miércoles, 13 de junio de 2012

Política



Notas sobre el Desarrollo del Marxismo


Eduardo Ibarra

I
Con el título de las presentes notas nos referimos al desarrollo universal del marxismo. Este desarrollo ha sido y sigue siendo motivo de controversia entre los marxistas y, por esto, su resolución es una absoluta necesidad.

En los años veinte, Stalin estableció un método para estudiar con fruto el leninismo. Este método es, en general, correcto, y sirve para comprender el desarrollo de la teoría proletaria. Este método tiene dos pilares: 1) el principio materialista de que el ser social determina la conciencia social; 2) la idea de que el desarrollo del marxismo hay que ir a buscarlo centralmente en la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, en la teoría y la táctica de la dictadura del proletariado en particular.

En el caso que nos ocupa, la ley según la cual el ser social determina la conciencia social se expresa como la determinación del desarrollo de la teoría proletaria por la aplicación del método marxista tanto a lo particular concreto como a lo universal concreto (1). En el desarrollo del marxismo, lo particular concreto ha sido siempre un país: Rusia en el caso del leninismo y China en el del pensamiento de Mao. Y lo universal concreto ha sido, como es obvio, el mundo como totalidad. Lenin no aplicó el marxismo únicamente a las condiciones particulares de Rusia, sino también a las nuevas condiciones generales del capitalismo (imperialismo) y de la lucha de clase del proletariado internacional (revolución proletaria mundial). Y, tanto por lo uno como por lo otro, su pensamiento apareció como la expresión teórica del contenido fundamental y de las tendencias fundamentales de nuestra época, y, al mismo tiempo, como la expresión teórica del contenido fundamental y de las tendencias fundamentales de la revolución proletaria y de la dictadura del proletariado. Del mismo modo, Mao no aplicó el marxismo únicamente a las condiciones particulares de China, sino también a las condiciones generales de nuestra época y de la lucha de clase del proletariado internacional. Y, tanto por lo uno como por lo otro, su pensamiento apareció como un desarrollo directo del leninismo. Es necesario anotar, sin embargo, que, tanto en el caso de Lenin como en el de Mao, el punto de partida fue la aplicación del marxismo a lo particular concreto de sus respectivos países. En este sentido, cada desarrollo del marxismo ha cubierto dos etapas: una primera que va de lo universal a lo particular (aplicación del marxismo) y otra que va de lo particular a lo universal (generalización de la nueva teoría adquirida).

Tanto en la naturaleza como en la sociedad y el pensamiento, el desarrollo se opera como complejización de las relaciones internas del sistema dado (como solución sucesiva de sus contradicciones internas), y este proceso cubre determinadas etapas (2). Por ejemplo la formación del sistema solar cubrió algunas etapas: condensación de la nebulosa de gas y polvo que dio lugar al nacimiento del sol, condensación de las nubes de gas y polvo que dieron lugar al nacimiento de los planetas y los satélites. Así también, la sociedad ha cubierto determinadas etapas, períodos, épocas, eras: por ejemplo la era de la comunidad primitiva, la época del imperialismo y de la revolución proletaria, el período de la Alta Edad Media, la etapa del capitalismo monopolista de Estado. Lo mismo ha ocurrido y ocurre con el pensamiento: tanto filogenética como ontogenéticamente, cubre las etapas del pensamiento sensorial y del pensamiento racional. El proceso de complejización de las relaciones internas de un sistema dado es una ley del desarrollo, y, naturalmente, la teoría proletaria no podía ser ajena a esta ley. Por eso, el marxismo y el leninismo aparecen como dos épocas en su desarrollo, cada una de las cuales es la expresión teórica del contenido fundamental y de las tendencias fundamentales de cada una de las épocas en que se divide la era del capitalismo: la del capitalismo preimperialista y de la preparación del proletariado para la revolución, y la del imperialismo y el asalto directo al capitalismo. Ciertamente las dos épocas del marxismo pueden, a su vez, ser divididas en etapas. Así, mientras el marxismo, entendido como el pensamiento de Marx y Engels, cubrió la etapa de su formación y la etapa de su madurez, el leninismo, entendido como el marxismo de nuestra época, cubre, hasta hoy, la etapa del pensamiento de Lenin y Stalin y la etapa del pensamiento de Mao. El desarrollo de la teoría proletaria se revela, pues, como un sucesivo enriquecimiento cuantitativo y cualitativo determinado por las nuevas condiciones históricas. Esta es una ley del desarrollo del marxismo, y, por tanto, es imposible no tenerla en cuenta al abordarse la cuestión de su denominación contemporánea.

La concepción del mundo de Marx y Engels y los principios de la revolución proletaria establecidos por ellos trascienden los marcos de la época histórica en que surgieron, y, por esto, su desarrollo se verifica como el aporte de nuevos elementos que surgen de la generalización teórica de los nuevos descubrimientos en las ciencias naturales, de las nuevas condiciones históricas y de la práctica de la lucha de clase del proletariado.

El surgimiento y el desarrollo inicial del marxismo se expresan concentradamente en la obra de Marx y Engels, pero no se limitan a ella. Josef Dietzgen descubrió por sí mismo la dialéctica materialista y Lewis Morgan descubrió, también por sí mismo, la concepción materialista de la historia, aunque en uno y otro caso sin el grado de generalización y sistematicidad con los que Marx y Engels pusieron de pie la dialéctica hegeliana y expusieron el materialismo histórico. Estos hechos deben tenerse en cuenta en el estudio del surgimiento de la concepción comunista del mundo. Además, algunos seguidores inmediatos de Marx y Engels desarrollaron diversos aspectos del marxismo. Y lo mismo puede decirse del marxismo de nuestra época: Lenin lo desarrolló de una forma integral, pero numerosos marxistas de distintos países han desarrollado también el marxismo en diversas esferas. Uno de ellos es nuestro amauta José Carlos Mariátegui. Desde luego, la exposición de esta vasta realidad excede en mucho los marcos de las presentes notas.

En el Antidühring, Engels señaló que hay que “distinguir entre el método y los resultados con él alcanzados”. Esto implica que la contradicción inmanente fundamental del marxismo es aquella entre el método y la teoría, entre la dialéctica y la doctrina. En la época actual, los resultados alcanzados hasta hoy son fundamentalmente los aportes de Lenin, Stalin y Mao, y los mismos están lejos de ser los últimos. Por otro lado, hay que precisar que estos aportes comienzan con los propios fundadores que, al aplicar la dialéctica a las condiciones de la época preimperialista, aportaron elementos teóricos que resultaron constituyendo la economía política y el socialismo marxistas. Hay que subrayar, sin embargo, que la distinción engelsiana entre el método y los elementos teóricos alcanzados con su aplicación, pierde su razón de ser tan pronto estos elementos se incorporan al método: la concepción marxista no es una doctrina, es decir, una teoría, sino un método, “no es un itinerario sino una brújula en el viaje” (Mariátegui). Por eso, de la distinción de Engels se implica, dialécticamente, la ligazón entre el método y sus resultados, su interpenetración, su identidad. Esto quiere decir que el método se transforma en teoría y la teoría se transforma en método, es decir que, como en toda contradicción, aquí también la diferencia contiene identidad y la identidad contiene diferencia. 

Con la desaparición de las clases, la lucha de clases y el Estado, el marxismo permanecerá vigente como concepción del mundo. Esto quiere decir que la Dialéctica (con mayúscula, es decir, como ciencia filosófica, o sea, como Teoría del Conocimiento y como Lógica al mismo tiempo) aparece como lo fundamental del marxismo, como lo permanente, como lo imperecedero, como el método del hombre para avanzar en su humanización y en la humanización de la naturaleza (3).

II

Coincidiendo con Stalin, Mao señaló que “El leninismo es el marxismo de la era del imperialismo y de la revolución proletaria precisamente porque Lenin y Stalin han explicado correctamente estas contradicciones y han formulado la teoría y las tácticas correctas de la revolución proletaria para resolverlas” (4). Obsérvese que Mao consideró que el leninismo es lo que es precisamente porque Lenin y Stalin han explicado correctamente, etcétera. Esto quiere decir que Mao entendía por leninismo no únicamente el pensamiento de Lenin sino también el pensamiento de Stalin.

El pensamiento de Lenin es, pues, el pensamiento de Lenin, pero el leninismo, en una de sus acepciones, es el pensamiento de Lenin más los pensamientos de Stalin y de Mao. Por tanto, el leninismo se revela como una teoría en desarrollo: mientras no cambie la época histórica, continuará comprendiendo nuevos y nuevos aportes.

El hecho de que el desarrollo del marxismo esté determinado por las condiciones concretas confirma el principio materialista de que el ser social determina la conciencia social, y esto quiere decir que hablar de maoísmo como algo que se encuentra más allá de la época del leninismo, es escamotear el principio materialista.

Lejos de creer que el problema de la denominación de la teoría del proletariado sea un asunto semántico, el estudio de la cuestión nos remite de todos modos al terreno del lenguaje: concepción, método, ideología, doctrina, teoría, ciencia, ideario (en la definición del marxismo), fase, etapa, era, período, época, estadio (en la consideración del imperialismo), etapa, época (en la definición del leninismo y del pensamiento de Mao), son términos que exigen ser utilizados sin dejar margen a ambivalencias. Pero, sin duda, el análisis de este problema requiere tratamiento específico.


Notas:

[1]  Lenin señaló que el alma viva del marxismo es el análisis concreto de la situación concreta, y, como bien se sabe, lo concreto es lo opuesto a lo abstracto y no a lo universal. Sin embargo, en la literatura marxista no pocas veces el término concreto es utilizado como sinónimo del término particular, es decir como opuesto a lo universal, de manera que, inopinadamente, se considera lo universal como algo no concreto, como algo abstracto. Pero la verdad es que tanto lo particular como lo universal son realidades concretas, y, por tanto, puede y debe hablarse de lo particular concreto y de lo universal concreto. El uso de estos conceptos es necesario para comprender que la exigencia del análisis concreto de la situación concreta puede entenderse no sólo como la necesidad de analizar concretamente una situación particular, sino también como la necesidad de analizar concretamente una situación universal. Análisis concreto quiere decir analizar el objeto concreto en toda su esencialidad, en toda su multilateralidad, en todo su desarrollo. Por otro lado, el uso de los conceptos de particular concreto y de universal concreto es de particular utilidad en el estudio del desarrollo del marxismo.
[2] Mao señala: “La contradicción fundamental del proceso de desarrollo de una cosa y la esencia de éste, determinada por dicha contradicción, no desaparecen mientras el proceso no termina; sin embargo, en un proceso de desarrollo prolongado, la situación generalmente varía de etapa a etapa. La razón es que, si bien no cambia ni la naturaleza de la contradicción fundamental del proceso de desarrollo de la cosa ni la esencia del proceso, la contradicción fundamental se va agudizando a medida que pasa de una etapa a otra en este proceso prolongado. Además, de las numerosas contradicciones, grandes y pequeñas, determinadas por la contradicción fundamental o sujetas a su influencia, unas se agudizan y otras son temporal o parcialmente resueltas o atenuadas, y surgen algunas nuevas; es por esto que hay etapas en el proceso. Si no se presta atención a las etapas del proceso de desarrollo de una cosa, no se puede tratar apropiadamente sus contradicciones” (Sobre la contradicción, ibídem, pp.347-348. La cursiva es nuestra).
[3]  En cambio, mucho de la teoría marxista perderá su razón de ser en la sociedad comunista. Así por ejemplo, junto con el aparato del Estado, la teoría de la revolución proletaria y de la dictadura del proletariado acabará también, por razones obvias, en el museo de la historia.
[4]  Sobre la contradicción, ibídem, p.348.

Economía



Hambre Crónica en el Mundo


Santiago Ibarra



En un mundo donde la productividad del trabajo alcanzada ha superado con creces todo lo logrado en decenas de miles de años de historia, el hambre crónica afecta hoy en día a más de mil millones de personas en el mundo. El hambre crónica es la principal causa de muertes en el planeta, más incluso que el SIDA, la tuberculosis y la malaria juntas, según el Programa Mundial de Alimentos. Su solución es bastante sencilla; sin embargo, la prevalencia del gran capital monopolista hace imposible que ésta se dé. Así, muy lejos de tomar medidas para acabar con el hambre, y evitar la muerte por año de más de 20 millones de personas, los estados del centro han corrido a salvar al gran capital monopolista financiero de la bancarrota, con recursos monetarios públicos que se cuentan por billones de dólares. Este solo hecho es suficiente para darse cuenta de la miseria espiritual del capital. 

De otro lado, los llamados Objetivos del Milenio, promovidos por la ONU, no cumplirán su meta de reducir a la mitad, hasta el 2015, el número de personas en condición de extrema pobreza. Lejos de ello, a raíz de la crisis financiera, entre 2010 y 2011, de acuerdo a estimaciones del Banco Mundial, más de 70 millones de personas han caído por debajo de la línea de extrema pobreza, gracias a la criminal especulación financiera que se efectúa con los alimentos.  Actualmente, en África, 13 millones de personas se debaten entre la vida y la muerte por el encarecimiento de los productos alimenticios y una sequía que la azota, aparte de las personas que en los últimos tiempos ya han muerto por esta misma razón, cuya estimación alcanza en el Cuerno de África -entre abril y agosto de 2011- hasta las 100 mil personas, más de la mitad de las cuales son niños menores de cinco años de edad.

Según el Banco Mundial, entre 2007 y 2011 el precio de los alimentos ha aumentado en un 83%. A diferencia del impacto que este incremento ha tenido sobre la vida de decenas de millones de personas, las transnacionales que monopolizan la producción y la comercialización de los alimentos han visto crecer fuertemente sus beneficios. Así, por ejemplo, la empresa Monsanto  declaró en 2007 un aumento de sus beneficios en un 44%, respecto al 2006, mientras que Du Pont declaró un incremento de sus ganancias en un 19%. Las dos empresas están entre las mayores del mundo en lo que a producción de semillas se refiere. En Estados Unidos, Monsanto controla el 85% del mercado de semillas de maíz, y el 92% de las semillas de soja (1).

Es decir, mientras que millones de personas sufren las consecuencias del sistema capitalista mundial y, además, en la actual coyuntura, las consecuencias de la especulación financiera, las transnacionales se ven altamente favorecidas por esta misma razón. Esta es una de las mayores aberraciones que marcan al sistema mundial todavía vigente, la violencia estructural que en el mundo sufren miles de millones de personas.

Este incremento de los precios de los productos alimenticios no es efímero. Según una publicación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “los precios mundiales del arroz, el trigo, el maíz y las semillas oleaginosas en el lustro comprendido entre 201516 y 2019-20 serán un 40%, un 27 %, un 48 % y un 36 % superiores en términos reales, respectivamente, en comparación con el lustro de 1998-99 a 2002-03.” (2) Asimismo, un estudio de Oxfam del 2010 prevé que, para el año 2030, los precios de algunos alimentos básicos aumentarán a nivel internacional entre un 120% y un 180%, un 50% de dicho incremento debido al cambio climático. Y, se estima que, como consecuencia de este incremento de precios, hasta el año 2050, 24 millones de niños más sufrirán hambre.

Hemos pasado de un período histórico (1945-1970) signado por el pacto entre el trabajo y el capital, más favorable para el primero, a una en la que el capital desbocado logra imponer sus intereses particulares y mezquinos a costa de la vida de millones de personas. Para algunos, sin embargo, con el objetivo de ocultar la raíz de la catástrofe, la naturaleza y la dinámica del sistema capitalista mundial, el hambre crónica se explica por un supuesto exceso de población. Esta idea proviene de Malthus (1766-1834). Para este autor la población  hambrienta crecerá vertiginosamente, dado que mientras que el crecimiento de la población irá en progresión geométrica, el incremento de la producción de alimentos irá en progresión aritmética. Está claro entonces que para los malthusianos los culpables del hambre y la pobreza son los mismos pobres. De ahí que propongan, como solución al problema, el control de la natalidad en los países del Sur. Sin embargo, los hechos históricos desmienten la tesis de Malthus. El verdadero problema es el sistema mundial y el modo de producción capitalista, no el supuesto “exceso de población”. 

       En las últimas décadas se ha producido un importante incremento de la capacidad de producción de alimentos. Hoy, con la capacidad productiva existente es posible alimentar a nueve mil millones de personas, en tanto que la población mundial es de siete mil millones. El problema, como se ve, no es que exista una capacidad productiva inferior al número de personas existentes en el mundo. Ocurre todo lo contrario. El problema, consiguientemente, es de distribución. Al respecto, recordemos que las relaciones de distribución son determinadas por las relaciones de producción. Entonces, éstas, las relaciones de producción y las de distribución, son las que están en tela de juicio.

No disponemos de datos actuales sobre el incremento de esta capacidad productiva en los países del centro y en los de la periferia. Señalemos que, aunque un poco viejos los datos que hemos encontrado, dan de todos modos una idea de cuánto se ha logrado incrementar la capacidad productiva en la producción de alimentos, muy por encima de la tasa de crecimiento de la población.

De un lado, tenemos que entre 1950 y 1980 la capacidad productiva en los llamados “países desarrollados” aumentó en un 95%, mientras que la población sólo aumentó en un 33%. Es decir, la producción de alimentos per cápita aumentó en 47%. De otro lado, tenemos que en este mismo período de tiempo la capacidad de producción de alimentos creció en los llamados “países en vías de desarrollo” en un 117%, mientras que la población se incrementó en un 88%. El incremento per cápita de la producción de alimentos fue de un 15% (3). Empero, a pesar de este incremento en la capacidad productiva, el hambre y la pobreza han aumentado en el mundo.

Así, se colige que alcanzar una alta capacidad productiva no es suficiente para eliminar el hambre. La cuestión del hambre no se origina en una situación de escasez, sino en una de abundancia. Repetimos: el fondo del problema está en las relaciones de producción y en las de distribución. 

Si bien es cierto que el hambre crónica y la pobreza se concentran en las periferias del sistema mundial, en el centro, en las llamadas “economías desarrolladas”, no son pocos los que están malnutridos y sufren la pobreza. Así, tenemos que, actualmente en Estados Unidos son 46.2 millones de personas y en Europa 115 millones las personas afectadas por la pobreza. En los Estados Unidos existen 20.5 millones de personas en condición de extrema pobreza. Pero, esta situación, de deterioro de las condiciones de vida en este país, y en los de Europa occidental, no es reciente. Ya en la década de 1990, en Estados Unidos, la proporción de trabajadores que perdía su puesto de trabajo aumentó en un 15%, en tanto que los que lograban reubicarse percibían un ingreso menor en un 14% (4) Asimismo, entre 1979 y 1999 la mitad de los trabajadores experimentaron descensos de sus salarios de entre el 8% y el 12%. Y, de otro lado, mientras bajaban los salarios de los trabajadores, el número promedio de horas trabajadas a la semana aumentaba de 40.6 en 1973 a 50.8 en 1997 (5). Es pertinente recordar que la recuperación económica que se produjo en los Estados Unidos en la década de 1990 se efectuó sobre la base de una acentuación de la explotación de los trabajadores.

En realidad, la precarización de las condiciones de vida de los trabajadores del centro es un fenómeno de largo plazo que empieza a producirse en la década de 1980 y, dadas las características que ha asumido el despliegue del capital a escala mundial en los tiempos contemporáneos, entre ellas su extrema financiarización, es muy difícil pronosticar un giro sustancial de este cuadro.

A la par que el hambre y la pobreza recrudecen, la concentración de los ingresos en los Estados Unidos ha crecido a niveles jamás vistos antes en la historia: el 1% de la población controla actualmente el 69% de los ingresos totales de este país. Asimismo, las cuatrocientas familias más ricas tienen lo mismo que la mitad más pobre, es decir dos mil individuos tienen tanto como el capital acumulado de ciento cincuenta millones de personas (6) Entre tanto, entre 2005 y 2009, el ingreso de la población de origen latino cayó 66 por ciento, de 18 mil a 6 mil dólares, por lo que fue el sector de población más afectado por la crisis, profundizando aún más la desigualdad (7).

     Al contrario, en Cuba, con un producto interno bruto bastante inferior al de Estados Unidos, la extrema pobreza y la muerte por hambre no existen, ni tampoco la desnutrición infantil, además de que exhibe uno de los mejores sistemas educativos y de salud del mundo. Y, una cuestión para subrayar, son conquistas logradas sin la masiva inversión extranjera que otros países, como el Perú, reciben, sin dar bienestar a sus poblaciones. (En el Perú, con una inversión extranjera directa de más de 7 mil millones de dólares el 2011 –según la CEPAL- el número de personas en situación de extrema pobreza asciende a casi 4.8 millones de personas) Sin embargo, Cuba es uno de los países más acosados por el imperialismo estadounidense y su aparato mediático. Generalmente, las personas que atacan a Cuba pueden tolerar sin ningún tipo de dificultad el hambre que padecen más de mil millones de seres humanos, o la muerte por hambre de 10.9 millones de niños menores de 5 años al año, pero no las barreras que en Cuba se le impone a la libre movilidad del capital, o la ausencia de libertad para acumular sin límites, o incluso la falta de bienes de lujo. Es, precisamente, la alienación mercantil un pilar fundamental del orden actual, y uno de los grandes obstáculos que hay que derribar para transformar y reconstruir el mundo.

En general, como se sabe, el santificado Estado de bienestar duró muy poco tiempo, entre 1945 y 1970. Luego de la crisis de rentabilidad del capital en la década de 1970, fue paulatinamente erosionado. El ímpetu neoliberal actual en los países del centro no es reciente. Y hoy no existen las bases materiales necesarias para una réplica del mismo. La crisis de económica que afecta a Europa, que tiene su origen en la especulación financiera, constituye el escenario para tomar medidas que benefician al capital financiero. Y las medidas tomadas, de reducción del gasto fiscal, sólo pueden provocar un ahondamiento de la crisis, pues al contraerse la capacidad adquisitiva de la población no se estimula el crecimiento del aparato productivo, ocasionando a su vez un aumento de la pobreza en estos países.

Si bien es cierto que gran parte de los afectados por el hambre viven en el área rural, y desarrollan sus actividades económicas bajo sistemas productivos obsoletos –hecho que utilizan algunos defensores del sistema para echar nuevamente a los pobres (en realidad, miserables) la culpa de su extrema pobreza-, no puede soslayarse en la explicación del problema la historia de colonialismo que sufrieron y sufren aún continentes como África, Asia y América Latina: saqueo de sus riquezas naturales hasta hoy, endeudamiento externo[i][i](8), destrucción de sus sistemas productivos y construcción de una agricultura especializada[ii][ii](9), intercambio desigual creciente; el subsidio de los Estados Unidos a su agroindustria, que provoca la liquidación de la agricultura de otras partes del mundo adonde llegan esos productos; la superexplotación de la fuerza de trabajo bajo distintas formas, etc. La unidad de análisis no puede ser un espacio nacional, aislado del resto del mundo, sino el sistema capitalista mundial como tal, sin dejar de lado, obviamente, las especificidades de cada país o región.

En la actual coyuntura el hambre crónica se agrava por varias razones, entre las cuales destacan la producción de biocombustibles, para cuyo efecto el capital se expande hacia las tierras destinadas a la producción de alimentos, ocasionando un aumento del precio de éstos; la especulación financiera, el negocio en el mercado a futuro; la concentración de las tierras más fértiles en manos del gran capital financiero; el cambio climático, provocado también por el gran capital, que considera “externalidades” todo lo que sea destrucción de la naturaleza (externalidades que deben pagar mayormente los pueblos), y el incremento del precio del petróleo. Todos estos factores determinan el incremento del precio de los productos alimenticios, ¡en un momento en el que se ha alcanzado una productividad mayor a la necesaria para alimentar a toda la población del mundo!. 

Una cuestión importante relativa al incremento de la capacidad productiva en el rubro alimenticio, es decir, a la tecnología utilizada en este terreno, tiene que ver con el hecho de que la misma provoca la inutilización de grandes extensiones de tierra en un futuro cercano. Este hecho pone en cuestión la búsqueda del incremento de la productividad del trabajo como un fin en sí mismo, sin relación con la satisfacción de las necesidades reales de las personas, y sin relación con la conservación de la naturaleza.

Asimismo, tenemos la conversión de los sistemas productivos agrícolas de los países en monocultivos, pues dejan a éstos desprotegidos de la dinámica de la acumulación de capital, y su dependencia del gran capital monopolista crece por esta vía. La inseguridad alimentaria se ha extendido en el mundo. Así, por ejemplo, si en 1960 Ecuador era autosuficiente en trigo, a finales de la década de 1990 importaba el 97% de lo que este pueblo necesitaba. Por su parte, el Perú produce menos del 10% del trigo que consume, y Colombia el 3% (10).

Es fundamental también hacer referencia al hecho de que, mientras que mil millones de personas padecen hambre, y otras cuatro mil millones son víctimas de la pobreza, el gobierno de los Estados Unidos y sus aliados europeos acentúan su militarismo, con la consiguiente degradación de sus sistemas democrático burgueses. El presupuesto militar anual de los Estados Unidos y sus aliados ronda el billón de dólares anuales para financiar sus guerras contra los países periféricos. Ayer fueron Afganistán, Irak, Libia. Ahora apuntan a Siria e Irán. Algunos analistas afirman que estas guerras se libran no sólo para obtener el control de los recursos naturales existentes en estas tierras, sino también para detener el crecimiento económico de China, impidiendo su libre acceso a los recursos naturales que existen en estos territorios.

        ¿Qué hacer? Hay gente para la que la China capitalista de hoy –rival de los Estados Unidos- es un modelo de desarrollo a emular por los países periféricos. No obstante, la China de hoy también sufre, como cualquier país capitalista, de sus contradicciones. De hecho, la crisis financiera ha tenido un impacto en este país, aunque, desde luego, no grave. Hoy mismo se produce en China una creciente sustitución del trabajo vivo por trabajo muerto en sus industrias. Por lo demás, el avance de su industria ha tenido lugar en base a una superexplotación de la fuerza de trabajo de su población -posibilitado por la existencia de un enorme ejército de reserva existente en este país- y sobre la base de la destrucción de la naturaleza. Pero, más allá de esto, el verdadero desafío de los pueblos no consiste en elegir entre uno y otro tipo de capitalismo, sino en salir del capitalismo.

El sistema imperialista no es capaz de dar fin con el hambre crónica. Acabar con el hambre crónica en el mundo no es lucrativo y, consiguientemente, no motiva a los capitalistas a hacer algo realmente serio contra ella; todo lo contrario: el hambre crónica es incluso funcional a la acumulación de capital, pues presiona a la baja los salarios del ejército activo de trabajadores. El sistema es una gran máquina que produce pauperización, exclusión y desigualdades sociales a niveles jamás registrados en la historia de la humanidad.  

El sistema mundial capitalista está en contradicción con los derechos democráticos de las grandes mayorías, ¡al grado que le niega  a la inmensa mayoría de la humanidad el elemental derecho a su reproducción biológica! No se exagera un ápice cuando se afirma que el genocidio está a la orden del día.

En base a varios elementos, algunos autores sostienen que la crisis mundial en curso es más profunda que la de 1929. Se habla tanto de la Gran Depresión del siglo XXI como de una Crisis de Civilización. En un artículo reciente, El debate en la Eurozona, el economista Paul Krugman –premio Nobel de economía 2008, y de quien no se puede sospechar de marxismo- afirmó que está empezando a pensar que “nos estamos encaminando a un resquebrajamiento de todo el sistema”. Para los pueblos, la crisis actual constituye una gran oportunidad para transformar el mundo de raíz. Es necesario luchar por retirar los alimentos de la especulación financiera. Pero es necesario ir más lejos, todo lo lejos que exige la meta última de transformar radicalmente el mundo, meta a la que de cualquier manera no se puede arribar de un solo golpe. De nuevo, no se trata de elegir entre uno y otro tipo de capitalismo, de elegir entre un capitalismo financiero o un capitalismo industrial, sino de salir del capitalismo, de construir una nueva y superior civilización, y esta meta no es posible conseguir sino destruyendo el caduco orden capitalista. Solamente fuera del capitalismo, bajo el socialismo, será posible desbrozar la senda del verdadero progreso de los pueblos.



Notas:
(1) Janaina Stronzake: Alimento: ¿Derecho o mercancía? Hambre y alimento en perspectiva histórica. Bilbao, junio de 2011. El libro está disponible en http://www.rebelion.org/.
(2) El nombre de la publicación es Perspectivas Agrícolas, citado en El Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Roma, 2011.
(3) R. Pampillon, Población mundial y subsistencia 1950-1985 en: Revista de Estudios Agro-Sociales, Universidad de Extremadura, número 149, julio-septiembre de 1989.
(4) Brener, R., citado por Sotelo, Adrián, La reestructuración del mundo del trabajo. Superexplotación y nuevos paradigmas de la organización del trabajo. México D.F., Universidad Obrera de México-Escuela Nacional para Trabajadores-Editorial Itaca, 2003.
(5) Arturo Guillén “La crisis de un mito. La nueva economía y la recesión estadounidense” en revista Trayectorias Nº 8/9 UANL, México, septiembre de 2001-abril de 2002, p. 150. Citado en Sotelo op.cit., p. 68.
(6) “Pobreza en los Estados Unidos: El sueño americano se terminó desde hace rato”, comentario a una publicación de la académica Terry Karl de la Universidad de Stanford, Página 12, 24 de abril de 2012.
(7) Edgardo Lander ¿Un nuevo periodo histórico? Crisis civilizatoria, límites del planeta, desigualdad, asaltos a la democracia, estado de guerra permanente y pueblos en resistenciaF1 Foro Social Temático, Porto Alegre, enero 2012. El texto está disponible en http://www.rebelión.org/.

(8) En 1960 la deuda externa de los países “no desarrollados” era de 18.000 millones, y, hacia 1984 había aumentado a 900.000 millones de dólares. Este incremento de la deuda externa en cincuenta veces determinó una fuga de valor, de trabajo, de capital inconmensurable, porque al monto nominal de la deuda hay que sumar las altísimas tasas de interés. Cfr. Miguel Giribets, El saqueo de África. Marzo 2011, disponible en www.rebelion.org.
(9) Así, por ejemplo, Kenia se especializó en el cultivo de flores para su exportación a Europa, Ghana en el cacao para su exportación al mercado estadounidense. Cuando entre 1986 y 1989 el precio del cacao cayó, la economía entera de este país se vio amenazada. Entre 2002 y 2003 otro tanto pasó con Etiopía, por la caída del precio del café. Cfr. Giribets, op. Cit.
(10) Janaina Stronzake, op. cit.
Conga, el Hombre y el Oro


César Risso


“Si el dinero, según Augier, ‘nace con manchas naturales de sangre en un carrillo’, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”.
EL CAPITAL. TI, FCE, P. 646. Séptima reimpresión, 1975.


El oro, bajo la función de atesoramiento de dinero, viene a servir de refugio para los capitalistas, en estos años de crisis económica. Es una situación en la que con la finalidad de preservar el valor del capital acumulado y acrecentarlo aun más, se ven en la necesidad de adquirirlo, aumentando la demanda del mismo, con lo cual presionan sobre la oferta generando el aumento de precio. Los capitalistas dedicados a la extracción de oro, ya sea como productores directos o como inversionistas en estas empresas, distraen gran cantidad de fuerza de trabajo, la cual podría dedicarse, por ejemplo, a la producción de alimentos. Sin embargo, el funcionamiento de la ley del valor regula la actividad económica distribuyendo los recursos entre las diversas actividades productivas. Así, en la actualidad, por la ley del valor, la extracción de oro es una de las actividades más rentables, y en consecuencia los recursos económicos se destinan prioritariamente a esta actividad.

En este sentido la siguiente expresión apunta justamente a evidenciar el verdadero móvil de los capitalistas: “‘El capital […] huye de los tumultos y las riñas y es tímido por naturaleza. Esto es verdad, pero no toda la verdad. El capital tiene horror a la ausencia de ganancia o a la ganancia demasiado pequeña, como la naturaleza tiene horror al vacío. Conforme aumenta la ganancia, el capital se envalentona. Asegúresele un 10 por 100 y acudirá adonde sea; un 20 por 100, y se sentirá ya animado; con un 50 por 100, positivamente temerario; al 100 por 100, es capaz de saltar por encima de todas las leyes humanas; el 300 por 100, y no hay crimen a que no se arriesgue, aunque arrostre el patíbulo. Si el tumulto y las riñas suponen ganancia, allí estará el capital encizañándolas’.” (EL CAPITAL. TI, FCE, Pp. 646-647. Séptima reimpresión, 1975. Cita a pie de página Nº 71).

A tal punto ha llegado la sociedad burguesa a cosificar las relaciones sociales de producción, que la necesidad de extracción de oro aparece como una fuerza superior al mismo hombre, quien se ve constreñido y empujado con férrea necesidad a esta labor, y “a mimar, a acariciar, a incubar y a rodear con sus brazos el oro”, ya no a escondidas como hacía con fruición el padre de Eugenia Grandet en la famosa obra de Balzac (genial retratista de la sociedad burguesa), sino públicamente, con una vehemencia patológica, pero que a la conciencia común y cotidiana aparece como la más normal de las conductas.

Por eso es que situaciones como la de Conga, el pueblo de Cajamarca, donde predomina la economía mercantil simple, no esté “contaminado” de la fiebre del oro, pues en su lógica lo que se busca es intercambio de mercancías por dinero, pero no para acumularlo, sino para obtener aquellas mercancías que satisfagan sus necesidades.

En cambio, la lógica del capital se da socialmente de manera inconsciente, como una ley natural, expresada en la anarquía de la producción, en las leyes del valor y de la plusvalía.

La disyuntiva entre la extracción de oro y la conservación de la naturaleza, el agua, la agricultura, la ganadería, etc., se presenta como un problema sin solución en el capitalismo, o para decirlo con mayor precisión, como la pugna entre la lógica capitalista de la acumulación de capital, y la lógica de la economía mercantil simple, de obtención de valores de uso para satisfacer sus necesidades. La solución de este conflicto nos conduce a la superación de las condiciones que sustentan a una u otra lógica. La solución definitiva a este conflicto consiste en la transformación del capitalismo en socialismo.


Si los bienes no fuesen mercancías, es decir, si no fuesen producidos de forma privada para ser vendidos en el mercado, no sería necesario contar con una mercancía llamada dinero que cumpla con las funciones de equivalente general. Por tal motivo, el dinero es propio de las sociedades mercantiles, sobre todo de la capitalista, que ha llevado la producción mercantil a su máxima expresión, convirtiendo a la fuerza de trabajo en mercancía, e incluso a toda la naturaleza, incluido el aire.
Según datos de la empresa Newmont, Conga tiene una reserva de oro de 6,1 millones de onzas. Si consideramos el precio de $1500 la onza de oro (precio por debajo del actual), el valor total es de más de 9 mil millones de dólares, los que se obtendrían durante los 19 años de vida de mina esperada. El promedio de producción anual sería de 325 mil onzas por año durante los primeros 5 años; al mismo precio, se tendría un valor promedio anual de 488 millones de dólares. El costo promedio aplicable a ventas sería de $425 la onza. El costo anual sería de poco más de 138 millones de dólares, lo que daría una renta anual de cerca de 350 millones de dólares. Con lo cual la renta total del proyecto por los 19 años de operación sería de cerca de 7 mil millones de dólares. Cabe señalar que el proyecto minero Conga contempla tanto la extracción de oro como la de cobre (http://www.yanacocha.com.pe/wp-content/uploads/Folleto-informativo-del-Proyecto-Conga.pdf).


Con los datos ofrecidos por Newmont, la plusvalía por onza de oro sería de  $1100 ($1500-$400). Los costos comprenden tanto el capital variable como el capital constante; además la composición orgánica de capital es elevada en la actividad minera. Por lo tanto, supongamos que de los $400 por onza de oro, solo $200 equivalen al capital variable, lo cual implica una composición orgánica de capital baja. Esto dará una cuota de plusvalía de 550%. Lo que significa que en el sector minero en promedio cada trabajador labora 1,2 horas para crear un valor equivalente a su remuneración, en tanto que las 6,8 horas restantes de trabajo lo hace para crear el nuevo valor que bajo la forma de ganancia se apropia el empresario minero.

Esto es lo que está detrás de la decisión de los dueños de Newmont para invertir en el proyecto minero Conga. Situación que no es nueva, que mas bien es propia del mundo burgués. Así, “Tomás Moro habla en su Utopía, de un país maravilloso en que ‘las ovejas devoran a los hombres’.” Cita que hace referencia a la expropiación de tierras de los pequeños arrendatarios y campesinos para la cría de ganado lanar para la industria textil; que bien podríamos parafrasear como un país maravilloso en que el oro devora a los hombres (EL CAPITAL. TI, FCE, Pp. 612. Séptima reimpresión, 1975. Cita a pie de página Nº 5).

La producción de bienes de primera necesidad, aunque sea bajo la forma de mercancía, que podría eventualmente mejorar aunque sea en una pequeña proporción la situación de la población “marginal” de todos los países, queda de lado porque la rentabilidad que proporciona esta actividad es menor a la rentabilidad de las actividades mineras.

Téngase en cuenta lo siguiente. En cualquiera de las funciones del dinero, se destina una cantidad de fuerza de trabajo, que en términos de valor equivale a la cantidad de mercancías y actividades económicas que se desarrollan en general, lo cual podría interpretarse en el sentido de que de la totalidad de la producción mundial, la mitad corresponde al oro (dejamos de lado la velocidad de circulación del dinero, así como otros aspectos monetarios, y el signo monetario: billetes y monedas), de tal modo que si se dejase de extraer oro, todos esos recursos, incluyendo la fuerza de trabajo se destinarían a producir todos los bienes que la humanidad requiere, incluso en jornadas menores a las 8 horas. Pero, por la ley del valor que rige en la economía capitalista, lo humano pasa a segundo plano, pues la ley económica fundamental del capitalismo es la obtención de plusvalía.

Proponer lo humano por encima de lo económico, en el sentido burgués, resulta extraño para los hombres acostumbrados a pensar en “idioma burgués”. Pero la sociedad no ha sido siempre como es hoy, y por tanto podemos pensar con optimismo que no seguirá siendo como es hoy. Permítaseme reproducir completo un párrafo de La Crítica del Programa de Gotha de Carlos Marx: “En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”
¡Que extraordinaria perspectiva humana! Es imposible para un burgués pensar en estos términos. Para el burgués el progreso de la humanidad pasa por el progreso de él mismo. Y, sin embargo, ya en esta sociedad se ha logrado producir una cantidad enorme de valores de uso, que bastaría con cambiar las relaciones sociales de producción para pasar inmediatamente a una distribución de la riqueza que atienda al principio humano (¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!), y no al vicio burgués de apropiarse de parte de la producción bajo la forma de ganancia.

En el Perú, desde la década del 20 del siglo pasado, el problema del oro había sido ya analizado: “Los que, arbitraria y simplísticamente, reducen el progreso peruano a un problema de capital áureo, razonan y discurren como si no existiese, con derecho a prioridad en el debate, un problema de capital humano. Ignoran u olvidan que, en historia, el hombre es anterior al dinero”.

Entre el hombre y el oro, Mariátegui apuesta por el hombre: “El gigantesco desarrollo material de los Estados Unidos, no prueba la potencia del oro sino la potencia del hombre. La riqueza de los Estados Unidos no está en sus bancos ni en sus bolsas; está en su población. La historia nos enseña que las raíces y los impulsos espirituales y físicos del fenómeno norteamericano se encuentran íntegramente en su material biológico”. (Cursivas nuestras).   

Por ello, concluye Mariátegui señalando: “[…] que la crisis y decadencia contemporáneas empezaron justamente cuando la civilización comenzó a depender casi absolutamente del dinero y a subordinar al dinero su espíritu y su movimiento” (MARIÁTEGUI, JOSÉ CARLOS. Peruanicemos al Perú. Lima, Empresa editora Amauta. Décima primera edición, 1988, P. 91-92)

La importancia del oro en este sistema no será la misma que en un sistema superior, por ello, a esa piedra amarilla en la que los capitalistas compendían todo su ser, les decimos con Lenin: “A mi parecer, cuando triunfemos a escala mundial, pondremos urinarios públicos de oro en las calles de algunas de las ciudades más importantes del mundo. Este sería el empleo más ‘justo’, gráfico e instructivo del oro para las generaciones que no han olvidado que, a causa del oro, fueron sacrificados diez millones de hombres y mutilados treinta millones en la ‘gran guerra liberadora’ de 1914-1918” (http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas12-12.pdf).
Literatura


Julio Carmona

Hoy por hoy, muy pocos ponen en tela de juicio la adhesión de César Vallejo a la causa de la poesía proletaria. Es mejor decir que, respecto de este tema, se ha adoptado el fácil expediente del silencio. Aunque también puede decirse que su pérdida de vigencia se debe a los embates de la globalización que, de manera subliminal, en su escalada ideológica busca crear la ilusión de que la existencia de las clases sociales –y sus luchas subsecuentes– es ya un tópico superado. Al impulsarse, en los países dependientes del imperialismo, el crecimiento de las clases medias (a través del trabajo informal, del apoyo a los pequeños empresarios, el recorte de los derechos sindicales, la dación de leyes antilaborales y la accesibilidad a los créditos bancarios, etc. –panorama que tuvo su desarrollo en la década de los noventa, con los ejemplos catastróficos de Fujimori en Perú y Menen en Argentina, pero que ya había tenido su ensayo inicial con Pinochet en Chile) lo que en realidad se ha perseguido es mediatizar las condiciones objetivas de tendencia explosiva en que viven no sólo los obreros y campesinos sino también amplios sectores de la pequeña burguesía.

La sensación que impera es la de un crecimiento cada vez más amplio de la clase media (pero también del lumpemproletariado). Si a esto sumamos el deterioro de la educación que se ahonda cada vez más, permitiendo que a los jóvenes se les arrebaten las herramientas del pensamiento crítico y autónomo para construir su propia concepción del mundo, todo ello da por resultado que el debate sobre la poesía o la literatura proletaria haya devenido “obsoleto” (como se pretende también calificar al marxismo y a las ideas socialistas, a las que se considera “cavernarias” oponiéndolas a la globalización y al neoliberalismo que son tanto o más antiguos que el marxismo y el socialismo, y, si nos atenemos a su propia lógica, serían más obsoletos y cavernarios, que ellos).

Pero lo decisivo es que ese debate siempre se ha planteado en el terreno ideológico y bien sabemos que en éste sólo existen dos ideologías: la burguesa y la proletaria. Lo que pretende promover el neoliberalismo es la ideología pequeñoburguesa, que siempre ha existido y, siempre también, ha resultado ser una variante de la ideología burguesa, cuando no se transforma en ideología proletaria. César Vallejo no sólo trató esta temática y la teorizó en su dimensión estética sino que la llevó a la práctica en su poética misma. Y bien se puede decir que, junto al alemán Bertolt Brecht, el francés Paul Eluard, el turco Nazim Hikmet, el inglés Christopher Caudwell (y paramos de contar) la poesía de Vallejo no puede dejar de apreciarse sin su carácter clasista proletario. Es más, podemos decir que la poesía de Vallejo tal vez no haya sido superada desde esa perspectiva en el contexto de la poesía escrita en lengua castellana. Pero si no superada, sí emulada. Emulación que no implica plagio o seguidismo formal (que sería una descalificación), sino adherencia doctrinal a su postura estética tendenciosa.

Este es el caso de Víctor Mazzi. Es, en realidad, el caso excepcional de un poeta proveniente de la clase obrera y de formación autodidacta que logró establecer la conjunción entre la poética y la política, que suele ser una “mezcla explosiva” y difícil de lograr (salvo por los grandes, como los ya nombrados). Veamos una comprobación de este aserto.

“Señor lector/ su atención y cuidado” (advierte Mazzi en un poema) “que detrás de cada verso/ hay/ hombres trabajando” (Anuncio particular). Y, en efecto, Mazzi le asigna a la poesía un carácter de trabajo, como forma de la producción que dice el marxismo. Mazzi, pues, no acepta se reduzca a la poesía a un simple divertimento de ‘especialistas’, ‘poetisos’ o eruditos:

                                                           Los elegidos
                       -por obra y gracia de los dioses-
                       tañedores de cítaras,
                       tocadores de flautas,
                               son extremadamente celosos          
                       y por demás intocables:
                       ¡qué van a admitir una voz
                       “ordinaria y grosera”!

(pero conste que estando implícito ahí su rechazo a ese regodeo esteticista, pese a ello, Mazzi procede dialécticamente, no los niega pretendiéndolos inexistentes; los sabe actuando, tañendo y tocando su melopea; simple y llanamente los opone a los obreros de la pluma) y continúa el poema:

                       ¡Qué les va a sonar agradable
                       que cante un obrero!
                       El dios se puede molestar,
                       podrían perder el puesto.
                       Pero esto no es importante
                       porque tendrán que cambiarse el hígado
                       o soportar el trajín sonoro de los humildes y
                       ofendidos.
                                                           (Ellos y nosotros).

Mazzi opone a la poesía burguesa (de “ellos”) la poesía de ‘nosotros’ (mancomunando al lector), la poesía de los obreros de la pluma, como ya dijimos, porque:

                                               Ser poeta proletario
                      no quiere decir que se es más obrero que poeta
                                               o viceversa,
                        ocurre solamente que de la obra de mano se pasa
                                               a la mano de obra.
                      
                                              (Dialéctica).

Los poemas precitados de Mazzi son, prácticamente, ‘artes poéticas’ de la poesía proletaria. Sin embargo –y por supuesto– no toda la poesía de Mazzi tiene ese motiv, aunque siempre, sí, el carácter clasista proletario. Veamos otro poema:

La lluvia es un tema hermoso
cuando uno recorre la historia y encuentra a Luis  XVI
seguro de sus huesos y de su gran paraguas
mientras celebra María Antonieta
su cómoda posición de reina en un diván rosado
en tanto afuera la tormenta arrecia
como si aventaran piedras.
Hermoso tema el de  la  lluvia
cuando no llueve ni usted se llama María Antonieta
ni su marido sabe que se prepara el diluvio.
                                        
                   (Tema con una hermosa dama)

Pero veamos, asimismo, otro poema cuyo título “Poeta proletario” comporta también una poética por referirse al hacer de esa clase de poeta, pero que trasciende ese tema en una suerte de variación convicta –y confesa, como diría Mariátegui:

Ciudad adentro
entre el énfasis y el hambre
compondrá el ruido
de alguna melodía
o sorteando el tiempo
pretérito imperfecto
dirá cómo nace el día
cuando la noche es larga
de seguro también
no ha de ser extraño
diciendo a golpe de lata
que está por aparecer el sol
y  en ese instante
alguien con un cerillo
en algún lugar cercano
encenderá una pradera.

La imagen inicial del poema remite al ‘interior de la ciudad’ la ciudad de la fábrica y la miseria pero también del ‘énfasis’ que estimula a la creación de un ruido que compita con el ensordecedor de la urbe y la “negación” de los puristas. Y el poeta proletario crea su ‘melodía’. El no está enemistado con la ‘tonalidad poética’, con su belleza ni con su musicalidad. Lo que hace es no olvidar ese “pretérito imperfecto” que sigue siendo presente (‘la prehistoria universal’ como llaman Marx y Engels a la sociedad capitalista) y en el que el poeta vislumbra el nacimiento de un nuevo día. Y aunque esto para algunos oídos resulta monótono, latoso, el poeta proletario seguirá –¡seguro!– diciendo “que está por aparecer el sol”. Pero Mazzi no sobreestima el ‘poder’ de la poesía. El sabe que con poemas –sólo con poemas– no se ha de derrumbar esa ‘prehistoria’. Hay ‘alguien’, que no es una persona, no un individuo específico. Pero sí una clase. Ese alguien es la clase trabajadora y su partido revolucionario iniciando la lucha donde debe (no en la ciudad; sí en un lugar cercano), iniciando el incendio de la guerra popular. Y esa pradera del verso final (ostensiblemente ligada al aforismo maoísta) engarza con la imagen ‘urbana’ inicial del poema, graficando, en círculo poético ejemplar, la unidad obrero-campesina.



Es probable que esta explicación, prosaica, haya sido inútil. El poema habla por sí solo. Con todo quisiéramos creerla pertinente aunque sólo fuera para corroborar el hecho fundamental de nuestro objetivo: demostrar que esta poesía no puede ser caracterizada de otra manera que no sea con el calificativo de proletaria. ¿O se podrá decir que en ese poema se refleja una concepción burguesa o pequeñoburguesa? Creemos, definitivamente, que no. Y podemos ampararnos en un juicio (en este caso, sólo en este caso) imparcial de Roland Barthes: “que, finalmente, no hay una ‘esencia’ del arte eterno, sino que cada sociedad debe inventar el arte que mejor dé a luz su propia liberación.”

Pero Mazzi no sólo trabajó para difundir su poesía personal, sino también su poesía clasista. Y por eso participó, en 1956, en la fundación del Grupo Intelectual Primero de Mayo (GIPM), y luchó en su interior para hacer prevalecer la defensa y difusión de la poesía proletaria. Ello motivó el alejamiento de otro de los fundadores, Leoncio Bueno, quien habría de convertirse, con el correr de los años, en el más enconado enemigo del grupo. Luego de la fundación del GIPM –un hecho importante en la historia cultural del proletariado peruano– veinte años después, en 1976, Víctor Mazzi –uno de los miembros más consecuentes del GIPM– publica la primera Antología de la poesía proletaria del Perú (1930-1976). Y la aparición de este libro suscitó algunas interrogantes, observaciones y cuestionamientos que ponían en tela de juicio el enunciado mismo de poesía proletaria. Sin embargo, tales cuestionamientos posibilitan hacer –como respuesta– la caracterización de esa práctica poética proletaria. Y, a pesar de que pueden ser absueltos con la sola confrontación tanto del Acta de Fundación del GIPM como también con las requisitorias del prólogo de Mazzi, vamos a irlos develando sucesivamente, a continuación.

En principio, se debe convenir que tales cuestionamientos constituyen una situación que le ocurre, por lo común, a toda antología, y que puede resumirse en el siguiente aforismo: “No están todos los que son ni son todos los que están”. La primera parte de este aforismo no deja de denunciar un pronunciamiento de gusto poético subyacente (aunque en este caso los gustos no son, por lo específico del libro, de exclusividad estética, sino, más que nada, ideológico-políticos). Pero lo cierto es que Mazzi quiso hacer un deslinde perentorio. Desbrozar el extenso bosque de la llamada poesía social, cuya característica clasista es muy variada y, por lo tanto, no toda es proletaria. La característica de esa poesía “no proletaria”, llamada genéricamente “social” (gran parte de la cual, no obstante, puede ser adscrita a la tendencia clasista, previa caracterización de clase), es el paternalismo (si no la conmiseración) frente al sufrimiento de las clases explotadas. Esa es una actitud propia de la ideología pequeñoburguesa. Su adhesión al proletariado es sentimental, externa, como se dice: desde el balcón. Y el sumun medular de la poesía proletaria está dado por su función y fusión o compenetración clasista: ser tornillo, engranaje de la causa proletaria (mas no en el sentido de obedecer a consignas preestablecidas). Y esa esencialidad hace que, justamente, el poeta no traicione –jamás– al pueblo, a su clase, lo cual muchos de los poetas sociales (no antologados por Mazzi y cuya presencia se reclamaba) no supieron sostener, por ejemplo, durante la dictadura militar de Velasco, corroborando así lo señalado por Mariátegui en relación con la clase media que “instintivamente descontenta y disgustada de la burguesía, es vagamente hostil al proletariado.” Y si no es hostilidad explícita, declarada, es, en todo caso, como corrobora Lenin, “falta de fe en las masas, temor a su iniciativa, temor a su independencia, pavor ante su energía revolucionaria en lugar de un apoyo cabal a ellas.”

También ese mismo cuestionamiento fue renovado en la década de los ochenta, reclamándole a Mazzi la no inclusión de poetas anteriores a 1930. Quien hizo esta observación específica es Gonzalo Espino, en su libro Lira rebelde proletaria, Lima: DESCO, 1984. Pero el deslinde anterior vale también para el caso, porque la poesía de los inicios del siglo XX hecha por obreros o para obreros no era proletaria ideológicamente, aunque lo fuera sociológicamente. El trabajo de Espino toma su título de un cancionero de la época “Lira rebelde proletaria”; es decir de una época en que el término proletario podía ser usado en su acepción extensa, como sinónimo de obrero (clase obrera, igual proletariado). Pero como la ideología anarquista copaba la conciencia del movimiento obrero de la época sus productos artísticos tenían el mismo carácter de clase –pequeñoburgués– que aquélla. No olvidemos, como dice Lenin que “En el extranjero se sabe poco que el bolchevique se templó en largos años de lucha contra el revolucionarismo pequeñoburgués, que se parece al anarquismo o que ha tomado algo de él, y que, en todos los problemas esenciales, deja de lado las condiciones y exigencias de una lucha de clases consecuentemente proletaria.”

Para la época de la historia del Perú estudiada por Espino la palabra “proletariado” como equivalente a clase obrera era usual. No así como ya la concebimos ahora, referida a su conexión ideológica, a su concepción del mundo. Y en ese sentido es que Vallejo dice que no es válida la consideración de un arte proletario hecho sólo por obreros, lo cual estaría prejuzgando “que el obrero es un obrero puro, lo que no es cierto –afirma Vallejo–, porque el obrero tiene también de burgués. El obrero –agrega Vallejo– respira el ambiente burgués y está impregnado de espíritu burgués más de lo que nos imaginamos. Esto importa mucho para concebir un arte proletario.”

Y en este juicio de Vallejo podemos hallar la respuesta al segundo aspecto del cuestionamiento aludido antes: que “no son todos los que están”, el mismo que reclama la presencia de obreros como condición sine qua non para que tal antología sea admitida como de poesía proletaria. Y es preciso añadir que la poesía proletaria, como forma ideológica, como expresión ideológica del proletariado no necesaria o exclusivamente tiene que ser escrita por obreros, sino que para ser tal –como señala Mazzi en su introducción– tiene que responder a la concepción ideológica proletaria, tiene que ser “un reflejo objetivo de la vida social (…) que obedece a la mecánica de la lucha de clases con un método que sólo se ha hecho posible a causa y consecuencia de las necesidades del proletariado. Y, por consiguiente, sus escritores y artistas representativos bien pueden serlo tanto por su origen social o por su posición ideológica, de acuerdo con el sentimiento y la conciencia revolucionaria de la clase obrera.”  

Otro de los cuestionamientos que se hacía a la obra de Mazzi tenía que ver con el hecho de que algunos de los poetas antologados toman como tema poético a la lucha guerrillera o a sus impulsores: Luis de la Puente, Guillermo Lobatón o el Che Guevara. Esa opinión partía del presupuesto que se estaría avalando una superada concepción foquista. Pero olvidaban quienes hacían tal cuestionamiento que la lucha guerrillera es una situación real y no necesariamente está vinculada a la concepción del “foco guerrillero”. Y Mazzi estaba claro al respecto. Él sabía perfectamente que el hecho de que la concepción foquista fuera incorrecta, la situación misma de la lucha guerrillera no corría la misma suerte, en tanto y en cuanto es uno más de los muchos métodos de lucha armada que no son desdeñados en la preparación de formas de lucha más elevadas y completas como la guerra popular. La lucha guerrillera –ciertamente– no es la guerra popular, pero ésta no la desdeña y la tiene como parte suya (así como la simple agitación, el proselitismo, incluso las movilizaciones y hasta los actos culturales, legales). Porque la guerra popular no surge de la nada. Pensar de otra forma es actuar de manera mecanicista, esquemática, sin una amplitud dialéctica, la misma que no debe mezquinar importancia a cualquier forma de lucha que contribuya a desarrollar la revolución. Las primeras son tácticas para ésta que es la estrategia. “Las luchas armadas –señala Jorge Dimitrov– han hecho que masas cada vez más extensas de la clase obrera adquieran conciencia de la necesidad de la lucha revolucionaria de clase.” Y, con cita de Lenin, agrega: “Los pueblos no pasan en vano por la escuela de la guerra civil. Esta es una escuela dura y en su programa, si es completo, entran también inevitablemente los triunfos de la contrarrevolución, la furia de los reaccionarios enfurecidos, el ajuste de cuentas feroz del viejo poder con los rebeldes, etc. Pero sólo los pedantes declarados y las momias sin juicio pueden lloriquear y lamentarse de que los pueblos pasen por esta escuela llena de tormentos; esta escuela enseña a las clases oprimidas a librar la guerra civil, y les enseña cómo triunfa la revolución.”

Así, pues, no es un error tomar como tema poético la lucha guerrillera como no lo es ningún otro tema que interese al proletariado. Porque el proletariado –como precisa Lenin– lee y quiere leer “todo cuanto se escribe también para los intelectuales, y únicamente ciertos intelectuales (de ínfima categoría) creen que ‘para los obreros’ basta con relatar el orden de cosas que rige en las fábricas y rumiar lo que ya se conoce desde hace mucho tiempo.”

Estos cuestionamientos formales a la propuesta de Mazzi, con todo, quedan opacados, son minimizados por una actitud más “radical”: la que niega la existencia de la literatura proletaria. Y lo primero que se piensa al respecto es que esa “negación” proviene únicamente de la burguesía, enemigo principal del proletariado. Y esto es lógico (y hasta “normal”) porque –al decir de Plejánov: “El proletariado de hoy, que ha asimilado la teoría del socialismo científico y que permanece fiel a su espíritu, no puede dejar de ser revolucionario, tanto por su lógica como por sus sentimientos; no puede, en otras palabras, por menos de colocarse entre los revolucionarios más peligrosos. [Es decir –agrega Plejánov] las ideas económicas, históricas y filosóficas de Marx no pueden ser aceptadas en toda la amenazadora plenitud de su contenido revolucionario más que por los ideólogos del proletariado, en los que los intereses de clase aspiran, no a la conservación, sino a la eliminación del orden capitalista, es decir, a la revolución social.”

Son y han sido siempre los ideólogos de la burguesía y pequeña burguesía los que han cuestionado o puesto en tela de juicio la existencia y vigencia de la literatura proletaria. Y parecerá ocioso a quien conozca esta polémica, esta lucha ideológica asaz antigua, que insistamos sobre el particular. Pero ocurre que algunos de esos teóricos o ideólogos (pequeño –o gran– burgueses), autodenominándose marxistas inclusive, llegan no sólo a negar (diciendo “no”) a la literatura proletaria sino, además, a sustentar públicamente tal “negativa” con conceptos o argumentos erróneos que, precisamente, con la consabida tenacidad propia de los errores (en particular de las semi-verdades que toman por principal lo accesorio, lo no esencial), se obstinan en su aberración, no haciendo otra cosa que utilizar el nombre del marxismo para atacarlo. En su tiempo, Engels hizo referencia a alguien de este tipo, diciendo: “Es muy talentoso y algo comprende, pero, como se estila entre filósofos, se aderezó su propio socialismo, que considera como la auténtica teoría de Marx, y con ello ocasiona mucho daño”.

Y a la reedición periódica de actitudes similares (“que hacen mucho daño”) hay que salirles al paso. Porque no es raro observar que, cada cierto tiempo y a propósito de acontecimientos en el avance de las luchas populares, los ideólogos pequeñoburgueses asumen poses revolucionarias pero sin supeditar sus actividades a los intereses de la clase directriz de la revolución. Esto les da oportunidad de seguir siendo –como decía Mao de los trotskistas– “proletarios” en política y burgueses en arte. De ellos también Lenin decía –en versión de Jean Freville–, que no estaban dispuestos a producir un arte proletario: “Porque persistían en formas abstractas y eran peligrosamente individualistas y socialmente indisciplinados. Para Lenin, quienes actuaban así eran “especialistas” alejados de las masas que, con soberbia, se arrogaban el derecho de hablar en nombre de la clase trabajadora y se aprovechaban de los disturbios de la revolución para presentar como novedades sus ideas pequeñoburguesas.”

Uno de los más enconados “negadores” de la poesía proletaria es Leoncio Bueno, a quien ya hemos aludido al hablar de la fundación del Grupo Intelectual Primero de Mayo, al que abandonó a los pocos meses de fundado por discrepar, precisamente, en ese punto fundamental: la defensa y difusión de la poesía y la literatura y la cultura proletarias. Sería demasiado extenso referirnos aquí (dados los límites de espacio exigidos) a los argumentos –de inspiración trotskista– esgrimidos por Leoncio Bueno durante muchos años en una especie de cruzada contra el grupo Primero de Mayo y, en especial, contra su director, Víctor Mazzi Trujillo. En todo caso remitimos al lector de este artículo a nuestro libro La poesía clasista. Poesía y lucha de clases en el Perú contemporáneo, del cual hemos extraído gran parte de las ideas esbozadas aquí. Y que ha sido editado por el Grupo Editorial Arteidea, de Lima, 2011, que puede contactarse en la siguiente dirección: Jirón Moquegua 336. Asimismo, se puede acceder a su lectura visitando los blogs: Mester de obrería (www.mesterdeobreria.blogspot.com) y Bosque de palabras (www.vosquedepalabrasvives.blogspot.com).  

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