lunes, 8 de octubre de 2012


Economía

EXPLOTACIÓN E INFORMALIDAD

Cesar Risso

La situación de los trabajadores, y de las condiciones en las que se desenvuelven las empresas peruanas, están significativamente relacionadas con la informalidad.
A este respecto, se ha elevado a una categoría económica de primera importancia el ser emprendedores. Pareciera que esta es una virtud que poseen todos los empresarios que tienen “éxito”, y que en consecuencia todos los que quieren serlo tienen que adoptar. Pero lo que en realidad se promueve es la proletarización familiar colectiva, o más precisamente, la desvinculación legal del trabajador con la empresa formal, con lo cual esta se ahorra los derechos laborales, obteniendo bienes y servicios del sector informal, mucho más baratos, pues estos son elaborados por el trabajador informal quien hace uso de la fuerza de trabajo familiar sin remunerarla.
Así, el ser emprendedores (informales), precariza más la situación de los trabajadores y de sus familias, y aumenta la cuota de plusvalía que se apropia la burguesía.
En los últimos años, la informalidad, en términos relativos, se ha mantenido estable, lo cual quiere decir que en términos absolutos ha aumentado. Esta es de entre 71 % y 85%, según la entidad que realiza el cálculo y el criterio que utilice. De modo que los trabajadores formales son solo entre el 15% y el 29%[1].
El valor agregado por trabajador del sector formal del año 2008 fue de 23442  Nuevos soles (en términos reales de 1994), mientras que el valor agregado por trabajador del sector informal fue de 3192 Nuevos soles. Si los trabajadores informales hubieran sido trabajadores formales, la cuota de plusvalía habría sido menor, debido a que en el sector formal los trabajadores informales habrían recibido por lo menos el salario mínimo vital, además de sus derechos laborales.
La diferencia entre el valor agregado del sector formal y el informal, se debe a que en el primero los trabajadores tienen una remuneración mayor, así como derechos laborales no reconocidos en el sector informal. En las empresas formales y trabajando en las mismas condiciones, los trabajadores formales e informales deben rendir, o agregar un valor, similar. En este sentido, la informalidad genera mayor plusvalía a la burguesía.
Esta situación conduce a que el valor de la fuerza de trabajo sea más bajo, debido a que los bienes y servicios salario, es decir, los que adquieren los trabajadores para reponer su fuerza de trabajo, ofrecidos por las empresas informales, al pagar menos del salario mínimo, y al excluir otros derechos, además de hacer uso de mano de obra familiar no remunerada, favorecen a las empresas formales, obteniendo una mayor cuota de plusvalía.
De la PEA ocupada, que es de cerca de 16 millones de personas, los asalariados representan el 37%, los auto empleados el 35%, y los trabajadores familiares no remunerados el 19%. Los asalariados informales son el 63% (la condición de informalidad depende del criterio que se utilice) del total de asalariados. El 44% de los asalariados recibe menos del salario mínimo vital.
Parte de los trabajadores informales está constituida por los llamados conductores, que son aquellos que dirigen una actividad económica, siendo “empresas” unipersonales, pero que eventualmente contratan uno o dos trabajadores. Estas personas trabajan con familiares a los que no remuneran. De tal modo que si quisiéramos conocer los ingresos por trabajador, tendríamos que dividir la remuneración del conductor que hace uso de mano de obra familiar no remunerada. Así, el conductor aparece como representante de su hogar, asalariado familiarmente, sin derechos y sin por lo menos la remuneración mínima vital. De modo que al adquirir los bienes y servicios producidos por el sector informal, las empresas formales hacen uso de la fuerza de trabajo del conductor y su familia, a un salario mucho menor. De esta forma la burguesía sobre explota legalmente a los trabajadores.
Los trabajadores independientes, y los informales en general, se consideran empresarios. Esto es, aspiran a tener las utilidades de las empresas formales, pero reciben ingresos, que bajo la forma de utilidades, son más bajos que las remuneraciones que obtendrían como trabajadores formales. En otras palabras, los informales, piensan como empresarios y viven peor que obreros. Esta convicción es la que la propaganda burguesa ha instalado en sus conciencias.
 “Dada la gran proporción de microempresarios que son jefes o cónyuges del jefe, lo que se puede concluir es que las microempresas son unidades familiares de producción.”[2] Pero hay que agregar que cada una de estas unidades de producción funciona como un “obrero familiar”.


Notas:
[1] Rodríguez, José e Higa, Minoru. DOCUMENTO DE TRABAJO 282. INFORMALIDAD, EMPLEO Y PRODUCTIVIDAD EN EL PERÚ. http://www.pucp.edu.pe/departamento/economia/images/documentos/DDD282.pdf
[2] Ibid. P. 21.

¿Saliendo de la crisis del capitalismo o del capitalismo en crisis?*

Samir Amin

No existe otra alternativa que no sea el socialismo. Esto puede resultar curioso en nuestra época, cuando se ha dicho que el pensamiento socialista fue derrotado, que falló completamente, y se considera al capitalismo como la única vía. Al contrario, pienso que la única posible solución para la humanidad es el comunismo. No obstante y simultáneamente, creo que el camino hacia este estadio de la civilización es verdaderamente largo. En efecto, este recorrido comenzó hace más de un siglo y probablemente continúe, al menos, durante otro siglo o más. Por ello considero que es necesario analizar los retos y las tareas de cada uno de los estadios de este recorrido, considerando que se trata de una transición, nuevamente, en verdad extensa.

Para que ustedes puedan comprender mis argumentos... ¿Por qué se trata de una larga transición? ¿Por qué el socialismo y el comunismo no pueden ser construidos de a poco? Voy a referirme a la historia del capitalismo. Esta historia comprende varias etapas: en primera instancia, un prolongado periodo de preparación; posteriormente, un acortado periodo de madurez; y finalmente un largo ciclo de declive que conduce a un movimiento de larga transición. Este recorrido, sin embargo, no comenzó, como algunos lo entienden, el año 1492, con el mercantilismo europeo en el Atlántico y la conquista de las Américas. De hecho, el capitalismo habría surgido mucho antes, promovido por oleadas de éxitos de desarrollo que datan desde el siglo X, en China, que luego se desplazaron hacia el medio oriente, Persia y algunos califatos islámicos, hasta que llegaron a las ciudades italianas, una vez concluidas las cruzadas. Finalmente, de manera espontánea y fugaz, estas corrientes se cristalizaron, entre los siglos XVI-XVII, en la tríada Londres-París-Amsterdam ¿Por qué en este triangulo? De manera tentativa, yo sugeriría, que esta región correspondía a una periferia de los antiguos sistemas de globalización, donde los centros eran más flexibles y por ello las periferias eran más receptoras de las invenciones del futuro (innovaciones), ingresando, pues, con mayor facilidad que los centros, en las innovaciones.

El producto de este recorrido sería lo que yo llamo el capitalismo histórico, caracterizado por el surgimiento de varios factores que hacen al capitalismo: la propiedad privada, que significó una rápida exclusión de los campesinos y una expropiación de los medios de producción, que comenzó en Inglaterra y luego se reprodujo en el resto de Europa. Tal fue el desarrollo de esta dinámica que no pudo proceder sin la manifestación de movimientos migratorios masivos, que paralelamente significaron una forma de acumulación del capital basada, en gran medida, en la expulsión y expropiación llevada a cabo por un capitalismo centralizado, de los medios de producción37.

Durante el siglo XV, la población europea (considerando que no había europeos fuera de Europa) comprendía un 18% del total de la población del mundo. Hacia 1900, los europeos, tanto en su continente como en las Américas y en otras partes del mundo, pasaron a representar el 36% de la población mundial. Esto significa que estamos frente a un capitalismo histórico cuyo desenvolvimiento no puede reducirse a la aplicación de una simple lógica de economía de mercado, sino que las partes, o actores, de este sistema tuvieron que ser sometidas a las estrategias y necesidades globales del sistema, para que este pudiera adquirir una escala global.

Ahora bien, el periodo de madurez fue muy corto. El capitalismo se cristalizó en su forma final, en una dimensión política luego de la Revolución Francesa, y económicamente con la Revolución Industrial Inglesa, a fines del siglo XVIII (1789/93) y principios del XIX (1820 s), respectivamente. Este periodo de madurez fue en verdad muy corto, considerando que los primeros movimientos de contestación al sistema capitalista aparecieron tempranamente, con el movimiento de la Comuna de París (1871), y con la primera revolución en nombre del socialismo, el año 1917 en Rusia, habiendo nada más que 40 años de diferencia entre ambos procesos. Empero, fue durante este corto periodo de madurez que se fue configurando el mundo como hoy lo conocemos.

Este periodo de corta madurez se caracterizó porque las iniciativas eran tomadas, exclusivamente, en los Estados capitalistas del centro, los que configuraban el sistema global, mismo que más o menos funciona hasta el día de hoy. Es decir, un sistema que contrasta centros y periferias, y cuyos límites casi no se han desplazado ni un kilómetro hasta el presente. Entonces, tenemos que el centro estaría abarcado por los Estados Unidos, Canadá, Europa Occidental con sus límites en las regiones del este (los países de los Balcanes) y la región del Japón. Este, además, fue un periodo en el cual los actores de las periferias no desempeñaron propiamente su rol de actores en el sistema, sino que aparecieron más como actores pasivos, remitidos a un proceso cuyo referente eran las iniciativas tomadas por los países de occidente exclusivamente. Incluso, este proceso ya se venía gestando en Latinoamérica, desde sus inicios, tres siglos atrás durante la tradición mercantilista y la conquista de este continente.

Lo que me resulta más interesante es que, luego de ese corto periodo de madurez, este sistema entró en un periodo de crisis muy larga, que yo calificaría como la llegada a una fase de un "capitalismo senil", es decir, un periodo de muy largo declive. Esto, no obstante, de ninguna manera significa que las tasas de crecimiento de los centros cayeran, o que ya no se produjera nada nuevo, o que no hubiera innovaciones tecnológicas en los centros -más tarde voy a referirme a este tema-. Es más, este periodo de declive también significó una transición hacia una suerte de barbarismo por parte de los centros, nada más que eso. Sin embargo, de igual forma, podría significar el inicio de un camino muy largo hacia el comunismo.

Entonces, redondeando todo lo dicho hasta acá, en la historia del capitalismo, lo que se tiene es una preparación muy larga, una madurez muy corta y un momento muy curioso: un prolongado declive del sistema capitalista y, paralelamente, una larga transición hacia el comunismo. No se puede separar los aspectos negativos de este largo declive, es decir, no se puede aislar el periodo de barbarismo, de los aspectos positivos de esta transición hacia los niveles más altos de civilización que comprende el comunismo. En efecto, de manera simultánea a esta transición, tenemos varios niveles de barbarismo, como lo demuestra la historia de inicios del siglo XX.

Ahora bien, esta forma de funcionamiento del sistema capitalista, no es variable, pues estamos hablando de un sistema basado en el crecimiento exponencial. Es decir, esta búsqueda de crecimiento exponencial conduce necesariamente a la muerte del sistema, pues la acumulación no puede ser permanente. Esto se explica por la corta duración del periodo de madurez del sistema capitalista, a diferencia de lo que ocurrió con las formas de organización de las sociedades precapitalistas, que se fueron consolidando durante miles de años, antes de encontrarse con las contradicciones de un declive. El proceso de acumulación del capital, las tasas de crecimiento exponencial, significaron -y esto lo vengo apuntando desde el primer punto- un proceso de destrucción del bienestar de la colectividad. Esto ya lo había señalado Marx en las últimas sentencias de El Capital, cuando plantea que la acumulación del capital destruye el bienestar de los seres humanos pues, por un lado, se opone a los valores y, por otro, significa -a largo plazo- una devastación de la naturaleza y de los recursos naturales.

Por otra parte, es importante considerar que este proceso del capitalismo histórico, que se vino dando en un principio, durante el periodo mercantilista -el siglo XV-, hasta llegar a una forma final (madura) en el siglo XVIII, con la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, y hasta arribado el siglo XX, estuvo siempre basado en una continua polarización. Por ello es que se da esta producción y reproducción de un creciente contraste entre el centro y las periferias, con unas fronteras que se han mantenido desde sus inicios. En efecto, ningún país de la periferia ha salido de su situación en lo que va de la historia y, en mi opinión, esto no va a suceder, incluso si algunos países albergan ilusiones de ingresar en posiciones centrales. Una consecuencia de esta dinámica histórica es la aparición de un rechazo hacia el capitalismo maduro, por parte de los pueblos de las periferias, como una respuesta al largo periodo de preparación de este sistema, rechazo que se viene manifestando desde finales del siglo XIX.

En efecto, la Primera Guerra Mundial junto a la Revolución Rusa, el desmoronamiento del sistema financiero en los años 30, el nazismo junto al imperialismo japonés en la Segunda Guerra Mundial, la Revolución China, los movimientos de liberación nacional en Asia y en África, la Revolución Cubana. Si prestamos atención, todos estos acontecimientos históricos y sus consecuencias son factores explicativos, por ser momentos en que los actores principales pertenecen a las periferias. De hecho, nos guste o no nos guste, los actores principales fueron Rusia -en ese momento en una situación semi-periférica-, China en Asia, África, Cuba y Latinoamérica. Por ello, yo leo la historia de la siguiente manera: si bien las iniciativas fueron siempre tomadas por los centros, la evidencia del declive reside en que las iniciativas para los cambios fueron tomadas por las periferias. Cuando hablo de iniciativas para los cambios, no me refiero sólo a procesos de construcción de un socialismo, es mucho más que eso: se trata de movimientos que empezaron con una lógica potencialmente anticapitalista, potencialmente antiimperialista y potencialmente socialista.


Se trata de levantamientos de las naciones y no se puede separar estos elementos, los unos de los otros, si lo que se busca es sopesar lo que se logró y lo que no, durante la primera ola de contestación al capitalismo y al imperialismo. Actualmente, estamos entrando en una segunda ola de liberación que podría operar en este largo camino hacia el comunismo, por parte de las periferias.

La pregunta es ¿por qué y cómo aparecieron estas dinámicas en el capitalismo global? Lo que sucedió, durante el primer periodo de este declive del sistema capitalista, es una respuesta a la crisis del capitalismo globalizado, al capital monopólico y la globalización financiera. Esta crisis expresó lo que yo he denominado como el "largo periodo de las iniciativas de los pueblos, de las naciones y de los Estados de las periferias, entre 1914 y 1945, desde la Revolución Rusa, la Revolución China, los movimientos de liberación de Asia, África y Latinoamérica, para ingresar al antiimperialismo", como un primer momento u ola de contestación.

Ahora bien, los sistemas que se fueron construyendo en las periferias, como un resultado de este cuestionamiento a los centros, al imperialismo y al capitalismo, no necesariamente fueron de tendencia socialista a priori, en cuanto al ideal socialista de igualdad entre seres humanos, etc., se refiere. Pero sí lograron cambios significativos en la sociedad, cambios que, en mi opinión, fueron más significativos que los que se dieron en relación a las fuerzas de producción en los centros; cambios, asimismo, igual de significativos en el ámbito político. Naturalmente, yo no voy a leer estos procesos que se dieron en los centros durante la fase de capitalismo, de forma negativa. Es más, percibo que el Manifiesto Comunista, por ejemplo, fue muy positivo porque preparó las condiciones para un posible comunismo, es decir, trazó el camino histórico hacia el comunismo. No se trata de una dinámica racional per se, pero se trata de un movimiento positivo pues se crea las bases materiales para llegar al comunismo. Si bien se sienta las bases de una modernidad, se entra en una fase racional y un predominio de regimenes democráticos. Yo no leo este periodo como negativo, pues sienta las bases para construir niveles más altos de civilización que se enmarcarían en el comunismo.

Si el sistema capitalista se prolonga por más tiempo, inevitablemente devendrá en destructivo, teniendo una lectura negativa sobre el desarrollo de los países de las periferias y, análogamente, profundizando sus políticas de tipo apartheid, así como las formas más brutales de represión a futuro. Esta será la lógica del capitalismo, si es que este sistema continúa funcionando. Esto no puede ser aceptado por los pueblos del Sur, pues ellos han ido desarrollando una historia y una cultura política que no necesariamente es negativa en comparación con la del norte. Esto explica que el cambio debe empezar desde las periferias y que estamos ingresando en una segunda ola. Ahora bien, la proximidad entre la primera ola y la segunda no implica que vayan a ser procesos similares, de ninguna manera. La razón de esta afirmación es que los retos que se plantean para los pueblos de las actuales periferias del Sur, son muy diferentes a los desafíos que tuvieron que superar los pueblos que hicieron frente al capitalismo, durante la primera larga ola del siglo XX.

El proceso del capitalismo histórico significó la cimentación de una brecha entre países industrializados y no industrializados, es por eso que los procesos de liberación, en algunos casos, estuvieron asociados a proyectos socialistas -por ejemplo, la Revolución China, Cuba- y, en otros, simplemente a la liberación nacional, con algunos cambios en el orden social. Sin embargo, el objetivo de todas estas sociedades, ni siquiera de los propios Estados, fue acelerar una transición hacia la modernidad mediante una industrialización.

El resultado de la respuesta de los pueblos, naciones y Estados del Sur, a esta primera gran crisis del capitalismo, fue un desplazamiento hacia exitosas industrializaciones, pero todas bajo una lógica igualitaria. Este fue un periodo caracterizado por iniciativas tomadas desde las periferias. Yo no pretendo calificar estas industrializaciones a partir de si se basaron en criterios capitalistas o si sus intenciones eran las de construir sociedades socialistas, sino en el sentido  de que fueron exitosas e indujeron al imperialismo a ajustarse. Este proceso fue diametralmente opuesto a lo que ocurrió más tarde, los ajustes estructurales que forzaron a las sociedades del Sur a concertar con las necesidades de la acumulación del capital en los centros.

Lo que resultó de todo esto es que el imperialismo y el capital monopólico tuvieron que adaptarse y que, por ende, el contraste entre centros y periferias hoy en día, ya no corresponde más a un contraste entre países industrializados y no industrializados. En consecuencia, el control del capital monopólico por la tríada capitalista/imperialista (Estados Unidos, Europa, Japón) está, actualmente, operando por otros medios. Estos son lo que yo denomino "Los cinco monopolios del imperialismo":

1.     El control de las tecnologías.
2.     El control del acceso a los recursos naturales de todo el planeta.
3.     El control del sistema financiero global integrado.
4.     El control de los medios de comunicación, etc.
5.     El control y la posesión de armamentos de destrucción masiva, armas nucleares y otros.

Por ello, el desafío para las naciones, pueblos y Estados del Sur es el de aniquilar la capacidad de los centros de controlar el desarrollo de estas facultades; este es el desafío de nuestro presente. De esta manera, voy a concluir con esta idea, para que quede clara mi apreciación sobre el estadio en el que nos encontramos, en este largo camino hacia el comunismo.

De lo que estoy casi seguro es que los pueblos, naciones y Estados del Sur van a desarrollar estrategias y políticas que van a aniquilar, progresivamente, las ventajas y los monopolios de los poderes imperialistas. Esto significa que van a desplegar, necesariamente de forma independiente, iniciativas para desarrollarse en el ámbito de las tecnologías; en el ámbito del control o utilización de los recursos naturales, incluyendo medidas de control de estos recursos, para sí mismos; reemplazando o rompiendo, también, con el sistema financiero global, que ya se está quebrando por sí mismo, mediante el desarrollo de formas monetarias independientes que escapen a los arreglos o acuerdos regionales de los centros. Finalmente, también van a desarrollar geopolíticas y geoestrategias que logren, en última instancia, derrotar las estrategias que el imperialismo implementa para proteger sus cinco monopolios, que no pueden ser preservados si no es a través del control militar de la totalidad del planeta. Se puede actualmente observar la estrategia norteamericana y de sus aliados europeos de multiplicar sus establecimientos, en puntos estratégicos de las periferias.

Pero, las problemáticas que se le plantean a este sujeto son las siguientes ¿Quién va a liderar este movimiento de aniquilación de los monopolios del sistema imperialista global? ¿Quién será el que alcance estos objetivos? ¿Serán los pueblos, lato sensu, es decir, las clases populares, o al contrarío las clases gobernantes y los sistemas de poder? Este es el verdadero reto. Para nosotros, es decir, para la izquierda radical, esta es la principal cuestión política. ¿Quién será el que lidere el movimiento, sin que por ello el concepto de liderazgo implique un control sobre el movimiento? ¿Acaso serán las clases populares, o las clases gobernantes? Claro que, cuando digo clases gobernantes, no me refiero a las burguesías, pues si observamos los logros de la primera ola anticapitalista, estos fueron alcanzados por ambos sectores, fue una mixtura de ambos, con un contenido más popular en el caso de las luchas socialistas que en los movimientos referidos a una liberación nacional, pues los segundos fueron más antiimperialistas que anticapitalistas. Hay que tomar en cuenta, también, las diferencias que existieron entre ambas líneas de pensamiento.

Con el tiempo vamos a ir afrontando esta problemática. Tengo la esperanza de que las respuestas que vayan dando los pueblos del Sur sean más avanzadas (o de vanguardia), más radicales y más efectivas, de lo que fueron en la primera ola; no obstante, no existe ninguna certeza sobre esto. Es por esta razón que vuelvo a insistir sobre el largo declive del sistema capitalista y la larga transición hacia el comunismo, que tienen lugar simultáneamente. Esto implica insistir sobre los elementos negativos del barbarismo (imperialista), opuestos a los elementos positivos que comprende la cristalización de las nuevas formas de organización de la sociedad, la producción de sistemas más igualitarios. Ambos, es decir, los elementos negativos y positivos que acabo de señalar, van a operar simultáneamente, en situaciones de conflictividad, pero también, y curiosamente, en situaciones de complementariedad.

En fin, esta fue mi breve presentación sobre los problemas relacionados a la larga transición hacia el comunismo. Creo que ahora podemos dar lugar a los comentarios y críticas del Vicepresidente.

Muchas gracias.


*Conferencia pronunciada por el marxista egipcio Samir Amin en el auditorio del Banco Central de Bolivia el 18 de agosto del 2010, y reproducida en el libro colectivo Pensando el Mundo Desde Bolivia. II Ciclo de Seminarios Internacionales, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, La Paz, 2012.
(Comité de Redacción)





sábado, 6 de octubre de 2012


Política

Mariátegui y el Leninismo*


Eduardo Ibarra


En el debate en curso en la izquierda peruana, hay quienes pretenden que Mariátegui no fue marxista-leninista, y, por las motivaciones y el propósito que encierra, tal opinión es sumamente grave. Procedamos, pues, a su análisis.

I

En el artículo Henri de Man y la “Crisis Del marxismo”, originalmente publicado en la revista Variedades, el 7 de julio de 1928, José Carlos Mariátegui sostuvo: “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista, cualesquiera que sean las dudas que a este respecto desgarren al desilusionado autor de Más allá del Marxismo. La revolución rusa constituye, acéptenlo o no los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista” (1). Y en el artículo Emmanuel Berl y el proceso de la literatura francesa contemporánea, originalmente publicado en la misma revista, el 22 de mayo de 1929 (2), Mariátegui agregó: “Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de una revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx” (3).

Es extraordinariamente expresivo que, en un libro consagrado a defender el marxismo de las tentativas liquidacionistas del revisionismo, Mariátegui dedicara a Lenin tan sustanciosos y precisos conceptos. Analicemos el significado de los mismos.

Afirmar, como afirma Mariátegui, que “Lenin aparece, incontestablemente, en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista” y, además, que es en la revolución rusa “donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista”, es afirmar que el leninismo es un desarrollo del marxismo en nuestra época. El significado de estas afirmaciones de Mariátegui es, pues, indesmentible, cualesquiera sean los argumentos en contrario que puedan presentar al respecto quienes se obstinan en negar la adhesión de Mariátegui al leninismo. Por eso, valorando la obra de Lenin, el maestro del Socialismo Peruano señaló: “el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx”. De este modo inequívoco sostuvo que Lenin prosiguió (continuó, llevó adelante) los principios de Marx, y que, al mismo tiempo, superó (enriqueció, desarrolló) a Marx en el sentido particular de que aportó al tesoro general del marxismo elementos teóricos nuevos en comparación a aquellos aportados por los fundadores.

Esto demuestra que Mariátegui comprendió perfectamente que el marxismo es una teoría en desarrollo, y que este desarrollo está determinado por los cambios en las condiciones de la lucha de clase del proletariado. En el libro Los Fundamentos del leninismo, Stalin definió el leninismo como “el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria” y, así, implícitamente, planteó que el leninismo es una nueva época en el desarrollo del marxismo. Pero el término etapa, utilizado por Mariátegui en la definición del leninismo, no acarreaba en su tiempo una seria confusión, como ocurre ahora debido a la definición que hacen algunos del pensamiento de Mao como “tercera etapa del marxismo”.

Por cuanto Mariátegui tuvo, pues, esa comprensión del leninismo, en el artículo La filosofía moderna y el marxismo, originalmente publicado en Variedades, el 22 de setiembre de 1928, dejó sentados estos conceptos: “Con lenguaje bíblico el poeta Paul Valery expresaba así en 1919 una línea genealógica: ‘Y éste fue Kant que engendró a Hegel, el cual engendró a Marx, el cual engendró a…’ Aunque la revolución rusa estaba ya en acto, era todavía muy temprano para no contentarse prudentemente con estos puntos suspensivos, al llegar a la descendencia de Marx. Pero en 1925, C. Achelin los reemplazó por el nombre de Lenin. Y es probable que el propio Paul Valery, no encontrase entonces demasiado atrevido ese modo de completar su pensamiento”. “El materialismo histórico reconoce en su origen tres fuentes: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Este es, precisamente, el concepto de Lenin. Conforme a él, Kant y Hegel anteceden y originan a Marx primero y a Lenin después -agregamos nosotros- de la misma manera que el capitalismo antecede y origina al socialismo” (4). Mariátegui afirmó, pues, claramente, “y a Lenin después”, y esta afirmación nos releva de mayores comentarios.

En conclusión, el libro Defensa del marxismo, al mismo tiempo que una defensa del pensamiento de Marx, y precisamente por esto, es un reconocimiento de Lenin como continuador de Marx en nuestra época, un reconocimiento del leninismo como “la nueva etapa marxista”. 

Y, por cuanto este fue el entendimiento mariateguiano del leninismo, ya podemos comprender que el término marxismo no tiene, en el libro que comentamos, la limitación de significar únicamente el pensamiento de Marx. De hecho, defendiendo el marxismo, Mariátegui defendió su desarrollo por Lenin, como no podía ser de otro modo. En consecuencia, siendo este el verdadero sentido que tiene en esa defensa el término marxismo, entonces ya podemos entender qué quiso decir Mariátegui, y qué dijo efectivamente, con su declaración de ser “marxista convicto y confeso”. Por eso, nada menos que en Principios programáticos del Partido Socialista, escribió estos definitorios e incultables conceptos: “El capitalismo se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios, del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (5). Esta adhesión al marxismo-leninismo, este establecimiento del marxismo-leninismo como la base de unidad del Partido Socialista da al traste con cualquier tentativa de reducir el debate sobre la identidad doctrinal de Mariátegui a una discusión de palabras, con cualquier tendenciosa interpretación acerca de algunas declaraciones suyas, con cualquier tentativa de negar su adhesión al marxismo-leninismo. ¿Cómo podría aceptarse que Mariátegui no fue marxista-leninista cuando, como vemos, de su propia pluma quedó establecido el marxismo-leninismo como la base de unidad del partido que fundó el 7 de octubre de 1928? (6).

En la Encuesta a José Carlos Mariátegui, realizada por Angela Ramos y originalmente publicada en Mundial, el 23 de julio de 1926, el maestro señaló: “el dato no es sino dato. Yo no me fío demasiado del dato. Lo empleo como material. Me esfuerzo por llegar a la interpretación” (7).

No obstante, en un reciente debate sobre el tema que nos ocupa, hemos podido constatar las vueltas que han dado alrededor de los datos algunos de sus participantes, sin haber sido capaces de llegar a la interpretación. Esto vale especialmente para Miguel Aragón, quien, en carta a Jaime Lastra del 3 de enero del presente, dejó escrito: “La exposición de las razones, por las cuales considero que no es correcto afirmar ‘Mariátegui comunista’ o ‘Mariátegui marxista-leninista’, escapa a los límites de esta breve respuesta”. Y, en carta a Santiago Ibarra del 4 de febrero, también del presente, dejó dicho: “usted afirma: ‘En mi criterio, y como consta en documentos históricos, escritos por el propio Mariátegui, él fue marxista-leninista. Así de simple’. “Bueno, pues, ese es su criterio, yo lo respeto. Ni yo, ni nadie, tenemos ningún derecho a prohibirle su opinión. Pero ese NO era el criterio de Mariátegui, salvo que usted presente pruebas documentales en las cuales Mariátegui se declara ‘marxista-leninista, con la misma precisión y claridad que se declaró ‘marxista convicto y confeso en los ‘7 Ensayos’ e ‘Ideología y Política’” (dobles subrayados en el original).

¿Comprende el lector? En negro sobre blanco, Aragón sostiene, pues, que “no es correcto afirmar ‘Mariátegui comunista’ o ‘Mariátegui marxista-leninista’” y, luego de decir esto, se refugia en el supuesto negado de que no hay ninguna prueba documental que así lo demuestre. Ebrio de citas, Aragón se muestra incapaz de elevarse hasta la interpretación del pensamiento orgánico de Mariátegui sobre la teoría del proletariado. Si Mariátegui no dijo en primera persona que era marxista-leninista, entonces no fue marxista-leninista. Si dijo que era “marxista convicto y confeso”, entonces solamente fue marxista. Pero, como al que no es capaz de elevarse al nivel de la interpretación y pide pruebas documentales, hay que darle pruebas documentales, lo remitimos a Aragón a los Principios programáticos del Partido Socialista, donde, como lo hemos recordado arriba, el propio maestro estableció el marxismo-leninismo como la base de unidad de su partido. Este es el documento histórico al que Santiago Ibarra se refería, pero, por lo visto, el que pide pruebas documentales sólo ve las que le conviene y no las que no le conviene, no obstante que dice “leer con los dos ojos” y “buscar la verdad en los hechos”.

No es correcto, pues, empeñarse en negar la cualidad marxista-leninista de Mariátegui, expresada en la base de unidad del Partido, levantando una declaración en primera persona que tiene su explicación en el hecho, anotado arriba también, de que, con la palabra marxismo, Mariátegui hacía referencia al marxismo y a su desarrollo por Lenin, así como, si vemos el concepto y no la palabra, al autocalificarse socialista estaba de hecho autocalificándose comunista.

En la misma Encuesta realizada por Angela Ramos, el maestro del proletariado peruano señaló también: “Lo que siempre me habría aterrado es traicionarme a mí mismo. Mi sinceridad es la única cosa a la que no he renunciado nunca” (8). Y en su artículo Réplica a Luis Alberto Sánchez, originalmente publicado en Mundial el 11 de marzo de 1927, confutó así los reparos del literato conservador: “Sólo rectificaré, de paso, por el equívoco que pudiese engendrar, el concepto de que lo más mío está en ‘Amauta’. Siento igualmente mío lo que escribo en esta revista, y en cualquiera otra, y ninguna dualidad me es más antipática que la de escribir para el público o para mí mismo. No traigo, como es mi deber, a esta revista, tópicos extraños a la sección en que el propio director de ‘Mundial’ ha querido situar mis estudios o apuntes sobre temas nacionales y menos aún traigo arengas de agitador ni sermones de catequista; pero esto no quiere decir que aquí disimule mi pensamiento, sino que respeto los límites de la generosa hospitalidad que ‘Mundial’ me concede y de la cual mi discreción no me permitiría nunca abusar” (9). La tentativa de negar la identidad marxista-leninista de Mariátegui (silenciando o menospreciando su afirmación en los Principios programáticos…), de hecho pone en tela de juicio su sinceridad, su coherencia, su integridad.

Enfrentados al problema de reconocer la identidad doctrinal del maestro, es confundir las cosas reducir la discusión a la letra de una u otra declaración suya, y dejar por fuera lo verdaderamente sustancial: la coherencia de su pensamiento sobre la teoría del proletariado. Por eso, con la misma ejemplar coherencia del maestro, hace tiempo Raymundo Prado ha sostenido que “Mariátegui tomará bajo su influjo [bajo el influjo de la Revolución Rusa] una definida posición socialista y adoptará el marxismo-leninismo como el único método revolucionario de la época”, agregando categóricamente: “… juzgamos que la posición de Mariátegui es marxista-leninista” (10). Téngase en cuenta que esto está dicho en un libro que se titula El marxismo de Mariátegui, y no El marxismo-leninismo de Mariátegui, y esto demuestra la correcta comprensión que tiene Raymundo Prado del sentido que tiene en Mariátegui el concepto de marxismo.

La interpretación de las afirmaciones mariateguianas acerca de Lenin contenidas en el libro Defensa del Marxismo y el reconocimiento de la definición doctrinal que aparece en los Principios programáticos del Partido Socialista, que, como es obvio, definen al Partido y a Mariátegui como marxista-leninistas, liquidan toda tentativa de utilizar ciertas afirmaciones mariateguianas para pretender demostrar lo indemostrable: que “no es correcto afirmar ‘Mariátegui marxista leninista’”.

Dicho sea entre paréntesis: el estilo lagotero que tiene Aragón de polemizar lo conduce a declarar que él respeta el criterio de que Mariátegui fue marxista-leninista (respetar implica consideración, deferencia, acatamiento, veneración, miramiento), contraviniendo así este agudo aserto dialéctico de Mariátegui: “No le hacemos ninguna concesión al criterio generalmente falaz de la tolerancia de las ideas. Para nosotros hay ideas buenas e ideas malas”. Por eso declaramos enfáticamente que, a nuestra vez, no respetamos en absoluto la mala idea según la cual Mariátegui no fue marxista-leninista. Y, por cuanto  son los individuos los portadores de las ideas, hay que subrayar el hecho de que algo anda mal en Aragón para sostener una semejante idea. Justifico esta afirmación, recordando que, en su polémica con Sánchez, Mariátegui señaló que polemizaba “poco con los individuos y mucho con las ideas”, pero no dijo, como resulta obvio, que no polemizaba en absoluto con los individuos. En el presente artículo hemos polemizado, como ha podido ver el lector, mucho con una idea manifiestamente errónea, profundamente negativa y altamente peligrosa. Sólo faltaba que agregáramos una breve referencia a la actitud mental que la promueve.

Si todavía hoy existen algunos personajes de rancia ideología que niegan con verdadera rabia y con los más disparatados argumentos que Mariátegui fuera marxista, resulta que ahora hay marxistas que se obstinan en negar la cualidad marxista-leninista de Mariátegui. Esto, desde todo punto, es UNA CONSTATACIÓN QUE ES TODO UN LLAMADO DE ATENCION A LOS ELEMENTOS CONSCIENTES DEL SOCIALISMO PERUANO.


Notas:
[1] Defensa del marxismo, Empresa Editora Amauta, Lima, 1985, pp.21-22. Subrayado en el original.
[2] Este artículo fue incorporado por Mariátegui a su Defensa del marxismo con el título abreviado de El proceso de la literatura francesa contemporánea.
[3] Ibídem, p.126.
[4] ibídem, p.39.
[5] OC, t.13, Empresa Editora Amauta, Lima, 1975, p.160.
[6] Las afirmaciones de Mariátegui no dejan margen a dudas acerca de su convicción de que el leninismo es un desarrollo de valor universal del marxismo. Pero ocurre que, desde hace años, el grupo de Ramón García desenvuelve una campaña que tiene el doble objetivo de negar el leninismo como el marxismo de nuestra época y el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP. Así por ejemplo, Gustavo Pérez, operador furibundo de dicha campaña, intenta presentar a Mariátegui como negador del leninismo. En el artículo La formación socialista revolucionaria italiana de Mariátegui y la ortodoxia socialista rusa, sostiene, de entrada, que “Es una constatación práctica, que Mariátegui no se autodenominó ‘marxista-leninista’ y se declaró simplemente ‘Marxista convicto y confeso’…, que tituló solo ‘Defensa del marxismo’ a uno de sus mas (sic) importantes libros, escrito precisamente en defensa del marxismo revolucionario, y que solo hiciese dos (o 3) alusiones al ‘marxismo-leninismo’ en toda su obra, entre ellas las que figuran en el Programa del Partido Socialista del Perú, que el (sic) constituyese”. De este modo establece la premisa que explica la intención con que, al final del texto, cita la siguiente afirmación de Mariátegui: "Lenin no es un ideólogo sino un realizador. El ideólogo, el creador de una doctrina carece, generalmente, de sagacidad, de perspicacia y de elasticidad para realizarla. Toda doctrina tiene, por eso sus teóricos y sus políticos. Lenin es un político: no es un teórico". Pues bien. Quienquiera que lea la cita movido por la pasión de captar la verdad, tiene que darse cuenta que los términos ideólogo y teórico no aparecen ahí en su acepción general, habitual, sino en un sentido especial, específico: designando a quien es “creador de una doctrina”. Así pues, en este contexto verbal, Marx, obviamente, es el ideólogo (“el creador de una doctrina”), y, como consecuencia, Lenin es, también obviamente, el político (el realizador de la doctrina). La afirmación mariateguiana encierra, pues, una verdad elemental: Marx fue el creador de la doctrina comunista, mientras Lenin fue un realizador de la misma. Pero, ¿acaso Marx no fue también, al mismo tiempo, un político, en el sentido habitual de la palabra? Y, ¿acaso Lenin no fue también, al mismo tiempo, un teórico, igualmente en el sentido habitual de la palabra? Entonces, la comprensión objetiva, correcta, honrada de la afirmación mariateguiana, no niega ni puede negar que, en el marco del sentido general de los términos teórico y político, Marx aparece también como político y Lenin aparece también como teórico. Obras del valor de Materialismo y empiriocriticismo, Cuadernos filosóficos, El imperialismo, fase superior del capitalismo, ¿Qué Hacer?, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, El estado y la revolución, entre otras, prueban que Lenin desarrolló el marxismo, precisamente realizando la doctrina de Marx. Esto es, asimismo, una verdad elemental, por lo que razonablemente dudamos que alguien pueda no entenderla. Ahora bien, la utilización dolosa de la afirmación mariateguiana que hace GP, está orientada a silenciar el hecho de que, en los Principios programáticos del Partido Socialista, el maestro definió la identidad doctrinal del PSP y, por tanto, la suya propia. Esta definición aparece, pues, como es obvio, no en un artículo, donde, por lo general, Mariátegui evitaba la jerga partidaria, sino en un documento del Partido Socialista del Perú, donde Mariátegui no podía ahorrase un lenguaje doctrinalmente exacto. Esto es una constatación práctica. Así pues, el silenciamiento que pretende GP tiene por destino manifiesto negar el leninismo, negar que el leninismo sea “la nueva etapa marxista”, negar que “el marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios”. La utilización dolosa de la cita de Mariátegui es, pues, un caso –entre otros– en que la tergiversación de una afirmación de Mariátegui es direccionada para negar otra afirmación suya. Es el truco de utilizar a Mariátegui como coartada. Es el truco de utilizar a Mariátegui contra Mariátegui. Pero el verdadero impulsor de este truco es Ramón García, quien, precisamente con su utilización ha impuesto en su grupo la negación del marxismo-leninismo como la verdad universal del proletariado y la negación de la identidad marxista-leninista de Mariátegui y del PSP. Ahora bien, la primera negación es, como resulta obvio, una cuestión que atañe a la verdad universal, y, por esto, ES REVISIONISMO. Y, la otra negación es una cuestión que atañe a nuestra verdad particular, al Pensamiento de Mariátegui, y, por esto, ES OPORTUNISMO. Y, ambas negaciones son un intento por sentar una base para un partido-amalgama: “marxista” no leninista en su “nivel secreto” (ya constituido, por lo demás), y doctrinariamente variopinto en su nivel público (por constituirse). Ciertamente la actitud de RG y su grupo es de una clamorosa deshonestidad intelectual: achacan a Mariátegui sus propias posiciones; intentan comprometer al maestro con sus desaguisados; no tienen el valor elemental de hablar a nombre propio; no tienen el coraje de sostener, desde su posición revisionista, que Mariátegui se equivocó al adherir al marxismo-leninismo. En más de dos décadas, no han sido capaces de demostrar absolutamente nada sin recurrir a argumentos falaces, como, por ejemplo, el desenmascarado en estas líneas. Contra la campaña antileninista y antimariateguiana del grupo de RG y GP, SE ALZA EL MARXISMO-LENINISMO DE MARIÁTEGUI COMO UNA MONTAÑA INELUDIBLE.
[7] Ibídem, t.4, p.156.
[8] Ibídem, p.155.
[9] T.13, p.220.
[10] El marxismo de Mariátegui, Editorial Mantaro, Lima, 2007, pp.57 y 113.
[11] T.13, p.219.


*Este artículo fue escrito el 06.02.08, y conserva toda su actualidad. Preparando la publicación del libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, el autor ha agregado una nota de pie de página: la nota 8, que, como ya pudo apreciar el lector, examina la utilización fraudulenta que hace Gustavo Pérez de una cita de Mariátegui perteneciente al artículo Lenin, aparecido en la revista Variedades el 22.09.1923, y reproducida en la página 73 del libro Mariátegui y la revolución de octubre. Escritos 1917-1930, de César Lévano. (Comité de Redacción). 

El Desmonte de una Conspiración Contra Mariátegui y el PSP

Eduardo Ibarra


En un folleto de Ramón García, hay una curiosa lista de “representantes” de la “Primera Generación 1920-1945”, se entiende que del “Socialismo Peruano”, preparada por Miguel Aragón, y asumida, inútil decirlo, por el autor del folleto (1). Decimos “curiosa”, porque ahí aparecen algunos personajes que no tuvieron que ver con el marxismo. En las presentes notas, sin embargo, nos limitaremos al caso de Magda Portal, particularmente ilustrativo de la tendenciosidad de la lista.

En la polémica de los años veinte con el aprismo naciente, Magda Portal tomó decidida posición a favor de Haya de la Torre y, obviamente, en contra del socialismo marxista de José Carlos Mariátegui. La Portal renunció al Apra recién en 1948.

Pero, a más de ser, durante su militancia aprista, contraria al marxismo, la Portal fue también enemiga personal de Mariátegui, tal como quedó demostrado cuando, a poco de fallecido el maestro, publicó un artículo en el cual, entre otras cosas, le llamó “paralítico” (2). 

No obstante estos hechos, que son de conocimiento general, Aragón y García consideran que Magda Portal es una representante de “la primera generación del Socialismo Peruano”. ¡Ni más ni menos!

Pero esa flagrante arbitrariedad no es la única en la lista. Quienquiera que la examine, puede comprobar que ahí aparecen otros antimarxistas y algunos no marxistas, así como que hay, también, ciertas ausencias (3). Lo primero se deriva de la intención de amalgamar las primeras generaciones del socialismo reformista y del socialismo marxista, y, lo segundo, de la mala conciencia del autor de la lista y del publicista de la misma. 

Pues bien, lo señalado hasta aquí da la pauta de la intención del grupo de García: tergiversar la verdad histórica del Socialismo Peruano, mixtificar su carácter doctrinal, disolver el socialismo marxista en el variopinto socialismo en general.

Esto, sin ninguna duda, es una CONFABULACIÓN-CONSPIRACIÓN CONTRA MARIÁTEGUI Y EL PSP.

¿Por qué contra Mariátegui? Porque, si bien el maestro utilizó el término socialismo tanto en su sentido elástico como en su sentido estricto de clase, cuando se refirió al tipo de socialismo que hay que crear heroicamente en América –y por tanto en el Perú–, y, concretamente, cuando, en la Advertencia a los 7 Ensayos, expresó su determinación de concurrir a la creación del Socialismo Peruano, se refirió, como es obvio, al socialismo de clase, proletario, marxista, y no a ningún otro tipo de socialismo. Por consiguiente, considerar que el Socialismo Peruano comprende el variopinto mapa del socialismo en general, es, sencillamente, negar el concepto mariateguiano.  

¿Por qué contra el PSP? Porque, al considerar a la antimarxista Magda Portal, a otros antimarxistas y algunos no marxistas, Aragón y García (y con ellos todos los que, por una causa u otra, se limitan a repetir acríticamente el amaño), buscan cuestionar el carácter de clase, marxista-leninista, del partido fundado por Mariátegui. La lista del mencionado binomio (binomio hasta ayer), encierra un cuestionamiento de la decisión orgánica del grupo fundador del PSP. ¿Cuál decisión? La decisión de incorporar al Partido a unas personas, pero no a otras. Esta decisión se derivó, por cierto, de la adhesión de Mariátegui y su grupo al socialismo marxista y de su rechazo al socialismo reformista. Así se comprende por qué algunos de los personajes que aparecen en la lista de Aragón-García, no fueron incorporados al PSP. Así se comprende, en un plano más general, por qué los socialistas reformistas que venían de las experiencias de la revista Nuestra Época, del Comité de Propaganda y Organización Socialistas y del diario La Razón, no fueron asimilados al PSP. Todo esto prueba, de un modo irrefutable, que este partido fue un partido de clase, marxista-leninista, y no un partido del variopinto socialismo en general (4).

De lo afirmado se desprende que el Socialismo Peruano (el de Mariátegui, valga la precisión), cumple su aniversario en marzo, pues, en este mes de 1921, con la escritura del artículo El cisma del socialismo, el maestro dio inicio a su Creación Heroica, es decir, a su Creación Marxista. Es claro, por tanto, que el Centenario del Socialismo Peruano se cumple en 2021.

Por supuesto, el punto de arranque del socialismo de Mariátegui, así en general, es la revista Nuestra Época, “fuertemente influenciada por España, la revista de Araquistain”, como el maestro mismo puntualizó con ejemplar honestidad en la hoja de vida Del Autor. Por eso, si de la orientación socialista en general de Mariátegui se trata, puede y debe celebrarse el aniversario de Nuestra Época, pero sin confundirlo con el aniversario del Socialismo Peruano. Hacer pasar el aniversario de Nuestra Época por el aniversario del Socialismo Peruano, es utilizar a Mariátegui como coartada a fin de diluir el socialismo marxista en el variopinto socialismo en general.

¿Por qué el aniversario de Nuestra Época no es el aniversario del Socialismo Peruano? Porque, el Socialismo Peruano, es el socialismo marxista y peruano en la medida en que es la fructificación de la verdad universal en nuestra realidad particular. (5). Como bien se sabe, la asimilación de     Mariátegui al marxismo data de su viaje a Europa, y, concretamente, del período julio-diciembre de 1920. Cualquier partidario consciente de la dialéctica sabe que esta asimilación comportó un salto en la orientación socialista general de Mariátegui: del socialismo reformista al socialismo marxista. Es decir, que significó una ruptura. Precisamente esta ruptura se expresó en el artículo El cisma del socialismo, y, por tanto, puede entenderse que no fue casual que el maestro eligiera el tema de dicho artículo para, en un solo acto, expresar su ruptura con el socialismo reformista y su adhesión al socialismo marxista.

Asimismo, puede entenderse que tampoco fue casual que, dos años después, al regresar al Perú “con el propósito de trabajar por la organización de un partido de clase”, lo primero que hizo el maestro, ante un auditorio de obreros y estudiantes, fue renovar su ruptura con el socialismo reformista y su adhesión al socialismo marxista (6). Esto no es un dato menor en su biografía política.

Sin embargo de lo precisado, Ramón García silencia la ruptura de Mariátegui con el socialismo reformista. En su nota titulada Por qué creación heroica, 12.08.10, elude completamente referirse a este hecho (7), que, como lo sabe todo marxista, marcó un hito fundamental en el proceso ideológico de Mariátegui, y, asimismo, con sus consecuencias en la práctica, un hito igualmente fundamental en la historia del proletariado peruano. Es un hecho fuera de discusión que la Creación Heroica de Mariátegui no hubiera sido posible sin su asimilación al marxismo. Del mismo modo, es un hecho igualmente indiscutible que sólo con el socialismo marxista el proletariado peruano alcanzó conciencia de su misión histórica y de las condiciones de su realización (8).

Huelga señalar que el silenciamiento que comete García no es casual ni inocente: con él intenta borrar de la conciencia de los marxistas peruanos (ya la borró de la conciencia de sus partidarios), la trascendental ruptura de Mariátegui con el socialismo reformista, y, de esta forma, sentar una base para su partido-amalgama.

En La carta que no se envió: Testimonio inédito de Anna Chiappe de Mariátegui y en Algunas observaciones a Magda Portal, Javier Mariátegui y Anna Chiappe, respectivamente, dan prueba de su consecuencia con respecto a José Carlos Mariátegui. El lector reflexivo, objetivo, honrado, puede comparar esa consecuencia –ideológica, y no puramente familiar– con la consideración de que la adversaria y ofensora de Mariátegui es una representante de la primera generación del Socialismo Peruano, y, de este modo, sacar sus propias conclusiones.

Pues bien, la CONFABULACIÓN-CONSPIRACIÓN que hemos examinado, breve pero suficientemente, da cuenta, por sí misma, de la posición antimariateguiana de García y su grupo. Su recurso de utilizar a Mariátegui como coartada no impide ni puede impedir al lector perspicaz reconocer esta verdad, aunque, en alguna medida, pueda afrontar la dificultad que significa que esa oposición, relativa a cuestiones fundamentales dirimentes, se da no desde afuera de la fortaleza mariateguiana, sino desde adentro.
  
Ahora, pues, luego de lo esclarecido, puede comprenderse mejor que el “socialismo peruano” que levanta dicho grupo no es el Socialismo Peruano, de clase, marxista-leninista, de Mariátegui.  

Ahora puede comprenderse mejor por qué pretende celebrar el centenario del socialismo reformista, y no el Centenario del Socialismo Peruano.

Ahora puede comprenderse mejor su negación del marxismo-leninismo; su negación de la identidad marxista-leninista de Mariátegui y del Partido Socialista del Perú; su proyecto de un partido-amalgama vía tergiversación del contenido de la frase mariateguiana “partido de masas y de ideas”.

AHORA, HABIÉNDOSELE CAÍDO LA CARETA, PUEDE VERSE EL VERDADERO ROSTRO DEL GRUPO DE GARCÍA.

Pues bien, la CONFABULACIÓN-CONSPIRACIÓN CONTRA MARIÁTEGUI Y EL PSP, es un caso, entre otros muchos, de lo que, confusionistamente, dicho grupo llama “mirar adelante, no atrás”.

Juzgue, pues, el lector.  


Notas:
[1] A dónde va el Perú, Ediciones Perú Integral, Lima, 2001, p.61.
[2] El artículo, titulado La trayectoria de José Carlos Mariátegui, apareció en el número 2 de la revista chilena Índice. Es menester señalar que aquí no juzgamos a Magda Portal como poeta, como intelectual, sino como activa militante del Apra hasta el II Congreso de este partido realizado en 1948.  
[3] Esos otros casos –y las ausencias– son analizados en un capítulo de nuestro libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano, aún inédito. Es menester señalar que el aludido amalgamiento de las primeras generaciones del socialismo reformista y del socialismo marxista, será objeto de tratamiento específico.
[4] Ciertamente hay que saber leer a Mariátegui. El editorial Aniversario y balance (setiembre de 1928) y la fundación del Partido Socialista del Perú (octubre del mismo año), guardan una relación intrínseca y, por esto, esclarecedora. En el editorial, Mariátegui señaló: “En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer término. La originalidad a ultranza, es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista, pequeño burgués y demagógico)” (OC, t.13, Empresa Editora Amauta, Lima, 1975, p.247). ¿Qué significado tiene aquí la palabra socialismo? Para resolver esta interrogante, hay que tener en cuenta lo que sigue: “‘Nueva generación’, ‘nuevo espíritu’, ‘nueva sensibilidad’, todos estos términos han envejecido. Lo mismo hay que decir de estos otros rótulos: ‘vanguardia’, ‘izquierda’, ‘renovación’. Fueron nuevos y buenos en su hora. Nos hemos servido de ellos para establecer demarcaciones provisionales, por razones contingentes de topografía y orientación. Hoy resultan ya demasiado genéricos y anfibológicos. Bajo estos rótulos empiezan a pasar gruesos contrabandos. La nueva generación no será efectivamente nueva sino en la medida en que sepa ser, en fin, adulta, creadora” (ibídem, p.248). Estos conceptos dan cuenta de que Mariátegui trazaba una línea demarcatoria entre la “nueva generación”, así a secas, que, en su momento, había representado “una nueva actitud espiritual” con respecto al colonidismo (primera generación del socialismo reformista), y “la nueva generación” “adulta, creadora” (primera generación del socialismo marxista). Al declarar Mariátegui que, “Para ser fiel a la Revolución, [a Amauta] le basta ser una revista socialista”, estaba señalando que su revista se declaraba categóricamente marxista. (En Antecedentes y desarrollo de la acción clasista, señaló inequívocamente: “‘Amauta’, en su Nº17, el de su segundo aniversario, declara cumplido el proceso de ‘definición ideológica’, afirmándose, categóricamente, marxista”). Entonces, es claro que ese proceso de definición ideológica sirvió para deslindar, categóricamente, con los diversos matices del socialismo reformista, incluida la tendencia aprista. Por eso, al mes siguiente, en los Principios programáticos del Partido Socialista, el maestro estableció el marxismo-leninismo como su base de unidad. Así pues, tanto en Aniversario y balance como en los Principios programáticos… y en el título del Partido, el término socialismo tiene el significado de socialismo marxista, y no de socialismo en general. Esto es una verdad elemental, y no tenemos la culpa de que, en pleno debate ideológico, sea necesario todavía explicarla.
[5] En la carta a Samuel Glusberg del 10 de enero de 1928, Mariátegui sostuvo: “A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes y la Universidad Popular, artículos, expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista” (Correspondencia, t.II, Empresa Editora Amauta, Lima, 1984, p.331. Las negritas son nuestras). ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que dicha investigación de la realidad nacional marca una ruptura con respecto al “trato de Mariátegui con los tópicos nacionales” (ibídem, t.13, p.16), anterior a su regreso de Europa, pues, como el propio maestro señala, entonces “carecía para enjuiciarlos [a los acontecimientos y cosas del país] de puntos de vista sistemáticos” (ibídem), es decir que, tal trato “con los tópicos nacionales”, no fue, como resulta  obvio, “conforme al método marxista”. No obstante esta realidad, la capacidad del maestro de buscar la verdad en los hechos y su consecuencia con las luchas populares, lo llevó, ya en el bienio 1918-1920, a sostener ideas y posiciones correctas, que, por tanto, aparecen como los antecedentes de su Creación Heroica, y, en algunos casos, como asimilables a esta Creación, tal como lo hemos señalado en otro lugar. Pero, estrictamente hablando, la Creación Heroica de Mariátegui tiene su punto de arranque en marzo de 1921, mes en el que escribió El cisma del socialismo, su primer escrito netamente marxista.  
[6] En la primera conferencia en la UPGP, el maestro señaló: “Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anticolaboracionista, revolucionaria”. “Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindicalistas y socialistas –clasificación anacrónica– sino en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”. “Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-democráticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas” (OC, t.8, pp.21 y 22.
[7] En esa nota, García se salta del año 1919 hasta el año 1923, es decir, elude completamente la estadía de Mariátegui en Europa, durante la cual el maestro se asimiló al marxismo. Esta omisión es expresiva y sintomática.
[8] Esta afirmación tiene, desde luego, la relatividad del caso. 

01.09.12

La Carta Que no se Envió: Testimonio Inédito de Anna Chiappe de Mariátegui*

Javier Mariátegui


A fines de 1930, en el segundo número de la revista chilena índice, en la doble página en homenaje a José Carlos Mariátegui recientemente desaparecido, junto con la firma de escritores del hermano país del sur como Eugenio Orrego Vicuña, Domingo Melli y Raúl Silva Castro, se agrega una nota de la casi desconocida poetisa peruana Magda Portal, entonces deportada y dedicada al activismo político dentro del naciente movimiento aprista.

Esa nota habría pasado desapercibida de no haber encontrado en el Archivo familiar, hace muchos años, un manuscrito de proyecto de carta que, como reacción inmediata al contenido distorsionador de las líneas de Magda Portal, preparó Anna Chiappe de Mariátegui y que tiene un valor documental puesto que al lado de los esclarecimientos del caso, revela una faceta poco conocida de la personalidad de la ilustre viuda del Amauta, Anna Chiappe de Mariátegui, su invariable presencia combativa, en los diez años de vida compartida con José Carlos, y durante toda su larga, noble y lúcida existencia, extinguida en 1990.

           Hace muchos años, apenas ubicado el manuscrito, pregunté a Anna las razones por las que no envió la carta a la revista lndice: "Después de unos días de reflexión, consideré que enviar la carta era darle a la Portal una importancia que no tenía. Mi carta recogía la indignación que me produjo la lectura de la nota de Magda Portal, pomposamente titulada 'Trayectoria de José Carlos Mariátegui'. Testigo del apoyo de José Carlos a la Portal, a quien no sólo abrió generosamente las páginas de la revista Amauta sino que dedicó un extenso comentario en los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana que la presentó al conocimiento del mundo literario peruano y latinoamericano, sacándola del anonimato". "Mi respuesta traduce la indignación que me produjo, desde sus primeras líneas, el artículo de Magda Portal. Esperaba leer unas líneas de recuerdo, dentro de la verdad y el respeto, y encuentro desde el comienzo el juicio ligero y calumnioso. Pero con el tiempo esa nota no tuvo mayor resonancia y me confirmé en el acierto de no haber enviado la réplica. Pero todo ello quedó registrado en el recuerdo y cuando, diez o veinte años después quiso la Portal buscar un acercamiento, no lo acepté en modo alguno. Vino después su bullada salida del aprismo, su aproximación a la izquierda peruana de entonces. Mi actitud de alejamiento no varió: la consideré siempre como una medida sanitaria y consecuente".

Muchos años después, en la década del 70, un psiquiatra amigo, el Profesor GregorioBergmann, de Córdoba, Argentina, marxista estudioso de José Ingenieros y del movimiento de la Reforma Universitaria en América Latina, de paso por Lima, quiso dejarme un encargo para Magda Portal, algo que había que entregarle a la mano. Como había mantenido la misma actitud de distancia de Anna, le expliqué a Bergmann por qué no cumpliría con la entrega personal de su encargo, que desde luego satisfice por interpósita persona. Bergmann era un hombre cabal, transparente, sin tapujos, de modo que, poco después, no pudo contenerse de comentar con M. Portal el contenido de nuestra conversación. Magda confirmó el relato y agregó que, arrepentida muchas veces por el contenido de su nota del año 30, consideró como muestra de consecuencia y lealtad el rechazo de Anna de volverla a tratar en persona. "La admiro más por esta conducta, pese a que me apena no haber conseguido su indulgencia" agregó.

A Anna indignaba la falta de veracidad en el testimonio de la Portal. Que llamara una y otra vez "paralítico" a José Carlos cuando sabía que no lo era, que repitiera una y otra vez que era un "hombre enfermo", con cerebro "siempre iluminado por la fiebre", cuando sabía por las visitas personales y otros testimonios de gente allegada a ella que no era verdad. Que las circunstancias de su viaje a Europa, que Mariátegui nunca encubrió ("labor de propaganda al Perú") lleve a Magda Portal a afirmar que fue "enviado a pasear por Europa" como pago de alguna supuesta complicidad política. Que la revista Amanta fuera un "imperativo económico" y de ahí que no significara "un peligro para el actual régimen peruano". Es cierto que éstas y parecidas expresiones o ya se habían dicho o se dirían, curiosamente, siempre de fuente hayista, desde la ruptura definitiva de Mariátegui con el líder del Apra.

Anna era una mujer excepcional que hacía de los desafíos de la vida -toda su vida fue un permanente desafío- estímulo eficaz para la acción. La reciedumbre de su carácter fue apoyo visible e invisible para el espíritu fuerte de José Carlos, encarnado en un cuerpo débil. Frente al ataque a su memoria, manifestaba una de las aristas más duras de su personalidad, que está contenida en uno de sus proverbios toscanos favoritos:

Perdonare e de saggi, Dimendicare e de slulti que traducía: "perdonar es de sabios, olvidar es de tontos".


*El presente testimonio de Javier Mariátegui ha sido reproducido del Anuario Mariateguiano Nº11, 1999, pp.11-12. (Comité de Redacción).

CREACIÓN HEROICA