sábado, 6 de octubre de 2012


Comentario de Libros


(Tercera Parte)

Felipe de J. Pérez Cruz

El abordaje falaz de la Historia de la Revolución en el poder y del papel histórico del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, completan la propuesta del libro Síntesis Histórica Municipal. Centro Habana, (Carlos Bartolomé Bárquez, Editora Historia, La Habana, 2010)[1]. Cada vez más lejos de una Historia local, y de la propia Historia,  si de la Revolución se trata, el eje de motivación política del libro, se dirige a intentar contar una “historia” carente de sustentación, desbalanceada e hipercriticista. 

En la medida que la lectura avanza a los años posteriores al triunfo revolucionario de 1959, tras una abundante fraseología ultra revolucionaria, la condición de folletín anticomunista se reafirma con ribetes tendenciosos cada vez más burdos.

Fidel en Cayo Hueso

Ya me he referido como la profusa historia de proxenetas y pandilleros, a la que dedica privilegiado espacio el libro de Síntesis, contrasta con los silencios y olvidos sobre la historia revolucionaria, con los errores y el pobre tratamiento a las figuras del criollo negro José Antonio Aponte Ulabarra, nuestro primer líder revolucionario popular y el Héroe Nacional José Martí Pérez, con el desconocimiento de la acción heroica de los abakuá el 27 de noviembre de 1871, y la actitud honorable de quienes frente a la barbarie colonialista asumieron el honor y la valentía del pueblo español. Con estos antecedentes, no es de asombrar que el paso del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz por Centro Habana, se construyera con similar combinación de silencios y olvidos. Así la importante actividad política de masas que desarrolla el joven Fidel en Cayo Hueso, cuando opta por ser electo delegado del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) solo se menciona de pasada (p 127 y 130).

En Cayo Hueso[2] el joven político se emplea a fondo. Junto a su compañero de ideas Gildo Miguel Fleitas López, contactan con el joven Raúl R. de Aguilar Fernández  fundador de la ortodoxia en la localidad, y conformarán un novedoso equipo de trabajo. Copian los registros de afiliados a la ortodoxia del barrio –nombres y direcciones- y les envían cartas personalizadas a todos y todas. En las cartas Fidel les exhortaba a elegirlo delegado en los comicios primarios, y esbozaba un sucinto programa sobre su proyección de salir electo. En poco tiempo visitó los numerosos solares –ciudadelas-, edificios multifamiliares y viviendas de la barriada, para conocer las necesidades del inmenso vecindario e intercambiar con sus habitantes. En su condición de abogado orientaba la solución de conflictos y se aprestaba a colaborar en su solución. 

La fórmula de proselitismo directo, sin ningún intermediario –hombre a hombre, definiría muchos años después- conmocionó a las y los humildes ciudadanos del lugar. Nada se parecía a los métodos de control electoral practicados por los sargentos políticos de los partidos tradicionales. Esa nueva modalidad introducida por Fidel le hizo captar una pujante y combativa fuerza electoral[3].

La labor desarrollada en Cayo Hueso la tuvo que realizar Fidel como adversario de Adolfo Torres Romero, barbero y delegado de la ortodoxia en el barrio. Recuerda Torres Romero como el joven abogado se hizo cliente de su barbería y visita habitual de su casa, y trató de persuadirlo para establecer una alianza de trabajo. Como en la generalidad de los partidos burgueses, Adolfito –así se le llamaba popularmente- ya tenía establecido su propio control entre los afiliados a la ortodoxia, vecinos, trabajadores de servicios  y comerciantes del lugar,  organización esta que respondía a una alianza preestablecida con los intereses de determinados caciques ortodoxos a nivel provincial.  La propuesta de Fidel rompía con el engranaje y las lealtades políticas que Adolfito tenía establecidas y este no estuvo de acuerdo con secundar al joven  Fidel.

El testimonio de Torres Romero en tanto adversario político de Fidel,  resulta muy significativo. Sentía afecto por la osadía de aquel  joven que sin ningún aval de los políticos consagrados, ni maquinaria política, se había propuesto alcanzar una nominación de delegado y ganarla. Le recomienda que fuera para otro barrio y que si podía lo ayudaba, pero Fidel persiste en su empeño, y lo hace de manera transparente, con limpieza de pensamiento y método. Cuando me vine a dar cuenta tenía perforado el barrio con las iniciativas de él, de visitar a la gente, el contacto directo con los vecinos: esa es la verdad, afirma Adolfito[4]

Errores sobre la lucha insurreccional

El libro acusa varias imprecisiones al mencionar la etapa insurreccional.  Fidel no organizó el movimiento revolucionario que asaltaría el Moncada en grupos (p 131), sino células[5]. Toda la labor conspirativa de las células del movimiento en Centro Habana se reduce a nombrar a sus miembros.

La descripción de los preparativos y desarrollo de la huelga de abril de 1958 (p 141-144), no precisa las razones del fracaso, y en tanto la existencia dentro del Movimiento 26 de Julio de discrepancias con la línea fidelista de ver como decisiva la lucha armada en las montañas. 

No hay claridad sobre la ofensiva final contra la dictadura en los meses finales de 1958. El libro comparte la responsabilidad por la victoria entre los comandantes de las columnas que desarrollaron las principales acciones: Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos en las Villas, Fidel Castro, Raúl Castro Ruz, Juan Almeida Bosque y Delio Gómez Ochoa en Oriente (p 147-148). Esos propios Comandantes, unánimemente, en sus documento de entonces, diarios de campaña y memorias posteriores, han dejado muy bien establecido que el diseño estratégico central y la conducción táctica de esta ofensiva, semana a semana, día a día,  fue del Comandante en Jefe. Este es un mérito histórico de Fidel que no se puede intentar “repartir”[6].

El haber desempeñado altas responsabilidades en la concreción operativa de la estrategia fidelista, en su enriquecimiento y triunfo a fuerza de coraje, audacia e inteligencia, les otorga a los Comandantes rebeldes un lugar  significativo en el triunfo. Es un mérito histórico que no se puede intentar oscurecer con falsos sobredimensionamientos. Estas verdades son tan objetivas,  como la que precisa que tanto el líder como sus jefes, muy poco hubieran podido hacer, sin la masa de combatientes decididos a vencer. Sobre estos hechos la historiografía militar cubana ha realizado un abarcador análisis[7]. La lucha fue no solo difícil sino también compleja, pero en virtud de la conducción de Fidel se vencieron con éxito los diversos obstáculos de todo tipo…Durante 1958 quedó fehacientemente demostrada, ante todos, la justeza de la línea estratégica trazada por Fidel…[8]

Tras el triunfo de enero de 1959

Vuelve el libro a dar una inexacta visión del Comandante en Jefe, cuando sostiene que durante 1959-1960 Fidel Castro decía que la Revolución cubana, aunque era profunda, no era como la de Rusia, sino humanista y verde, la sabiduría popular añadía que el color era semejante al melón, verde por fuera y rojo por dentro…(p 150). 

Fidel sorteó con inteligencia y tacto el clima anticomunista de la época. Es cierto que como parte de su táctica para neutralizar la enorme acumulación de prejuicios anticomunistas, hizo varias declaraciones tendientes a desmovilizar los intentos de acusarlo de comunista. Es falsa la declaración que el libro le adjudica a Fidel, sobre la URSS o Rusia.

El libro refiriéndose a los años 1959-1960 subraya que Fidel no reconocía entonces el carácter socialista de la Revolución (p 150). Confunde el texto el tema de la filiación política e ideológica de Fidel a que ha hecho mal referencia, con lo que propiamente en términos teóricos, se evalúa como el carácter  de una Revolución. Sobre este tema en la Revolución Cubana hay disímiles criterios y enfoques, no obstante, la  bibliografía existente coincide  -hasta donde conozco-, en que la cualidad y categorización socialista en términos económicos y políticos solo comienza a manifestarse a partir del segundo semestre de 1960.

Los contextos una y otra vez son desconocidos en el libro, para impedir la propia ubicación inteligente del lector. La declaración sobre “el color” –la naturaleza- verde de la Revolución, que más se subraya en la propaganda que acusa a Fidel de traicionar la Revolución, se realiza –según señalan los propios contrarrevolucionarios en multitud de panfletos-, en su intercambio con los periodistas estadounidenses en la visita a los Estados Unidos, durante el almuerzo ofrecido por la Asociación Americana de Editores de Periódicos,  en el Hotel Statler, el 17 de abril de 1959. Fidel expuso en esa reunión sus ideas en un discurso inicial. Cuando el libro hace énfasis en una frase y olvida la sistematización de ideas que lo acompaña[9], se coloca en la misma lógica de la propaganda anticubana.

La actuación de Fidel, en la dirección de impedir que lo encasillen como comunista, está en relación directa con los planes de subversión que ya la dirección de la Revolución sabía que se tramaban, hoy plenamente conocidos por la propia documentación desclasificada del Gobierno de los Estados Unidos. El traidor Pedro Luis Díaz Lanz no actuó por propia espontaneidad, tal como deja inferir el texto (p 152). Fue precisamente una  pieza clave  utilizada por la CIA, para irrumpir a nivel interno y continental, con la campaña sobre la “infiltración comunista” en el Gobierno Revolucionario. Para ello se planificó  la operación de “huida” por Frank Sturgis, uno de los agentes que la CIA había logrado colocar dentro de las filas del Ejército Rebelde. Sturgis y Díaz Lanz huyeron a Miami para ser recibidos como héroes y dar inicio al “show” anticomunista[10].

Los personajes, si se colocan en la Historia, hay que dibujarlos, al menos en relación con el relato que se hace.  El libro no solo libera  Diaz Lanz de su conspiración con la CIA, sino que obvia precisar que fue sustituido de su cargo de Jefe de la Fuerza Aérea por  abuso de poder y nepotismo. La relación Diaz Lanz- Manuel Urrutia Lleó -Huber Matos Benítez-CIA, está plenamente identificada por la historiografía. La amistad del Diaz Lanz con el Comandante Huber Matos, se sostenía en la filiación anticomunista de ambos, en sus ambiciones personales y el fuerte cortejo de los servicios enemigos que apostaban a destruir la Revolución desde dentro. El 21 de octubre de 1959, luego de abortar Camilo Cienfuegos y el pueblo camagüeyano la conspiración contrarrevolucionaria de Matos, Fidel en intervención pública denuncia la conjura anticomunista:

Siempre lo mismo de Díaz Lanz y de Urrutia ¿Acusarnos de comunistas para qué? Acusarnos de comunistas para ganarse el halago y para ganarse el apoyo de la reacción…Es decir, acusar a la Revolución de lo mismo que la acusan los latifundistas, de lo mismo que la acusan los criminales de guerra, de los mismo que la acusan los garroteros…los especuladores…Trujillo…los grandes monopolios internacionales. Quien se dedique a la innoble y ruin tarea de acusar de comunistas a los compañeros revolucionarios, lo que está haciendo  es hacerles el juego…[11]

No se debe dejar de apuntar que el libro confunde a la derecha con la categoría pueblo. La mención a los “melones” no fue expresión de sabiduría popular, apareció en la derecha enquistada en el propio Movimiento 26 de julio, como fórmula para sembrar la desconfianza hacia los compañeros de reconocida militancia marxista.

Subrayar la equivocación cuando exista, inventarla cuando no

Todo lo niega el libro. Primero, se nos presenta afiliado a la gastada tesis de los años sesenta como panacea de lo “más revolucionario” de la Revolución: …los primeros años de la Revolución (1959-1965) fueron los de mayor cantidad de medidas y beneficios democráticos populares… (p 158), para luego, once hojas después, darnos a leer una categórica conclusión: No pocas de las conquistas de la primera mitad de los sesenta se caracterizaron por los extremismos” (p 169).

Generalizar festinadamente, que no pocas de las conquistas de la primera mitad de los sesenta se caracterizaron por los extremismos, no es un posicionamiento gratuito. Resulta un ataque político a la obra de la Revolución, a la recuperación de nuestra soberanía y dignidad nacional, a la Reforma Agraria, a las nacionalizaciones, al fin del desempleo, a las conquistas en la educación y la cultura, a la alfabetización.

Es notable el predominio del enfoque desbalanceado e hipercriticista sobre  planes de la Revolución, que impulsó directamente el Comandante en Jefe: “El tiempo que transcurrió entre el otoño de 1965 hasta 1970, se plagó de planes voluntaristas, como querer a capa y espada, hacer una zafra de diez millones de toneladas de azúcar; el Cordón de La Habana, donde por todas las inmediaciones de la capital se sembró café… (p 169)

El autor realiza una crítica infundada y desinforma sobre la verdad histórica cuando afirma: “los experimentos genéticos como el de la granja Niña bonita, que pretendieron aumentar la producción lechera, y en realidad casi acaban con el ganado vacuno criollo en el país” (p 169).  Se puede probar –lo vamos a hacer en un próximo artículo-con suficientes datos que esta es una afirmación falsa.

Nada justifica en el orden histórico metodológico, que un libro que trate de la historia de Centro Habana, municipio urbano por excelencia,  se hagan digresiones al tema de la Zafra de los Diez Millones y menos a la ganadería y a un plan –Niña Bonita- que está situado en Cangrejera.

El expediente del “voluntarismo” de la Revolución –léase de Fidel y la dirección histórica de la Revolución-, sin aportar una evaluación sustantiva, no tributa a la Historia, sino a la deconstrucción del imaginario revolucionario. Poco importa a quienes difunden este mito, el análisis serio en el orden historiográfico o politológico sobre si realmente en una u otra política revolucionaria se manifestó  un exceso de voluntarismo.

Una revolución joven, con un protagonismo popular masivo, con dirigentes y dirigidos en pleno proceso de aprendizaje colectivo, no podía estar libre de voluntarismos, de posicionamientos izquierdizantes y de su secuela de fenómenos “infantiles”, como sabiamente los previó Vladimir Ilich Lenin, en su teoría dialéctica de la revolución proletaria.  ¿Pero fue esta realmente la peculiaridad que caracteriza la Revolución Cubana en esos años?

Los estudios realizados, permiten documentar el avance sostenido sobre la herencia negativa del régimen capitalista y neocolonial, frente a la agresión, la subversión imperialista, el peligro de desaparición nuclear y la invasión de los Estados Unidos. En medio de tantos retos también se aprecia la solución progresiva de las principales contradicciones –los errores y deficiencias- creadas en propio avance de la Revolución.

La lectura que se propone del fin de los años sesenta y el de cursar de las década del setenta, ochenta y noventa, continúa el énfasis en las negatividades, en lo insustancial o forzadamente anecdótico. El texto ratifica superficialidad al abordar la ofensiva revolucionaria de 1968 (p 169), y el proceso la rectificación de errores y tendencias negativas (p 175).

La rusticidad del análisis llega al absurdo, cuando le otorga condición de sujeto al sistema de cálculo económico y sostiene que por ser un endémico capitalismo, no podía interesarle temas perentorios para el pueblo (p 174)  Más allá de las debilidades de uno u otro sistema de dirección de la economía, en la inédita búsqueda  de cómo hacer lo mejor para el bien de los cubanos y cubanas, la literatura historiográfica y politológica disponible tiene consenso en afirmar que un rasgo común de la Revolución ha sido basarse siempre en una opción no capitalista o socialista[12]. Con similar ligereza se realizan otras afirmaciones.

Los CDR

Al parecer el hecho de que la dirección nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), pasara a radicar en un edificio de Centro Habana, constituye razón “suficiente”, para que la Síntesis “local” asuma la legitimidad de incursionar en la historia general de la organización. Con la ya develada intencionalidad impugnatoria, en el libro se lee: “A los CDR…se incorporan formalmente por compulsión, personas que en realidad no deseaban ser cederistas” (p. 168).  El silencio sobre la crítica muy temprana –marzo de 1962- que realiza el Comandante en Jefe Fidel a los problemas de filiación y crecimiento de la organización –a esta y otras debilidades-[13], el olvido del proceso de crecimiento interno en que la organización gana su real implantación de masas y se consolida, y sobre todo, el abismal desbalance entre subrayar una problemática que entonces se enfrentó, y  los resultados concretos de la labor cederista en apoyo a las tareas de la Revolución, son demostrativos de la falaz intencionalidad con que se presenta la “historia”.

Solo hasta 1975, los CDR participaron en la aplicación de más de 18 millones y medio de dosis de la vacuna anti-poliomielitis a nuestros niños, realizaron un millón 181 mil donaciones de sangre, y lograron que nuestras mujeres rompiendo los tabús de la época se hicieran más de 2 millones de pruebas citológicas para el diagnóstico precoz del cáncer. Recuperaron casi 700 millones de envases de cristal y otras materias primas ahorrando al país decenas de millones de dólares[14].

No basta con afirmar que se confundieron las funciones del Partido y el Estado, mientras se debilitaban las organizaciones de masas. Esto a nivel histórico es información conocida. Fue por demás objeto de una difundida  evaluación autocrítica que se hizo el Partido hace 37 años, en el Primer Congreso[15]. El historiador está en el deber de develar el proceso en el detalle y su contradicción. Sobre todo explicitar cómo se arribó a un nuevo nivel de solución, y si tal punto, más allá de resolver lo inmediato, fue en el orden de la recomposición estratégica del proyecto un avance cualitativo –hoy sabemos que no-. No intenta –no quiere ni puede-, penetrar el libro en la hondura del proceso en el escenario local, menos en lo que a la Historia de la nación se refiere.

La vaguedad y la simplificación no son blanduras “metodológicas” del texto. Complementan el propósito que el libro realmente tiene. Es definitivamente un documento que desinforma, dirigido a minimizar y/o desfigurar la realidad histórica, para mencionar lo imprescindible y destacar solo aquello que le interesa. En tanto huye de explicaciones precisas,  pretende escamotear con una respuesta “sencilla”, la historicidad de problemas complejos y controvertidos. Este procedimiento permite silenciar y olvidar la lucha tenaz de la Revolución por transformar sus circunstancias, por cambiar y revolucionar las conciencias, para subrayar solo la equivocación cuando exista, o inventarla si hay carencia de hechos.

La Causa No. 1 de 1989

El planteamiento de que en agosto de 1989 como resultado de las investigaciones ante los errores y tendencias negativas, fueron procesados un grupo de funcionarios y militares, quienes cometieron graves violaciones de la ética revolucionaria (p 179), constituye un error de significación.

Colocar las causas judiciales del verano de 1989 contra los oficiales complicados con el narcotráfico y otros delitos (p 179), como expresión del proceso de rectificación resulta insostenible en el ámbito histórico. La rectificación fue una revolución conceptual, profunda y abarcadora, dirigida a reorientarnos hacia los más genuinos valores socialistas. Surgida desde la propia Revolución, en la evaluación de la ineficiencia económica y social del modelo de socialismo que habíamos asumido, la rectificación recuperó el trabajo de masas del Partido, amplio la democratización socialista e incentivó la búsqueda de soluciones desde nuestras tradiciones y experiencias. Nada tiene que ver este proceso, con el camino de corruptelas, ilegalidades y delitos –que se manifestó a partir de 1986-, por parte de dos altos oficiales y sus más cercanos cómplices, que entonces fueron  jugados y sancionados.

Es falsa y tendenciosa la alusión e inclusión de funcionarios, apuntando a la estructura mayoritariamente civil del Gobierno y el Partido. El “grupo” de implicados en la causa No. 1 de 1989, fue de 14 militares.

No se fusiló en Cuba a un general y otros tres oficiales, y se les dictaron sentencias de entre 10 y 30 años de prisión a otro general y nueve militares más, solo por cometer graves violaciones de la ética revolucionaria. Esta afirmación que hace el libro también es falsa.

Se constituyó un Tribunal de Honor Militar para dirimir los asuntos éticos, los responsables de las violaciones a la conducta militar y revolucionaria, fueron expulsados deshonrosamente de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, pero este juicio fue independiente del proceso penal. Los 14 militares, todos confesos, con sus actuaciones debidamente peritadas y documentadas, fueron procesados por delitos de narcotráfico, malversación, robo y ocultamiento de información. La Fiscalía subrayó además el delito de alta traición, y las graves lesiones que los acusados habían provocado al prestigio de la Revolución y su credibilidad internacional.

Al intervenir en la reunión del Consejo de Estado con motivo de la Causa No. 1, Fidel manifestó: Hay que analizar los enormes daños ocasionados al país en todos los sentidos: daño político. Hay que ver lo que dicen muchos cables, muchas declaraciones, como hacen imputaciones a todo el Gobierno, sin excluir a nadie. Hay que ver cuánto pusieron en peligro, la seriedad, el prestigio y la credibilidad de la Revolución; eso se ha señalado aquí[16].

La actuación criminal de los militares condenados, en momentos en que Cuba tenía importantes fuerzas militares en apoyo a la República de Angola, se desmoronaba la URSS, y el imperialismo a escala hemisférica y mundial campeaba eufórico, representó un grave peligro para la seguridad nacional del país. Fidel y la dirección cubana valoraron de manera justa que tal proceder podía ofrecer el casus belli, que la ultraderecha estadounidenses necesitaba para exigir una invasión, como, efectivamente sucedió ese mismo año contra Panamá con el propio pretexto del Presidente narcotraficante[17].

Agosto de 1994: Fidel en Colon

Pálida e incompleta es la narración de los acontecimientos del 5 de agosto de 1994, en la zona comercial de Centro Habana (p 181). En la historia de la Revolución, no existía experiencia anterior frente a este tipo de hechos de vandalismo contrarrevolucionario. Al calor de la sorpresa, los delincuentes lograron dañar los cristales y lobby del Hotel Deauville en San Lázaro y Galeano, y romper  varias vidrieras de los comercios de la zona. La historia combativa de los centrohabaneros, tuvo el primer episodio ese día en la defensa que hicieron los trabajadores y trabajadoras del Deauville de su instalación, a la que pronto se sumaron los pobladores, los trabajadores  de la zona y los estudiantes. Rechazados los delincuentes  se dirigieron por Malecón y otras calles  aledañas hacia Prado, en dirección a la avenida del Puerto.

La referencia que se hace a la presencia de Fidel en la zona del conflicto, silencia que el jefe de la Revolución no solo estuvo en el hotel apedreado. Y casualmente este olvido priva al libro del acontecimiento más significativo, si se habla de la actuación del Comandante ese día. Antes, Fidel se personó en Colon y Prado y bajó por el Paseo hasta la confluencia de este con Malecón, en momentos en que en esa zona se desarrollaba un fuerte enfrentamiento cuerpo a  cuerpo con los delincuentes, con el refuerzo de clase obrera que aportó el Contingente insignia de constructores Blas Roca Calderío.  No se puede hacer esta historia del 5 de agosto en Centro Habana, sin precisar que por órdenes expresas del Comandante en Jefe, sus escoltas y acompañantes, unas veinte personas en total, iban desarmados, a pelear la Revolución en las calles, como lo estaban haciendo decenas de habaneros, a puño limpio. Que en la medida que esta comitiva encabezada por Fidel –que se mantuvo en primera línea en todo momento- avanzaba por el Paseo del Prado, la población del barrio de Colón y de La Habana Vieja se le fue incorporando masivamente, coreando consignas revolucionarias y aclamando la valentía de su Presidente. Muchos de los que llegaban intentaban adelantársele para protegerlo. Y aunque pueda parecer una exageración para quienes me lean en otras latitudes, testimonio que la sola presencia del Comandante, su llegada a Malecón, ya con un mar de pueblo a sus espaldas, hizo huir despavoridos a quienes solo unos minutos antes mantenían una fuerte actitud belicosa.

De Prado y Malecón es que Fidel se dirige al Hotel Deauville. En los acontecimientos del 5 de agosto, la localidad de Centro Habana se privilegia una vez más, de tener al Comandante como jefe y combatiente de fila, pero sí de reconstruir la historia de la provincia y el municipio se trata, el historiador no puede dejar de precisar que con rapidez, a menos de diez-quince minutos de iniciarse el enfrentamiento, acudieron allí, a pelear la Revolución, los dirigentes del Comité Municipal del Partido y  Gobierno de Centro Habana, y casi inmediatamente después, el entonces primer secretario del Partido en la capital Jorge Lezcano Pérez. Más de doscientos centrohabaneros mujeres y hombres, jóvenes y viejos, que acudieron a las áreas aledañas del hotel Deauville, hicieron historia ese día en la primera media hora del enfrentamiento. Luego en la medida que se supo lo que ocurría, la epopeya se compartió y multiplicó en cientos de cubanos y cubanas que llegaron desde todos los barrios de La Habana. Considero que los historiadores de la capital, tenemos una deuda en el rescate de la historia anónima de tanto combatiente, héroe y heroína popular.

¿El fin justifica los medios?

Cuando el libro aborda la reforma económica del período especial, no solo la deforma con una opaca referencia, sino que la hace responsable unilateralmente de los costos ideológicos y de la corrupción.  La reforma cubana y el actual programa aprobado en el VI Congreso del Partido son temas de debate para economistas, sociólogos y politólogos, y de hecho para quienes pretendemos estudiar la historia inmediata de la Revolución. Mis opiniones las he dado en varios medios alternativos y en un texto recién publicado[18], pero aquí no se trata de los argumentos a favor o en contra, de las filiaciones u objeciones, que pueden y deben estar  presentes en el debate académico y en la vida política cubana.

Un libro donde las herramientas del historiador no se utilizan con profesionalidad, posee sin embargo, la huella tecnológica del instrumental manipulador. Así desde la metódica de la propaganda especial,  la superficialidad del relato sobre la reforma económica se modula con la incorporación de un sobreañadido simbólico, para sembrar dudas y escepticismos sobre el rumbo actual y futuro del país.

Primero se acusa al primer Partido Comunista de optar por la opción menos digna, en el concierto del recurrido tema del pacto con Batista (p 119), y se le imputa regirse por la pragmática de que el fin justifica los medios (p 117). Luego al tratar la Causa No. 1 de 1989, afirma que los militares juzgados por narcotráfico, pretendieron justificar sus debilidades con el aforismo: El fin justifica los medios (p 179). Y los problemas que confrontamos tras la aplicación de la reforma económica, resultan de estarse “aplicando” los mismos procedimientos que antes se pusieron en práctica en la URSS, y en otros países que ya no son socialistas donde –vuelve a afirmar el texto -el fin pareció justificar los medios (p 181).

Tal frecuencia del llamado “aforismo” no es casual. Estamos ante una técnica de influencia extra verbal. La reiteración de la frase-símbolo el fin justifica los medios, articula un eje de negatividad, desde lo convencional aceptado, con el objetivo de promover la identificación, el vínculo y la analogía entre sujetos históricos diversos y distantes.  Así el primer Partido Comunista de Cuba y los reos de narcotráfico, se mezclan inescrupulosa y artificialmente, y ambos, se relacionan con los articuladores de la reforma económica cubana, o sea con la dirección de nuestro Partido y Gobierno.

¿Síntesis de qué?

En la etapa de la insurrección y en la propia Revolución en el poder, Fidel ha reconocido errores y los historiadores, porque es nuestro oficio y deber, puede que veamos en nuestros análisis esos y otros desaciertos que el mismo Comandante en Jefe no percibió, en uno u otro aspecto pueden aparecer diferencias entre cómo aprecia o testimonia Fidel un acontecimiento, y cómo lo analiza determinado historiador. El Comandante siempre ha sido un apasionado de la Historia y más aún de la verdad, ahora como Soldado de las Ideas, se nos ratifica en sus últimas obras como un minucioso historiador. Aún hay muchos aspectos de la Historia de la Revolución que están a debate, incluso algunos que todavía no son tratados por la historiografía cubana; pero en el caso del libro que criticamos, como he probado suficientemente, no estamos frente a un ejercicio de crítica histórica sobre  el que se pudiera tener uno u otro criterio.

Sabemos hacia donde se dirigen los intentos de demeritar la Historia, de venderla con juicios lapidarios, de traicionarla como inútil, de irrespetar y enlodar a los héroes y a los liderazgos revolucionarios. De lo que se trata es de descalificar y confundir alrededor de la dirección de la Revolución y la figura de Fidel, de tergiversar, reducir  y desmontar la realidad de este medio siglo de luchas y realizaciones socialistas.




[1]Ver: Felipe de J. Pérez Cruz:  Síntesis Histórica Municipal. Centro Habana: Lo que no es, La Polilla Cubana, Abril 1st, 2012, http://lapolillacubana.blogcip.cu/2012/04/01/; Síntesis Histórica Municipal. Centro Habana: Sobre el primer Partido Comunista, Blogueros  y  Corresponsales de la Revolución, abril 2, 2012, http://bloguerosrevolucion.ning.com/profiles/blogs/2522192:BlogPost:268565
[2] En la época un barrio de unas 39 manzanas de modesta urbanización, en una superficie de 26 hectáreas.
[3] Marta Rojas: Adolfito, el barbero de Fidel, en Aldo Isidrón del Valle: Antes del Moncada, Ob. cit, p 41-43; Eugenio Suárez Pérez y Acela A. Caner Román: Fidel: De Birán a Cinco Palmas, Casa Editorial Verde Olivo, La Habana, 2006, 85-86.
[4] Iden. ant.
[5] Ver: Colectivo de Autores: El color de la victoria, Editora Abril, 1990.
[6] Roberto Pérez Rivero: La Guerra de Liberación Nacional, Editora Oriente, Santiago de Cuba, 2007, 88 y ss.
[7] Ver: Roberto Pérez Rivero: La Guerra de Liberación Nacional, Editora Oriente, Santiago de Cuba, 2007
[8] Martha Verónica Álvarez Mola y Sergio Revelo López: La victoria de la esperanza. 1958, Editora Política. La Habana, 2009,  p 179.
[9]Ver: Fidel Castro Ruz:  Discurso pronunciado durante el almuerzo ofrecido por la Asociación Americana de Editores de Periódicos, con motivo de su visita a Estados Unidos, en el Hotel Statler, el 17 de abril de 1959, Versión Taquigráfica de las oficinas del primer ministro
http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f170459e.html
[10] Manuel Hevia Frasquieri y Andrés Zaldivar  Dieguez: Girón Preludio de la  invasión. El rostro oculto de la CIA, Editora Política, La Habana, 2006, p 26-31 y  60-69. Ver también: Jorge Luis Betancourt: Victoria sobre una traición, Casa Editora Abril, 2010.
[11] Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en el Campamento “Agramonte”, en Camagüey, el 21 de octubre de 1959, Versión taquigráfica de las Oficinas del Primer Ministro, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f211059e.html
[12] Juan Valdés Paz: El espacio y el límite. Estudios sobre el sistema político cubano, Ruth Casa Editorial- Instituto Cuba de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2009, p 197.
[13] Fidel Castro Ruz:  En Jose Antonio Gell: Cronología para la Historia de los Comités de Defensa de la Revolución, tomo I-VI 1959-2010, Editora Política, Tomo II , 2008, p 7
[14] Fidel Castro Ruz: Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba: Informe Central, Ob. cit, p 174. Ver también: Jose Antonio Gell: Cronología para la Historia de los Comités de Defensa de la Revolución, tomo I-VI 1959-2010, Editora Política, 2005-2010,
[15] Fidel Castro Ruz: Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba: Informe Central, Editado por el Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central del PCC, La Habana, 1975, p 108. Ver:
[16] Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la reunión del Consejo de Estado con motivo de la Causa No. 1. Granma, La Habana, 11 de julio de 1989, p 6.
[17] Carlos Alzugaray Treto: La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación?, Revista Temas, La Habana, No. 62-63: 43-53, abril-septiembre de 2010, p 46-47.
[18] Felipe de J. Pérez Cruz: Ratificaciones, rectificaciones y cambios: la Revolución Cubana en el siglo XXI. En: América Latina en tiempos de Bicentenario, Editorial de Ciencias Sociales; La Habana, 2011, p 365-416.

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