viernes, 2 de junio de 2023

Filosofía

De la Correlación de las Categorías de la Lógica Dialéctica 

M. Rosental 

SI, BASÁNDONOS en todo el análisis precedente, quisiéramos definir en dos palabras la lógica del movimiento en El Capital y el encadenamiento de las categorías, podríamos decir que dicha lógica consiste en el movimiento que conduce al conocimiento, desde el ser inmediato (la mercancía) hasta la revelación de la esencia, de las leyes del capitalismo. 

Lenin llama en muchas ocasiones la atención acerca de esta lógica del movimiento de El Capital. “Punto de partida: ‘el ser’ más simple, el más habitual, el más corriente, el más inmediato, la mercancía singular (el ‘ser’ en economía política)”1, escribe. Subraya que para llegar al conocimiento del modo de producción capitalista, Marx parte de una relación que se encuentra millares de veces en la sociedad burguesa (el intercambio de mercancía) y descubre en este fenómeno elemental la esencia de ese modo de producción. 

Es indudable que esta lógica del movimiento del conocimiento en El Capital, así como toda la estructura de la obra que es su corolario, no son fortuitas y reflejan la ley objetiva del desarrollo lógico del conocimiento en general. En este sentido, El Capital es de una gran importancia para la edificación correcta, científica, de una lógica dialéctica. 

¿En qué se basa, pues, este movimiento del conocimiento? Una de sus bases esenciales es el principio según el cual el conocimiento lógico es la reproducción abreviada del proceso histórico del conocimiento. 

En el capítulo IX el problema de lo lógico y lo histórico ha sido tratado sólo en un aspecto, el de la correlación entre el conocimiento lógico y el desarrollo histórico de lo real. Aquí, este problema es considerado bajo el ángulo de la correlación entre la lógica del conocimiento y el desarrollo histórico, no de la realidad objetiva, sino del conocimiento. Este aspecto del problema no es menos capital para la teoría del conocimiento y de la lógica. 

“El concepto (el conocimiento) en el ser (en los fenómenos inmediatos) —escribe Lenin— descubre la esencia (la ley de la causa, la identidad, la diferencia, etc.) … tal es en la realidad la marcha general de todo conocimiento humano (de toda ciencia). Tal es también la marcha de la ciencia de la naturaleza, de la economía política [y de la historia]. La dialéctica de Hegel es en la misma medida la generalización de la historia y del pensamiento. Seguir este proceso en forma más completa, con mayor precisión, en la historia de cada una de las diferentes ciencias, parece ser una tarea que vale la pena que sea emprendida en todo sentido.”2 

Y de lo que precede Lenin extrae la siguiente conclusión de principio. En la lógica, la historia del pensamiento, en lo esencial, debe coincidir con las leyes del pensamiento. 

Hablando de los dominios que debe abarcar la teoría del conocimiento y la dialéctica, Lenin vuelve a llamar la atención sobre la necesidad de estudiar la historia del pensamiento humano, de la ciencia, la historia del desarrollo intelectual del niño, etc.

No sólo el análisis del desarrollo histórico del conocimiento en general presenta una importancia capital para la edificación de una lógica y una teoría científica del conocimiento, sino también el análisis del desarrollo histórico de las diferentes categorías. Lenin decía que la comparación con el desarrollo del concepto de causalidad, de las relaciones causales, en la historia del pensamiento humano, “proporcionaría una teoría del conocimiento indudablemente probatoria”. 

A la luz de todo lo que precede, se entiende a la perfección que, según Lenin, el trabajo de la lógica dialéctica debe consistir en un estudio dialéctico de la historia del Pensamiento humano, de la ciencia y de la técnica. 

En la Dialéctica de la naturaleza, Engels subrayó igualmente la importancia que presenta para la lógica científica y para la teoría del conocimiento la coincidencia del proceso lógico del conocimiento con el desarrollo histórico del pensamiento humano. La relación entre la lógica del conocimiento en la cabeza de un individuo tomado en forma aislada y la historia del conocimiento, dice Engels, es análoga a la relación que existe entre la embriología y la paleontología. 

¿Qué quiere decir esta analogía? 

Se sabe que la paleontología es la ciencia que estudia, de acuerdo con los vestigios fósiles, la historia del mundo animal; reconstruye la evolución del mundo orgánico. 

La embriología es la ciencia que estudia el desarrollo, a partir del embrión, de los organismos tomados en forma individual. 

Pero en el siglo XIX se estableció que el desarrollo de un organismo particular reproduce en forma abreviada y muy condensada la historia de una especie o de su género, y que los embriones de una especie cualquiera de animal contemporáneo se parecen grandemente a las formas antiguas, desaparecidas, de la misma clase de animales en su estado adulto. El paralelismo entre la historia del mundo animal y el desarrollo del embrión ha representado un gran papel en la victoria del principio de la evolución sobre el principio metafísico de la inmutabilidad y la constancia de las especies del mundo orgánico. Para Darwin, el gran creador de la teoría científica de la selección natural, este paralelismo constituía una de las pruebas esenciales de la tesis según la cual el mundo animal y vegetal no surgió de golpe bajo la forma en que existe en la actualidad, sino que sufrió transformaciones radicales en el curso de millones y centenares de millones de años. 

Engels muestra que, así como el desarrollo del organismo individual a partir del embrión es la reproducción condensada de la historia de la evolución de las especies, o dicho de otro modo, así como la ontogénesis coincide con la filogénesis, así la lógica del proceso individual del conocimiento es la repetición condensada de la historia del desarrollo del conocimiento y coincide con ella. He aquí cómo formula esta ley del conocimiento. 

“El desarrollo de cualquier concepto o relación de conceptos (positivo y negativo, causa y efecto, sustancia y accidente) en la historia del pensamiento es a su desarrollo en la cabeza del dialéctico tomado en forma individual, como el desarrollo de un organismo en la paleontología es a su desarrollo en la embriología (y se podría decir también en la historia y en el embrión aislado)”3 

¿Por qué hay coincidencia entre el proceso lógico del conocimiento y el proceso histórico del desarrollo del pensamiento? ¿Cuál es la significación concreta de esta coincidencia para la elaboración de una teoría del conocimiento y de una lógica científica? 

Todo conocimiento consiste en profundizar el dato inmediato para remontarse a la causa, a la ley de los fenómenos; esta profundización resulta de la actividad abstractiva del pensamiento y de la generalización. Esta lógica del desarrollo del conocimiento caracteriza cada proceso particular y la marcha general del conocimiento, tal como se ha efectuado en la historia del pensamiento humano. Para adquirir el conocimiento de los fenómenos hasta ese momento desconocidos, tanto el individuo particular como la humanidad en su conjunto no pueden comenzar de golpe, por la esencia, por las leyes de estos fenómenos, porque dichas leyes escapan a la visión inmediata. Toda la historia del pensamiento humano es testimonio de ello. El pensamiento de los hombres primitivos era pobre en abstracciones y en generalizaciones. El desarrollo posterior del conocimiento consistió en un progreso de la facultad de abstracción del pensamiento humano, en un progreso de las generalizaciones, que abarcaban un círculo cada vez más vasto de fenómenos, y ganaban sin cesar en profundidad. 

Para perfeccionar una teoría científica del pensamiento, Lenin recomendaba estudiar, en particular, la historia del desarrollo intelectual del niño. Las leyes de este desarrollo reproducen, en el conjunto, las leyes del desarrollo histórico del conocimiento, del ser a la esencia, de lo singular a lo general, de lo concreto a lo abstracto, leyes propias de todo conocimiento. 

Así, la lógica del conocimiento, tal como opera en la cabeza de un hombre tomado individualmente, reproduce en lo esencial la historia del conocimiento, o sea que en los dos casos el movimiento va del dato sensible a las abstracciones, y de las abstracciones menos profundas a las más profundas. 

La esencia del conocimiento, que consiste en elevarse de lo singular a lo universal, se manifiesta pues en la lógica histórica lo mismo que en la lógica individual. 

Un ejemplo particularmente instructivo desde este punto de vista es la clasificación hegeliana de los juicios, citada por Engels en Dialéctica de la naturaleza. El paso de lo singular a lo particular y a lo universal se efectúa por medio de juicios. Hegel indicaba con suma justeza que cada juicio enuncia este principio: lo singular es lo universal. 

Pero se entiende que, lo mismo que en la historia del conocimiento no se llega de golpe al grado superior de la generalización, así, en el proceso lógico del conocimiento individual, la generalización conoce grados, estadios. Desde este punto de vista aborda Hegel el problema de la clasificación de los juicios. 

Es evidente que se puede aprobar este método sin aceptar sin embargo el conjunto de la clasificación hegeliana. Lo importante y precioso, según Engels, es la idea básica de esta clasificación, la idea de progreso, del desarrollo que conduce al pensamiento de lo singular a lo general, de lo menos general a lo más general, hasta el momento en que todos los fenómenos estudiados quedan completamente englobados en una ley. 

Lo esencial aquí es que el proceso lógico del conocimiento es presentado como el reflejo del proceso histórico de profundización del conocimiento. Dicho de otra manera, la generalización de la historia del pensamiento es el criterio, el hilo conductor de un plan racional de esta parte de la lógica. 

Para ilustrar esta tesis, Engels tomó como ejemplo el desarrollo histórico del conocimiento acerca de la conversión de una forma de movimiento en sus otras formas. El proceso histórico del desarrollo del conocimiento ha partido del conocimiento de lo singular (“el frotamiento es una fuente de calor”) al de lo particular (“todo movimiento mecánico es capaz de transformarse en calor por intermedio del frotamiento”), y de ahí al descubrimiento de una ley general de la naturaleza (“toda forma de movimiento puede y debe necesariamente, en condiciones determinadas para cada caso, convertirse, de manera directa o indirecta, en toda otra forma de movimiento”).

Al indicar que la ley general del desarrollo del conocimiento humano es el movimiento que conduce del conocimiento del ser, de los fenómenos inmediatos, al descubrimiento de su esencia, Lenin recomendaba verificar este principio, y se refería principalmente a la historia de la economía política. 

Desde este punto de vista, es de sumo interés estudiar el análisis del desarrollo histórico de la economía política del capitalismo, ofrecido por Marx en la Historia de la teoría de la plusvalía, que constituye el cuarto libro de El Capital. 

Al principio, Marx no pensaba hacer de la Historia de la teoría de la plusvalía una parte separada, independiente, de su obra. Su intención era la de integrar estos materiales históricos y críticos en el texto mismo de El Capital. Sin embargo, luego se decidió a reunir el análisis histórico y la crítica de toda la economía política anterior en un volumen separado, el libro IV. 

Esta voluntad de presentar “la historia de la teoría” —como denominó Engels a la Historia de la teoría de la plusvalía— como un libro separado, después de las tres partes teóricas fundamentales de El Capital, tiene un sentido profundo, que el propio Marx definió en una de sus cartas a Engels. Después de indicar que los tres libros de la parte teórica deben ser seguidos por un cuarto libro “histórico-literario”, escribe: “… es para mí la parte relativamente más fácil, dado que todos los problemas han sido resueltos en los tres primeros libros, y gue el último es más bien la repetición de los Primeros bajo una forma histórica.”4 

Las palabras subrayadas por nosotros muestran que Marx consideraba la Historia de la teoría de la plusvalía como un paralelo histórico con la parte teórica, como una nueva visión del problema bajo la forma de un análisis crítico de la historia de esa teoría, de la historia de la aparición y el desarrollo de los puntos de vista sobre el modo de producción capitalista. 

En efecto, en el libro IV de El Capital, Marx estudia en detalle el desarrollo histórico de las concepciones sobre el origen de la plusvalía y las somete a la crítica. Lo que nos interesa aquí es sólo la manera en que Marx caracteriza la tendencia lógica fundamental del desarrollo del conocimiento, la lógica del desarrollo de la economía política del capitalismo. 

El estudio de la Historia de la teoría de la plusvalía muestra que la historia del pensamiento económico fue del conocimiento de los aspectos externos, de la forma exterior de los fenómenos, al conocimiento de su esencia, de su ley. Sería una simplificación exagerada de las cosas decir que esta marcha sigue una línea recta, y que el nuevo grado de desarrollo histórico del conocimiento señala en todos los problemas una profundización en relación con el anterior. 

En realidad el progreso del conocimiento está señalado por zigzags muy pronunciados, como, por lo demás, todo desarrollo. Marx hace notar que si Ricardo estudió la producción capitalista en forma mucho más profunda que Smith, éste fue, sin embargo, en cierto sentido más perspicaz que Ricardo. Marx muestra que los fisiócratas entendieron la reproducción mejor que Smith, aunque en el conjunto las concepciones de Smith sean superiores a las teorías de los fisiócratas. 

Ello no obstante, como muestra Marx, a través de todos los zigzagueos y los apartamientos que afectan la historia de la economía política se abre paso una tendencia fundamental, una ley fundamental del desarrollo del conocimiento, que puede enunciarse como sigue: el conocimiento va del registro de la apariencia de los fenómenos al descubrimiento de su esencia.

Por supuesto, el desarrollo del conocimiento del modo de producción capitalista depende no sólo de la lógica del desarrollo del conocimiento, sino también de las condiciones históricas, del desarrollo de la lucha de clases. Así, por ejemplo, la etapa posterior a Smith y Ricardo en el desarrollo de la economía política burguesa no representó una profundización, sino una regresión del conocimiento. La economía política clásica dejó paso a una teoría vulgar, que se asignaba como tarea esencial, no el conocimiento, sino la defensa del régimen capitalista. En este período no eran ya los representantes de la burguesía, sino los ideólogos del proletariado quienes podían hacer progresar el conocimiento y realizar la tendencia lógica hacia la profundización del conocimiento, hacia el esclarecimiento de la esencia del modo de producción capitalista. Es preciso tener en cuenta todos estos elementos, sin lo cual se tendría una opinión simplista del desarrollo real del conocimiento. 

En la Historia de la teoría de la plusvalía, Marx aborda el análisis del desarrollo histórico de la economía política comenzando por la obra de James Steuart, a quien denominó “el portavoz racionalista del sistema monetario mercantilista”. 

Los sistemas mercantilistas, que fueron la primera tentativa de analizar el capitalismo, consideraban los fenómenos inmediatos (el “ser”), es decir, la circulación mercantil, la moneda, en la que pensaban encontrar la fuente de la ganancia. Y Marx indica: “Es cierto que, desde un punto de vista histórico, la investigación del valor recae en primer lugar sobre la expresión visible que cobran las mercancías consideradas como valores…”5 

Los fisiócratas buscaban ya la fuente de la ganancia en la producción, en el trabajo agrícola, y por ese motivo su economía política señaló un nuevo progreso del conocimiento en el camino que lleva a la esencia. Las teorías de Smith y de Ricardo constituyeron un considerable progreso en lo que respecta al ascenso de lo singular a lo general. Estos economistas estimaban ya que todo trabajo crea valor, y no sólo el trabajo agrícola. Sin embargo, tampoco ellos pudieron llegar a un grado de generalidad tal como el trabajo abstracto o la plusvalía en general, independientemente de sus formas concretas. 

Sólo la economía política creada por Marx supo realizar todas las generalizaciones teóricas necesarias y descubrir las leyes reales del modo de producción capitalista. Así, el curso general del desarrollo de la economía política muestra, a su vez, que el conocimiento va de lo inmediato, de los fenómenos, a la esencia. Tal es, por otra parte, el curso del conocimiento lógico.

Si se quiere determinar la importancia que presenta esta coincidencia entre las leyes del pensamiento y el curso del desarrollo histórico del conocimiento humano para el perfeccionamiento de la lógica y de la teoría del conocimiento marxistas, es preciso considerar que sólo se refiere a lo esencial. El proceso lógico del conocimiento no puede repetir, en rigor, aunque sólo fuese en forma condensada, todo el desarrollo histórico del pensamiento. No se trata de otra cosa que de la reproducción de una tendencia lógica, del curso general del conocimiento, que va de los fenómenos inmediatamente dados, es decir, del ser, a la esencia, y de una esencia de cierto orden a una esencia de un orden más profundo. 

Precisemos esto con un ejemplo. 

Marx inicia su análisis del modo de producción capitalista con el examen de un dato inmediato: el acto de intercambio de dos mercancías. El proceso histórico de desarrollo del análisis del capitalismo comenzó también con el estudio de la circulación de las mercancías (el mercantilismo). Así, lo que fue el punto de partida del desarrollo histórico del conocimiento es igualmente el punto de partida del proceso lógico del conocimiento. 

Otra analogía: en su desarrollo histórico, lo mismo que en el curso del proceso lógico, el conocimiento va profundizándose desde el fenómeno a la esencia. Pero de ello no se sigue, evidentemente, que Marx refleje en su análisis todas las peripecias del desarrollo histórico de la economía política, que reproduzca el proceso histórico del conocimiento en su contenido concreto. La reproducción y la coincidencia sólo se relacionan con la tendencia, con la ley del conocimiento que progresa de lo externo a lo interno, de los fenómenos a la esencia, de lo singular a lo general. Desde este punto de vista, la célebre fórmula de Lenin sobre el proceso dialéctico del conocimiento —“de la intuición concreta al pensamiento abstracto”— expresa sin duda alguna un principio esencial del conocimiento: la coincidencia de las leyes del pensamiento lógico con el desarrollo histórico del conocimiento humano. 

La tesis de la unidad de las leyes del desarrollo histórico y del lógico, del desarrollo del conocimiento, predetermina en gran medida la solución de un importante problema de la lógica dialéctica, el de las relaciones entre las categorías, el de su orden de sucesión y de su ubicación respectiva en el sistema de la lógica. 

Si el proceso lógico del conocimiento, tal como se realiza en el cerebro de un hombre tomado individualmente, coincide en lo esencial con el desarrollo histórico del conocimiento, está claro que las categorías y las formas del pensamiento, así como su disposición y su orden de sucesión, deben reflejar la lógica del desarrollo que conduce al conocimiento desde los fenómenos a la esencia, desde el dato inmediato ofrecido por los fenómenos al dato mediato, desde los aspectos externos de la naturaleza a sus leyes. 

Se sabe que Hegel consideró las categorías en el orden en que nacieron y en que se desarrollaron históricamente. Cada categoría de la lógica expresa en él una etapa determinada del desarrollo histórico de la filosofía. Hegel explicaba esto diciendo que la historia de la filosofía fue engendrada por el Pensamiento, que es la expresión del desarrollo de la Idea absoluta. 

Así es como comienza por la categoría del ser, ya que, desde su punto de vista, la noción del ser puro fue la primera que apareció en el curso del desarrollo de la filosofía: tal era la teoría de los eleatas, en especial de Parménides. La categoría del devenir, formulada por Heráclito, es examinada después de la del ser. 

Hegel mezcla aquí elementos de verdad con una concepción mística, teleológica, del desarrollo de la filosofía. Según él, todo el desarrollo de la filosofía está determinado de antemano. La verdad existe desde el comienzo, pero no es todavía otra cosa que “ser en sí”. Toda la historia de la filosofía no es más que el proceso de transformación de esta verdad en “ser para sí”. La historia de la filosofía debe armonizarse y se armoniza con el desarrollo dialéctico de la idea lógica pura, y la tarea del historiador de la filosofía se reduce, en el fondo, a precisar en qué medida tal o cual sistema filosófico favorece u obstaculiza el descubrimiento de la idea lógica. 

Esta concepción idealista de la historia de la filosofía y de la lógica abre evidentemente el camino a lo arbitrario. Por ejemplo, para Hegel la historia de la filosofía comienza con los eleatas, porque éstos habrían sido los primeros en realizar el movimiento puro del pensamiento en los conceptos. En cuanto a los materialistas jónicos, precursores de los eleatas, no los toma en serio debido a que, si bien pensaban lo universal, no lo hacían bajo la forma de conceptos, sino bajo la forma de lo sensible, de lo concreto. Resulta claro que el idealista desnaturaliza la historia real de la filosofía. 

Sin embargo nos engañaríamos si, al estudiar el problema del orden de las categorías lógicas, negáramos por esos motivos la necesidad de tomar como guía la generalización de la historia de la filosofía, de la historia del pensamiento humano. Esta necesidad nace del hecho objetivo de la coincidencia entre la historia del conocimiento y la lógica del conocimiento. 

La lógica en su conjunto y los diversos conceptos y categorías lógicas aparecen como un resumen, como una conclusión que surge de la historia del conocimiento y la generaliza. Las categorías y los conceptos se cristalizan en el curso del conocimiento, en el curso del proceso de profundización histórica y de extensión del conocimiento, basado en la actividad práctica de los hombres. Así, las categorías de lo singular, de lo particular, de lo general, son (como lo muestra el ejemplo del descubrimiento de la ley de conservación y de la transformación de la energía) jalones de la extensión histórica del conocimiento. Lo singular es conocido históricamente antes que lo general; el hecho aislado es conocido antes que la ley. 

Por consiguiente, si se las considera en el plano genético como etapas históricas de la profundización del conocimiento, las categorías de la lógica —aquí las de lo singular, de lo particular y de lo general— pueden ser consideradas como las formas intelectuales adoptadas por el conocimiento en el desarrollo sistemático que lo conduce de lo particular, de lo concreto, a la esencia de los fenómenos, a las leyes. Y como el proceso lógico del conocimiento coincide en lo esencial con el proceso histórico, ello determina la ubicación y el orden de las categorías en el sistema científico de la lógica. Dicho de otro modo, las categorías de la lógica dialéctica, nacidas históricamente como etapas, como grados de la profundización del conocimiento, figuran así como tales en el proceso lógico del conocimiento. 

Tomemos como ejemplo categorías tales como la identidad y la diferencia, la calidad y la cantidad. Resulta claro que la lógica dialéctica no es en modo alguno indiferente al orden según el cual se dispongan y se desarrollen estas categorías, así como tampoco puede ser indiferente al orden y a la ubicación de los elementos químicos en la clasificación periódica de Mendeléiev. El papel determinante es representado, en uno y otro caso, por las leyes objetivas, independientes de nuestros deseos. 

La categoría de la identidad fue un resumen, una conclusión resultante de una concepción de los fenómenos, inherente a una etapa determinada del desarrollo histórico del conocimiento en el que los objetos eran considerados haciendo abstracción de sus diferencias internas, de sus contradicciones. Antes de aparecérsenos con sus diferencias internas, el objeto se presenta como cierta identidad. Toda la humanidad pasó, durante determinado período histórico, por ese grado de desarrollo intelectual. Engels indica que la concepción de los objetos como acabados y finitos —concepción que reinó durante mucho tiempo, hasta el siglo XIX— fue, en su tiempo, históricamente justificada. “Había que investigar las cosas —escribe Engels— antes de poder investigar los procesos.”6 

Pero este grado del conocimiento no tiene sólo una importancia histórica. El desarrollo intelectual del niño muestra que al principio este último percibe también los objetos como acabados y finitos, como idénticos a sí mismos. Por eso, Lenin indicaba que en la escuela secundaria era preciso limitarse a la lógica formal, con sus leyes de identidad, etc. Tal es la lógica racional del conocimiento. El objeto se aparece al hombre, antes que nada, en su identidad, en su carácter determinado. Esto rige tanto para el proceso histórico como para el proceso lógico del conocimiento. 

Luego, el conocimiento va más lejos, descubre las diferencias y las contradicciones internas del objeto. También ésta es una ley válida a la vez para el desarrollo histórico y para el desarrollo lógico del conocimiento. Por ejemplo, durante largos siglos la ciencia consideró el átomo como una cosa idéntica a sí misma y desprovista de toda diferencia interna. Sólo a fines del siglo XIX descubrió las diferencias y las contradicciones internas del átomo, y entró más a fondo en el corazón de su objeto, pasando de la identidad a las diferencias. Aquí es preciso tener en cuenta el hecho de que el conocimiento depende estrechamente del nivel de la práctica, del estado de la técnica, del arsenal de que disponen los hombres para penetrar en la esencia de los fenómenos. De ahí que, por ejemplo, el hombre sólo pudiera empezar a escudriñar el núcleo del átomo a fines del siglo pasado. Pero debido a ello, lejos de ser refutada, la ley que hace ir el conocimiento de la identidad a las diferencias y a las contradicciones es, por el contrario, confirmada, porque el crecimiento del poderío técnico del hombre desarrolla al mismo tiempo su aptitud para conocer en forma más íntima la esencia de las cosas. 

El mismo movimiento volvemos a encontrarlo en el conocimiento de las categorías de “trabajo” en la economía política. Smith y Ricardo consideraban el trabajo, en las condiciones de la producción mercantil, como una identidad muerta. Marx reveló sus diferencias internas, su carácter contradictorio, y mostró que el trabajo es la unidad del trabajo abstracto y del trabajo concreto. 

Lo que acaba de decirse respecto de la correlación de las categorías de la identidad y de la diferencia no implica, es evidente, que el objeto de la investigación (átomo, trabajo, etc.) sea en primer lugar una identidad privada de diferencias, de contradicciones, que sólo aparecerían en un grado superior de su evolución. Semejante conclusión sólo puede resultar de una interpretación idealista, que considere el desarrollo de los conceptos lógicos como la fuente de la naturaleza, de la realidad objetiva. En rigor, el movimiento que va de la identidad a las diferencias a las contradicciones es el movimiento de nuestro conocimiento, que penetra en el corazón de la esencia de los fenómenos. Las categorías de la identidad y de la diferencia forman precisamente los grados de profundización del conocimiento. 

El orden lógico de estas categorías refleja, pues, el proceso histórico del desarrollo del conocimiento. 

Pasemos ahora a las categorías de calidad y de cantidad. 

Lo que sabemos del pensamiento de los hombres que vivían en la época de la comunidad primitiva demuestra que llegaban con facilidad a conocer las diferencias cualitativas entre los objetos, pero que les resultaba sumamente difícil efectuar las operaciones de cálculo, vinculadas al aspecto cuantitativo de los objetos. Cuando contaban les era penoso hacer abstracción de las propiedades cualitativas de los objetos, por lo cual el número no era en ellos un concepto abstracto, sino inseparable del objeto. Tuvo que transcurrir cierto tiempo para que el número se tornase progresivamente abstracto y para que el hombre aprendiera a operar con el concepto abstracto de cantidad. 

En el desarrollo histórico del pensamiento y del conocimiento, el concepto de cantidad aparece, entonces, como una etapa más tardía. 

Se puede ilustrar esta comprobación por medio de ejemplos tomados de diversas ciencias. Por ejemplo, en el desarrollo histórico de la química y de su concepto capital, el de elemento químico, el conocimiento pasó igualmente de la definición cualitativa de la sustancia a su análisis cuantitativo, al estudio de la vinculación recíproca interna, y de las conversiones recíprocas de la calidad y de la cantidad, al descubrimiento de la clasificación periódica de los elementos. 

Precisemos sin embargo que aquí sólo se trata de la tendencia más general del desarrollo del conocimiento, y que en su curso vivo, concreto, éste es mucho más complejo y contradictorio. Sería simplificar de modo arbitrario las cosas suponer que el conocimiento se desarrolla siempre y en todos los casos precisamente de esta manera, y adaptar en forma artificial a esta tendencia general la historia compleja y concreta de la ciencia. La historia del conocimiento es influida por numerosos factores muy diversos, a los que es preciso tener en cuenta para entender cada avance del conocimiento en el conjunto de sus aspectos concretos. Pero esto no reduce en modo alguno la necesidad de estudiar las tendencias y las leyes más generales del desarrollo del conocimiento, porque la sistematización de conjunto de la historia del pensamiento tiene, como lo hemos visto, una muy elevada importancia para la comprensión de las leyes del desarrollo lógico del conocimiento. 

La sistematización de conjunto de la historia del pensamiento es también de suma importancia en lo que respecta a las categorías de calidad y de cantidad, porque el análisis del desarrollo lógico del conocimiento muestra que, tal como en la historia, la calidad, la determinación cualitativa de los objetos, aparece antes de que se conozca su cantidad, su aspecto cuantitativo. 

Al iniciar El Capital con el análisis de la mercancía, Marx indica que lo que salta a la vista en primer lugar, cuando se examinan las mercancías, son sus diferencias cualitativas, sus diferencias como valores de uso. Como valores de uso, dice, las mercancías son antes que nada de calidad diferente. Para considerar de modo más especial el aspecto cualitativo de una mercancía, hace falta también cierta fuerza de abstracción. Sin embargo este aspecto se aparece de golpe ante el observador. La sensación es para nosotros el elemento primero, el más conocido, y contiene necesariamente la calidad. 

Si no se profundiza más el problema, si no se arroja luz sobre la determinación cuantitativa de las cosas, se desnaturaliza inevitablemente su esencia real. Esto es lo que explica que los economistas vulgares, que se limitaban a la superficie de las cosas, hayan tomado las diferencias cualitativas de las mercancías —su valor de uso— como base de sus “teorías de la utilidad”, en las que negaban lisa y llanamente la ley del valor. 

Pero las mercancías, como sostén de un trabajo cristalizado en ellas, es decir, de cierto valor, tienen también un aspecto cuantitativo. Este aspecto cuantitativo es su valor de cambio.7 

“Como valores de cambio —dice Marx—, sólo pueden ser de cantidad diferente…” Esto exige, para su descubrimiento, una fuerza de abstracción aun mayor. Exige que se haga abstracción de diferencias cualitativas entre las mercancías, dado que el valor de cambio no contiene un solo átomo de valor de uso. 

Marx hace observar al respecto que la diferencia cuantitativa de las mercancías, o, dicho de otro modo, su valor de cambio, aparece en primer lugar bajo la engañosa apariencia de proporciones que rigen el intercambio de un valor de uso de cierta calidad por valores de uso de otras calidades. Como estas proporciones varían sin cesar en el mercado, parecería que las diferencias cuantitativas (el valor de cambio) fuesen determinadas por las fluctuaciones de la oferta y la demanda. A partir de aquí, los economistas vulgares construyeron una teoría según la cual el valor de las mercancías es función de la relación entre la oferta y la demanda. 

En rigor, como lo demostró Marx, la diferencia cuantitativa entre las mercancías intercambiadas es una diferencia entre las cantidades de trabajo general abstracto invertidas para su producción. Para descubrir tal cosa es preciso hacer abstracción del valor de uso, de la calidad de las mercancías. Entonces se puede decir, para adoptar las palabras de Marx, que en los productos del trabajo, todas las “propiedades percibidas por los sentidos se han evaporado…”. 

Así vemos que, en sus investigaciones, Marx parte del análisis del aspecto cualitativo de las mercancías para culminar en el análisis de su aspecto cuantitativo. 

Por consiguiente, el problema del orden de las categorías en la lógica hace aparecer de igual modo el sentido profundo de la indicación de Lenin en cuanto a la necesidad de elaborar la historia del conocimiento humano desde un punto de vista teórico.

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(*) M. Rosental, Los problemas de la dialéctica en El Capital de Marx, Cap. IX, De la Correlación de las Categorías de la Lógica Dialéctica, punto II, pp. 416-432. Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1961.

(1) V. I. Lenin, Cuadernos filosóficos, págs. 215-216, Ed. rusa.

(2) V. I. Lenin, Cuadernos filosóficos, pág. 214. Ed. rusa.

(3) F. Engels, Dialéctica de la naturaleza, pág. 176, Ed. rusa.

(4) C. Marx y F. Engels, Correspondencia acerca de “El Capital”, pág. 106, Ed. rusa.

(5) C. Marx, El Capital, (Historia crítica de la teoría de la plusvalía), t. V, pág. 183, Ed. cit.

(6) F. Engels, “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”, en Marx/Engels, Obras Escogidas, t. II, página 362, Ed. cit.

(7) El valor de cambio no es considerado aquí como una categoría cuantitativa, a no ser en relación con el aspecto cualitativo de la mercancía, en relación con su valor de uso, pero lo que aparece en un caso como aspecto cuantitativo de los objetos puede y debe ser considerado, en otro caso, como su aspecto cualitativo. Sólo en condiciones históricas determinadas se cristaliza el trabajo en el valor de la mercancía, y se expresa bajo éste la forma de valor de cambio. Y aquí existe una característica cualitativa profunda de la producción mercantil, en especial de la producción capitalista.


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