La Desigualdad en las
Vacunas, Fracaso Moral del Capitalismo
LA SOLUCIÓN A LA PANDEMIA no pasa por gotear caridad, sino por
intervenir sobre la causa de la desigualdad en el acceso a las vacunas:
eliminar el monopolio del complejo médico farmacéutico.
En dos meses caducarán 241 millones de dosis de
vacunas contra el Covid-19, sin contar los 34 millones que ya se vencieron y
fueron descartadas en EEUU. Estos 241 millones forman parte de los 1.200
millones de dosis que les sobran a EEUU, Canadá, Reino Unido, Japón y la Unión
Europea, las cuales también están próximas a vencerse e irán a parar al
basurero si no son donadas y aplicadas antes de diciembre de este año (Informe
de Arirfinity sobre pronóstico y caducidad de las vacunas contra el Covid-19
para 2021 y 2022).
A pesar de esto, los países ricos antes mencionados y
miembros del G-7 siguen cerrando contratos con las empresas farmacéuticas para
adquirir vacunas contra el Covid-19. Según la programación de compras hasta
junio 2022 y considerando incluso que apliquen una tercera dosis a su
población, les estarían sobrando y muy probablemente caducando 2.228 millones
de vacunas para mediados del próximo año, cantidad que equivale al 41% de los
5.400 millones de dosis que se requieren para vacunar al 70% de la población de
los países de bajos y medianos ingresos. De estos 2.228 millones de dosis
excedentes, el 40% estará en los depósitos de EEUU, el 5% en el de Reino Unido
(121 millones), el 45% en los países de la Unión Europea (999 millones de
vacunas) y el 5% en Canadá (111 millones) (Airfinity).
El hecho de que 1.200 millones de vacunas se estén
venciendo en los países ricos mientras más de la mitad de la población mundial
espera ser inmunizada es una manifestación más de las grandes e inhumanas
desigualdades que caracterizan al sistema económico que impera en más del 95%
de los países del mundo. Es una señal más, entre muchas otras, del fracaso del
capitalismo para dar respuesta a las mayorías, el mismo que, basado en la
explotación, da prioridad a la ganancia de unos pocos por encima de la vida de
muchos, ese mismo sistema económico que algunos insisten en defender y en
calificar de exitoso por su supuesta “eficiencia”.
Al respecto, Tedros Adhanom, director general de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo: “Debo ser franco: el mundo está al
borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso se pagará
con las vidas y el sustento de los países más pobres”. Denunció que incluso aun
cuando defienden el acceso equitativo, algunos países y empresas continúan
dando prioridad a los acuerdos bilaterales, evitando el mecanismo COVAX, lo que
está provocando un aumento de los precios y mayores ganancias para la industria
a costa de menor acceso para los pueblos.
A la fecha, se han producido 7.500 millones de dosis
de vacunas contra el Covid-19 incluyendo la producción de China. Se están
produciendo unos 1.500 millones al mes, al parecer, la industria farmacéutica
ha acelerado la producción. De seguir este ritmo, para diciembre de 2021 se
habrán fabricado 12.227 millones (Airfinity). Es el caso que, en el mundo se
requieren 11.300 millones de dosis para inmunizar al 80% de la población mayor
de 12 años. Eso significa que, si los países ricos no acumularan y concentraran
las vacunas que luego se les terminan venciendo en sus depósitos y, por el
contrario, hubiese habido una distribución justa, es decir, humana, de las
vacunas, no solo hubiésemos podido alcanzar la meta de inmunización antes de
finalizar el 2021, sino que se podría evitar 1 millón de muertes de aquí a
junio 2022. Desde que comenzó la pandemia han muerto 4.757.000 personas.
Antonio Guterres, director general de Naciones Unidas
informó en la reciente Cumbre de ese organismo celebrada el 22 de septiembre
que, hasta el momento se han administrado más de 5.700 millones de dosis de
vacunas en el mundo (se han vacunado 3.490 millones de personas, el 44% de la
población mundial), pero que el 73% de ellas se aplicaron en sólo diez países.
Dijo que: “los países de ingresos altos han administrado 61 veces más dosis por
habitante que los países de ingresos bajos. Solo el 3% de los africanos se ha
vacunado”. Los países pobres no han vacunado ni el 2% de su población.
La cada vez mayor acumulación y concentración de
capital, y por lo tanto de poder, es uno de los objetivos y de las principales
características del modo de producción que hoy impera en el mundo sin importar
a costa de qué o, mejor dicho, a costa de quiénes y de cuántos. La humanidad ha
llegado al punto que, en esta fase superior del capitalismo, la concentración y
con ella la desigualdad es tan bárbara que, no solo el 1% de la población
mundial se apropia del 84% de lo que produce la clase trabajadora (OXFAM), sino
que 5 empresas privadas tienen hoy el monopolio y el poder de decidir quiénes
viven y quiénes mueren en el mundo, nos referimos a Pfizer/BioNtech, Moderna,
Astrazeneca, Johnson&Johnson y Novavax que se reparten el 45%, 24%, 12%,
12% y 6% respectivamente del mercado mundial de 100.000 millones de dólares en
vacunas contra el Covid-19. Poder que, obviamente, está por encima del de los
gobernantes y de la propia ONU. A los hechos nos remitimos.
La propuesta planteada esta semana por Joe Biden en
la 76° Asamblea Nacional de la ONU de comprar 500 millones más de dosis de
vacunas a la empresa Pfizer para donarlas a los países pobres, no solo es
inmoral y descarada cuando acaban de botar 34 millones de dosis vencidas y
cuando igual destino pudiesen tener 576 millones que están por vencerse de aquí
a diciembre de 2021 en ese país, sino que termina siendo una trampa para seguir
garantizando ventas, ganancias y poder a las farmacéuticas.
La verdadera solución a la pandemia no pasa por
gotear caridad, sino por intervenir sobre la causa de la desigualdad en el
acceso a las vacunas, nos referimos a eliminar el monopolio del complejo médico
farmacéutico lo que, a su vez, pasa por levantar uno de los mecanismos más
inhumanos que inventó el capitalismo para legalizar y legitimar la mayor
concentración de capitales y con ésta dichos monopolios/poderes privados: los
derechos de propiedad intelectual y las patentes.
El asunto de la concentración de los capitales que
derivan en monopolios privados es tan perverso que los propios padres del
monetarismo/neoliberalismo (lo más salvaje del capitalismo) lo reconocen.
Friedrich von Hayek, escribió en su libro “Los fundamentos de la libertad”:
“…si existe peligro de que un monopolista adquiera poder de coacción, el método
más eficaz para impedirlo consiste, probablemente en exigirle que sus precios
sean los mismos para todos y prohibirle toda discriminación entre sus
clientes”.
Por su parte, Milton Friedman, discípulo de Von
Hayek, escribió en su libro “Capitalismo y libertad”: “…la elección entre los
males del monopolio privado, del monopolio público o de la regulación pública
no puede hacerse de una vez para siempre independientemente de las
circunstancias de los hechos. Si el monopolio técnico lo es de un servicio o
artículo que se considera esencial, y si su poder monopolístico es
considerable, puede ser que incluso los efectos a corto plazo de un monopolio
privado, sin regulación, fueran intolerables. En este caso la regulación o la
propiedad estatal sería lo más conveniente.” ¿Qué tal? Y resulta que en este
mundo capitalista en el que vivimos y en medio de la peor pandemia, los
inmorales gobiernos de los países ricos se oponen a la eliminación de las
patentes y por el contrario, insisten en legalizar el monopolio y el poder de
la industria farmacéutica privada sin importar cuántos mueran.
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