Egotismo
en el Socialismo Peruano*
Charles Jaime Lastra
CON FECHA 01 DE JUNIO DEL 2014, el Blog
Creación Heroica publicó un alegato del compañero Eduardo Ibarra, escrito por él un 17 de mayo
del mismo año, bajo el título “Censura en el Socialismo Peruano”. Y precedió
tal escrito con una breve nota del Comité de Redacción, del cual, por supuesto,
también forma parte Eduardo, en su calidad de integrante y por la función de
Director que ejerce. De ese modo, el compañero Ibarra actuó como juez y parte,
en este caso, para promover su alegato. Además, esa nota del Comité de
Redacción la titulan “Debate”, cuando en verdad ya habían tomado no solo una
posición en favor de una de las partes, la del c. Ibarra, sino que declaran
sentencia y condena contra mi persona y la del compañero Daniel Chumpitaz,
apenas recién iniciado su pretendido “debate”. De este modo actúa el egotismo,
haciendo cuerpo institucional en un medio que nació para cumplir faenas más
encomiables.
Un medio de la
calidad del Blog Creación Heroica no debió de actuar de ese modo; o mejor dicho, no debió someterse al
egotismo. Lo justo y correcto que debió hacer es promover el esclarecimiento de
los hechos en beneficio de sus lectores, más no dar por zanjado un debate que
recién pretendían empezar. Este hecho prueba que el egotismo genera su par que
es el seguidismo. Y ciertamente, ninguna de estas desviaciones puede ser
provechosa para el Socialismo Peruano ni para el desarrollo de la conciencia
revolucionaria del pueblo. Pero en la experiencia se aprende a caminar, y que
ésta le sirva al Comité de Redacción, para afinar mejor su puntería contra el
enemigo común y no desperdiciar tiempo en querellas dogmáticas que, por
experiencia también sabemos, el espíritu egotista que lo impulsa es campeón en
levantar principios justos, pero sin saber aquilatar bien la realidad simple y
llana que pisa, convierte esos justos principios en frases vacías e ineficaces,
o sea, en una cháchara jactanciosa.
Dicho lo anterior,
lamentamos ocupar el valioso tiempo de los activistas y militantes del
Socialismo Peruano en un tema de querella pública por un hecho estrictamente
interno respecto de la acción editorial democrática y socialista, que no
hubiera generado este alboroto de no haberse presentado, en este caso, esa
mentalidad egotista.
No me ha
sorprendido el alegato público del compañero Eduardo Ibarra, pues por
comunicación del compañero Cesar Risso, en su función de coordinador editorial,
sabíamos de esta posible acción de Eduardo. Y, claro, el grupo editorial no
aceptó esa forma de chantaje para someternos a la imposición de una nota
editorial valorativa que no tiene consenso en el Grupo Editorial. Más aún, esa
nota no fue trabajada por el Grupo Editorial, sino que el autor, o sea el
compañero Ibarra, la propuso como una nota escrita por dos personas que él
conoce, para que sea asumida por el Grupo Editorial sin que se le haga ningún
cambio. El hecho de no aceptar su mandonismo lo conllevó a modificar algunos
términos de la referida nota, que según él lo había coordinado con los autores
de la nota valorativa de su libro. Pero el tema de fondo persistía: esa
valoración no tenía consenso en el Grupo Editorial. Y por ello, luego de varias
rondas de debate interno, en forma orgánica, -pues nadie se irrogó de
autoritarismo alguno- acordamos que esa nota la firmen sus autores y en caso
que no lo puedan hacer con nombres propios podrían usar un seudónimo literario.
¡Hasta, incluso, un compañero estaba dispuesto a firmarla con su nombre propio,
a condición que se modifique un término que él no compartía! Con ello quedaba
resuelta la forma de la controversia y el libro salía. Por eso, todo el
material quedó listo para entrar a imprenta.
Más prueba todavía,
se procuró, aunque pequeño, un monto en efectivo como adelanto del libro a
publicarse, que fue recibido por el compañero Ibarra. Por tanto, no hubo ni hay
ahora ninguna “censura inquisitorial”. Lo que hubo, y siempre pugnaremos que
haya, es dignidad revolucionaria del militante para no ceder ante egotismo
alguno, así venga de cualquiera de nuestros más apreciados compañeros. Así
escriban montañas de infundios y ofensas pretendiendo descalificar nuestra
praxis socialista llamándola “majadería”, como presión para imponer un criterio
individual sobre el criterio colectivo.
No seguiré el juego
al espíritu egotista en el que ha caído preso, en este caso, el c. Eduardo
Ibarra; como tampoco lo he seguido en el nivel orgánico interno. He cumplido mi
deber de expresar mis opiniones en las sesiones internas, así como he
presentado mis discrepancias con Eduardo por escrito, en lo que es
estrictamente pertinente, y todo ello es exclusivamente orgánico e interno, que
no puede interesarle a un público ajeno a los detalles de nuestra faena
editorial, salvo que tenga un afán de morbosa curiosidad.
No obstante, frente
al cargado alegato de Eduardo, solo referiré tres cosas muy puntuales:
a. El espíritu egotista responde al
justo reparo de preservar la seguridad legal de la empresa editorial, planteada
por el c.Chumpitaz, con una desubicada frase “Lo ridículo de este
reparo no merece sino una sonrisa”. Y no se da cuenta que eso mismo
también se podría decir del fragmento de su artículo el “Desbarre del
creídismo”, que el c. Eduardo lo presenta como prueba de su alegato en contra
de la inexistente “censura inquisitorial”. Así de obtuso es el egocentrismo.
b. De las frases, entre comillas,
que utiliza el c. Ibarra, como si fueran frases dichas por mi persona solo
reconozco haber utilizado “Pleitos no se recepcionan. Solo cabe decir ¡Puf!”.
Así como la palabra “cháchara”. Y son
frases bien justificadas ante tanto egotismo y cháchara jactanciosa desplegadas
por el c. Eduardo en el nivel interno, como ahora lo pueden verificar al leer
su alegato público. Solo resaltaré un caso de entre muchos que contiene el
argumento litigioso del c. Ibarra: “Lastra apuntó
contra mi persona, pero disparó contra Mariátegui”. Así de jactancioso es el
espíritu egotista. La praxis revolucionaria me ha enseñado que al espíritu
egotista no debe dársele soga ni cuerda; solamente responderle lo necesario y
pertinente, concreto y con ideas tónicas. Esto es un buen remedio, a condición
que el paciente quiera salvarse.
c. Era de esperarse que el espíritu
egotista que domina, en este caso, el pensamiento del c. Ibarra exhiba lo
conveniente a su proceder litigioso y no haga lo mismo con las causales y
medios que afectan su cometido. Ese es uno de los síntomas de la enfermedad del
egocentrismo. Solo resaltaré un hecho, entre los tantos que se ha guardado el
c. Ibarra. No reconoce que la firma exigida no fue para exponer a sus autores,
frente a cualquier peligro, sino para que éstos asuman el valor de sus
afirmaciones, sin pretender que el Grupo Editorial lo asuma como suyo sin haber
consenso sobre su contenido. Por eso, podrían haberla firmado con seudónimo
literario o con la firma del compañero que sí se mostró a favor de la nota.
Pero el autor no quiso que así fuese. El espíritu egotista, convertido en
mandonismo, pretendió, infructuosamente, que el Grupo Editorial asumiera esa
nota como suya. Y este HECHO no le va bien ni le conviene exhibir al espíritu
egotista.
Puedo esclarecer cada una de las acusaciones que, bajo argumentos
ofensivos y tóxicos, realiza el c.
Ibarra contra mi persona, pero no es de mi interés dar cuerda y soga a espíritu
egotista alguno, ni tampoco accederé al espíritu afanoso y desmedido de la
autodefensa, pues nuestra actitud política, del proletariado consciente, está
cimentada en una praxis revolucionaria que no pretende, nunca-jamás, nutrirse
de egoísmos ni de odios, menos contra los compañeros de lucha. Solo debo
resaltar como una cosa muy negativa, en la tendencia del Socialismo Peruano,
que el espíritu egotista, dolido en su más alto ego, al no prosperar su
mandonismo, pretenda despreciar y descalificar a unos compañeros y llame al
ataque a otros. Pero existe el antídoto contra este mal, que el c. Ibarra lo
conoce, pues ni duda cabe que sabe bien las advertencias de Mariátegui a este
respecto, que sería ocioso recordárselas. Mi encomiable pedido es que las asuma
y se salve de ese egotismo devorador. Así debió haber entendido ese ¡Puf! a lo
hediondo que significa toda pretensión egocentrista. De otra calidad es el c.
Ibarra como hombre y luchador por el socialismo, a quien apreciamos y
respetamos, como lo hacemos con cualquier compañero que lucha por los mismos
ideales.
El Público que sigue el blog Creación Heroica, no es un público morboso
por descubrir intimidades orgánicas de la cual no forma parte. Y el caso es que
el Director de este medio no valoró acertadamente este hecho; tampoco su Comité
de Redacción. Vana es toda retórica de una supuesta defensa de principios, del
sano desarrollo de las relaciones internas y de la construcción de un partido
saludable que, en este caso, solo da cobertura para expandir el espíritu egotista.
No obstante, siempre cabe aprender de la experiencia y rectificarse.
Con esta nota aclaratoria, en lo pertinente a lo esencial del alegato
del c. Ibarra, queremos dejar expresada nuestra opinión ante los lectores del
Blog. No es otra nuestra pretensión. Y la sentencia condenatoria, que nos han
dictado nuestros compañeros del Comité de Redacción del Blog Creación Heroica,
lo tomo como un impotente arrebato de colarnos el sambenito de “censurador
inquisitorial”, que no mellará nuestra amistad revolucionaria con el blog, por
lo menos de nuestra parte, ni anulará nuestro activismo revolucionario.
18.06.2014.
*La redacción del presente artículo ha sido escrupulosamente respetada. (Nota del Comité de Redacción).
El Espíritu Criollo de Jaime Lastra
Eduardo Ibarra
El autor mencionado en el título nos ha
pedido que publiquemos el artículo Egotismo
en el socialismo peruano, con el cual tiene la ilusión de haber refutado
los términos de mi artículo Censura en el
socialismo peruano, publicado en la edición del 1º de junio pasado de esta
revista digital. Por cuanto aquí no
ejercemos censura sino de las ideas discrepantes peligrosas, lo publicamos,
pues, con mucho gusto, porque, por otro lado, por ejemplo negativo constituye
una lección para los activistas del Socialismo Peruano.
Quiero llamar la atención del lector sobre la actitud mental con la que
Lastra asume el debate abierto, que es, por lo demás, la misma actitud mental
que mantiene desde hace más de una década en el marco del espacio político que
aparentemente compartíamos.
Lastra ha escrito
estas frases: “Un medio de la calidad del Blog Creación Heroica”; “un
medio que nació para cumplir faenas más encomiables”; “nuestra amistad
revolucionaria con el blog, por lo menos de nuestra parte”.
Pero la verdad se
busca en los hechos y, precisamente, los hechos desmienten completamente las
zalameras frases: en 2010 Lastra se opuso a la fundación de CREACIÓN HEROICA, y, todavía más,
deferentemente invitado a colaborar en sus páginas –no obstante su oposición–,
simplemente no lo hizo ¡y hasta no tuvo
la elemental cortesía de responder a la invitación!
Esa oposición a CREACIÓN HEROICA, ese menosprecio por
sus animadores es, pues, su “amistad revolucionaria con el blog”.
Lastra dice: “He
cumplido mi deber de expresar mis opiniones
en
las sesiones internas, así como he presentado mis discrepancias con Eduardo por
escrito”.
Pero eso no es
cierto. La observación sobre el procedimiento seguido en la preparación de mis
tres libros publicados; la precisión sobre la necesidad de la libertad de
expresión en el movimiento marxista, con cita de Federico Engels de por medio;
el señalamiento del principio según el cual los marxistas
estamos obligados sólo a denunciar y controvertir las ideas discrepantes
peligrosas, con cita de José Carlos Mariátegui de por medio; la indicación de
que, por lo tanto, en el movimiento no es admisible la censura sino únicamente
la contrastación de ideas; etcétera; son cuestiones que, en conjunto,
constituyen el contenido fundamental del debate, y, sin embargo, sobre este
contenido Lastra no fue capaz de plantear nada, desviando la discusión hacia
cuestiones secundarias y procedimentales.
Por eso, cuando mi
contradictor dice que “al espíritu egotista no debe dársele
soga ni cuerda; solamente responderle lo necesario y pertinente”, lo que está
haciendo en realidad es disimular su impotencia, su escamoteo de las cuestiones
fundamentales, su sofocamiento del debate de ideas.
Lastra dice: “Solo
resaltaré un caso de entre muchos que contiene el argumento litigioso del c.
Ibarra: ‘Lastra apuntó contra mi persona, pero
disparó contra Mariátegui’. Así de jactancioso es el espíritu egotista”.
Pero ocurre que, al
desvalorizar mi libro con la irónica afirmación de que “es una compilación de artículos que han
circulado ampliamente en la web” (en mi artículo Censura en el socialismo peruano, cité de una información sintética
de César Risso; ahora he citado de una nota del propio Lastra, demagógicamente
titulada Publiquemos el libro), de hecho disparó contra Mariátegui, cuyos libros son, como es de
conocimiento general, compilaciones de artículos publicados previamente. Sin
embargo, por incapacidad de entender el sentido de mi afirmación o directamente
por mala intención, Lastra pretende vender la idea de que en ella hay jactancia de espíritu egotista.
Así pues, esa
pretensión demuestra que mi contradictor utiliza el término egotista no como concepto, sino como insulto.
Lastra dice: “El espíritu egotista, convertido en mandonismo, pretendió,
infructuosamente, que el Grupo Editorial asumiera esa nota como suya. Y este
HECHO no le va bien ni le conviene exhibir al espíritu egotista”.
Pero la verdad es otra muy distinta. En el curso de la correspondencia
cruzada en torno a la cuestión del libro, en más de una oportunidad invité a
Lastra a publicar en estas páginas sus reparos. Además, le expliqué que, por
ejemplo, la Editorial Amauta publica libros en algunos de los cuales aparecen
opiniones discrepantes con respecto a ciertos aspectos del pensamiento de
Mariátegui, pero que esto no significa que los editores –los hijos de Mariátegui– asuman tales opiniones,
sino que cumplen con la necesaria función de centralizar el debate sobre el
pensamiento mariateguiano, y que, por esto, debería entender que de publicarse
mi libro tal como había sido remitido, ello significaría únicamente que los
editores estaban cumpliendo con centralizar algunas ideas, respecto a las
cuales tienen toda la libertad de sostener sus reparos. Por último, en el artículo
Censura en el socialismo peruano, sostuve que
“los
autores de la nota tienen todo el derecho a plantear lo que consideran los
méritos del libro, del mismo modo como Lastra tiene todo el derecho a plantear
sus argumentos contrarios”. Pero, como se sabe, ahogando el debate,
los editores optaron por la censura. En otras palabras, a un problema teórico
le dieron una “solución” administrativa. Lenin criticó a Stalin por tener la
tendencia a dar solución administrativa a problemas políticos. Esta tendencia
se presenta agravada en Lastra como expresión de su mentalidad autoritaria.
Entonces, puesto que, en todo momento, he defendido la libertad de
expresión de los autores de la nota censurada y, al mismo tiempo, la libertad
de expresión del propio Lastra (“tiene todo el derecho a plantear sus
argumentos contrarios”), está claro que su acusación en el
sentido de que he querido que los editores asuman los términos de dicha nota, es
una grosera falsificación de los hechos.
Lastra dice: “El espíritu egotista responde
al justo reparo de preservar la seguridad legal de la empresa editorial,
planteada por el c. Chumpitaz, con una desubicada frase ‘Lo ridículo de este reparo no merece sino una sonrisa’”.
Esta afirmación demuestra que mi
contradictor comparte el reparo de Chumpitaz, según el cual la nota no puede
publicarse porque los términos de su tercer párrafo están sujetos a las leyes
antiterroristas. De esta forma, a su original argumento (desacuerdo con la valoración del libro que aparece en la
nota), le suma ahora dicha conjetura. En la edición del 1º de junio de esta
revista publicamos el mencionado tercer párrafo, y su lectura puede persuadir a
cualquier lector objetivo del absurdo que significa creer que los términos allí
utilizados hubieran podido determinar la clausura de la editorial y el
apresamiento de sus funcionarios.
Lastra dice: “Y no se da cuenta [el
suscrito] que eso mismo también se podría decir del fragmento de su artículo el
“Desbarre del creídismo”, que el c. Eduardo lo presenta como prueba de su
alegato en contra de la inexistente ‘censura inquisitorial’. Así de obtuso es
el egocentrismo”.
Es decir que, para Lastra, el aludido
fragmento es una invitación a la sonrisa. Pero ocurre que tal fragmento,
publicado también en la edición del 1º de junio, da cuenta de hechos reales,
concretos, reveladores, y comparar esto con su tendenciosa conjetura es una maniobra
extremadamente torpe, y, por esto, mi contradictor aparece como un verdadero
obtuso al creer que su analogía podía ser convincente.
Lastra dice: “… esa nota [la nota censurada] no fue
trabajada por el Grupo Editorial, sino que el autor, o sea el compañero Ibarra,
la propuso como una nota escrita por dos personas que él conoce, para que sea
asumida por el Grupo Editorial sin que se le haga ningún cambio. El hecho de no
aceptar su mandonismo lo conllevó a modificar algunos términos de la referida
nota, que según él lo había coordinado con los autores de la nota valorativa de
su libro. Pero el tema de fondo persistía: esa valoración no tenía consenso en
el Grupo Editorial. Y por ello, luego de varias rondas de debate interno, en
forma orgánica, -pues nadie se irrogó de autoritarismo alguno- acordamos que
esa nota la firmen sus autores y en caso que no lo puedan hacer con nombres
propios podrían usar un seudónimo literario. ¡Hasta, incluso, un compañero
estaba dispuesto a firmarla con su nombre propio, a condición que se modifique
un término que él no compartía! Con ello quedaba resuelta la forma de la
controversia y el libro salía. Por eso, todo el material quedó listo para
entrar a imprenta”.
Es
notoria la ambigüedad con que Lastra habla de la autoría de la nota. Ya en el
debate sobre este texto se mostró pávido y malévolo al mismo tiempo: por un
lado, en la correspondencia cruzada y en las reuniones, no se atrevió a lanzar
su calumnia de que el suscrito es el autor de dicho texto; por otro lado, en
una comunicación telefónica, con la frase “no me gusta el autoelogio”, le
insinuó a Cesar Risso de que soy yo el autor (testimonio de Cesar Risso).
Ahora
se muestra igual: por un lado, dice que “acordamos que esa nota la firmen sus
autores” (o sea que hay autores); por otro lado, sostiene que “esa nota no fue
trabajada por el Grupo Editorial, sino que el autor, o sea el compañero Ibarra,
la propuso como una nota escrita por dos personas que él conoce” (o sea que soy
yo el autor de la nota). Esta es la moral de Lastra.
Pero hay más.
Lastra dice, como se ha visto, que “acordamos que esa nota la firmen sus
autores”. Aunque, como es obvio, el problema no es si hubo o no un acuerdo
semejante, es menester señalar que, según oportuno testimonio de César Risso,
no hubo ningún acuerdo al respecto: “La exigencia de que la nota de la
contracarátula sea firmada, es una posición exclusivamente suya [de Lastra], es
un capricho”, carta del 20.08.2013; “en
el párrafo tres de la nota, se emite opinión, por lo cual se sugiere (no se
decide) se reconsidere la propuesta del autor con respecto a que la nota vaya
sin firma”, carta del 30.08.2013. Debo indicar, por lo demás, que no he podido
recuperar una carta de César Risso donde, desmintiendo a Chumpitaz, señala
categóricamente que no hubo un acuerdo en el sentido indicado. Pero lo
citado basta para mostrar cómo miente Lastra.
Por
otra parte, mi falaz adversario dice que “El hecho de no aceptar su mandonismo
lo conllevó [al suscrito] a modificar algunos términos de la referida nota, que
según él lo había coordinado con los autores de la nota valorativa de su
libro”.
¿Pero
es que, acaso, desde siempre no estuvo informado que el suscrito, en su función
de corrector de estilo (ver Censura en el
socialismo peruano), tenía toda la potestad de corregir, de consuno con los
autores de la nota, la redacción de la misma, a condición, claro está, de no
alterar su contenido? No sólo la nota fue
objeto de algunas correcciones en su redacción, sino también el mismo texto del
libro, no obstante que ya había sido remitido a Ediciones Creación Heroica.
La afirmación de Lastra expresa, pues, una intención maliciosa.
Finalmente: la cuestión de la publicación del libro
únicamente podía quedar resuelta con el respeto a la libertad de expresión de
los autores de la nota. Es decir, el problema de fondo, el verdadero problema,
el único problema es que tenía que respetarse la libertad de expresión en el
movimiento marxista (todo lo demás sobraba), pero, como se sabe, Lastra y
Chumpitaz optaron por el recurso burgués de la censura y desecharon el método
proletario de la contrastación de ideas. Esta es su “acción editorial democrática
y socialista”.
Lastra dice: “No
reconoce [el suscrito] que la firma exigida no fue para exponer a sus autores, frente a cualquier peligro, sino para que éstos asuman el valor de sus
afirmaciones”.
Pero
ocurre que nunca dije que los editores exigían las firmas de los autores de la
nota censurada para exponerlos, es decir, para colocarlos deliberadamente
ante “cualquier peligro”, y, sin embargo, como se ha visto, Lastra me
cuelga esta barbaridad. Lo que señalé –y más de una vez– es que de estampar sus
firmas, dichos autores consideran que podían tener problemas, lo cual es cosa
distinta. El fragmento de mi artículo El
desbarre del creídismo, publicado igualmente en la edición del 1º de junio,
da cuenta de que, en efecto, esa posibilidad es muy real, y, por lo tanto, que
sólo por ello los autores de la nota no pueden asumir “el valor de sus
afirmaciones”. Así pues, lo que dice Lastra es una muestra de su impresionante
capacidad de comprensión, o, en su defecto, una vez más, de su intención
maliciosa.
Lastra
dice: “No me ha sorprendido el alegato público del compañero Eduardo Ibarra,
pues por comunicación del compañero Cesar Risso, en su función de coordinador
editorial, sabíamos de esta posible acción de Eduardo. Y, claro, el grupo
editorial no aceptó esa forma de chantaje”.
Pero la verdad es
que, tempranamente, en carta dirigida a Daniel Chumpitaz, Mauricio Dominguez,
César Risso, Santiago Ibarra y al propio Lastra, anoté lo siguiente: “De manera
que si [Lastra] quiere dejar atrás su grosera actitud, tiene la oportunidad.
Caso contrario, nos reservamos el derecho de exponer en las páginas de CREACIÓN
HEROICA, con todo detalle, el proceso de su ‘yo hago lo que me da la gana’ y su
‘aquí se hace lo que yo digo’, pues su caso es una lección por ejemplo negativo
para todo el Socialismo Peruano”. Y algunos meses después, ante el punto muerto a que se
llegó en la discusión, es decir, ante la cerrazón autoritaria de Lastra, o sea, ante la liquidación del
último espacio donde era posible un cierto nivel de debate, publiqué en esta
revista el artículo Censura en el
socialismo peruano.
Pero, como se ha
visto, Lastra pretende hacer creer que se enteró por César Risso de mi
determinación, es decir, presenta esta determinación como un hecho no transparente,
y, además, pretende hacer pasar la misma como un “chantaje”. Es así como, sin
ningún escrúpulo, Lastra falsifica los hechos y, sobre esta base, les pone una
etiqueta que no les corresponde.
Lastra dice: “…al no prosperar su mandonismo, pretenda [el suscrito] despreciar y
descalificar a unos compañeros y llame al ataque a otros”.
En el artículo Censura en el Socialismo peruano, dejé
escrito lo que sigue: “… cualquier marxista que no tenga una mentalidad de
campanario, tiene que comprender que la libertad de expresión es una cuestión
que atañe al entero movimiento y, ya solo por esto, está ante el deber de tomar
una posición definida y resuelta contra su conculcación”. “Por lo tanto cada
quien debe contribuir a desterrar del movimiento el “aquí se hace lo que yo
digo” y el “me importa un comino tu crítica”, vengan estos vicios de la
tendencia que sea y vengan de quien vengan”.
Pues bien ¿puede
alguien creer que los marxistas no tienen necesidad de comprender que la
libertad de expresión es una cuestión que atañe al entero movimiento? ¿Puede
alguien creer que, por lo tanto, los marxistas, de cualquier tendencia, no
tienen el deber de tomar posición resuelta y definida contra el atropello a la
libertad de expresión en el movimiento? ¿Puede alguien creer que cada marxista
no está ante la obligación de contribuir a desterrar del movimiento el
autoritarismo y los métodos criollos?
Pero estas justas y
oportunas consideraciones son entendidas por Lastra como un llamado a atacar a
su persona. Así, por incapacidad o por torcida intención, confunde crítica con
ataque.
Lastra
dice: “lamentamos ocupar el valioso tiempo de los activistas y militantes del
Socialismo Peruano en un tema de querella pública por un hecho estrictamente
interno respecto de la acción editorial democrática y socialista, que no
hubiera generado este alboroto de no haberse presentado, en este caso, esa
mentalidad egotista”; “todo ello es exclusivamente orgánico e interno, que no
puede interesarle a un público ajeno a los detalles de nuestra faena editorial,
salvo que tenga un afán de morbosa curiosidad”; “El Público que sigue
el blog Creación Heroica, no es un público morboso por descubrir intimidades
orgánicas de la cual no forma parte”.
Primero,
le pasa la mano a los activistas del Socialismo Peruano: “valioso tiempo”; después,
intenta sugestionarlos contra el supuesto peligro de caer en “un afán morboso
de curiosidad”. Y con estos trucos pretende hacer creer que la lucha contra su
autoritarismo conculcador de la libertad de expresión en el movimiento marxista,
es “un hecho estrictamente interno” “que no puede interesarle a un público
ajeno a los detalles de nuestra faena editorial”, y que, por lo tanto, nuestra
crítica abierta a dicho autoritarismo es un “alboroto”.
Pues
bien. La cuestión de la libertad de expresión en el movimiento marxista no es
una cuestión estrictamente interna de
alguna tendencia, no es una intimidad
orgánica, no es un “detalle”, y, por último, no es tampoco una cuestión
puramente orgánica. Más que en ningún
otro nivel, en lo orgánico se expresa la ideología realmente existente en la
cabeza de los activistas. La cuestión de la libertad de expresión en una
tendencia cualquiera, es la cuestión de la libertad de expresión en el entero
movimiento. Si las diversas tendencias del movimiento fueran compartimientos
estancos, no podría hablarse de Socialismo Peruano.
Pero,
claro, esa realidad solo puede ser comprendida por quienes son capaces de darle
una mirada de conjunto a nuestro movimiento. Quienes no tienen esta capacidad y
apenas pueden ver lo que pasa en los límites de su banderilla, corren el riesgo
de creer en las falacias de Lastra.
Una
mirada de conjunto a la situación del Socialismo Peruano lleva a la convicción de
que hay muchos males que perjudican su desarrollo, y la lucha contra estos
males es responsabilidad de todos y cada uno de sus activistas. Por lo tanto,
la crítica abierta a la conculcación de la libertad de expresión, al
autoritarismo y a los métodos criollos, no es ni puede ser calificada de
“alboroto”.
¡Luz,
más luz en el Socialismo Peruano, que al saneamiento de sus relaciones internas
solo pueden temerle los oportunistas! ¡Luz, más luz en el Socialismo Peruano,
que al debate de ideas solo pueden temerle los oportunistas! ¡Luz, más luz en
el Socialismo Peruano, que al desenmascaramiento del autoritarismo, los métodos
criollos y otros males burgueses solo pueden temerle los oportunistas!
Lastra
dice: “Pero en la experiencia se aprende a caminar, y que ésta le sirva al
Comité de Redacción, para afinar mejor su puntería contra el enemigo común y no
desperdiciar tiempo en querellas dogmáticas”.
Mariátegui
señaló: “Lo que importa es que esos grupos y esas tendencias sepan entenderse
ante la realidad concreta del día. Que no se esterilicen bizantinamente en
exconfesiones y excomuniones recíprocas. Que no alejen a las masas de la
revolución con el espectáculo de las querellas dogmáticas de sus predicadores.
Que no empleen sus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros, sino
en combatir el orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes”
(Ideología y Política, p.109).
No obstante, como
es de conocimiento general, esos juicios no le impidieron al maestro señalar
que, en el plano del frente unido sindical de la clase obrera, “tenemos el
deber de alejar al proletariado de las asambleas amarillas”, (ibídem, p.108), es decir que tenemos el
deber de luchar contra la acción corrosiva de los conciliadores, de los
oportunistas, de los traidores. Tampoco le impidieron, en el plano del frente
unido político, desenmascarar el oportunismo pequeño burgués del entonces socialista Haya de la Torre. Finalmente,
tampoco le impidieron, en el plano del movimiento marxista, desenmascarar la
fisonomía mental de su secretario Martínez de la Torre (“Prefiero hallarlo
intransigente, exigente, impetuoso, a hallarlo criollamente oportunista y
equívoco”, (ibídem, p.182); y de calificar
de revisionista cierta posición de su dilecto compañero César Falcón (“Falcón
olvida que el Estado demo-liberal es el órgano de la clase capitalista. Su
revisionismo lo mueve a prescindir de la existencia o la realidad de las clases
y más aún de su conflicto”, (ibídem,
pp.230-231).
Pues
bien, preguntémonos: ¿el llamado de Mariátegui a luchar contra los
conciliadores, los oportunistas, los traidores, significó promover “querellas
dogmáticas”? ¿Su lucha contra el oportunismo pequeño burgués de Haya de la
Torre, su crítica a Martínez de la Torre y a Cesar Falcón fueron, acaso,
“querellas dogmáticas”?
No, la
lucha de Mariátegui contra el amarillaje, el oportunismo pequeño burgués, el
espíritu criollamente oportunista y el revisionismo, no fueron “querellas
dogmáticas”. Del mismo modo como ahora no es “querella dogmática” la lucha
contra el autoritarismo, los métodos criollos, la conculcación de la libertad
de expresión y otros males en el seno del movimiento marxista.
Así como
Mariátegui comprendió que la lucha contra el enemigo de clase no es posible sin
la lucha contra el oportunismo en el seno del propio movimiento, así también
tenemos que entender ahora la necesidad de ambas luchas, complementarias entre sí, a fin de avanzar en la consecución de los
objetivos de clase.
Lastra
no ha entendido, pues, el sentido de la cita de Mariátegui, porque la arranca
del marco de su doctrina, o, en su defecto, entiende su sentido, pero la
manipula a fin de meter confusionismo.
Lastra
dice: “De las frases, entre comillas, que utiliza el c. Ibarra, como si fueran
frases dichas por mi persona solo reconozco haber utilizado “Pleitos
no se recepcionan. Solo cabe decir ¡Puf!”. Así como la palabra “cháchara”.
Este reconocimiento es una burda maniobra,
pues significa que no reconoce como cierta su bajeza de haberle dicho por
teléfono a César Risso que no le gusta “el autoelegio”. Pero el testimonio de
César Risso –de cuya honestidad nadie puede dudar– es incontestable.
Lastra
dice: “Con fecha 01 de junio del 2014, el Blog Creación Heroica publicó un
alegato del compañero Eduardo Ibarra (…).
Y precedió tal escrito con una breve nota del Comité de Redacción, del cual,
por supuesto, también forma parte Eduardo, en su calidad de integrante y por la
función de Director que ejerce. De ese modo, el compañero Ibarra actuó como
juez y parte, en este caso, para promover su alegato. Además, esa nota del
Comité de Redacción la titulan “Debate”, cuando en verdad ya habían tomado no
solo una posición en favor de una de las partes, la del c. Ibarra, sino que
declaran sentencia y condena contra mi persona y la del compañero Daniel
Chumpitaz, apenas recién iniciado su pretendido “debate”. De este modo actúa el
egotismo, haciendo cuerpo institucional en un medio que nació para cumplir
faenas más encomiables”. “Un medio de la calidad del Blog Creación Heroica no
debió de actuar de ese modo; o mejor
dicho, no debió someterse al egotismo. Lo justo y correcto que debió hacer es
promover el esclarecimiento de los hechos en beneficio de sus lectores, más no
dar por zanjado un debate que recién pretendían empezar. Este hecho prueba que
el egotismo genera su par que es el seguidismo”.
Le
aclararé a Lastra punto por punto, a ver si deja de hacer una ensalada de todo.
1. La palabra Debate no titula la nota del
Comité de Redacción, sino la sección donde fue publicado mi artículo.
2. El Comité de Redacción, o más precisamente,
su parte activa, está formada por tres personas, las cuales discutieron y
aprobaron la nota.
3. El
Comité de Redacción no es una instancia independiente, autónoma, neutral. Por
lo tanto, no hay ninguna dualidad en nuestra revista, es decir, nadie es aquí
“juez” como miembro del Comité de Redacción y “parte” como articulista.
4. Desde
el principio, o sea desde hace diez meses, los miembros activos del Comité de
Redacción asumieron una posición definida ante el atropello a la libertad de
expresión en el movimiento marxista, y esto no tiene porqué extrañar a nadie.
5. Como
ya está claro, el debate sobre el problema señalado en el numeral anterior no
es un debate “recién iniciado”. Este debate tiene diez meses de antigüedad:
nueve como debate interno y, redondeando, uno como debate abierto.
6. CREACIÓN HEROICA es una revista de
clase, y entre sus funciones está la de centralizar el debate en el Socialismo
Peruano (como que lo invitamos a Lastra a plantear sus reparos a la nota
censurada, no obstante lo cual en diez largos meses no ha sido capaz de
demostrar que los términos del tercer párrafo de la nota son falsos y
peligrosos para la editorial). Por lo tanto, el Comité de Redacción no es un
tribunal judicial para dictar “sentencia” y “condena” contra nadie.
7. Con
la nota de nuestro Comité de Redacción, no dimos por zanjado el debate, como
maliciosamente sostiene Lastra. Si así fuese, resultaría incomprensible porqué publicamos
su artículo y porqué le respondemos.
8. En CREACIÓN HEROICA no hay egotismo ni
seguidismo. Lo que hay es trabajo solidario, colectivo, de clase.
9. Sólo
para precisar: el seguidismo no es “par” del egotismo, sino su reverso, y, en
esta medida, su complemento.
Pero la
mentalidad autoritaria de Lastra lo lleva a ver tribunales judiciales por todas
partes, y de ahí su lenguaje jurídico: “argumento litigioso”, “sentencia”,
“condena”, “juez y parte”. De ahí también que se victimice a sí mismo con la
esperanza de malquistarnos con los lectores: “la sentencia
condenatoria, que nos han dictado”.
Sin embargo, lo que ha ocurrido es algo evidente, y, por esto, muy fácil
de comprender: Lastra y Chumpitaz se han autodescalificado con su atropello a
la libertad de expresión en el movimiento marxista. Ahora depende de ellos, y
de nadie más, que, autocrítica de por medio, borren de sus hojas de vida esa
negra página que han escrito.
Tribunal
inquisitorial es Ediciones Creación Heroica, que ha censurado la nota de la
contratapa de un libro de crítica al revisionismo, condenándolo a que, al menos
por ahora, se mantenga en situación de inédito.
Pues
bien. Como se ha podido ver, Lastra afronta el debate con la actitud mental del
oportunista orgánico: todo vale: trucos, maniobras, falacias, tergiversaciones,
insultos, calumnias, infamias, ascos,
etcétera.
A ese cúmulo de
recursos criollos los llama “ideas tónicas”, “dignidad revolucionaria del
militante para no ceder ente egotismo alguno”, “praxis revolucionaria”;
mientras a nuestra crítica, perfectamente fundada en los hechos, la califica de
“retórica”, “argumentos ofensivos y tóxicos”, “cháchara jactanciosa”, “montaña
de infundios y ofensas” que no “puede ser provechosa para el Socialismo Peruano
ni para el desarrollo de la conciencia revolucionaria”.
Pero, claro está,
esa fraseología confusionista difícilmente puede sorprender a quienes son
capaces de encontrar la verdad en los hechos, de pensar teóricamente y de
asumir responsablemente los problemas del Socialismo Peruano.
Por otro lado, sus
lagoteras afirmaciones en el sentido de apreciarme y respetarme, no le han
impedido lanzarme estos insultos: “obtuso”, “egotista”; y tampoco intentar agraviarme
con un sonoro “¡Puf!”, que, sin embargo, esclarecidos hasta aquí no pocos
hechos y no pocas ideas, está claro que solo le alcanza a él mismo.
Así pues,
cualquiera puede darse cuenta de que su lagotería apenas es un recurso diversivo y una pantalla con la que
pretende ocultar su verdadera fisonomía mental.
Si, como está demostrado, desde un
principio Lastra se opuso a la nota de la contratapa sin haber leído el libro –¡sin
haber leído el libro!–, quiere decir entonces que procedió movido por el
puro prejuicio, por el puro anticuerpo, por la pura animadversión. ¿Esta
actitud no es, acaso, imprudente? ¿Acaso no es necia? Claro que sí. Por eso es
majadería.
Si, como señaló
Engels, no
es “posible que demandemos de los demás libertad de palabra sólo para
eliminarla inmediatamente dentro de nuestras filas”; que “la absoluta libertad
interna de debate resulta una necesidad (…) El partido más grande del país no
puede existir sin que todos los matices de la opinión que lo integran se hagan
sentir plenamente”, entonces está claro
que la censura de Lastra y Chumpitaz revela una actitud antimarxista.
La cuestión no es,
pues, si la nota debía ser firmada o no, si sus términos debían acordarse o no,
etcétera, sino si en el movimiento marxista –grupos, partidos, editoriales,
periódicos, revistas, etc.– debe respetarse la libertad de expresión o no.
En su artículo,
Lastra utiliza tres veces la palabra egocentrismo, seis veces la palabra egotismo
y doce veces la palabra egotista. Esta demasía da cuenta de su creencia de que
a fuerza de repetirlas va a persuadir a los lectores. Pero analicemos la
cuestión.
La
palabra egotismo tiene dos acepciones: 1) prurito
de hablar de sí mismo; 2) sentimiento
exagerado de la propia personalidad.
Pues bien, en 1929 José Carlos
Mariátegui escribió la nota informativa Del
Autor, en la cual, como se sabe, habla de sí mismo. Pero cualquiera puede
percatarse de que lo hizo por la necesidad de dar cuenta de su trayectoria
política, y particularmente de las circunstancias de su asimilación al marxismo
y de algunas expresiones de su producción teórica. En consecuencia, en la
mencionada nota no hay egotismo.
No
hace mucho ha sido publicado el libro Memorias
desde Némesis, de Abimael Guzmán, en el que este autor reseña su papel en
la lucha interna en el Partido en los años sesenta y setenta. Pero esto era una
necesidad política. Por lo tanto, no hay allí egotismo.
Por
mi parte –pido disculpas por aludir a mi producción literaria–, obligado por la
necesidad política de esclarecer las cosas ante los afanes autoritarios de
Lastra, señalé una vez lo siguiente: “La polémica con el oportunismo de derecha
y el oportunismo de izquierda en punto a la verdad universal, al pensamiento de
Mariátegui, al partido proletario y a otras cuestiones de fundamental
importancia, han terminado por crear tales condiciones [favorables a la organización
de la facción], pues nos ha permitido dotarnos de un perfil propio ante los
ojos de los activistas del Socialismo Peruano. No voy a decir aquí quién ha
jugado un papel decisivo en esta polémica, en esta lucha por alcanzar dicho
estatus. Está en la conciencia de los activistas de nuestra tendencia la verdad
relativa a esta cuestión” (carta a Jaime Lastra del 29.01.11). Como es claro, en
estos juicios no hay egotismo.
Egotismo
es la autoproclamación de Abimael Guzmán como “el más grande marxista-leninista-maoísta
viviente”, y la autoproclamación de Ramón García como “Yo El Supremo”, pues
ambos hechos revelan un sentimiento
exagerado de la propia personalidad.
Pero,
entonces, ¿por qué Lastra me cuelga la etiqueta de egotista? Pues –repare el
lector–, ¡porque en plena polémica contra el revisionismo, yo mismo no
publicaba mis artículos!
Pues
bien, para que se entienda el disparate, expliquemos el caso. La necesidad de
anteponer a mis artículos una nota que los ubicara en el marco de la mencionada
polémica, no era, obviamente, una cuestión que yo mismo podía hacer. Por eso
Santiago Ibarra realizaba la tarea, pero los lazos consanguíneos que nos unen
motivaron algunas venenosas habladurías.
Entonces,
explicándole el problema, le consulté a Lastra si podía asumir la tarea. Su
respuesta dio la medida de su ego: “no soy secretario”. Cualquiera puede darse
cuenta de que esta respuesta prueba que estuvo lejos de comprender
políticamente la cuestión.
En
los últimos quince años más o menos, en el seno de lo que parecía un espacio
político compartido, Lastra ha sido criticado decenas y decenas de veces por
diversas razones y por distintos compañeros, pero, en ningún caso, en ninguna circunstancia, nunca, jamás, de ningún modo, se
ha autocriticado. Ni siquiera cuando su falta ha sido monumental, como cuando,
no obstante su condición de “marxista-leninista-maoísta” y partidario del partido
de clase, servilmente le puso el hombro al seminario revisionista que tenía el
objetivo exclusivo y excluyente de fundar un partido “marxista” no leninista, no de clase, revisionista y contrario por principio al Partido de
Mariátegui, o como ahora, cuando, en lugar de autocriticarse del atropello que
ha cometido contra la libertad de expresión en el movimiento marxista, ha preferido
encubrirse desplegando un virulento ataque contra mi persona y aun contra los
miembros activos del Comité de Redacción de CREACIÓN HEROICA.
En
cambio, no hace mucho –y solo para hablar de los últimos tiempos– el “egotista”
Eduardo Ibarra se autocriticó públicamente ante una observación crítica de
Miguel Aragón acerca de la publicación, en estas páginas, del Programa del Partido. Esta autocrítica puede
encontrarla el lector en el artículo A
propósito de algunas “observaciones”, publicado, si mal no recuerdo, en nuestra
edición del mes de diciembre del año pasado. Copio la parte culminante de dicha
autocrítica: “Asumo, pues, como se ve, públicamente y en primera persona, la
responsabilidad del error por un elemental sentido de consecuencia con la ética
marxista”.
¿Qué
significa, pues, que ante una verdadera multitud de críticas Lastra nunca haya
sido capaz de autocriticarse? No voy a calificarlo, por esa incapacidad
orgánica para la autocrítica, de egotista, sencillamente porque, en el mundo de
la política, el egotismo se presenta en personas de cierta talla. Por eso en
Lastra el problema es más bien de soberbia pequeño burguesa.
De
hecho, Lastra me ha colgado la etiqueta de egotismo solo porque es un fácil
expediente para: 1) descalificar mis críticas a su autoritarismo y sus métodos
criollos; 2) tender una cortina de humo alrededor de estos vicios suyos; 3)
manipular la conciencia de los activistas del Socialismo Peruano, y en
particular la de los miembros de su grupo.
Es
posible que, fuera del espacio donde Lastra actúa con prepotente autoritarismo,
tanto lo señalado en el artículo Censura
en el socialismo peruano como en
estas líneas, sea algo un poco difícil de asimilar, pues, como es fácil
comprobarlo, allí es todo lo contrario: lagotero, conciliador, blandengue,
seguidista ¡y hasta permeable a ciertas críticas! Aquí, desde luego, no es posible
analizar esta doble moral.
En 1927, ante la
clausura de la revista Amauta, José
Carlos Mariátegui escribió: “… creo que las opiniones no están, conforme a ley,
sujetas al contralor y menos a la función de la policía ni de los tribunales” (ibídem, p.243, nota al pie de página).
Ahora sabemos que, en una parte del movimiento marxista, las opiniones están
sujetas al recalcitrante contralor Jaime Lastra y al tribunal inquisitorial de
una editorial.
Resultado de esa realidad
ha sido que el libro El partido de masas
y de ideas de José Carlos Mariátegui, ha quedado inédito. No importa. A mi modo de ver, la lucha contra el
autoritarismo y los métodos criollos en el Socialismo Peruano encierra un valor
más alto que la edición censurada de mi libro.
Como se
comprenderá, el autoritarismo y los métodos criollos de Lastra no son hechos casuales,
aleatorios, indeterminados, como surgidos por generación espontánea. Todo lo
contrario: son expresiones de una línea oportunista de derecha que, en algunas
semanas más, empezaremos a criticar, en todos sus aspectos, en sucesivos
artículos a publicarse en los grupos de correo.
Pues bien, para
concluir, pido disculpas al lector por haberme extendido, pero seguramente comprenderá
que era necesario quitarle la careta a Lastra. Ahora, cualquiera que tenga ojos
para ver, puede advertir su verdadero rostro.
28.06.2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.