viernes, 1 de octubre de 2021

Política

La Cuestión de la Violencia Revolucionaria en el Programa del Partido

Eduardo Ibarra

LA EXPERIENCIA HISTÓRICA de la revolución proletaria y de la dictadura del proletariado da cuenta de que no siempre la violencia revolucionaria ha sido ejercida ajustada a sus parámetros: razón, ventaja y límite. Así ha ocurrido tanto en nuestro medio como en el extranjero. Por ejemplo durante los años treinta y cuarenta sobre todo, en la URSS se cometieron excesos en el curso de la represión de los contrarrevolucionarios que saboteaban la dictadura del proletariado incluso mediante la violencia. Más acá, en la Camboya de Pol Pot se cometieron excesos que han sido objeto de algunos análisis críticos y en el Perú hemos sido testigos del extravío del PC-SL en punto al inicio de su lucha armada en una situación no revolucionaria como era la situación en el Perú de 1980, a su empleo de la violencia en el seno del pueblo, así como a cierta teorización sobre la violencia bajo la dictadura del proletariado y en el período del paso al comunismo.

La razón de la violencia revolucionaria ejercida por las clases trabajadoras para tomar el poder se justifica porque la burguesía ha demostrado que no tiene ninguna disposición de abandonar el poder no obstante su caducidad histórica.

La ventaja de la violencia revolucionaria reside en que la misma debe ejercerse como legítima respuesta inmediata a la violencia reaccionaria.

El límite de la violencia revolucionaria está determinado por la necesidad de no sobrepasarse en el cuadro de la lucha contra la burguesía y por la necesidad de tratar con métodos pacíficos las contradicciones en el seno del pueblo.

      Marx señaló que la violencia es la partera de la historia y, por tanto, concretamente, la violencia revolucionaria es la partera de la revolución socialista.

Para el marxismo el problema fundamental de toda revolución es el problema del poder y, por eso, el problema fundamental de la revolución socialista es la destrucción del aparato estatal burgués por medio de la fuerza y la sustitución de este aparato por el Estado proletario. Así, pues, la revolución violenta es una ley universal de la revolución socialista.

     Desde luego, el proletariado, las demás clases trabajadores, el partido proletario, no son partidarios naturales de la violencia y, por eso, preferirían una transición pacífica al socialismo. Por eso se muestran siempre atentos a las condiciones concretas que excepcionalmente podrían permitir una tal transición. Cuando en los años setenta del siglo XIX, dada la situación en Inglaterra y Estados Unidos (inexistencia de un militarismo que sirviera de aparato principal del Estado burgués), Marx sostuvo que el proletariado podía alcanzar su objetivo por medios pacíficos; pero, al mismo tiempo, señaló que esa posibilidad era una excepción y que en la mayoría de países europeos la fuerza era el medio de la revolución. Así también, cuando, dada la situación excepcional después de la revolución de febrero de 1917 (“las armas en manos del pueblo y libre éste de todo constreñimiento exterior”), Lenin sostuvo que la revolución podía desarrollarse pacíficamente, pero, en junio, después de la represión armada contra las masas populares por el gobierno burgués, señaló que “Todas las esperanzas de desarrollo pacífico de la revolución rusa se han desvanecido definitivamente” (La situación política), y, así, en octubre el partido bolchevique dirigió a los obreros y a los soldados en una sublevación armada y tomó el poder.

En las condiciones del imperialismo, la burguesía desarrolla en todas partes el militarismo, lo cual ha cerrado la posibilidad de desarrollo pacífico de la revolución.

Por eso el camino de la Revolución Rusa es el camino de la revolución socialista.

Refiriéndose a la ley universal de la revolución socialista, Lenin señaló que, “entre el capitalismo y el socialismo media un largo período de “dolores de parto”, que la violencia es siempre la partera de la vieja sociedad (Obras escogidas en doce tomos, t. VII); que el Estado burgués “no puede ser sustituido por el Estado proletario (por la dictadura del proletariado) mediante la “extinción”, sino sólo, como regla general, mediante la revolución violenta” (El estado y la revolución); y que “La necesidad de educar sistemáticamente a las masas en esta idea de la revolución violenta, y precisamente en esta, es la base de toda la doctrina de Marx y Engels.” (Ob. cit.). 

Por eso agregó en otro lugar:

 

… la guerra civil, sin la cual no se ha hecho todavía ninguna revolución importante en la historia, sin la cual no se ha imaginado el tránsito del capitalismo al socialismo ningún marxista serio. (OE, t. 8). 

Y es así, efectivamente: si la revolución burguesa, que se limitó a reemplazar en el poder a una clase explotadora por otra clase explotadora, no pudo hacerse sin una guerra civil, se entenderá que menos todavía puede hacerse sin guerra civil la revolución socialista, que, como lo sabe todo marxista, se propone erradicar a todas las clases explotadores y, por tanto, toda explotación del hombre por el hombre. 

Mariátegui señaló con toda razón que

… los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria. (Temas de nuestra América). 

Así, pues, tales cauces no contienen la revolución socialista. Y así como el “camino parlamentario” al socialismo del revisionismo jruschoviano-breznehviano mostró tempranamente su falsedad, el “camino municipal” al socialismo de algunos de sus epígonos ha mostrado ya su improcedencia.

Mao señaló:


Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra. (Obras escogidas, t. I).

Por su parte, Mariátegui sostuvo:


… la revolución es la gestación dolorosa, el parto sangriento del presente. (La escena contemporánea).

Además, Mariátegui señaló que el revisionismo cree


… en la posibilidad de una dulce transición del capitalismo al socialismo. (La escena contemporánea).

De manera pues que, quien crea que la revolución socialista puede llevarse a cabo por los cauces legales, constitucionales, democráticos, es decir, en el marco de la convivencia con la burguesía, echa tierra a los ojos de las masas, traiciona al marxismo y a la revolución.

De hecho, predicar una pretendida revolución pacífica es la mejor manera de aherrojar a las masas al régimen capitalista, es la mejor manera de oponerse a la revolución socialista.

La violencia revolucionaria no es ejercida por el partido proletario por resentimiento, venganza o cualquier otro sentimiento negativo. Tampoco es la violencia de George Sorel, quien la consideraba generadora del derecho, la moral, la cultura, como biológica, individualista, caótica, catastrófica, como algo “bello y heroico” y aun como salvadora de la burguesía. La violencia revolucionaria es ejercida por ser el único medio para tomar el poder, como una necesidad ineludible, como un mal necesario que encierra un bien evidente: la emancipación de las clases trabajadoras de la explotación económica y la opresión política y el desarrollo, en el curso de las dictadura revolucionaria del proletariado, de las condiciones para la emancipación de toda la humanidad: el proletariado solo puede emanciparse a sí mismo si emancipa a toda la humanidad.

Mariátegui escribió:


… si la revolución exige violencia, autoridad, disciplina, estoy por la violencia, por la autoridad, por la disciplina. Las acepto, en bloque, con todos sus horrores, sin reservas cobardes. (Signos y obras).

Hay que entender el significado exacto de la cita: la frase “las acepto en bloque”, significa que Mariátegui aceptaba la violencia, la autoridad y la disciplina revolucionarias como un todo único, pues entre tales factores existe una relación intrínseca; “con todos sus horrores, sin reservas cobardes”, significa que Mariátegui aceptaba la violencia revolucionaria como un hecho necesario, no obstante que en sí misma la violencia entre los hombres es un horror, y, por tanto, abstenerse de ejercerla revolucionariamente cuando la situación lo exige, es, obviamente, una cobardía, pues esa abstención equivaldría a renunciar a la revolución y ponerse de rodillas ante el caduco régimen capitalista.

Así, pues, la examinada cita de Mariátegui no sirve ni puede servir a nadie para justificar los excesos de la vanguardia, el extravío de algún partido en el ejercicio de la violencia. No puede justificar, por ejemplo, los excesos cometidos en la URSS en la represión de los contrarrevolucionarios, o la barbarie cometida en Camboya después de la victoria sobre el imperialismo estadounidense, o el extravío del PC-SL durante la guerra interna en el Perú de los años ochenta y noventa. La lucha contra los contrarrevolucionarios en la URSS era una necesidad de la revolución y se justificaba plenamente; lo injustificable fue su extensión a personas que no eran contrarrevolucionarias. La lucha del pueblo camboyano contra la intervención del imperialismo yanqui era una necesidad ineludible y se justificaba absolutamente; lo injustificable fue lo que vino después del triunfo de la revolución con el uso de una violencia desmedida. La lucha armada del PC-SL no se justificó porque al lanzarse la misma en una situación no revolucionaria, se configuró como una aventura, y porque, en el proceso de deterioro de su afán de ganar a las masas a su acción, el mencionado partido fue cayendo cada vez más en el ejercicio de la violencia contra el campesinado y, precisamente esto lo condujo al fracaso de su proyecto.

Es necesario agregar que los únicos excesos justificables son los de las masas populares mismas.

Mariátegui precisó: 


Los revolucionarios de todas las latitudes tienen que elegir entre sufrir la violencia o usarla. Si no quieren que el espíritu y la inteligencia estén a órdenes de la fuerza, hay que resolverse a poner la fuerza a órdenes de la inteligencia y del espíritu.

La inteligencia revolucionaria dice que el capitalismo ha caducado históricamente, y el espíritu revolucionario dice que, una vez que se presenta una situación revolucionaria, hay que ejercer la violencia racional, metódica, de masas, de manera de conquistar el poder, liquidar la dictadura de la burguesía e instaurar la dictadura revolucionaria del proletariado.

        Por lo expuesto, la ley universal de la revolución socialista es una cuestión que hay que propagandizar en el seno del pueblo y prepararlo así para la lucha directa por el poder.

En conclusión, es claro que la cuestión de la violencia revolucionaria debe formularse en el Programa General del Partido.


21.07.2019.


Economía

La Inflación y la Propaganda Burguesa

César Risso

Durante los últimos meses, particularmente desde la segunda vuelta, se ha venido dando un fenómeno inflacionario del cual se ha estado haciendo responsable al Presidente Pedro Castillo, a Vladimir Cerrón, al Partido Perú Libre y, en general, a toda la izquierda. Es curioso que todos los “supuestos” responsables, según la burguesía, no tengan poder económico. O sea que, estos personajes y agrupaciones no son “agentes económicos”, en el sentido burgués de la expresión, que puedan con su conducta afectar las variables económicas, específicamente el nivel general de precios. 

        La teoría económica burguesa dice que los precios se forman en el mercado como resultado de la oferta y la demanda. Pero ahora nos dicen que no son la oferta y la demanda las que determinan los precios, sino más bien los precios se determinan por el comportamiento de los mencionados personajes y agrupaciones. Para ser justos, hay que añadir que la burguesía señala que, dada la incertidumbre política, se genera una situación en la cual, ante las perspectivas negativas de la economía, los empresarios ven por conveniente retirar sus capitales, o al menos una parte, y llevárselos a otro país para ponerlos a buen recaudo. Es decir, el elemento político viene a ser la causa de la reducción de capitales en nuestro país y, en consecuencia, de la disminución de la oferta, después de lo cual, ahora sí, vuelve a funcionar la oferta y la demanda. Habría que concluir que los intelectuales burgueses tienen serios problemas en la comprensión de la formación de los precios, y de la inflación, o que comprendiendo más o menos el asunto, con las limitaciones propias de la clase social a la que representan, prefieren individualizar el fenómeno y convertir a Pedro Castillo y lo que este significa en la conciencia burguesa, en el responsable de la inflación, y con ello negar a la oferta y la demanda el rol que le asignan en la teoría económica. 

        Sin embargo, no cabe duda alguna de que cualquier problema económico será atribuido al actual presidente y a toda la izquierda, como parte de la lucha de la burguesía por recuperar la conducción de sus negocios. 

        Saquemos una primera conclusión en base a las afirmaciones de la burguesía respecto del fenómeno inflacionario que vivimos actualmente. La oferta y la demanda de mercancías no son la causa última del aumento de los precios. Claro que no se nos ocurriría hacer responsables de dicha situación a Pedro Castillo, ni a Vladimir Cerrón, ni a ningún otro que no tenga poder económico. 

        Veamos algunos de estos factores que se encuentran detrás de la actual inflación y, en consecuencia, de la oferta y la demanda de mercancías.


        “La inflación interanual aumentó a 4,95 por ciento en agosto, desde 2,45 por ciento en mayo, debido a factores de oferta tales como aumentos significativos en precios internacionales de insumos para los alimentos (granos y fertilizantes), de combustibles y derivados, fletes de comercio exterior, así como por la depreciación del sol. La inflación sin alimentos y energía aumentó de 1,76 a 2,39 por ciento en el mismo periodo, permaneciendo dentro del rango meta y manteniéndose como una de las más bajas de la región. De igual manera, los diferentes indicadores tendenciales de inflación se ubican en el rango meta, a excepción de la media acotada, cuya variación alcanzó un valor de 3,08 por ciento.” 1

Como se puede apreciar, la burguesía no se informa como se debe de la situación que está provocando la inflación en nuestro país. Esta información se queda en los círculos de investigadores burgueses, pero la burguesía como clase se muestra ignorante en este problema. Prefiere mostrarse esquiva a las verdaderas causas coyunturales de la inflación, para así desorientar al pueblo y hacerlo creer que el problema ha sido originado por Pedro Castillo y la izquierda; pretende ocultar así que son sus intereses los que motivan la reacción que provoca el incremento de precios. Para decirlo en términos generales: la inflación es un fenómeno capitalista.

El precio es, en última instancia, la forma exterior, la envoltura, en la que se presentan en la superficie las contradicciones de clase en la sociedad capitalista, que se desenvuelve en el terreno de la anarquía de la producción (mercado libre o regulado); contradicciones de clase que de un lado expresan el dominio del capital y los intereses de la burguesía, y que en consecuencia se asientan sobre la propiedad privada de los medios de producción y el trabajo asalariado; que por lo tanto, la estructura de la sociedad capitalista, con las contradicciones en el seno de los mismos capitalistas, que pugnan por tener ganancias más elevadas, desarrollan todas las formas posibles para arrebatarse entre ellos mayores porciones de la plusvalía extraída a los trabajadores; que actuando en conjunto, ejercen su poder político, que emana de su poder económico, para extraer de diversas formas mayor cantidad de plusvalía a los trabajadores; en fin, para someter a todo (naturaleza incluida) y a todos a sus viles propósitos. Si los precios son el resultado de todo esto, no podemos decir que es el mercado, la oferta y la demanda, el que determina los precios, sino que la oferta y la demanda es asimismo resultado de la estructura económica y política de la sociedad, y que en consecuencia, para tener un control efectivo de los precios, debemos cambiar la estructura económica y política de la sociedad, partiendo de la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y el sistema de trabajo asalariado, y con ello eliminando la anarquía de la producción.

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(1) https://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/Reporte-Inflacion/2021/setiembre/reporte-de-inflacion-setiembre-2021.pdf

Internacionales

La Desigualdad en las Vacunas, Fracaso Moral del Capitalismo

 Pasqualina Curcio

LA SOLUCIÓN A LA PANDEMIA no pasa por gotear caridad, sino por intervenir sobre la causa de la desigualdad en el acceso a las vacunas: eliminar el monopolio del complejo médico farmacéutico.

En dos meses caducarán 241 millones de dosis de vacunas contra el Covid-19, sin contar los 34 millones que ya se vencieron y fueron descartadas en EEUU. Estos 241 millones forman parte de los 1.200 millones de dosis que les sobran a EEUU, Canadá, Reino Unido, Japón y la Unión Europea, las cuales también están próximas a vencerse e irán a parar al basurero si no son donadas y aplicadas antes de diciembre de este año (Informe de Arirfinity sobre pronóstico y caducidad de las vacunas contra el Covid-19 para 2021 y 2022).

A pesar de esto, los países ricos antes mencionados y miembros del G-7 siguen cerrando contratos con las empresas farmacéuticas para adquirir vacunas contra el Covid-19. Según la programación de compras hasta junio 2022 y considerando incluso que apliquen una tercera dosis a su población, les estarían sobrando y muy probablemente caducando 2.228 millones de vacunas para mediados del próximo año, cantidad que equivale al 41% de los 5.400 millones de dosis que se requieren para vacunar al 70% de la población de los países de bajos y medianos ingresos. De estos 2.228 millones de dosis excedentes, el 40% estará en los depósitos de EEUU, el 5% en el de Reino Unido (121 millones), el 45% en los países de la Unión Europea (999 millones de vacunas) y el 5% en Canadá (111 millones) (Airfinity).

El hecho de que 1.200 millones de vacunas se estén venciendo en los países ricos mientras más de la mitad de la población mundial espera ser inmunizada es una manifestación más de las grandes e inhumanas desigualdades que caracterizan al sistema económico que impera en más del 95% de los países del mundo. Es una señal más, entre muchas otras, del fracaso del capitalismo para dar respuesta a las mayorías, el mismo que, basado en la explotación, da prioridad a la ganancia de unos pocos por encima de la vida de muchos, ese mismo sistema económico que algunos insisten en defender y en calificar de exitoso por su supuesta “eficiencia”.

Al respecto, Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo: “Debo ser franco: el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso se pagará con las vidas y el sustento de los países más pobres”. Denunció que incluso aun cuando defienden el acceso equitativo, algunos países y empresas continúan dando prioridad a los acuerdos bilaterales, evitando el mecanismo COVAX, lo que está provocando un aumento de los precios y mayores ganancias para la industria a costa de menor acceso para los pueblos.

A la fecha, se han producido 7.500 millones de dosis de vacunas contra el Covid-19 incluyendo la producción de China. Se están produciendo unos 1.500 millones al mes, al parecer, la industria farmacéutica ha acelerado la producción. De seguir este ritmo, para diciembre de 2021 se habrán fabricado 12.227 millones (Airfinity). Es el caso que, en el mundo se requieren 11.300 millones de dosis para inmunizar al 80% de la población mayor de 12 años. Eso significa que, si los países ricos no acumularan y concentraran las vacunas que luego se les terminan venciendo en sus depósitos y, por el contrario, hubiese habido una distribución justa, es decir, humana, de las vacunas, no solo hubiésemos podido alcanzar la meta de inmunización antes de finalizar el 2021, sino que se podría evitar 1 millón de muertes de aquí a junio 2022. Desde que comenzó la pandemia han muerto 4.757.000 personas.

Antonio Guterres, director general de Naciones Unidas informó en la reciente Cumbre de ese organismo celebrada el 22 de septiembre que, hasta el momento se han administrado más de 5.700 millones de dosis de vacunas en el mundo (se han vacunado 3.490 millones de personas, el 44% de la población mundial), pero que el 73% de ellas se aplicaron en sólo diez países. Dijo que: “los países de ingresos altos han administrado 61 veces más dosis por habitante que los países de ingresos bajos. Solo el 3% de los africanos se ha vacunado”. Los países pobres no han vacunado ni el 2% de su población.

La cada vez mayor acumulación y concentración de capital, y por lo tanto de poder, es uno de los objetivos y de las principales características del modo de producción que hoy impera en el mundo sin importar a costa de qué o, mejor dicho, a costa de quiénes y de cuántos. La humanidad ha llegado al punto que, en esta fase superior del capitalismo, la concentración y con ella la desigualdad es tan bárbara que, no solo el 1% de la población mundial se apropia del 84% de lo que produce la clase trabajadora (OXFAM), sino que 5 empresas privadas tienen hoy el monopolio y el poder de decidir quiénes viven y quiénes mueren en el mundo, nos referimos a Pfizer/BioNtech, Moderna, Astrazeneca, Johnson&Johnson y Novavax que se reparten el 45%, 24%, 12%, 12% y 6% respectivamente del mercado mundial de 100.000 millones de dólares en vacunas contra el Covid-19. Poder que, obviamente, está por encima del de los gobernantes y de la propia ONU. A los hechos nos remitimos.

La propuesta planteada esta semana por Joe Biden en la 76° Asamblea Nacional de la ONU de comprar 500 millones más de dosis de vacunas a la empresa Pfizer para donarlas a los países pobres, no solo es inmoral y descarada cuando acaban de botar 34 millones de dosis vencidas y cuando igual destino pudiesen tener 576 millones que están por vencerse de aquí a diciembre de 2021 en ese país, sino que termina siendo una trampa para seguir garantizando ventas, ganancias y poder a las farmacéuticas.

La verdadera solución a la pandemia no pasa por gotear caridad, sino por intervenir sobre la causa de la desigualdad en el acceso a las vacunas, nos referimos a eliminar el monopolio del complejo médico farmacéutico lo que, a su vez, pasa por levantar uno de los mecanismos más inhumanos que inventó el capitalismo para legalizar y legitimar la mayor concentración de capitales y con ésta dichos monopolios/poderes privados: los derechos de propiedad intelectual y las patentes.

El asunto de la concentración de los capitales que derivan en monopolios privados es tan perverso que los propios padres del monetarismo/neoliberalismo (lo más salvaje del capitalismo) lo reconocen. Friedrich von Hayek, escribió en su libro “Los fundamentos de la libertad”: “…si existe peligro de que un monopolista adquiera poder de coacción, el método más eficaz para impedirlo consiste, probablemente en exigirle que sus precios sean los mismos para todos y prohibirle toda discriminación entre sus clientes”.

Por su parte, Milton Friedman, discípulo de Von Hayek, escribió en su libro “Capitalismo y libertad”: “…la elección entre los males del monopolio privado, del monopolio público o de la regulación pública no puede hacerse de una vez para siempre independientemente de las circunstancias de los hechos. Si el monopolio técnico lo es de un servicio o artículo que se considera esencial, y si su poder monopolístico es considerable, puede ser que incluso los efectos a corto plazo de un monopolio privado, sin regulación, fueran intolerables. En este caso la regulación o la propiedad estatal sería lo más conveniente.” ¿Qué tal? Y resulta que en este mundo capitalista en el que vivimos y en medio de la peor pandemia, los inmorales gobiernos de los países ricos se oponen a la eliminación de las patentes y por el contrario, insisten en legalizar el monopolio y el poder de la industria farmacéutica privada sin importar cuántos mueran.

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Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/213938

Psicología

El Egoísmo en la Sociedad Capitalista*

Eric Fromm

EL EGOÍSMO (selfishness) no es idéntico al amor a sí mismo, sino a su opuesto. El egoísmo es una forma de codicia. Como toda codicia, es insaciable y, por consiguiente, nunca puede alcanzar una satisfacción real. Es un pozo sin fondo que agota al individuo en un esfuerzo interminable para satisfacer la necesidad sin alcanzar nunca la satisfacción. La observación atenta descubre que si bien el egoísta nunca deja de estar angustiosamente preocupado de sí mismo, se halla siempre insatisfecho, inquieto, torturado por el miedo de no tener bastante, de perder algo, de ser despojado de alguna cosa. Se consume de envidia por todos aquellos que logran algo más. Y si observamos aún más de cerca este proceso, especialmente su dinámica inconsciente, hallaremos que el egoísta, en esencia, no se quiere a sí mismo sino que se tiene una profunda aversión.

El enigma de este aparente contrasentido es de fácil solución. El egoísmo se halla arraigado justamente en esa aversión hacia sí mismo. El individuo que se desprecia, que no está satisfecho de sí, se halla en una angustia constante con respecto a su propio yo. No posee aquella seguridad interior que puede darse tan sólo sobre la base del cariño genuino y de la autoafirmación. Debe preocuparse de mismo, debe ser codicioso y quererlo todo para sí, puesto que, fundamentalmente, carece de seguridad y de la capacidad de alcanzar la satisfacción. Lo mismo ocurre con el llamado narcisista, que no se preocupa tanto por obtener cosas para sí, corno de admirarse a sí mismo. Mientras en la superficie parece que tales personas se quieren mucho, en realidad se tienen aversión, y su narcisismo —como el egoísmo— constituye la sobre- compensación de la carencia básica de amor hacia sí mismos. Freud ha señalado que el narcisista ha retirado su amor a los otros dirigiéndolo hacia su persona: si bien lo primero es cierto, la segunda parte de esta afirmación no lo es. En realidad, no quiere ni a los otros ni a sí mismo.

Volvamos ahora al problema que nos condujo a este análisis psicológico del egoísmo. Como se recordará, habíamos tropezado con la contradicción inherente al hecho de que, mientras el hombre moderno cree que sus acciones están motivadas por el interés personal, en realidad su vida se dedica a fines que no son suyos; tal como ocurría con la creencia calvinista de que el propósito de la existencia humana no es el hombre mismo sino la gloria de Dios. Hemos tratado de demostrar que el egoísmo está fundado en la carencia de autoafirmación y amor hacia el yo real, es decir hacia todo el ser humano concreto junto con sus potencialidades. El "yo" en cuyo interés obra el hombre moderno es el yo social, constituido esencialmente por el papel que se espera deberá desempeñar el individuo y que, en realidad, es tan sólo el disfraz subjetivo de la función social objetiva asignada al hombre dentro de la sociedad. El egoísmo de los modernos no representa otra cosa que la codicia originada por la frustración del yo real, cuyo objeto es el yo social. Mientras el hombre moderno parece caracterizarse por la afirmación del yo, en realidad éste ha sido debilitado y reducido a un segmento del yo total —intelecto y voluntad de poder— con exclusión de todas las demás partes de la personalidad total. 

Si bien todo esto es cierto, también debemos preguntarnos ahora si el acrecentado dominio sobre la naturaleza ha tenido o no por consecuencia un aumento del vigor del yo individual. Hasta cierto punto ello ha ocurrido, y tal aumento, en la medida en que realmente se produjo, forma parte del aspecto positivo del desarrollo individual, que no debemos perder de vista. Pero, si bien el hombre ha alcanzado en un grado considerable el dominio de la naturaleza, la sociedad no ejerce la fiscalización de aquellas fuerzas que ella misma ha creado. La racionalidad del sistema de producción, en sus aspectos técnicos, se ve acompañada por la irracionalidad de sus aspectos sociales. El destino humano se halla sujeto a las crisis económicas, la desocupación y la guerra. El hombre ha construido su mundo, ha erigido casas y talleres, produce trajes y coches, cultiva cereales y frutas, pero se ha visto apartado del producto de sus propias manos, y en verdad ya no es el dueño del mundo que él mismo ha edificado. Por el contrario, este mundo, que es su obra, se ha transformado en su dueño, un dueño frente al cual debe inclinarse, a quien trata de aplacar o de manejar lo mejor que puede. El producto de sus propios esfuerzos ha llegado a ser su Dios. El hombre parece hallarse impulsado por su propio interés, pero en realidad su yo total, con sus concretas potencialidades, se ha vuelto un instrumento destinado a servir los propósitos de aquella misma máquina que sus manos han forjado. Mantiene la ilusión de constituir 'el centro del universo, y sin embargo se siente penetrado por un intenso sentimiento de insignificancia e impotencia análogo al que sus antepasados experimentaron de una manera consciente con respecto a Dios. 

El sentimiento de aislamiento y de impotencia del hombre moderno se ve ulteriormente acrecentado por el carácter asumido por todas sus relaciones sociales. La relación concreta de un individuo con otro ha perdido su carácter directo y humano, asumiendo un espíritu de instrumentalidad y de manipulación. En todas las relaciones sociales y personales la norma está dada por las leyes del mercado. Es obvio que las relaciones entre competidores han de fundarse sobre la indiferencia mutua. Si fuera de otro modo, cada uno de los competidores se vería paralizado, en el cumplimiento de su tarea económica, de entablar una lucha contra los demás, susceptible de llegar, si fuera necesario, a la destrucción recíproca. 

La relación entre empleado y patrón se halla penetrada por el mismo espíritu de indiferencia. La palabra inglesa employer encierra toda la historia: el propietario del capital emplea a otro ser humano del mismo modo que emplea una máquina. Patrón y empleado están usándose mutuamente para el logro de sus fines económicos; su relación se caracteriza por el hecho de que cada uno constituye un medio para un fin, representa un instrumento para el otro. No se trata en modo alguno de la relación entre dos seres humanos que poseen un interés recíproco no estrictamente limitado a esta mutua utilidad. Este mismo carácter instrumental constituye la regla en las relaciones entre el hombre de negocios y su cliente. Éste representa un objeto que debe ser manipulado, y no una persona concreta cuyos propósitos interesen al comerciante. También la actitud hacia el trabajo es de carácter instrumental; en oposición al artesano de la Edad Media, el moderno industrial no se interesa primariamente en lo que produce, sino que considera el producto de su industria como un medio para extraer un beneficio de la inversión del capital y de- pende fundamentalmente de las condiciones del mercado, las cuales habrán de indicarle cuáles sectores de producción le proporcionarán ganancias para el capital a invertir. 

Este carácter de extrañamiento se da no sólo en las relaciones económicas sino también en las personales; éstas toman el aspecto de relación entre cosas en lugar del de relación entre personas. Pero acaso el fenómeno más importante, y el más destructivo, de instrumentalidad y extrañamiento lo constituye la relación del individuo con su propio yo1. El hombre no solamente vende mercancías, sino que también se vende a mismo y se considera como una mercancía. El obrero manual vende su energía física, el comerciante, el médico, el empleado, venden su personalidad. Todos ellos necesitan una personalidad si quieren vender sus productos o servicios. Su personalidad debe ser agradable: debe poseer energía, iniciativa y todas las cualidades que su posición o profesión requieran. Tal como ocurre con las demás mercancías, al mercado es al que corresponde fijar el valor de estas cualidades humanas, y aun su misma existencia. Si las características ofrecidas por una persona no hallan empleo, simplemente no existen, tal como una mercancía invendible carece de valor económico, aun cuando pudiera tener un valor de uso.  De este modo la confianza en sí mismo, el sentimiento del yo, es tan sólo una señal de lo que los otros piensan de uno; yo no puedo creer en mi propio valer, con prescindencia de mi popularidad y éxito en el mercado.  Si me buscan, entonces soy alguien, si no gozo de popularidad, simplemente no soy nadie. El hecho de que la confianza en sí mismo dependa del éxito de la propia personalidad, constituye la causa por la cual la popularidad cobra tamaña importancia para el hombre moderno. De ella depende no solamente el progreso material, sino también la autoestimación; su falta significa estar condenado a hundirse en el abismo de los sentimientos de inferioridad2. 

Hemos intentado demostrar cómo la nueva libertad proporcionada al individuo por el capitalismo produjo efectos que se sumaron a los de la libertad religiosa originada por el protestantismo. El individuo llegó a sentirse más solo y más aislado; se transformó en un instrumento en las manos de fuerzas abrumadoras, exteriores a él; se volvió un individuo, pero un individuo azorado e inseguro. Existían ciertos factores capaces de ayudarlo a superar las manifestaciones ostensibles de su inseguridad subyacente. En primer lugar su yo se sintió respaldado por la posesión de propiedades. Él, como persona, y los bienes de su propiedad, no podían ser separados. Los trajes o la casa de cada nombre eran parte de su yo tanto como su cuerpo. Cuanto menos se sentía alguien, tanto más necesitaba tener posesiones. Si el individuo no las tenía o las había perdido, carecía de una parte importante de su yo, y hasta cierto punto no era considerado como una persona completa, ni por parte de los otros ni de él mismo. 

Otros factores que respaldaban al ser eran el prestigio y el poder. En parte se trataba de consecuencias de la posesión de bienes, en parte constituían el resultado directo del éxito logrado en el terreno de la competencia. La admiración de los demás y el poder ejercido sobre ellos se iban a agregar al apoyo proporcionado por la propiedad, sosteniendo al inseguro yo individual. 

Para aquellos que sólo poseían escasas propiedades y menguado prestigio social, la familia constituía una fuente de prestigio individual. Allí, en su seno, el individuo podía sentirse alguien. Obedecido por la mujer y los hijos, ocupaba el centro de la escena, aceptando ingenuamente este papel como un derecho natural que le perteneciera. Podía ser un don nadie en sus relaciones sociales, pero siempre era un rey en su casa. Aparte de la familia, el orgullo nacional —y en Europa, con frecuencia, el orgullo de clase— también contribuía a darle un sentimiento de importancia. Aun cuando no fuera nadie personalmente, con todo se sentía orgulloso de pertenecer a un grupo que podía considerarse superior a otros.

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(*) Fragmento tomado del libro de Eric Fromm “El miedo a la libertad”, capítulo IV: Los dos aspectos de la libertad para el hombre moderno. El título ha sido colocado por nosotros (CH).

(1) Hegel y Marx han formulado los fundamentos necesarios para la comprensión del problema del extrañamiento. Cf. especialmente los conceptos de Marx acerca del "fetichismo de las mercancías" y el "extrañamiento del trabajo".

(2) Este análisis de la autoestimación ha sido claramente expuesto por Ernesto Schachtel en una conferencia inédita: Self-feeling and the "sale" of personality.

Literatura

La Rosa del Jardín

Julio Carmona

SIN TEMOR a equivocarme, puedo decir que el grupo literario más longevo que ha tenido el Perú es el Grupo Intelectual Primero de Mayo (GIPM), fundado en 1956 y se mantuvo gracias a la tesonera constancia de uno de sus fundadores, el poeta Víctor Mazzi Trujillo, con cuyo fallecimiento físico (1989) también el grupo clausuró su accionar. Mazzi actuó siempre como una especie de imán cuyo influjo atraía a poetas de varias generaciones. La modesta sala de su casa en Chosica, era punto de reunión constante de jóvenes que acudían a las charlas que animaba Víctor. Esporádicamente, asistían algunos de los miembros fundadores, como Víctor Ladera o Teodoro Stucchi.

Y recuerdo que en una de esas tardes, de reuniones que a veces se prolongaban hasta altas horas de la noche, nuestro anfitrión nos dio la noticia de que había recibido el saludo de una compañera de las primeras hornadas del Grupo. A quien los miembros jóvenes conocíamos por sus poemas editados en algunas de las revistas periódicas que fueron apareciendo después de la fundación.

Se trataba de la poeta Rosa del Carpio. Y lo más grato de la noticia es que ella había ofrecido venir a la reunión de ese día, lo cual habría de permitirnos conocer a la autora de poemas tan emblemáticos de nuestra tendencia poética como son los que integran el segundo de sus libros La conquista del trigo (1964). Nosotros conocíamos el primero (1955) Entre dos orillas (que fuera destacado con el primer premio en los Juegos Florales de Poesía de la Universidad San Agustín de Arequipa, de ese mismo año), así que el anuncio que nos hiciera Víctor nos causó regocijo. Y, en efecto, llegó la poeta, haciendo ostentación de una sencillez propia de los grandes. Y tanto nos deslumbró su sonrisa y cálida mirada, que —después de haber departido fraternalmente y de haber escuchado sus poemas leídos por nuestra huésped y casi fundadora del GIPM— uno de los contertulios de esa tarde hizo un brindis y en repentino encomio lírico pidió que nuestra poeta fuera considerada como La Rosa de nuestro Jardín Poético, lo cual fue aprobado con entusiasta aplauso, pero con la protesta de modestia de nuestra poeta.

Hoy, transcurridas varias décadas de tal acontecimiento, no puedo arrogarme la titularidad del Grupo, en tanto como ya he dicho con el fallecimiento físico de Víctor Mazzi se clausuró su accionar; pero, al menos de manera personal y como ex miembro del GIPM, debo expresar mi pesar (que seguro comparten otros compañeros de mi misma condición) por el sensible fallecimiento (hace muy pocos días de este mes de setiembre) de La Rosa de nuestro Jardín Poético.

El Grupo también tuvo el orgullo y el honor de tener a otra compañera poeta, Gladys Bazagoitia (quien reside en la actualidad en Italia). Y hago mención de ella porque quiero resaltar un hecho. Se habrá notado que a ambas compañeras del GIPM las he llamado poetas. No porque sea una posición personal mía, sino porque ese fue un tema de debate que zanjamos desterrando de nuestro diccionario la denominación «poetisa». Son muchas las razones que explican ese rechazo, entre ellas: la lucha contra el machismo, contra la discriminación, contra el sexismo, etc. Y lo decisivo en la unificación es el carácter de creación humana que la misma palabra poesía encierra.

Poesía es eso; transformación de la realidad por medio de la palabra. Más allá de la etimología (que la explica como creación que equivale a «sacar algo de la nada», atributo propio de los dioses) lo que sí hace el poeta, desde que nace, es abrir los ojos a la realidad que es también decir: a la vida, y, conforme avanza el tiempo, sigue alimentando a esos ojos con la misma realidad/vida, aunque esta se vaya tornando monótona, aburrida o repetitiva. Y, entonces, el poeta que duerme en ese mundo interior —que el ser humano: hombre/mujer ha ido gestando en su caminata— decide exteriorizarlo con toda su carga personal hecha de amores, dolores, sueños, esperanzas, ilusiones y misterios que ni él mismo sabe que podrían ser así; pero que son, gracias a las palabras, siendo estas el único medio de que dispone (el y la poeta) para decírselos a sus semejantes para que vean que ese mundo repetitivo de la realidad y la vida, puede y debe tener esa otra manera de ser, y que esos semejantes al enterarse puedan reaccionar y decir: «Me identifico con eso» o, si no: «Esa manera de ver el mundo me es grata (o me desagrada)»; pero, al final de cuentas, eso que se dijo, pasó a incrementar el mundo interior de los lectores. Eso nuevo que hace el poeta (hombre/mujer) se ha integrado a la realidad/vida, y demuestra que se ha creado algo nuevo. Sin embargo, y no hay que olvidarlo, no se ha creado de la nada. Siempre será una transformación de la realidad/vida interiorizada.

Valga esta digresión (engorrosa, tal vez, por lo que me disculpo) para ampliar mi homenaje a la compañera Rosa del Carpio, después de haber reiterado mi lectura de sus poemas que, como dije al empezar esta reseña, son emblemáticos de la tendencia poética del GIPM. Poemas que se caracterizan por no alejarse de la realidad, sino que reconocen su deuda para con esta. Veamos una muestra de lo dicho en el primer poemario de Rosa del Carpio:


Nuestros pasos trajinando

sobre todo lo que se mueve

sobre las manos y los ojos

sobre las alas diminutas golpeando el aire

sobre el coqueto de las algas

sobre la línea que oscila

entre el día y la noche

entre el crepúsculo y la aurora.

Se evita caminar sobre la paz de las osamentas.

Se ve, pues, ahí poetizado lo dicho en mi digresión sobre el proceso de la creación poética. Y también ahí está explicado el título del libro Entre dos orillas al que pertenece este poema (VI). Y está también ahí condensada una visión de la vida, que une el mundo natural al mundo humano, una unidad «que oscila» entre la vida y la muerte: «entre el día y la noche / entre el crepúsculo y la aurora»: dos instancias de la existencia de la que debemos regocijarnos, porque nos dice que es la vida la que debe exaltarse y, así, «Se evita caminar sobre la paz de las osamentas». Este verso, es una recreación poética de la frase que Carlos Marx toma de la Biblia: «Dejad que los muertos entierren a sus muertos». Ya en los poemas anteriores al citado se denuncia la presencia de la muerte, porque negar en dialéctica no quiere decir «no», sino de confrontar la unidad de contrarios:


En realidad ella siempre habitó en nosotros.

La pequeña y encarnizada fiera

olfateando el olor de nuestra sangre

atenta a la pausa

a la prolongada pausa

del murmullo perfecto de los órganos. (III)

Y así como la muerte es parte de la realidad, especialmente cuando cumple con su objetivo (mortal), también tiene una existencia metafísica en nuestro pensamiento. Y este tercer poema de Entre dos orillas, así lo hace constar. Y, del mismo modo, hay otras existencias tácitas que sin hacerse explícitas o materiales (como la vida, cuya constancia es indudable), así, también se puede apreciar a la poesía, y nuestra poeta nos la hace vislumbrar en esa su esencia metafísica:


Amo en mí

la parte más tibia de mi corazón

la que me acerca a tu latido

a la esperanza

la que me polariza en el sentido

de todo lo que existe

sobre todo el vuelo de las aves

la partida de los barcos

el mejor instante de las flores

y la tarde

la tarde en la que comienzan

a rendirse y a nacer

los nuevos sueños.

Tradicionalmente, se entiende al corazón como el nido del sentimiento, el que da aliento para esperar que todo pueda transformarse en su mejor estado, «sobre todo el vuelo de las aves» que siendo igual no es el mismo. Así podemos figurarnos la existencia de la poesía, como «la partida de los barcos» o como «el mejor instante de las flores», y por eso la visión realista de nuestra poeta, que establece la simbiosis de la realidad con el sentimiento y la esperanza (en su más justa expresión metafísica), nos dice amar «la tarde» porque es la muerte cotidiana del día, y en ella «comienzan / a rendirse» los sueños; y, asimismo, se rinden el corazón y el sentimiento y la esperanza que son el hábitat indiscutible de la poesía y que, también ella, ve rendirse los sueños que ayudó a generar; pero, felizmente, en la tarde (y por eso nuestra poeta dice amarla) empiezan «a nacer / los nuevos sueños» que la poesía sigue generando.

Como se puede apreciar, esa visión del mundo es realista porque no se enajena de la realidad, que no solo es la vida material sino también sus estados ideales (metafísicos, en una palabra: en su mejor sentido). Y todo esto se observa en los poemarios de Rosa del Carpio en los que no se proyecta su adhesión política a la causa de los pobres del mundo, como es el caso de Miserablemente humana (1966). Y que no obstante sigue siendo una poesía hondamente humanista enraizada en las aristas más sentidas de la realidad toda:


Para comunicarnos un mundo de señales

 

Esta soy yo la que habla

y tú el que desde lejos escucha y da la espalda

 

Enemigos

sin embargo tú quisieras no serlo

ni yo de ti

 

Para comunicarnos bastaría tal vez

volver a nuestro puro origen y mirarnos. (XII)

Es la relación dialéctica del hombre y la mujer: «enemigos» ‘que no quisieran serlo’ («poeta» y «poetisa»), separados en un mundo saturado de señales que, sin embargo, los separan, y, entonces hay una alternativa que contradice las reglas establecidas por un sistema absurdo que crea las separaciones, con prejuicios y restricciones discriminadoras. Esa alternativa es volver a identificarse como los seres originarios, y mirarse con ojos sanos: «Para comunicarnos bastaría tal vez / volver a nuestro puro origen y mirarnos.» Y esta no es una actitud retrógrada o un retorno al pasado. Es más bien una proyección al futuro. Porque:


Alguien a pesar de las palabras

aprende a creer en una estación

con un tiempo favorable al hombre

en ciudades creciendo bellas en el sentido del aire

en la libertad del hombre

navío jubiloso hacia el hombre

en su amor lanzándolo a poblar la Tierra

en que es dueño de sí

y el universo una posibilidad

abierta a su reino. (XXI)

La salvación del hombre es una empresa futura. Y la poesía, como todo lo que crea el ser humano, apunta a transformar el presente, porque, al decir de Paul Éluard, ella «es el campo de quienes luchan por la liberación del hombre».

Y todos los poemarios de nuestra poeta Rosa del Carpio se hallan reunidos en el libro titulado Contra señores del mundo gobernadores de estas tinieblas, que publicó el Grupo Editorial Arteidea en el 2011, en el que además de los poemarios arriba expuestos, incluye tres más: El instinto de las moscas, Velámenes y Poemas del hospital. En todos ellos están presentes los temas resaltados aquí: la realidad, el sentimiento, la vida y la muerte y la visión del futuro.

No puedo terminar esta reseña sin hacer referencia al libro (representativo suyo, por excelencia) La conquista del trigo. En él se condensan los temas aludidos con una clara sugerencia de compromiso con la búsqueda de un cambio total de la realidad. Transcribo el poema titulado «Mundo conocido»:


Hay un mundo dormido

y alegre

canta bajo el agua

se desliza murmurando

                    en el maíz.

Diariamente

se acerca con mil pasos,

baja cerros,

trepa árboles

diariamente

su voz asoma entre

        los surcos

pero diariamente

ese mundo terrestre y alegre

retrocede.

Preguntan dónde va

Y por qué su raíz está

                en el sueño.

Quien ha reposado

alguna vez sobre el agua

lo ha visto,

quien ha cantado en el maíz

lo ha visto

quien ha soñado

lo ha hecho suyo,

quien lo conoce

sabe que es posible.

Con ese anuncio del futuro, nuestra poeta cerró el poemario La conquista del trigo. Y asimismo ella —de manera premonitoria y realistamente— en el primer poema sospechó que «Para la cosecha tal vez no estemos, / quien sabe si con ojos de tierra / veamos la danza de las gavillas», y, al final del mismo primer poema reitera esa premonición cargada de esperanza:


No importa que no veamos la cosecha

mi corazón se contenta

con verte reír ahora

y después reír contigo

desde los labios rojos de todas las auroras.

Para no incurrir en exceso, voy a terminar esta reseña que —como lo he anunciado ya— tiene, además, mi homenaje a nuestra poeta. Y me ratifico en mi reconocimiento de que su poesía es una muestra —excelente por ella misma— de la tendencia poética del nuevo realismo que enarbolara el Grupo Intelectual Primero de Mayo. Gracias compañera Rosa del Carpio por tu ejemplar aporte. El pueblo peruano guarda tu legado en su corazón. Y en sus luchas siempre estará presente tu voz.

CREACIÓN HEROICA