Las Dimensiones de la Realidad:
El Surrealismo en el Mundo
(Cuarta Parte)
Jorge Oshiro
El suprarrealismo de Frank
¿Por qué considera Mariátegui al autor de
«Our America» un suprarrealista? Porque según el autor peruano Frank da en este
libro una versión aventurera, temeraria,
"...que
no retrocede antes ninguna hipótesis ni ante ninguna conjetura; versión de un
espíritu nómade...mesiánico y ecuménico, que rebasa a cada instante la
realidad para descubrir sus contornos extremos y sus dimensiones
inmateriales"
Aquí está la
clave para el entendimiento del concepto mariateguiano del suprarrealismo. «Our
América» es en su núcleo íntimo un libro suprarrealista, como lo son también la
«España Virgen» y «Rahab», otros libros importantes del norteamericano, porque
es en primera línea un libro de creación artística. Frank es un artista , es un
poeta. Y su dominio no es la contabilización de la realidad sino su creación.
Frank insistía en que:
"Nosotros
creemos ser los verdaderos realistas, nosotros que insistimos en que el ideal
es la esencia de toda realidad".
Frank es un
verdadero suprarrealista porque no describe la realidad «tal como es», sino que
la interpreta a partir de sus ideales, y no solamente a partir de sus
fantasías. La realidad que trata Frank en su libro «no existe», si se entiende
por existencia el simple «estar-allí». En este sentido escribe el ensayista
norteamericano:
«Para
nosotros de la nueva generación, América es una promesa y un sueño»
"Pero
este idealismo" se apresura a aclarar Mariátegui, "no empaña su
mirada con ninguna bruma metafísica ni retórica cuando escruta el panorama de
la historia de los Estados Unidos" Es en esta perspectiva abierta por
Frank, de una realidad «como promesa y sueño» que hay que entender la reiterada
fórmula mariateguiana: "El Perú es todavía una nacionalidad en
formación"[1]
y que es uno de los pilares conceptuales de «Los Siete Ensayos de la Realidad
Nacional».
El corto
análisis que hace Mariátegui sobre «Nuestra América» y «España Virgen» será
tratado en el próximo capítulo dentro del contexto de «Los Siete Ensayos».
El
«Descubrimiento del Nuevo Mundo»
En un
artículo de diciembre de 1929 escribe Mariátegui:
"Contra
mi hábito quiero comenzar este artículo con una nota de intención
autobiográfica".
Y continúa
diciendo que la admiración por el autor norteamericano se ha agrandado y que ha
leído con interés excepcional cuanto de él ha llegado a sus manos.
"Lo que
más me ha aproximado a Waldo Frank es cierta semejanza de trayectoria y de
experiencia. La razón íntima, personal, de mi simpatía por Waldo Frank reside
en que, en parte hemos hecho el mismo camino".
Aclara el
crítico peruano que no hablará de las discrepancias entre ellos, que como se
verá en su lugar oportuno, son muchos y mayores, sino solamente de sus
afinidades. Mariátegui:
"Diré
de qué modo Waldo Frank es para mi un hermano mayor".
Ya hemos
comentado anteriormente otra confesión autobiográfica de Mariátegui al
referirse al poeta peruano Alcides Spelucín, a quien consideraba «el buen
hermano»[2].
En el mismo sentido escribe Mariátegui:
"Como
él, yo me sentí americano sino en Europa. Por los caminos de Europa, encontré
el país de América que yo había dejado y en el que había vivido casi extraño y
ausente" [3].
Aquí
«americano» no significa «iberoamericano», «latinoamericano», sino más bien
«Nuevo Mundo», que encierra tanto los países del norte centro y sur de América.
En este sentido decía Waldo Frank:
"La
tarea de crear los valores del nuevo mundo necesita de cada una de las naciones
en ambas Américas. Cada potencialidad de nuestros varios pasados étnicos debe
tener su lugar en este nuevo mundo. No debe haber una cristalización en una
forma que excluya memoria alguna, racial, blanca, roja o negra; que excluya
ninguna tradición nacional de las miriadas que han creado el vasto y fértil
caos américano".[4]
Mariátegui se
expresa con una fórmula parecida:
"Europa
me reveló hasta qué punto pertenecía yo a un mundo primitivo y caótico".
Las palabras
«primitivo y caótico» tienen el significado de la palabra de Frank: «fértil
caos americano».[5]
Por esto añadirá nuestro autor en la siguiente frase:
"Y al mismo tiempo me impuso, me esclareció el
deber de una tarea americana".
En el texto
anterior hablando de Alcides Spelucín escribía Mariátegui: "Partimos al
extranjero en busca no del secreto de los otros sino en busca del secreto de
nosotros mismo" (1928:274). Estos dos pasajes se complementan y se
profundizan. Europa es el espejo descubridor tanto de la dimensión interior
como de la realidad con la cual esa «interioridad» forma una indisoluble unidad
dialéctica. El «fértil caos americano», por lo tanto no era solamente una
realidad exterior, correspondía también al resultado de un examen
introspectivo.
La experiencia europea de Mariátegui le había
posibilitado descubrir una realidad que pensaba ya conocida, pero que en el
fondo se le escapaba. Pero dice el autor peruano, que aún no se había detenido
a analizar este complejo proceso de reintegración.
"Fue al
leer en agosto de 1926, en «Europe», las bellas páginas en que Waldo Frank
explicaba la función de su experiencia Europa en su descubrimiento del Nuevo
Mundo, que medité en mi propio caso".
El crítico
peruano hace un corto semblante del pensador norteamericano, habla de la niñez
y juventud holgada de Frank, de su familia de origen judío y de posición
acomodada, de la cultura musical que gozó el joven Frank en su juventud, de su
viaje a Europa, de sus estudios en la universidad de Yale, de su carrera de
periodista y escritor. Pero los Estados Unidos no satisfacían las íntimas
búsqueda de este pensador. Lo creyó encontrar en París. Pero después de un
cierto tiempo en pleno gozo de la existencia en la capital francesa, Frank
decide regresar a su patria.[6]
La conciencia
de la propia necesidad
París
satisfacía las necesidades culturales y artísticas de Frank, vivía cómodamente
y era reconocido por su calidad literaria. Pero,
"A su
fuerza creadora", dice Mariátegui, "a su equilibrio sentimental, no
bastaba el goce fácil de Europa"
"Yo era
feliz -escribía Frank-; yo no era necesario.(subr.en el original) Me
nutría de lo que otros, en el curso de los siglos, habían creado. Vivía en
parásito; éste es al menos el efecto que yo me hacía".
Mariátegui
comenta el pasaje:
"En esta
frase profunda, exacta, terriblemente cierta: «yo no era necesario»(subr.
en el orig.) Frank expresa el sentimiento íntimo del emigrado al que Europa no
puede retener"(op.cit.).
Para
Mariátegui la vida del fácil placer, de la satisfacción de los más exquisitos
deseos no era la cúspide del existir humano. La existencia era en su núcleo más
íntimo, tensión, lucha, «agonía» y «violencia». Era la vida confrontada con su
limitación absoluta, la muerte, era lucha contra ella.
Y el
sentimiento de la superación de la muerte lo encuentra Mariátegui, como Waldo
Frank, en el sentimiento de la necesidad de la propia existencia. Waldo Frank
escribió en 1958 en su libro de apunte:
"Siempre
me he sentido como un extraño, ávido, luchando por entrar. En mi propio hogar
... en Francia (más tarde en España, en Los Estado Unidos literarios (7 Arts,
Our America y los años 20), en la Revolución ... Nunca lo logré,..."[7]
Este
sentimiento «de-estar-fuera», es decir de un estar «desraizado», es el intenso
deseo de pertenencia a una comunidad y alcanzar el sentimiento de necesidad
dentro de esta comunidad.
Pero Frank no buscaba ni anhelaba una comunidad
cualquiera. Esta búsqueda estaba enlazada con otra búsqueda: la del Absoluto.
En este sentido el desarrollo de estas dos biografías se desenvuelven
paralelamente:
"Mi alma
había desde muy temprano en busca de Dios", decía el peruano en una
entrevista ya reiterada anteriormente”.
Frank, por su
lado, escribirá en uno de sus primeros libros de apuntes que "Todos los
libros que escriba serán pruebas de Dios".
En ambos hay
una temprana conciencia de la necesidad de la búsqueda de sí mismo a la par de
la búsqueda del Absoluto pero que este «sí-mismo» no podía ser alcanzado en la
abstracción del individualismo, sino en la integración de una unidad mayor: las
multitudes en Mariátegui, el «Cosmos» en Waldo Frank. Este absoluto imperativo
de integración en un «individuo-colectivo» lo va expresar Mariátegui en el
siguiente pasaje:
"El
hombre ha menester, para el empleo gozoso de sus energías, para alcanzar su
plenitud, de sentirse necesario”.
Y este
sentimiento de necesidad es un sentimiento dentro del colectivo de personas y
expresa una elevada conciencia del sentimiento de comunidad adleriana.
El individuo aislado es un ser abstracto, por lo
tanto incapaz de alcanzar esta plenitud solamente realizable dentro del
contexto de la colectividad. ¿Hubiera podido Frank o Mariátegui encontrar
plenitud en Europa? Ambos responderán que no, porque Europa está en un proceso
de decadencia y que frente a esta decadencia el «Nuevo Mundo» representaba para
estos dos pensadores el principio de la Esperanza. Mariátegui escribe:
"El
americano, al que no sean suficientes espiritualmente el refinamiento y la
cultura de Europa, se reconocerá, en París, Berlín, Roma extraño, diverso,
inacabado".
Aquí ocurre
un proceso dialéctivo significativo: cuanto más se adentre en el seno de la
cultura europea, en el deleite de sus refinamientos,
"...más
imperiosamente sentirá su deber, su destino, su vocación de cumplir en el caos,
en la germinación del Nuevo Mundo, la faena que los europeos de la Antigüedad,
del Medioevo, del Renacimiento, de la Modernidad nos invita y nos enseña a
realizar".
La dialéctica
del Viejo y el Nuevo Mundo
Lo que
produce la lectura del artículo de Waldo Frank es la toma de conciencia de una
dialéctica tan simple y a la vez complicada del «Viejo y el Nuevo Mundo». En
los trabajos anteriores a esta fecha hay en los escritos de Mariátegui un
análisis amplio, profundo y multifacético de Europa Occidental, de un mundo en
franca decadencia. Lo que le trae la lectura y meditación de los escritos de
Frank es la polarización consciente y dialéctica entre lo «Viejo» y lo «Nuevo».
Digo a la vez simple y complicado, pues el
descubrimiento del Nuevo Mundo no podía ser logrado sin un estudio a
profundidad del Viejo Mundo, cosa que ambos hacen con seriedad y consecuencia.
Una clave del futuro americano estaba en el pasado europeo y no solamente en el
estudio de su presente. La prueba la traía Frank en sus tres libros que
Mariátegui conocía: «Nuestra América», «España virgen» y «El redescubrimiento
de América», que la revista de Mariátegui había traducido y publicado.[8]
La simple oposición mecánica entre el Viejo y el
Nuevo Mundo no era naturalmente nada original. Lo original y novedoso era el
contenido revolucionario y profético de esta oposición. En este sentido va
escribir el pensador y ensayista mexicano A. Reyes:
"Los
escritores de esta generación americana - Waldo y yo somos contemporáneos
estrictos - nunca nos hemos resignado, ni en uno ni en otro lado de la frontera
lingüística, a considerar el mundo americano como un acaso de la historia y de
la geografía, sino que le hemos encontrado un sentido en cierto modo
profético".[9]
A. Reyes y W.
Frank concebían la creación de América no como un mero producto histórico del
azar. El «Nuevo Mundo» era más bien
"...aspiración
prefigurada ya en la fantasía de los humanistas, los poetas y los navegantes
desde antes del Descubrimiento, y proyectada hacia el futuro como una promesa
de síntesis mejor, como sueño de una tierra más propicia para la familia de
Adán".
El paralelo
entre estos dos pensadores no se da solamente a causa de una experiencia
parecida, el descubrimiento de la propia realidad a través de Europa. Lo que
hace verdaderamente interesante este acercamiento entre Frank y Mariátegui es
el fondo filosófico de sus pensamientos respectivos.
Habíamos analizado la importancia de dos concepto
para la comprensión del pensamiento filosófico de Mariátegui: el «mito» y la
«agonía». Hemos dilucidado dentro de este contexto el terreno teórico en el
cual se mueve el pensador peruano: el conatus
spinoziano.
Es este concepto la base teórica de la teoría del
mito y de la agonía. Es el determinismo de lo viviente; es la perspectiva de la
concepción de una Naturaleza viviente, única, inmanente; es la diferencia entre
la realidad «real» y modal; es la moral de la perseverancia que va a dar a la
intuición mariateguiana una estructura teórica coherente. Es en el terreno
spinoziano que el peruano puede hacer la síntesis creadora entre la pasión y el
pensamiento, entre la ciencia y la religión. A través de estos fundamentos la
revolución, desde la perspectiva de Mariátegui, es a la vez científica y
religiosa. [10]
Notas finales
El
Surrealismo tuvo una influencia trascendental en la búsqueda de la identidad
cultural latinoamericana, tal como se ha visto en el desarrollo del pensamiento
mariateguiano, y luego en la novela de Carpentier como en la filosofía del
poeta mexicano Octavio Paz.
Como rebelión (Octavio Paz) o como insurreción
(Mariátegui) el movimiento inspirado por Breton fue una brecha profunda al
cartesianismo racionalista, positivista y mecanicista dominante en el
pensamiento europeo.
A través del surrealismo la «nueva generación»
post-bélica europea, presintiendo el «alma matinal» que aparecía en el
horizonte hace una radical autocrítica de la propia cultura decadente y este
movimiento será una fuente de inspiración importante a los pensadores de la
nueva generación latinoamericana que empieza a desarrollarse en los años
veinte.
Será en Europa (surrealista) que pensadores como
Waldo Frank, Mariátegui y poco después Carpentier van a descubrir «el vasto y
fértil caos americano» (W.Frank) y es dentro de esta corriente renovadora que
ellos van a sentir el imperativo del retorno a la patria para cumplir «la tarea
americana» (Mariátegui).
El descubrimiento del Subconsciente, de la
Sexualidad, del Deseo, del Sentimiento en una palabra, el descubrimiento de la
«subjetividad del cuerpo» implicaba el descubrimiento de «los campos
magnéticos», es decir de una visión de la Naturaleza como Potencia, como
Sujeto, o mejor, como Individuo (Spinoza).
Esto era redescubrir la Naturaleza tal como lo había
comprendido el pensamiento mítico y por lo tanto significaba redescubrir el
mismo pensamiento mítico y de reivindicarlo.
El Surrealismo desvelaba la propia infancia y
buscaba afanosamente la «reconquista de la inocencia del amor». Este retorno a
los orígenes venía polarizado al mismo tiempo con la búsqueda del futuro: ver
hacia atrás para percibir mejor el futuro, o bien buscando un nuevo camino
hacia el futuro se retornaba hacia los comienzos.
Superar el capitalismo implicaba por tanto
redescubrir y revalorar aquello que la triada del «logos-mercado-escritura»
había desplazado y reprimido para imponer su propio horizonte
capitalista-burgués. Contra el Logos se reivindicaba el discurso del Deseo y
contra la Escritura el Lenguaje oral viviente y contra el «horizonte de
utensilio» (mercado), «los campos magnéticos» y contra la «triada de la
soledad», «la poesía colectiva».
Así coincidían las tesis esenciales de los surrealistas
con las que traía Mariátegui en su diálogo abierto con Unamuno y Sorel, entre
otros. El revolucionario peruano encontraba en los surrealistas una amplia
ratificación de sus intuiciones iniciales.
Había que reivindicar con fuerza y revalorizar aquello
que el «accionismo productivo» capitalista (W.Frank) había desconocido y
despreciado. Había que volver a revalorizar los Mitos, la Religiosidad y la
Metafísica para comprender mejor las limitaciones intrínsecas del
capitalismo-burgués y poder superarlo dialécticamente.
Pero esta voluntad de revalorizar lo original no era
para él un volver mecánico hacía formas ya muertas, pues Mariátegui se había
cansado de repetir que todo retorno al pasado era infructuoso, ahistórico. Su
crítica al fascismo fue contundente al respecto.
El re-descubrimiento del Mitos si no quería ser un
mecánico retornar al pasado necesitaba de una nueva racionalidad; de una
racionalidad que permitiera al mismo tiempo que reconquistar los valores
desplazados y reprimidos por la triada del logos, y al mismo tiempo conservar
las contribuciones considerables aportadas por el desarrollo científico y
tecnológico del pensamiento lógico-matemático.
En otras palabras se requería reconquistar el
Sentimiento sin rechazar el Pensamiento, es decir, sin caer en el
irracionalismo, tal como había pasado con Sorel y Unamuno, francos tiradores en
el mundo decadente prebélico europeo y precursores de la «Nueva Generación».
Para esto era necesario, siguiendo a Sorel y Unamuno
volver al pasado, poner en cuestión el punto de partida del pensamiento
tecnológico y científico moderno (Descartes) y buscar una alternativa racional
a él. Y este punto de partida era (es) Spinoza, la única alternativa posible al
racionalismo cartesiano.
Así lo había entendido el mismo Hegel, así lo había
comprendido Labriola, y entre los pensadores de la «nueva generación», el
Surrealismo implícitamente y Waldo Frank de forma explícita.[11]
La cercanía teórica de Mariátegui al Surrealismo y a Waldo Frank, «el hermano
mayor», la coincidencia en la crítica y en la afirmación descansa en la misma
intuición spinoziana de la Naturaleza y del Hombre. Era insuficiente, como lo
decía Waldo Frank retornar a Spinoza directamente, era necesario redescubrir a
Spinoza a través de Marx y comprender a Marx a través de Spinoza tal como lo
había hecho Labriola en su momento respectivo.
Había que complementar este horizonte con los
aportes de Freud, afirmaba Waldo Frank, y en los análisis anteriores se ha
visto que a los aportes del fundador del Psicoanálisis (que como dice
Mariátegui ha sido primeramente una intuición colectiva) había que agregar los
aportes de la Psicología Individual de Alfred Adler y su concepto de
«Sentimiento de Comunidad», piedra angular en el pensamiento mariateguiano.
Todos estos aportes permitía a Mariátegui revalorar
el Mito sin caer en el irracionalismo. Pero había aún otro elemento decisivo:
Mariátegui no necesitaba revivir el pasado como el fascismo pretendía retornar
al medioevo. Los Mitos en Latinoamérica y muy especialmente en el Perú era (es)
una realidad viviente y actual, pues era (es) la visión y sentimiento del mundo
de la gran mayoría de peruanos explotados y olvidados, los Indios.
Así la cuestión del Mito era una cuestión actual que
era necesario replantear. Así entramos en la antesala de la obra capital
mariateguiana, «Los Siete Ensayos».
[3] Mariátegui se refiere a su "edad de piedra"
[5] Ver arriba cap. 4.4.
[6] Esta
pequeña reseña que hace Mariátegui de la biografía de Frank hasta su segundo
viaje a París, que según el autor peruano apareció en un número de «Europe» fue
retomado en un libro de Frank, «In the American Jungle», cap. I (New
York:1937-1968:3-15) y lueo en sus «Memorias»: Cap.I. «Un león perturbado en
París». (Buenos Aires:1975:207-224
[9] A. Reyes.
«Introducción a la España Virgen».1950:20. Retomado luego en las Obras
completas de A. Reyes.Tomo XI. Ciudad de México.1960:136-153)
[11] Ver apéndice 5.8.
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