Comentario de Libros
(Tercera Parte)
Felipe de J.
Pérez Cruz
El
abordaje falaz de la Historia
de la Revolución
en el poder y del papel histórico del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz,
completan la propuesta del libro Síntesis
Histórica Municipal. Centro Habana, (Carlos Bartolomé Bárquez, Editora
Historia, La Habana ,
2010)[1]. Cada vez más lejos de una
Historia local, y de la propia Historia,
si de la Revolución
se trata, el eje de
motivación política del libro, se dirige a intentar contar una “historia”
carente de sustentación, desbalanceada e hipercriticista.
En la medida que la lectura avanza a los años
posteriores al triunfo revolucionario de 1959, tras una abundante fraseología
ultra revolucionaria, la condición de folletín anticomunista se reafirma con
ribetes tendenciosos cada vez más burdos.
Fidel en Cayo Hueso
Ya me he
referido como la profusa historia de proxenetas y pandilleros, a la que dedica
privilegiado espacio el libro de Síntesis, contrasta con los silencios y
olvidos sobre la historia revolucionaria, con los errores y el pobre
tratamiento a las figuras del criollo negro José Antonio Aponte Ulabarra,
nuestro primer líder revolucionario popular y el Héroe Nacional José Martí Pérez,
con el desconocimiento de la acción heroica de los abakuá el 27 de noviembre de
1871, y la actitud honorable de quienes frente a la barbarie colonialista
asumieron el honor y la valentía del pueblo español. Con estos antecedentes, no
es de asombrar que el paso del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz por Centro
Habana, se construyera con similar combinación de silencios y olvidos. Así la
importante actividad política de masas que desarrolla el joven Fidel en Cayo
Hueso, cuando opta por ser electo delegado del Partido del Pueblo Cubano
(Ortodoxo) solo se menciona de pasada (p 127 y 130).
En Cayo Hueso[2] el joven político se
emplea a fondo. Junto a su compañero de ideas Gildo Miguel Fleitas López,
contactan
con el joven Raúl R. de Aguilar
Fernández fundador de la
ortodoxia en la localidad, y conformarán un novedoso equipo de trabajo. Copian
los registros de afiliados a la ortodoxia del barrio –nombres y direcciones- y
les envían cartas personalizadas a todos y todas. En las cartas Fidel les
exhortaba a elegirlo delegado en los comicios primarios, y esbozaba un sucinto
programa sobre su proyección de salir electo. En poco tiempo visitó los
numerosos solares –ciudadelas-, edificios multifamiliares y viviendas de la
barriada, para conocer las necesidades del inmenso vecindario e intercambiar
con sus habitantes. En su condición de abogado orientaba la solución de
conflictos y se aprestaba a colaborar en su solución.
La fórmula de proselitismo directo, sin
ningún intermediario –hombre a hombre, definiría
muchos años después- conmocionó a las
y los humildes ciudadanos del lugar. Nada se parecía a los métodos de control
electoral practicados por los sargentos políticos de los partidos
tradicionales. Esa nueva modalidad introducida por Fidel le hizo captar una
pujante y combativa fuerza electoral[3].
La labor desarrollada en Cayo Hueso la tuvo
que realizar Fidel como adversario de Adolfo Torres Romero, barbero y delegado
de la ortodoxia en el barrio. Recuerda Torres Romero como el joven abogado se
hizo cliente de su barbería y visita habitual de su casa, y trató de
persuadirlo para establecer una alianza de trabajo. Como en la generalidad de
los partidos burgueses, Adolfito –así se le llamaba popularmente- ya tenía
establecido su propio control entre los afiliados a la ortodoxia, vecinos,
trabajadores de servicios y comerciantes
del lugar, organización esta que
respondía a una alianza preestablecida con los intereses de determinados
caciques ortodoxos a nivel provincial.
La propuesta de Fidel rompía con el engranaje y las lealtades políticas
que Adolfito tenía establecidas y este no estuvo de acuerdo con secundar al
joven Fidel.
El testimonio de Torres Romero en tanto
adversario político de Fidel, resulta
muy significativo. Sentía afecto por la osadía de aquel joven que sin ningún aval de los políticos
consagrados, ni maquinaria política, se había propuesto alcanzar una nominación
de delegado y ganarla. Le recomienda que fuera para otro barrio y que si podía
lo ayudaba, pero Fidel persiste en su empeño, y lo hace de manera transparente,
con limpieza de pensamiento y método. Cuando
me vine a dar cuenta tenía perforado el barrio con las iniciativas de él, de
visitar a la gente, el contacto directo con los vecinos: esa es la verdad,
afirma Adolfito[4].
Errores sobre la lucha
insurreccional
El libro
acusa varias imprecisiones al mencionar la etapa insurreccional. Fidel no organizó el movimiento
revolucionario que asaltaría el Moncada en grupos
(p 131), sino células[5]. Toda
la labor conspirativa de las células del movimiento en Centro Habana se reduce
a nombrar a sus miembros.
La descripción de los preparativos y desarrollo de la
huelga de abril de 1958 (p 141-144), no precisa las razones del fracaso, y en
tanto la existencia dentro del Movimiento 26 de Julio de discrepancias con la
línea fidelista de ver como decisiva la lucha armada en las montañas.
No hay claridad sobre la ofensiva final contra la
dictadura en los meses finales de 1958. El libro comparte la responsabilidad
por la victoria entre los comandantes de las columnas que desarrollaron las
principales acciones: Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos en las Villas,
Fidel Castro, Raúl Castro Ruz, Juan Almeida Bosque y Delio Gómez Ochoa en
Oriente (p 147-148). Esos propios Comandantes, unánimemente, en sus documento
de entonces, diarios de campaña y memorias posteriores, han dejado muy bien
establecido que el diseño estratégico central y la conducción táctica de esta
ofensiva, semana a semana, día a día,
fue del Comandante en Jefe. Este es un mérito histórico de Fidel que no
se puede intentar “repartir”[6].
El haber desempeñado altas responsabilidades en la
concreción operativa de la estrategia fidelista, en su enriquecimiento y
triunfo a fuerza de coraje, audacia e inteligencia, les otorga a los
Comandantes rebeldes un lugar
significativo en el triunfo. Es un mérito histórico que no se puede
intentar oscurecer con falsos sobredimensionamientos. Estas verdades son tan
objetivas, como la que precisa que tanto
el líder como sus jefes, muy poco hubieran podido hacer, sin la masa de
combatientes decididos a vencer. Sobre estos hechos la historiografía militar
cubana ha realizado un abarcador análisis[7]. La lucha fue no solo difícil sino también
compleja, pero en virtud de la conducción de Fidel se vencieron con éxito los
diversos obstáculos de todo tipo…Durante 1958 quedó fehacientemente demostrada,
ante todos, la justeza de la línea estratégica trazada por Fidel…[8]
Tras el triunfo de enero de 1959
Vuelve el
libro a dar una inexacta visión del Comandante en Jefe, cuando sostiene que
durante 1959-1960 Fidel Castro decía que la Revolución cubana,
aunque era profunda, no era como la de Rusia, sino humanista y verde, la
sabiduría popular añadía que el color era semejante al melón, verde por fuera y
rojo por dentro…(p 150).
Fidel sorteó con inteligencia y tacto el clima
anticomunista de la época. Es cierto que como parte de su táctica para
neutralizar la enorme acumulación de prejuicios anticomunistas, hizo varias
declaraciones tendientes a desmovilizar los intentos de acusarlo de comunista.
Es falsa la declaración que el libro le adjudica a Fidel, sobre la URSS o Rusia.
El libro refiriéndose a los años 1959-1960 subraya que
Fidel no reconocía entonces el carácter
socialista de la Revolución
(p 150). Confunde el texto el tema de la filiación política e ideológica de
Fidel a que ha hecho mal referencia, con lo que propiamente en términos
teóricos, se evalúa como el carácter de
una Revolución. Sobre este tema en la Revolución Cubana
hay disímiles criterios y enfoques, no obstante, la bibliografía existente coincide -hasta donde conozco-, en que la cualidad y
categorización socialista en términos económicos y políticos solo comienza a
manifestarse a partir del segundo semestre de 1960.
Los contextos una y otra vez son desconocidos en el
libro, para impedir la propia ubicación inteligente del lector. La declaración
sobre “el color” –la naturaleza- verde de la Revolución , que más se
subraya en la propaganda que acusa a Fidel de traicionar la Revolución , se realiza
–según señalan los propios contrarrevolucionarios en multitud de panfletos-, en
su intercambio con los periodistas estadounidenses en la visita a los Estados
Unidos, durante
el almuerzo ofrecido por la Asociación Americana de Editores de
Periódicos, en el Hotel Statler, el 17
de abril de 1959. Fidel expuso en esa reunión sus ideas en un discurso inicial.
Cuando el libro hace énfasis en una frase y olvida la sistematización de ideas
que lo acompaña[9],
se coloca en la misma lógica de la propaganda anticubana.
La actuación de Fidel, en la dirección de impedir que
lo encasillen como comunista, está en relación directa con los planes de
subversión que ya la dirección de la Revolución sabía que se tramaban, hoy plenamente
conocidos por la propia documentación desclasificada del Gobierno de los
Estados Unidos. El traidor Pedro Luis Díaz Lanz no actuó por propia
espontaneidad, tal como deja inferir el texto (p 152). Fue precisamente
una pieza clave utilizada por la CIA , para irrumpir a nivel
interno y continental, con la campaña sobre la “infiltración comunista” en el
Gobierno Revolucionario. Para ello se planificó
la operación de “huida” por Frank Sturgis, uno de los agentes que la CIA había logrado colocar
dentro de las filas del Ejército Rebelde. Sturgis y Díaz Lanz huyeron a Miami
para ser recibidos como héroes y dar inicio al “show” anticomunista[10].
Los personajes, si se colocan en la Historia , hay que
dibujarlos, al menos en relación con el relato que se hace. El libro no solo libera Diaz Lanz de su conspiración con la CIA , sino que obvia precisar
que fue sustituido de su cargo de Jefe de la Fuerza Aérea por abuso de poder y nepotismo. La relación Diaz
Lanz- Manuel Urrutia Lleó -Huber Matos Benítez-CIA, está plenamente identificada
por la historiografía. La amistad del Diaz Lanz con el Comandante Huber Matos,
se sostenía en la filiación anticomunista de ambos, en sus ambiciones
personales y el fuerte cortejo de los servicios enemigos que apostaban a
destruir la Revolución
desde dentro. El 21 de octubre de 1959, luego de abortar Camilo Cienfuegos y el
pueblo camagüeyano la conspiración contrarrevolucionaria de Matos, Fidel en
intervención pública denuncia la conjura anticomunista:
Siempre
lo mismo de Díaz Lanz y de Urrutia ¿Acusarnos de comunistas para qué? Acusarnos
de comunistas para ganarse el halago y para ganarse el apoyo de la reacción…Es
decir, acusar a la
Revolución de lo mismo que la acusan los latifundistas, de lo
mismo que la acusan los criminales de guerra, de los mismo que la acusan los
garroteros…los especuladores…Trujillo…los grandes monopolios internacionales.
Quien se dedique a la innoble y ruin tarea de acusar de comunistas a los
compañeros revolucionarios, lo que está haciendo es hacerles el juego…[11]
No se debe dejar de apuntar que el libro confunde a la
derecha con la categoría pueblo. La mención a los “melones” no fue expresión de
sabiduría popular, apareció en la
derecha enquistada en el propio Movimiento 26 de julio, como fórmula para
sembrar la desconfianza hacia los compañeros de reconocida militancia marxista.
Subrayar la equivocación cuando
exista, inventarla cuando no
Todo lo
niega el libro. Primero, se nos presenta afiliado a la gastada tesis de los
años sesenta como panacea de lo “más revolucionario” de la Revolución : …los primeros años de la Revolución (1959-1965)
fueron los de mayor cantidad de medidas y beneficios democráticos populares…
(p 158), para luego, once hojas después, darnos a leer una categórica
conclusión: No pocas de las conquistas de
la primera mitad de los sesenta se caracterizaron por los extremismos” (p 169).
Generalizar festinadamente, que no pocas de las
conquistas de la primera mitad de los sesenta se caracterizaron por los
extremismos, no es un posicionamiento gratuito. Resulta un ataque político a la
obra de la Revolución ,
a la recuperación de nuestra soberanía y dignidad nacional, a la Reforma Agraria , a
las nacionalizaciones, al fin del desempleo, a las conquistas en la educación y
la cultura, a la alfabetización.
Es notable el predominio del enfoque desbalanceado e
hipercriticista sobre planes de la Revolución , que impulsó
directamente el Comandante en Jefe: “El
tiempo que transcurrió entre el otoño de 1965 hasta 1970, se plagó de planes
voluntaristas, como querer a capa y espada, hacer una zafra de diez millones de
toneladas de azúcar; el Cordón de La
Habana , donde por todas las inmediaciones de la capital se
sembró café… (p 169)
El autor realiza una crítica infundada y desinforma
sobre la verdad histórica cuando afirma: “los
experimentos genéticos como el de la granja Niña bonita, que pretendieron
aumentar la producción lechera, y en realidad casi acaban con el ganado vacuno
criollo en el país” (p 169). Se
puede probar –lo vamos a hacer en un próximo artículo-con suficientes datos que
esta es una afirmación falsa.
Nada justifica en el orden histórico metodológico, que
un libro que trate de la historia de Centro Habana, municipio urbano por
excelencia, se hagan digresiones al tema
de la Zafra de
los Diez Millones y menos a la ganadería y a un plan –Niña Bonita- que está
situado en Cangrejera.
El expediente del “voluntarismo” de la Revolución –léase de
Fidel y la dirección histórica de la Revolución-, sin aportar una evaluación
sustantiva, no tributa a la
Historia , sino a la deconstrucción del imaginario revolucionario.
Poco
importa a quienes difunden este mito, el análisis serio en el orden
historiográfico o politológico sobre si realmente en una u otra política
revolucionaria se manifestó un exceso de
voluntarismo.
Una revolución joven, con un protagonismo popular
masivo, con dirigentes y dirigidos en pleno proceso de aprendizaje colectivo,
no podía estar libre de voluntarismos, de posicionamientos izquierdizantes y de
su secuela de fenómenos “infantiles”, como sabiamente los previó Vladimir Ilich
Lenin, en su teoría dialéctica de la revolución proletaria. ¿Pero fue esta realmente la peculiaridad que
caracteriza la
Revolución Cubana en esos años?
Los estudios realizados, permiten documentar el avance
sostenido sobre la herencia negativa del régimen capitalista y neocolonial,
frente a la agresión, la subversión imperialista, el peligro de desaparición
nuclear y la invasión de los Estados Unidos. En medio de tantos retos también
se aprecia la solución progresiva de las principales contradicciones –los errores
y deficiencias- creadas en propio avance de la Revolución.
La lectura que se propone del fin de los años sesenta
y el de cursar de las década del setenta, ochenta y noventa, continúa el
énfasis en las negatividades, en lo insustancial o forzadamente anecdótico. El
texto ratifica superficialidad al abordar la ofensiva revolucionaria de 1968 (p
169), y el proceso la rectificación de errores y tendencias negativas (p 175).
La rusticidad del análisis llega al absurdo, cuando le
otorga condición de sujeto al sistema de cálculo económico y sostiene que por
ser un endémico capitalismo, no podía
interesarle temas perentorios para el pueblo (p 174) Más allá de las debilidades
de uno u otro sistema de dirección de la economía, en la inédita búsqueda de cómo hacer lo mejor para el bien de los
cubanos y cubanas, la literatura historiográfica y politológica disponible
tiene consenso en afirmar que un rasgo común de la Revolución ha sido
basarse siempre en una opción no capitalista o socialista[12]. Con
similar ligereza se realizan otras afirmaciones.
Los CDR
Al parecer
el hecho de que la dirección nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR),
pasara a radicar en un edificio de Centro Habana, constituye razón
“suficiente”, para que la
Síntesis “local” asuma la legitimidad de incursionar en la
historia general de la organización. Con la ya develada intencionalidad
impugnatoria, en el libro se lee: “A los
CDR…se incorporan formalmente por compulsión, personas que en realidad no
deseaban ser cederistas” (p. 168). El silencio sobre la crítica muy temprana
–marzo de 1962- que realiza el Comandante en Jefe Fidel a los problemas de
filiación y crecimiento de la organización –a esta y otras debilidades-[13], el
olvido del proceso de crecimiento interno en que la organización gana su real
implantación de masas y se consolida, y sobre todo, el abismal desbalance entre
subrayar una problemática que entonces se enfrentó, y los resultados concretos de la labor
cederista en apoyo a las tareas de la Revolución , son demostrativos de la falaz
intencionalidad con que se presenta la “historia”.
Solo hasta 1975, los CDR participaron en la aplicación
de más de 18 millones y medio de dosis de la vacuna anti-poliomielitis a
nuestros niños, realizaron un millón 181 mil donaciones de sangre, y lograron
que nuestras mujeres rompiendo los tabús de la época se hicieran más de 2
millones de pruebas citológicas para el diagnóstico precoz del cáncer.
Recuperaron casi 700 millones de envases de cristal y otras materias primas
ahorrando al país decenas de millones de dólares[14].
No basta con afirmar que se confundieron las funciones
del Partido y el Estado, mientras se debilitaban las organizaciones de masas.
Esto a nivel histórico es información conocida. Fue por demás objeto de una
difundida evaluación autocrítica que se
hizo el Partido hace 37 años, en el Primer Congreso[15]. El
historiador está en el deber de develar el proceso en el detalle y su
contradicción. Sobre todo explicitar cómo se arribó a un nuevo nivel de
solución, y si tal punto, más allá de resolver lo inmediato, fue en el orden de
la recomposición estratégica del proyecto un avance cualitativo –hoy sabemos
que no-. No intenta –no quiere ni puede-, penetrar el libro en la hondura del
proceso en el escenario local, menos en lo que a la Historia de la nación se
refiere.
La vaguedad y la simplificación no son blanduras
“metodológicas” del texto. Complementan el propósito que el libro realmente
tiene. Es definitivamente un documento que desinforma, dirigido a minimizar y/o
desfigurar la realidad histórica, para mencionar lo imprescindible y destacar
solo aquello que le interesa. En tanto huye de explicaciones precisas, pretende escamotear con una respuesta
“sencilla”, la historicidad de problemas complejos y controvertidos. Este procedimiento
permite silenciar y olvidar la lucha tenaz de la Revolución por
transformar sus circunstancias, por cambiar y revolucionar las conciencias,
para subrayar
solo la equivocación cuando exista, o inventarla si hay carencia de hechos.
El
planteamiento de que en agosto de 1989 como
resultado de las investigaciones ante los errores y tendencias negativas,
fueron procesados un grupo de funcionarios y militares, quienes cometieron
graves violaciones de la ética revolucionaria (p 179), constituye un error
de significación.
Colocar las causas judiciales del verano de 1989 contra los oficiales
complicados con el narcotráfico y otros delitos (p 179), como expresión del
proceso de rectificación resulta insostenible en el ámbito histórico. La
rectificación fue una revolución conceptual, profunda y abarcadora, dirigida a
reorientarnos hacia los más genuinos valores socialistas. Surgida desde la
propia Revolución, en la evaluación de la ineficiencia económica y social del
modelo de socialismo que habíamos asumido, la rectificación recuperó el trabajo
de masas del Partido, amplio la democratización socialista e incentivó la
búsqueda de soluciones desde nuestras tradiciones y experiencias. Nada tiene
que ver este proceso, con el camino de corruptelas, ilegalidades y delitos –que
se manifestó a partir de 1986-, por parte de dos altos oficiales y sus más
cercanos cómplices, que entonces fueron
jugados y sancionados.
Es falsa y tendenciosa la alusión e inclusión de funcionarios, apuntando a
la estructura mayoritariamente civil del Gobierno y el Partido. El “grupo” de
implicados en la causa No. 1 de 1989, fue de 14 militares.
No se
fusiló en Cuba a un general y otros tres oficiales, y se les dictaron
sentencias de entre 10 y 30 años de prisión a otro general y nueve militares
más, solo por cometer graves violaciones de la ética revolucionaria. Esta
afirmación que hace el libro también es falsa.
Se
constituyó un Tribunal de Honor Militar para dirimir los asuntos éticos, los
responsables de las violaciones a la conducta militar y revolucionaria, fueron expulsados
deshonrosamente de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, pero este juicio fue independiente
del proceso penal. Los 14 militares, todos confesos, con sus actuaciones debidamente
peritadas y documentadas, fueron procesados por delitos de
narcotráfico, malversación, robo y ocultamiento de información. La Fiscalía subrayó además el delito de alta
traición, y las graves lesiones que los acusados habían provocado al prestigio
de la Revolución
y su credibilidad internacional.
Al
intervenir en la reunión del Consejo de Estado
con motivo de la Causa No.
1, Fidel manifestó: Hay
que analizar los enormes daños ocasionados al país en todos los sentidos: daño
político. Hay que ver lo que dicen muchos cables, muchas declaraciones, como
hacen imputaciones a todo el Gobierno, sin excluir a nadie. Hay que ver cuánto
pusieron en peligro, la seriedad, el prestigio y la credibilidad de la Revolución ; eso se ha
señalado aquí[16].
La
actuación criminal de los militares condenados, en momentos en que Cuba tenía
importantes fuerzas militares en apoyo a la República de Angola, se
desmoronaba la URSS ,
y el imperialismo a escala hemisférica y mundial campeaba eufórico, representó
un grave peligro para la seguridad nacional del país. Fidel y la dirección
cubana valoraron de manera justa que tal proceder podía ofrecer el casus
belli, que la ultraderecha estadounidenses necesitaba para exigir una
invasión, como, efectivamente sucedió ese mismo año contra Panamá con el propio
pretexto del Presidente narcotraficante[17].
Agosto de 1994:
Fidel en Colon
Pálida e
incompleta es la narración de los acontecimientos del 5 de agosto de 1994, en
la zona comercial de Centro Habana (p 181). En la historia de la Revolución , no existía
experiencia anterior frente a este tipo de hechos de vandalismo
contrarrevolucionario. Al calor de la sorpresa, los delincuentes lograron dañar
los cristales y lobby del Hotel Deauville en San Lázaro y Galeano, y romper varias vidrieras de los comercios de la zona.
La historia combativa de los centrohabaneros, tuvo el primer episodio ese día
en la defensa que hicieron los trabajadores y trabajadoras del Deauville de su
instalación, a la que pronto se sumaron los pobladores, los trabajadores de la zona y los estudiantes. Rechazados los
delincuentes se dirigieron por Malecón y
otras calles aledañas hacia Prado, en
dirección a la avenida del Puerto.
La referencia que se hace a la presencia de Fidel en la zona del conflicto,
silencia que el jefe de la
Revolución no solo estuvo en el hotel apedreado. Y
casualmente este olvido priva al libro del acontecimiento más significativo, si
se habla de la actuación del Comandante ese día. Antes, Fidel se personó en
Colon y Prado y bajó por el Paseo hasta la confluencia de este con Malecón, en
momentos en que en esa zona se desarrollaba un fuerte enfrentamiento cuerpo
a cuerpo con los delincuentes, con el
refuerzo de clase obrera que aportó el Contingente insignia de constructores
Blas Roca Calderío. No se puede hacer
esta historia del 5 de agosto en Centro Habana, sin precisar que por órdenes
expresas del Comandante en Jefe, sus escoltas y acompañantes, unas veinte
personas en total, iban desarmados, a pelear la Revolución en las
calles, como lo estaban haciendo decenas de habaneros, a puño limpio. Que en la
medida que esta comitiva encabezada por Fidel –que se mantuvo en primera línea
en todo momento- avanzaba por el Paseo del Prado, la población del barrio de
Colón y de La Habana
Vieja se le fue incorporando masivamente, coreando consignas
revolucionarias y aclamando la valentía de su Presidente. Muchos de los que
llegaban intentaban adelantársele para protegerlo. Y aunque pueda parecer una
exageración para quienes me lean en otras latitudes, testimonio que la sola
presencia del Comandante, su llegada a Malecón, ya con un mar de pueblo a sus
espaldas, hizo huir despavoridos a quienes solo unos minutos antes mantenían
una fuerte actitud belicosa.
De Prado y Malecón es que Fidel se dirige al Hotel Deauville. En los
acontecimientos del 5 de agosto, la localidad de Centro Habana se privilegia
una vez más, de tener al Comandante como jefe y combatiente de fila, pero sí de
reconstruir la historia de la provincia y el municipio se trata, el historiador
no puede dejar de precisar que con rapidez, a menos de diez-quince minutos de
iniciarse el enfrentamiento, acudieron allí, a pelear la Revolución , los
dirigentes del Comité Municipal del Partido y
Gobierno de Centro Habana, y casi inmediatamente después, el entonces
primer secretario del Partido en la capital Jorge Lezcano Pérez. Más de
doscientos centrohabaneros mujeres y hombres, jóvenes y viejos, que acudieron a
las áreas aledañas del hotel Deauville, hicieron historia ese día en la primera
media hora del enfrentamiento. Luego en la medida que se supo lo que ocurría,
la epopeya se compartió y multiplicó en cientos de cubanos y cubanas que
llegaron desde todos los barrios de La Habana. Considero que los historiadores
de la capital, tenemos una deuda en el rescate de la historia anónima de tanto
combatiente, héroe y heroína popular.
¿El fin justifica los medios?
Cuando el
libro aborda la reforma económica del período especial, no solo la deforma con
una opaca referencia, sino que la hace responsable unilateralmente de los
costos ideológicos y de la corrupción.
La reforma cubana y el actual programa aprobado en el VI Congreso del
Partido son temas de debate para economistas, sociólogos y politólogos, y de
hecho para quienes pretendemos estudiar la historia inmediata de la Revolución. Mis
opiniones las he dado en varios medios alternativos y en un texto recién
publicado[18],
pero aquí no se trata de los argumentos a favor o en contra, de las filiaciones
u objeciones, que pueden y deben estar
presentes en el debate académico y en la vida política cubana.
Un libro
donde las herramientas del historiador no se utilizan con profesionalidad,
posee sin embargo, la huella tecnológica del instrumental manipulador. Así
desde la metódica de la propaganda especial,
la superficialidad del relato sobre la reforma económica se modula con la incorporación
de un sobreañadido simbólico, para sembrar dudas y escepticismos sobre el rumbo
actual y futuro del país.
Primero se acusa al primer Partido Comunista de optar por la opción menos digna, en el concierto del
recurrido tema del pacto con Batista (p 119), y se le imputa regirse por la
pragmática de que el fin justifica los
medios (p 117). Luego al tratar la Causa No. 1 de 1989, afirma que los militares
juzgados por narcotráfico, pretendieron
justificar sus debilidades con el aforismo: El fin justifica los medios (p
179). Y los problemas que confrontamos tras la aplicación de la reforma
económica, resultan de estarse “aplicando” los mismos procedimientos que antes
se pusieron en práctica en la
URSS , y en otros países que ya no son socialistas donde –vuelve a afirmar el texto -el fin pareció justificar los medios (p
181).
Tal frecuencia del llamado “aforismo” no es casual.
Estamos ante una técnica de influencia extra verbal. La reiteración de la frase-símbolo el fin justifica los medios, articula un eje de negatividad, desde lo convencional aceptado, con el
objetivo de promover la identificación, el vínculo y la analogía entre sujetos
históricos diversos y distantes. Así el
primer Partido Comunista de Cuba y los reos de narcotráfico, se mezclan
inescrupulosa y artificialmente, y ambos, se relacionan con los articuladores
de la reforma económica cubana, o sea con la dirección de nuestro Partido y
Gobierno.
¿Síntesis de qué?
En la etapa
de la insurrección y en la propia Revolución en el poder, Fidel ha reconocido
errores y los historiadores, porque es nuestro oficio y deber, puede que veamos
en nuestros análisis esos y otros desaciertos que el mismo Comandante en Jefe
no percibió, en uno u otro aspecto pueden aparecer diferencias entre cómo
aprecia o testimonia Fidel un acontecimiento, y cómo lo analiza determinado
historiador. El Comandante siempre ha sido un apasionado de la Historia y más aún de la
verdad, ahora como Soldado de las Ideas, se nos ratifica en sus últimas obras
como un minucioso historiador. Aún hay muchos aspectos de la Historia de la Revolución que están a
debate, incluso algunos que todavía no son tratados por la historiografía
cubana; pero en el caso del libro que criticamos, como he probado
suficientemente, no estamos frente a un ejercicio de crítica histórica
sobre el que se pudiera tener uno u otro
criterio.
Sabemos hacia donde se dirigen los intentos de demeritar la Historia , de venderla con
juicios lapidarios, de traicionarla como inútil, de irrespetar y enlodar a los
héroes y a los liderazgos revolucionarios. De lo que se trata es de descalificar y
confundir alrededor de la dirección de la Revolución y la figura de Fidel, de tergiversar,
reducir y desmontar la realidad de este
medio siglo de luchas y realizaciones socialistas.
[1]Ver: Felipe de
J. Pérez Cruz: Síntesis
Histórica Municipal. Centro Habana: Lo que no es, La Polilla Cubana , Abril 1st, 2012, http://lapolillacubana.blogcip.cu/2012/04/01/;
Síntesis Histórica Municipal. Centro Habana:
Sobre el primer Partido Comunista, Blogueros y
Corresponsales de la
Revolución , abril 2, 2012, http://bloguerosrevolucion.ning.com/profiles/blogs/2522192:BlogPost:268565
[2] En la época un
barrio de unas 39 manzanas de modesta urbanización, en una superficie de 26 hectáreas .
[3] Marta Rojas:
Adolfito, el barbero de Fidel, en Aldo Isidrón del Valle: Antes del Moncada,
Ob. cit, p 41-43; Eugenio Suárez Pérez y Acela A. Caner Román: Fidel: De Birán
a Cinco Palmas, Casa Editorial Verde Olivo, La Habana , 2006, 85-86.
[4] Iden. ant.
[6] Roberto Pérez
Rivero: La Guerra
de Liberación Nacional, Editora Oriente, Santiago de Cuba, 2007, 88 y ss.
[7] Ver: Roberto Pérez
Rivero: La Guerra
de Liberación Nacional, Editora Oriente, Santiago de Cuba, 2007
[8] Martha Verónica
Álvarez Mola y Sergio Revelo López: La victoria de la esperanza. 1958, Editora
Política. La Habana ,
2009, p 179.
[9]Ver: Fidel Castro
Ruz: Discurso pronunciado durante el
almuerzo ofrecido por la Asociación Americana de Editores de Periódicos,
con motivo de su visita a Estados Unidos, en el Hotel Statler, el 17 de abril
de 1959, Versión Taquigráfica de las oficinas del primer ministro
http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f170459e.html
[10] Manuel Hevia
Frasquieri y Andrés Zaldivar
Dieguez: Girón Preludio de la
invasión. El rostro oculto de la
CIA , Editora Política, La Habana , 2006, p 26-31 y 60-69. Ver también: Jorge Luis Betancourt:
Victoria sobre una traición, Casa Editora Abril, 2010.
[11] Fidel Castro
Ruz: Discurso
pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno
Revolucionario, en el Campamento “Agramonte”, en Camagüey, el 21 de octubre de
1959, Versión taquigráfica de las Oficinas del Primer Ministro, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f211059e.html
[12] Juan Valdés Paz: El
espacio y el límite. Estudios sobre el sistema político cubano, Ruth Casa
Editorial- Instituto Cuba de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana , 2009, p 197.
[13] Fidel Castro
Ruz: En Jose Antonio Gell: Cronología
para la Historia
de los Comités de Defensa de la
Revolución , tomo I-VI 1959-2010, Editora Política, Tomo II ,
2008, p 7
[14] Fidel Castro
Ruz: Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba: Informe Central, Ob. cit, p
174. Ver también: Jose Antonio Gell: Cronología para la Historia de los Comités
de Defensa de la Revolución ,
tomo I-VI 1959-2010, Editora Política, 2005-2010,
[15] Fidel Castro Ruz:
Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba: Informe Central, Editado por el
Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central del PCC, La Habana , 1975, p 108. Ver:
[16]
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la reunión del Consejo de
Estado con motivo de la
Causa No. 1. Granma, La Habana , 11 de julio de 1989, p 6.
[17] Carlos
Alzugaray Treto: La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos:
conflicto y ¿cooperación?, Revista Temas, La Habana , No. 62-63: 43-53, abril-septiembre de
2010, p 46-47.
[18] Felipe de J.
Pérez Cruz: Ratificaciones, rectificaciones y cambios: la Revolución Cubana
en el siglo XXI. En: América Latina en tiempos de Bicentenario, Editorial de
Ciencias Sociales; La Habana ,
2011, p 365-416.
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