo. Pero si, por el contrario, se reconoce que el leninismo es un desarrollo de valor universal del marxismo, entonces no existe ni puede existir ningún pretexto para excluir el leninismo de la denominación de la doctrina. En consecuencia, el problema no es una cuestión de palabras más o palabras menos, sino un problema que atañe al desarrollo del marxismo. ¡Ni más ni menos!
Pérez dice: “Resulta importante tener en cuenta que… Stalin publicara dos textos, que tituló ‘Fundamentos del Leninismo y ‘Cuestiones del Leninismo’ y no del ‘marxismo-leninismo’”.
Parece mentira, pero nuestro personaje cree que su afirmación es un argumento científico y, por lo tanto, demostrativo de que el leninismo es algo sin relación con el marxismo o, más exactamente, que no es un desarrollo de valor universal del marxismo, y que, por consiguiente, no debe ser incluido en la denominación de la doctrina.
Si en su artículo El movimiento comunista, con parecido artilugio García pretendió negar el leninismo como desarrollo del marxismo y, así, propuso el término marxismo como denominación excluyente de la teoría proletaria (excluyente del término marxismo-leninismo), ahora, como repetidor de segunda, Pérez pretende el mismo objetivo con su alusión a los dos libros de Stalin.
Le haré recordar, sin embargo, que Los fundamentos del leninismo (y no Fundamentos del leninismo, como él escribe) fueron publicados por primera vez en abril-mayo de 1924, en una circunstancia en que en el movimiento comunista internacional se resolvía la polémica acerca del leninismo, y que, en la primera página de este libro, su autor señaló con absoluta claridad: “Exponer los fundamentos del leninismo no es aún exponer los fundamentos de la concepción del mundo de Lenin. La concepción del mundo de Lenin y los fundamentos del leninismo no son, por su volumen, una y la misma cosa. Lenin es marxista, y la base de su concepción del mundo es, naturalmente, el marxismo. Pero de esto no se desprende, en modo alguno, que la exposición del leninismo deba comenzar por la de los fundamentos del marxismo. Exponer el leninismo es exponer lo que hay de peculiar y de nuevo en las obras de Lenin, lo aportado por Lenin al tesoro general del marxismo y lo que está asociado a su nombre de modo natural. Sólo en este sentido hablaré en mis conferencias de los fundamentos del leninismo”.
Estas son las razones por las cuales el libro de Stalin se llama Los fundamentos del leninismo, y ninguna argucia puede cambiarlas por otras distintas y espurias. Como tampoco ningún sofisma puede desvirtuar el hecho de que “el leninismo es el desarrollo ulterior del marxismo”, es decir, “el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria”. Este oportunismo de negar el desarrollo universal del marxismo desviando la discusión a la cuestión de la denominación de la doctrina, pinta de cuerpo entero tanto a Pérez como a su grupo.

01.08.09.



Nota 64 del Artículo El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui

E.I.


ESTAS CURSIVAS ENFATIZAN que la adhesión al marxismo-leninismo fue una realidad en todas las instancias orgánicas del PSP. Esto es una prueba más de que Mariátegui no concibió su partido como un partido de “dos niveles”. Sin embargo, contra esta realidad, en el libro La organización del proletariado, García escribió que “… todos estuvieron de acuerdo en constituir, dentro de la organización, los grupos secretos que velarían por el carácter bolchevique del Partido” (Ediciones Bandera Roja, Lima, 1967, p.197). Es evidente, por lo tanto, que todo lo que hace ahora el mencionado personaje, es darle continuidad a su falsificación de la verdad histórica del PSP. Pero sus antojadizas y torpes especulaciones se han venido abajo con la demostración de que el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo. Es un hecho iluminador que, a Mariátegui, observador zahorí, no se le pasara la lección del fracaso de algunas tentativas de formar un partido de dos niveles, como se había intentado en su tiempo en Panamá, Bolivia, Ecuador, Brasil y Colombia. No obstante las esclarecedoras afirmaciones de Mariátegui, citadas en el presente trabajo, desde hace años García y sus repetidores desenvuelven una campaña que tiene el doble objetivo de negar la verdad universal del marxismo-leninismo y el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP. Así por ejemplo, Gustavo Pérez, operador furibundo de dicha campaña, en el artículo La formación socialista revolucionaria italiana de Mariátegui y la ortodoxia socialista rusa, intenta negar el marxismo-leninismo sosteniendo, de entrada, que “Es una constatación práctica, que Mariátegui no se autodenominó ‘marxista-leninista’ y se declaró simplemente ‘Marxista convicto y confeso’…, que tituló solo ‘Defensa del marxismo’ a uno de sus mas (sic) importantes libros, escrito precisamente en defensa del marxismo revolucionario, y que solo hiciese dos (o 3) alusiones al ‘marxismo-leninismo’ en toda su obra, entre ellas las que figuran en el Programa del Partido Socialista del Perú, que el (sic) constituyese”. De este modo establece la premisa que pone en evidencia la intención con la cual, al final del artículo, cita la siguiente afirmación de Mariátegui: "Lenin no es un ideólogo sino un realizador. El ideólogo, el creador de una doctrina carece, generalmente, de sagacidad, de perspicacia y de elasticidad para realizarla. Toda doctrina tiene, por eso sus teóricos y sus políticos. Lenin es un político: no es un teórico". Pues bien, quienquiera que lea esta cita movido por la pasión de captar la verdad, tiene que darse cuenta de que los términos ideólogo y teórico no aparecen allí en su acepción habitual, sino en un sentido especial: designando a quien es “creador de una doctrina”. Así, en el contexto verbal dado, Marx es, obviamente, el ideólogo (“el creador de una doctrina”), y, como consecuencia, Lenin es, también obviamente, el político (el realizador de la doctrina de Marx). La afirmación mariateguiana encierra, pues, una verdad elemental: Marx fue el creador de la doctrina comunista, mientras Lenin fue un realizador de la misma. Pero, ¿acaso Marx no fue también, al mismo tiempo, un político, en el sentido habitual de la palabra? Y, ¿acaso Lenin no fue también, al mismo tiempo, un teórico, igualmente en el sentido habitual de la palabra? Entonces, la comprensión objetiva, correcta, honrada de la afirmación mariateguiana, no niega ni puede negar que, en el marco del sentido habitual de los términos teórico y político, Marx aparezca también como político y Lenin aparezca también como teórico. Obras del valor de Materialismo y empiriocriticismo, Cuadernos filosóficos, El imperialismo, fase superior del capitalismo, ¿Qué Hacer?, Un paso adelante, dos pasos atrás, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, El estado y la revolución, entre otras, prueban que Lenin desarrolló el marxismo, precisamente realizando la doctrina de Marx. Esto es, asimismo, una verdad elemental. Ahora bien, la utilización dolosa que hace Pérez de la afirmación mariateguiana, está enderezada a silenciar el hecho de que, en el Programa del Partido, el maestro definió la identidad doctrinal del PSP y, por lo tanto, la suya propia. Esta definición aparece, pues, como es notorio, no en un artículo, donde, por lo general, Mariátegui evitaba la jerga partidaria, sino en un documento fundamental del Partido Socialista del Perú, donde, como es lógico, no le era posible ahorrarse un lenguaje doctrinalmente exacto. Esto es una constatación práctica. Así, pues, el silenciamiento que pretende Pérez tiene por destino manifiesto negar que el leninismo es “la nueva etapa marxista”, es decir, que “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios” (Mariátegui). La utilización dolosa de la cita del maestro es, por cierto, un caso –entre otros– en que la tergiversación de una afirmación suya es enderezada a negar otra afirmación suya también. Es el truco de utilizar a Mariátegui contra Mariátegui. Es el truco de parapetarse detrás de su autoridad. Es el truco de utilizarlo como coartada. El padre de este truco es Ramón García, quien, utilizándolo sin ningún escrúpulo, ha impuesto en su grupo la negación de la identidad marxista-leninista de Mariátegui y el PSP. Esta negación (derivada de la negación del marxismo-leninismo) es un intento por sentar una base para un partido-amalgama. Ciertamente la actitud de García es de una clamorosa deshonestidad intelectual: achaca a Mariátegui sus propias posiciones revisionistas; intenta macular al maestro con tales posiciones; no tiene el valor elemental de plantearlas a nombre propio; no tiene el coraje de sostener, desde su posición revisionista, que Mariátegui se equivocó al adherir al marxismo-leninismo y al establecerlo como base de unidad del PSP. Respecto a estas cuestiones, en más de dos décadas García no ha hecho más que esgrimir falacias. Contra la feroz y torpe campaña antileninista y antimariateguiana del grupo liquidacionista, SE ALZA EL MARXISMO-LENINISMO DE MARIÁTEGUI Y EL PSP COMO UNA MONTAÑA INELUDIBLE.

16.05.2008.


Un Artículo Revelador

(Fragmento)

E.I.

Pérez declara que, “desde hace mucho”, “la teoría del Partido de Cuadros” “viene siendo mal interpretada como ‘concepción leninista del partido proletario’ de ‘valor universal’ que ‘está vigente’, como teoría del Partido proletario aplicable a toda circunstancia histórica-concreta. Esta pésima herencia, producto de nuestra histórica insuficiente asimilación del socialismo revolucionario tras la muerte de Mariátegui, nos hizo olvidar que en dicha obra Lenin no se planteó como tarea un concepto suprahistórico de Partido o modelo para cualquier país y cualquier momento, que no se trataba de una forma organizativa general surgida de un manual de sociología con pretensiones de universalidad y eternidad” (1).

Como se ve, toda la idea que Pérez tiene del ¿Qué hacer?, es que se trata de una “teoría del Partido de Cuadros” y, así, tomando la exposición de la forma organizativa del partido bolchevique en los primeros años de su existencia como todo su contenido, termina silenciando la concepción leninista del partido proletario (2).

Pero cualquier marxista, mínimamente informado, sabe que el ¿Qué hacer? es mucho más que una teoría de la forma del partido de Lenin en dicho período. El ¿Qué hacer? comprende también, y sobre todo, una exposición del carácter de clase del Partido: doctrina marxista, política marxista. Pero de esto Pérez no dice absolutamente nada, intentando así vender su interesada “comprensión” del texto leninista. No obstante, basta tener la simple capacidad de ver el todo y no solo una parte, para reconocer el doble contenido y el doble valor del ¿Qué hacer?: mientras la sustentación de la forma organizativa del partido bolchevique es su contenido de valor particular –y hasta circunstancial–, su fundamentación del Partido como la materialización de la doctrina es su contenido de valor universal.

No obstante, Pérez, a título de desacralizar “la teoría del Partido de Cuadros”, lo que hace de hecho es negar por completo el contenido universal del ¿Qué hacer? ¡Ni más ni menos! (3).

Pues bien, esa negación de la concepción del Partido como la materialización de la doctrina, pone en evidencia su negación encubierta en el truco de García de hacer pasar como de Mariátegui la idea de un partido de “dos niveles”, y en su conjetura de que “El problema que enfrentó JCM es el mismo que el proletariado enfrenta desde hace más de un siglo: cómo relacionar la teoría (Programa Socialista) con la práctica (Partido-Frente)” (4).

“Desde hace más de un siglo”, dice. ¿Se da cuenta el lector? De hecho, con tal truco y con tal conjetura, que datan de 2008, García propone un partido doctrinariamente heterogéneo y, de esta forma, niega igualmente el contenido fundamental del ¿Qué hacer? Es decir, tanto García como Pérez niegan de plano la concepción leninista del partido proletario: el primero sibilinamente, el segundo abiertamente.

Esa negación, por lo demás, es pretensiosamente publicitada como “nuevo concepto de partido”, aunque el análisis demuestra que tal idea es un reciclaje de aquella que Julio Portocarrero y Hugo Pesce levantaron en 1929 y, en último análisis, de la apolillada idea socialdemócrata de un partido de masas sin la base doctrinal del marxismo-leninismo (5).

Pues bien, la examinada negación de la concepción leninista del partido proletario ha llevado a la negación de la concepción mariateguiana del partido de clase bajo la forma de partido de masas. Para probar esta aserción, citaré el numeral 3 de la moción escrita por José Carlos Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco, y, después, el comentario de Pérez.

Moción de Mariátegui: “3. La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (6).

Comentario de Pérez: “Una lectura atenta de este numeral del Acta, da cuenta de que en el se reconoce la necesidad de la creación de un Partido ‘de clase’, pero que, de ‘acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú’, concurrirá a la constitución de un Partido ‘basado en las masas obreras y campesinas organizadas’. Es decir que las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas, lo que acredita que éstas condiciones concretas, a que hace referencia Mariátegui en este párrafo, no son justificatorias del nombre SOCIALISTA para el Partido sino simplemente de su composición social, lo que no se apreciaba correctamente por la cita mutilada o fragmentada del texto de Mariátegui” (¡sic!) (7).

Es posible que un niño de ocho años pueda entender el significado del citado texto mariateguiano, pues claramente se dice ahí que el partido de clase era el partido que, de acuerdo con las condiciones concretas del Perú (de los años veinte), debía llamarse Partido Socialista y basarse en las masas obreras y campesinas organizadas, con lo cual el maestro quiso decir, DIJO, AFIRMÓ, EXPRESÓ, SOSTUVO, ENUNCIÓ, MANTUVO, que el partido de clase, en cuya formación el Comité debía esforzarse tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas, tenía que ser un partido de masas y no un partido de cuadros y llamarse Socialista y no Comunista.

Pero, como se ha visto, Pérez dice que Mariátegui afirmó que la lucha política exigía un partido de clase, y que, no obstante ello, a reglón seguido y sin adversativo de por medio, se negó a sí mismo promoviendo un partido no de clase.

¿Quién es el incoherente? ¿Mariátegui, o Pérez? Ciertamente Pérez, pues es claro que, mientras el maestro propuso un partido de masas doctrinariamente homogéneo, su comentador dice que lo que propuso fue un partido de masas doctrinariamente heterogéneo. Esto prueba que, según su parecer, el partido de clase no puede ser, al mismo tiempo, un partido de masas. Por eso ha escrito alegremente: “las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas”.

Puesto que no es posible imaginarse que Pérez padezca una aguda minusvalía intelectual, hay que entender que su burda tergiversación ha sido un acto consciente, premeditado, intencional, lo cual demuestra, una vez más, su condición de falsario.

Esta flagrante tergiversación, esta grosera tergiversación, esta inaudita tergiversación de la concepción mariateguiana del PSP y la absoluta negación del ¿Qué hacer?, han resultado, seguramente, de la “lectura atenta” del comentador (8).

Pues bien, la desembozada tergiversación de aquella concepción mariateguiana pone en evidencia su tergiversación embozada en esta afirmación de García: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea (como ‘célula secreta de los 7’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas de toda nuestra historia republicana’” (9).

Como se ve, la cita pretende que el Partido de Mariátegui fue un partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, un partido de masas sin la base doctrinal del marxismo-leninismo, o sea, un partido pluriclasista en el sentido no proletario del término (10).

Esto, por donde se le mire, es una completa negación de la verdad doctrinal y orgánica del PSP.

Si Pérez dice que el Partido de Mariátegui fue un partido de masas y no de clase, García dice que tuvo “dos niveles”, y, prácticamente, ambas afirmaciones significan lo mismo, pues cualquier partido de masas que no esté homogeneizado por el marxismo-leninismo no es ni puede ser un partido de clase.

Así, pues, tanto Pérez como García reniegan la experiencia mariateguiana, pero también la experiencia internacional, que, en un caso ejemplar como el ruso, demostró que un partido de cuadros en sus primeros años, puede transformarse en un partido de masas, sin perder en absoluto su condición de partido de clase (11).

Pero, por lo visto, para Pérez y García, A es A, y no puede ser B. Este formalismo, esta metafísica, es la causa y el efecto del embrollo que tienen en la cabeza.

O, acaso, la interpenetración de lo clasista y lo masivo en el Partido, la dialéctica entre estos polos, es cosa que escamotean deliberadamente.

(…)

1. El PSP fue un partido de clase, es decir, un partido doctrinariamente homogéneo. Por eso en el Programa del Partido, Antecedentes y desarrollo de la acción clasistaAcuerdos de la Reunión de Barranco, Reuniones del 1 y 4 de marzo de 1930 y Al margen del nuevo curso de la política mexicana, Mariátegui señaló, las más de las veces directa y explícitamente, tal carácter. Pero Pérez y García niegan completamente esta verdad con su negación del marxismo-leninismo y su partido de “dos niveles”.

2. La postulación de un partido doctrinariamente heterogéneo, de un partido no de clase, de un partido-amalgama, significa la negación de la independencia ideológica, política y orgánica del proletariado y, por lo tanto, es liquidacionismo de derecha, forma específica de revisionismo.

3. La negación de la concepción leninista del partido proletario tiene por base filosófica el empirismo y constituye una posición REVISIONISTA, imposible de disimular incluso si tramposamente se dijera que es un “revisionismo positivo”, pues tal posición encierra, en Pérez, la idea de que el partido de clase –que homologa a la idea del partido de cuadros–, tuvo vigencia solo en la Rusia autocrática de los primeros años del siglo XX, y, en García, la idea de que el ¿Qué hacer? nunca tuvo vigencia, pues, según él, es el partido doctrinariamente heterogéneo –planteamiento de Julio Portocarrero y Hugo Pesce– y no el partido doctrinariamente homogéneo –sustentado por Lenin y seguido por Mariátegui–, lo que está vigente “desde hace más de un siglo”.

4. El modelo de partido de clase bajo la forma de partido de masas legado por Mariátegui está vigente en todo lo que tiene de esencial: adhesión al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario, concepción correcta de la revolución, estrategia revolucionaria de masas, carácter pensante y operante de la militancia y, dadas las actuales condiciones de democracia burguesa, también lo está en lo concerniente a su estatus legal.

5. La realidad de un cierto fraccionamiento de la clase obrera no es ni puede ser pretexto para cuestionar el modelo mariateguiano de partido y postular en su lugar un partido de masas doctrinariamente variopinto. Todo lo contrario: cuanto más fracciona el capitalismo a la clase obrera, más grande y mas profunda es la necesidad de preservar la independencia de clase del Partido.

6. En las actuales circunstancias históricas, la resolución teórica y práctica del problema del instrumento organizativo del proletariado, es la cuestión fundamental dirimente, la piedra de toque que define la posición de cada tendencia, la línea divisoria que separa a marxistas de revisionistas. Por eso, para cualquier marxista consciente, no es difícil discernir dónde está el marxismo y dónde el revisionismo, dónde el Camino de Mariátegui y dónde su mixtificación.

Notas:
[1]  Lenin, Mariátegui y el partido de masas, p.1. Como resulta evidente, Pérez utiliza el término partido de cuadros como equivalente al término partido de revolucionarios profesionales, que es el que utiliza Lenin. De hecho esta equivalencia no es absoluta, como parece creer Pérez, pero este no es el lugar para entrar en detalles al respecto. Sin embargo, la equivalencia señalada cuenta aquí para efectos de entender exactamente el artículo que examino.
[2]  Ibidem, p.4.
[3]  No es casual, por eso, y no está exento de tendenciosidad, que Pérez cite algunas opiniones de Lenin sobre la forma organizativa del partido, que aparecen en el prólogo a la recopilación En doce años, y silencie aquellas otras que, en el mismo lugar, se refieren al contenido del Partido, como por ejemplo la que sigue: “¿Qué hacer? es el compendio de la táctica y de la política iskrista de los años 1901 y 1902 en materia de organización. Un ‘compendio’, ni más ni menos. Quien se tome el trabajo de ver Iskra de 1901 y 1902, indudablemente se convencerá de ello. Y quien juzgue este compendio sin conocer la lucha de Iskra contra el ‘economismo’, a la sazón predominante, y sin comprender esta lucha, no hará sino lanzar palabras al viento” (Obras Completas, Editorial Progreso, Moscú, 1983, t.16, p.107. Subrayados en el original). Precisamente Pérez juzga el ¿Qué hacer? sin captar la importancia fundamental y la trascendencia universal de la lucha contra quienes se prosternaban ante el movimiento espontáneo y levantaban la política sindical como toda política del Partido, lucha que, como lo sabe todo el que quiera saberlo, permitió establecer el contenido doctrinal y político del partido proletario. Por eso todo lo que hace Pérez es “lanzar palabras al viento”.
[4]  Cualquier marxista consciente comprenderá que esa pretendida “desacralización” es lo que no se puede hacer con el ¿Qué hacer?, lo que no se debe hacer con el ¿Qué hacer? No obstante, ¡es eso precisamente lo que hace Pérez! Por supuesto, el ¿Qué hacer? exige una lectura crítica que permita, por una parte, asumir lo que tiene de vigente y de aplicable en cada caso y, por otra, establecer lo que tiene de prescindible por no corresponder a la situación concreta en la que se opera. Pero esto, claro está, no tiene nada que ver con la presuntuosa “desacralización” que propone Pérez.
[5]  Aniversario 80 (5).
[6] El truco y la declaración de García que, en principio, constituyen una negación de la concepción mariateguiana del PSP, son pues, al mismo tiempo, una negación de la concepción leninista del partido proletario.
[7]  Por cuanto el marxismo a secas que se propone como el aspecto general de la base de unidad es ya una posición revisionista. Por otra parte, dejo subrayado que utilizo la denominación marxismo-leninismo como intercambiable con la denominación teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao.
[8]  Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.398.
[9]  Tan extraviado se encuentra Pérez, que cree que la precisión de Mariátegui acerca de que el PSP tenía que basarse en las masas obreras y campesinas organizadas, se refería no a su base social sino a su composición social. Pero ocurre que Mariátegui sabía perfectamente que “el trabajo político corresponde a los partidos de clase, la actividad económica y sindical a las organizaciones obreras” (Correspondencia, t.II, p.619). Por eso señaló que “La organización sindical y el partido socialista, por cuya formación trabajaremos, aceptarán contingentemente una táctica de frente único” (Martínez, Apuntes, t.II, p. 398), diferenciando así tajantemente entre “organización sindical” y “partido socialista”. En la misma moción aprobada por la Reunión de Barranco, el maestro esclareció la composición social básica del partido: “la organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (ibidem, p.397). Pero Pérez confunde base social con composición social, y, así, sugiere, sin querer queriendo, que Mariátegui planteó que las masas obreras y campesinas organizadas, es decir, asociadas en sus gremios, o sea los gremios de los trabajadores, fueran parte constitutiva del partido, a la manera del Partido Laborista de Ingflaterra. Esta es una completa tergiversación del concepto mariateguiano del partido de masas, que no es otra cosa que un partido de clase bajo la forma de partido de masas.
[10] Así, pues, la frase “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú” aparece únicamente como una puntualización de la frase “La lucha política exige”. Por eso en los Principios programáticos del Partido Socialista, en la Reunión de Barranco, en la Reunión del 4 de marzo de 1930 y en el artículo Al margen del nuevo curso de la política mexicana, Mariátegui ratificó (en este último texto indirectamente) el carácter de clase del PSP.
[11] Realmente el artículo de Pérez es una mayúscula vergüenza para el Socialismo Peruano. Pero, no obstante esto, ha sido publicitado por un blog de su facción, lo que quiere decir que en estas filas se promueve la negación de la concepción leninista del partido proletario y la tergiversación de la concepción mariateguiana del partido del proletariado peruano, sin que nadie muestre la entereza doctrinal y la fortaleza de ánimo necesarias para llevar adelante una consecuente lucha contra tan extremas expresiones de descomposición ideológica. Esto prueba que ahí el liberalismo burgués es la ideología realmente existente. En su vergonzoso artículo, sin embargo, Pérez se da estos aires: “Razonando en torno a la razón del nombre del Partido del Trabajo”; “Si analizamos cuidadosamente el texto de Mariátegui”; “Una lectura atenta de este numeral del Acta” (pp.3 y 4. Los subrayados son míos).

12.04.10.



Ramón García o la Manipulación III

(Fragmento)

E.I.


ESTOS ASERTOS PRUEBAN fehacientemente que Mariátegui entendía por partido “una facción orgánica y doctrinariamente homogénea”, y que, por el Partido Socialista que se aprestaba a organizar, entendía una facción “de filiación y orientación definidas”, es decir, un partido “orgánica y doctrinariamente homogéneo”. Por lo tanto, es claro que, conforme a la visión marxista, Mariátegui consideraba que el carácter de clase del partido proletario no está determinado por la extracción social de sus militantes, sino por la doctrina que lo hace orgánicamente homogéneo.

Por eso, si en el Programa del Partido estableció el marxismo–leninismo como la base de su unidad, en la Moción aprobada por la Reunión de Barranco señaló que “La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda” (14).

Estas aserciones prueban, a su vez, que, puesto que el PSP era un partido “orgánica y doctrinariamente homogéneo”, entonces no tenía ni podía tener dos niveles orgánicos permanentes doctrinariamente disímiles entre sí.

 En consecuencia, cuando García, falsificando la verdad histórica, pretende que el PSP “tenía dos niveles”, lo que hace es negar el carácter de clase del Partido de Mariátegui, y, así, su “qué entender por ‘partido de masas y de ideas’”, tiene, en él –y desde hace tiempo– esta respuesta: por un partido tal hay que entender un partido de clases, así en plural, es decir, un partido pluriclasista, un partido de trabajadores sin la base doctrinal del marxismo-leninismo (15).

Pero además, es menester señalar que la cualidad de partido doctrinariamente homogéneo del PSP fue concretamente definida en contraposición a su opuesto: el proyecto de partido doctrinariamente heterogéneo de Haya de la Torre.

Por eso, el proyecto de García no solo es un reciclaje del modelo de partido que levantaron Portocarrero y Pesce en junio de 1929, sino también, al mismo tiempo, un proyecto que tiene su antecedente en el partido pluriclasista de Haya de la Torre.

El partido de García no sería, pues, un partido de clase y, por lo tanto, tampoco un partido de masas y de ideas en el sentido mariateguiano del término

Notas
[14] Ibídem, p.397. Cursivas nuestras. En este caso, la frase “con carácter netamente clasista” no puede entenderse en un sentido sindical, sino ideológico. Por eso es equivalente a esta otra: “con carácter netamente marxista-leninista”.
[15] De hecho, García comete el trastrueque de pasar el modelo de partido levantado por Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la Conferencia Comunista de Buenos Aires, como el modelo de José Carlos Mariátegui. Este trastrueque viene de 1967, y demuestra que nuestro liquidacionista concibe al PSP como algo que no fue: un partido de dos niveles, un partido doctrinariamente variopinto, un partido revisionista. Hasta este punto extremo ha llegado su falsificación de la verdad histórica del partido de Mariátegui.

09.08.2010.

El Concepto Mariateguiano de Partido de Masas y de Ideas

(Fragmento)

E.I.


II

Desde la segunda mitad de los años 1980, Ramón García falsifica la identidad doctrinal de José Carlos Mariátegui y del PSP a fin de hacer pasar de contrabando su “marxismo” sin leninismo y su proyecto de un partido doctrinariamente heterogéneo.

Es decir le achaca a Mariátegui sus propias posiciones oportunistas y liquidacionistas, y, como es obvio, este criollo procedimiento lo pinta de cuerpo entero.

Puesto que el carácter de clase del Partido está determinado por su doctrina, es claro que un partido doctrinariamente heterogéneo no es ni puede ser un partido de clase (8).

Precisamente el proyectado partido del grupo liquidacionista es la materialización de un “marxismo” sin leninismo en su ya fundada instancia secreta, y, en su instancia pública por fundarse, sería la materialización de disímiles posiciones doctrinales. Esto es lo que se llama partido-amalgama.

Esta amalgama doctrinal explica que los promotores de semejante partido quieran titularlo socialista (9).

García ha escrito: “La propia experiencia, la propia lucha enseñó a través de la investigación de continuadores, que la Reconstitución se hundía en un círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país” (10).

De esta forma renunció a la tarea de la Reconstitución, y, en reemplazo de ella, ha levantado el proyecto de “una organización de proyección nacional” (11).

Esta “organización de proyección nacional” es concebida como el resultado de la “dilución-integración” del PCP (U), el PCP (PR), el PCP (SL), el PSP, el PST, etcétera (12).

¿Y qué cuestiones centrales propone como línea de esa pretendida organización?

Entre otras, las siguientes: 1) marxismo sin leninismo; 2) falsificación de la filiación doctrinal de Mariátegui; 3) tergiversación del contenido que tienen en la literatura mariateguiana sobre el Partido los conceptos de socialismo, socialismo peruano, creación heroica, partido de masas y de ideas; 4) mixtificación del Camino de Mariátegui; 5) acción legal municipal como el camino al socialismo; 6) falsificación de la verdad doctrinal y organizativa del PSP; 7) partido de “dos niveles”; 8) dilución del socialismo marxista en el variopinto mapa del socialismo en general (13).

Este conjunto, como es obvio, entraña la conculcación de la independencia ideológica, política y orgánica del proletariado.

Lo expuesto demuestra, pues, el vaciamiento que ha hecho García del concepto que encierra en Mariátegui la frase “partido de masas y de ideas” (14).

Vaciamiento que ha significado embutir dicha frase con un concepto oportunista.

Y, luego de imponer en su grupo ese vaciamiento, ahora pretende imponérselo a la izquierda peruana.

Porque para García y sus repetidores, la “organización de proyección nacional” es posible únicamente bajo sus posiciones (15).

Pero, por cierto, después del egotismo burgués de Abimael Guzmán (que en 1988 se autoproclamó “el más grande marxista-leninista-maoísta viviente”), el egotismo burgués de Ramón García (que en 2007 se autoproclamó “Yo el Supremo”), es cosa que difícilmente podría sorprender al conjunto de la izquierda.

Notas
[8] Precisamente es el caso del proyecto de un partido de dos niveles. Variopinto en lo doctrinal, este partido no podría reclamar para sí la condición de partido de clase: las diversas tendencias que concurrirían en su interior, representarían los intereses de distintas fracciones de clase y aun de distintas clases, y, por lo tanto, no representaría homogéneamente los intereses históricos del proletariado revolucionario. Esto es una verdad elemental. Sin embargo, en una carta abierta dirigida a Cesar Risso y al autor de estas líneas, Manuel Velásquez sostuvo que “La idea de realizar un seminario… tiene como objetivo… la constitución [de un] partido de clase” (elipsis nuestras). Ciertamente este es un clamoroso caso de demagogia, es decir, de política criolla.
[9] El nombre del Partido no es un problema formal sino un problema de gran importancia política. La insistencia del grupo liquidacionista en el nombre de socialista no es casual, pues este nombre le sirve para expresar el proyecto de un partido del variopinto socialismo en general.
[10] Organización: contenido y forma. Cursivas en el original.
[11] No obstante esta renuncia, el grupo liquidacionista hizo aparecer el término reconstitución en su Propuesta de plan 2012-2018: “reconstitución del PS”, “El Partido Socialista Peruano reconstituido” (obsérvese, de paso, que le cambió el nombre al Partido de Mariátegui). Este aprovechamiento del prestigio del término reconstitución es otro caso de clamorosa demagogia, es decir, de política criolla.
[12] Con respecto a esta cuestión, cabe señalar que, en caso de que los partidos mencionados y los implícitos en los etcéteras, no se autodisuelvan para integrarse en una organización bajo las posiciones de Ramón García, se habría consumado fracaso final del proyecto de este personaje.
[13] Esto demuestra que García se ha aderezado su propio marxismo; su propio socialismo peruano; su propio camino al socialismo; su propio concepto de partido de masas y de ideas. Esto significa que, al Camino de Mariátegui, García le opone su propio camino. Esto es lo que el grupo liquidacionista llama “renovarse”. Por otro lado, señalamos que, fieles a nuestra convicción dialéctica, no tenemos ningún problema en reconocer algunos aciertos de García relativos a puntos específicos (así como los aciertos específicos de cualquier otro oportunista), pero esta cuestión la examinaremos en otro lugar. Por ahora solo es menester subrayar que dichos aciertos no podrían justificar la asimilación de ningún marxista a sus posiciones oportunistas y liquidacionistas que, como es obvio, marcan el carácter de su proyecto de partido.
[14] A fin de negar el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP, García escribió: “Este término se encuentra dos veces en la obra de JCM, y ambas indicando el método marxista, no la doctrina”. Pues bien, la frase “partido de masas y de ideas” aparece en la literatura mariateguiana una sola vez, y no precisamente en un documento de la importancia del Programa del Partido, sino en una carta a César Vallejo. Por lo tanto, si García fuese consecuente con su argumento estadístico, no hubiese tenido que asumir aquella frase. Pero la ha asumido, aunque, como está demostrado, vaciada de su contenido. El hecho, pues, de que, en este caso, no haya aplicado su aludido argumento, demuestra que el mismo no pasa de ser un equívoco recurso enderezado a negar el marxismo-leninismo de Mariátegui. Si de justificar esta negación se trata, García grita: “¡solo se encuentra dos veces en la obra de JCM, solo se encuentra dos veces!”. Pero, si de utilizar la frase mariateguiana de un partido de masas y de ideas se trata, musita para sí mismo: “no importa que se encuentre una sola vez en la obra de JCM, no importa que se encuentre una sola vez”. Esta doble contabilidad es una expresión de su fisonomía mental.   
[15] De esto ya tienen experiencia no pocos activistas. Por otro lado, es menester anotar que la dirección secreta del grupo liquidacionista se califica a sí misma de “roja” (programa máximo), mientras a aquellos a quienes pretende engatusar a efecto de fundar su nivel público, los califica de “verdes” (programa mínimo) (ver Ramón García, Organización: nombre posible). Esto demuestra que a los activistas de las otras organizaciones los tiene en muy poca estima

12.07.13



Respuesta a Gustavo Pérez

(Fragmento)

E.I.


De hecho, el recurso de mutilar los escritos de Engels y Lenin y de interpretar abusivamente a Mariátegui sobre el nombre del Partido, ha hecho carrera en algunos círculos. Y cuando he insistido en señalar este método tomando un ejemplo del artículo de Pérez, éste ha reaccionado: “ni el suscrito ni Aragón, citamos mutiladamente a Engels”.

En la medida en que Pérez pretende que lo que ha citado de Engels en el El debate entre la Internacional Comunista y José Carlos Mariátegui es la prueba de que no ha mutilado al cofundador del marxismo, no tengo más remedio que copiar de este artículo lo correspondiente a fin de esclarecer la cuestión: “Aragón recuerda oportunamente, que el propio Engels señala en el Prefacio a la edición alemana de 1890, de ‘El Manifiesto de la Liga de los comunistas’ o ‘Manifiesto Comunista’ (originalmente publicado en febrero de 1848), que… ‘cuando apareció no pudimos titularle Manifiesto Socialista. En 1847, se comprendía con el nombre de socialista a dos categorías de personas. De un lado, los partidarios de diferentes sistemas utópicos, particularmente los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, que no eran ya sino simples sectas en proceso de extinción paulatina. De otra parte, toda suerte de curanderos sociales que aspiraban a suprimir, con sus variadas panaceas y emplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar en lo más mínimo al capital ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se hallaban fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien de las clases ‘instruidas’. En cambio, la parte de los obreros convencida de la insuficiencia de las revoluciones meramente políticas, exigía una transformación radical de la sociedad, se llamaba entonces comunista”. Pero ocurre que, sin que medie solución de continuidad, la reflexión de Engels continúa en estos términos: “Era un comunismo apenas elaborado, sólo instintivo, a veces un poco tosco; pero fue asaz pujante para crear dos sistemas de comunismo utópico: en Francia, el ‘icario’, de Cabet, y en Alemania, el de Weitling. El socialismo representaba en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, muy respetable; el comunismo era precisamente lo contrario. Y como nosotros ya en aquel tiempo sosteníamos muy decididamente el criterio de que ‘la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma’, no pudimos vacilar un instante sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir. Y posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella” (adición al prefacio a la edición alemana del Manifiesto).

Y claro, mutilación de por medio, puede pasar, para algunos lectores, la afirmación de que “Marx y Engels consideraban que el nombre correcto del Manifiesto, como del Partido, era Socialista” (sic). Pero, como hemos visto, la reflexión de Engels tiene esta categórica conclusión: el hecho de que en 1947 la parte revolucionaria de los obreros se llamaba comunista y el criterio de que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma, determinaron la denominación de “Comunista” del Manifiesto, y, por esta razón, posteriormente ni a él ni a Marx se les ocurrió jamás renunciar a ella como el nombre científicamente exacto del partido proletario. En consecuencia, citada completa la reflexión engelsiana, ya no puede ser “interpretada” como que solventa el nombre de “Socialista” para el Partido. Pero además, hay que tener presente que Engels precisó su opinión en estos términos: “Para Marx y para mí era, por tanto, sencillamente imposible emplear, para denominar nuestro punto de vista oficial, una expresión tan elástica. En la actualidad, la cosa se presenta de otro modo, y esta palabra (‘socialdemócrata’) puede, tal vez, pasar, (mag pacieren), aunque sigue siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en general, sino un programa directamente comunista, y cuya meta política final es la superación total del Estado y, por consiguiente, también de la democracia. Pero los nombres de los verdaderos partidos políticos nunca son absolutamente adecuados; el partido se desarrolla y el nombre queda” (citado en El Estado y la Revolución. Los dos primeros subrayados en el original; el último es mío). Y esto fue escrito por Engels en 1894, apenas un año antes de su muerte, lo que quiere decir que, en los meses finales de su vida, se ratificó en su convicción de que el nombre de “Comunista” es el nombre científicamente exacto del Partido.

¿Dónde está, pues, aquello de que “ni el suscrito ni Aragón, citamos mutiladamente a Engels”?

        (…)

        El método de mutilar a los maestros, de citarlos a capricho, de silenciar ciertas partes de sus tesis, de hacerles decir lo que no dijeron, o directamente afirmar sin ningún fundamento que se equivocaron, comporta un estilo de estudio subjetivo, contrario al marxismo. 


21.11.07.


El Pesimismo de Juan Croniqueur

(Segunda Parte)
                                                           
                                                     


       Jorge Oshiro



Reflexiones sobre la guerra (I)
       
El primer texto escrito del joven Mariátegui en el cual se vislumbra los brotes de sus primeros pensamientos filosóficos es de agosto de 1914. En esos momentos no se había declarado aún la Primera Guerra Mundial, pero ya se la sentía venir. Mariátegui registra este estado de cosas en un artículo del 1.8.1914, aparecido por primera vez en «La Prensa»[1].

La guerra entre Austria y Servia había sido declarada y no faltaba mucho para el comienzo del conflicto a nivel europeo. El joven Mariátegui, en ese entonces Juan Croniqueur, se negaba aún aceptar la idea que el conflicto pudiera llevarse a cabo[2]. La argumentación de su tesis de la imposibilidad del conflicto, es general y abstracta, tiene un carácter más moral y con tendencia más apelativa que un razonamiento objetivo de las causas reales que hubiesen podido impedir el conflicto bélico[3].

La sola posibilidad de la guerra abre en la conciencia del autor graves interrogaciones sobre cuestiones trascendentales de la existencia humana[4]. Y concluye esta reflexión diciendo que si la guerra estalla, "seguirían siendo los hombres tan brutales y sanguinarios como en tiempos pasados" (op.cit.Subr.mio:JO).

De estas consideraciones sobre la guerra podemos ya encontrar ciertos núcleos de su pensamiento filosófico-antropológico predominante en este período. Según Juan Croniqueur: 

1.   el hombre es por naturaleza, "salvaje", es decir, "brutal y sanguinario".
2.   la función de la cultura es en último término la de
"encadenar las pasiones" de este hombre "brutal y sanguinario"
3.   la guerra, como expresión de la "naturaleza salvaje" del hombre, es la negación de la cultura;
es "el estallido de la pasión, la ambición de un pueblo, la locura de un monarca".
         
Así tenemos en esta concepción temprana de Mariátegui una lucha entre el principio irracional (pasión) y el principio racional (cultura). En esta lucha tiene la pasión un carácter abiertamente negativo[5]. Por lo tanto, la guerra en sí, como expresión de la pasión es a priori, un hecho condenable, pues es un acto irracional. Por esta misma razón la guerra no podía (no debía) desencadenarse.
       
        Este pesimismo del joven periodista se desarrolló con más profundidad en los años siguientes y que lo encontramos expresado en dos documentos imprescindibles para comprender la intimidad de su pensamiento filosófico en germinación: las poesías escritas entre 1915 y 1917 y las cartas de 1916 a Bertha Molina, llamada "Ruth".[6]

Mariátegui había pensado publicar los versos en un volumen titulado «Tristeza». El libro no se llegó a publicar pero los versos están allí como un testiminio importante de "un hondo y sentido boceto de (su) vida"


"Tristeza"

Los versos del joven poeta tienen esencialmente el carácter de una confesión íntima, característica de los poetas románticos. El poeta peruano  es consciente de sus límites, de sus debilidades y la propia contingencia que en su lenguaje lírico se expresan directamente con el símbolo de la enfermedad: "Me he enfermado de bruma, de gris y de tristeza". Así comienza un soneto de junio de 1915 que tiene como título «Fantasía de Otoño».

"Mi tristeza", dice el poeta meses después, "es tan sólo la tristeza enfermiza/ de un niño un poco místico y otro poco sensual" («Plegaria del cansancio»)[7]. Esta enfermedad se presenta también como neurosis: "Un paisaje de otoño se duerme en mi alma, presa/ de una inquietud neurótica y de un delirio sensual" («Fantasía de Otoño»). El amor tampoco está libre de este carácter: "Un neurótico amor/ que me envuelve en las mallas sutiles de su red/ y que me ha anastesiado, sin curar mi dolor" («Spleen»).

La limitación y la debilidad es polifacética. La vida misma está sentida y vivida como limitación. Y lo que limita la vida es su falta de sentido. En el poema «Elogio» el poeta se considera a sí mismo como "Este arbitrario y triste peregrino", luego en «Nirvana»: "Neurasténico, absurdo, soñador,/ tengo un raro y sonámbulo vivir". Pero es un ser absurdo que presiente la muerte:

"Un desdén por la vida, una vaga inquietud
ante la certidumbre de que habré de morir
y que siento infecunda mi fatal juventud
una pena muy honda, muy honda de partir.
(«Spleen»)

Como se aprecia la muerte no es un personaje que cause miedo. La muerte ya está instalada en la vida misma. Y sus expresiones son la tristeza y el aburrimiento:

"monorritmo tenaz de lluvia que golpea muy lento a mis cristales
cual si con los nudillos las manos espectrales
de la muerte llamaran, sin atreverse a más"
(«Fantasía de Otoño»).

La muerte ya está allí presente, pero su forma de ser es el vacío, la tristeza, la melancolía:

"La pena me posee con ansias faunesca,
y su brazo me invade de un hastío letal"
(«Fantasía de Otoño»).

El lugar donde la vida y la muerte se mezclan y devienen idénticas es la sensualidad. Ya que la muerte motiva en el poeta sentimientos religiosos, se mezclan éstos con una intensa sensualidad. Y así se puede constatar una polaridad contradictoria entre Vida y Muerte en la forma de Sensualidad y Religiosidad.

Pero lo decisivo en esta sensualidad es el hecho que ella todavía en este período es pasiva, sentida como 'irracional', 'salvaje'. En sentido riguroso el poeta no vive su sensualidad. Al contrario él es 'vivido' por ella:

"La pena me posee con ansias de faunesa"
(«Fantasía de Otoño»)

pues

"Una abulia indolente...me veda luchar
y me sume en la estéril lasitud de soñar"
(«Spleen»).

Se había dicho arriba que el joven poeta era completamente consciente de su limitación y su debilidad. Ahora debemos precisarlo más: él es consciente de su pasividad, pues limitación y debilidad es en este contexto de sus poemas expresiones de pasividad fundamental en la actitud del lírico peruano.


[1] "La amenaza de la conflagración europea se cierne hoy pavorosa sobre el universo".
[2] "Reviste tan pavorosos caracteres de catástrofe, que basta su consideración momentánea para llevar al  ánimo el convencimiento de que la guerra no llegará  a producirse".
[3] "Con su realización los proclamados triunfos de la civilización y las conquistas del pacifismo, quedaría una derrota y llevaría al espíritu de todos la evidencia dolorosa de que la humanidad sigue siendo salvaje, impetuosa y brutal, a despecho de todas las doctrinas y de todos los principios con que se ha pensado utópicamente encadenar sus pasiones".(op.cit.Subr. mio:JO).
[4] "Cabe sólo preguntarse si todas las conquistas pacientes y lentas de la civilización, si todas sus victorias por el predominio del derecho y la justicia, habrán de quedar deshechas ante el estallido de una pasión, ante la ambición de un pueblo, ante la locura de un monarca, ante el amor propio de un diplomático."
[5] Es precisamente la transformación de su valoración de la pasión humana uno de los aspectos principales del desarrollo de su pensamiento filosófico de su época juvenil a la edad madura.
[6] Las poesía aparecieron en el primer volumen de los «Escritos juveniles» y las cartas a Ruth en el «Anuario Mariateguiano».
[7] Mariátegui  retoma este pensamiento años más tardes en un artículo aparecido en «El Alma Matinal»: "A medias soy sensual a medias soy místico"(1950:94). Lo cual indica claramente la persistencia y la continuidad de un rasgo del pensamiento filosófico del peruano, pues esta "autodefinición" tiene implicaciones teóricas importantes como se verá  posteriormente.

CREACIÓN HEROICA