Vallejo Para no Iniciados. XVIII Contra
Interpretaciones Difamatorias
Julio
Carmona
EN EL LIBRO de Enrique Bruce
Marticorena1, que es prologado por Julio Ortega, este explica lo
central del libro en los siguientes términos: «[Bruce] nos propone —dice Ortega—
leer a Vallejo desde la mirada psicoanalítica, en su versión menos clínica y
más especulativa, la interpretación post-lacaniana» (p. 7). Y, precisamente, el
hecho de que ‘sea una versión especulativa del psicoanálisis’ me lleva a ubicar
la lectura de este libro en el ámbito metafísico, mas no solo por ese giro,
especulativo, sino porque lo hace prescindiendo de otros referentes que no sea
el lingüístico. Lo dice el mismo Ortega:
«Con inteligencia, Enrique Bruce sigue esa ruta y trabaja
sobre las leves evidencias: la dimensión
significante del poema, allí donde la letra, la grafía y la traza escrita
son la materia de una forma
subyacente, entredicha, que se va armando como una figura de significación
plural, no resignada a una alegoría sino animada por una más interna analogía:
la escritura es la materia reescrita por la fuerza de la pregunta materna (una
pregunta sin fórmula pero permanente: “di, libertadora”, le reclama el hijo, pidiéndole lo libere del lenguaje en el
habla oral, esa desautorización feliz)» (p. 8).
También Bruce cita a dos autores
(Juan Larrea y Susana Reisz) que tratan este tema del psicoanálisis. Del
primero, dice:
«El crítico nos lo resume en un enunciado harto
sugestivo: “en cuanto individuo perteneciente a la cultura cristiana, Vallejo
se siente caído, bajado del espíritu y entregado a la mujer” (139) (Las negritas son mías). Esa atracción lo alejará,
según los esquemas del propio crítico, del amor cristiano hacia los demás.
Larrea asocia ese amor carnal hacia la mujer, o la expresión de culpa de dicho
amor, a los textos de Trilce. Lo
femenino también indica lo corpóreo para los estándares del crítico, el
sentimiento de amor hacia los demás calzará con una mística cristiana alejada
de lo femenino/corporal. La aseveración de Larrea es tajante a lo largo de las
páginas de su artículo: el alejamiento de la mujer, en suma, implicará para el
poeta, la iniciación de un credo solidario del amor por los demás. La posición
del crítico español es claramente androcéntrica y no se aleja en nada de la
estatura ética que le adjudica Sigmund Freud al ego cuando éste supera el
complejo de Edipo (su atracción a lo femenino, a la madre) para “elevarse” por
encima del cuerpo femenino / materno y alcanzar así la estatura moral del varón
adulto» (op. cit.: 24).
Esta incisión psicoanalítica de
Larrea no es cuestionada por Bruce, sino más bien asumida como respaldo para su
propia comprensión e interpretación. Y lo mismo ocurre con el caso de Susana
Reisz, con cuyos argumentos Bruce sí adopta una identificación de más afinidad:
«Reisz no sólo presenta una entidad más compleja que
aquella bosquejada por Larrea (entidad femenina sólo enmarcada en lo pecaminoso
sexual) sino que la propia identidad del yo poético será trastocada por la
relación del mismo con esa madre / amante dual en varios poemas de Trilce y Los heraldos negros [a]. La voz poética masculina plasma de esta
manera el coito [b]:
Ascua astral... He sentido
secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer.
Ah, mujer! Por ti existe
la carne hecha de instinto. Ah, mujer! («La copa negra»,
/ LHN, citado por Reisz) [c].
Para la estudiosa, la dureza “masculina” de la arcilla”
(sic) caen sobre el “loto diáfano” [d]. La polarización entre dureza de la
arcilla, como imagen masculina y la suavidad de la flor, la contraparte
femenina, se invierte (o pervierte) con la voz masculina que “siente caer” [e].
“La carne hecha instinto” (sic) de la mujer-flor es el punto de focalización
del poeta [f]. La madre es también una fémina devoradora [g]» (op. cit.: 26).
A continuación, voy a comentar
cada una de las alertas que, dentro de la cita, aparecen con letras encerradas
entre corchetes.
a) A iniciar
este artículo lo hice precisando que lo especulativo es la base de lo
metafísico, puesto que no se asienta en una observación totalizadora
sujeto/objeto estudiados, sino que los escinde y, como en este caso, atribuye
al sujeto (yo poético) lo que el crítico está absolutamente seguro que se da en
el objeto (poema), aunque esa atribución sea —como dice Goethe— «una misteriosa
síntesis» o «una agregación, una yuxtaposición»2 (que, en realidad,
el mismo texto rechaza, como voy a demostrar, en lo sucesivo), no otra cosa se
deduce de la frase siguiente: «que la propia identidad del yo poético será
trastocada por la relación del mismo con esa madre / amante dual en varios
poemas de Trilce y Los heraldos negros».
b) Si, se
afirma que la madre además es amante, a la vez, y después se dice que: «La voz
poética masculina plasma de esta manera el coito», no puede entenderse otra
cosa que ese coito se ha realizado con la madre, aunque se realice con
interpósita persona; pero el fragmento poético que se cita con la intención de
demostrar lo dicho, no tiene nada que ver con eso, ni se da que en dicho
fragmento se aluda al coito (y mucho menos que se sugiera que eso ocurre con la
madre).
c) Para
mejor demostrar lo objetado por mí en la alerta anterior, voy a analizar a
continuación el poema completo al que pertenece el fragmento citado por Bruce.
Poema «La copa negra»:
La noche es una copa de mal.
(1) Un silbo agudo
del guardia la atraviesa, cual
vibrante alfiler. (2)
Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si
ya te fuiste,
la onda aún es negra y me hace
aún arder? (3)
1. Esta metáfora deviene
hipérbole, una exageración, pues no todo lo que se da en la noche está
relacionado con el mal. Pero es esta una visión ligada a la concepción
romántica de hacer que los elementos de la naturaleza participen de los estados
de ánimo del locutor poético.
2. En la oscuridad de la
noche, en la que, por lo común, predomina el silencio, cualquier ruido (en este
caso, el silbato guardián) es tan intenso como para compararlo con un «vibrante
alfiler».
3. El locutor poético ya
se encuentra en una ciudad costera. Y ha tenido un encuentro sexual con una
prostituta. Que ya se ha marchado, pero de quien aun siente su presencia en la
habitación (que es una réplica de la copa mayor que es la noche), porque esa
mujer es la personificación del mal, y la «onda negra» de ese acto sexual
impuro, todavía arde en su interior.
La Tierra tiene bordes de
féretro en la sombra. (4)
Oye, tú, mujerzuela, no vayas
a volver. (5)
4. La «Tierra» (con
mayúscula) se refiere al planeta, y todo lo que es «sombra» en ella, tiene
«bordes de féretro», es decir, está cercano a la muerte. No se olvide que la
muerte está presente en el libro, Los
heraldos negros, desde el primer poema.
5. Y ese «amor»
clandestino está saturado de sombra, por ello es que —con esa suerte de
arrepentimiento tardío— a la mujer, ya ausente, le pide que no vaya a regresar.
Mi carne nada, nada
en la copa de sombra que me
hace aún doler; (6)
mi carne nada en ella,
como en un pantanoso corazón
de mujer. (7)
6. El locutor poético
siente que su carne (símbolo del amor carnal que el poeta contrapone al amor
ideal) está nadando en la «copa negra» que no solo es la Tierra, sino también
la habitación, que le causa dolor.
7. Y tanto la Tierra como
la habitación, que conforman una sola «copa negra» se parecen al ‘corazón de
una mujer’, impuro, como un pantano. (La estrofa siguiente es la citada por
Susana Reisz, a quien —a su vez— cita Bruce).
Ascua astral... (8) He sentido
secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer.
(9)
Ah, mujer! Por ti existe
la carne hecha de instinto. Ah
mujer! (10)
8. La palabra «ascua»
significa: resto de brasa o cualquier fragmento de materia incandescente.
Significado que es aplicable a este numeral considerando que la habitación es
un fragmento de la Tierra y es un fragmento que brilla como ascua o astro en la
noche del universo. (Y hasta aquí todavía no hay nada relacionado con el
coito).
9. En este numeral la
palabra clave es «loto», y su significado explica la imagen poética: «En el
simbolismo budista, el significado más importante de la flor de loto es la
pureza del cuerpo y del alma. El agua lodosa que acoge a la planta está
asociada con el apego y los deseos carnales, y la flor inmaculada que florece
en el agua en busca de la luz es la promesa de pureza y elevación espiritual».
(Esta explicación la he tomado de Internet).
10.
Al parecer, el locutor poético o (para ser más exacto) el
poeta tenía conocimiento de esta idealización asiática que se corresponde con
su concepción platónica. Y, por ello, opone el amor carnal al amor ideal, con
detrimento de aquel, y que, para colmo, lo identifica exclusivamente con «la
mujer», aun cuando la prostituta —en este caso específico— sea la que lleva la
peor parte (igualmente, hasta aquí no hay relación con la madre/amante).
Por eso ¡oh, negro cáliz! aun
cuando ya te fuiste,
me ahogo con el polvo; (11)
y piafan en mis carnes más
ganas de beber! (12)
11.
Y concluye la diatriba contra la prostituta llamándola
«negro cáliz» que es lo opuesto al cáliz de la flor de loto de colores
refulgentes. Y en la misma página de Internet (citada en el numeral 9) se
agrega algo que explica lo que sigue de este numeral: «La flor de loto es un
misterio para la ciencia, que no puede explicar la característica que tiene de
repeler a los microorganismos y a las partículas de polvo». El locutor poético
dice ahogarse con el «polvo» que ha dejado la relación carnal, y que su flor de
loto, impoluta, hubiera repelido.
12.
Los que piafan son los caballos, o sea que en las carnes
del locutor poético hay una inquietud incontrolable por «beber», y en esta
última palabra hay dos alternativas: beber licor o beber agua bendita.
Como ya dijimos en el comentario
precedente: no hay, por ningún lado, nada que se parezca a la realización del
coito. Este puede ser que haya motivado la elaboración del poema, pero en este
ya es pasado, se lo rememora, pero no se lo revive. Y, más bien, luego de haber
demostrado eso, que tiene que ver con el contenido, creo pertinente referirme a
los desfases de lectura formales que hay en lo actuado por parte de Bruce (y
cuya confrontación ya he iniciado arriba):
d) Según este, para
Susana Reisz ‘la dureza de la arcilla es masculina’ y estaría cayendo sobre el
«loto» (que representaría a lo femenino). Pero una relectura del fragmento hace
ver lo contrario: el locutor poético dice haber ‘sentido caer secos roces de
arcilla sobre su loto’, nos dice, pues, que sobre su alma caen los secos roces
de arcilla de la mujer.
e) Pero si Bruce, a pie
juntillas, agrega: «La polarización entre dureza de la arcilla, como imagen
masculina y la suavidad de la flor, la contraparte femenina», no hay duda, que
ha leído lo contrario de lo que el texto dice expresamente, aunque pretenda
forzar el hecho evidente (y sin vueltas que darle) diciendo que «se invierte (o
pervierte) con la voz masculina que “siente caer”». O sea que el crítico quiere
enmendarle la plana al autor diciendo que su locutor poético ha invertido (y
hasta pervertido) lo que él dice que es
lo que no es, porque para él (Bruce) la arcilla es ‘lo masculino y el loto
es lo femenino’.
f) Y todavía insiste en
decir que: “La carne hecha instinto” (sic) de la mujer-flor es el punto de
focalización del poeta». En primer lugar, el signo «sic» hace ver que el verso
ha sido mal transcrito, pues el original es el siguiente: «La carne hecha de instinto». En segundo lugar, los
versos (porque son dos) no dicen que ‘la carne hecha de instinto sea de la
mujer’, cito, textualmente, aunque de manera lineal: «Por ti existe / la carne
hecha de instinto. Ah, mujer!» Es decir que ‘la carne instintiva’ es la del
hombre: la que tiende a la concupiscencia, a la lujuria, a la lascivia, porque
la mujer la instiga. ¡Esa es la idea poética! Y, por eso, en el verso conclusivo siguiente, zahiere a la mujer y le
dice: «Por eso ¡oh, negro cáliz! aun
cuando ya te fuiste, / me ahogo con el polvo».
g) Pero lo más
preocupante es que el crítico, después de haber desbarrado en la más elemental
lectura comprensiva, llega a esta escandalosa y aberrante conclusión: «La madre
es también una fémina devoradora».3 Realmente, CV no se merece una
hermenéutica difamatoria como esta.
_____________
(1) 2014. Madre y muerta inmortal: Género, poética y política desde los textos de
César Vallejo. Lima: Universidad San Ignacio de Loyola.
(2) «Sobre todo… el analista debería
investigar, o más bien dirigir su atención a si él mismo tiene realmente que
ver con una misteriosa síntesis o a si aquello de que se ocupa es solo una
agregación, una yuxtaposición… o a cómo todo esto podría ser modificado»
(Goethe, WA, sec. II, vol. II, p. 72. Cit. como epígrafe en: Walter Benjamin, El concepto de crítica de arte en el
romanticismo alemán. PDF: www.lectulandia.com).
(3) Una interpretación similar se
puede ver en Jim Anchante (2018). El
laberinto de la palabra. Lima: Universidad San Ignacio de Loyola. Cap. 5:
«Fórmula de amor materno frente a la oposición vida /muerte en dos textos
vallejianos». «El conflicto edipiano, la madre protectora, la amante-madre, la
Madre-Universal-España, entre otros, son algunos de los perfiles desde los que
se ha indagado este fundamental tópico en la obra de nuestro poeta universal»
(p. 97). «3. Con-fusión entre padre e hijo: el conflicto edipiano: A partir del
trabajo de Max Silva-Tuesta, se ha puesto énfasis en problematizar la
conflictiva relación entre madre e hijo en la obra vallejiana» (p. 108).
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