Transculturización y Resistencia Cultural
Roque Ramírez Cueva
A PARTIR
DEL MOMENTO HISTÓRICO DE LA INVASIÓN europea a América nuestra sociedad estructurada en base a un
eje andino amazónico, desde tiempos del tawantisuyo, empezó a padecer un proceso
de transculturización casi permanente. Esto quiere decir que se nos impusieron
los rasgos de la cultura occidental dominante, como la europea mediante los
imperios coloniales inglés, español y portugués. Proceso de imposiciones que se
dieron de modo no tan fácil, debido a los fenómenos de resistencia que se
generaron desde tiempos de nuestros bisabuelos pan-tawantisuyanos hasta los
migrantes campesinos y citadinos de hoy en día.
Si, bien es cierto, ya se sabe, a pesar
que dicho proyecto de transculturización occidental no pudo hacer tabla rasa ni
extirpar las principales raíces de nuestra cultura andino amazónica, sus
prácticas y acciones políticas e ideológicas persisten aun en estos tiempos de
la segunda década del siglo actual –XXI- . Aclaramos esto porque la generación
de jóvenes, desprovista de una formación humanista integral, desconocedora de
lecturas básicas acerca de política e ideología, y que tienen nociones
tergiversadas de lo que significa política (asimilan sólo la información que le
dan los medios masivos, por decir, del comportamiento corrupto de los
candidatos, congresistas y autoridades del gobierno nacional y local); decía,
hay un vasto número de ellos que intuitivamente se preguntan ¿cómo es posible
que aún hoy en día existan actos de transculturización? Más, si consideran que
son tiempos donde no se aceptan colonialismos ni práctica alguna de ellos.
Antes de
continuar, es claro que tengo la intención de dirigirme a lectores jóvenes. La
respuesta a la pregunta anterior no la tienen clara porque, tal vez no han
llegado a comprender la noción o idea de transculturización. Apelando a los
sociólogos, diremos que es el proceso
gradual o acelerado mediante el cual una cultura ajena de condición dominante
influencia o determina al cambio de nuestras identidades nacionales, de
nuestras manifestaciones culturales; es decir nuestra forma de SER gente
heredera de componentes andinos y amazónicos. Lo hace en diversos planos de la
superestructura: en el idioma afectando nuestros dialectos al invadirlo de
extranjerismos esnobistas con la pretensión de modernizarnos; en usos y
costumbres al orientar nuestra forma de vestir, de celebrar festividades; en lo
productivo al enfatizar y privilegiar individualismos arribistas que socaven
las formas de convivencia y cooperación colectivas, etc. En suma, su fin es cambiar los modos de vida
culturales que tenemos y que los heredamos de nuestros padres, éstos a su vez
de sus abuelos para, en su lugar, asumir lo ajeno de perspectiva
alienante.
O tal vez, no han llegado a comprender
que la transculturización es tan intencional en sus propósitos de sometimiento
que obliga, muchas veces, a que se abandonen experiencias tecnológicas, cuyos
conocimientos han costado milenios de síntesis, por ejemplo tecnologías de
probada eficiencia en lo que a medicina tradicional, a agricultura se refiere;
la educación que transferían los abuelos a sus hijos casi se ha perdido, ello
impide que las generaciones nuevas desconozcan tecnologías de prevención que
reduzcan los riesgos en caso de desastres, sobre todo en un país vulnerabilidad
ambiental y de permanente crisis de su sistema económico capitalista en que no se puede
acceder al costo de las tecnologías de punta.
Esto es en lo general, por tanto es
necesario conocer las parcialidades históricas de cómo se inicia y evoluciona
este proceso. La historia empieza desde los tiempos, ya se dijo, de la invasión
y el colonialismo en que se proscribe la religiosidad –espiritualidad si se
quiere- practicada en las sociedades precolombinas,
donde se eliminó la vida de miles de sus sacerdotes y cultores indios, mediante
las políticas de extirpación de idolatrías, además de proscribirse el uso de
las lenguas maternas, entre ellas el runa simi.
Desde luego que estas acciones obtuvieron
respuestas culturales y religiosas con el movimiento del Taqui Onqoy, junto a
las persistentes prácticas clandestinas de los sacerdotes indios que
conservaron la religiosidad andina entre las familias étnicas. Resultado de esa tenaz oposición,
hoy en día debajo de las faldas de las representaciones de la Virgen María, se
cobija la piedra tutelar de la Mama Cueva, deidad del agua, la cual podemos
hallar en la fiesta del agua de San pedro de Casta (Huarochiri, Lima), y en la
región Junín bajo los faldones de la Virgen de Cocharcas o Mamacha de las
Mercedes. Respecto a los idiomas ancestrales, no sólo se habla el Quechua sino
también lenguas pre incas como el aymara y qakaru, aparte de las 40 ó 50 lenguas con que se comunican sendas
nacionalidades de la Amazonía.
En el Perú post independencia y tiempos de la oligarquía se le
pretendió encerrar, vía la servidumbre,
al indio negándole no sólo la identidad de su nacionalidad sino su condición
humana, sin derechos básicos, se quiso anular todo lo que representa como
etnia, sangre, religiosidad, idioma y cultura; a la par que usurparon sus
tierras de comunidad por parte de los hacendados (latifundistas) a favor de una
moderna industrialización agraria que nunca llegaría a consolidarse ni en su
mejor remedo de producción algodonera y azucarera. De esta manera se fue
agrediendo las estructuras y
superestructuras de la organización comunal donde destaca el trabajo y
producción colectivos, en provecho de una producción individualista y
fraccional se empobreció el campo y
obligó al campesinado a migrar a las grandes urbes. Despoblando comunidades y
aldeas rurales, fenómeno que hoy aún se repite en la historia del país.
Sin embargo, a pesar de esta situación
de agresión oligárquica apareció un movimiento político, ideológico, literario,
sobre todo social, que conquistó reivindicaciones en pro de la masa campesina
nativa y de la cultura peruana (en proceso de composición) y que produjo
decisivos cambios en la vida del país.
Este movimiento fue el Indigenismo, el cual vindicó la cultura andina
que era la misma del indio y es muy
nuestra, como eje de la cultura nacional, junto al amazónico. Antes del
movimiento indigenista, el único soporte cultural vigente era lo foráneo, sustentado
en una cultura pro occidental acriollada. Después del indigenismo, los
elementos andinos camuflados, clandestinos diríamos, pasaron a incorporarse
como parte del proceso de integración nacional que todavía se está forjando.
En tiempos actuales, épocas de
globalización, gracias a la sofisticada tecnología de punta que ha llegado a
desarrollar la ciencia, donde los medios masivos de comunicación han llegado a
límites insospechados y prácticamente incontrolables, la
transculturización arremete con fuerza
insostenible, sobre todo vía la televisión y los sistemas multimedia
computarizados del internet. Es tanto el peligro de que se nos manipule con
ellos que las escuelas y todo tipo de proyecto educativo, se han convertido en
actos protocolares, esto es aparentar educar cuando el real e influyente medio
de aprendizaje son dichos medios masivos. Con esto no digo que los avances
tecnológicos de la computación no sean necesarios, lo serán mientras el que los
usa esté en capacidad de discernir sobre los efectos de su uso.
El asunto es que los niños y jóvenes
aprenden rápida y fácilmente y con más empatía de estos nuevos agentes
educativos, los cuales por cierto les ofrecen modelos y formas foráneas
superficiales, carentes de la raigambre nuestra. De la TV y el internet reciben
y prefieren una indiscriminada e hipnótica información donde la atracción por
lo científico logra ínfimos porcentajes y la mera diversión altos porcentajes,
información no dosificada ni clasificada que los acerca más a ídolos de pie de
barro del deporte, del cine y el espectáculo, quienes dicho sea de paso tienen un perfil bastante frívolo y alienado,
todo lo cual aporta en dichos estudiantes a una formación insustancial y vacía.
Si ya en las escuelas secundarias y superiores se manifestaban brotes de
analfabetismo funcional, con estos nuevos agentes se reproducen millones de analfabetos modernos que es lo mismo. Los
resultados del diagnóstico son elocuentes, hay deficiencias en razonamiento
lógico matemático y en la comprensión de textos; esto es no se infiere ni se lee.
Obvio el abuso del chat, del inbox, de una reescritura casi jeroglífica en las
redes y soportes on line o digitales más la caja boba (TV) priorizando la
diversión por la diversión, no lo permiten.
Permítasenos que se insista en señalar
el real peligro de la transculturización en estos tiempos y eso no es otra cosa
que advertir el abandono de la educación informal en los hogares, de la no
trasmisión de experiencias vía oral, vía la conversación de adultos a jóvenes,
en el seno familiar en particular. Ya se adelantó que toda transculturización
genera asimilar moldes foráneos sobre todo cuando no nos son útiles, aparte de
su mayor costo. Esto induce a desprenderse y desarraigarse de las experiencias
vivenciales y cognoscitivas de los abuelos, ignorándose y hasta olvidando
asuntos tan importantes como lo es el conocimiento de tecnologías que los
pueblos han adquirido en cientos y miles de años.
Ya afirmamos sobre el don curativo de
las plantas, agreguemos la tecnología genética de las semillas que por ejemplo
producen cerca de 800 variedades de papa. Así mismo los investigadores de la
geografía y la ecología como el doctor Javier Pulgar Vidal y el doctor Antonio Brack Egg, apelan al
conocimientos y a la lengua de los pueblos andinos para proponer y sustentar
sus teorías acerca de los pisos ecológicos regionales que demarcan nuestros
ámbitos geográficos; mientras que, las juventudes influenciadas por culturas
foráneas opuestas a nuestras raíces, desprecian y desperdician dichos
conocimientos; a veces, hasta tomando a burla los mismos.
Ahora bien, la respuesta o resistencia
cultural a estas nuevas imposiciones de sujeción cultural, por ser recientes,
no se dejan percibir todavía. No observamos que los maestros hayan tomado
iniciativas. Es bastante seguro que una de las respuestas de resistencia sea el
hecho que los pueblos migrantes han trasladado a Lima, Trujillo, Arequipa,
Chimbote sus expresiones y manifestaciones culturales, vía clubes provinciales,
extendiendo a soto voce el habla del quechua y peruanizando los bailes y cantos
andinos a lo largo del país. No sabemos cuánto ha influido su accionar
colectivo. Pero, sin duda, en la dinamización e interrelación de labor
colectiva con nuestros rasgos andino amazónicos, en pro de un sincretismo que
sea avanzada del proceso de cholificación, generado las últimas décadas del
siglo XX (aún continuado las primeras del siglo XXI), tal vez seamos testigos
de una respuesta de resistencia que se está gestando.
Resistencia a la Transculturización en la
Literatura
Toda la
anterior revisión histórica de lo que ha sido y es el fenómeno de transculturización, no es algo
que se desconozca, las esferas intelectuales y académicas lo saben bien, y lo
han debatido y debaten cada vez con mayores luces. Particularmente, los escritores
en sus obras han expuesto sus puntos de vista mediante sesudos o intuitivos
personajes. Precisamente, y a propósito de la resistencia cultural de los
indios, éstos dieron una respuesta que conmocionó las esferas culturales
dominantes. Escribiendo ficción, narrando con su propia voz, desde su esencia
interior sobre el mundo andino en la pluma de uno de sus hijos, el inolvidable
José María Arguedas, después de todo, ellos lo amamantaron étnicamente.
Resulta ocioso advertir que en la obra
que en la obra de los escritores no sólo se debatió sino que se ha venido
reconstruyendo dichos procesos: la transculturización y la resistencia
cultural. Las obras de una élite consagrada a los cánones occidentales, áulica
–señala Mariátegui- del poder centralista que maneja las riendas improductivas
del país, ha venido tratando de persuadirnos con en el clisé de la modernidad, de la
aculturación, a una vana convivencia con el rostro de una metrópoli cosmopolita
como expresión única de lo nacional, complementando esa visión con la supuesta
imparcialidad y sesgo de las voces poéticas y de los narradores, consagrando un
stablishment de predominancia occidentalista que vitupere a sus opositores.
Cierto, hay las obras de los otros
escritores que proponen puntos de vista parcializados, que presentan el
connubio andino del soncco sua ante la favorecida y privilegiada urbe y la
arcana y mágica aldea, que presentan voces poéticas y personajes de estirpe
romántica, que expresan la no modernidad de cosmogonías y raíces telúricas con
perspectiva universal, la herencia del Vallejo universal es irrefutable. Hay
colectivo de escritores dedicados a desmontar cánones que camuflen cualquier
tipo de sometimiento cultural; en fin, payadores que frecuentan junto con sus
lectores lo recóndito del país, aun tomando forma de tal.
Y, en definitiva, este es el meollo, dar
respuesta a los áulicos consagrados que
cuentan con una maquinaria editorial controlada por el orden centralista que
favorece sus planes de enajenación. Y dar respuesta sin huirle a los rigores
que exige toda obra literaria, sin ser paternalista con las expresiones
chauvinistas. Dar respuestas diversas que no solo resuelvan las urgencias
sociales reivindicativas del momento, sino que apunten a contribuir al diseño y
ejecución impostergable de horizontes utópicos.
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