viernes, 1 de noviembre de 2019

Política


Lineamientos programáticos

El Método en la Elaboración del Programa de la Revolución

(Tercera Parte)

Eduardo Ibarra

EL PROGRAMA SOSTIENE:

6º- El socialismo encuentra lo mismo en la subsistencia de las comunidades que en las grandes empresas agrícolas, los elementos de una solución socialista de la cuestión agraria, solución que tolerará en parte la explotación de la tierra por los pequeños agricultores ahí donde el yanaconazgo o la pequeña propiedad recomiendan dejar a la gestión individual, en tanto que se avanza en la gestión colectiva de la agricultura, las zonas donde ese género de explotación prevalece. Pero esto, lo mismo que el estímulo que se preste al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativos, no significa en lo absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de reconstrucción o resurrección del socialismo incaico, que correspondió a condiciones históricas completamente superadas, y del cual sólo quedan, como factor aprovechable dentro de una técnica de producción perfectamente científica, los hábitos de cooperación y socialismo de los campesinos indígenas. El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista; y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna, sino por el contrario la máxima y metódica aceleración de la incorporación de estas conquistas en la vida nacional (ibídem, p. 161).

Como vemos, después de indicar el destino colonial del país, el Programa sostiene la posibilidad de que la comunidad campesina –así como las grandes empresas agrícolas– constituyen elementos que permiten una solución socialista de la cuestión agraria. Con respecto a la comunidad campesina, en el artículo Principios de política agraria nacional, Mariátegui escribió:

El “ayllu”, célula del Estado incaico, sobreviviente hasta ahora, a pesar de los ataques de la feudalidad y del gamonalismo, acusa aún bastante vitalidad bastante para convertirse, gradualmente, en la célula de un Estado socialista moderno. La acción del Estado, como acertadamente lo propone Castro Pozo, debe dirigirse a la trasformación de las comunidades agrícolas en cooperativas de producción y de consumo. La atribución de tierras a las comunidades tiene que efectuarse, naturalmente, a expensas de los latifundios, exceptuando de toda expropiación, como en México, a los pequeños y aun a la de medianos propietarios, si existe en su abono el requisito de la “presencia real”. (Peruanicemos al Perú, p. 151).

Obviamente, el significado de este planteamiento se entiende en el marco general que propone Mariátegui en el principio de su citado artículo:

1.- El punto de partida, formal y doctrinal, de una política agraria socialista no puede ser otro que una ley de nacionalización de la tierra. Pero, en la práctica, la nacionalización debe adaptarse a las necesidades y condiciones concretas de la economía del país (ibídem, p. 149).

Ciertamente en el tiempo de Mariátegui la comunidad campesina conservaba «vitalidad bastante»; ahora, después de más de noventa años de evolución, su situación es diferente: como resultado de su masiva incorporación a la economía mercantil, sus bases materiales se han debilitado hasta el punto de que prácticamente se encuentra al borde de la extinción, aunque, desde luego, ello no significa que vaya a extinguirse mañana mismo.

        Sin embargo, la comunidad campesina puede cumplir todavía un papel en la construcción del Estado socialista: a más de conservarse en su seno la propiedad colectiva de los pastos, etc., las diversas formas de solidaridad en el trabajo que le son propias se conservan vivas, y, por tanto, si la revolución se produce oportunamente, aquellas formas serían aprovechables.

        Si la comunidad campesina es la principal institución representativa de la tradición «indígena», el municipio es una institución representativa de la tradición hispánica. Y, mientras la comunidad sobrevive casi exclusivamente en la sierra(5), el municipio existe en todo el territorio nacional. Por eso, el colectivismo «indígena» puede extenderse y cobrar un desarrollo en el trabajo productivo del municipio creándose así  una peculiar célula económica y política del Estado socialista.

        Paralelamente, el Programa postula exceptuar –temporalmente, se sobreentiende– de toda expropiación a los pequeños y aun a los medianos propietarios, si existe en su abono el requisito de la «presencia real». Esta es una cuestión a tener muy en cuenta.

        Estas son, grosso modo, algunas de las bases del programa agrario de la revolución.

En relación con el principal agente social de nuestro programa agrario, el Programa sostiene el «libre resurgimiento del pueblo indígena», «la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativos». Aquí la palabra resurgimiento expresa la certeza de que el espíritu colectivista de los pueblos «indígenas» puede manifestarse creadoramente en las condiciones del socialismo. ¿De qué socialismo? Pues del socialismo contemporáneo. Precisamente el Programa expresa, como hemos visto, la convicción de que tal resurgimiento «no significa en lo absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de reconstrucción o resurrección del socialismo incaico». En efecto, no se trata de realizar el mito de inkarri reconstruyendo el Tawantinsuyu, sino de construir la sociedad socialista como sociedad de transición hacia la sociedad sin clases, sin lucha de clases y sin Estado.  Por eso el Programa mantiene que el socialismo  «presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista; y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna, sino por el contrario la máxima y metódica aceleración de la incorporación de estas conquistas en la vida nacional» (ibídem, p. 161).

En otras palabras, el socialismo moderno puede y debe enriquecer el colectivismo de nuestra tradición «indígena», incorporándolo a la lucha por instaurar y construir la sociedad socialista.

En general, el socialismo no es una negación absoluta, metafísica, del pasado histórico; es decir, el socialismo no importa ningún retroceso con respecto a las conquistas de la potencia humana, sino todo lo contrario, la incorporación de tales conquistas a la vida de la nueva sociedad.

En conclusión, la incorporación máxima y metódica de la ciencia y la técnica  y, en general, de las conquistas de la civilización moderna a la vida nacional bajo el Estado socialista, constituye una necesidad de primer orden. El socialismo presupone el desarrollo máximo de las fuerzas productivas y, particularmente, el desarrollo ideológico, político, científico, técnico y físico de los trabajadores, principal fuerza productiva de la historia.

En la Respuesta al cuestionario Nº 4 del Seminario de Cultura Peruana, Mariátegui escribió:

El advenimiento político del socialismo no presupone el cumplimiento perfecto y exacto de la etapa económica liberal, según un itinerario universal. Ya he dicho en otra parte que es muy posible que el destino del socialismo en el Perú sea en parte el de realizar, según el ritmo histórico a que se acompase, ciertas tareas teóricamente capitalistas (ibídem, 273).

Esta observación mariateguiana es sumamente importante, pues siendo nuestra sociedad una de incipiente desarrollo capitalista, el socialismo en el poder deberá asumir y realizar ciertas tareas teóricamente capitalistas.

Mariátegui dice teóricamente, pues, como es claro, prácticamente las clases trabajadoras deben imprimir su impronta al desarrollo de las fuerzas productivas del socialismo.

Brevemente, el socialismo no podría alcanzar su madurez sin un desarrollo considerable de las fuerzas productivas que haga realidad su ley económica fundamental.

Notas
[5] Decimos «casi exclusivamente”, pues en la selva existe la «comunidad nativa”, con una población mucho menor que la de la comunidad de la sierra. Se sobreentiende que lo aquí expresado sobre la comunidad campesina, vale también para la «comunidad nativa».

24.06.2019.

Economía


Marín Vizcarra y el Discurso-promesa a la Burguesía

César Risso

MARTÍN VIZCARRA COMIENZA su discurso con una utopía en el actual sistema capitalista vigente en el Perú:

“Buscamos hoy transmitirles el norte que hemos definido para el país y en el que estamos trabajando. En los últimos meses, en el marco del Acuerdo Nacional, se ha aprobado la “Visión del Perú al 2050”, como un Plan Estratégico de Desarrollo Nacional, que alinea todas las políticas y planes, con el objetivo grande de consolidar nuestro carácter democrático, con igualdad de oportunidades y sin discriminación, con promoción del empleo digno, con una gestión de recursos que adopte medidas frente al cambio climático, en una sociedad pacífica y libre de violencia, respetuosa de los derechos humanos, con un Estado moderno, eficiente, transparente y descentralizado, promoviendo una sociedad justa, inclusiva y libre de corrupción.”*

Nos dice que se fortalecerá la recaudación tributaria. Pero, en lugar de plantear la eliminación de las exoneraciones tributarias a las empresas transnacionales, así como la eliminación de la devolución del IGV, nos dice que aumentará el uso de comprobantes electrónicos.

“En un contexto de ingresos fiscales en recuperación es imprescindible continuar fortaleciendo la recaudación a partir de las medidas aprobadas en los últimos años, que tienen como efecto ampliar la base tributaria, reducir el contrabando y disminuir la evasión y elusión de impuestos. Por ello, continuaremos con la política de masificación del uso de comprobantes de pago y libros electrónicos, así como con la reducción de los costos de cumplimiento, medidas que seguirán incidiendo en la ampliación de nuestra base tributaria y en la reducción de brechas de incumplimiento y evasión del IGV e impuesto a la renta de los contribuyentes.”

En otras palabras no piensa tocar los beneficios tributarios concedidos a las grandes empresas.

        El Consejo Nacional de Trabajo es una entidad compuesta por los representantes del gobierno, los empresarios y los trabajadores. Para que se dicten determinadas normas, como el aumento de las remuneraciones, es necesario que los tres estamentos estén de acuerdo, de lo contrario no hay aumento. Por eso, esta propuesta aparece como el encubrimiento de los intereses de los empresarios representados por el gobierno, haciendo responsables a los representantes de los trabajadores de no ser capaces de ponerse de acuerdo para aprobar las medidas que favorezcan a los trabajadores.

“En el ámbito laboral, el Ministerio de Trabajo con la validación del Consejo Nacional de Trabajo, donde se encuentran representados el sector empresarial, los trabajadores y el gobierno, promoverá un Decreto de Urgencia que institucionalice un proceso periódico y regular de evaluación y determinación de la Remuneración Mínima Vital (RMV), en base a criterios objetivos y técnicos, aislando los ajustes de la negociación política y otorgando predictibilidad a todas las partes. Además, como gobierno, promoveremos para el primer trimestre del próximo año, un incremento de la RMV ante el CNT que obedezca al real costo de vida de todos los peruanos.”

El aumento de las remuneraciones obedece generalmente a las luchas de los trabajadores para poder, como mínimo, mantener su poder adquisitivo. Consideran así la inflación como un factor que se debe tener en cuenta para actualizar las remuneraciones. Además se propone el aumento de la productividad del trabajo como otro factor para aumentar las remuneraciones. Sin embargo, los técnicos de la burguesía estiman que el aumento de la productividad total tiene como uno de sus componentes al capital físico; en consecuencia le restan importancia al aporte del trabajo en el incremento de la productividad. En realidad, la productividad corresponde únicamente al trabajo.

        El Estado burgués tiene la responsabilidad de asegurar a trabajadores un buen estado de salud para que los capitalistas puedan extraerles plusvalía. Por eso la preocupación del gobierno de atender algún incremento. Este incremento siempre pequeño, y escasamente significativo, se debe a que en el Perú la informalidad y las comunidades campesinas cumplen el papel de producir bienes-salario baratos, evitando que los trabajadores colapsen con el mísero sueldo que se les paga.

        La autorización del proyecto minero Tía María expresa las verdaderas intenciones del gobierno, así como la estrategia que desarrolla para la defensa de los intereses de las empresas trasnacionales mineras: plantear el diálogo, oponerse a la contaminación al medio ambiente, darse una tregua suspendiendo temporalmente el proyecto, generar cierta simpatía a través del ataque a sectores de políticos repudiados por el pueblo, y finalmente otorgar el permiso para la ejecución de los proyectos adjudicando la responsabilidad a un ente autónomo del gobierno.

“El día de hoy, el Consejo de Minería, que es autónomo del ejecutivo, se expresó sobre el Proyecto Tía María. Como lo hemos señalado, reconocemos la importancia de la inversión privada social y ambientalmente responsable que beneficie a la población local, regional y nacional. Pero también, reafirmamos que este gobierno no va a imponer el proyecto minero Tía María, si no existen las condiciones ambientales y sociales para su desarrollo. Anuncio que desde mañana, una Comisión del Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental, OEFA, realizará una supervisión documentaria in-situ, para evaluar si las condiciones de viabilidad contenidas en el estudio de impacto ambiental del proyecto aún siguen vigentes.”

La verdadera propuesta de Martín Vizcarra se verifica por la represión de que hace objeto a los pobladores que se oponen a este proyecto minero.

        El discurso de Martín Vizcarra y Vicente Zeballos ha sido un mensaje a la burguesía imperialista que opera en nuestro país, así como a la gran burguesía peruana, indicándoles que en el Perú tienen un gobierno títere que defenderá sus intereses. Les ha manifestado también todos los negocios que el gobierno promoverá; y, al no mencionar las exoneraciones tributarias, les ha dado el mensaje implícito de que no se piensa tocar este beneficio otorgado a la burguesía.

        Con respecto al control de las llamadas concentraciones empresariales, se nos dice:

“También estamos comprometidos con establecer normas para el control previo sobre fusiones y adquisiciones empresariales, con el fin de proteger la libre competencia, la existencia del mercado y sobre todo los derechos e intereses de los consumidores e incluso de los inversionistas. Para ello, consideramos pertinente establecer una herramienta que permita evaluar las operaciones que superen determinado umbral y prohibir o condicionar aquellas que afecten la eficiencia económica en los mercados. Por ello, anuncio que el día de hoy hemos aprobado un decreto de urgencia que establece mecanismos de control previo de las concentraciones empresariales.”

Para nadie es un secreto que lo mismo se ha hecho en muchos países industrializados, lo cual no ha impedido el dominio de la burguesía imperialista. La existencia de monopolios, y oligopolios, y diversas formas de control de la economía por parte de la burguesía ha ido variando de forma pero no de contenido.

        Las propuestas del gobierno, de realizarse, no significarían un avance en la conquista de los derechos laborales, ni las bases para la industrialización de nuestro país. Solo lograrían tratar de reimpulsar las ganancias de la burguesía.

        Por lo demás, la proyección de crecimiento de nuestra economía para este año es de menos de 3%, menor a la proyección que se hizo inicialmente de un incremento de 4% del PBI. La responsabilidad del menor crecimiento la atribuye Martín Vizcarra a la competencia de los países industrializados. No se da cuenta que esta situación es parte de la lógica del capitalismo, la anarquía de la producción que tiene como base la búsqueda de ganancias, y de la contradicción entre la propiedad privada de los medios de producción y la producción cada vez más social.

        Siempre habrá motivos para culpar a personas, instituciones, políticas, etc., de la crisis económica, por parte de la burguesía, pero nunca reconocerá esta clase social expoliadora que la crisis económica es consustancial al sistema económico capitalista.

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Internacionales


Agonía y Muerte del Neoliberalismo en América Latina

Atilio Borón

EN LAS ÚLTIMAS SEMANAS el neoliberalismo sufrió una serie de derrotas que aceleraron su agonía y en medio de aparatosas y violentas convulsiones desencadenaron su deceso. Tras casi medio siglo de pillajes, tropelías y crímenes de todo tipo contra la sociedad y el medio ambiente, la fórmula de gobernanza tan entusiastamente promovida por los gobiernos de los países del capitalismo avanzado, las instituciones como el FMI y el BM y acariciada por los intelectuales bienpensantes y los políticos del establishment yace en ruinas. La nave insignia de esa flotilla de saqueadores seriales, el Chile de Sebastián Piñera, se hundió bajo el formidable empuje de una protesta popular sin precedentes, indignada y enfurecida por décadas de engaños, artimañas leguleyas y manipulaciones mediáticas. A las masas chilenas se les había prometido el paraíso del consumismo capitalista, y durante mucho tiempo creyeron en esos embustes. Cuando despertaron de su sonambulismo político cayeron en la cuenta que la pandilla que las gobernó bajo un manto fingidamente democrático las había despojado de todo: les arrebataron la salud y la educación públicas, fueron estafadas inescrupulosamente por las administradoras de fondos de pensión, se encontraban endeudadas hasta la coronilla y sin poder pagar sus deudas mientras contemplaban estupefactas como el 1 por ciento más opulento del país se apropiaba del  26,5 por ciento del ingreso nacional y el 50 por ciento más pobre sólo capturaba el 2.1 por ciento. Todo este despojo se produjo en medio de un ensordecedor concierto mediático que embotaba las conciencias, alimentaba con créditos indiscriminados esta bonanza artificial y hacía creer a unas y otros que el capitalismo cumplía con sus promesas y que todas y todos podían hacer lo que querían con sus vidas, sin que se inmiscuyera el estado y aprovechando las inmensas oportunidades que ofrecía el libre comercio. Pero ninguna utopía, aún la del mercado total, está a salvo de la acción de sus villanos. Y éstos aparecieron de súbito personificados en las figuras de unos adolescentes de escuela secundaria que, con ejemplar audacia y filial solidaridad, se rebelaron contra el aumento en las tarifas del metro que perjudicaba no a ellos sino a sus padres. Su osadía hizo trizas el hechizo y quienes habían caído en la trampa de resignar su ciudadanía política a cambio del consumismo se dieron cuenta que habían sido burlados y estafados, y salieron a las calles para expresar su descontento y su furia. Se convirtieron, de la noche a la mañana, en “vándalos”, “terroristas” o en una revoltosa banda de  “alienígenas” –para usar la elocuente descripción de la mujer del presidente Piñera- que avizoraron los límites infranqueables del consumismo y del endeudamiento infinito y el carácter farsesco del minué democrático que ocultaba, bajo prolijos ropajes y vacías formalidades, la implacable tiranía del capital. Comprobaron en ese violento despertar que una de las sociedades antaño más igualitarias de Latinoamérica ahora compartía, según el Banco Mundial, el dudoso honor de ser junto a Rwanda uno de los ocho países más desiguales del planeta. Como un relámpago advirtieron que habían sido condenados a sobrevivir endeudados de por vida, víctimas de una plutocracia -insaciable, intolerante y violenta- y de la corrupta partidocracia que era cómplice de aquélla y gestora del saqueo contra su propio pueblo y los recursos naturales del país. Por eso tomaron las calles y salieron en imponentes manifestaciones a luchar contra sus opresores y explotadores, y lo hicieron –y aún hoy lo hacen- con una valentía y heroísmo pocas veces vistos. Ya son por lo menos veinte los muertos por la represión de las fuerzas de seguridad y los desaparecidos reportados suman más de cien, amén de los centenares de heridos y torturados y los miles de detenidos que marcan, con lúgubres tonalidades, los estertores finales del tan admirado modelo.

Después de esta espontánea insurrección popular ya nada volverá a ser igual, nada revivirá al neoliberalismo, nadie lo señalará como la vía regia hacia la democracia, la libertad y la justicia social. Eso aunque Piñera continúe en La Moneda y prosiga su brutal represión. Pese a lo cual ni la OEA, ni los gobiernos “democráticos” del continente -presididos por turbios personajes de frondosos prontuarios- ni tampoco los hipócritas custodios de los valores republicanos tendrán un átomo de decencia para caracterizar a su gobierno como una dictadura, calificación que sólo merece Nicolás Maduro aunque jamás haya habido en su gobierno una represión tan bestial y sanguinaria como la que quedó documentada en infinidad de videítos grabados en  Chile y que se viralizaron por internet. Para Donald Trump Piñera es amigo, vasallo y sicario político de la Casa Blanca, imprescindible para atacar a la Venezuela Bolivariana y esas son razones más que suficientes para defenderlo y protegerlo a cualquier precio. Obedientes, las ONGs del imperio y sus sucursales en Europa y Latinoamérica -inverosímiles defensoras de los derechos humanos, la democracia, la sociedad civil y el medio ambiente- mantendrán un silencio cómplice ante los crímenes que cometa el ocupante de La Moneda. Algunas expresarán otras opiniones, más no aquellas que son los tentáculos ocultos del imperialismo. Impertérritos, los publicistas del sistema seguirán señalando a Nicolás Maduro como el arquetipo de la dictadura y al chileno como la personificación misma de la democracia. Pero todo será inútil, y lo que murió –la receta neoliberal- bien muerta está.

Claro que la historia no comienza ni termina en Chile. Poco antes del estallido social todavía en curso, el Ecuador del traidor y corrupto presidente Moreno había sido convulsionado por inmensas protestas populares. El detonante, la chispa que incendió la pradera fue la quita de los subsidios a los combustibles. Pero el factor determinante fue la implementación del “paquetazo” ordenado por el FMI al servil agente instalado en el Palacio de Carondelet. La reacción popular, iniciada primero entre los transportistas y sectores populares urbanos y luego potenciada por la multitudinaria irrupción de las poblaciones originarias en las principales ciudades del país se extendió poco más de una semana y obligó al cobarde presidente a trasladar la sede del Ejecutivo a Guayaquil. Poco después tuvo que suspender la cruel represión con que había respondido al desafío y abrir una fraudulenta negociación con los autoproclamados líderes de la revuelta indígena. Astuto, pactó una tregua con la desprestigiada y también ingenua dirigencia de la CONAIE y derogó el decreto relativo al subsidio a los combustibles, prometiendo revisar lo actuado. Nada de eso ha ocurrido, pero logró desarticular la protesta, por ahora. Como le cuadra a un traidor serial como Moreno el jefe de los negociadores indígenas, Jaime Vargas, está siendo judicialmente perseguido por el gobierno. El “paquetazo” será puesto en práctica porque el mandato del FMI es inapelable y Moreno es un peón más que obediente: es obsecuente. Es sabido que estos programas del Fondo sólo son factibles si se los gestiona con una mezcla -variable según los casos- de engaños y represión. Pero ahora la pasividad ciudadana tiene mecha corta y en pocos meses más, en cuanto se dejen sentir los rigores del ajuste salvaje, no sería extraño que estalle una nueva rebelión plebeya que esperemos no caiga en las trampas de Moreno y sus compinches y culmine exitosamente con la destitución del presidente y la refundación de la democracia en el Ecuador. El presidente está entrampado: si aplica el programa del FMI la poblada popular probablemente acabe con su gobierno; si no lo hace, el imperio puede decidir que llegó la hora de prescindir de sus servicios por inútil. Y como la Casa Blanca “sabe demasiado” de las trapisondas y los negocios sucios de Moreno no tendrá más remedio que aceptar el úkase imperial y acogerse a un “desempleo involuntario”, como decía Keynes.  Pero, pese a su inutilidad y a los crímenes perpetrados durante la represión de las protestas populares Washington se encargará de esconderlo y protegerlo. Como lo hizo con otro asesino, Gonzalo Sánchez de Lozada y con tantos otros.  En poco tiempo sabremos cual será el desenlace.

El neoliberalismo sufrió otra derrota en Bolivia, cuando el presidente Evo Morales fue reelecto con el 47,08 por ciento de los votos contra el 36,51 por ciento obtenido por Carlos Mesa, el candidato de Comunidad Ciudadana. Pese a que el presidente le sacó una ventaja de 10.57 por ciento de los votos a su contrincante (más del 10 % que señala la legislación boliviana para declararlo ganador en primera vuelta) y que no hubo ninguna denuncia concreta de fraude sino tan sólo gritos y aullidos de la oposición ésta exige que se proceda a convocar al balotaje. Quienes manejan desde Estados Unidos a los enemigos de Evo en Bolivia cuentan con la previsible connivencia de la OEA y algunos desastrados gobiernos de la región como los de Argentina, Brasil, Chile, Colombia. Dicen que las irregularidades habidas en la transmisión y difusión del escrutinio (explicada convincentemente por las autoridades bolivianas) unido lo exiguo de la diferencia obtenida por Evo (pero por encima del 10 %, por supuesto) obliga a proceder de tal manera. Si este fuera el caso estos virtuosos vestales de la democracia deberían ordenar sin más dilaciones la anulación de la elección presidencial de 1960 en Estados Unidos cuando John F. Kennedy aventajó a Richard Nixon por 0.17 centésimos (49.72 versus 49.55 %) y fue investido como presidente sin enfrentar reclamo alguno. Mesa que perdió por una diferencia de 10.57 por ciento haría bien en llamarse a silencio. No lo hará, porque en un prodigio de adivinación (que, por supuesto, le salió mal) había anticipado su victoria y que desconocería otro resultado que no fuera ese, como corresponde a un demócrata “made in the US”. Si gano, la elección fue limpia; si pierdo, hubo fraude. Nada nuevo: la derecha jamás creyó en la democracia, mucho menos en estas latitudes, y está de modo irresponsable llamando a la desobediencia civil y promoviendo desmanes para “corregir” el resultado que le fuera negado por las urnas. Evo, en un gesto que lo enaltece, desafió a la OEA a que realice un peritaje íntegro del proceso y que si encuentra evidencia de fraude convocaría de inmediato al balotaje. Será inútil, pero igual el capataz Almagro enviará una misión a Bolivia para agitar el avispero y entorpecer la labor del gobierno. Desgraciadamente habrá gente que morirá o sufrirá graves heridas a causa de los disturbios que ocasionará esa misión. Claro está que los movimientos sociales de Bolivia no van a permitir que una derrota de más de diez puntos obligue a un balotaje o empine como ganador al perdedor. Además, no es un dato menor que ya los gobiernos de México y el nuevo de Argentina reconocieron el triunfo de Evo, al igual que los de Cuba y la República Bolivariana de Venezuela. En suma: la restauración del neoliberalismo en Bolivia parece haberse frustrado de nueva cuenta, por más esfuerzos que hagan el imperio y sus lugartenientes locales.

En línea con este marco regional signado por un generalizado clima ideológico de repulsa al neoliberalismo imperante, en la Argentina la experiencia neoliberal de Mauricio Macri fue repudiada en las urnas. Ampliamente porque lo que hubo el 27 de Octubre no fue la primera vuelta de una elección presidencial. Ésta, en realidad, tuvo lugar el 11 de Agosto, en las PASO (elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias) y allí las distintas alianzas políticas midieron sus fuerzas. Dado que en esa ocasión quedó demostrado que sólo Mauricio Macri poseía los votos como para desafiar el poderío electoral del Frente de Todos el presidente atrajo las preferencias de electores de derecha que en las PASO habían optado por otras candidaturas (Juan José Gómez Centurión o José Luis Espert, y algunos de Roberto Lavagna) y probablemente con un segmento mayoritario de la mayor afluencia ciudadana que concurrió a los comicios este domingo. De todos modos quedan algunas incógnitas de difícil resolución y que despiertan cada vez más fundadas suspicacias sobre el genuino  veredicto de las urnas. Por ejemplo, el hecho de que la fórmula Fernández-Fernández sólo hubiera acrecentado su caudal electoral en unos 250.000 votos, disminuyendo su gravitación porcentual con relación a las PASO en casi un uno y medio por ciento es difícil de entender. Sí que su rival lo acrecentase, pero que lo hiciera en 2.350.000 votos y casi siete y medio por ciento provoca por lo menos una cierta curiosidad. Es obvio que el macrismo se benefició con la fuga de votos hacia su candidatura, pero su crecimiento luce como excesivo al igual que el muy poco que experimentó el Frente de Todos en un contexto de profundización de la crisis económica como la vivida por la Argentina en los últimos dos meses. Otro misterio de la aritmética electoral lo ofrece el paradero de los 900.000 votos obtenidos en las PASO por las dos candidaturas presidenciales del trotskismo y que se redujeron a poco más de 550.000 el domingo pasado. Qué ocurrió con esos 350.000 votos faltantes: ¿se evaporaron, votaron a Macri? Son demasiadas interrogantes que no podremos resolver aquí pero que alimentan la sospecha de que pudo haber habido un muy sofisticado fraude informático que seguramente será descubierto en cuanto se termine el escrutinio definitivo del comicio. De todos modos, más allá de estas disquisiciones, los casi ocho puntos porcentuales que separan a Fernández de Macri (que pueden acrecentarse cuando se conozcan los datos definitivos) son, para un balotaje, una diferencia muy significativa. Recuérdese que en la segunda vuelta de la elección presidencial del 2015 Macri se impuso a Daniel Scioli por dos puntos y medio, 2,68 % según el escrutinio definitivo. Lo cierto es que la ardua tarea de reconstruir a la economía y sanar las profundas heridas que el macrismo dejó en el tejido social sólo será posible abandonando las recetas del neoliberalismo. Éste ocasionó en la Argentina la crisis más grave de su historia, peor aún que el traumático desplome de la Convertibilidad en el 2001. Será como remontar una empinada cuesta, porque Macri deja al país en profunda recesión, acribillado por la inflación y un desempleo de dos dígitos, con casi cuarenta  por ciento de gente en la pobreza y una deuda descomunal, y a corto plazo, nada menos que con el FMI. Pero los estallidos sociales de Chile y Ecuador son un elocuente disuasivo para desalentar a quien quiera aconsejar al nuevo presidente que lo que hay que hacer es emular los logros del neoliberalismo tal cual se conocieran en Chile.

No podría concluir esta mirada panorámica sobre la agonía del neoliberalismo en Latinoamérica sin mencionar el serio revés sufrido el domingo pasado por esta corriente ideológica en las elecciones regionales de Colombia. En este país el autodenominado Centro Democrático (que no es ni lo uno ni lo otro, sino una derecha radical y visceralmente antidemocrática), partido al que pertenecen Álvaro Uribe y el actual presidente Iván Duque, sufrió una dura derrota en la disputa librada en las dos principales ciudades del país, Bogotá y Medellín. En ambas se impuso la oposición de centro izquierda y el uribismo sólo prevaleció en dos de las 32 gobernaciones de Colombia. Si bien es prematuro anticipar previsión alguna acerca de lo que podría acontecer en las elecciones presidenciales del 2022 lo cierto es que si algo no se esperaba en Colombia era un tropiezo tan contundente de la derecha ultraneoliberal en aquellas ciudades. Una señal muy positiva, sin dudas.

Tampoco podría poner fin a estas líneas sin compartir en este caso la preocupación que genera el proceso electoral en el Uruguay, en cuya primera vuelta el candidato del Frente Amplio y ex intendente de Montevideo, Daniel Martínez, obtuvo un 39,2 % de los votos contra el 28,6 % de Luis Lacalle Pou, del conservador Partido Nacional. Esto pronostica una reñida contienda en el balotaje que tendrá lugar el próximo 24 de Noviembre porque las restantes fuerzas políticas de la derecha han comprometido su apoyo a Lacalle Pou, incluyendo a la desgraciada novedad de la política uruguaya: el “bolsonarismo” encarnado en el partido Cabildo Abierto liderado por el ex Comandante del Ejército Nacional Guido Manini Ríos, ardiente opositor a cualquier pretensión de revisar los casos de violación de los derechos humanos perpetrados por la dictadura en Uruguay y duro crítico de toda la legislación progresista aprobada por el Frente Amplio a lo largo de quince años de gobierno. No está todo perdido, pero quedan sólo cuatro semanas para persuadir al electorado del Uruguay que elegir un gobierno neoliberal en momentos en que esa corriente se desbarranca en medio de tremendas convulsiones sociales -en Chile, en Ecuador, en Haití y antes en México, con el triunfo de López Obrador- condenaría a  ese país a internarse en un sendero que terminó en un rotundo fracaso en todos los países de la región. Sería ingenuo pensar que lo que produjo un holocausto social sin precedentes en México, luego de 36 años (1982-2018) de co-gobierno FMI-PRI-PAN; o la gravísima crisis que azota a la Argentina y la debacle que devora a Chile y Ecuador pueda dar nacimiento a un resultado virtuoso en la nación rioplatense. Mucho tendrá que trabajar el Frente Amplio para hacer que sus compatriotas observen con cuidado a la escena regional y extraigan sus propias consecuencias.

Ponemos punto final a esta mirada panorámica sobre las vicisitudes de la agonía y muerte del neoliberalismo en América Latina. Lo muerto muerto está, pero lo que brotará de sus cenizas no es fácil de discernir. Será dictado, como todos los procesos sociales, por los avatares de la lucha de clases, por la clarividencia de las fuerzas dirigentes del proceso de reconstrucción económica y social; por su audacia para hacer frente a toda clase de contingencias y preservar la preciosa unidad de las fuerzas políticas y sociales democráticas y de izquierda; por su valentía para desbaratar los planes y las iniciativas de los personeros del pasado, de los guardianes del viejo orden; por la eficacia con que se organice y concientice al heteróclito y tumultuoso campo popular para enfrentar a sus enemigos de clase, al imperio y sus aliados, al capitalismo como sistema, que cuenta con enormes recursos a su disposición para conservar sus privilegios y continuar con sus exacciones.  Será una tarea hercúlea, pero no imposible. Se avecinan “tiempos interesantes” y preñados de grandes potencialidades de cambio. La incertidumbre domina la escena, como invariablemente sucede en todos los puntos de inflexión de la historia. Pero donde hay una certeza absoluta es que ya más nadie en Latinoamérica podrá engañar a nuestros pueblos, o pretender ganar elecciones, diciendo que “hay que imitar al modelo chileno”, o seguir los pasos del “mejor alumno” del Consenso de Washington. Esto fue lo que por décadas recomendaron -en vano, visto el inapelable veredicto de la historia- el antes locuaz y ahora silente Mario Vargas Llosa junto a la pléyade de publicistas del neoliberalismo que imponían con prepotencia sus falacias y sofismas gracias a su privilegiada inserción en los oligopolios mediáticos y aparatos de propaganda de la derecha. Pero esto ya es pasado.  Y no cometeremos la imbecilidad de pretender hacer gala de una inverosímil “neutralidad” o de buenos modales a la hora de despedir a esta corriente ideológica en sus exequias deseándole que “descanse en paz”, como se hace con quienes dejaron una huella virtuosa en su paso por este mundo. Lo que diremos en cambio es: “¡vete al infierno, maldita, a purgar por los crímenes que tú y tus mentores han perpetrado!”

Estrategia y táctica


Las Tesis de Lyon*
La Situación Italiana y las Tareas del P.C.I.
(Fragmento)

Antonio Gramsci

Estrategia y táctica del Partido

35. La capacidad estratégica y táctica del Partido es la capacidad de organizar y unificar en torno a la vanguardia proletaria y a la clase obrera todas las fuerzas necesarias para la victoria revolucionaria y de guiarla de hecho hacia la revolución, aprovechando las situaciones objetivas, los desplazamientos de fuerza que aquéllas provocan, tanto entre la población trabajadora como entre los enemigos de la clase obrera. Con su estrategia y con su táctica, el Partido "dirige a la clase obrera" en los grandes movimientos históricos y en sus luchas cotidianas. Una dirección se halla ligada a ésta y está condicionada por aquélla.

36. El principio de que el Partido dirige a la clase obrera no debe interpretarse de manera mecánica. No hay que creer que el Partido pueda dirigir la clase obrera por una imposición autoritaria externa; esto no es cierto, tanto para el periodo que precede como para el que sigue a la conquista del poder. El error de una interpretación mecánica de este principio debe combatirse en el partido italiano como una posible consecuencia de las desviaciones ideológicas de extrema izquierda; estas desviaciones conducen de hecho a una arbitraria sobrevaloración formal del Partido por lo que respecta a la función de guía de la clase. Nosotros afirmamos que la capacidad de dirigir a la clase obrera se halla en relación no con el hecho de que el Partido se "proclame" el órgano revolucionario de aquélla, sino por el hecho que aquél "efectivamente" logre, como una parte de la clase obrera, vincularse a todas las secciones de la propia clase y a imprimir a la masa un movimiento en la dirección deseada y favorecida por las condiciones objetivas. Solamente como consecuencia de su acción entre las masas, el Partido podrá conseguir que aquélla lo reconozca como "su" partido (conquista de la mayoría) y solamente cuando esta condición se ve realizada el Partido puede presumir de tener tras de sí a la clase obrera. Las exigencias de esta acción entre las masas son superiores a todo "patriotismo" de partido.

37. El Partido dirige a la clase penetrando en todas las organizaciones en las que la masa trabajadora se reúne y completando en éstas y a través de éstas una sistemática movilización de energía según el programa de la lucha de clase y una acción de conquista de la mayoría para las consignas comunistas.

        Las organizaciones en las que el Partido trabaja y que tienden por su naturaleza a incorporar toda la masa obrera no pueden nunca sustituir al Partido Comunista, que es la organización política de los revolucionarios, esto es, de la vanguardia del proletariado. También se excluye una relación de subordinación y de "igualdad" entre las organizaciones de masa y el Partido (pacto sindical de Stoocarda, pacto de alianza entre el Partido Socialista Italiano y la Confederación General del Trabajo). La relación entre sindicatos y partido es una relación especial de dirección que se realiza mediante la actividad que los comunistas realizan en el seno de los sindicatos. Los comunistas se organizan en fracciones en los sindicatos y en todas las formaciones de masa y participan en primera fila en la actividad de estas formaciones y en la lucha que llevan sosteniendo el programa y las consignas de su partido.

        Toda tendencia a separarse de la vida de las organizaciones, cualesquiera que éstas sean, en las que es posible tomar contacto con las masas trabajadoras, hay que combatirla como desviación peligrosa, indicio de pesimismo y manantial de pasividad.

38. Los sindicatos son, en los países capitalistas, órganos específicos de reunión de las masas trabajadoras. La acción de los sindicatos hay que considerarla como esencial para el logro de los fines del Partido. El Partido que renuncia a la lucha por ejercer su influencia en los sindicatos y por conquistar la dirección, renuncia de hecho a la conquista de la masa obrera y a la lucha revolucionaria por el poder.

        En Italia, la acción en los sindicatos asume una particular importancia porque permite con intensidad mayor y con resultados mejores la reorganización del proletariado industrial y agrícola, que debe volver a darle una posición de predominio en el enfrentamiento con las demás clases sociales. La opresión fascista y especialmente la nueva política sindical del fascismo crean, sin embargo, un estado de cosas muy particular. La Confederación del Trabajo y los sindicatos de clase se ven privados de la posibilidad de desplegar, en la forma tradicional, una actividad de organización y de defensa económica. Tienden a reducirse a simples oficinas de propaganda. Sin embargo, muy pronto la clase obrera, bajo el impulso de la situación objetiva, se ve empujada a reorganizar las propias fuerzas según nuevas formas de organización. El Partido debe, por consiguiente, lograr ejercer una acción de defensa del sindicato de clase y de reivindicación de su libertad, y al mismo tiempo debe secundar y estimular la tendencia a la creación de organismos representativos de masa que estén ligados al sistema de producción. Paralizada la actividad del sindicato de clase, la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores tiende a realizarse mediante un desplazamiento de la resistencia y de la lucha en las fábricas por categorías, por secciones de trabajo, etc. El Partido Comunista debe saber seguir toda esta lucha y ejercer una verdadera y propia dirección, impidiendo que se extravíe el carácter unitario y revolucionario de las contradicciones de clase, explotándolo sobre todo para favorecer la movilización de todo el proletariado y la organización de ésta en un frente de lucha (Tesis sindicales).

39. El Partido dirige y unifica a la clase obrera formulando y agitando un programa de reivindicaciones de intereses inmediatos para la clase trabajadora. Las acciones parciales y limitadas son por ello consideradas como momentos necesarios para unir a la movilización progresiva y a la unificación de toda la fuerza de la clase trabajadora.

        El Partido combate la concepción según la cual se debería abstener de apoyar o de tomar parte en las acciones parciales, porque los problemas que interesan a la clase trabajadora** se resuelven solamente con la destrucción del régimen capitalista y con una acción general de todas las fuerzas anticapitalistas. Esta idea se alía a la de la imposibilidad de que las condiciones de los trabajadores se puedan mejorar de modo serio y durable en el periodo del imperialismo y antes de que sea abatido el sistema capitalista. La agitación de un programa de reivindicaciones inmediatas y el apoyo a las luchas parciales constituye, empero, el único modo con que se pueda unir a las grandes masas y movilizarlas contra el capitalismo. Por otra parte, toda agitación o victoria de sectores obreros en el terreno de las reivindicaciones inmediatas hace más aguda la crisis del capitalismo y acelera también subjetivamente la caída en cuanto traba el inestable equilibrio económico sobre el que aquél basa hoy su poder.

        El Partido Comunista combina toda reivindicación inmediata con un objetivo revolucionario, se sirve de toda lucha parcial para enseñar a las masas la necesidad de la acción general, de la insurrección contra el dominio reaccionario del capital, y trata de conseguir que toda lucha de carácter limitado sea preparada y dirigida también a lograr la movilización y unificación de las fuerzas proletarias y no su dispersión. Sostiene estas concepciones suyas en el interior de las organizaciones de masa a las que corresponde la dirección de los movimientos parciales, o en la confrontación de los partidos políticos que no toman la iniciativa, o bien la hace valer tomando él la iniciativa de proponer la acción parcial, sea en el seno de las organizaciones de masa, sea a los otros partidos (táctica del frente único). En todo caso se sirve de la experiencia del movimiento y del éxito de sus propuestas para aumentar su influencia, demostrando con los hechos que su programa de acción es el único que corresponde a los intereses de las masas y a la situación objetiva, y para llevar a una posición más avanzada una sección rezagada de la clase obrera.

        La iniciativa dirigida por el Partido para una acción parcial puede tener lugar cuando controla a través de organismos de masa una parte notable de la clase trabajadora, o cuando esté seguro que una consigna suya sea seguida igualmente por una gran parte de la clase trabajadora. Sin embargo, el Partido no tomará esta iniciativa sino cuando, en relación con la situación objetiva, ésta lleve a un desplazamiento a su favor de las relaciones de fuerza y represente un paso adelante en la unificación y movilización de la clase en el terreno revolucionario.

        Se rechaza que una acción de individuos o de grupos pueda servir para sacar de la pasividad a las masas obreras cuando el Partido no se halla profundamente ligado a ellas. En particular, la actividad de los grupos armados, incluso como reacción a la violencia física del fascismo, tiene valor solamente en cuanto se combina con una reacción de las masas o logra suscitarlas o prepararlas consiguiendo en el campo de la movilización de fuerzas materiales el mismo valor que tienen las huelgas y las agitaciones económicas particulares para la movilización general de las energías de los trabajadores en defensa de sus intereses de clase.

39. bis. Es un error considerar que las reivindicaciones inmediatas y las acciones parciales pueden tener solamente carácter económico. Puesto que, con la profundización de la crisis del capitalismo, las clases dirigentes capitalistas y agrarias están obligadas, para mantener su poder, a limitar y suprimir la libertad de organización y política del proletariado; las reivindicaciones de esta libertad ofrece un terreno óptimo para la agitación y las luchas parciales, que pueden llegar a la movilización de amplias capas de la población trabajadora. Toda la legislación con la que los fascistas suprimen, en Italia, incluso la más elemental libertad de la clase obrera, debe, por consiguiente, proporcionar al Partido Comunista motivos para la organización y movilización de las masas. La tarea del Partido consistirá en combinar cada una de las consignas que lance en este campo con las directivas generales de su acción, en particular con la práctica demostración de la imposibilidad de que el régimen fascista encuentre radicales limitaciones y transformaciones en sentido "liberal" y “democrático" sin que se desencadene contra el fascismo una lucha de masas, lo que deberá inexorablemente desembocar en una guerra civil. Esta convicción debe difundirse en las masas en la medida en la que logremos, combinando las reivindicaciones parciales de carácter político con las de carácter económico, transformar los movimientos "revolucionarios democráticos" en movimientos revolucionarios obreros y socialistas.

        Esto se deberá conseguir particularmente en cuanto respecta a la agitación contra la monarquía. La monarquía es uno de los puntales del régimen fascista; ella es la forma estatal del fascismo italiano. La movilización antimonárquica de las masas de la población italiana es uno de los objetivos que el Partido Comunista debe proponer; servirá eficazmente para desenmascarar algunos de los grupos que se dicen fascistas ya aliados en el Aventino. Sin embargo, siempre debe ser conducida conjuntamente con la agitación y con la lucha contra los otros pilares fundamentales del régimen fascista, que son la plutocracia industrial y los agrarios. En la agitación antimonárquica, el problema de la forma del Estado continúa con el problema del contenido de clase que los comunistas entienden dar al Estado. Recientemente (junio de 1925), la conexión de estos problemas se ha logrado por el Partido poniendo en la base de una acción política suya la consigna "Asamblea republicana sobre la base de los Comités obreros y campesinos; control obrero de la industria; tierra a los campesinos".

40. La tarea de unificar las fuerzas del proletariado y de toda la clase trabajadora sobre un terreno de lucha es la parte "positiva" de la táctica del frente único y, en las circunstancias actuales de Italia, es la tarea fundamental del Partido.

        Los comunistas deben considerar la unidad de la clase trabajadora como un resultado concreto, real, a conseguir, para impedir al capitalismo la realización de su plan de disgregar de modo permanente el proletariado y hacer imposible toda lucha revolucionaria. Los comunistas deben saber trabajar en todos los medios para lograr este objetivo, y sobre todo deben hacerse capaces de unir los obreros de otros partidos y sin partido, superando hostilidad e incomprensiones fuera de lugar, y presentándose en todo caso como constructores de la unidad de la clase en la lucha por su defensa y por su liberación.

        El "frente único" de lucha antifascista y anticapitalista que los comunistas se esfuerzan por crear debe tender a ser un frente único organizado, esto es, fundado sobre organismos autónomos en torno a los cuales toda la masa encuentre una forma y se integre. Tales son los organismos representativos que las mismas masas tienen hoy tendencia a constituir a partir de los talleres, y con ocasión de cualquier agitación, desde que la posibilidad de funcionamiento normal de los sindicatos ha empezado a limitarse. Los comunistas deben darse cuenta de esta tendencia de las masas y saberla estimular, desarrollando los elementos positivos que contiene y combatiendo las desviaciones particularistas a las que puede dar lugar. La cuestión debe considerarse sin fetichismo para una determinada forma de organización, teniendo presente que nuestro objetivo fundamental es conseguir una movilización y una unidad orgánica de fuerzas cada vez mayor. Para alcanzar este objetivo hay que saber adaptarse a todos los terrenos que nos ofrece la realidad, aprovechar todos los motivos de agitación, insistir sobre una y otra forma de organización según la necesidad y la posibilidad de desarrollo de cada una de ellas (Tesis sindicales, capítulo relativo a las comisiones internas, a los comités de agitación, a las conferencias de fábrica).

41. La consigna de comités obreros y campesinos debe considerarse como fórmula resumida de toda la acción del Partido en cuanto ella se propone crear un frente único organizado de la clase trabajadora. Los comités obreros y campesinos son órganos de unidad de la clase trabajadora movilizada, tanto para una lucha de carácter inmediato como para acciones políticas de mayor alcance. La consigna de la creación de comités obreros y campesinos es, por consiguiente, una consigna de realización inmediata para todos aquellos casos en los que el Partido llega con su actividad a movilizar una parte de la clase trabajadora bastante grande (más de una fábrica, más de una categoría en una localidad), pero es al mismo tiempo una solución política y una consigna de agitación adecuada a todo un periodo de la vida y de la acción del Partido. Ella hace evidente y concreta la necesidad de que los trabajadores organicen su fuerza y la contrapongan de hecho a la de todos los grupos de origen y naturaleza burgueses, a fin de poder llegar a ser elemento determinante y preponderante de la situación política.

42. La táctica del frente único como acción política (maniobra), destinada a desenmascarar partidos y grupos que se dicen proletarios o revolucionarios que tengan una base de masas, se halla estrechamente ligada con el problema de la dirección de las masas por parte del Partido Comunista y con el problema de la conquista de la mayoría. En la forma en que ha sido definida por el congreso mundial, aquélla es aplicable en todos los casos en los que, por la adhesión de las masas a los grupos que combatimos, la lucha frontal contra éstos no es suficiente para obtener resultados rápidos y profundos. El éxito de esta táctica está ligado a la medida en que está precedida o se acompaña por un trabajo efectivo de unificación y de movilización de masas obtenida por el Partido con una acción de la base.

        En Italia, la táctica del frente único debe continuar siendo adoptada por el Partido en la medida en que aún está lejos la conquista de una influencia decisiva sobre la mayoría de la clase obrera y de la población trabajadora. Las particulares condiciones italianas aseguran la vitalidad de formaciones políticas intermedias, basadas sobre el equívoco y favorecidas por la pasividad de una parte de la masa (maximalistas, republicanos, unitarios). Una formación de este género será al grupo de centro que muy probablemente surgirá del destrozo del Aventino. No es posible luchar de lleno contra el peligro que estas formaciones representan si no es con la táctica del frente único. Pero no se puede contar con tener éxito si no es en relación con el trabajo que simultáneamente se haga arrancar a la masa de la pasividad.

42. bis. El problema del Partido maximalista debe considerarse en la misma medida que el problema de todas las demás formaciones intermedias que el Partido Comunista combate como obstáculo a la preparación revolucionaria del proletariado y hacia las que adopta, según las circunstancias, la táctica del frente único. Ciertamente, en algunas zonas, el problema de la conquista de la mayoría se halla para nosotros ligado específicamente al problema de destruir la influencia del PSI o de su periódico. Los dirigentes del Partido Socialista, por otra parte, vienen cada vez más abiertamente clasificándose entre las fuerzas contrarrevolucionarias del orden capitalista (campaña para la intervención del capital americano; solidaridad de hecho con los dirigentes sindicales reformistas). Nada permite excluir del todo la posibilidad de un acercamiento suyo a los reformistas y de una sucesiva fusión con ellos. El Partido Comunista debe tener presente esta posibilidad y proponerse desde ahora conseguir que, cuando aquélla se realice, las masas que aún son controladas por los maximalistas, pero que conservan un espíritu clasista, se separen de ellos decisivamente y se unan del modo más estrecho con las masas que la vanguardia comunista tiene en torno de sí. Los buenos resultados obtenidos por la fusión con la fracción de la tercera internacional decidida en el V Congreso han enseñado al partido italiano cómo, en condiciones determinadas se consiguen, con una acción política perspicaz, resultados que no se podrían conseguir con la actividad normal de la propaganda y la organización.

43. Mientras agita su programa de reivindicaciones clasistas inmediatas y concentra su actividad en conseguir la movilización y unificación de las fuerzas obreras y trabajadoras, el Partido puede presentar, con objeto de facilitar el desarrollo de la propia acción, soluciones intermedias de los problemas políticos generales y agitar esta solución entre las masas que todavía están adheridas a partidos y formaciones contrarrevolucionarias. Esta presentación y agitación de soluciones intermedias lejos tanto de la consigna del Partido como del programa de inercia y pasividad de los grupos que se quieren combatir permite conducir tras el Partido fuerzas más amplias, poner en contradicción la palabra de los dirigentes y partidos de masa contrarrevolucionarios con sus intenciones reales, impulsar a las masas hacia soluciones revolucionarias y extender nuestra influencia (ejemplo: "antiparlamento"). Estas soluciones intermedias no se pueden prever todas, pues deben, en todo caso derivarse de la realidad. No obstante, han de ser tales que se pueda constituir una vía de paso hacia la consigna del Partido y debe aparecer siempre evidente a las masas que su eventual realización se resolvería en una aceleración del proceso revolucionario y en un principio de luchas más profundas.

        La presentación y agitación de estas soluciones intermedias es la forma específica de lucha que debe usarse contra los partidos sedicentemente democráticos, que son en realidad uno de los más fuertes sostenes del orden capitalista vacilante y como tales se alternan en el poder con los grupos reaccionarios, cuando estos partidos que se dicen democráticos están ligados a importantes y decisivos estratos de la población trabajadora (como en Italia en los primeros meses de la crisis de Matteotti) y cuando es inminente y grave un peligro reaccionario (táctica adoptada por los bolcheviques hacia Kerenski durante el golpe de Kornilov). En estos casos, el Partido Comunista consigue los mejores resultados agitando las mismas soluciones que deberían ser las propias de los partidos que se dicen democráticos si éstos supieran conducir una lucha consecuente por la democracia, con todos los medios que la situación requiere. Estos partidos, puestos también a prueba por los hechos, se desenmascaran frente a las masas y pierden su influencia sobre éstas.

44. Todas las agitaciones particulares que el Partido conduce y la actividad que ello exige en todas direcciones para movilizar y unificar las fuerzas de la clase trabajadora, deben converger y ser resumidas en una fórmula política que sea fácil de comprender por las masas y tenga el mayor valor de agitación en su confrontación. Esta fórmula es la del "gobierno obrero y campesino". Ella indica también a las masas más atrasadas la necesidad de la conquista del poder para la solución de los problemas vitales que les interesan y proporciona el medio para llevarla al terreno propio de la vanguardia proletaria más evolucionada (lucha por la dictadura del proletariado). En este sentido es una fórmula de agitación pero no corresponde a una fase real del desarrollo histórico, sino a la misma clase de soluciones intermedias de que se ha tratado en el número precedente. De hecho, una realización de ésta no se puede concebir por el Partido sino como inicio de una lucha revolucionaria directa, es decir, de la guerra civil dirigida por el proletariado, en alianza con los campesinos, para la conquista del poder. El Partido podría ser llevado a graves desviaciones de su papel de guía de la revolución en el caso de que interpretase el gobierno obrero y campesino como correspondiente a una fase real del desarrollo de la lucha por el poder; es decir, si considerase que esta consigna indica la posibilidad de que el problema del Estado se resuelva en interés de la clase obrera en una forma que no sea la de la dictadura del proletariado.

Lyon, enero, 1926
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(**) La expresión tomada del link señalado dice: “porque los problemas interesantes para la clase trabajadora”. Esta se ha reemplazado por: “porque los problemas que interesan a la clase trabajadora”, según aparece en la publicación de 1984 de ediciones La Alborada, Lima-Perú.

CREACIÓN HEROICA