viernes, 1 de octubre de 2021

Política

La Cuestión de la Violencia Revolucionaria en el Programa del Partido

Eduardo Ibarra

LA EXPERIENCIA HISTÓRICA de la revolución proletaria y de la dictadura del proletariado da cuenta de que no siempre la violencia revolucionaria ha sido ejercida ajustada a sus parámetros: razón, ventaja y límite. Así ha ocurrido tanto en nuestro medio como en el extranjero. Por ejemplo durante los años treinta y cuarenta sobre todo, en la URSS se cometieron excesos en el curso de la represión de los contrarrevolucionarios que saboteaban la dictadura del proletariado incluso mediante la violencia. Más acá, en la Camboya de Pol Pot se cometieron excesos que han sido objeto de algunos análisis críticos y en el Perú hemos sido testigos del extravío del PC-SL en punto al inicio de su lucha armada en una situación no revolucionaria como era la situación en el Perú de 1980, a su empleo de la violencia en el seno del pueblo, así como a cierta teorización sobre la violencia bajo la dictadura del proletariado y en el período del paso al comunismo.

La razón de la violencia revolucionaria ejercida por las clases trabajadoras para tomar el poder se justifica porque la burguesía ha demostrado que no tiene ninguna disposición de abandonar el poder no obstante su caducidad histórica.

La ventaja de la violencia revolucionaria reside en que la misma debe ejercerse como legítima respuesta inmediata a la violencia reaccionaria.

El límite de la violencia revolucionaria está determinado por la necesidad de no sobrepasarse en el cuadro de la lucha contra la burguesía y por la necesidad de tratar con métodos pacíficos las contradicciones en el seno del pueblo.

      Marx señaló que la violencia es la partera de la historia y, por tanto, concretamente, la violencia revolucionaria es la partera de la revolución socialista.

Para el marxismo el problema fundamental de toda revolución es el problema del poder y, por eso, el problema fundamental de la revolución socialista es la destrucción del aparato estatal burgués por medio de la fuerza y la sustitución de este aparato por el Estado proletario. Así, pues, la revolución violenta es una ley universal de la revolución socialista.

     Desde luego, el proletariado, las demás clases trabajadores, el partido proletario, no son partidarios naturales de la violencia y, por eso, preferirían una transición pacífica al socialismo. Por eso se muestran siempre atentos a las condiciones concretas que excepcionalmente podrían permitir una tal transición. Cuando en los años setenta del siglo XIX, dada la situación en Inglaterra y Estados Unidos (inexistencia de un militarismo que sirviera de aparato principal del Estado burgués), Marx sostuvo que el proletariado podía alcanzar su objetivo por medios pacíficos; pero, al mismo tiempo, señaló que esa posibilidad era una excepción y que en la mayoría de países europeos la fuerza era el medio de la revolución. Así también, cuando, dada la situación excepcional después de la revolución de febrero de 1917 (“las armas en manos del pueblo y libre éste de todo constreñimiento exterior”), Lenin sostuvo que la revolución podía desarrollarse pacíficamente, pero, en junio, después de la represión armada contra las masas populares por el gobierno burgués, señaló que “Todas las esperanzas de desarrollo pacífico de la revolución rusa se han desvanecido definitivamente” (La situación política), y, así, en octubre el partido bolchevique dirigió a los obreros y a los soldados en una sublevación armada y tomó el poder.

En las condiciones del imperialismo, la burguesía desarrolla en todas partes el militarismo, lo cual ha cerrado la posibilidad de desarrollo pacífico de la revolución.

Por eso el camino de la Revolución Rusa es el camino de la revolución socialista.

Refiriéndose a la ley universal de la revolución socialista, Lenin señaló que, “entre el capitalismo y el socialismo media un largo período de “dolores de parto”, que la violencia es siempre la partera de la vieja sociedad (Obras escogidas en doce tomos, t. VII); que el Estado burgués “no puede ser sustituido por el Estado proletario (por la dictadura del proletariado) mediante la “extinción”, sino sólo, como regla general, mediante la revolución violenta” (El estado y la revolución); y que “La necesidad de educar sistemáticamente a las masas en esta idea de la revolución violenta, y precisamente en esta, es la base de toda la doctrina de Marx y Engels.” (Ob. cit.). 

Por eso agregó en otro lugar:

 

… la guerra civil, sin la cual no se ha hecho todavía ninguna revolución importante en la historia, sin la cual no se ha imaginado el tránsito del capitalismo al socialismo ningún marxista serio. (OE, t. 8). 

Y es así, efectivamente: si la revolución burguesa, que se limitó a reemplazar en el poder a una clase explotadora por otra clase explotadora, no pudo hacerse sin una guerra civil, se entenderá que menos todavía puede hacerse sin guerra civil la revolución socialista, que, como lo sabe todo marxista, se propone erradicar a todas las clases explotadores y, por tanto, toda explotación del hombre por el hombre. 

Mariátegui señaló con toda razón que

… los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria. (Temas de nuestra América). 

Así, pues, tales cauces no contienen la revolución socialista. Y así como el “camino parlamentario” al socialismo del revisionismo jruschoviano-breznehviano mostró tempranamente su falsedad, el “camino municipal” al socialismo de algunos de sus epígonos ha mostrado ya su improcedencia.

Mao señaló:


Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra. (Obras escogidas, t. I).

Por su parte, Mariátegui sostuvo:


… la revolución es la gestación dolorosa, el parto sangriento del presente. (La escena contemporánea).

Además, Mariátegui señaló que el revisionismo cree


… en la posibilidad de una dulce transición del capitalismo al socialismo. (La escena contemporánea).

De manera pues que, quien crea que la revolución socialista puede llevarse a cabo por los cauces legales, constitucionales, democráticos, es decir, en el marco de la convivencia con la burguesía, echa tierra a los ojos de las masas, traiciona al marxismo y a la revolución.

De hecho, predicar una pretendida revolución pacífica es la mejor manera de aherrojar a las masas al régimen capitalista, es la mejor manera de oponerse a la revolución socialista.

La violencia revolucionaria no es ejercida por el partido proletario por resentimiento, venganza o cualquier otro sentimiento negativo. Tampoco es la violencia de George Sorel, quien la consideraba generadora del derecho, la moral, la cultura, como biológica, individualista, caótica, catastrófica, como algo “bello y heroico” y aun como salvadora de la burguesía. La violencia revolucionaria es ejercida por ser el único medio para tomar el poder, como una necesidad ineludible, como un mal necesario que encierra un bien evidente: la emancipación de las clases trabajadoras de la explotación económica y la opresión política y el desarrollo, en el curso de las dictadura revolucionaria del proletariado, de las condiciones para la emancipación de toda la humanidad: el proletariado solo puede emanciparse a sí mismo si emancipa a toda la humanidad.

Mariátegui escribió:


… si la revolución exige violencia, autoridad, disciplina, estoy por la violencia, por la autoridad, por la disciplina. Las acepto, en bloque, con todos sus horrores, sin reservas cobardes. (Signos y obras).

Hay que entender el significado exacto de la cita: la frase “las acepto en bloque”, significa que Mariátegui aceptaba la violencia, la autoridad y la disciplina revolucionarias como un todo único, pues entre tales factores existe una relación intrínseca; “con todos sus horrores, sin reservas cobardes”, significa que Mariátegui aceptaba la violencia revolucionaria como un hecho necesario, no obstante que en sí misma la violencia entre los hombres es un horror, y, por tanto, abstenerse de ejercerla revolucionariamente cuando la situación lo exige, es, obviamente, una cobardía, pues esa abstención equivaldría a renunciar a la revolución y ponerse de rodillas ante el caduco régimen capitalista.

Así, pues, la examinada cita de Mariátegui no sirve ni puede servir a nadie para justificar los excesos de la vanguardia, el extravío de algún partido en el ejercicio de la violencia. No puede justificar, por ejemplo, los excesos cometidos en la URSS en la represión de los contrarrevolucionarios, o la barbarie cometida en Camboya después de la victoria sobre el imperialismo estadounidense, o el extravío del PC-SL durante la guerra interna en el Perú de los años ochenta y noventa. La lucha contra los contrarrevolucionarios en la URSS era una necesidad de la revolución y se justificaba plenamente; lo injustificable fue su extensión a personas que no eran contrarrevolucionarias. La lucha del pueblo camboyano contra la intervención del imperialismo yanqui era una necesidad ineludible y se justificaba absolutamente; lo injustificable fue lo que vino después del triunfo de la revolución con el uso de una violencia desmedida. La lucha armada del PC-SL no se justificó porque al lanzarse la misma en una situación no revolucionaria, se configuró como una aventura, y porque, en el proceso de deterioro de su afán de ganar a las masas a su acción, el mencionado partido fue cayendo cada vez más en el ejercicio de la violencia contra el campesinado y, precisamente esto lo condujo al fracaso de su proyecto.

Es necesario agregar que los únicos excesos justificables son los de las masas populares mismas.

Mariátegui precisó: 


Los revolucionarios de todas las latitudes tienen que elegir entre sufrir la violencia o usarla. Si no quieren que el espíritu y la inteligencia estén a órdenes de la fuerza, hay que resolverse a poner la fuerza a órdenes de la inteligencia y del espíritu.

La inteligencia revolucionaria dice que el capitalismo ha caducado históricamente, y el espíritu revolucionario dice que, una vez que se presenta una situación revolucionaria, hay que ejercer la violencia racional, metódica, de masas, de manera de conquistar el poder, liquidar la dictadura de la burguesía e instaurar la dictadura revolucionaria del proletariado.

        Por lo expuesto, la ley universal de la revolución socialista es una cuestión que hay que propagandizar en el seno del pueblo y prepararlo así para la lucha directa por el poder.

En conclusión, es claro que la cuestión de la violencia revolucionaria debe formularse en el Programa General del Partido.


21.07.2019.


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