viernes, 2 de junio de 2023

Política

¿Renovación o Revolución? 

Eduardo Ibarra 

En el artículo «Admonición trascendental» (Anuario Mariateguiano, vol. III, nº 3, 1991, pp. 153-154), Ramón García escribió: 


José Carlos Mariátegui entendió la revolución como renovación, como palingenesia, como Resurgimiento. 

Y, para no perder la costumbre, pretendió solventar su afirmación tergiversando a José Carlos Mariátegui. 

Así, reseñó algunas afirmaciones del maestro pero, quienquiera que sepa leer las mismas, tiene que darse cuenta de que en una de ellas José Carlos Mariátegui desahució el término renovación. En efecto, precisamente en el editorial «Aniversario y balance», el fundador del marxismo peruano desahució dicho término y, a pesar de que García copia la parte donde aparece este desahucio, ¡no se dio cuenta del mismo! 

Recordemos el aludido desahucio: 


“Nueva generación”, “nuevo espíritu”, “nueva sensibilidad”, todos estos términos han envejecido. Lo mismo hay que decir de estos otros rótulos: “vanguardia”, “izquierda”, “renovación”1. 

Este desahucio del término renovación y de algunos otros, se debió a que, en 1928, decantadas las posiciones en el variopinto socialismo de la época, tales términos aparecían «…demasiado genéricos y anfibológicos», pues bajo ellos empezaban «… a pasar gruesos contrabandos.»2 

El contrabando que ahora pretende pasar García con su artículo, empieza a revelarse con solo preguntar: ¿la revolución es renovación de qué?, ¿palingenesia de qué?, ¿resurgimiento de qué? 

Y, termina por revelarse completamente, cuando se asimila el significado de la siguiente afirmación de José Carlos Mariátegui, silenciada por García: 


… una revolución continúa la tradición de un pueblo, en el sentido de que es una energía creadora de cosas e ideas que incorpora definitivamente en esa tradición enriqueciéndola y acrecentándola. Pero la revolución trae siempre un orden nuevo, que habría sido imposible ayer. La revolución se hace con materiales históricos; pero, como diseño y como función, corresponde a necesidades y propósitos nuevos3. 

La revolución, dice Mariátegui, no dice la renovación. Esto en primer lugar; en segundo, dice que la revolución enriquece la tradición de un pueblo, pero que trae siempre un orden nuevo, pues como diseño y como función corresponde a necesidades y propósitos nuevos: en el caso de la revolución proletaria, la toma del poder, la dictadura del proletariado, la realización del comunismo, para decirlo en términos bastante generales. Por eso el concepto de revolución –y señaladamente el de revolución proletaria– es mucho más rico, mucho más profundo, mucho más multilateral y mucho más trascendental que el concepto de renovación4. 

Por otro lado, en el mismo artículo se puede ver que, entre las distintas versiones sobre las palabras finales de José Carlos Mariátegui dirigidas a sus compañeros de partido, García eligió como verdadera la de Eudocio Ravines: 


No puede haber renovación sino sobre la base de grandes principios… Trabajen mucho. 

Pero antes de elegir, García escribió: 


José Carlos Mariátegui ¿dijo “revolución” o “renovación”? 

E hizo esta pregunta porque, en el segundo tomo de su libro La creación heroica de José Carlos Mariátegui (1964), Guillermo Rouillón dice que las palabras del maestro fueron las siguientes: «¡La revolución sólo se podrá hacer en base a grandes principios!5 

Entre las dos versiones, García eligió la de Ravines porque, según cree, es «la versión mejor registrada en contenido y forma, esencia y estilo», porque el autor de la versión «La da como testigo presencial» y porque el testigo presencial «poseía memoria fotográfica», es decir, según sugiere nuestro personaje, ¡Ravines VIO las palabras PRONUNCIADAS por José Carlos Mariátegui!6 

Por el contenido general del artículo que comentamos, puede suponerse con razón que la elección de García se debió a que en la versión de Ravines aparece el anfibológico término renovación, término desahuciado por José Carlos Mariátegui a favor del término revolución. 

En efecto, en el mismo texto donde José Carlos Mariátegui desahució el término renovación, llama a reivindicar la palabra revolución: 


La misma palabra Revolución en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal.7 

Y, efectivamente, a renglón seguido procedió a reivindicar la palabra revolución, en el sentido de precisar el carácter de la revolución latinoamericana en el marco de la revolución socialista mundial, así como, por razones obvias, hoy, siguiendo la idea mariateguiana según la cual «una revolución continúa la tradición de un pueblo», pero, al mismo tiempo, «corresponde a necesidades y propósitos nuevos», es necesario reivindicarla también restituyendo su sentido estricto y cabal en relación a «las pequeñas revoluciones», es decir, en relación a las meras renovaciones. 

En conclusión, García tergiversa el concepto mariateguiano de revolución y se adereza su propio concepto que expresa con la palabra renovación, desahuciada por Mariátegui.

 

18.06.2018.

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Notas

(1) Ideología y política, 1986, p. 247; cursivas mías.

(2) Es expresivo el hecho de que, mientras en 1928 Mariátegui desahuciaba la idea de concebir la revolución como renovación, cuatro años después Haya sostenía todavía esta envejecida idea; así, en el “Manifiesto de febrero de 1932”, escribía que el aprismo aspiraba «… llegar al poder para operar desde él la revolución, en un sentido de evolución, de renovación». (Citado en José Luis Rénique, Imaginar la nación, Segunda edición corregida, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2019).

(3) Temas de nuestra América, 1986, p. 93.

(4) Sin embargo García tergiversa el concepto mariateguiano de revolución colgándole al maestro, sin el menor escrúpulo, el suyo propio. Como se ha visto, para García la revolución se limita a la renovación de la tradición de un pueblo; así revela un concepto estrecho, unilateral, limitado y limitante de la revolución; así niega el concepto marxista de revolución. Por otro lado, es menester subrayar que el debate sobre los conceptos de revolución y renovación no es un debate puramente teórico, pues quienquiera puede constatar sus consecuencias políticas: un poco conforme a su concepción de la revolución como renovación, García apoya el reformismo de algunos gobiernos latinoamericanos, mientras los que mantienen el concepto marxista de revolución, apoyan algunas reformas de dichos gobiernos luchando porque se cumplan realmente, pero no apoyan su reformismo que, como se sabe bien, todo lo que hace, finalmente, es maquillar el sistema capitalista. La prueba del apoyo de García al reformismo es la nota que escribió a propósito del artículo «Venezuela: el estado comunal, una realidad revolucionaria pendiente», de Homar Garcés, nota donde, como se puede constatar, no plantea ni la más mínima observación critica al gobierno venezolano y, por el contrario, asume de hecho el «socialismo del siglo XXI» al sostener que este «socialismo» plantea el Estado-Comuna, pero silenciando que el mismo aparece en Venezuela solo como discurso retórico y concebido como resultado de una decisión burocrática, y no de abajo arriba, es decir, no por vía revolucionaria, negándose así precisamente la esencia del Estado-Comuna. Así, pues, opinando concretamente sobre un gobierno concreto, García no ha podido disimular cierta inclinación –más allá de románticas declaraciones generales– a la idea revisionista de la «transición pacífica». Tanto el artículo de Garcés (fechado el 31.10.2014) como la nota de García (fechada el 11.11.2014), fueron publicados en la red por el último de los nombrados.

(5) Es más que difícil que la versión de Ravines sea «la versión mejor registrada» de las palabras de Mariátegui, pues hacía año y medio que este había desechado el anfibológico concepto renovación.

(6) Aparte del anotado desatino, que debe haberle causado una carcajada homérica a más de uno, es menester apuntar que, con su artículo «Admonición trascendental», García se insinuó como seguidor de las últimas palabras que José Carlos Mariátegui dirigiera a sus compañeros de partido, pero, como es evidente, los hechos dan al traste con semejante intención: por ejemplo en el artículo «Nuestra Epoca», publicado en el número 2 de la revista Anuario Mariateguiano, nuestro liquidador da muestras evidentes de su decadencia moral al falsificar intencionalmente la verdad histórica de la revista que José Carlos Mariátegui y César Falcón dirigieron en 1918 (ver mi libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión). Por eso, es menester subrayar que, si el programa político de la revista Nuestra Epoca fue «decir la verdad», el programa político de García es decir mentiras.

(7) Ideología y política, p. 247.



Izquierda y Derecha

 

 

Eduardo Ibarra

 

I

Los dos términos que dan título al presente artículo han sido desahuciados por algunos intelectuales burgueses con el espurio argumento de que son anacrónicos. Según ellos, en el mundo no existe ya la contradicción entre capitalismo y socialismo, y, en consecuencia, en todos los países ha desaparecido la división de las fuerzas políticas en izquierda y derecha. Con esta falacia buscan borrar de la conciencia de las clases trabajadoras toda precisa demarcación entre revolución y reacción. Por otro lado, hay quienes utilizan los mencionados términos de una manera abusiva, es decir, sin tener en cuenta su estricto significado. Finalmente, hay también quienes, so capa de su origen, pretenden expulsar ambos términos del lexicón marxista o, cuando menos, descalificar el término izquierda como denominación de las fuerzas revolucionarias.

 

Ciertamente estas son razones suficientes para intentar un esclarecimiento de tales cuestiones.

 

En la Convención Nacional francesa de 1791, los jacobinos, que luchaban por liquidar el feudalismo, ocuparon el lado izquierdo del foro, mientras los girondinos, que seguían el camino de la conciliación con la monarquía, ocuparon el lado derecho. De esta azarosa circunstancia se tomó la costumbre de llamar izquierda a los jacobinos y derecha a los girondinos. En consecuencia, ambos términos adquirieron un contenido político preciso: empezaron a designar las dos tendencias fundamentales de la burguesía francesa del siglo XVIII: la  tendencia revolucionaria y la tendencia oportunista.

 

Ahora bien, la clase feudal era entonces la derecha por antonomasia. En consecuencia, en la época de que tratamos, en el seno del pueblo eran de izquierda quienes luchaban por liquidar la sociedad feudal y establecer la sociedad burguesa, mientras eran de derecha quienes conciliaban con la monarquía. Esto quiere decir que, desde un principio, ambos términos definieron la posición de las distintas fuerzas políticas en el seno del pueblo por su posición ante al poder político vigente. Y, precisamente en esto reside el quid de la cuestión.

 

En virtud pues de su adquirido contenido político, los términos izquierda y derecha cobraron carta de ciudadanía más allá de los marcos de la Francia dieciochesca, y hasta terminaron trascendiendo los marcos de la lucha de la burguesía contra el feudalismo.

 

Así, los dichos términos fueron asimilados al lexicón marxista, y precisamente en la literatura del partido bolchevique. En el ¿Qué Hacer? (escrito entre 1901 y 1902), Lenin sostuvo:

 

La comparación de las dos tendencias existentes en el seno del proletariado revolucionario (la revolucionaria y la oportunista) con las dos corrientes de la burguesía revolucionaria del siglo XVIII (la jacobina –la Montaña– y la girondina)  fue hecha en el artículo de fondo del número 2 de Iskra (febrero de 1901). El autor de dicho artículo fue Plejánov. Los demócratas-constitucionalistas, los “sin título” y los mencheviques gustan aún ahora de hablar del  “jacobinismo” en la socialdemocracia rusa. Pero hoy día prefieren callar u... olvidar el hecho de que Plejánov lanzó por primera vez este concepto contra el ala derecha de la socialdemocracia.

                                            

Y, en 1904, mantuvo en otro lugar:

 

De por sí el hecho de la división del Congreso (del partido) en ala izquierda y derecha, en ala revolucionaria y oportunista, no sólo no representa aún nada terrible ni nada crítico, sino ni siquiera absolutamente nada anormal.1

 

De manera pues que, ya a principios del siglo XX, los términos izquierda y derecha estaban consagrados en el lexicón marxista y, como hemos visto, los mismos designan las dos tendencias fundamentales en el seno del proletariado (y por extensión en el seno del pueblo): la tendencia revolucionaria, que lucha por liquidar el capitalismo y reemplazarlo por el socialismo; y la tendencia oportunista, que lucha por atenuar algunas expresiones extremas del capitalismo, pero no por liquidarlo como sistema económico-social.

 

Con estos términos ha sucedido, pues, lo que Engels señala con toda razón en su famoso Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana: las palabras valen no «lo que deberían denotar por su origen», sino lo que «significan con arreglo al desarrollo histórico de su empleo real».

 

II

 

Exactamente como ayer la clase feudal fue la derecha por antonomasia, hoy la clase burguesa es la derecha por antonomasia. Por consiguiente, en nuestra época cualquier fuerza política en el seno del pueblo se define como de izquierda o de derecha en función de su posición ante al poder político de la burguesía.

 

Los gobiernos del Frente Amplio en Uruguay, del Partido de los Trabajadores en Brasil, del Partido Socialista Unificado de Venezuela, del Movimiento al Socialismo en Bolivia, entre otros, son considerados por algunos como de izquierda. Pero la verdad es que, en rigor, ninguno de esos gobiernos es de izquierda, pues no tienen más horizonte que reformar el capitalismo.

 

No obstante, es un hecho que, con arreglo a su empleo real, el término izquierda ha cobrado una nueva acepción: designa también a las fuerzas políticas reformistas. Entonces, como consecuencia de ello, es menester aclarar que tales fuerzas son en realidad la izquierda de la derecha, pues, objetivamente, cumplen la función de sostener el sistema capitalista mediante su maquillaje.

 

Existe, pues, una diferencia sustancial entre la izquierda que lucha por liquidar el capitalismo y la izquierda que lucha por retocarlo, entre la izquierda revolucionaria y la izquierda reformista, entre la izquierda auténtica y la izquierda espuria.

 

Por otra parte, hay quienes creen decir algo muy profundo con aquello de que el marxismo «no es de derecha ni de izquierda, sino de avance». Con esto niegan que, con arreglo al desarrollo histórico de su empleo real, el término izquierda encierra el concepto de avance, y el término derecha encierra el concepto de conservación. Ocurre, por lo tanto, que el marxismo es la doctrina de izquierda por antonomasia, sencillamente porque de su aplicación por el movimiento revolucionario dimana el avance histórico de la humanidad hacia su emancipación.

 

Contra la pretensión reaccionaria, hay que reivindicar los términos izquierda y derecha como conceptos políticos que dan cuenta del revolucionarismo y el conservadurismo, respectivamente; contra la maniobra oportunista de cubrirse detrás del término izquierda, hay que reivindicar su estricto significado revolucionario; contra la pretensión de descalificar ambos términos que tipifican las fuerzas políticas opuestas en el mundo actual, hay que reivindicar la acertada observación de Engels según la cual las palabras valen por lo que «significan con arreglo al desarrollo histórico de su empleo real», pues el árbol del lenguaje vivo es siempre más verde que cualquier consideración etimológica.2

 

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(1) Un paso adelante, dos pasos atrás.

(2) De hecho, la última pretensión comentada es un caso de negación de la semántica diacrónica.




Economía

Las Dudas, Contradicciones y Falsedades de la Burguesía en la Crisis Económica Actual

Cesar Risso

EL MES DE ABRIL del presente año, el Ministerio de Economía y Finanzas publicó el siguiente titular: “La economía peruana se recupera aceleradamente y será una de las economías líderes en la región.” Señalaba que la proyección de crecimiento de la producción para el año 2023 era de 2,4%. Sin embargo, el mismo mes de abril los “especialistas” decían:

“El Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (IEDEP) de la Cámara de Comercio de Lima (CCL) reajustó a la baja el crecimiento de la economía peruana para el 2023 de 2,4% a 2% tomando en cuenta los dos primeros meses del año, en los que se registró una caída del Producto Bruto Interno (PBI) causada por los conflictos sociales y los fenómenos naturales. Las perspectivas del mes de marzo también son negativas debido el impacto del ciclón Yaku en la zona norte del país que aporta alrededor del 17% del PBI, a pesar de los frutos reactivadores de la Semana Santa que se reflejarán recién en abril.”1

Por lo visto, la burguesía considera que las mismas técnicas publicitarias que utiliza para dominar la conciencia de las clases trabajadoras, le van a servir para motivar a los inversionistas. Los representantes de la burguesía en el poder tratan de enviar “señales” positivas a los inversionistas. Probablemente, este sea el motivo por el cual se haya hecho tanta publicidad de la estabilidad monetaria que presenta nuestro país, y se señale el “profesionalismo” de Julio Velarde a la cabeza del Banco Central de Reserva, a tal punto que se considere un logro sin comparación el que la inflación haya sido baja en nuestro país.

Lo cierto es que, los intelectuales burgueses conocen muy bien los resortes de sus intereses: la ganancia, que se obtiene por medio de la inversión, para someter a la fuerza de trabajo.

Así pues, la dos versiones sobre la proyección de la economía peruana para el presente año, muestran de un lado un aspecto de la realidad, y de otro lado, el engaño, cosa que no es descabellada, pues se puede recordar el proceso de generación de la crisis del 2008, en la que buena parte de los intelectuales burgueses se prestaron para dar una imagen de bonanza de varias empresas y de la economía norteamericana, para colocar los llamados “bonos basura”, en una gigantesca estafa a nivel planetario.

Como no se puede ocultar lo que tenemos frente a nuestros ojos, la burguesía no tiene otra alternativa que reconocer, aunque parcialmente, los graves problemas económicos que enfrentamos, y se justifica buscando culpables. Esta vez se explica la situación de la crisis atribuyéndola a los fenómenos naturales, y a la inestabilidad política y social. Las protestas por el golpe a Pedro Castillo, las inundaciones, y el dengue, resultan siendo las causas de la crisis económica. Pero, si realmente estas fueran las causas de la crisis, entonces, aplicando un criterio lógico, la solución estaría en retornar a Pedro Castillo a la presidencia de la República, impedir las inundaciones, e inhabilitar el dengue. En otras palabras, tomando la cuestión a la inversa, si se desaparecen las causas entonces desaparecen los efectos. Planteado así el asunto, la atribución de la responsabilidad de la crisis económica a fenómenos extraeconómicos resulta ridícula. Mas bien, las graves consecuencias de la crisis económica son una “oportunidad” para la burguesía para hacerse de los negocios de construcción y de combate a las enfermedades.

De una parte, la disyuntiva de la burguesía de reconocer o desconocer la crisis económica; de otro lado, la atribución de la crisis a fenómenos extraeconómicos. Sin embargo, esto no basta. Para completar el circulo, la burguesía pronostica que, debido a la caída constante de la inversión privada, entonces habrá menos empleo formal. Así, el menor empleo, y el empeoramiento de las condiciones materiales de las clases trabajadoras se debe, según los intelectuales burgueses, a fenómenos naturales y sociales ajenos al sistema económico.

Las piruetas publicitarias de la burguesía se nos presentan cada vez más fantasiosas. Fíjense cómo tratan de encontrar algún sector o actividad económica para dar sustento al optimismo que desde el gobierno se intenta insuflar en los inversionistas:

“Se prevé que la economía continúe en la senda de recuperación, lo cual se refleja en indicadores positivos como el crecimiento de la producción de electricidad.”2

Curiosamente ya no se dice que la inversión minera es la que mejora la economía de nuestro país, pues, ahora es la electricidad. Evidentemente esta actividad está relacionada con la actividad productiva y económica en general, pero no puede considerarse como el “motor” de la economía. Además, la burguesía ha manifestado hasta el cansancio que es la inversión minera la que tiene mayor impacto en el crecimiento de la producción en nuestro país.

Lo curioso es que la proyección del crecimiento del sector electricidad, gas y agua, para el año 2023 es de 3,5%, menor a la del 2021 y del 2022, que fueron de 8,5% y 3,9% respectivamente.

Se trata entonces de que, en su desesperación, los intelectuales en el gobierno se agarran de cualquier sector, aunque de menor importancia, para generar en los inversionistas burgueses la expectativa de crecimiento de nuestra economía.

“La proyección para el 2023 del IEDEP se ha reajustado a la baja, del 2,2% a 1,9% y claramente por debajo del 2,3% registrado en el 2022. Las causas son las mismas que explicaban la anterior proyección, menores excedentes de ahorro privado, deterioro en la capacidad de consumo y restricciones para cumplir los planes de inversión por el estancamiento de la confianza empresarial.”3

Nos hemos centrado en el comentario a las proyecciones y explicaciones de la burguesía respecto de la situación económica de nuestro país, en base a lo que pensaban y publicitaban en el mes de abril. Ahora veamos lo que a fines de mayo plantean.

“Los últimos indicadores anticipan otro trimestre negativo para la inversión privada. En abril, el consumo de cemento cayó 17% según Capeco, mientras que las importaciones de bienes de capital se redujeron 15% en términos reales, según calcula el IPE. Con estos resultados, el IPE estima que la inversión privada volvería a caer más de 10% en el comienzo del segundo trimestre del 2023.”4

Ciertamente lo que está de por medio es la expectativa de la cuota media de ganancia, aunque la burguesía plantea este asunto con las categorías de la economía pura, académica, es decir, vulgar: la rentabilidad de la inversión.

El ánimo de la burguesía por ganar, la lleva a mejorar sus expectativas, aunque levemente por ahora, y así observar tímidamente las posibilidades de volver a tener las mismas ganancias de las que antes gozaba.

“Si bien en los últimos meses las expectativas empresariales –indicador altamente correlacionado con la inversión privada– se recuperaron gradualmente, esta mejora se ha concentrado en los rubros vinculados al consumo y no a la inversión. Ello, sumado a condiciones de financiamiento aún restrictivas, llevaría a que la inversión privada acumule seis trimestres en negativo al cierre del 2023.”5

Para reafirmar la forma en la que la burguesía evalúa las consecuencias de su malestar, de las bajas expectativas, de la caída de la inversión privada, leamos los resultados que a su mentalidad se obtendrán:

“Tal como en episodios previos, la menor inversión afecta a la generación de empleos formales en el sector privado, principalmente en rubros como la construcción, que acumula 12 meses de caídas consecutivas. De persistir estos resultados negativos, las perspectivas de un mayor crecimiento serán poco favorables y las oportunidades de recuperación de las condiciones de vida de las personas más vulnerables continuarán postergándose.”6

Así, pues, en la lógica de la burguesía, ya sabemos que las causas del desempleo, de la informalidad, y de las menores condiciones de vida de las personas más “vulnerables” se deben a las protestas, a las inundaciones y al dengue.

        No es difícil deducir, que la labor del ministro de economía en la coyuntura actual es la de mantener cierta expectativa favorable de la burguesía en los negocios, y, además, satisfacer los requerimientos de los representantes políticos de la burguesía en el Congreso. En este sentido, no le importa al ministro plantear las barbaridades que plantea. Su objetivo lo justifica.

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(1) https://lacamara.pe/economia-peruana-creceria-solo-2-en-el-2023/#:~:text=El%20Instituto%20de%20Econom%C3%ADa%20y,Interno%20(PBI)%20causada%20por%20los

(2) Ídem.

(3) Ídem.

(4) https://www.ipe.org.pe/portal/inversion-privada-acumularia-seis-trimestres-de-caida-al-cierre-del-2023/

(5) Ídem.

(6) Ídem.

Internacionales

Una Respuesta a la Denuncia Impulsiva de Pamela Paul contra la Revolución Cultural de Mao...
O la Manera en que se Elimina el Pensamiento Crítico en “La Década que no se Puede Eliminar”
 

 

Raymond Lotta

 

LA EDICIÓN IMPRESA del 19 de mayo del New York Times sacó un artículo de opinión de Pamela Paul titulado “La década que no se puede eliminar”. Es un ataque vil y desinformado a la Revolución Cultural que inició y dirigió Mao Zedong en 1966 — y que duró hasta 1976, cuando una nueva clase explotadora derrocó al socialismo.

 

Paul repite las mentiras y distorsiones habituales sobre la Revolución Cultural: que “los intelectuales fueron torturados”, que Mao “trató de purgar a la sociedad china de todos los elementos no comunistas que quedaban”, que esto fue un “trauma político” en grande, en el que “camarada se volvió contra camarada, amigo contra amigo, esposo contra esposa e hijo contra pariente”. Cita cifras (sin fundamento) de que “de 1,6 millones a 2 millones de muertes” resultaron de lo que ella describe como “los horrores del maoísmo”.

 

Este tipo de tergiversaciones, el desprecio flagrante de las verdaderas políticas y la orientación-liderazgo de la Revolución Cultural, y los cuentos sensacionalistas del “terror de chusmas” se deconstruyen y refutan en los materiales disponibles en la página de recursos Pongamos las Cosas en Claro sobre las Revoluciones China y Rusa, ahora en revcom.us en inglés. Se puede encontrar un análisis integral de la Revolución Cultural en los escritos de Bob Avakian, especialmente en “La Revolución Cultural de China… el arte y la cultura… el disentimiento y la efervescencia… y el avance de la revolución hacia el comunismo; en una extensa entrevista conmigo sobre la historia de la revolución comunista; y hay otras investigaciones y trabajos importantes de varios autores y académicos sobre la Revolución Cultural, incluidos algunos que participaron en ella1.

 

Paul reduce una década compleja y turbulenta de lucha, de experimentación y de transformación que hacía época a la violencia vengativa. Es alucinante cómo ella elide la pregunta más esencial: ¿de qué se trataba en realidad la Revolución Cultural... y cuáles cambios operó? Sería como si se escribiera una historia de la Guerra Civil de Estados Unidos y se mantuviera al nivel de la escala de desorden, dislocación y muerte; se interpretó como una “tragedia” innecesaria de “hermano contra hermano” en todos los hogares y lugares de trabajo — pero no se dijera nada sobre la cuestión fundamental y el conflicto que subyacía a esta guerra: la esclavitud y su conservación y expansión, o su abolición2.

 

1. Algunos hitos clave de una década verdaderamente liberadora... que Pamela Paul anula

 

Paul trafica con saldos de muertes sin fundamento, pero no dice nada sobre la de vida de innumerables personas salvadas por la Revolución Cultural — por ejemplo, por la expansión sin precedentes de los servicios de salud al campo y la creación de la salud universal más igualitaria, basada en las necesidades en el mundo entero. (¡Para que conste, Shanghái tenía una tasa de mortalidad infantil más baja a principios de la década de 1970 que la ciudad de Nueva York!) Se mantiene al lector en la oscuridad respecto al etos de “servir al pueblo” que guiaba la gestión de la economía, que personas de todos los ámbitos de la vida adoptaron como criterio para evaluar y, sí, criticar a la dirección en todos los niveles.

 

Al leer el artículo de Paul, tampoco se llegaría a entender cómo se estaba creando una nueva cultura revolucionaria, con ballets y óperas que sintetizaban e hibridaban técnicas y formas musicales y de baile occidentales y no occidentales — que contaban historias no de dinastías feudales sino de crear un mundo nuevo, de mujeres que despertaban a la lucha por la liberación. Y simplemente para tener claridad acerca de las acusaciones de saquear museos, a la vez que se desarrollaba una intensa lucha ideológica contra las costumbres, tradiciones y cultura antiguas y esclavizantes — la política oficial del estado era proteger las reliquias culturales. 

 

¿Había problemas en la manera de tratar a los intelectuales y artistas profesionales? Sí. ¿Fueron perseguidos, castigados y asesinados como categoría? No. Eso es una tontería al estilo de los “cuentos de la Cripta”. Para repetir, los lectores pueden consultar las citadas fuentes.

 

Aquí va una pregunta de reflexión para Pamela Paul. ¿Por qué las fuerzas más radicales de la década de 1960 y principios de la de 1970 en Estados Unidos, como el Partido Pantera Negra y las corrientes dentro del movimiento de liberación de la mujer, recurrían a la experiencia y la teoría de la Revolución Cultural, les sacaba lecciones y las popularizaban? Fue porque la Revolución Cultural fue la cumbre de la rebelión mundial y el levantamiento revolucionario que sacudían a los cimientos de la sociedad de clases opresiva. Y la China maoísta estaba viviendo algo absolutamente sin precedentes: una “revolución dentro de la revolución” maravillosa. Fue una fuente de inspiración y esperanza para la gente por todo el mundo que anhelaba y luchaba por la emancipación.

 

Pero Pamela Paul elude esta realidad y recae perezosamente en las narrativas burguesas de la Revolución Cultural como un “terror de las chusmas” instigado por un Mao fanático. No es como si ella tuviera que trabajar duro en esta tesis. Al fin y al cabo, nos bombardean de manera incesante con el mensaje de que el comunismo es una idea “peligrosa” e inviable que solo puede conducir a pesadillas. Lo escuchamos en boca de las clases dominantes y de los ideólogos dentro de la academia; los medios de comunicación lo refuerzan; una verdadera industria casera de reminiscencias de “sufrimientos” muy publicitadas, especialmente de personas que perdieron privilegios y posición social, le da al argumento de la historia un “rostro humano” y una pátina de autenticidad.

 

“La década que no se puede eliminar” encaja a la perfección en la narrativa anticomunista generalizada. Pero debo decir que es decepcionante que Pamela Paul produzca un texto tan intelectualmente irresponsable. Ella ha estado dispuesta a “ir contra la corriente” (para usar una frase maoísta de la Revolución Cultural) al alzar la voz contra la difamación, las acusaciones falsas, las acusaciones sin necesidad de sustanciación presentadas contra escritoras como Jeanine Cummins, autora de la novela American Dirt... y las afirmaciones sin fundamento de transfobia dirigidas contra la autora J. K. Rowling. Ella ha levantado la bandera de los hechos y la evidencia en oposición al juicio irreflexivo y la censura.

 

Pero en materia de la monumental revolución político-social que fue la Revolución Cultural, Pamela Paul arroja por la ventana el pensamiento crítico y el análisis histórico riguroso. En su artículo, Paul lamenta “la ausencia de una historia verídica” de la Revolución Cultural. Pero este es un llamado engañoso a tergiversar aún más la Revolución Cultural en nombre del “ajuste de cuentas” histórico. Así, analicemos la “historia verídica”.

 

2. ¿Cuál fue el trasfondo histórico y cuáles fueron los verdaderos objetivos de la Revolución Cultural?

 

Sí, esa pregunta fundamental omitida por Pamela Paul. La Revolución Cultural liderada por Mao estuvo guiada por su análisis científico de la compleja realidad de la sociedad china y los verdaderos peligros que enfrentaba el socialismo en ese momento.

 

Mao lanzó la Revolución Cultural para abordar un problema histórico mundial de la revolución comunista: cómo mantener una revolución cuyo objetivo es poner fin a toda explotación y opresión en el camino hacia la realización de ese objetivo. Y cómo hacerlo de manera que habilite a millones de masas a entender y bregar con este problema, librar nuevas formas de lucha revolucionaria bajo el socialismo para prevenir la restauración del capitalismo y revolucionar aún más las instituciones de la sociedad y el modo de pensar y valores de las personas.

 

Tenemos que poner las cosas en un panorama más amplio. En 1949, la revolución china, que movilizó a millones de personas bajo la dirección de Mao, tomó al poder. Expulsó al imperialismo extranjero e hizo añicos el viejo orden económico y social opresivo caracterizado por el gobierno despótico de los terratenientes en el campo y el corrupto capitalismo en las ciudades. La revolución estableció un nuevo poder estatal socialista y una economía orientada a satisfacer las necesidades básicas. La revolución bajo la dirección de Mao se puso a forjar nuevas instituciones liberadoras y nuevas relaciones cooperativas y colectivas entre las personas, para desafiar la subordinación profundamente arraigada de las mujeres y llevar a cabo otras transformaciones sociales. 

 

La Revolución Cultural de China se caracterizó por una expansión sin precedentes de los servicios de salud en las comunidades históricamente oprimidas y la creación del sistema de atención médica universal más igualitario y basado en las necesidades, en el mundo. En la imagen: los “médicos descalzos”, personas capacitadas en medicina básica y preventiva, atienden a personas en la región de Mongolia Interior.   

 

Pero incluso a medida que avanzaba la revolución, China seguía siendo, analizó Mao, una sociedad caracterizada por desigualdades y diferencias sociales: entre las ciudades y las zonas rurales; entre una minoría que trabajaba principalmente en el campo de las ideas y la administración y aquellos que se dedicaban principalmente a la actividad manual; entre industria y agricultura; entre hombres y mujeres; etcétera. Seguían existiendo diferencias en los ingresos — y el dinero y el precio seguían siendo elementos integrales del funcionamiento de la economía. Esas “cicatrices” de la sociedad de clases no podían ser eliminadas de la noche a la mañana, pero tampoco se podía simplemente “vivir con ellas”. Estas desigualdades tenían que ser restringidas, reducidas y con el tiempo superadas.

 

Mao fue más allá. Analizó cómo una nueva clase privilegiada, una nueva clase capitalista burguesa —cuyas raíces yacen en los tipos de desigualdades que acabamos de describir— había surgido dentro de los niveles más altos del Partido Comunista de China y del gobierno. Esta nueva burguesía aspiraba (en nombre de un socialismo más “eficiente”) a poner la economía sobre cimientos basados en las ganancias; a poner el sistema educativo sobre una base elitista y tecnocrática; a concentrar los recursos en las ciudades, lejos del campo donde vivía la gran mayoría de la gente (campesinos) en ese momento.


Estos “seguidores del camino capitalista” contaban con enorme fuerza e influencia a principios de la década de 1960 en el ejército, en las instituciones de gobernanza, económicas, educativas y culturales. Ya estaban implementando tales políticas de las maneras que podían. A mediados de la década de 1960, estaban maniobrando para tomar el poder.

 

Ese fue el telón de fondo del mundo real para la Revolución Cultural. Durante diez años, Mao lideró una revolución de masas para impedir la restauración capitalista. Se hizo que la sociedad “se saltara por los aires”. Los nuevos sistemas de gobernanza política habilitaron a los trabajadores y campesinos para asumir una mayor responsabilidad para el rumbo de la sociedad. La investigación de “puertas abiertas” llevó a los científicos al campo para realizar experimentos junto con los campesinos y compartir su vida. Ya hablé de los importantes avances en la cultura.

 

No obstante, los seguidores del camino capitalista acumularon fuerzas para llevar a cabo un golpe de estado violento en 1976. Estas fuerzas arrestaron a la viuda de Mao, Chiang Ching, quien murió en prisión junto con altos importantes líderes de la Revolución Cultural, y asesinaron a muchos otros.

 

La China de hoy está gobernada por una nueva clase capitalista burguesa — el blanco político mismo de la Revolución Cultural. Estos seguidores del camino capitalista en el poder reestructuraron sistemáticamente la economía socialista de China, convirtiendo a China en una maquiladora para el capitalismo mundial, en una sociedad plagada de algunas de las desigualdades de riqueza e ingresos más extremas del mundo. China es ahora el segundo hogar más grande de multimillonarios. Es el contaminador número 1 de carbono del mundo. China se ha convertido en una potencia capitalista-imperialista que saquea los recursos en África y en otras partes.

 

Por motivos de legitimidad y estabilidad, esta nueva clase dominante burguesa se siente impelida a mantener el Partido Comunista — ahora como una fuerza represiva que hace cumplir los dictados del capital y persigue los intereses imperialistas de China. Y suprime la verdadera historia de la Revolución Cultural por los contrastes obvios con lo que están haciendo hoy.

 

3. ¿Cuáles fueron los métodos de la Revolución Cultural?

 

Sí, otro asunto fundamental omitido por Paul: los verdaderos métodos de la Revolución Cultural. Mao tenía por objeto impedir la restauración del capitalismo — no por medio de purgas y asesinatos, sino convocando y movilizando a decenas y cientos de millones de trabajadores, campesinos y estudiantes para emprender una “segunda revolución” para derrocar a estos seguidores del camino capitalista por medio de lucha política y llevar adelante la revolución en todas las esferas de la sociedad.

 

Las principales formas de lucha de la Revolución Cultural fueron el debate de masas (sobre la política y el rumbo de la sociedad) en foros públicos, periódicos y carteles murales; la movilización política de masas: manifestaciones, huelgas, levantamientos políticos que condujeron a nuevas formas de poder político y más participativas; y las críticas de masas en reuniones y asambleas públicas a las autoridades que promovían las políticas y programas neocapitalistas, así como a los administradores, profesionales de alto rango, expertos y otros que fueron influenciados por una perspectiva elitista burguesa y que se había venido alejando de la gente básica.

 

Carteles en grandes caracteres en las paredes de una fábrica en China proporcionaron a las masas una nueva forma de lucha revolucionaria bajo el socialismo para impedir la restauración del capitalismo.   

 

Estos métodos de lucha se detallaron claramente en documentos oficiales y ampliamente publicitados, incluida la siguiente orientación: “Donde haya debate, debe llevarse a cabo mediante el razonamiento y no por la fuerza”.

 

Actos de violencia y asesinatos sí tuvieron lugar durante la Revolución Cultural. Pero lo siguiente es lo que muestra la evidencia:


·                   Esta no fue la tendencia principal de la Revolución Cultural, y no fue la orientación de Mao.


·         Cuando las cosas tomaron un rumbo violento, Mao y las fuerzas revolucionarias condenaron y criticaron a tales tendencias por medio de declaraciones, directrices, editoriales e intervenciones directas.


·         Gran parte de la violencia fomentada durante la Revolución Cultural en realidad la instigaron las nuevas fuerzas capitalistas, especialmente con el propósito de desacreditar a Mao.

 

Había deficiencias y problemas, incluso graves, en el enfoque más amplio de la Revolución Cultural. Al intentar reducir esa gran división entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, al promover la nueva actividad revolucionaria de arte y cultura de campesinos y trabajadores, se aplicaron demasiadas restricciones al trabajo artístico e intelectual profesional. No se tenía el tipo de efervescencia intelectual-cultural necesaria en una sociedad en el camino hacia el comunismo. No se entendía la gran importancia del disentimiento, incluido el disentimiento desde perspectivas antisocialistas. Este tema se ha explorado a fondo en el trabajo de Bob Avakian3.


4. Recuerdos, nostalgia y la lucha por la verdad histórica

 

Paul impulsa su argumento contra la Revolución Cultural invocando el tema del nuevo libro Red Memory: The Afterlives of China’s Cultural Revolution de la periodista británica Tania Branigan. Se trata de la noción de que en China, no se permite que la gente recuerde, existe un “olvido forzado” acerca de la Revolución Cultural. Traducción: no se anima lo suficiente y no se dirige desde las instituciones a las personas para recordar colectivamente en cierto sentido — es decir, para tener y abrazar el recuerdo de... “los horrores del maoísmo”.

 

Lo que es aún más inquietante para Branigan y Paul es el problema de recordar de manera equivocada, específicamente lo que ven como una “nostalgia” peligrosa acerca de la Revolución Cultural. Lamentan que sectores de la juventud “anhelen su ‘idealismo’ y claridad [de la Revolución Cultural]”, y que “los ex Guardias Rojos recuerdan la unidad y el propósito que faltan en la sociedad materialista de hoy [en China]”.

 

Pamela Paul va un paso más allá. Equipara este tipo de simpatía y atracción por la Revolución Cultural a la “nostalgia” y las “recreaciones” de la Guerra Civil en Estados Unidos — con sus “estatuas a la Confederación esclavista y bodas en las plantaciones del Sur”. A lo que debo responder cortésmente: ¿en qué universo vive? La Revolución Cultural fue la continuación de la lucha de los ex esclavos, siervos, oprimidos y explotados por la emancipación. Provocó, y sigue provocando, “pavor” entre los opresores y los ideólogos de la opresión (y entre las personas lastimeramente mal informadas).

 

Paul cita la obra del poeta y ensayista Clint Smith How the Word Is Passed y el papel que los recuerdos y la historia pueden desempeñar para dar sentido al pasado y al presente de Estados Unidos — su legado de esclavitud y segregación. Y, por analogía, sugiere que ese tipo de “ajuste de cuentas” es lo que se necesita en China con respecto a la Revolución Cultural. Pero, una vez más, ¡ella está completamente equivocada y tergiversa la realidad!

 

¿Sabe Pamela Paul que, en abril de 1968, después del asesinato de Martin Luther King, cuando los negros se levantaron en poderosas rebeliones, Mao Zedong emitió una poderosa declaración de apoyo? Declaró que ese levantamiento justo del pueblo negro era una “toque de clarín en el combate de todo el pueblo estadounidense explotado y oprimido contra la brutal dominación de la burguesía monopolista” y “un inmenso apoyo y estímulo a la lucha de todos los pueblos del mundo contra el imperialismo yanqui, y a la lucha del pueblo vietnamita contra éste”. ¿Cómo se ha transmitido ese “mensaje” a ustedes?

 

Aquí va otra ironía. El período de la Reconstrucción en la historia de Estados Unidos, entre los años 1867 y 1877, presenció una transformación social radical: en la participación de las personas anteriormente esclavizadas en la vida política, en el acceso a los recursos económicos, en la creación de oportunidades educativas. Pero durante décadas —y no solo en las obras históricas que reflejaban la antigua perspectiva de la Confederación esclavista, sino también en gran parte de la historiografía imperante—, esos años se describieron como una época de excesos, extralimitación del gobierno, violencia vengativa, de “politicastros” que buscaban el engrandecimiento personal. Muy al estilo de las narrativas tradicionales contra la Revolución Cultural que se disfrazan de historia y contribuyen a una sabiduría convencional incuestionable.

 

5. Un punto fundamental de orientación, y una invitación

 

En 2013, Bob Avakian escribió un ensayo breve pero importante titulado: “Una pregunta agudamente planteada… ¿Nat Turner o Thomas Jefferson?”. Se inicia así:

 

¿Una rebelión de esclavos o un esclavista? ¿Se apoya a los oprimidos y su rebelión en contra del sistema opresivo y que se busca un camino radicalmente diferente, aunque con ciertos errores y excesos — o se apoya a los opresores, y a los dirigentes y los guardianes de un orden opresivo anticuado, quienes tal vez hablen de unos “derechos inalienables” pero aplican una brutalidad gratuita y un terror muy concreto sobre las masas populares a fin de reforzar y perpetuar su sistema de opresión?

 

Y más adelante en este ensayo, él plantea la siguiente pregunta:

 

¿Tenemos que aprender no sólo de la experiencia abrumadoramente positiva del movimiento comunista hasta hoy, pero también de sus deficiencias, lo que incluye a veces los errores serios y hasta los excesos? Sí, eso es una parte importante de la nueva síntesis del comunismo, y es crucial para poder hacer algo aún mejor en la nueva etapa de la revolución comunista.

 

Eso se aplica profundamente a la Revolución Cultural. Tenemos que aprender de sus enormes hazañas, de hecho rescatar la verdad de esas hazañas contra las tergiversaciones, pero también tenemos que aprender de sus errores y excesos. Precisamente para hacer algo mejor, sobre la base del nuevo comunismo desarrollado por Bob Avakian, en hacer la revolución para liberar a la humanidad de toda opresión en el mundo de hoy.

 

Con este espíritu, invito a Pamela Paul a que acuda a Libros Revolución en Harlem para sostener una conversación seria y receptiva sobre la verdadera historia de la Revolución Cultural.

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 NOTAS:

1. Vea, por ejemplo, Mobo Gao, Gao Village: Rural Life in Modern China; Dongping Han, The Unknown Cultural Revolution: Life and Change in a Chinese Village; y Xueping Zhong, et al., Some of Us: Chinese Women Growing Up in the Mao Era.

2. Lo que, de hecho, es la manera en que se enseñaba esa historia hasta hace muy poco en Estados Unidos, no solo en las escuelas sino por medio de la cultura popular, como la película Lo que el viento se llevó (y lo que se está enseñando nuevamente en lugares como Florida y Texas).

3. Para tomar otro ejemplo, Bob Avakian ha escrito sobre la “noción muy equivocada y perjudicial…de que la verdad tiene un carácter de clase — de que existe una verdad burguesa y existe una verdad proletaria. Esto incluso se logró expresar en las directivas que guiaron la Revolución Cultural de China y fue en contra de su carácter arrolladoramente positivo como una lucha revolucionaria de masas que contaba con una dirección sobre una base comunista”. Este pasaje se encuentra en la sección “La ciencia” de BREAKTHROUGHS (ABRIENDO BRECHAS): El avance histórico hecho por Marx, y el nuevo avance histórico del nuevo comunismo y cabe estudiarlo a fondo, y respecto al trabajo que Avakian ha hecho sobre tanto la epistemología, o la teoría del conocimiento, del nuevo comunismo, como una concepción distinta de la manera en que se debería ejercer el poder estatal socialista, se recomienda fuertemente que los lectores consulten la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte que establece la visión panorámica y el plano concreto para una sociedad socialista en la que se fomentan el disentimiento y la efervescencia intelectual, y la búsqueda de la verdad, a una escala sin precedente, y forman parte del tejido mismo de la nueva sociedad socialista.

 

 

Fuente: revcom.us


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