domingo, 2 de diciembre de 2018

Política

Nota:

Publicamos a continuación un capítulo del ensayo La Gran Revolución Socialista de Octubre: Conquistas, Distorsiones, Enseñanzas, pues, contra ciertas “interpretaciones” de la experiencia histórica de la primera revolución socialista triunfante, el autor precisa las principales lecciones que arroja esta experiencia para el proletariado revolucionario de todos los países.
       
He ahí una cuestión de actualidad.

01.12.2018.

Comité de Redacción.

Las Enseñanzas de la Revolución Rusa

Eduardo Ibarra

LA RESTAURACIÓN DEL CAPITALISMO en Rusia (así como en otros países), fue una grave derrota del proletariado, de la cual, sin embargo, es posible sacar algunas valiosas enseñanzas. Mencionemos las principales.

Primera enseñanza. La premisa estructural de la restauración del capitalismo es el Estado burocrático-militar, asentado en la condición inacabada de las relaciones de producción socialistas y en la parálisis de la democracia directa de las clases trabajadoras.

Segunda enseñanza. La premisa ideológico-política de la restauración del capitalismo es el ascenso del revisionismo al poder. El ascenso del revisionismo al poder es el ascenso de la burguesía al poder, y el ascenso de la burguesía al poder lleva a la restauración del capitalismo. Negar esta realidad es pretender borrar toda oposición entre el proletariado y la burguesía, entre el capitalismo y el socialismo, entre el marxismo-leninismo y el revisionismo. Brevemente, es pretender encubrir la dictadura de la burguesía burocrática y la restauración del capitalismo.

Tercera enseñanza. Mientras existan las clases (así no sean antagónicas), la dictadura del proletariado es necesaria. Incluso en las condiciones del socialismo avanzado no puede desaparecer la dictadura del proletariado y, por tanto, el Estado no puede extinguirse sino hasta que la desaparición de las clases y la situación internacional permitan el paso al comunismo.

Por eso Lenin señaló que «Para suprimir las clases, es preciso, primero, derribar a los terratenientes y a los capitalistas… Para abolir las clases, es preciso, en segundo lugar, suprimir la diferencia entre los obreros y los campesinos, convertir a todos en trabajadores.»

Cuarta enseñanza. La lucha de Lenin contra la burocracia en el Estado y en el propio Partido, no fue suficiente. Esto se comprende por el hecho de que la dictadura del proletariado era entonces una experiencia embrionaria, una experiencia prácticamente nueva. Pero en los años de 1950, no obstante la experiencia acumulada, tampoco fue suficiente la lucha de la dirección del PCUS. Esto se explica porque esta dirección ignoró la existencia de las clases y la lucha de clases en la sociedad soviética.

Ya en 1966, los comunistas chinos señalaron:

En la Unión Soviética, después del establecimiento de las relaciones socialistas de producción, no se emprendió seriamente la revolución cultural proletaria. (Véase Kostas Mavraquis, Sobre el trotskismo, Ediciones Calarcá, Colombia, 1976, p. 132).

Y, quince años después, Bob Avakian anotó:

… al terminarse la II guerra mundial, se planteó de manera descollante cuál sería el futuro camino de la Unión Soviética, es decir la cuestión del camino capitalista vs. el camino socialista. En cierto sentido, se podría decir que se trataba de retomar el camino socialista y que lograrlo hubiera requerido algo de la magnitud o parecido a la Revolución Cultural en China, pero eso no se dio, como todos sabemos. (¿Conquistar el mundo? Deber y destino del proletariado internacional, charla ofrecida en 1981 y publicada en 1982 en Revolución, edición especial, Nº 50, p. 25).

Es decir, con la tesis según la cual las clases antagónicas no existían ya en la URSS, la dirección del PCUS se mostró de espaldas a la salida correcta al dilema: ¿camino socialista o camino capitalista?

Pero lo negativo arrojó finalmente algo positivo: analizando la tragedia de la URSS y afrontando el mismo problema de quién vencerá a quién en la sociedad china, Mao llegó a la teoría de la revolución cultural proletaria como el método adecuado para avanzar la solución de las contradicciones de la dictadura del proletariado, o, para decirlo de otro modo, para impulsar la triple tarea de construir el socialismo, conjurar la restauración del capitalismo y desbrozar el camino al comunismo.

La revolución cultural es la movilización política de las amplias masas populares contra la burocracia estatal y partidaria y por la trasformación de la concepción del mundo de la gente; es la lucha por la democracia directa, es decir, por la absorción progresiva por las clases trabajadoras de las funciones del Estado; es el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción socialistas, de la ciencia y la tecnología, del arte y el deporte, en una palabra, es el desarrollo de la civilización socialista y, por tanto, de la lucha por la realización del comunismo.

Es, brevemente, la expresión más concentrada de la revolución permanente del proletariado.

Así pues, la transformación de la concepción del mundo de la gente es la condición ideológica del cumplimiento de la mencionada triple tarea.

Ahora bien, es claro que la transformación de la concepción del mundo significa precisamente que la gente asimile la concepción comunista del mundo; y, por supuesto, que la asimile no de forma estereotipada, sino de forma razonada y vívida.

Dicha transformación es necesaria porque, según señaló Lenin, en el socialismo el proletariado está hundido todavía en «la sicología tradicional de la sociedad capitalista», es decir, en el fondo, en la ideología burguesa.

Ello quiere decir que el proletariado trae consigo los hábitos y las viejas ideas de la sociedad capitalista.

Pero no solo el proletariado, sino en mayor grado todavía las demás clases trabajadoras, cargan con el fardo de la cultura burguesa; y qué decir tiene de los elementos burgueses que, en conjunto, constituyen una de las herencias más pesadas de la vieja sociedad.

Por tanto, la dictadura del proletariado tiene la tarea de transformar la concepción del mundo de los proletarios y demás clases trabajadoras y aun de los elementos burgueses mediante periódicas revoluciones culturales.
       
Así pues, sin la transformación de la concepción del mundo de la gente, no hay ni puede haber avance en la lucha por la supresión de todas las diferencias de clase en general, de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, de todas las relaciones sociales que corresponden a estas relaciones de producción, de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales.

Por tanto, sin la más completa masificación de la concepción comunista del mundo, no puede haber absorción progresiva de las funciones de los aparatos del Estado por las clases trabajadoras, o sea, no puede avanzarse el proceso de extinción del Estado y, por esto, no podría darse el paso al comunismo.

La comunización de la concepción del mundo de la gente es inversamente proporcional al proceso de extinción del partido.

El ritmo, las fases, las vueltas y revueltas del proceso de extinción del Estado dependen no solo de la acción consciente de los dirigentes de la dictadura del proletariado, sino también de las condiciones subjetivas de las masas trabajadoras, así como de las condiciones objetivas tanto nacionales como internacionales.

Pero fuese como fuese, incluso teniendo que volver a empezar cien veces, el camino inaugurado por la Revolución de Octubre terminará en la extinción del Estado, en la realización del comunismo, en la concreción del humanismo proletario en toda la faz de la  tierra.

Economía

Expectativas Económicas Burguesas y Encubrimiento Estadístico

César Risso

CON EL SIGUIENTE TITULAR “BCP: Economía peruana crecería 3,8% durante cuarto trimestre de 2018. Área de Estudios Económicos del BCP recorta proyección para 2018 de 4,0% a 3,7% y se mantiene cauto en expectativa de crecimiento para 2019”, el diario El Comercio da cuenta de cómo ve la burguesía peruana el posible resultado de la economía peruana para este año 2018.

      El crecimiento proyectado, al alza o a la baja, de acuerdo a lo proyectado originalmente, es en base al Producto Bruto Interno (PBI). Pero, el crecimiento del PBI como medida de la riqueza es un engaño. Puede crecer el PBI, pero qué parte crece. Si es la inversión extranjera directa (IED), entonces las utilidades salen del país. Es un drenaje, esto es, extracción de trabajo no remunerado a los obreros asalariados del Perú. Claro que parte del nuevo valor creado queda en manos de los trabajadores. De este ingreso, un porcentaje alto queda en manos de las mismas empresas. La parte de la nueva riqueza creada que se apropia el Estado por medio de los impuestos, favorece a las grandes empresas. La exoneración tributaria, y la eliminación del impuesto selectivo al consumo (ISC) a los casinos, es una de tantas pruebas del accionar del Estado en favor de la burguesía.

      De toda la riqueza creada por los trabajadores asalariados, estos mismos trabajadores, para acceder al disfrute de su esfuerzo, se ven obligados a pagar una parte de su ingreso para adquirir lo que ellos mismos han creado. Es decir, de un lado, sustracción de una parte del valor creado por los trabajadores por medio de la ganancia de las empresas; y, de otro lado, el pago a las empresas que se apropiaron de este nuevo valor creado. Apropiación bajo la forma de plusvalía, y apropiación bajo la forma física, de mercancías.

        Esta doble apropiación, que se expresa, de un lado, en la ganancia de la burguesía y, de otro, en la apropiación del resultado de la producción; al momento de ser adquiridas estas mercancías, los trabajadores asalariados pagan un valor que contiene la plusvalía que se apropia la burguesía; es decir, la burguesía realiza la plusvalía en la venta de las mercancías de las que se apropió, al recibir el pago del precio de las mercancías por los obreros asalariados.

        Esta situación expresa las formas en que la burguesía explota a los trabajadores asalariados.

        Pero las clases sociales tienen patria, esto es, están cobijadas por algún país, que en el caso de la burguesía imperialista, están bien protegidas en el bunker de cada país imperialista, de los países industrializados, que están debidamente armados, para defender los intereses de su burguesía.

        Así las cosas, los intelectuales burgueses tratan de explicar lo que acontece desde el punto de vista económico, con categorías que orientan el pensamiento hacia explicaciones erradas, que encubren la realidad.

        El amoldamiento de las categorías económicas subjetivas a los intereses de la burguesía y al encubrimiento de las diversas formas que adquiere la explotación del trabajo asalariado, es una labor que si bien sirve a sus propios intereses, no es algo consciente. Esto es, la misma burguesía vive engañada respecto de las causas objetivas del régimen de explotación capitalista.

        Veamos una de las medidas que se utilizan para establecer el avance económico de los países y del mundo. El PBI (producto bruto interno) mide el flujo de producción de bienes y servicios en un territorio y un periodo de tiempo determinados. Aquí lo central está en el carácter territorial de la producción.

        Si consideramos el PBI del Perú, en este se suma la producción dentro de nuestro territorio realizada por los factores tanto de origen interno (nacional) como de origen externo. Aquí de lo que se trata es de determinar qué parte corresponde a factores internos, y qué parte corresponde a factores externos. Si dejásemos en esta interrogante el asunto, estaríamos suscribiendo las tesis del nacionalismo burgués. Sin embargo, como parte del análisis, y con el ánimo de desenmascarar cómo los intelectuales burgueses encubren las causas de la explotación capitalista, por ahora esto basta.




        Como hemos afirmado, el PBI encubre la explotación de nuestro país por parte de la burguesía foránea. Esto podría verse mejor en el Producto Nacional Bruto (PNB). Pero resulta que solo se publica el dato numérico del PNB, mas no los componentes, de modo tal que no se pueda saber por medio de las estadísticas oficiales el nivel de explotación al que está sometido nuestro país.

        Como referencia, podemos apreciar que el periodo que va del año 2007 al 2017, del total del PBI, alrededor del 30% corresponde a las remuneraciones, en tanto que alrededor del 40% corresponde a las ganancias apropiadas por la burguesía.



        Estos datos, encubren además las condiciones de vida de los trabajadores asalariados. Encubren, por ejemplo, el aumento de la pobreza. Encubren el aumento del desempleo. Encubren la tragedia diaria que sufren los trabajadores en general. Que más da, si se trata solo de saber si crece o disminuye el PBI, y en función de esta proyección saber cuál es la perspectiva de ganancia que espera obtener cada burgués particular, y la burguesía como clase.

Internacionales

La Guerra en Yemen No Es Una Guerra, Es Una Masacre


LOS NÚMEROS SON ALUCINANTES: desde el inicio del conflicto en Yemen, se estima que 85.000 niños menores de cinco años han muerto de hambre y enfermedades extremas, según el último análisis de Save the Children, la organización internacional de salud y derechos humanos. Si bien los niños son los más afectados por el conflicto, 14 millones de personas corren riesgo de sufrir hambruna, según datos compilados por las Naciones Unidas.

Durante casi cuatro años Yemen, el país más pobre del mundo árabe, ha sido devastado por un sangriento conflicto entre los rebeldes hutíes y los partidarios del Gobierno internacionalmente reconocido de Yemen. En 2015, Arabia Saudita armó una coalición de estados árabes para luchar contra los hutíes, que incluía a Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto, Marruecos, Jordania, Sudán y Senegal. Estos países han enviado tropas para luchar por tierra en Yemen con ataques aéreos.

Según informes, Irán ha enviado armamentos y asesores militares para ayudar a los hutíes, incrementando así su animosidad sostenida contra los saudíes. Además de luchar contra los hutíes en Yemen, los saudíes respaldan a los rebeldes que luchan contra el Gobierno de Bashar al-Assad, mientras que Irán tiene una fuerte influencia sobre el régimen de Assad. En el Líbano, mientras que Irán ha mostrado un fuerte apoyo a Hezbollah, Arabia Saudita apoya el Movimiento del Futuro Sunni, dirigido por el Primer Ministro del Líbano, Saad Hariri.

Sin embargo, la guerra de Yemen va más allá de un conflicto geopolítico saudí-iraní o suní-chiíta. Las demandas de los hutíes han sido principalmente económicas y políticas, tratando de sacar a los yemeníes de un ciclo de pobreza. Los ataques brutales e indiscriminados de la coalición liderada por los saudíes han dejado un país devastado, con millones de civiles luchando por sobrevivir.

Temiendo por sus vidas, más de 3 millones de yemeníes se han convertido en desplazados internos y casi 300.000 han buscado asilo en otros países, incluidos Yibuti y Somalia. Tanto los desplazados internos como los que se han ido a otros países a menudo carecen de nutrición y refugio adecuados. Según UNICEF el sistema de atención médica de Yemen está al borde del colapso.

Los que permanecen en el país deben hacer frente a los implacables ataques de la coalición, que no distinguen entre civiles y soldados. Además, en todo el país, las organizaciones de ayuda no pueden proporcionar la asistencia necesaria. Los hospitales han sido bombardeados, provocando decenas de muertes como resultado de los ataques y por haber quedado sin atención urgente.

Cerca de 15 millones de hombres, mujeres y niños no tienen acceso a la atención médica. Todavía no se ha controlado un brote de cólera que comenzó en octubre de 2016. No ayuda que la infraestructura saudí en Yemen, uno de los países más pobres del mundo, haya sido atacada continuamente por la coalición saudí.

Como consecuencia, 8,6 millones de niños en Yemen no tienen acceso adecuado a los servicios de agua, saneamiento e higiene. "Desde 2015, la escalada del conflicto solo ha exacerbado esta situación ya grave, con ataques y acciones militares en la infraestructura del agua y alrededor de ella que impiden que más personas accedan al agua potable segura", afirma UNICEF.

En agosto pasado, un informe de las Naciones Unidas sobre la situación en Yemen criticó duramente a todas las partes en el conflicto, pero culpó más a los ataques de la coalición saudita contra civiles yemeníes. Tres expertos de la ONU dijeron que la coalición liderada por Arabia Saudita no pudo encontrar en su lista de 30.000 sitios en Yemen un lugar "libre de ataques", incluyendo campos de refugiados y hospitales. Según el informe de los expertos, las restricciones que Arabia Saudita ha impuesto sobre la entrega de ayuda por mar o aire han tenido un impacto humanitario tan grave que "tales actos, junto con la intención requerida, pueden (*) constituir crímenes internacionales".

Hay algo patético al observar algunos de los países más poderosos del mundo: los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia que están tramando con el régimen criminal de Arabia Saudita para destruir el movimiento de resistencia de los hutíes en Yemen. En las últimas semanas cientos de ataques aéreos de la coalición liderada por Arabia Saudita en Hodeidah y sus alrededores han puesto en peligro la vida de 150.000 niños. Estas acciones de la coalición violan las normas humanitarias básicas y el estado de derecho. La guerra en Yemen es una masacre y es responsabilidad de la comunidad internacional defender la justicia ante tal tragedia.

(*) No compartimos el uso de la palabra “pueden”. Para nosotros, de acuerdo a los hechos anotados, las acciones de la coalición liderada por Arabia Saudita son crímenes internacionales que repudiamos absolutamente.

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.


Fuente: Rebelión

Psicología

El Neologismo y el Lenguaje*

Aníbal Ponce

EL USO DE LA MANO como instrumento de análisis en la conquista progresiva de la realidad exterior, se acompaña al mismo tiempo en el niño con la adquisición de otra herramienta no menos prodigiosa que va a asegurarla a su vez el dominio progresivo de su realidad interior. La mano y el lenguaje forman en verdad las “técnicas” características del hombre, y su aparición en el desenvolvimiento infantil constituye un acontecimiento de una importancia tal que bien merecen designar las dos un momento preciso de la vida del niño: la etapa de la técnica. Algo vimos en la clase anterior de lo que la mano era capaz de realizar en beneficio exclusivo de la percepción; vamos a ver ahora lo que el lenguaje introduce en la mentalidad infantil y la manera como ésta lo acepta y lo recrea.

        Desde el punto de vista de la Psicología comparada, el lenguaje ha empezado siendo –como decía Wundt– un simple “gesto vocal” (lautgebärden). En el hombre primitivo, lo mismo que en el animal, cualquier estado de excitación moral encontraba su expresión bien visible no sólo en el juego de la fisonomía, como en nosotros, sino en verdaderas agitaciones totales de su cuerpo. En esas condiciones, el estertor de sus dolores o los gritos de su cólera eran, como el aullido del perro herido, uno de los tantos elementos de la emoción. Incorporados a su trama, con la emoción nacían y con ella también dejaban de existir. Pero no obstante llevar en sí la posibilidad de un desarrollo ulterior, esos “gestos vocales” del homínido remoto en nada diferían de los otros “gestos” animales. Aunque ya existía el grito, el lenguaje aún no había aparecido.

        Pero cuando la adherencia entre el grito y la emoción se rompió; cuando el hombre comprendió que imitando ese grito podía conseguirlos mismos efectos que logró en otra oportunidad cuando gritó sin pensarlo; cuando la emoción que creó el sonido fué reemplazada por la voluntad que lo adoptó, la rica materia sonora prelingüística alcanzó el momento meridiano de su historia: el nacimiento del signo. Lo que hasta entonces había sido interjección comenzaba ahora a ser nombre.

        Claro es que la invención del signo pudo realizarse sino en una etapa avanzada de la inteligencia y en un cierto grado de organización social. Es menester, sin duda, una mentalidad ya desarrollada, para separar el sonido, de la emoción que lo envuelve y para manejar a ese sonido, no por lo que es, sino por lo que representa. Y es menester también el contacto de otros seres, con organización y necesidades parecidas a las nuestras, para garantizar la relación del signo y lo significado.

        Esa relación ha sido, y es siempre, arbitraria. Lo único que da valor al signo es la convención. Gracias a ella, “una experiencia presente sugiere la idea de otra experiencia posible”, y el lazo entre una y otra es tan preciso que en millones de casos y para millones de hombres, el primer término arrastra fatalmente su segundo: hace su oficio, es su substituto. Y esa substitución a causa, de manera palpable, una de las condiciones fundamentales del lenguaje: la posibilidad de expresar sin que el poder de expresión esté ligado a la naturaleza del signo. Según lo que se haya convenido previamente, una palabra, una sortija, una hoguera, podrán significar lo mismo.

        Pero si el signo es, por definición, la posibilidad de pensar una cosa como equivalente a un grupo de cosas, el lenguaje que es sistema de signo será siempre con respecto al pensamiento la expresión incompleta e inexacta. Incompleta, porque no se ha agotado todo lo que puede decirse de la rosa cuando se ha dicho que es rosa; inexacta, porque no es correcto seguir llamándola rosa cuando es blanca o amarilla. No obstante esa desproporción entre los signos y las cosas a significar, el lenguaje ha cumplido su finalidad cuantas veces despierta en el sujeto la significación que se ha convenido en atribuir al signo. Imperfecto y relativo, el lenguaje satisface las necesidades prácticas que le dieron origen a condición de imponerse a cada uno como un acuerdo de lo que es accesible a los demás.

        Bajo la influencia tiránica de Durkheim se ha querido ver por eso en el lenguaje, los dos caracteres esenciales del hecho social: la coerción y la exterioridad al individuo. En toda sociedad hay siempre autoridad, presión, obligaciones; contrainte, como decía Durkheim. Que esa coerción venga de los jefes, de las leyes, de la opinión, lo mismo da: el hecho social implica siempre una coacción. Pero significa además otra cosa: la impersonalidad de lo que es público. Hay vida social, en efecto, en la medida que el individuo renuncia a una parte de sí mismo.

        Esta manera de interpretar el lenguaje como un hecho social, como una institución, es exacta pero unilateral. El lenguaje, tal como existe en el espíritu de los individuos que lo hablan, es un sistema de equilibrio entre la fuerza de la tradición y la espontaneidad del individuo. Por eso un lingüista tan agudo como Saussure no podía menos que distinguir en el lenguaje, la lengua y la palabra. Porque si la primera es un hecho colectivo, la palabra es un hecho individual. Cierto es que, en rigor, todas las palabras no han sido dadas por la lengua, pero cierto es también que conservamos respecto de las mismas la elección personal, según las circunstancias.

        Esa libertad frente a la lengua, que en nosotros está limitada únicamente a la elección de las palabras, tenía al parecer en otras épocas, un carácter casi ilimitado. Avanzando con paso cauto en el terreno poco firme de la prehistoria, Jespersen ha observado que la evolución del lenguaje muestra una tendencia progresiva a pesar de “conglomerados” irregulares, ricos en toda especie de sonidos difíciles, a elementos cortos, móviles y regularmente combinables.

        Mucho tiempo antes, Renán había señalado la indeterminación y la libertad sin contralor como rasgos probables de las primeras lenguas. “En el estado de la libertad primitiva, cada uno hablaba a su manera, imitando a los otros sin renunciar a su derecho de iniciativa y sin pensar en cumplir un conjunto de leyes establecidas”. Por menor esfuerzo o por deseos de claridad, el pueblo fue simplificando la lengua que hablaba, sin preocuparse de la corrección y la elegancia. Por otra parte, una aristocracia lingüística, los literatos, lejos de acrecentar la riqueza del idioma, lo empobrecieron al regularizarlo. Los idiomas antiguos se permiten, por ejemplo, una multitud de construcciones, en apariencia poco lógica: frases inconclusas, suspendidas, sin continuación. El papel de los gramáticos de redujo a seleccionar dentro de la riqueza excesiva de las lenguas populares y a eliminar todo aquello que aparecía repetido.

        Lo que en las últimas etapas del lenguaje se nos presenta separado y distinto, estaba fundido, en sus comienzos, en una unidad indisoluble y esa unidad indisoluble, con no tener la estructura de la frase, tenía, sin embargo, su intención. La frase es anterior a la palabra; la palabra es anterior a la sílaba.

        Cuesta imaginar ese curioso protoplasma del lenguaje, a partir de nuestro complicado lenguaje intelectual. Pero bástenos pensar, por ejemplo, que cuando decimos: “¡aquí!” o “¡no!”, cada una de esas palabras gramaticales es, en realidad, una verdadera frase, con un sentido completo, y que aun en idiomas como el latín, una sola palabra reunía, a veces, bajo la unidad del vocablo, el sentido, el número, la persona, el tiempo, el modo y la voz.

        Hemos hecho este largo recorrido porque el lenguaje infantil, en sus comienzos, procede también por grandes síntesis indiferenciadas e imprecisas. Sus signos no se refieren a un objeto o a una cosa, sino a todo lo que el niño sabe, desea o quiere de esa cosa. Así, a los trece meses, el niño tan bien estudiado por Pavlovitth, decía robe para significar paseo, capa, sombrero, coche; en una palabra, todo lo que directa o indirectamente se relacionaba a su paseo. En igual sentido el niño de Bühler llamaba tue (por “stue”: silla), no sólo para señalarla, sino para pedir que lo sentaran o acercaran.

        Sería, pues, absurdo clasificar a palabras de ese tipo entre los sustantivos o entre los verbos y reconocer, de acuerdo con su aparición, los tres famosos estados sucesivos de Stern. En realidad, tienen un valor indefinido y elástico, verdaderas palabras-frases, con las cuales el niño comienza a expresar necesidades y llegará más tarde a expresar relaciones. Es el periodo individualista del lenguaje, fuertemente marcado por un predominio de la afectividad.

        Las pocas “palabras-frases” de los comienzos van a aumentar rápidamente: diez alrededor de un año, cincuenta a los dieciocho meses, quinientas a los dos años. Pero el número no tiene más que una importancia relativa. Lo que caracteriza ese momento, lo que le da fisonomía, es el hecho de que frente a una situación el niño responde siempre por una sola palabra, enunciación verbal de una experiencia sincrética. Si fuera posible clasificar esos conglomerados o esas “frases de una sola palabra” (einwort tasz) dentro de algunos de los cuadros que usamos los adultos, diríamos sin mucha impropiedad que las primeras palabras del niño tienen el carácter de una orden. El lenguaje, en efecto, es ante todo un fenómeno de interpsicología, y lejos de aparecer como un simple reflejo de la vida individual –tal cual lo querían las viejas definiciones– es por el contrario uno de los factores esenciales de la vida en común. Detrás de todas las palabras infantiles hay actos que se ordenan o que se reclaman, y por eso Pierre Janet ha podido decir, dando a su expresión cierto sabor de paradoja que, “comprender es en cierto sentido, obedecer”.

        Alrededor de los dos años la primitiva palabra-frase se diferencia, se desagrega, se desarticula; dicho de otro modo, la frase comienza a organizarse. La sintaxis por cierto no puede ser más rudimentaria: deriva, en realidad, de la simple acción de contacto entre las palabras sin que haya relaciones expresas. La frase no pasa de ser sino una combinación de palabras significativas o sematemas, sin que intervengan para nada las proposiciones, los pronombres, las conjunciones, los adverbios, es decir, los morfemas. Cuando el niño dice “sombrero papá”, no ha marcado con ninguna palabra la relación que está difusa en la frase. Para darle unidad e intención, le basta a menudo con el tono y con el ritmo; el tono interrogativo, por ejemplo, aparece tan temprano que hace pensar a veces si no será una manifestación refleja de la duda o la inquietud. Las formas gramaticales –los morfemas– están por lo tanto ausentes del lenguaje infantil, y cuando aparezcan no serán en un principio más que un lujo cuando no un estorbo.

        Las solicitaciones del ambiente familiar son las que van a ayudar al niño en la adquisición de los morfemas y en su uso cada vez más exacto. Una serie de preguntas más o menos hábilmente dirigidas le va a ir haciendo precisar los vínculos y las relaciones a las cuales en un principio no atendía. Un ejemplo entre miles. María le da al niño un juguete y le pregunta sucesivamente: ¿Qué le ha dado María? ¿Quién le ha dado el juguete? ¿Para quién es el juguete? Es evidente que las diversas preguntas realizan prácticamente el análisis completo de esta frase: “María ha dado un juguete al nene”. A cada pregunta el niño agrega una información nueva, y al cabo de todas ha recorrido la frase desmenuzándola en sus relaciones. Los simples sematemas ya no le bastan: “María juguete nene”, dice mucho menos, aunque lo esencial sea lo mismo. Y a fuerza de ir desmenuzando frases del nuevo tipo –“María le ha dado un juguete al nene”– se va a ir encontrando con una serie de morfemas que le han venido a quedar como residuos.

        La última adquisición –y siempre por el mismo camino– van a constituirla las flexiones conjugación, comparación, declinación. Sin saber explicar de qué manera, el niño va a encontrar al fin los principios en virtud de los cuales se conjuga, y va a ponerse a construir formas por su cuenta sobre la base estrecha de las formas adquiridas y sobre la imitación continuada del adulto. Es precisamente al declinar y conjugar como va a sentir el niño que hay otra realidad no menos ruda que la física. Leyes casi tan inflexibles como la de la caída de los cuerpos le van a imponer ciertos modos de hablar y nada más que esos modos. Las menores infracciones van a traer sobre él un anatema. Hay, en efecto, una interdicción social que prohíbe decir rompido y haiga mucho más terrible que la que prohíbe treparse a los jardines en las plazas. Esa fuerza social que nadie sabría explicarle donde está, el niño va a sentirla viviendo en torno suyo, pero es sobre todo en el lenguaje donde va a sufrir en especial su tiranía y su fuerza.

        La sociedad no tolera el capricho en el lenguaje como no lo tolera en las costumbres, y si el lenguaje es ante todo un medio de asociar esfuerzos y acumular resultados, la influencia individual no podrá modificarlo sino a condición de ser aceptada por la comunidad e incorporada a la tradición.

        Inventar nuevas palabras es, sin embargo, necesario, pero aun asimismo la invención en lingüística está sometida a reglas tan fijas y tan estrictas que cualquier palabra en disidencia podrá difícilmente prosperar. Los lingüistas han reducido a pocos tipos los procedimientos en virtud de los cuales nuevas palabras se incorporan al idioma. Por lo pronto, se acostumbra a distinguir dentro del neologismo, el neologismo de significación y el neologismo propiamente dicho. En el primer caso, la palabra no varía, se le da tan sólo otro destino; en el segundo, hay formación real de otra palabra. De origen sabio o de origen popular, el neologismo se crea por composición o por derivación. En la palabra compuesta, los elementos se han unido de tal modo que no despiertan sino una sola representación (cortaplumas). En la palabra derivada –con sufijos o sin ellos–, ha bastado una simple modificación para hacerla sonar como un vocablo nuevo (perchero).

        Si agregamos a esto la adopción de palabras pertenecientes a otros idiomas, dialectos o germanías, y el procedimiento, hoy tan en boga, de dar a un nuevo objeto o a un nuevo matiz de sentimiento, el nombre de quien lo inventó, popularizó o encarnó en modo arquetípico, habremos agotado los sistemas que aseguran la renovación incesante del vocabulario.

        Toda creación se realiza así, de acuerdo a modelos tradicionales. Hay patrones que permiten crear nuevas palabras, como hay otros que permiten agruparlas. Sin un sistema de derivación, la lengua sería un amontonamiento de palabras. Con ese sistema, cada palabra es, siempre, la posibilidad de muchas otras. Antes de aparecer la forma nueva tiene una existencia virtual en el idioma: el neologismo nace con el contexto que lo explica.

        Cuando Villemain, en el célebre prefacio al Diccionario de la Academia, se atrevió a emplear la palabra deconstruir, que no estaba en ese mismo diccionario, su neologismo no fue un enigma para nadie. Cuando Jules de Gautier echó a rodar por el mundo la palabra bovarismo, todo hombre culto vió, por debajo de la misma, la inquietud insatisfecha de la burguesía ahogada por el medio. Pero cuando el extravagante señor Mercier1 quiso llamar alumelle a la hoja de un cuchillo, su palabra, lejos de tradición y del pensamiento de los otros hombres, no consiguió despertar en nadie el saber potencial que la convierte en signo.

***

En los primeros años de la vida, los niños forman con profusión palabras de ese género, y en ciertos casos hasta un lenguaje sólo por ellos comprendido. No hay que confundir los neologismos infantiles con muchas palabras de apariencia original y que resultan ser, tan pronto se las examina atentamente, una deformación más o menos reconocible de palabras oídas al adulto. Noemí, de tres años, llama gominos a los ómnibus, pero es evidente que “gomino” no es neologismo, sino la pronunciación imperfecta de una palabra difícil.

        Sin olvidar esta fuente posible de errores, no es menos cierto que el niño llega a crear a veces hasta un pequeño lenguaje. Barth cuenta que su hermano, siendo muy pequeño, había inventado un lenguaje personal, y que la abuela sabía recitar en su ancianidad una jerga de una decena de líneas que había compuesto en la niñez. Esa actividad infantil no tiene, sin embargo, repercusión sobre el idioma porque no está sancionada de antemano por un sentimiento colectivo. Marcela, de dos años, ha resuelto llamarse “Tarunda”. Como sus familiares la corrigen, no tiene inconvenientes en volver a nombrarse Marcela, pero tan pronto se enoja por cualquier motivo, vuelve a llamarse Tarunda. Es evidente que Tarunda le parece un nombre que le es mucho más privativo que Marcela, pero en esa lucha contra su medio está condenada a fracasar. Sus neologismos no se imponen porque no son necesarios. “Si el hombre perdiera la lengua –ha escrito Renán– la inventara de nuevo. Pero la encuentra hecha; su potencia creadora, desprovista de objeto, se atrofia por falta de ejercicio. El niño goza, en alto grado, de esa facultad expresiva, pero la pierde tan pronto como la educación del ambiente viene a hacer inútil la fuerza que lleva en su interior.”

        La formación de todo neologismo será siempre ad referendum. El triunfo es independiente de su valor intrínseco. En la charla de todos los días nacen algunos muy felices, pero las circunstancia que les dan luz, desparecen a poco de vivir. Dentro de las reglas o fuera de ellas, los neologismos infantiles no son, en realidad, sino alardes de independencia en un organismo aun no del todo socializado; pero en la misma resistencia que va a encontrar para imponerlos va a ir comprendiendo poco a poco que lo único que confiere a nuestra iniciativa fuerza perdurable, es la necesidad de todos imponiéndose a la voluntad de cada uno.

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(*) Aníbal Ponce. Problemas de psicología infantil. IV. El neologismo y el lenguaje. Ediciones el Nuevo Mundo, 1970. Argentina.
(1) Autor de una Néologie, publicada en 1801.

Literatura

Una Vanguardia del Arte que Va a la Retaguardia del Capital
                                                                    
Julio Carmona

«La vanguardia instaura la ruptura de la tradición y la tradición de la ruptura», escribía el siglo pasado el crítico argentino Saúl Yurkievich (D-1982: 351).1 Este es un retruécano. Una frase más o menos ingeniosa y hasta ingenua. Pero que encierra un contrabando mayúsculo. En principio, porque en literatura y arte toda ruptura se hace contra una tradición.2 Y la vanguardia no fue la primera ruptura en la historia de la literatura y el arte. Se dio en la Grecia antigua con Anacreonte que, sobre la base de la filosofía de Epicuro y por las urgencias históricas de una aristocracia cortesana, rompió con la tradición homérica de la aristocracia guerrera. Y, más adelante, los poemas épicos del feudalismo fueron cambiados por la lírica bucólica. Y el barroco fue otra ruptura contra el orden renacentista. Y el romanticismo otra contra el neoclasicismo. Y el realismo contra el romanticismo. Y la vanguardia lo hizo contra la tradición romántico-realista del siglo XIX. Esto último es ilustrado por Ortega y Gasset:

«Durante el siglo XIX los artistas han procedido demasiado impuramente. Reducían a un mínimum los elementos estrictamente estéticos y hacían consistir la obra, casi por entero, en la ficción de realidades humanas. En este sentido es preciso decir que, con uno u otro cariz, todo el arte normal de la pasada centuria ha sido realista. Realistas fueron Beethoven y Wagner. Realistas Chateaubriand como Zola. Romanticismo y naturalismo, vistos desde la altura de hoy, se aproximan y descubren su común raíz realista» (A-1985: 18).3

Ciertamente, Ortega no habla de vanguardia; en su reemplazo usa las expresiones «arte nuevo» o «arte artístico», al que atribuye la cualidad de ser deshumanizado para diferenciarlo de todo aquel que hace «ficción de realidades humanas». Y, por su parte, los vanguardistas o sus corifeos, como todos los oportunistas, adoptan el complejo de Adán y se presentan como los inventores de la pólvora. Pero si, como hemos visto, la vanguardia no instaura la «ruptura de la tradición», tampoco está instaurando una supuesta «nueva tradición de la ruptura», porque de manera paralela a lo hecho por la vanguardia europea, y por propia iniciativa, en América hubo otros rupturistas que no eran inválidos mentales y no necesitaban de muletas europeas para hacer lo que es parte de la tradición de la ruptura propia de toda la humanidad. Lo que buscaba Yurkievich con esa expresión («la vanguardia instaura la ruptura de la tradición y la tradición de la ruptura») fue darle una especie de franquicia (muy propia de la mentalidad capitalista) para que todo aquel que «después» —y hasta antes de la vanguardia— hiciera innovaciones o experimentos en la expresión artística solo podrá (y hasta «pudo») hacerlo gracias a que la vanguardia había patentado su marca por sí misma y ante sí misma.

        Esa aspiración vanguardista de «globalizar» su ruptura obedece a una mentalidad capitalista (lo he dicho en líneas previas). Y este aserto es refrendado por el mismo Yurkievich en la siguiente cita:

«El arte de vanguardia impugna la imagen tradicional del mundo (concepción teo, geo, antropocéntrica) y el mundo de la imagen (visión perspectivista, mimesis realista, estética armónico-extensiva) [a]. Nace con el vertiginoso remodelado impuesto por la era industrial [b], era de las concentraciones multitudinarias en las ciudades fabriles, era de las comunicaciones rápidas, de las circulaciones internacionales, de la incorporación de las regiones más remotas al nuevo orden ahora realmente mundial» [c] (Ib.) 

a)   En esta cita vuelve a aparecer otro retruécano: la impugnación de: «la imagen del mundo (…) y el mundo de la imagen», es decir, que los vanguardistas se oponían a que quede piedra sobre piedra de la tradición: ‘ni la imagen del mundo ni el mundo de la imagen’, o sea, lo que César Vallejo dice de los superrealistas: que «Quieren imponerse a puñetazos…» (A-1987: 49).4 Y Yurkievich acota que el vanguardismo se ha propuesto oponerse a los gigantes quijotescos o molinos de viento del pasado tradicional, que no serían otra cosa que la imagen del mundo dada por la teología, la geografía y la antropología, pero como estas son imágenes fantasiosas que no se pueden erradicar fácilmente de la cabeza de los hombres, entonces hay que hacerlo destruyendo el «mundo de la imagen»: ‘la visión perspectivista, la mimesis realista y la estética de la armonía y de la extensión’ (¿), sin darse cuenta que en su afán de hacer cambiar al hombre moderno, lo que estaban creando era otro tipo de fantasmagorías dentro de su nueva o recién inaugurada «tradición de la ruptura»: desvestir a un santo, para vestir a otro (que dice la ironía popular) o el «quítate tú para ponerme yo».

b)   Pero en ese afán de acabar con el «perspectivismo» perdieron la perspectiva de que los cambios del mundo no son imaginarios (imagen del mundo o mundo de la imagen) sino reales, y que no deben centrarse en el mundo del arte (ni en el arte del mundo) sino en su estructura económica, social y política. Pero, obviamente, Yurkievich dice que esto no les interesa, pues lo que quieren es integrarse en el «vertiginoso remodelado impuesto por la era industrial»; no se quieren quedar atrás de esta imposición: quieren ir adelante, a la vanguardia. En una palabra, no quieren cambiar el mundo, quieren ayudar a remodelarlo: un remodelado que parte de su imagen del mundo y que crea su mundo de imágenes. Es decir, que combatían la ilusión ajena para imponer la suya propia.

c)   Es, pues, una remodelación que debe estar a tono con ‘las concentraciones multitudinarias en las ciudades fabriles, las comunicaciones rápidas y las circulaciones internacionales’. Y, lo más importante: «la incorporación de las regiones más remotas al nuevo orden (¿) ahora realmente mundial». Esto da a entender que los vanguardistas visualizaron (ya entonces) lo que un siglo después iba a llamarse la globalización, que incorpora a las regiones más remotas para explotarlas mejor y, de paso, conseguir también clientes remotos para el nuevo arte en esas regiones, las mismas que, si no quieren ser parte de ese nuevo orden, pues tendrán que someterse a la imagen nueva del mundo y al mundo de la nueva imagen, so pena de ser exterminadas (como ha pasado en Libia, Irak, Afganistán, Siria, etc.)

En una palabra —y sin darse cuenta— la vanguardia no iba «a la vanguardia» sino a la retaguardia de lo que imponía el sistema capitalista; es decir, los vanguardistas no hicieron otra cosa que convertirse en furgón de cola del tren ideológico de aquella tradición que en imagen se proponían «superar», de la que querían separarse y pretendían romper todo vínculo, cuando lo que en realidad hicieron fue darle a ese sistema el tipo de arte y literatura que le convenía y que el mismo sistema absorbió incluyendo a sus promotores, cultores y vendedores. Como dijera Trotski (que no en todo desbarró, este es uno de sus pocos aciertos): «Harto sabido es que los románticos con sus tempestuosas protestas, sus largas melenas y chalecos encarnados nada aterrador sazonaron; tanto, que la opinión social de la burguesía acabó por adoptarlos y los canonizó en sus libros para las escuelas».5 Y no se olvide que el romanticismo es el principal antepasado (casi consanguíneo) de la vanguardia. Y cada quien, en su respectiva época, quisieron «épater le bourgeois» (impresionar a la burguesía), pero no fueron más allá de lo que ya sus antecesores, los impresionistas en pintura, lograron hacer que la burguesía adquiriera sus obras y los ‘adoptara y los canonizara en sus libros para las escuelas’.

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(1) Los avatares de la vanguardia. París: Université de París, Vincennes. PDF.
(2) José Carlos Mariátegui escribe: «… la tradición es, contra lo que desean los tradicionalistas, viva y móvil. La crean los que la niegan, para renovarla y enriquecerla. La matan los que la quieren muerta y fija, prolongación del pasado en un presente sin fuerzas, para incorporar en ella su espíritu y para meter en ella su sangre. » (1959-6, pág. 129).
(3) (1985). La deshumanización del arte. México: Artemisa.
(4) (1987). Desde Europa. Crónicas y artículos (1923-1938). Lima: Fuente de Cultura Peruana. (Recopilación, prólogo, notas y documentación por Jorge Puccinelli).
(5) Trotski, s/f. Literatura y revolución. Madrid: Aguilar.



Datas y Rutas de la Literatura en Piura: Período Autónomo, Estado Colonial y Emancipación.

Roque Ramírez Cueva

A PARTIR DE ESTE ESTUDIO vamos a recorrer e indagar en las datas y rutas del proceso literario que se ha desarrollado en nuestra región. Es una observación no profunda, mas es un repaso puntual del mismo, y, por cierto, advertimos que no podemos ser imparciales en un trabajo como este, tampoco apelaremos a puntos de vista que apuntalen el centralismo elitista, marginador de procesos literarios producidos en las regiones no capitalinas, y que no considera el alto nivel que poseen las obras de nuestros escritores. Las omisiones que el lector perciba no tendrán un criterio ni pretensión descalificadora, en sentido alguno. En todo caso lo subsanaremos en otros trabajos.

        San Miguel de Piura, la ciudad errante le llaman los prosistas, no los historiadores que no los tiene más de un par, por haberse asentado en distintos parajes, sin embargo aun con tener el mismo nombre son burgos distintos. Si hubiera permanecido en el mismo sitio del actual Piura La Vieja, aldea en el hoy distrito de La Matanza, el genotipo de la mayoría de su gente citadina hubiera sido piel blanca, ojos verdes o caramelo, cabello castaño con tono rubio; muy distinto del genotipo actual donde predomina la piel cetrina y el cabello negro. La productividad agrícola hubiera también sido diferente, e igual hubiera sucedido con la arquitectura similar a la de Cajamarca.

        Y en creación literaria ¿habría sido muy disímil el proceso?  ¿O los procesos? Pensamos que no, salvo la variación de nombres y apellidos de los autores, los ámbitos son los mismos y los personajes sin duda serían en su mayoría mestizos y negros, tal como han sido construidos a partir de la definitiva San Miguel de Piura. ¿Cómo se generó y viene generando el proceso literario en la región? Considerando los diversos ámbitos piuranos, a pesar de sus particularidades, se percibe una extrapolación, una imbricación aproximada al proceso nacional o desde el proceso nacional.

        Nuestra literatura regional se remonta a los tiempos de la Autonomía Originaria, prehispánicos, donde predominaron solo manifestaciones literarias de estructura oral, tales como los takikunas (cantos), decía Huaman Poma de Ayala “perdidos sin remedio”; las narraciones y los mitos, en Piura no hay registro de ello, lo más cerca es el de Kon, recogido por un cronista español en las costas de Lambayeque región; la leyenda de Naylamp entre los límites de La Libertad y Lambayeque. Lo concreto es que hubo expresión musical, haylli, harawi, takikuna acompañada de coreutas o tañedores. Entonces, para el caso de Piura, en las fuentes documentales de tiempos de la invasión española no se registra mito alguno en ninguno de sus lugares que se pueda  considerar originario de la región.

        Historiadores empíricos y escritores locales han mencionado algunos dioses o “mitos”, pero sin ofrecer sustento de alguna fuente proveniente de las crónicas de españoles, mestizos o indios. Tales escribanos y los sacerdotes perseguidores de idolatrías hicieron acopio de todo tipo de mitos o leyendas relacionados con la espiritualidad y cultura nativa, con el objetivo de reprimir todo tipo de creencias que estuvieran en contra de la prédica cristiana. Por tanto, no se puede aceptar mitos supuestos mientras no haya sustento de tales crónicas. Sin embargo, si se puede afirmar sin lugar a dudas que narraciones como las de Carlos Espinoza –para poner ejemplo- donde construye personajes y teje tramas ambientados en el período autónomo (“La princesa Chulucana que murió de amor”, “El alfarero rebelde”, “Vicús dios de la lluvia”,etc.) son creaciones narrativas de composición estructural actual; y no parte de la literatura oral prehispánica.                        

        De las canciones y poemas insertos en ellas, solo nos queda el registro de las notas musicales, es decir sones musicales impregnados en una especie literaria que nos vino de España, la copla, particularmente la que se ejecuta en el ande piurano. Esta expresión literaria, la cuarteta, se arraigó en nuestra región con el nombre de cumanana y forma parte de la poesía popular. Esta copla española, tiene una data que nos remonta a 1528, año en que Francisco Pizarro desembarca en Chulliyachi, Sechura,1 y se reúne con la curaquesa de esa comarca, junto con él baja un nauta griego llamado Halcón quien pretende seducir a dicha curaquesa con versos, y lo que dominaban los soldados o aventureros españoles era la copla; el romance era asunto exclusivo de poetas provenientes de la élite española, y que en los tiempos primeros de la conquista no se aventuraron por estos lares. Diego de Silva es el poeta español que  escribió el siguiente poema, radicado en Cusco más de medio siglo después, en el que registra datos importantes del descubrimiento del Perú, y del mencionado desembarco de Pizarro en Sechura y su encuentro con la Curaquesa del lugar:2

A vista de un puerto pudieron llegar,
adonde una india era señora,
que en viendo al navío, luego a la hora,
sus balsas envía a hacelle llamar…
(en Coello, 2001, copla 195, p. 187).
La reina le ofrece su amistad a Pizarro y se producen entonces unos momentos memorables en el canto:
… del Buen Capitán se envía a quexar,
porque no quiere en su puerto surgir,
que le ruega que quiera su tierra venir,
porque le quiere ver y hablar.
El Buen Capitán, de aquesto espantado,
dixo que el puerto no lo sabía,
que de su gente enviase una guía:
de la india fue luego en un punto ordenado.
Apenas las anclas hubieron echado,
cuando ella misma, con gran compañía,
entró en el navío, con mucha alegría,
que fue atrevimiento, sin duda, extremado.
Del Buen Capitán fue bien recibida,
regocijándose mucho con ella…
(en Coello, 2001, coplas 195-197, p. 187)

        El cronista y poeta Diego De Silva, registra este desembarco pero, no así las coplas del lance sentimental propiciado por Halcón3. A propósito, no olvidemos que Luis Alberto Sánchez advertía que los hombres de la Isla del Gallo se comunicaban con el Gobernador de Panamá por medio de coplas era una práctica común usada para expresarse indirectamente, a partir que era uso de los caballeros para seducir a una dama. Al mismo tiempo se cultiva un relato oral ensamblado con las estructuras del relato europeo que nos llegó, igualmente desde el siglo XVI hasta tiempos avanzados del estado colonial. Hoy ese relato oral ha sido cultivado y adaptado por los campesinos, es recopilado por estudiantes  y por los interesados en el tema, algunos de los cuales osaron poner su nombre a tales relatos provenientes de la literatura europea y árabe; por ejemplo, fragmentos de Las Mil y Una Noche, etc.

        Sin embargo, una hipótesis que se debe averiguar de modo sistémico es la influencia que ha tenido el relato oral quechua en el relato oral piurano que se desarrolla en Piura ya avanzada la época del estado colonial o en los albores de la vida republicana. ¿Qué es y a quién sometemos a prueba de ensayo? Bueno, a esos relatos de aventuras cuyo protagonista es el conejo, y el antagonista es el león, los cuales hasta los años sesenta nos los relataban los padres y abuelos, compilados por el cura Miguel Justino Ramírez (Los cuentos de Don Miguel)4.

        Recuerdan al conejo que se metía a los sembríos a robar alimentos, y era atrapado y amarrado por el dueño para ser sacrificado, y en esa tensa espera de pronto asomaba la salvación en la figura de un zorro o puma (león) que intercambiaba el lugar timado por el conejo con la recompensa de casarse con la hija del dueño de los sembríos. Esa  astucia del conejo y ambición del león, la misma trama y argumento, con otros ámbitos –andinos- los encontramos en las recopilaciones de relatos orales con el nombre de Fábulas Quechuas que Adolfo Vienrich5 publicó el siglo pasado, donde el protagonista es el cuy (o ratón) y el antagonista es el zorro. Nuestra proposición es que el relato oral piurano tuvo como punto de partida el relato quechua del cuy y el zorro, y que en el transcurso del tiempo asimiló elementos europeos visibles en los personajes como el conejo, la costumbre del casamiento. Similares narraciones orales recopiló el arqueólogo Max Uhle,6 sólo que en este el protagonista es un ratón. Esto por un lado.

        Por otro,  en lo referente a la literatura escrita, todos lo conocemos, en el país tuvo su bautizo a partir de la llegada e imposición de la escritura alfabética cuyo soporte eran la tinta y el papel; es decir, con la lengua castellana, idioma que a golpes y porrazos la hicimos nuestra desde la experiencia del indio Huaman Poma de Ayala y el mestizo Inca Garcilaso. La literatura escrita en la región  Piura en tiempos de la conquista y el estado colonial no ha sido investigada ni ha merecido la importancia del caso. Incluso el mismo coplero colonial –hoy lo llamaríamos cumananero- no ha sido atendido en el rigor que se merece. Al parecer no hubo cultores representativos por ser Piura un partido (distrito) lejano de la Intendencia de Trujillo, y de las instituciones educativas, conventos y colegios reales de mayor importancia, se carecía. Y su gente estuvo más interesada en la vida latifundista como usurpador de tierras o como siervo y peón de ellas, además de los intermediarios más proclives al patrón. Piura no tuvo su Espinoza Medrano, ni su Amarilis, menos el verso punzante de un Juan del Valle y Caviedes. Lo más aproximado que tuvimos no estuvo nada cerca sino en las tierras del Guayas, donde destaca la figura de Joaquín Olmedo, quien formado en la corriente neoclásica se vislumbra como romanticista –en los ecos del discurso- con su poema de corte épico, “La Victoria de Junín. Canto a Bolívar”. Nuestros paisanos eran sino latifundistas, elementos de tropas militares o funcionario gris del estado colonial. Ni un cura culto se crió por estos lares. Solo podemos afirmar que las letras de Piura en el estado colonial tuvieron –alguien intentaría rasgar versos o ejercitar la prosa- un cultivo espontáneo y aislado de las esferas académicas de la época. No tuvo trascendencia. Ojalá alguien nos desmienta.

        En lo que se considera época de la Emancipación e independencia, tampoco aportamos cultores de las letras, si independentistas. Lo aproximado, ya lo referimos con Olmedo. Para ampliar la revisión al proceso literario generado en la región de Piura, es de interés referirnos a casos periféricos de personalidades próximas al contexto literario, en el cual hay actores que destacan en otro campo que no es el de la creación, como dos guerreras, al menos se acunaron en Piura y fueron asimiladas como personaje literario y heroico una de ellas, la independentista colombiana Policarpa Salavatierra, de cariño La Pola7. Quien tuvo su monumento en la Plaza de Armas de Piura, reemplazado (cuando no la huachafería europeizante) por una estatua desconocida traída de Francia, que no significa nada para la identidad de Piura. Aunque no falte alguien por allí que haya señalado a la estatua de modelo parisina como reflejo de la piuranidad, y esto lo han propuesto en el avanzado (por la edad) siglo XX. Y si la Policarpa tuvo su monumento en la Piura del siglo XIX, sin duda se debe a que su heroísmo trascendió fronteras. También tuvimos a la además de heroína la espontánea literata que trasiega en el género ancilar (entre la literatura connotativa y denotativa), como lo fue Manuelita Saenz; esta leal independentista y patriota elabora en sus cartas apasionadas todas los sentimientos desprendidos del amor, y junto a ese derroche del eros produce enternecedoras y delicadas bellas letras. El escritor venezolano Luis Britto, afirma “que en sus cartas Manuelita, demuestra ser una fina literata, capaz de traducir en palabras los más sutiles sentimientos y conceptos”8. Pero, desde luego, Manuela Saenz una mujer de letras por conocer en su real dimensión tampoco es piurana, es nacida en los andes de Quito.

        No obstante podemos afirmar que no podemos negarnos a la existencia de cultores y sus respectivas obras en estos períodos del estado colonial y emancipación. Posiblemente existan relatos o poemas, digamos, sueltos cuyos autores no tuvieron formación académica sino la capacidad intuitiva de generar creaciones literarias, y que falta indagar en archivos privados o que no se preservaron. También deberíamos ampliar nuestros criterios de la concepción que tenemos de los géneros literarios, e incorporar el ancilar que ensayistas cubanos proponen para estudiar los textos del Che Guevara, de Bolívar (sus ensayos, diarios y epistolarios), y que nosotros empleamos para ubicar a Manuela Saenz como autora de prosa epistolar. Allí cultores y obras serán más e infaltables.

Notas bibliográficas:
       
(1) Huertas, Lorenzo.  Sechura: identidad cultural a través de los siglos. Lima. Edit. Municipalidad Provincial de Sechura. 1995.
(2)http://www.casadelaliteratura.gob.pe/wpcontent/uploads/2017/04/Historia-de-las-literaturas-en-el-Peru-volumen-1.pdf
(3) Huertas, Lorenzo. Sechura; ídem. 1995.
(4) Ramírez A., Miguel Justino. Los cuentos de Don Miguel. 1963.
(5) Vienrich, Adolfo. Lima. Ediciones Rikchay Perú. 1992.
(7) “Desde muy temprano La Pola fue reconocida más allá de las fronteras … al ser incluida en el libro Ilustres americanas (1825). Se tiene noticia de otros homenajes como el Himno a La Pola (incluido en el Cancionero argentino en 18379), la obra de teatro Pola Salavarrieta, drama histórico …, del político e historiador argentino Bartolomé Mitre (1838), un monumento en la Plaza de Armas de Piura, Perú hacia 1846”. https://www.politika.io/en/notice/usos-memoria-policarpa-salavarrieta-colombia
CREACIÓN HEROICA