miércoles, 1 de abril de 2020

Política



El Virus Corona y el Virus de la Acumulación Incesante de Capital

Santiago Ibarra

LAS NOTICIAS DE ACTUALIDAD giran prácticamente solo alrededor de la pandemia del coronavirus. Hoy en día, un tercio de la humanidad se encuentra paralizada y encerrada en sus casas para evitar la propagación del virus o controlar el ritmo de ésta. Mientras tanto, la economía se ha detenido en una proporción considerable, millones de trabajadores han sido despedidos, ha aumentado el número de personas en condición de pobreza y extrema pobreza, están más expuestos a contagiarse y a morir las personas de menores recursos económicos y sin acceso a servicios de agua potable y alcantarillado, las bolsas de valores han caído… Todo indica que asistimos a una recesión económica mundial, ya vaticinada desde hace unos pocos años atrás, pero que ahora la crisis del coronavirus no va a hacer sino agravar.

En el presente artículo quiero destacar dos aspectos de la crisis mundial en curso. El primero tiene que ver con el hecho de que la pandemia del coronavirus es real y grave, con lo cual queremos decir que no se la puede minimizar de ninguna manera, como lo han hecho algunos dirigentes políticos de la derecha. El segundo tiene que ver con lo que Marx llamó el fetichismo de la mercancía y del capital, un virus más letal que el primero, por cuanto la lógica que comanda la economía capitalista y su propia dinámica no está en correspondencia con las necesidades reales de los pueblos y por ello ocasiona verdaderas catástrofes sociales y naturales. El fetichismo de la mercancía, del dinero y del capital impiden imaginar y reconocer que una economía distinta a la del capitalismo es necesaria y posible construir, sin poner en riesgo ni mandar a la muerte a millones de seres humanos en el planeta (en el mundo, por ejemplo, 8.500 niños mueren diariamente por razones de hambre). Una vez que nos liberamos de este último virus, la humanidad podrá al fin construir una economía orientada a la satisfacción de las necesidades reales de la gente y al desarrollo multilateral de aquélla en los más diferentes ámbitos de la actividad social humana: la ciencia, el arte, la técnica, etc. A la vez, solo liberándonos de este último virus, seremos capaces de construir una economía en consonancia con el equilibrio de la naturaleza.

De acuerdo a los informes oficiales, el virus Corona mata principalmente a las personas de la tercera edad que tienen debilitado su sistema inmunológico tanto por el paso del tiempo como por enfermedades como la diabetes, fallas cardíacas, enfermedades pulmonares, entre otras. También han fallecido jóvenes sin ninguna enfermedad, pero el 80% de las personas que fallecen son las del primer grupo mencionado. En general, la tasa de mortalidad del virus Corona es aproximadamente del 3% (muy por debajo de la tasa de mortalidad que ocasionan otros virus), aunque tiene variaciones importantes según el país de que se trate (en Italia, por ejemplo, ha superado el 10%, por el importante tamaño que tiene su población de la tercera edad). Sin embargo, el virus Corona se propaga con gran velocidad y facilidad, y ya ha llevado a la muerte a más de 45 mil personas al momento en que concluimos el presente artículo.

Esta es una razón suficiente para que tomemos con seriedad la pandemia del coronavirus. El método más eficaz para hacerle frente es el aislamiento social y la búsqueda activa de las personas infectadas. Si una persona no se cuida, expone a las demás a que se contagien del virus. Trump, Bolsonaro, entre otros dirigentes políticos de derecha, no han tenido mayor reparo en ordenar que las maquinarias económicas de sus países continúen funcionando, sin importarles que miles de personas mueran a causa del virus Corona. Para estos dirigentes políticos, lo principal es la acumulación de capital y no la vida de las personas. Para nosotros, en cambio, lo principal es la vida de las personas, razón por la cual cobra especial importancia que tomemos los recaudos necesarios para no contagiarnos ni contagiar a los demás, aunque sabemos muy bien de las enormes dificultades que para tal cometido atraviesan personas y familias enteras que se desempeñan como trabajadores independientes. Con ellos debemos establecer lazos de solidaridad y los gobiernos tienen la obligación de subsidiar sus días sin trabajar. 

En segundo lugar, los acontecimientos indican que el número de víctimas mortales y de personas contagiadas por el virus Corona podía haber sido mucho menor de no haber sido porque se presentaron un conjunto de hechos íntimamente vinculados con la economía capitalista. Es decir, la organización económica capitalista incide en un grado superlativo en la magnitud que ha tomado la pandemia.

Así, podemos ver que entre los países con mayor número de personas infectadas están Estados Unidos, Italia, China y España. China, habiendo sido el primer país en presentar los primeros casos de personas infectadas con el virus Corona a principios de diciembre de 2019, controla la epidemia a partir de estrictas medidas que obligó a su población al confinamiento en sus casas. De este modo, China detuvo al menos parcialmente su maquinaria económica y redujo a cero el número de nuevas personas infectadas. China ha presentado 3.312 muertes a la fecha.

Cosa distinta sucedió en los Estados Unidos, Italia y España. En estos países no se tomaron las medidas de confinamiento para no detener sus maquinarias económicas y ya han superado largamente a China en número de muertes: Italia, con 12.428 decesos; España, con 9.053 y Estados Unidos con más de 4 mil decesos. Sin embargo, hay que decir que España, después de un tiempo de dejar pasar las cosas, ha tomado medidas para enfrentar la crisis del coronavirus, en medio de una situación muy complicada, pero, como los demás países que están planificando y empezando a obrar en un sentido de intervención estatal sobre la economía capitalista, sin combatir a esta última.

Prestemos atención a lo que narra Vincenc Navarro, acerca del conocimiento previo que se tenía en la comunidad científica sobre la inminencia de una pandemia para entender mejor cómo la economía capitalista y la lógica que la comanda tienen una fuerte incidencia en la pandemia del coronavirus y la dimensión gigantesca que ha tomado. Afirma Vincenc Navarro en su artículo Lo que se está ocultando en el debate sobre la pandemia:

Hace unos días hubo una reunión telemática de varios expertos, miembros de la International Association of Health Policy, procedentes de varios países y continentes para analizar la respuesta de los países en diferentes continentes a la pandemia actual de coronavirus. Eran profesionales procedentes de varias disciplinas, desde epidemiólogos y otros expertos en salud pública a economistas, politólogos y profesionales de otras ciencias sociales. La reunión, organizada por la revista International Journal of Health Services, tenía como propósito compartir información y conocimientos con un objetivo común: ayudar a las organizaciones internacionales y nacionales a resolver la enorme crisis social creada por la pandemia. De la reunión se extrajeron varias conclusiones que detallo a continuación.

La expansión de la pandemia era predecible y así se había alertado. En primer lugar, se repasaron varios estudios realizados durante los últimos años (el último en 2018) que habían predicho que tal pandemia ocurriría, habiéndose alertado que el mundo no estaba preparado para ello a no ser que se tomaran medidas urgentes para paliar sus efectos negativos. Tales alertas no solo no se atendieron e ignoraron, sino que muchos Estados a los dos lados del Atlántico Norte aplicaron políticas públicas que han deteriorado la infraestructura de servicios (a base de recortes de gasto público y privatizaciones), así como otras políticas públicas desreguladoras de mercados laborales que han disminuido la protección social de amplios sectores de la población, afectando primordialmente a las clases populares de tales países. La evidencia científica, ampliamente publicada en revistas académicas, ha puesto de manifiesto el enorme impacto negativo que tales políticas han tenido en la disponibilidad y calidad de los servicios sanitarios y sociales (con notables reducciones del número de camas hospitalarias y del número de médicos -por ejemplo, en Italia y España desde 2008-). Otros estudios han mostrado también el impacto de las reformas laborales neoliberales, que han deteriorado la calidad de vida de amplios sectores de las clases populares en estos y en muchos otros países (siendo el caso más conocido la reducción de la esperanza de vida entre amplios sectores de la clase trabajadora de EEUU, resultado del incremento de las enfermedades conocidas como "diseases of despair", enfermedades de la desesperación, tales como suicidios, alcoholismo, drogadicción y violencia interpersonal). Estas políticas (consistentes, como ya he indicado, en recortes del gasto público social y reformas del mercado de trabajo que incrementaron la precariedad) fueron ampliamente aplicadas en muchos países y estimuladas por organismos internacionales (el FMI, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, entre otros), dejando sin protección a amplios sectores de la población y debilitando el sistema de protección social, pieza clave en la respuesta a la pandemia en tales países. Los enormes déficits de camas, de médicos y enfermeras, de mascarillas, de ventiladores y un largo etcétera se han hecho patentes en cada uno de estos países, donde la austeridad tuvo mayor impacto (de nuevo, como en Italia y en España, y ahora EEUU). Y déficits similares aparecen en los servicios sociales de atención a las personas mayores y a las personas dependientes, especialmente agudos en estos momentos de la pandemia.

De manera que los gobiernos sí tenían conocimiento de la inminencia de la pandemia. Vincen Navarro explica que la razón por la cual las empresas farmacéuticas no trabajaron en la creación de una vacuna para hacer frente a los virus que se alojan en los cuerpos de los animales que están en relación con los seres humanos fue que ellas buscan ganar el máximo dinero en el menor tiempo posible. Así, invertir en una vacuna en 2018 no hubiera rendido beneficios de modo inmediato a las empresas farmacéuticas, razón por la cual no se dedicaron a crear la mencionada vacuna: “La previsión no es el punto fuerte de estas empresas, cuya rentabilidad tiene que ser inmediata para justificar tales inversiones.”

Los gobiernos, por su parte, en lugar de obligar a la creación de esa vacuna y fortalecer sus sistemas de salud pública, los precarizaron a través del recorte del gasto público y privatizaciones, así como mediante las contrarreformas laborales.

       Tanto los gobiernos como las empresas tienen grave responsabilidad en el desencadenamiento de la pandemia. 

Si en Italia y España la pandemia ha tomado dimensiones trágicas ha sido básicamente porque las personas no tenían acceso a respiradores o a camas, razón por la cual los médicos han tenido que elegir entre darle el respirador a una persona anciana o a una de menor edad. Este factor debe sumarse al que anteriormente hemos mencionado: sus gobiernos eligieron que sus maquinarias económicas continúen adelante y no que la población entre en cuarentena.

De manera que la gran diferencia observable entre el número de contagios y de muertes entre Estados Unidos, Italia y España de un lado, y China del otro, radica en que los primeros tienen en la lógica de la maximización de la tasa de beneficio la lógica que comanda sus estados, en tanto que el segundo, con tener un sector capitalista muy fuerte, tiene un Estado no ha dejado de cumplir un rol fundamental en la regulación de la vida de conjunto de ese país con un sentido más social.

Este hecho muestra por enésima vez que el Estado no es el elemento maléfico cuando es comandado por una lógica social y que el llamado “libre mercado” no es el principio benefactor de toda sociedad, como afirma la prédica neoliberal.

     Y este hecho muestra además por enésima vez también la naturaleza criminal del sistema capitalista e imperialista mundial. 

Tenemos entonces que la economía capitalista sigue un curso que tiende a escapar al control de los hombres y que por eso se disloca de la sociedad y de las necesidades reales de las personas. De ahí que los ancianos sean para el capital material desechable, porque desde su punto de vista es improductivo, y, por tanto, inútil. Las declaraciones del vicegobernador de Texas (Estados Unidos), Dan Patrick, resultan al respecto más que esclarecedoras: “los ancianos deben sacrificarse para salvar la economía norteamericana”, de modo similar a como se expresara hace unos años Christine Lagarde, en ese entonces directora del FMI: “Los ancianos viven demasiado, debemos hacer algo”.

Marx hablaba del fetichismo de la mercancía, del dinero y del capital y es cuando entonces las cosas, las mercancías, el dinero y el capital adquieren vida propia en la mente de las personas y los gobiernan, cosificando a su vez las relaciones sociales entre las personas.

Ese es entonces el virus más peligroso que tenemos en el mundo, el de la acumulación incesante de capital, para retomar la expresión de Imamanuel Wallerstein, y es el que conduce a la muerte a millones de personas por razones de hambre y de guerra y que eventualmente nos conducirá a la muerte a la humanidad en su conjunto. Superar ese virus no solo es una operación mental, ideológica, sino que implica necesariamente transformar las estructuras materiales, esto es, las relaciones de producción sobre las que es construido el sistema mundial capitalista.

La pandemia muestra una vez más que el capitalismo y su tendencia a mercantilizarlo todo, incluida la salud, la educación, el ambiente, etc., solo nos conduce al desastre. Muestra, a la vez, que no solo los servicios sociales deben ser sacados del control privado, sino también el conjunto de la producción social. Solo así será posible superar el dislocamiento existente entre economía y sociedad y solo así los seres humanos dejarán de ser gobernados por las cosas. Más que nunca, la izquierda socialista debe reivindicar la socialización de los medios de producción, a sabiendas, desde luego, que hay un largo camino que recorrer para llegar a esa meta, pero sabiendo también muy bien que podría ser implementada en uno y otro punto del planeta tan pronto se presenten las condiciones políticas para ello y se tome la decisión de hacerlo así.

Como decíamos al principio, el mundo va hacia la recesión económica. Los países del Tercer Mundo no cuentan con los recursos monetarios para hacer frente a la crisis sanitaria ni para hacer frente a la crisis económica. El FMI ya ha establecido un monto de un billón de dólares para prestarlos a los gobiernos, estimular la demanda y hacer frente a la crisis de este modo (siguiendo la receta keynesiana). Es así que desde los centros del poder financiero internacional se aprovecha el momento como una oportunidad para recomponer el capitalismo hiperfinanciarizado y depredador. Esas deudas las pagarán con creces los pueblos. Por ello es importante construir una plataforma mínima que permita a los pueblos defender sus derechos. Las crisis no deben pagarlas los pueblos, sinos los ricos. Un alza significativa en la tasa impositiva a los grandes capitalistas extranjeros y locales sería un modo de hacerlos financiar la crisis sanitaria y económica. A la vez, el estado peruano debe obligarlas a pagar la multimillonaria deuda que tienen con él. Finalmente, se impone la nacionalización de la gran empresa como un modo de reorientar sus utilidades hacia los sectores más golpeados por la crisis.

Economía


De la Crisis de la Salud a la Crisis del Capitalismo

César Risso

LA PANDEMIA QUE ESTAMOS AFRONTANDO a nivel mundial ha desnudado lo absurdo que es el sistema capitalista.

"Bueno, (el confinamiento) es muy malo para la economía, pero la economía es el número 2 en mi lista. Primero, quiero salvar muchas vidas", aseguró Trump durante su rueda de prensa diaria sobre el coronavirus en la Casa Blanca.1

Hasta esta frase que de seguro ha sorprendido a muchos, pues Trump es un neoliberal recalcitrante, es falsa en el marco del actual sistema. Sin economía no hay salud ni vida, no hay nada. De lo que se trata es de la forma en que se desenvuelve la economía, de su organización, de quién se apropia de los resultados de la producción acumulando ingentes cantidades de recursos monetarios, adquiriendo así el derecho de hacer lo que quiera. De modo que por más que se anteponga la vida a la economía (la burguesía usa la expresión “economía” como sinónimo de ganancia), sin alimentos, ni medicamentos, y demás bienes básicos, no hay vida.

        Para no dejar duda alguna acerca de lo señalado. La economía entendida como la producción de bienes y servicios es fundamental para la existencia humana. La ganancia no es necesaria para la existencia humana, pero en el sistema capitalista sin ganancia no hay economía.

        El dinero (oro) es una mercancía, que entre otras funciones tiene la de servir como medio general de intercambio. Esta función es posible debido a que, como mercancía que es, encierra una cantidad de trabajo socialmente necesario, entonces se puede cambiar por cualquier otra mercancía, independientemente de su forma, que contenga la misma cantidad socialmente necesaria de trabajo. Ahora bien, para que la burguesía realice la plusvalía tiene que vender las mercancías. Sin dinero, esto no sucedería, de modo que para que funcione la explotación capitalista, tiene que haber dinero que va a representar la ganancia o trabajo no remunerado. Surge de aquí la pregunta: ¿puede la especie humana producir los bienes y servicios que requiere sin dinero? La respuesta es sí.

        Si esto es así, ¿por qué Martín Vizcarra se preocupa en inyectar liquidez a la economía? Lo hace para que continúe funcionando el sistema de trabajo asalariado, esto es, el sistema capitalista. No es posible que un representante de la burguesía pueda pensar de otra forma.

        Repasemos algunas de las medidas económicas que ha dictado el gobierno: se autorizó el uso de S/ 2400 por concepto de CTS; la disposición de hasta S/ 2000 del fondo de pensión para quienes han dejado de aportar desde hace por lo menos 6 meses; el aporte del Estado a las empresas, de 35% de las remuneraciones de los trabajadores que se encuentren en planilla, declarada hasta enero, de quienes ganan hasta S/ 1500; la disposición de S/ 30000 millones de soles como fondo de garantía de pagos de parte del BCR para los bancos; reducción de la tasa de interés de referencia; la entrega de bonos de S/ 380 para las poblaciones vulnerables; la entrega de fondos a las municipalidades para la adquisición y entrega de canastas a quienes no han sido beneficiados con los bonos; la negociación con el FMI de una línea de contingencia por $ 18000 millones.

        Al haberse dispuesto que solo se pueden llevar adelante, por la cuarentena, las actividades básicas, reduciéndose la actividad económica en 50%, se ha generado una caída del 20% del PBI. De modo que la liquidez que está suministrando el gobierno corresponde a las actividades necesarias en las circunstancias actuales. Más liquidez, venga de donde venga, en la actual estructura económica de la sociedad, provocará inflación. Las medidas económicas no son para salvar gente, sino para salvar al sistema, o sea, para salvar los intereses de la burguesía. Los trabajadores se salvarán en la medida que estén en condiciones de ser objeto de explotación por la burguesía.

        Como se ve, el gobierno está haciendo uso de los recursos del Tesoro público para que siga funcionando el sistema capitalista.

        Todas estas medidas apuntan al sostenimiento del sistema capitalista. En un mundo dominado por la burguesía no podía ser de otro modo. Es más, la producción no se podía paralizar. Aquellas actividades dedicadas a la producción de alimentos, y todas aquellas otras como la producción y comercialización de medicamentos, o el sistema financiero, tenían inevitablemente que seguir funcionando. Es lógico que así sea. Se trata de abastecer a la población de los bienes básicos para su sobrevivencia.

        ¿Qué quedará después de superada la pandemia?

        Después de la crisis del COVID19, la actual Constitución neoliberal seguirá vigente; las empresas se reestructurarán, ajustándose a su situación, probablemente despidiendo trabajadores; las transnacionales seguirán operando, y seguramente con nuevas ventajas para incentivarlas; los trabajadores asalariados seguirán en esa condición, siendo la principal fuente de la ganancia de la burguesía; los trabajadores informales, los trabajadores del campo, tanto de las comunidades campesinas como de las nativas, etc., seguirán en su misma condición, y con seguridad en una peor situación económica y social que antes de la crisis.

        Seguirá también la pobreza, e incluso aumentará; continuarán las enfermedades endémicas, etc.

        El comportamiento individual de los burgueses es de esperar: los sectores favorecidos por dedicarse a la producción de bienes de primera necesidad, y los centros comerciales donde se expenden, seguirán explotando a sus trabajadores, apropiándose de plusvalía; el sector financiero, que por dedicarse a la circulación del dinero, y al crédito, seguirá apropiándose de una parte de la plusvalía generada por los trabajadores del sector productivo; y los burgueses en general, verán la forma de adquirir a precio de remate a las empresas que no puedan hacer frente a la crisis.

        El crédito que se está negociando con el FMI, hará nuestra economía más dependiente. Sometidos a los requerimientos de las instituciones financieras internacionales, seremos parte de la reestructuración de le economía mundial, significando para EEUU la posibilidad de reformular su sostenimiento en la confrontación interimperialista actual.

        Vemos en estos momentos que la crisis generada por un fenómeno natural, incapacita al sector privado de la burguesía, pues esta no funciona sino hay ganancias de por medio. Su representante político como clase, el Estado, tiene que asumir la dirección de la economía para enfrentar la pandemia. Sin embargo, diversos sectores de la burguesía se resisten a medidas que afecten sus negocios.

        En el caso de las AFP, hay resistencia a que se permita el retiro del 25% de los fondos. Aquí hay intereses encontrados. De un lado, la posibilidad de los aportantes de rescatar por lo menos la cuarta parte de su fondo, dada la considerable caída de la rentabilidad; de otro lado, los propietarios de las AFP, que quieren seguir disponiendo de la totalidad del fondo para su beneficio; de otra parte, el MEF, que habiendo realizado los cálculos pertinentes, considera que si a las medidas que ha dado para que haya la liquidez suficiente para que no se rompa la cadena de pagos, se le suma el monto que corresponde al 25% del fondo de pensiones, generará mayor liquidez y con ello inflación. Incluso el representante de las AFP ha señalado la necesidad de una reforma del sistema previsional. Lo mismo ha señalado Martín Vizcarra.

        En este sistema, todos medimos nuestra “riqueza” en dinero. El dinero aparece como la representación universal de la riqueza. Tanto en condiciones de desarrollo normal de la sociedad, como en periodos de crisis como el actual, el dinero es “necesario” para el funcionamiento de la economía. Si no hay incentivo (ganancia) para la burguesía para fabricar los equipos (respiradores), simplemente no se fabricarán. La vida en este sistema (salvo algunos conatos de solidaridad) está tasada en dinero.

        En la actual crisis se puede apreciar en toda su crudeza lo irracional que es someter la vida de los seres humanos a los intereses de la burguesía, al capital, al dinero. Los creadores de la riqueza, los trabajadores, se someten a su propia creación. Todos piden dinero (liquidez) en lugar de exigir alimentos, medicamentos, etc.

        En la conciencia de los trabajadores asalariados, y de los trabajadores en general, está a punto de saltar hecha añicos la forma burguesa de la sociedad, la envoltura material de la explotación capitalista: la apropiación de trabajo bajo la forma de producción de mercancías.

_________

Internacionales


12 países reciben ayuda de médicos cubanos para superar el covid-19


LA HABANA SIGUE APOYANDO a los países que han solicitado la colaboración de médicos cubanos. La mañana de este sábado, una brigada compuesta por decenas de médicos y personal de salud ha partido a las islas de San Cristóbal y Nieves.

Con esta brigada conforman 12 países los que han recibido la ayuda médica cubana para combatir el coronavirus, entre ellos Venezuela, Nicaragua, Surinam y Haití. Según informaciones oficiales, más de 800 trabajadores del sistema de salud pública de Cuba están cumpliendo ahora la misión internacionalista ayudando a combatir esta pandemia.

Al mismo tiempo, las autoridades estadounidenses han implementado una campaña de difamación contra estas brigadas médicas. Cuba expresó su protesta debido a declaraciones de la Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado de EE.UU. en las que se exhortaba a los países que solicitaron la ayuda de Cuba a romper esta colaboración y no fomentar así lo que ellos llaman "abusos laborales" de los médicos cubanos.

Desde la Cancillería cubana afirmaron que estas declaraciones son "particularmente ofensivas" y son parte de una "campaña inmoral" en medio de la pandemia mundial.

Los médicos cubanos también brindan asistencia al país europeo más afectado por el brote de covid-19, Italia. Jorge Delgado Bustillo, director de la Unidad Central de Cooperación Médica del Ministerio de Salud de Cuba, dijo que los especialistas enviados a Italia "están en perfecto estado de salud, cumpliendo todas las indicaciones bioseguridad, y están atendiendo a pacientes directamente en el hospital de la localidad de Crema, con muy buen espíritu y muy buenas condiciones de trabajo y de vida".

Fuente: RT





Apoteosis de la Maldad

Atilio A. Boron

LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD está signada por infinidad de episodios que desnudan la omnipresencia del mal. Caín ultimando a su hermano Abel da comienzo a esta historia desde los albores míticos de la especie humana. A lo largo de siglos y milenios los ejemplos abundan, en todas las latitudes. Ninguna sociedad se libró del mal y los sufrimientos que ocasiona. Pero la situación de los últimos días nos ofrece un ejemplo de una perversidad pocas veces vista: en medio de una pandemia global la mayor superpotencia del planeta persiste en la aplicación de una política de bloqueo y sanciones económicas contra terceros países que impiden, o dificultan enormemente, acceder a los medicamentos necesarios para defenderse de la mortal amenaza del coronavirus.

Entre nosotros, Cuba y Venezuela han sido víctimas principales de esa política criminal. Cuba viene soportando con dignidad y estoicismo ejemplares el bloqueo integral más largo de la historia: ningún imperio, ningún déspota, ningún tirano por cruel o bárbaro que haya sido hizo lo que sucesivos gobiernos de Estados Unidos hicieron en contra de la isla rebelde. A lo largo de seis décadas perpetraron en su contra, sin pausa alguna, crímenes de lesa humanidad. Bajo Donald Trump éstos se agravaron hasta llegar a extremos desconocidos por la amplitud y variedad de sus intervenciones y su sistemática vocación de hacer el mal al pueblo cubano. Políticas genocidas encaminadas a exterminar o infligir graves daños a un colectivo, en este caso la nación cubana, que los autoproclamados líderes del mundo pretenden justificar aduciendo que con ellas la democracia, los derechos humanos y la justicia florecerán en Cuba. Detrás de tan altisonantes declaraciones se oculta un propósito inconfesable, perseguido por Estados Unidos desde 1783 según lo dejara sentado por escrito John Adams desde Londres. En efecto, en una célebre carta dijo que la isla era una “extensión natural” del territorio continental de Estados Unidos y que su anexión era necesaria para su seguridad nacional que podía ser nuevamente amenazada por el Reino Unido y que, por lo tanto, su independencia jamás debería ser tolerada. O sea, hay una obsesión de casi dos siglos y medio para apoderarse de la isla, misma que se exacerbó de modo extraordinario en fechas recientes.

Venezuela ha sufrido también la brutal agresión del imperio. Las “sanciones” económicas aplicadas el estado bolivariano y a sus principales dirigentes no tuvieron otro efecto que provocar crueles sufrimientos a la población y causar muertes por la imposibilidad de importar medicamentos y alimentos que o bien ya habían sido pagados o estaba el dinero depositado en bancos europeos para financiar su compra pero que la Casa Blanca ordenó inmovilizar. Otro genocidio de manual, unido al robo descarado de los patrimonios de la República Bolivariana de Venezuela en el exterior –caso CITGO, por ejemplo- y los continuos sabotajes y hostilidades vehiculizados a través de algunos asesinos seriales como Iván Duque  y de bufones corruptos como el “autoproclamado” Juan Guaidó, estúpido de marca mayor que cree que los drones y los misiles de una invasión estadounidense, en caso de producirse, afectarían tan sólo a los chavistas dejando indemnes a sus escasos y cada vez más desmoralizados partidarios.

Washington, que ya inició ya su inexorable declinación como centro imperial, actúa  como un hampón desenfrenado que impone su ley gracias a la mortífera eficacia de sus armas y, también, a la cobardía de gobiernos como los de Europa y Japón que consienten sus tropelías y admiten ovejunamente la “extraterritorialidad” de las leyes de Estados Unidos. Creen que el Calígula neoyorquino en ningún momento se volverá también contra ellos. La pandemia está demostrando lo contrario y también ratifica que la maldad que encarna Donald Trump y la dirigencia política y corporativa de Estados Unidos es incomparable. Nadie, absolutamente nadie, arrojó bombas atómicas sobre dos ciudades indefensas en Japón. Nadie sometió a otro pueblo a un bloqueo de sesenta años o a sanciones económicas destinadas a infligir el mal a una comunidad. En el marco de una pandemia como la actual un mínimo resto de sentimientos humanitarios debería haber impulsado a la dirigencia de Estados Unidos –y no sólo a Trump- a declarar la temporaria suspensión del bloqueo y las sanciones en contra de Cuba y Venezuela. No lo han hecho, ni lo harán. Tenía razón Oscar Wilde cuando, hace poco más de un siglo, dijera que “Estados Unidos es el único país que pasó de la barbarie a la decadencia sin pasar por la civilización”.





Coronavirus: El Perfecto Desastre Para el Capitalismo del Desastre

Leonardo Boff

LA PANDEMIA ACTUAL DEL CORONAVIRUS representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma cómo producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza.

Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista: la acumulación ilimitada, la competición, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wall Street: “greed is good” (la avaricia es buena). Todo esto se ha puesto en jaque ahora. Aquel ya no puede continuar.

Lo que nos podrá salvar ahora no son las empresas privadas sino el Estado con sus políticas sanitarias generales, atacado siempre por el sistema del mercado “libre”, y serán las virtudes del nuevo paradigma, defendidas por muchos y por mí, el cuidado, la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.

El primero en ver la urgencia de este cambio ha sido el presidente francés, neoliberal y proveniente del mundo de las finanzas, E. Macron. Lo dijo bien claro: “Queridos compatriotas, “Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones del momento que atravesamos, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la luz del día, cuestionar las debilidades de nuestras democracias. Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, de historia personal o de profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social no son costes o cargas sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”.

Aquí se muestra la plena conciencia de que una economía sólo de mercado, que mercantiliza todo, y su expresión política, el neoliberalismo, son maléficas para la sociedad y para el futuro de la vida.

Todavía más contundente fue la periodista Naomi Klein, una de las más perspicaces críticas del sistema-mundo, que sirve de título a este artículo: “El coronavirus es el perfecto desastre para el capitalismo del desastre”.

Esta pandemia ha producido el colapso del mercado de valores (bolsas), el corazón de este sistema especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este sistema viola la ley más universal del cosmos, de la naturaleza y del ser humano: la interdependencia de todos con todos; que no existe ningún ser, mucho menos nosotros los humanos, como una isla desconectada de todo lo demás. Más aún: no reconoce que somos parte de la naturaleza y que la Tierra no nos pertenece para explotarla a nuestro antojo; nosotros pertenecemos a la Tierra.

En la visión de los mejores cosmólogos y astronautas que ven la unidad de la Tierra y la humanidad, somos esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Sobreexplotando la naturaleza y la Tierra como se está haciendo en todo el mundo, nos perjudicamos a nosotros mismos y nos exponemos a las reacciones e incluso a los castigos que ella nos imponga. Es madre generosa, pero puede rebelarse y enviarnos un virus devastador.

Sostengo la tesis de que esta pandemia no puede combatirse solo con medios económicos y sanitarios, siempre indispensables. Exige otra relación con la naturaleza y la Tierra. Si después que la crisis haya pasado no hacemos los cambios necesarios, la próxima vez podrá ser la última, ya que nos convertiremos en enemigos acérrimos de la Tierra. Y puede que ella ya no nos quiera aquí.

El informe del profesor Neil Ferguson del Imperial College de Londres declaró: “este es el virus más peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay respuesta, podría haber 3.2 millones de muertes en los Estados Unidos y 510,000 en el Reino Unido”. Bastó esta declaración para que Trump y Johnson cambiasen inmediatamente sus posiciones. Mientras, en Brasil al Presidente no le importa, lo trata como “histeria” y en las palabras de un periodista alemán de Deutsche Welle: “Actúa criminalmente. Brasil está dirigido por un psicópata y el país haría bien en eliminarlo tan pronto como sea posible. Habría muchas razones para ello”. Es lo que el Parlamento y la Suprema Corte por amor al pueblo, deberían hacer sin demora.

No basta la hiperinformación ni los llamamientos por todos los medios de comunicación. No nos mueven al cambio de comportamiento exigido. Tenemos que despertar la razón sensible y cordial. Superar la indiferencia y sentir con el corazón el dolor de los otros. Nadie está inmune al virus. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con otros, cuidarnos personalmente y cuidar de los otros y asumir una responsabilidad colectiva. No hay un puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales en la misma Casa Común o nos hundiremos todos.

Las mujeres, como nunca antes en la historia, tienen una misión especial: ellas saben de la vida y del cuidado necesario. Ellas pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad hacia los otros y hacia nosotros mismos. Ellas junto con los trabajadores de la salud (cuerpo médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin límites. Cuidar a quien nos cuida para minimizar los males de este terrible asalto a la vida humana.

Filosofía


La Contradicción Como Categoría de la Lógica Dialéctica*

I. V. Ilienkov

LA CONTRADICCIÓN como unidad concreta de contrarios que se excluyen mutuamente es el verdadero núcleo de la dialéctica, su categoría central. A este respecto no puede haber entre los marxistas dos opiniones. Sin embargo, tan pronto se toca la cuestión de la “dialéctica subjetiva”, de la dialéctica como lógica del pensamiento, afloran inmediatamente no pocas dificultades. Si cualquier objeto es una contradicción viva, ¿qué debe ser entonces el pensamiento (el juicio sobre el objeto), que lo expresa? ¿La contradicción objetiva puede y debe hallar reflejo en el pensamiento y en qué forma?

        La contradicción en las determinaciones teóricas del objeto es, ante todo, un hecho que se reproduce de modo constante con el movimiento de la ciencia y que no niega ni el dialéctico, ni el metafísico, ni el materialista, ni el idealista. La cuestión sobre la cual discuten consiste en otro asunto: ¿cuál es la relación de la contradicción en el pensamiento con el objeto? En otras palabras, ¿es ella posible en el pensamiento verídico, correcto?

        El lógico metafísico trata de demostrar la inaplicabilidad de la ley dialéctica de la coincidencia de contrarios, que llega hasta su identidad, al proceso del pensamiento. Tales lógicos, a veces, están listos a reconocer incluso que el objeto en concordancia con la dialéctica puede ser interiormente de por sí contradictorio. En el objeto de la contradicción puede existir, pero en el pensamiento no debe haberla. El metafísico no puede ya de ninguna manera permitirse reconocer el carácter correcto de la ley, que constituye el núcleo de la dialéctica, con relación al proceso lógico. El veto de la contradicción se transforma en un criterio absoluto formal de la verdad, en canon apriorístico indubitable, en principio supremo de la lógica.

        Esta posición, que sería difícil no llamar ecléctica, tratan de argumentarla algunos lógicos con alusiones a la práctica de la ciencia. Cualquier ciencia, si tropieza con una contradicción en las determinaciones del objeto, siempre procura resolverla. ¿No actúa ella en ese caso conforme a las recetas de la metafísica, que considera cualquier contradicción en el pensamiento como algo intolerable, de lo cual es necesario desembarazarse cueste lo que cueste? El metafísico en lógica interpreta así semejantes momentos en el desarrollo de la ciencia. La ciencia –dice– procura siempre liberarse de las contradicciones, pero en dialéctica el metafísico ve una intención opuesta.

        La opinión examinada se basa en la incomprensión, más exactamente, en el simple desconocimiento del importante hecho histórico de que la dialéctica nace allí donde el pensamiento metafísico (es decir, el pensamiento que no conoce y que no desea conocer otra lógica, excepto la lógica formal) se enreda definitivamente en las contradicciones lógicas que él alumbra precisamente por observar tenaz y consecuentemente el veto de cualquier contradicción en las determinaciones. La dialéctica como lógica es el medio de resolver semejantes contradicciones. De modo que no vale la pena acusar a la dialéctica de afán de amontonar contradicciones. No es cuerdo ver la causa de la enfermedad en la presencia del médico. El problema puede consistir sólo en una cosa: si la dialéctica cura con éxito o no de tales contradicciones, en las cuales cae el pensamiento precisamente como resultado de la rigurosísima dieta metafísica, que prohíbe incondicionalmente toda contradicción, y si cura con éxito, entonces ¿cómo, precisamente?

        Volvamos al análisis de un ejemplo evidente, de un caso típico de cómo las montañas de contradicciones lógicas fueron precisamente con ayuda de la lógica formal absolutizada, y fueron resueltas de modo racional sólo con ayuda de la lógica dialéctica. Nos referimos a la historia de la economía política, a la historia de la descomposición de la escuela de Ricardo y del surgimiento de la teoría económica de Marx. La salida del atolladero de las paradojas teóricas y de las antinomias, en las cuales cayó dicha escuela, fue hallada, como se sabe, sólo por Marx, con ayuda de la dialéctica como lógica.

        El hecho de que la teoría de Ricardo contenía una masa de contradicciones lógicas, no lo descubrió Marx. Esto lo veían perfectamente bien Malthus, Sismondi, McCulloch y Proudhon. Pero únicamente Marx pudo comprender el carácter real de las contradicciones de la teoría del valor por el trabajo. Veamos, siguiendo a Marx, una de ellas, la más típica y aguda: la antinomia de la ley del valor y de la ley de la cuota media de ganancia.

        La ley del valor de David Ricardo establece que el trabajo humano vivo es la única fuente de la substancia del valor. Esta afirmación constituyó un gran paso adelante por el camino hacia la verdad objetiva. Pero la ganancia también es valor. Al intentar expresarla teóricamente, es decir, con la ley del valor, se obtiene una contradicción lógica evidente. La cosa es que la ganancia es el valor nuevo, creado de nuevo o, más exactamente, una parte de él. Esto es indudablemente una determinación analítica correcta. Pero el nuevo valor lo produce sólo un nuevo trabajo. Más qué hacer entonces con el hecho empírico absolutamente evidente de la magnitud de la ganancia no se determina de ninguna manera por la cantidad de trabajo vivo gastada para su producción. Ella depende exclusivamente de la magnitud del capital en conjunto y en ningún caso de la magnitud de aquella parte suya que se destina al pago del salario. Incluso es todavía más paradójico que la ganancia sea tanto mayor, cuanto menor sea el trabajo vivo consumido para su producción.

        La ley de la cuota media de ganancia, que establece la dependencia del tamaño de la ganancia de la magnitud del capital en conjunto, y la ley del valor, que establece que sólo el trabajo vivo produce el nuevo valor, devienen en la teoría de Ricardo en una relación de contradicción abierta, que se excluye mutuamente. Sin embargo, ambas leyes determinan uno y el mismo objeto (la ganancia). En su tiempo, Malthus señaló con maligna satisfacción esta antinomia.

        En esto consistía el problema, que no podía resolverse con ayuda de los principios de la lógica formal. Y si el pensamiento llegó aquí a la antinomia, a la contradicción lógica, es difícil en este caso acusar a la dialéctica. Ni Ricardo, ni Malthus tenían noción de ella. Ambos conocían sólo la teoría de Locke sobre la cognición y la lógica (precisamente formal) correspondiente a ella. Los cánones de esta última eran para ellos indiscutibles y únicos. La ley universal (en este caso la ley del valor) es justificada por esta lógica únicamente en el caso de que haya sido demostrada como regla empírica directamente general, con la cual se resumen sin contradicción todos los hechos, sin excepción.

        Se descubrió que esa relación entre la ley del valor y las formas de su manifestación propia no existe. La ganancia, tan pronto intentan entenderla teóricamente, es decir, comprenderla por la ley del valor, resulta inesperadamente una contradicción absurda. Si la ley del valor es universal, entonces la ganancia es imposible por principio. Ella refuta con su existencia la universalidad abstracta de la ley del valor, de la ley de su propia existencia.

        El creador de la teoría del valor por el trabajo se preocupó ante todo de la correspondencia de los juicios teóricos con el objeto. Juiciosa e incluso cínicamente expresaba la situación real de las cosas, y, naturalmente, que esta última está preñada de antagonismos insolubles, en el pensamiento también se presenta como un sistema de conflictos, antagonismos y contradicciones lógicas. Esta circunstancia, en la cual los teóricos burgueses veían una prueba de debilidad y de falta de elaboración de la teoría de Ricardo, testimoniaba precisamente lo contrario: la fuerza y la objetividad de su teoría.

        Cuando los discípulos y los continuadores de Ricardo hacen preocupación básica suya no ya la correspondencia de la teoría con el objeto, sino las concordancias de las determinaciones teóricas elaboradas con las exigencias de la consecuencia lógico formal, con cánones de unidad formal de la teoría, entonces empieza la descomposición de la teoría del valor por el trabajo. Marx escribe acerca de James Mill: “Lo que él buscaba era la sucesión lógica formal. ‘Por eso’, con él empieza la descomposición de la escuela de Ricardo”1.

        En realidad, como demostró Marx, la ley universal del valor se halla en una relación de contradicción que se excluye mutuamente con la forma empírica de su propia manifestación: con la ley de la cuota media de ganancia. Esa es una contradicción real del objeto real. Y no hay nada asombroso en que al intentar hacer pasar una ley por otra de modo abierto y directo resulte una contradicción lógica. Cuando continúan a pesar de todo las tentativas de armonizar directamente y sin contradicción el valor y la ganancia, “se enfrentan con un problema –según palabras de Marx–, de más difícil solución que el de la cuadratura del círculo. Es como querer probar la existencia de algo que no existe”2

        El teórico que piensa metafísicamente, al tropezar con tal paradoja, la interpreta sin falta como consecuencia de errores cometidos por el pensamiento antes, en la elaboración y formulación de la ley universal. Es natural que él busque la solución de la paradoja por vía del análisis puramente formal de la teoría, por la vía de la precisión de los conceptos, de la corrección de los giros, etc. Con motivo de tal enfoque de la solución del problema, Marx escribe: “La contradicción entre la ley general y las relaciones concretas más desarrolladas quieren resolverla aquí no mediante el hallazgo de los eslabones intermedios, sino mediante el acercamiento directo de lo concreto con lo abstracto y mediante la adaptación inmediata de lo concreto a lo abstracto. Y esto quieren lograrlo con ayuda de la ficción verbal, por la vía del cambio vera rerum vocabula (de las denominaciones correctas de las cosas. –N. de la Edit.). (Ante nosotros tenemos realmente una “disputa de palabras”, pero es disputa “de palabras” debido a que las contradicciones reales, que no han sido resueltas, tratan de resolverlas aquí con ayuda de frases.)3.

        Si la ley universal contradice la situación general empírica de las cosas, inmediatamente el empírico ve la salida en el cambio de la formulación de la ley, calculando que lo general empírico se acerque directamente a ella. A primera vista así debe ser: si el pensamiento contradice los hechos, es necesario cambiar el pensamiento, ponerlo en correspondencia con lo general, dado directamente en la superficie de los fenómenos. En realidad, tal camino es teóricamente falso, y precisamente por él llega la escuela de Ricardo a la renuncia completa de la teoría del valor por el trabajo. La ley universal, teóricamente revelada por Ricardo, se sacrifica en aras de la empírea grosera, el tosco empirismo degenera en “falsa metafísica, en un escolasticismo incapaz de hacer frente a fenómenos empíricos innegables, en la tendencia a presentarlos, por mera abstracción, como corolarios de la ley general o para hacerlos pasar ladinamente por esta ley”4.

        La lógica formal y la metafísica que la absolutiza conocen únicamente dos caminos para resolver las contradicciones en el pensamiento. El primer camino consiste en adaptar directamente la ley universal a la situación general de las cosas, empíricamente evidente. Aquí, como ya vemos, ocurre la pérdida del concepto de valor. El segundo camino consiste en presentar la contradicción interna, expresada en el pensamiento en forma de contradicción lógica, como contradicción exterior de dos cosas, cada una de las cuales no es contradicción de por sí. Este procedimiento se llama reducción de la contradicción interior a contradicción 2en diferentes relaciones o en diferente tiempo”.

        La llamada “forma profesoral de la desintegración de la teoría” escogió el segundo camino. ¿No se explica la ganancia por el valor sin contradicción? ¡Bueno, y qué! No es necesario obstinarse en la unilateralidad, es necesario admitir que la ganancia proviene en realidad no sólo del trabajo, sino también de muchos otros factores. Es necesario prestar atención al papel de la tierra, al papel de las máquinas, al papel de la oferta y la demanda y muchas otras cosas. La cuestión, dicen, no está en las contradicciones, sino en la plenitud… Así nace la célebre fórmula triúnica de la economía vulgar: “Capital – por ciento, tierra – renta, trabajo – salario”. Aquí no hay, ciertamente, contradicción lógica, pero en cambio hay una absurdidad simple, semejante “al logaritmo amarillo”, como señala de modo cáustico Marx. La contradicción lógica desaparece, pero junto con ella desaparece el enfoque teórico de las cosas en general.

        La conclusión es evidente: no todo modo de resolver las contradicciones conduce al desarrollo de la teoría. Los dos modos citados significan una “solución” tal de las contradicciones, que es idéntica a la conversión de la teoría en una ecléctica empírica. Pues la teoría en general existe únicamente allí donde existe la aspiración consciente y ejecutada por principio de comprender todos los fenómenos singulares como modificaciones necesarias de una y la misma substancia universal concreta, en este caso de la substancia del valor: del trabajo humano vivo.

         El único teórico que logró resolver las contradicciones de la teoría de Ricardo, de modo que resultase no la desintegración, sino en realidad el desarrollo de la teoría del valor por el trabajo, fue, como se sabe, Carlos Marx. ¿En qué consiste su método materialista dialéctico de resolver las antinomias? Ante todo es necesario constatar que las contradicciones reales, reveladas por Ricardo, no desaparecen en el sistema de Marx. Es más, ellas se presentan aquí como contradicciones necesarias del objeto, y de ninguna manera como resultado del carácter erróneo del pensamiento, de la inexactitud de las determinaciones, etc. En el primer tomo del El Capital, por ejemplo, se demuestra que la plusvalía es producto exclusivo de aquella parte del capital que, gastada en salarios, se transforma en trabajo vivo, es decir, del capital variable. La tesis del tercer tomo, sin embargo, dice así: “Sea de ello lo que quiera, lo cierto es que la plusvalía brota simultáneamente de todas las partes que forman el capital invertido”5.

        Entre la primera y la segunda tesis se ha desarrollado todo un sistema, toda una cadena de eslabones intermedios, sin embargo se ha conservado entre ellas una relación de contradicción que se excluye mutuamente, que cae bajo el veto de la lógica formal. Precisamente por eso, los economistas vulgares, después de publicado el tercer tomo de El Capital, declararon solemnemente que Marx no había cumplido sus promesas, que las antinomias de la teoría del valor por el trabajo las había dejado sin resolver y que, por consiguiente, todo El Capital no es más que un juego de manos dialéctico-especulativo.

        Lo universal, pues, también en El Capital contradice su manifestación singular, y la contradicción entre ellos no desaparece porque entre ellos se ha desarrollado toda una cadena de eslabones intermedios. Al contrario, esto demuestra precisamente que las antinomias de la teoría del valor por el trabajo no son en absoluto contradicciones lógicas del objeto, sino contradicciones reales del objeto, expresadas correctamente por Ricardo, aunque no las comprendía. Las antinomias de la teoría del valor por el trabajo no se suprimen de ninguna manera en El Capital como algo subjetivo. Ellas aquí son comprendidas, es decir, obtenidas en la composición de una comprensión teórica más profunda y concreta. En otras palabras, ellas son conservadas, pero pierden el carácter de contradicciones lógicas, se transforman en momentos abstractos de la comprensión concreta de la realidad económica. Y no es asombroso: cualquier sistema concreto que se desarrolla incluye en sí la contradicción como principio de su autodesarrollo y como forma en la cual se funde el desarrollo.

        Comparemos, pues, la comprensión del valor por el metafísico Ricardo y por el dialéctico Marx. Como se sabe, Ricardo no hizo el análisis del valor según su forma. Su abstracción del valor, de una parte, es incompleta, y de otra, es formal, precisamente por eso no es correcta. ¿En qué ve Marx la plenitud y la riqueza de contenido del análisis del valor, que le faltan a Ricardo?

        Ante todo en que el valor es una contradicción viva y concreta. Ricardo mostró el valor apenas por el lado de la substancia, es decir, tomó el trabajo como substancia del valor. En lo que se refiere a Marx, él, digámoslo con un giro de la Fenomenología del Espíritu de Hegel, comprendió el valor no sólo como substancia, sino también como sujeto. El valor se presenta como substancia-sujeto de todas las formas desarrolladas y de las categorías de la economía política. De aquí arranca la dialéctica consciente en esta ciencia. Pues el sujeto en la comprensión de Marx (en este caso él emplea la terminología de la Fenomenología del espíritu) es la realidad, que se desarrolla a través de sus contradicciones internas.

        Veamos más de cerca el análisis marxista del valor. Se investiga directamente el intercambio de una mercancía por otras, sin intervención del dinero. En el intercambio, en el curso del cual una mercancía se sustituye por otra, el valor sólo aparece, sólo se expresa, pero en ningún caso se crea. Se manifiesta así: una mercancía juega el papel de valor relativo, y la otra, que se opone a ella, juega el papel de equivalente. Con la particularidad de que “… una misma mercancía no puede asumir al mismo tiempo ambas formas en la misma expresión de valor. Esta formas se excluyen la una a la otra como los dos polos o los dos extremos de una línea”6.

        Un metafísico se alegrará, sin duda, al leer esto: dos formas económicas que se excluyen mutuamente ¡no pueden coincidir simultáneamente en una mercancía! ¿Pero puede decirse que Marx rechaza la posibilidad de coincidencia de determinaciones que se excluyen mutuamente en el objeto y en su comprensión? Precisamente es todo lo contrario. La cosa es que ahora no se trata del concepto de valor, del valor como tal. El fragmento citado da cima al análisis de la forma de manifestación del valor. El valor mismo queda por ahora oculto y la esencia de cada una de las mercancías no expresada teóricamente. En la superficie de los fenómenos él aparece realmente de modo que son visibles las dos formas unilaterales abstractas de su manifestación. Pero el valor mismo no coincide con ninguna de estas formas, ni con su simple unidad mecánica. El es algo tercero, algo que se halla más profundamente. El lienzo como mercancía aparece con respecto a su poseedor únicamente en forma relativa del valor. El lienzo no puede ser simultáneamente también equivalente en esta misma relación.

        Pero así aparece la cuestión únicamente desde el punto de vista unilateral abstracto. Ya que el poseedor del lienzo tiene derechos absolutamente iguales al poseedor de la levita, pero desde la posición de este último la relación examinada se halla en abierta oposición. De modo que tenemos no “dos relaciones distintas”, sino una relación objetiva concreta, la relación mutua de dos poseedores de mercancías. Y desde el punto de vista concreto cada una de las dos mercancías –el lienzo y la levita– miden una a otra su valor y sirven mutuamente como material, en el cual él se mide. En otras palabras, cada una de ellas supone mutuamente que en la otra mercancía está realizada la forma equivalente del valor, forma en la cual la otra mercancía no puede hallarse ya porque se halla en la forma relativa.

        Con otras palabras, el intercambio que se realiza efectivamente presupone que cada una de las dos mercancías que se correlacionan mutuamente en él adquiere para sí inmediatamente ambas formas económicas de manifestación del valor: ella mide su valor y sirve como material para expresar el valor de la otra mercancía. Y si desde el punto de vista unilateral-abstracto cada una de ellas se halla sólo en una forma, aparece como valor relativo en una relación y como equivalente en otra, desde el punto de vista concreto, es decir, en realidad, cada una de las mercancías se halla simultáneamente y, además, en el interior de una misma relación, en ambas formas de expresión del valor que se excluyen mutuamente. Si las dos mercancías no se reconocen una a otra como equivalentes, entonces el intercambio simplemente no se lleva a cabo. Si el intercambio se efectúa, significa que en cada una de las dos mercancías coincidieron ambas formas del valor que se excluyen de modo polar.

        ¿Qué resulta de todo esto –dirá el metafísico–, por lo visto, Marx se contradice a sí mismo? Unas veces dice que las dos formas polares de expresión del valor no pueden coincidir en una mercancía, otras veces afirma que en el intercambio real ellas, sin embargo, coinciden. Esta es la respuesta: el estudio concreto de la cosa refuta el resultado que se obtiene con el enfoque unilateral abstracto de ella, muestra su no veracidad. La verdad del intercambio de mercancías consiste precisamente en que en él se realiza una relación absolutamente imposible desde el punto de vista de la concepción unilateral abstracta.

        En la forma de la contradicción examinada, como muestra el análisis, se manifiesta algo otro, a saber: el contenido absoluto de cada una de las mercancías, su valor, la contradicción interna del valor y del valor de uso. Marx dice: “Por tanto, la antítesis interna de valor de uso y valor que se alberga en la mercancía toma cuerpo en una antítesis externa, es decir, en la relación entre dos mercancías, de las cuales una, cuyo valor trata de expresarse, sólo interesa directamente como valor de uso, mientras que la otra, en que se expresa el valor, interesa sólo directamente como valor de cambio. La forma simple de valor de una mercancía es, por tanto, la forma simple en que se manifiesta la antítesis de valor de uso y de valor encerrada en ella”7.

        Desde el punto de vista de la lógica este lugar es extraordinariamente aleccionador. El metafísico, que tropieza con el hecho de la coincidencia de determinaciones opuestas en el concepto, en el juicio sobre la cosa, verá aquí una expresión teórica no verídica y se esforzará para reducir la contradicción interna a una contradicción exterior de dos cosas, cada una de las cuales, según su opinión, no es contradictoria interiormente, a una contradicción “en relaciones distintas” o “en tiempo distinto”. Marx procede exactamente al contrario. Muestra que en la contradicción de orden exterior se manifiesta la contradicción interna oculta en cada una de las cosas mutuamente relacionadas únicamente en forma exterior.

        En suma, el valor se presenta como una relación interna de la mercancía consigo misma, que se manifiesta en forma externa a través de la relación con otra mercancía. La otra mercancía juega únicamente el papel de espejo, en el cual se refleja la naturaleza contradictoria interna de la mercancía, que expresa su valor. Hablando en lenguaje filosófico, la contradicción exterior se presenta únicamente como fenómeno, y la relación con otra mercancía –como intermediada a través de esta relación– se presenta como relación de la mercancía consigo misma. La relación interna, la relación consigo misma, es valor como contenido económico absoluto de cada una de las mercancías que se correlacionan mutuamente.

        El metafísico trata siempre de reducir la relación interior a relación exterior. Para él la contradicción “en una relación” es índice del carácter abstracto del conocimiento, índice de confusión de planos distintos de la abstracción, etc., y la contradicción externa es sinónimo del carácter “concreto” del conocimiento. Para Marx, por el contrario, si el objeto se presenta en el pensamiento sólo como contradicción exterior, esto es un índice de unilateralidad, del conocimiento superficial. Significa que en vez de la contradicción interna se ha logrado captar únicamente la forma externa de su manifestación. La dialéctica obliga siempre a ver tras la relación con otro la relación, oculta tras él, consigo mismo, la relación interna de la cosa.

        De manera que la diferencia entre la dialéctica y la metafísica no consiste de ningún modo en que la primera reconoce únicamente contradicciones interiores, y la segunda –únicamente exteriores. La metafísica procura siempre reducir la contradicción interior a contradicción “en distintas relaciones”, negando la importancia objetiva de la contradicción interna. La dialéctica no reduce de ninguna manera una contradicción a otra. Ella reconoce la objetividad de unas y otras. Pero la cuestión no está en reducir la contradicción exterior a contradicción interior, sino en deducir de lo interior lo exterior y comprender lo uno y lo otro en su necesidad objetiva. Además, no niega el hecho de que la contradicción interna aparece siempre en el fenómeno como contradicción externa.

        La coincidencia directa de las determinaciones económicas que se excluyen mutuamente una a otra (del valor y del valor de uso) en cada una de las dos mercancías que se encuentran en el intercambio es la expresión teórica auténtica de la esencia del intercambio mercantil simple. Tal esencia es el valor. El concepto de valor (a diferencia de la forma exterior de su manifestación en el acto del intercambio) se caracteriza desde el aspecto lógico en que se presenta como una contradicción directa, como una coincidencia directa de dos formas del ser económico que se excluyen una a otra de modo polar.

        Así, pues, en el acto real del intercambio se realiza lo que desde el punto de vista del razonamiento abstracto (lógico formal) se considera imposible: la identificación directa de contrarios. Tal es la expresión teórica del hecho real de que el intercambio mercantil directo no puede llevarse a cabo sin dificultades, sin colisiones, sin conflictos, sin contradicciones y sin crisis. La cosa es que el intercambio mercantil directo no está en condiciones de expresar la medida social necesaria del gasto de trabajo en las distintas ramas de la producción social, es decir, el valor. Por eso, en los límites de la forma mercantil simple, el problema del valor es insoluble, es una antinomia insoluble. Aquí la mercancía debe y no puede hallarse en las dos formas polares de expresión del valor y, por consiguiente, el intercambio real por el valor es imposible. Pero él, sin embargo, en cierta medida se lleva a cabo y, por tanto, ambas formas polares del valor en cierta medida coinciden en cada mercancía. La antinomia no tiene salida. Y el mérito de Marx consiste en haberla comprendido y reflejado teóricamente.

        Por cuanto el intercambio a través del mercado continúa siendo la forma universal única del intercambio social de cosas, por tanto la antinomia del valor halla su solución en el movimiento del mercado mismo. El mismo crea los medios de solucionar sus propias contradicciones. Así nace el dinero. El intercambio deviene de directo en intermediado por el dinero. Y la coincidencia de las formas económicas que se excluyen mutuamente en la mercancía es como si se suspendiese, en la medida que ella se desdobla en dos “relaciones distintas”: en el acto de la venta (de la transformación del valor de uso en valor) y en el acto de la compra (de la transformación del valor en valor de uso). Dos actos que se excluyen antinómicamente por su contenido económico no coinciden ya directamente, y se llevan a cabo en distinto tiempo y en distintos lugares del mercado.

        A primera vista, parece que la antinomia queda resuelta según todas las reglas de la lógica formal. Pero el parecido aquí es puramente exterior. En realidad, la antinomia no ha desaparecido en absoluto, únicamente ha tomado una nueva forma de expresión. El dinero no deviene en absoluto en valor puro, ni la mercancía, en puro valor de uso. La mercancía y el dinero –como antes–están preñados de contradicción interna que, como antes, se expresa en el pensamiento en forma de contradicción en las determinaciones, una vez más no solucionada y no solucionable, y en la forma más ostensible, se manifiesta, en verdad, sólo de cuando en cuando, por ejemplo, en las crisis. Pero se hace sentir mucho más fuertemente.

        “Únicamente la mercancía es dinero”, dice el poseedor de mercancía cuando esta contradicción no aparece en la superficie. “Únicamente el dinero es mercancía”, afirma en forma abiertamente contraria en la época de crisis, refutando su propio juicio abstracto. El pensamiento concreto y teórico de Marx muestra que la contradicción interna de las determinaciones económicas del dinero existe en cada instante, y en ese caso no se manifiesta de modo evidente, sino que está oculta en la mercancía y en el dinero, cuando marcha en apariencia felizmente y la contradicción parece definitivamente resuelta.

        En las determinaciones teóricas del dinero se conserva por completo la antinomia del valor anteriormente revelada, aquí constituye la “esencia simple” de la mercancía y del dinero, aunque en la superficie de los fenómenos se halla apagada, desdoblada en dos “relaciones distintas”. Esta últimas, lo mismo que durante el intercambio directo de mercancía por mercancía, constituyen la unidad interna, que se conserva en toda su agudeza y tensión en la mercancía y en el dinero, y, por consiguiente, también en las determinaciones teóricas de ambos. El valor continúa siendo –como antes– una relación interna contradictoria de la mercancía consigo misma, que, en verdad, se manifiesta en la superficie ya no a través de la relación directa con otra mercancía semejante, sino a través de la relación con el dinero. El dinero aparece como un medio con ayuda del cual se realiza la transformación opuesta mutua de los dos polos primarios de expresión del valor (del valor y del valor de uso).

        Toda la lógica de El Capital, desde este punto de vista, se destaca por un aspecto nuevo, muy importante. Cualquier categoría concreta se presenta como una de las metamorfosis, a través de la cual pasan el valor y el valor de uso en el proceso de su transformación recíproca de uno en otro. El proceso de formación del sistema capitalista mercantil aparece en el análisis teórico de Marx como un proceso de complicación de la cadena de eslabones intermediadores, a través de los cuales están constreñidos a pasar ambos polos del valor que se atraen mutuamente y simultáneamente se excluyen uno a otro. El camino de la transformación mutua del valor y del valor de uso es cada vez más largo y complejo, la tensión entre los polos aumenta. Su solución relativa y temporal se lleva a cabo a través de la crisis, la solución definitiva se halla en la revolución socialista.

        Tal enfoque de las cosas da inmediatamente al pensamiento una orientación para analizar cualquier forma de relación económica. En realidad, así como el mercado de mercancías halla la solución relativa de sus contradicciones objetivas en el nacimiento del dinero, así también las determinaciones teóricas del dinero en El Capital sirven como medio de solución relativa de la contradicción teórica, revelada en el análisis de la forma simple del valor. La antinomia del valor, en los límites de la forma simple, queda insoluble y se fija por el pensamiento como contradicción en el concepto. La única solución lógica correcta de la antinomia consiste en observar cómo se resuelve objetivamente, en la práctica, en el curso del movimiento del mercado de mercancías. En el descubrimiento de la nueva realidad, que se desarrolló en virtud de la imposibilidad de resolver la contradicción objetiva originariamente revelada, consiste el movimiento del pensamiento que investiga.

        De suerte que el mismo curso del pensamiento teórico no deviene en peregrinaje caótico, sino en un proceso orientado rigurosamente hacia un objetivo. Aquí el pensamiento se remite a los hechos empíricos en la búsqueda de condiciones, de datos, que le hacen falta para resolver la tarea o el problema exactamente formulado. Por eso la teoría se presenta como un proceso de solución constante de problemas, promovidos por la misma investigación de los hechos empíricos.

        La investigación de la circulación monetario-mercantil conduce a la antinomia. Marx escribe: “No hay que darle vueltas; el resultado es siempre el mismo. Si se cambian equivalentes, no se produce plusvalía, ni se produce tampoco aunque se cambien valores no equivalentes”8. Así, concluye Marx, el capital no puede surgir de la circulación y exactamente lo mismo no puede surgir fuera de la circulación. El debe surgir “en la órbita de la circulación y fuera de ella a un mismo tiempo. Tales son las condiciones del problema. Hic Rhodus, hic salta! (¡Aquí Rodos, aquí salta!–N. de la Edit.)”9.

          Para Marx no es casual de ningún modo tal forma de plantear el problema, ni es tampoco un simple procedimiento retórico. Ella está entroncada con la esencia misma del método dialéctico de desarrollo de la teoría, que sigue tras el desarrollo del objeto real. Al planteamiento del problema corresponde la solución. El problema, que surge en el pensamiento en forma de contradicción en la determinación, puede ser resuelto sólo en el caso de que el teórico (como también el poseedor real de dinero) “fuese tan afortunado, que dentro de la órbita de la circulación, en el mercado descubriese una mercancía cuyo valor de uso poseyese la peregrina cualidad de ser fuente de valor, cuyo consumo efectivo fuese, pues, al propio tiempo, materialización de trabajo, y por tanto creación de valor”10.

        La realidad objetiva se desarrolla siempre a través del surgimiento de una contradicción concreta en su interior, que halla solución en la generación de una forma de desarrollo nueva, más elevada y compleja. La contradicción es insoluble en el interior de la forma inicial del desarrollo. Siendo expresada en el pensamiento, ella, naturalmente, aparece como contradicción en las determinaciones del concepto, que refleja el estadio inicial del desarrollo. Y ésta no sólo es la forma correcta del movimiento del pensamiento que investiga, sino la única correcta, aunque en ella hay contradicción. Tal género de contradicción en las determinaciones no se resuelve mediante la precisión del concepto, que refleja la forma dada de desarrollo, sino mediante la investigación ulterior de la realidad, mediante el descubrimiento de aquella otra forma nueva, superior del desarrollo, en la cual la contradicción inicial halla solución real, de hecho, constatable empíricamente.

        No es casual que la vieja lógica eludiese, como “interrogante”, a tan importante forma lógica. Es que las cuestiones reales, los problemas reales, que surgen en el movimiento del pensamiento que investiga, se alzan siempre ante el pensamiento en forma de contradicciones en la determinación, en la expresión teórica de los hechos. La contradicción concreta, que surge en el pensamiento, orienta al estudio ulterior de los hechos y, además, hacia un objetivo, al descubrimiento y análisis de aquellos hechos que hacen falta para resolver el problema, para resolver la contradicción teórica dada.

        Y si en la expresión teórica de la realidad surge la contradicción como una necesidad del curso mismo de la investigación, ella no es la llamada contradicción lógica, aunque posee los rasgos formales de tal, sino una expresión lógicamente correcta de la realidad. Y, al contrario, como contradicción lógica, que no debe de estar en la investigación teórica, hay que reconocer a la contradicción de origen y propiedad semántico-terminológica. El análisis formal está obligado a revelar ese género de contradicción en las determinaciones. El veto lógico-formal de la contradicción es aquí enteramente oportuno. Rigurosamente hablando, él se refiere al uso de los términos, y no al proceso del movimiento de los conceptos. Este último es objeto de la lógica dialéctica. Pero aquí rige otra ley: la ley de la unidad, de la coincidencia de contrarios, además, de una coincidencia, que llega hasta su identidad. Ella constituye, precisamente, el verdadero núcleo de la dialéctica como lógica del pensamiento, que sigue el desarrollo de la realidad.

_____________
(*) E. V. Iliénkov. “Lógica Dialéctica” Ensayos de historia y teoría. Editorial Progreso, Moscú, 1977. Décimo ensayo, págs. 353-379.
(1) C. Marx. El Capital. C. Marx y F. Engels. Obras, t. 26, parte III, págs. 81-82.
(2) Ibídem. pág. 85.
(3) Ibídem.
(4) Ibídem, parte I, pág. 64.
(5) Ibídem, t. 25, parte I, pág. 43.
(6) C. Marx. El Capital. C. Marx y F. Engels. Obras, t. 23, pág. 58.
(7) Ibídem, pág. 71.
(8) C. Marx. El Capital. C. Marx y F. Engels. Obras, t. 23, pág. 174.
(9) Ibídem, pág. 177.
(10) Ibídem, págs. 177-178.

CREACIÓN HEROICA