sábado, 12 de marzo de 2011

Internacionales

La crisis y el renacimiento del racismo en Europa

Luis Guerrero*


En un intento por impulsar una nueva repartición del mundo, el imperio alemán, bajo la conducción de Guillermo II, inicia la I Guerra Mundial (1914), cuyos costos se financiarían con créditos que serían pagados con el futuro botín de guerra. La propaganda organizada logró despertar el entusiasmo de la población alemana que salió a celebrar a las calles la declaración de guerra. El desenlace de esa aventura es conocido: las potencias vencedoras se convierten en deudoras de los EEUU y pierden su rol hegemónico en el mundo.
 
La consecuencia inmediata para Alemania fue la hiperinflación de 1914 hasta 1923 que generó una de las pérdidas de valor del dinero más radicales que una nación industrializada haya vivido. El Pacto de Versalles (1918) obligaba a Alemania al pago de reparaciones de guerra a los vencedores, lo que agudizó aún más el problema de la inflación y por consiguiente del desempleo y la caida de los salarios.

¿Quienes fueron hechos responsables de esta catástrofe económica y social ? Para las clases dominantes y sus nuevos representantes del « Partido Nacional Socialista » (nazis) era claro : los judíos, aunque en esa época no eran más que una ínfima minoría de la población y no tenian ninguna responsabilidad significativa en el aparato estatal.

En medio de una sociedad destruída, con un desempleo galopante, con el hambre generalizado, el partido nazi crece en popularidad esgrimiendo la mentira de que los judíos eran culpables de la derrota de Alemania y que con su desaparición se volvería a instaurar la gloria y grandeza de esa nación. Lo aterrador fue que gran parte de la población lo creyó a pesar de que esta afirmación no tenía ninguna consistencia lógica. Tenemos en el recuerdo las imágines de los pogromos de los que fueron víctimas los judíos, sus niños, sus mujeres, sus ancianos. Se asesinaron también a comunistas, gitanos, homosexuales, discapacitados y a todos aquellos que eran un obstáculo para la barbarie organizada. Los campos de concentración se constituyeron en una de las más horrorosas creaciones que pueda imaginarse una mente calculadora, fría y enferma.

Es conocido que tras la derrota en la II Guerra Mundial, Alemania queda dividida entre el sector occidental bajo el control de los paises capitalistas y el sector este bajo el control soviético.

Al finalizar la guerra se creyó que los primitivos argumentos rascistas de los nazis, que sirvieron de ideología para iniciar esta catástrofe mundial que costó 55 millones de vidas, habían sido superados. Muchos gobiernos europeos, entre ellos el de Alemania, declararon que ello no volvería a repetirse y que la Europa « libre » se convertiría en un lugar de refugio para todos los perseguidos políticos.  A pesar de estas declaraciones, el racismo solo desapareció de la superficie, permaneciendo latente en muchos sectores de la población.

Irónicamente, fué la desastroza política de los nazis que había dejado un pais totalmente destruido, repartido entre las potencias vencedoras y con pocos hombres jóvenes, lo que hizo necesario traer a los primeros inmigrantes para empezar la reconstrucción de Alemania. Trabajadores italianos « invitados » fueron los primeros que llegaron a un pais desvastado, pero por su alto grado de actividad sindical se convirtieron pronto en indeseados y fueron posteriormente reemplazados por trabajadores turcos de la pobre región de Anatolia.

Una de las estrategias propagandísticas que aceleró la caida del llamado « bloque socialista», fué la ilusión  que en el capitalismo era posible para todos llegar a tener un empleo altamente remunerado,  ser rico y poder consumir todos los «maravillosos productos de occidente». Esta táctica propagandística fue dirigida a los habitantes del “bloque socialista” para alentarlos a que que se escaparan al “mundo Libre”, para lo cual se mostraba frente a las cámaras de televisión cómo  algunos de ellos recibían un carro, vacaciones pagadas en Mallorca o un puesto de trabajo bien remunerado por el Estado.

En los años 90 el canciller alemán Helmuth Kohl (CDU- Demócrata cristiano)  habÍa prometido a los habitantes de la  tambaleante « República Democrática Alemana » que con la llegada del capitalismo y la aplicación de la “Economía de libre mercado », la ex- República Socialista  en tres o cuatro años se iba a convertir en un « pais floreciente » como occidente. Pero la realidad fue brutal: los sectores más importantes de la industria fueron rematados y destruidos, generando un desempleo sin precedentes en Europa; la especulación y la estafa de la que fue víctima la población indefensa y sin experiencia “capitalista”, dieron como resultado la liquidación final de las ilusiones de “prosperidad” y mostraron la horrible cara de del neoliberalismo.

Naturalmente, los responsables de esa catástrofe económica y social no reconocieron ninguna responsabilidad y recurrieron a la vieja táctica de sus predecesores: echar la culpa a los que no pueden defenderse. El canciller Kohl afirmó que « el creciente desempleo estaba motivado por la excesiva llegada de extranjeros que solicitaban “asilo político”, lo que alentó muchos ataques de las hordas fascistas contra los extranjeros, como el caso del trabajador angolano Amadeu Antonio Kiowa (1990), asesinado por bandas nazis ante los ojos de la policía ; como la del asesinato, en 1991, de  Samuel Yeboah, de Ghana ; como el progromo de Hoyeswerda (1991), en el que durante 7 dias trabajadores mozambicanos y vietnameses fueron víctimas del terror nazi con un saldo de 32 heridos; como los asesinatos de Mölln (1992), en los cuales dos familias turcas fueron quemadas en sus casas, siendo el saldo dos niñas y su abuela muertas,  además de 9 personas gravemente heridas ; como el progromo de Rostock-Lichtenhagen (1992), en el que durante cinco días las hordas fascistas intentan quemar un edificio donde se alojaban solicitantes de  asilo político; como el atentado fascista con bombas molotov en Solingen (1993), que dejó como saldo cinco niñas calcinadas, además de 14 personas gravemente heridas; como los disturbios del “Dia de la Ascención en Magdeburgo (1994), donde un grupo de africanos son perseguidos por bandas fascistas ante la impasible mirada de la policía.

Según un informe de la “Agencia Federal para la Educación Cívica en los prejuicios raciales”, entre 1990 y 2003 se realizaron más de 100 asesinatos con motivaciones racistas. En este mismo informe se menciona la crítica del “Consejo Europeo” y las “Naciones Unidas” sobre el tratamiento que da la policía alemana a los extranjeros. En su informe del año 2005, la “Agencia Federal para la Protección del Estado” (Servicio de inteligencia), menciona 355 delitos con motivación racista y 49 delitos con motivos antisemitas.  Los gobiernos derechistas europeos siempre han recurrido a la manipulación de la xenofobia en la población para distraerla de las verdaderas causas de la crisis económica y de la falta de empleos que ésta genera.

La «Globalización» y la política Neoliberal han impulsado la transferencia de gran parte de la producción manufacturera a los países del “tercer mundo” (China, Singapur, Vietnam, Malasia, Turquía), donde se pagan salarios miserables y los trabajadores no están sindicalizados, por lo que no se les paga un salario mínimo para sobrevivir ni tienen seguro social o de salud. Esto ha tenido como resultado inmediato la generación de un gran desempleo en Europa. Los productos generados en el extranjero son muy “baratos”. También los productos de «marca» (Puma, Nike, Addidas, etc) que son vendidos a muy altos precios, son producidos en los países de salarios bajos, lo que maximaliza la ganancia en muchos casos en un 500%. En Alemania ya no se producen textiles, confecciones, calzados, etc., todo es importado del exterior.

La crisis que se desata en 2007 fue producto de la especulación financiera e inmobiliaria en la que los bancos se hallaban envueltos, alentados por la política “Neoliberal” que había reducido los controles e impuestos a las operaciones financieras en la bolsa. Para salvar a los bancos y evitar el colapso de la economía capitalista, los gobiernos de algunos países han tomado medidas “estatistas” (que los neoliberales siempre atacaron tildándolas de “socialistas”) y comenzaron a inyectar “ayudas financieras” de miles de millones de Euros a las entidades bancarias, que en parte son utilizados para pagar altos premios y bonos a los managers que generaron la crisis. Otra “reinvindicación neoliberal” es la reducción de los impuestos a los más ricos, ya que esto supuestamente genera más inversión y por consiguiente más empleos. Los fatales efectos de esta política pueden observarse en la economía norteamericana que se encuentra al borde de la ruina.

Al mismo tiempo, para equilibrar el presupuesto, las naciones industrializadas han recortado las ayudas sociales a los sectores más pobres, se reduce el presupuesto de las universidades y escuelas, se rebajan los salarios, se despide a miles de trabajadores, se recortan los pagos de jubilación, se aumenta la edad para jubilarse, en suma, se eliminan derechos que los sindicatos habían conquistado tras largas jornadas de lucha. Esto ahonda mucho más la brecha social entre pobres y ricos, entre las generaciones,  entre los hemisferios norte y sur. La dura lucha por la supervivencia genera miedos y alimenta posiciones nacionalistas y racistas en los sectores más retrasados de la población que, justamente, son manipulados por la propaganda gubernamental.

¿Sobre quién se descarga la ira y la frustración  que genera esta situación? Naturalmente, sobre los extranjeros. Como en los viejos tiempos, los partidos gobernantes indirectamente y los hordas nazis directamente, trasladan la responsabilidad de la falta de empleos a las minorias indefensas.

El bestseller que en Alemania ha batido los records de venta en el presente año es el libro « Deutschland schafft sich ab »(Alemania se suprime), del socialdemócrata Thilo Sarrazin, donde plantea la tesis de que, debido a la falta de integración de los turcos y demás extranjeros, Alemania corre el riesgo de estupidizarse y desaparecer. Sarrazin intenta sustentar su tesis racista recurriendo a argumentos “pseudo genéticos”, que recuerdan el estilo de los viejos nazis, sosteniendo por ejemplo que la inteligencia es heredable, que los judios y los vascos tienen «genes» característicos que determinan su conducta social.

Los gobiernos derechistas de Europa han mantenido siempre una actitud hostil contra los inmigrantes extranjeros que proceden de Àfrica, Asia y Sudamérica. Después de la caída del muro de Berlín, la «Unión Europea» empezó la construcción de un muro invisible, más amplio, que intenta  impedir la llegada de trabajadores de las regiones más pobres del planeta. En Francia se persigue y expulsa a los africanos, a los gitanos húngaros, a los rumanos; en Italia y España se persigue a los inmigrantes africanos que logran sobrevivir al cruzar el Mediterráneo en ligeros botes; gitanos y sudamericanos son indeseados. En Holanda se acusa a los extranjeros como los responsables de los problemas sociales y en toda Europa, bajo el pretexto del «terrorismo», hoy son discriminados y vistos como sospechosos todos los musulmanes.

Naturalmente, estas experiencias históricas ponen en alerta a todas las organizaciones progresistas que tienen como primer punto en su agenda la lucha por los derechos humanos, contra el fascismo, el racismo y la intolerancia. La lucha contra el sistema capitalista y la globalización sigue siendo la tarea principal en la lucha contra estas lacras sociales que amenazan nuevamente con desatar la barbarie en Europa.


*Luis Guerrero es miembro del Comité de Redacción de CREACIÓN HEROICA.

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