Conga, el Hombre y el Oro
César Risso
“Si el dinero, según Augier, ‘nace con manchas naturales de sangre en un carrillo’, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”.
EL CAPITAL. TI, FCE, P. 646. Séptima reimpresión, 1975.
El oro, bajo la función de atesoramiento de dinero, viene a servir de refugio para los capitalistas, en estos años de crisis económica. Es una situación en la que con la finalidad de preservar el valor del capital acumulado y acrecentarlo aun más, se ven en la necesidad de adquirirlo, aumentando la demanda del mismo, con lo cual presionan sobre la oferta generando el aumento de precio. Los capitalistas dedicados a la extracción de oro, ya sea como productores directos o como inversionistas en estas empresas, distraen gran cantidad de fuerza de trabajo, la cual podría dedicarse, por ejemplo, a la producción de alimentos. Sin embargo, el funcionamiento de la ley del valor regula la actividad económica distribuyendo los recursos entre las diversas actividades productivas. Así, en la actualidad, por la ley del valor, la extracción de oro es una de las actividades más rentables, y en consecuencia los recursos económicos se destinan prioritariamente a esta actividad.
En este sentido la siguiente expresión apunta justamente a evidenciar el verdadero móvil de los capitalistas: “‘El capital […] huye de los tumultos y las riñas y es tímido por naturaleza. Esto es verdad, pero no toda la verdad. El capital tiene horror a la ausencia de ganancia o a la ganancia demasiado pequeña, como la naturaleza tiene horror al vacío. Conforme aumenta la ganancia, el capital se envalentona. Asegúresele un 10 por 100 y acudirá adonde sea; un 20 por 100, y se sentirá ya animado; con un 50 por 100, positivamente temerario; al 100 por 100, es capaz de saltar por encima de todas las leyes humanas; el 300 por 100, y no hay crimen a que no se arriesgue, aunque arrostre el patíbulo. Si el tumulto y las riñas suponen ganancia, allí estará el capital encizañándolas’.” (EL CAPITAL. TI, FCE, Pp. 646-647. Séptima reimpresión, 1975. Cita a pie de página Nº 71).
A tal punto ha llegado la sociedad burguesa a cosificar las relaciones sociales de producción, que la necesidad de extracción de oro aparece como una fuerza superior al mismo hombre, quien se ve constreñido y empujado con férrea necesidad a esta labor, y “a mimar, a acariciar, a incubar y a rodear con sus brazos el oro”, ya no a escondidas como hacía con fruición el padre de Eugenia Grandet en la famosa obra de Balzac (genial retratista de la sociedad burguesa), sino públicamente, con una vehemencia patológica, pero que a la conciencia común y cotidiana aparece como la más normal de las conductas.
Por eso es que situaciones como la de Conga, el pueblo de Cajamarca, donde predomina la economía mercantil simple, no esté “contaminado” de la fiebre del oro, pues en su lógica lo que se busca es intercambio de mercancías por dinero, pero no para acumularlo, sino para obtener aquellas mercancías que satisfagan sus necesidades.
En cambio, la lógica del capital se da socialmente de manera inconsciente, como una ley natural, expresada en la anarquía de la producción, en las leyes del valor y de la plusvalía.
La disyuntiva entre la extracción de oro y la conservación de la naturaleza, el agua, la agricultura, la ganadería, etc., se presenta como un problema sin solución en el capitalismo, o para decirlo con mayor precisión, como la pugna entre la lógica capitalista de la acumulación de capital, y la lógica de la economía mercantil simple, de obtención de valores de uso para satisfacer sus necesidades. La solución de este conflicto nos conduce a la superación de las condiciones que sustentan a una u otra lógica. La solución definitiva a este conflicto consiste en la transformación del capitalismo en socialismo.
Según datos de la empresa Newmont, Conga tiene una reserva de oro de 6,1 millones de onzas. Si consideramos el precio de $1500 la onza de oro (precio por debajo del actual), el valor total es de más de 9 mil millones de dólares, los que se obtendrían durante los 19 años de vida de mina esperada. El promedio de producción anual sería de 325 mil onzas por año durante los primeros 5 años; al mismo precio, se tendría un valor promedio anual de 488 millones de dólares. El costo promedio aplicable a ventas sería de $425 la onza. El costo anual sería de poco más de 138 millones de dólares, lo que daría una renta anual de cerca de 350 millones de dólares. Con lo cual la renta total del proyecto por los 19 años de operación sería de cerca de 7 mil millones de dólares. Cabe señalar que el proyecto minero Conga contempla tanto la extracción de oro como la de cobre (http://www.yanacocha.com.pe/wp-content/uploads/Folleto-informativo-del-Proyecto-Conga.pdf).
Con los datos ofrecidos por Newmont, la plusvalía por onza de oro sería de $1100 ($1500-$400). Los costos comprenden tanto el capital variable como el capital constante; además la composición orgánica de capital es elevada en la actividad minera. Por lo tanto, supongamos que de los $400 por onza de oro, solo $200 equivalen al capital variable, lo cual implica una composición orgánica de capital baja. Esto dará una cuota de plusvalía de 550%. Lo que significa que en el sector minero en promedio cada trabajador labora 1,2 horas para crear un valor equivalente a su remuneración, en tanto que las 6,8 horas restantes de trabajo lo hace para crear el nuevo valor que bajo la forma de ganancia se apropia el empresario minero.
Esto es lo que está detrás de la decisión de los dueños de Newmont para invertir en el proyecto minero Conga. Situación que no es nueva, que mas bien es propia del mundo burgués. Así, “Tomás Moro habla en su Utopía, de un país maravilloso en que ‘las ovejas devoran a los hombres’.” Cita que hace referencia a la expropiación de tierras de los pequeños arrendatarios y campesinos para la cría de ganado lanar para la industria textil; que bien podríamos parafrasear como un país maravilloso en que el oro devora a los hombres (EL CAPITAL. TI, FCE, Pp. 612. Séptima reimpresión, 1975. Cita a pie de página Nº 5).
La producción de bienes de primera necesidad, aunque sea bajo la forma de mercancía, que podría eventualmente mejorar aunque sea en una pequeña proporción la situación de la población “marginal” de todos los países, queda de lado porque la rentabilidad que proporciona esta actividad es menor a la rentabilidad de las actividades mineras.
Téngase en cuenta lo siguiente. En cualquiera de las funciones del dinero, se destina una cantidad de fuerza de trabajo, que en términos de valor equivale a la cantidad de mercancías y actividades económicas que se desarrollan en general, lo cual podría interpretarse en el sentido de que de la totalidad de la producción mundial, la mitad corresponde al oro (dejamos de lado la velocidad de circulación del dinero, así como otros aspectos monetarios, y el signo monetario: billetes y monedas), de tal modo que si se dejase de extraer oro, todos esos recursos, incluyendo la fuerza de trabajo se destinarían a producir todos los bienes que la humanidad requiere, incluso en jornadas menores a las 8 horas. Pero, por la ley del valor que rige en la economía capitalista, lo humano pasa a segundo plano, pues la ley económica fundamental del capitalismo es la obtención de plusvalía.
Proponer lo humano por encima de lo económico, en el sentido burgués, resulta extraño para los hombres acostumbrados a pensar en “idioma burgués”. Pero la sociedad no ha sido siempre como es hoy, y por tanto podemos pensar con optimismo que no seguirá siendo como es hoy. Permítaseme reproducir completo un párrafo de La Crítica del Programa de Gotha de Carlos Marx: “En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”
¡Que extraordinaria perspectiva humana! Es imposible para un burgués pensar en estos términos. Para el burgués el progreso de la humanidad pasa por el progreso de él mismo. Y, sin embargo, ya en esta sociedad se ha logrado producir una cantidad enorme de valores de uso, que bastaría con cambiar las relaciones sociales de producción para pasar inmediatamente a una distribución de la riqueza que atienda al principio humano (¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!), y no al vicio burgués de apropiarse de parte de la producción bajo la forma de ganancia.
En el Perú, desde la década del 20 del siglo pasado, el problema del oro había sido ya analizado: “Los que, arbitraria y simplísticamente, reducen el progreso peruano a un problema de capital áureo, razonan y discurren como si no existiese, con derecho a prioridad en el debate, un problema de capital humano. Ignoran u olvidan que, en historia, el hombre es anterior al dinero”.
Entre el hombre y el oro, Mariátegui apuesta por el hombre: “El gigantesco desarrollo material de los Estados Unidos, no prueba la potencia del oro sino la potencia del hombre. La riqueza de los Estados Unidos no está en sus bancos ni en sus bolsas; está en su población. La historia nos enseña que las raíces y los impulsos espirituales y físicos del fenómeno norteamericano se encuentran íntegramente en su material biológico”. (Cursivas nuestras).
Por ello, concluye Mariátegui señalando: “[…] que la crisis y decadencia contemporáneas empezaron justamente cuando la civilización comenzó a depender casi absolutamente del dinero y a subordinar al dinero su espíritu y su movimiento” (MARIÁTEGUI, JOSÉ CARLOS. Peruanicemos al Perú. Lima, Empresa editora Amauta. Décima primera edición, 1988, P. 91-92)
La importancia del oro en este sistema no será la misma que en un sistema superior, por ello, a esa piedra amarilla en la que los capitalistas compendían todo su ser, les decimos con Lenin: “A mi parecer, cuando triunfemos a escala mundial, pondremos urinarios públicos de oro en las calles de algunas de las ciudades más importantes del mundo. Este sería el empleo más ‘justo’, gráfico e instructivo del oro para las generaciones que no han olvidado que, a causa del oro, fueron sacrificados diez millones de hombres y mutilados treinta millones en la ‘gran guerra liberadora’ de 1914-1918” (http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas12-12.pdf).
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